Kelvellido en Rebelión..
Jean-Loup Amselle y las generaciones machacadas. Entrevista
Jean-Loup Amselle
29/11/2015
«Un acto de guerra». François Hollande, presidente en el
periodo final de su mandato, no tiene dudas: «Lo sucedido en París y
Saint-Denis es un acto de guerra y frente a la guerra el país debe tomar las
decisiones adecuadas (…) Un acto de guerra preparado, organizado, planificado
en el exterior con complicidad en el interior, que la investigación sacará a la
luz».
Entre tanto, mientras Hollande espera sus elecciones y su
investigación, por otros medios la guerra ha empezado. Los hechos quizá no
están claros todavía, pero las opiniones han empezado a circular. La tragedia
de París ha golpeado inevitablemente a todos. Mucho se ha insistido en las
emociones e impresiones de cada uno: testimonios, relatos, lágrimas y el infame
storytelling que ya se ha enrollado sobre sí mismo. Al luto, nunca elaborado,
le ha seguido el pánico – elaborado
hasta demasiado. Nacen aquí, en una zona gris demasiado a menudo infravalorada,
las reacciones de los «designados para reaccionar», los intelectuales
desorgánicos para los medios académicos, pero orgánicos respecto a los medios,
los que en Francia llaman “intellos”. Y aquí el discurso se vuelve diferente,
porque corre el riesgo de contribuir – si es que no lo ha hecho ya – a construir un terreno común dentro del
cual deslizar un conflicto y convertir el “clash of civilisations” [“choque de
civilizaciones”] en una profecía que todos hemos contribuido a que se
autorrealice.
Hablamos de ello con el antropólogo Jean-Loup Amselle, que
lleva tiempo trabajando en los fenómenos de «etnicización» del conflicto en el
seno de la sociedad europea. Amselle enseña en la Ecole des Hautes Études en
Sciences Sociales (EHESS) de París y redactor je de la revista Cahiers d’Etudes
Africaines. Ha estudiado las cuestiones del mestizaje y del multiculturalismoen
en trabajos como [en edición italiana]: Logiche meticce. Antropologia dell’identità
in Africa e altrove (Bollati-Boringhieri, 1999); Connessioni. Antropologia
dell’universalità delle culture (Bollati-Boringhieri, 2001); L’invenzione
dell’etnia (Meltemi, 2008); Contro il primitivismo (Bollati-Boringhieri, 2012).
Sus últimos libros, publicados por Editions Lignes, son [en su edición original
francesa] L’Anthropologue et la politique (2011), L’Ethnicisation de la France
(2012) y Les Nouveaux Rouges-Bruns (2014) Al inicio de este último trabajo,
escribe Amselle: «este libro nace de un sentimiento de urgencia, de miedo ante
el avance de una derecha de los valores (…) Esta configuración rojiparda tiene
esto de inquitante: tiende a propagarse en el paisaje intelectual en su
conjunto, porque tiende a llenar el vacío dejado por la muerte de las
ideologías, sobre todo de aquella que formaba el corazón de la izquierda, el
marxismo».
El año pasado, justo en las páginas de Il Manifesto (del 19
de septiembre de 2014), hablaba usted de una categoría que había introducido en
el debate: los «rojipardos». Los rojipardos son «nuevos» intelectuales
habilísimos en constituirse como falsa oposición crítica, siempre bien
«mediatizada», pero siempre capaz de presentarse como irregular y fuera de
esquemas. Tras los hechos de París, ¿ve usted una reubicación de los
«rouge-bruns»?
Nos encontramos en el estado de confusión más total, en
virtud del hecho de que tenemos verdaderas dificultades para analizar la
naturaleza del Estado islámico. Este posee características ambiguas: es un
«Estado» de tipo fascista, animado por una pulsión de muerte, pero al mismo
tiempo es la única fuerza contrahegemónica frente a Occidente. Hablamos por lo
tanto de un Estado nacionalista-musulmán, pero a la vez, internacionalista.
Este sencillo hecho vuelve frágiles los clásicos análisis ortodoxos de la extrema
izquierda. La postura del NPA (Nuevo Partido Anticapitalista), por ejemplo, que
ve en los atentados del 13 de noviembre una reacción al imperialismo, ilustra
bien a este respecto las dificultades de desarrollar una respuesta marxista
coherente fuera de antiguos esquemas que ahora ya no funcionan.
