El final de un
proyecto político, económico y social
Suso del Toro .
Diario.es .
El Partido Popular ha
perdido su capacidad para producir una imagen de país con posibilidad de
proyectarse hacia el futuro
La desaparición de
Emilio Botín e Isidoro Álvarez expresa el declive de un modelo empresarial
español nacido en la Transición
Se abre la posibilidad
de una nueva cultura económica, política y social
1. La noche del 20 de
noviembre de 2011 sucedieron tres cosas importantes: La primera fue el
descalabro político de la socialdemocracia española con la derrota del
zapaterismo en las urnas después de un abandono masivo de su propio electorado
que eligió la abstención antes que votar a cualquier otra opción política. El
segundo fue la victoria por mayoría absoluta del Partido Popular y la formación
de un gobierno conservador con capacidad de maniobra política aparentemente
ilimitada. En tercer lugar, la formación de un doble estado de opinión.
Recuerdo que esa noche
muchos amigos me decían que el 15M había dado la victoria electoral al Partido
Popular, que el clima de indignación expresado en las plazas apenas seis meses
antes no se había traducido en el campo político, en la estructura del poder.
Al mismo tiempo esos mismos amigos u otros situaban al espacio de politización
social abierto por el propio 15M como la única posibilidad de resistencia
ciudadana ante la serie de reformas que vendrían de la mano del gobierno de
Rajoy.
2. El proyecto del
PP empezó cojo en relación a legislaturas anteriores. Carente de una
narrativa propia con capacidad de hacer sociedad. El discurso de la austeridad
y la tecnocracia política al servicio del dominio de la economía y la
estructura de la deuda no se producía como anteriormente lo hicieron los
gobiernos conservadores de Thatcher o Reagan, tampoco con las retóricas de
crecimiento económico vinculado a la privatización de las infraestructuras
públicas y la posibilidad de emprendimiento/endeudamiento de la época de Aznar.
El proyecto del
gobierno de Rajoy se limitaba a traducir una imposibilidad. Al pedirnos
sacrificios nos demostraba que las medidas que quería poner en marcha buscaban
bienestar, tan solo (si aceptamos su premisa) contendrían la sangría de unas
arcas públicas endeudadas. Ese discurso no se ha movido ni un ápice durante
estos tres años. Es imposible saber qué país tiene el Partido Popular en la
cabeza para nuestro futuro.
En ese sentido, se ha
producido una suerte de zapaterismo a la inversa.
3. Las claves del
gobierno de Zapatero y de los coletazos del modelo político socialdemócrata
fueron la ampliación de los derechos y libertades ciudadanas sin tocar la
estructura de la propiedad, la toma de decisiones colectivas o los mecanismos
de producción y extracción de riqueza. Un modelo económico análogo al del PP,
que se manifestó con toda su violencia con la reforma del artículo 135 de la
Constitución del 78. Epílogo final de una sucesión de despropositos
legislativos incapaces de tomarle el pulso al presente.
Quienes votaron al
Partido Popular convencidos de que tendría capacidad para enmendar la economía
se han encontrado tan solo con una receta acelerada de lo que fue la última
legislatura del gobierno de Zapatero, unido a un proyecto político cuya única
propuesta política autónoma ha sido precisamente el ataque a las libertades con
tres proyectos estrella. La LOMCE, la “Ley Mordaza” y la “Ley Gallardón"
sobre el aborto.
De esos tres
proyectos, solo uno ha llegado a puerto y no ha sido por lo que tiene de
propuesta ideológica conservadora, sino por lo que tiene de traducción
neoliberal de medidas de austeridad. La LOMCE ha entrado por los recortes y con
ella un aparato ideológico que, en cualquier caso, no ha servido al gobierno
para sacar pecho con una nueva (o vieja, pero consistente) concepción de la
educación.
La ley del aborto era
el mecanismo del Partido Popular para retener a sus votantes conservadores que
se ha encontrado con dos límites. Uno es la enorme contestación social de la
ley. El segundo es que sus votantes conservadores podría no ser tantos, o al
menos que no les compensara perder a sus votantes liberales por mantener a los
conservadores. Una alianza UPyD-Ciutadans les robaría todos esos votos
liberales que, en cierto porcentaje, ya se les están yendo a la abstención o
incluso a Podemos.
