jueves, 27 de marzo de 2025

Dirigentes politicos europeos juegan con fuego

                                                                               
                                                                                 





Los dirigentes europeos están jugando con fuego

 


El anuncio de que debe haber un kit de supervivencia en los hogares europeos es la última desvergüenza de los burócratas que gobiernan Europa. Por ahora, y no la única.

Al mismo tiempo, financian informaciones en los medios para que hablen de reclutamiento y sobre cómo hacer frente individualmente a una guerra, o difunden informes de servicios de inteligencia, como el alemán, asegurando que pronto se va a producir  un ataque ruso a la OTAN.

No explican, sin embargo, para qué querría atacar Putin a algún país europeo, qué ganaría con eso, o cuándo ha dicho que pudiera o deseara hacerlo. Deliran y les vale todo, con tal de hacer creer a la población que la guerra es inminente e inevitable y que la única solución es aumentar el gasto militar, su negocio.

Hay que dejar ya de disimular y es imprescindible que, por cualquier vía en la que sea posible, digamos a los dirigentes de la Comisión Europea, a los parlamentarios y a los líderes de los partidos que el objetivo de prepararse para la guerra contra Rusia es una auténtica locura. La mejor forma de provocarla.

Hay que decirles que si Europa se ha quedado ahora desnuda, cuando los Estados Unidos de Trump ha girado en su posición estratégica, es porque los dirigentes europeos no han promovido nunca una auténtica política de defensa, sino que se han limitado a propiciar que el gasto militar sea lo mismo que para ellos es Europa, un negocio para las grandes empresas y bancos. Exactamente lo mismo que se proponen hacer ahora. No buscan defendernos. Se inventan un enemigo para justificar el gasto multimillonario del que sólo se aprovecharán, ganando aún más dinero con recursos públicos, los mismos de siempre.

Hay que decírselo: son los dirigentes de la Unión Europea los que está creando las condiciones para que la guerra se produzca si siguen por este camino. Exactamente lo mismo que sucedió cuando, siguiendo a Estados Unidos, apoyaron la estrategia de acorralamiento a Rusia que terminó con lo que todo el mundo sensato vaticinaba que iba a suceder.

Ya he explicado en otros dos artículos (aquí y aquí) que es imposible que, con el programa de rearme que se proponen llevar a cabo, se defienda realmente a Europa o se consiga más seguridad frente a cualquier tipo de amenaza. De hecho, en lugar de disipar las que pudieran existir, hará que aumenten y aparezcan otras nuevas.

No se puede creer que los dirigentes europeos busquen de verdad lo que dicen: crear un auténtico ejército europeo. No pueden buscar eso de veras, como aseguran, porque -para formar un ejército europeo- lo que principalmente se necesitaría no es más dinero sino, sobre todo, que exista un único «mando», una única autoridad, una verdadera unión política, una Europa federal. Y esta es una aspiración a la que hace tiempo renunciaron para dejar a Europa reducida a ser un mercado único que ni siquiera ha sido capaz de generalizar el uso de su propia moneda. No van por ese camino: bastó ver a Macron ofreciendo a los demás países la bomba nuclear de Francia pero reservándose para sí la decisión de cuándo y cómo usarla. O a los líderes europeos dejándose convocar y liderar para fijar estrategias por el único país que se ha salido de la Unión.

Y tampoco se puede creer que sea aumentando aún más el gasto militar como se disiparía la amenaza que pueda suponer Rusia. Los países de la Unión Europea en su conjunto ya realizamos el segundo mayor gasto militar del planeta -350.000 millones de dólares- tras Estados Unidos -968.000 millones- y por delante de China -235.000 millones. Aumentando sin cesar las armas no se ha conseguido la paz. El peligro de guerra con Rusia se eliminaría si se le da el lugar que debería corresponderle en las instituciones y los acuerdos internacionales y si se negocia y se respeta, si no se provoca ni acosa, y si se cumplen los acuerdos que se firman, lo cual -hay que decirlo- no es lo que ha hecho la Unión Europea, ni sus diferentes países, por su cuenta, como miembros de la OTAN.

No exculpo a Rusia bajo el liderazgo de Putin de todo lo que ha sucedido y sucede. Ni mucho menos. Sólo escribo esto porque las cosas son como son, porque me importan y les hablo a quienes me representan y gobiernan y porque creo que tengo la obligación moral de decirles que vienen actuando desde años como auténticos pirómanos y con una doble moral que avergüenza e indigna.

Para defender a Europa, empecemos por construirla como algo más que un mercado, como un bastión de democracia y derechos humanos y con las herramientas y políticas comunes que generan cohesión, bienestar e identidades, valores y sueños compartidos.