La confusión «rojiparda» nace de este problema y está bien
representada por Michel Onfray, filósofo de escritorio y teclado, cercano en
otras cosas al NPA, que ha atribuido recientemente al Corán la responsabilidad
de la violencia yijadista, sosteniendo al mismo tiempo que los atentados del
Daesh son una respueta al imperialismo occidental.
Otro representante de la esfera de influencia «rojiparda»,
Jean-Pierre Chevènement, convoca a una «República enérgica», mientras Jean-Paul
Brighelli, viejo personaje de la extrema izquierda pasado a la extrema derecha
antisemita, autor de un libro significativamente titulado Voltaire ou le Jihad,
pide por su parte que se suspendan algunas libertades y se instaure un Estado
fuerte. Por último, last but not least, Michel Houellebecq, viejo gauchiste,
autor islamófobo de éxito – pensemos en su Sumisión [su novela más reciente,
Anagrama, Barcelona, 2015]– que en un artículo del Corriere della Sera fustiga
tanto a la derecha como a la izquierda, preparándole el terreno a Marine Le
Pen. En un sentido general, podríamos decir que toda una franja de la
intelligentsia está a punto de virar al racismo, pero por debajo de alguna
cobertura.
¿Qué cobertura? Parece que los nombres que da usted son sólo
la vanguardia que se ve de una reubicación general que está próxima…
La cobertura de la legitimidad del debate, de la libertad de
expresión, de la lucha contra lo «políticamente correcto», de la defensa de la
laicidad, cosas que no llevan a defender otra cosa que los valores de una
Francia «blanca» y «cristiana», hasta en el ámbito culinario, como es el caso
del fenómeno que algunos llaman «kebabofobia».
Tras el 13 de noviembre, hemos visto aparecer en Facebook
retratos e imágenes en sus perfiles sobre un fondo tricolor. Pero el
nacionalismo no es únicamente francés, es también europeo y regionalista. Todo
esto no hace otra cosa que llevar agua al molino de Hollande, que se está
presentando como un George Bush en salsa francesa, apuntalando así los
fundamentos de un Estado seguritario y liberticida. Veremos una Patriot Act à
la française, en suma, un «estado de guerra».
Tal vez estamos ya en ello, pero no lo sabemos todavía. En
el fondo, toda guerra es hoy una guerra impura que se libra por cualquier
medio, y cualquier medio, anulando la célebre máxima de Clausewitz, no es otra
cosa que una prótesis de guerra…
A lo que asistimos es a la aceleración del deslizamiento del
paisaje político hacia la derecha y la extrema derecha, favoreciendo las
posturas más paradójicas. Corriendo junto a Sarkozy e Marine Le Pen, Hollande
corre sencillamente el riesgo de hacerle ganar terreno a ambos en las próximas
elecciones presidenciales.
También la idea de «multiculturalismo» liberal ha entrado en
crisis en Europa. Muchos de quienes se encuentran militando en Daesh vienen de
una segunda o tercera generación de emigrantes. Son por tanto personas que en el plano formal han
vivido todo el proceso de la integración liberal…
Oficialmente, en Francia el multiculturalismo no tiene carta
de ciudadanía, aunque esté presente en las disposiciones de Estado. Pero no es
solamente el multiculturalismo liberal el que se salta. Recordemos un punto
crítico que a menudo queda en la sombra en la discusión: muchos yijadistas
provienen de familias no musulmanas. El problema, entonces, es que las
sociedades occidentales, Francia entre ellas, no ofrecen ninguna perspectiva ni
futuro alguno a los jóvenes. No hablo sólo en términos de empleo y trabajo sino
también en términos de encuadramiento intelectual. Ya no hay un «relato
nacional» coherente, ya no hay partidos, ni sindicatos ni escuelas, ni servicio
civil o militar, nada que sea capaz de dar
sentido a la existencia de estos muchachos. En un contexto semejante, el
culto del dinero promovido por el liberalismo no basta para ordenar la vida de
estas generaciones. Este vacío abre las puertas a ideologías de tipo
espiritualistia y “new age” que hoy prosperan y florecen. Del mismo modo, la
seducción que ejerce Daesh sobre cierto número de chicos y chicas puede
explicarse así, aunque esto les conduzca a los actos más horribles.