De la "Ley
Mordaza" hace tiempo que no oímos hablar y solo en un escenario de segura
victoria electoral en las generales de 2015 la pondrían en marcha. La propuesta
de reformar de ley electoral para dar mayorías absolutas a los alcaldes mas
votados también ha quedado en suspenso.
Como Zapatero en su
último año de gobierno, Rajoy se ha quedado sin aire y sin propuesta propia.
4. La muerte sucesiva
de los pilares de la banca privada y del comercio en España (Banco Santander y
El Corte Inglés respectivamente) proyectan una doble sombra de carácter
simbólico sobre el propio proyecto político del gobierno del bipartidismo.
Por un lado, la inquietante
sensación de que dichos proyectos empresariales de larguísimo calado en la
arquitectura institucional y en la propia crisis son estructuras tan poco
democráticas que se heredan a la vista de todo el mundo con una suerte de
sucesión no muy diferente a la de la abdicación del Rey. Hay un algo en común
en los nuevos representantes de la corona, la banca y el comercio españoles.
Todos son una gran nada. Una foto sin recorrido. Son silencio. No se sabe cuál
es su idea del país en el que van a vivir y que, supuestamente, deben construir
desde sus posiciones de poder. La sensación que queda es que se trata de la
simple perpetuación de lo existente desde una mediocridad gestora y, signo de
los tiempos, puramente tecnocrática.
La otra sombra es que
dichos negocios de banca y comercio han aparecido, por la vía de la muerte de
sus responsables, como algo viejo. La cuestión es que al igual que el modelo
político del país representado por el bipartidismo se encuentra agotado, el
modelo económico representado por esas grandes instituciones de la economía de
la transición aparece también como una rémora incapaz de estimular la economía
del país y que tan solo se beneficia de esa crisis de sentido político que la
mantiene con vida con fondos públicos.
5. Por último, la
sociedad que dicho modelo de país dice representar ya no existe ni cultural ni
materialmente.
Culturalmente no está
atada a ninguno de esos viejos consensos, ni comparte esas narrativas. No
reconoce las figuras culturales que se vuelven, así, autoritarias por imponer
un sistema de valores que no da de comer. Materialmente es mucho más claro. El
corte generacional y de género de los recortes y la estructura del paro deja
fuera de los derechos a la mayoría social empobrecida que ya no puede
participar del viejo pacto empleo-salario-capacidad de
endeudamiento-consumo-propiedad.
En ese magma social se
ha movido la ola de conflictos nacida con el 15M, que lenta pero pacientemente
ha ido superando fase tras fase hasta abordar, cuatro años después, un nuevo
ciclo electoral.
Ha sido en ese magma
en el que se ha producido una narrativa de la crisis y una narrativa de su
salida (esta sí, coherente) que pasa por auditar las deudas, recuperar los
servicios públicos esenciales, garantizar el acceso a la vivienda y que
vislumbra destellos de un nuevo país. Esos destellos se expresan en una suerte
de nueva cultura aún en ciernes, que está atravesada al menos por dos
elementos. Uno es el deseo de participación y la producción de herramientas para
la misma sin negar la delegación y los liderazgos. Otro es una cultura de la
colaboración, del compartir, que se traduce en modelos de nueva economía
liberal tanto como en la puesta en marcha de nuevas infraestructuras comunes y
una redefinición de las instituciones.
Como todo dispositivo
que se centra en la participación y que obtiene su sentido en la interacción
con el otro, dicho modelo cultural es, retomando la expresión de Margarita
Padilla, un dispositivo inacabado. Algo en proceso que no funciona si se cierra
del todo.
La forma en la que
distintas herramientas nacidas en este nuevo magma cultural abordan el ciclo
electoral tienen que lidiar con esa tensión entre el desplazamiento del sentido
que se produce de forma horizontal, dispersa y multicapa y la capacidad de
convertir eso en nuevos ordenamientos comunes y nueva institucionalidad a
través de mecanismos que juegan en la pelea de la representación.
Hay algo seguro,
pronto viviremos en otro país. Lo que queda saber es en cuál.
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