Es el colonialismo lo que odian, no a los judíos
Haaretz
Un
manifestante sostiene una pancarta que dice "Boicot a Israel" durante
una protesta en Berlín contra la guerra en Gaza, 1 de agosto de 2014. Foto:
Reuters
La crítica comenzó cuando se hizo evidente que Israel no tenía la intención de retirarse de Cisjordania. A medida que la ocupación se profundizó, que el régimen colonial en los territorios se iba instalando en los, la oposición creció y se convirtió en hostilidad hasta que, a raíz de las operaciones destructivas en la Franja de Gaza, se convirtió en el odio que ha penetrado en amplios círculos dentro de Europa. A esto hay que añadir el hecho de que la población musulmana está creciendo en Europa Occidental y gradualmente volviéndose más importante en la sociedad, la política y en las universidades del continente.
No hay duda de que las tendencias antisemitas alimentan el sentimiento anti-Israel. Pero igualmente la hostilidad hacia las políticas opresivas de Israel alimenta el antisemitismo y la antipatía hacia los judíos. Cualquiera que quiera involucrar a las comunidades judías como un grupo de presión proisraelí, debe entender que esto tiene un precio. En la mayoría de los casos, la hostilidad no se dirige a Israel como el Estado de los judíos, sino más bien como el último estado colonialista de Occidente.
La mayoría de los europeos no dudan del derecho de los judíos a un Estado independiente, pero se oponen vehementemente a una realidad en la que estamos manteniendo masas de gente bajo la ocupación y conscientemente pisoteando sus derechos básicos.
La derecha está copando a los judíos en Cisjordania en virtud de una reivindicación histórica, cuya fuente se encuentra en una promesa divina. ¿Hay alguien que todavía se toman en serio el argumento de que una promesa hecha a nuestros antepasados justifica la denegación de los derechos humanos de los palestinos? Cada persona racional ve en esas exigencias nada más que una cobertura cínica al deseo de anexar la mayor parte de los territorios, si no todos.
En cuanto a la Franja de Gaza, que se percibe como una gran prisión, no queda nada por decir. La destrucción y la ruina han erradicado de la conciencia de la opinión pública el hecho de que, en el inicio, la operación margen protector en julio, fue una respuesta justificada al indiscriminado lanzamiento de misiles palestinos. A medida que la operación iba en aumento, sus objetivos cambiaron. Los cuerpos se amontonaban y Hamás se veía incapacitado para responder eficazmente a la potencia de fuego israelí. Se hizo más y más evidente la cuestión de si los ataques de Israel cumplían las normas del derecho internacional, entonces el objetivo primario dejó de ser de interés. Mucha gente vio los ataques como una manifestación violenta de una indiferencia atroz por la vida humana.
Con el tiempo ha habido un creciente odio al rechazo de Israel a reconocer el mismo derecho de los palestinos a un Estado propio. Así es como se entendió el fracaso de las conversaciones de paz del Secretario de Estado estadounidense John Kerry. La derecha israelí ve a los judíos como únicos dueños de la tierra. Sin embargo, este uso de la fuerza bruta está despertando indignación en el mundo occidental. La idea de que toda la tierra es de los judíos y tienen, por lo tanto, permitido robar las tierras de los palestinos y anexarse Jerusalén Este, junto con otras grandes franjas de Cisjordania, es indicativo del comportamiento de una nación de patrones, y en nuestro tiempo esto es totalmente inaceptable.
Por temor a alentar el monstruo antisemita, la élite política de Occidente no está hablando abiertamente contra el colonialismo israelí. Pero en las universidades y en las escuelas, en los medios y en las redes sociales, ya se está diciendo explícitamente: Es insostenible que el pasado judío sirva de justificación a la crueldad contra Palestina en el presente.
Fuente: http://www.haaretz.com/opinion/.premium-1.616546
Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
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