Fuente: https://juantorreslopez.com/los-dirigentes-europeos-estan-jugando-con-fuego/

miércoles, 19 de marzo de 2025

La persecución polaca a Pablo González

 

Declaración del periodista Pablo González desde Moscú, tras pasar casi dos años y medio en una cárcel de máxima seguridad en Polonia

Persecución, derechos humanos y dobles estándares

 Pablo González Yagüe
 
Fuentes: Gara [Imagen: Pablo González]

Tras pasar casi dos años y medio en una cárcel de máxima seguridad y mientras mis derechos siguen siendo vulnerados en la Unión Europea, tomo la palabra.

Ante todo, quiero agradecer el esfuerzo de tantas y tantas personas que se han volcado en la defensa de mis derechos básicos, aquellos que son inherentes a toda persona, empezando por la presunción de inocencia. A quienes habéis alzado la voz por mí, sin conocerme en su mayoría, sin entrar a valorar si soy culpable o inocente, pero sí reconociéndome como sujeto de derechos, a vosotras y vosotros, gentes de Sevilla, Madrid, Valencia, Valladolid, Galicia, La Rioja, Catalunya y, sobre todo, Euskadi: ESKERRIK ASKO, GRACIAS, GRÀCIES, GRAZAS.

Desde que recuperé la libertad, he sido objeto de un intento de linchamiento mediático. Se han difundido una enorme cantidad de mentiras e imprecisiones sobre mí, mi vida y el caso de espionaje abierto en mi contra en Polonia. No me cabe duda de que todo esto es una provocación destinada a asustarme, a blanquear a los servicios secretos de los países de la OTAN y a encubrir sus flagrantes violaciones de derechos humanos. Pero, sobre todo, buscaban provocarme.

Tal vez no todos sepan que, tras el intercambio, soy la única persona de todas las que fuimos liberadas cuyo caso no ha sido cerrado. El expresidente Biden firmó amnistías para los presos que salieron de sus cárceles, y varios países europeos encontraron fórmulas legales para liberar y exonerar a los suyos. Rusia hizo lo mismo. Solo en mi caso sigue existiendo un proceso zombi. Hacen todo lo posible para mantenerme lejos.

¿Por qué querrían hacer algo así? ¿Porque represento un peligro para la seguridad nacional de Polonia? Por supuesto que no. Simplemente, buscan mantenerme alejado como una voz crítica que conoce demasiado bien sus métodos. Alguien que también ha visto de primera mano cómo operan, en realidad, las democracias “pro-derechos humanos” en el espacio postsoviético: cómo provocan conflictos, suministran armas y, ante todo, acusan a los demás de cometer sus propios pecados.

Buscan mantenerme alejado como una voz crítica que conoce demasiado bien sus métodos. Alguien que también ha visto cómo provocan conflictos, suministran armas y, ante todo, acusan a los demás de cometer sus propios pecados

Siempre me he manifestado en contra de su proyecto de uniformización de los pueblos, de su intento de estandarizarnos y despojarnos de nuestra identidad. Programas como USAID y otros similares han trabajado arduamente en ello. Lo he denunciado y, por eso, he sido señalado. Ahora que sale a la luz la realidad de esas organizaciones, muchos se sorprenden. Pero cuando yo lo advertía, me tachaban de conspiranoico.

Solo para recordar: Polonia me tuvo durante dos años y medio en el módulo de aislamiento. Sufrí registros diarios, tanto personales como en mi celda. Me sometieron a un trato denigrante, obligándome a desnudarme y hacer sentadillas. Solo podía salir una hora al día para pasear por un cubículo de 3,5 por 6,5 metros. Mi celda tenía una ventana que no se abría, lo que provocaba una ventilación deficiente y la formación de humedades y hongos en las paredes. Además, la ventana era opaca, impidiéndome ver el exterior. Os invito a pasar 23 horas diarias en esas condiciones, solo por experimentar. No es muy agradable.

El contacto con mis familiares, especialmente con mis hijos menores de edad, era por carta. Fiscalía me negó las llamadas telefónicas o por vídeo, ya que en sus palabras ¡yo podría transmitir a mis hijos información secreta en código y así influir en el caso! Por el mismo motivo todo mi correo era censurado. Muchas cartas no me llegaron nunca. Otras, las que sí lo hicieron, eran traducidas primero, leídas en fiscalía y servicios secretos y solo tras eso llegaban a mis manos. De esta manera lo normal es que una carta me llegara al cabo de 2-3 meses tras ser echada al buzón. Es decir que para comunicarme con mis hijos carta-respuesta necesitaba unos 4-6 meses.