Hasta el discurso sobre la «laicidad» como antídoto del
«fanatismo» se vuelve paroxístico en esta situación…
La laicidad, según el modelo francés, no se podía comprender
si no es en relación con la lucha contra una religión hegemónica: el
catolicismo, considerado a la manera de un «opio del pueblo». Hoy la religión
o, mejor, lo religioso se ve como «el suspiro de la criatura oprimida», por
retomar la expresión de Marx. El Islam se inscribe in esta perspectiva y todo
esto obviamente se vincula con el desarrollo ideas postcoloniales.
Entre los efectos perversos del postcolonialismo estaría el
riesgo de etnicizar los conflictos. Pero en el contexto actual, tampoco la
cuestión de los derechos humanos está libre de insidias…
Lo que hacen los postcoloniales es rebelarse contra la
imposición de los de los derechos humanos en su totalidad, puesto que juzgan
estos derechos de inspiración occidental. Le pongo un ejemplo: algunos
homosexuales de los países del sur protestan contra el hecho de que las
organizaciones gay occidentales quieran imponerles el coming out [“salir del
armario”] a los homosexuales del sur se apoyan en el hecho de que en su
sociedad la homosexualidad es un asunto privado y no debe mostrarse en la plaza
pública.
En la Ethnicisation de la France habla usted de una
fragmentación del cuerpo social. Fragmentación que enfrenta uno contra otro a
dos segmentos de la población: identidad mayoritaria contra identidad
minoritaria. ¿Cree que tras los sucesos de París asistiremos a una
radicalización de esta división?
Pienso que la guerra emprendida contra Daesh bombardeando
Irak y Siria, pero también las intervenciones en Malí y en la República
Centroafricana, intervenciones directas contra el Islam radical, no pueden
hacer otra cosa que alimentar un flujo cada más importante de yijadistas
dirigidos a Oriente Medio o a
operaciones en suelo francés. Por una serie de razones, Francia es el talón de
Aquiles de Occidente y por esta razón la ataca Daesh. Por otro lado, va de suyo
que los atentados suscitan ya reacciones islamófobas y acentúan la división
entre las poblaciones venidas del mundo árabe-musulmán, independientemente de
su nacionalidad francesa o meno, que se consideran «français de souche»
[“franceses de pura cepa”]. Pero esta islamofobia no impide que se perpetúen
otras formas de racismo, como el antisemitismo.
Identidad, una palabra peligrosa. Pero hoy estamos ya
también más allá respecto a este peligro y en el espacio público, amén de en
el debate político, hemos pasado a la
cuestión de la identidad en guerra. El espacio social parece ya desaparecido de
nuestro horizonte…
Creo que todo se está conjuntando de modo tal como para
hacernos entrar en una «guerra de civilizaciones». En este proceso se pone
entonces la identidad en primer plano. Lo social va dejando poco a poco paso a
lo racial. Con gran satisfacción de los postcoloniales. Esta posición quedó
claramente expresada el 31 de octubre, en París, en la «Marcha de la dignidad
contra el racismo». Estaban todas las organizaciones postcoloniales, con excepción
de las organizaciones antirracistas universalistas. Lo que se cuestiona en
algunos sectores de las poblaciones discriminadas, al menos a través de sus portavoces, es la idea de que el
universalismo es «blanco», de que existe por tanto un «privilegio bianco», que
permite escapar del racismo. Si actuamos así, nos metemos en un callejón sin
salida del que debemos salir. Por esto es por lo que debemos luchar.
Jean-Loup Amselle es un antropólogo africanista de la
estirpe de los grandes sabios marxistas franceses Claude Meillassoux y Maxime
Rodinson. Inteligente defensor de la ciencia social y la historiografía clásica
frente al asalto relativista posmoderno, poscolonial y subalternista (véase en
SinPermiso la reseña de su libro de 2008 El Occidente descolgado, un formidable
alegato científico y metodológico contra esas corrientes académicas en boga en
las últimas décadas), su último libro (2011) es un lúcido ensayo sobre las
consecuencias ideológico-políticas de la Etnización de Francia .
Fuente:
Il Manifesto, 24 de noviembre de 2015
Traducción:
Lucas Antón en Sin permiso .