Pedí varias veces hablar con el psicólogo, pero esas charlas eran bastante deprimentes. En una me retó a probar a suicidarme si estaba mal

Perdí 20 kilos en los primeros meses en prisión antes de empezar a recibir ayuda. El menú gratuito era absolutamente insuficiente. Dos terceras partes de las calorías que consumía en prisión las obtenía de la compra que podía hacer de una lista muy limitada de productos. Sin esa ayuda proporcionada por mi familia, amigos y gente a la que no le era indiferente, hubiera pasado hambre y mi salud se hubiera resentido aún más. La salud psicológica tampoco ayudaban a cuidarla. Pedí varias veces hablar con el psicólogo, pero esas charlas eran bastante deprimentes. Así, en una me retó a probar a suicidarme si estaba mal, ya que en sus palabras textuales “no es tan sencillo como parece”. Eso sí, me ofrecieron pastillas, como los llamaban los “psicotrópicos”, para estar más tranquilo y no molestar con mis quejas. Me negué a tomar esas pastillas.

Por cierto, sigo tratándome las secuelas que este “respeto” a los derechos de los detenidos me ha dejado. A día de hoy, mi pulmón derecho aún tiene un 40% menos de capacidad. Y os aseguro que entré sano en la “detención provisional”. Los rayos X de mi ingreso y de mi liberación así lo prueban. Si Rusia no me hubiera rescatado, es muy probable que mi salud hubiera sufrido daños irreparables. La “justicia europea” me habría convertido en un minusválido.

Todo esto sin haber sido condenado, sin juicio y sin una acusación formal en el momento de mi liberación. En Polonia, esto es algo habitual. El récord de prisión provisional en ese país es de 12 años, y la persona que lo sufrió finalmente fue absuelta. Esas eran mis perspectivas: pasarme años en prisión provisional para, después, enfrentarme a un juicio en un sistema judicial que la propia Bruselas califica de politizado.

Algunos medios han afirmado que me mantuvieron en esas condiciones para facilitar mi intercambio futuro, pues con una condena formal habría sido más difícil. Un absurdo.

La parte realmente triste es que el trato que he recibido no es algo único y especial. Polonia, y otros estados de la UE, violan los derechos básicos de manera sistemática. Muchas de las cosas que me han hecho son modus operandi normal en Polonia. Es llamativo como la UE exige a otros que respeten los derechos que la propia UE se salta de manera flagrante. Los clásicos dobles estándares –tanto en política exterior, al exigir a otros, como interior, al hacer la vista gorda– sobre las violaciones propias.

Poco antes del intercambio, las autoridades polacas me informaron de la posibilidad de un “intercambio periodista por periodista”, pero para que pudiera llevarse a cabo, debían cerrar mi caso en un juicio exprés. El problema era que yo debía reconocer los cargos que se me imputaban. Me negué en rotundo. No podéis imaginar lo que sentí en ese momento, lo duro que fue mirarles a la cara y mandarles a tomar vientos cuando me amenazaron con pudrirme en prisión provisional en Polonia. Pero lo hice. Estaba decidido a presentar batalla para defender mi inocencia.

Finalmente, el intercambio se realizó y obtuve la libertad. Pero eso no gustó ni a las autoridades polacas ni, especialmente, a los servicios secretos que ordenaron mi secuestro. Por ello han desatado toda su artillería contra mí. Su argumento estrella: la recepción por parte del presidente de Rusia, Vladimir Putin.

Las acusaciones que me lanzan no tienen nada que ver con espionaje, sino con el simple ejercicio del periodismo, en especial del periodismo de investigación.

Parece ser que, según ellos, esa es la prueba absoluta de mi culpabilidad. Curiosamente, el periodista estadounidense que fue intercambiado conmigo también fue recibido por el presidente, la vicepresidenta y altos representantes de los servicios secretos de su país. Se hizo fotos con la bandera y con agentes norteamericanos. Pero en su caso, todo eso es perfectamente normal. En el mío, en cambio, es prueba de un delito.

Me intercambiaron sin juzgarme, y ahora intentan hacerlo a través de la prensa “amiga”, que, sin leer las actas ni investigar realmente nada, actúa como fiscal y juez, condenándome de manera oficiosa, ya que oficialmente no han podido hacerlo.

Me han atacado de múltiples maneras: por ruso, por vasco, por ser de izquierdas, por no simpatizar con el régimen de Kiev. Me han juzgado y sentenciado por quien soy.

Las acusaciones que me lanzan no tienen nada que ver con espionaje, sino con el simple ejercicio del periodismo, en especial del periodismo de investigación.

Fuente: https://www.naiz.eus/eu/info/noticia/20250316/persecucion-derechos-humanos-y-dobles-estandares-1?utm_source=NAIZ+komunitatea&utm_campaign=d21fe3c6fd-EMAIL_CAMPAIGN_2025_02_27_09_06_COPY_01&utm_medium=email&utm_term=0_-843fbd71c2-76268417

jueves, 13 de marzo de 2025

La sombra de la guerra: negociaciones y negocios en Ucrania

 

La sombra de la guerra: negociaciones y negocios en Ucrania

Alejandro Marcó del Pont            

En Riad, los rusos presentaron a los estadounidenses un gráfico con las pérdidas de 324.000 millones de dólares sufridas por las empresas estadounidenses que dejaron el mercado ruso

 El 18 de febrero, funcionarios de Rusia y EEUU se reunieron en Arabia Saudita durante cuatro horas en lo que ambas delegaciones describieron como conversaciones «positivas». Este encuentro fue presentado como un primer paso hacia la normalización de las relaciones entre ambos países y el inicio de discusiones sobre la guerra en Ucrania. Marco Rubio, jefe del estadounidense Departamento de Estado, calificó la reunión como «el primer paso de un viaje largo y difícil». Sin embargo, más allá de las declaraciones diplomáticas, las negociaciones parecen estar en un punto muerto, mientras que las especulaciones y los intereses estratégicos de ambas partes dominan el escenario.

 Rusia tuvo que emprender un periplo diplomático para explicar a sus aliados, como China, Corea del Norte e Irán, los detalles de la reunión. La caída de Siria no pasó desapercibida para estos socios, y el acercamiento de Moscú a Washington ha generado nerviosismo entre ellos. Por otro lado, las verdaderas intenciones de Trump siguen siendo una incógnita para Rusia, dado que tiene poco margen para negociar. Mientras algunos en EEUU creen que Trump debería adoptar una estrategia de negociación que genere dilemas para Moscú, lo único que se ha logrado hasta ahora es instalar un falso relato que aumenta las preocupaciones en Ucrania y Europa.

 Esta situación recuerda a la estrategia de Richard Nixon y Henry Kissinger en 1971, cuando EEUU se acercó a China para debilitar a la Unión Soviética durante la Guerra Fría. La jugada de Nixon terminó de explotar la rivalidad ideológica sino-soviética, dividiendo el bloque comunista y reforzando la posición estratégica de EEUU. Hoy, la idea de Trump con Rusia parece ser similar: distanciar a Moscú lo máximo posible de la órbita china, aunque con muchas menos posibilidades de lograrlo.

 Las especulaciones sobre la reunión giran en torno a los beneficios económicos que ambos países podrían obtener. Para Rusia hay tres componentes clave: el regreso -con condiciones- de las empresas occidentales que abandonaron el mercado ruso, el destino de los 300.000 millones de dólares en activos congelados por Occidente y los beneficios para sus socios chinos en la reconstrucción de las cuatro regiones que votaron en referéndum ser parte de Rusia: Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia.

 Durante la reunión en Riad, los funcionarios rusos presentaron a sus homólogos estadounidenses un gráfico que detallaba las pérdidas de 324.000 millones de dólares sufridas por las empresas estadounidenses que dejaron el mercado ruso. Según el Fondo Ruso de Inversión Directa (RDIF), estas pérdidas se distribuyen en sectores como tecnología y medios (123.000 millones), bienes de consumo (94.000 millones), financiación (71.000 millones), industria (26.000 millones) y energía (10.000 millones). Tres días después de la reunión, el presidente Vladimir Putin anunció que Rusia necesita un mecanismo regulatorio para las compañías occidentales que busquen regresar, asegurando que las empresas rusas no pierdan su ventaja competitiva.

 Uno de los temas más delicados es el destino de los 300.000 millones de dólares en activos soberanos rusos congelados en Europa. Rusia podría aceptar que estos fondos se utilicen para la reconstrucción de Ucrania, pero insistirá en que parte del dinero se destine a las nuevas provincias. Según el Banco Central Ruso, estos activos están distribuidos en euros (207.000 millones), dólares estadounidenses (67.000 millones), libras esterlinas (37.000 millones), yenes japoneses (36.000 millones), dólares canadienses (19.000 millones), dólares australianos (6.000 millones) y dólares singapurenses (1.800 millones).

 Algunos proponen que estos fondos se entreguen a Ucrania a través de un complejo «préstamo de repatriación», en el que Rusia y EEUU podrían ser socios, siempre que haya garantías de rendición de cuentas. Aquí entra en juego BlackRock, el gigante financiero que busca participar en los fondos de reconstrucción. Recientemente, BlackRock adquirió Global Infrastructure Partners (GIP), uno de los mayores gestores de activos de infraestructura del mundo, con inversiones en gasoductos, energías renovables, telecomunicaciones, puertos y aeropuertos.

 China, por su parte, también tiene un papel crucial en este escenario. Al menos una docena de empresas privadas chinas cooperan activamente con empresas en las regiones ocupadas de Donetsk y Lugansk, proporcionándoles equipos y otros productos. Un ejemplo es la cantera de Karan, un sitio abandonado por el régimen ucraniano que fue reinaugurado en octubre de 2022. En mayo de 2023 empleaba a 243 personas, y en 2024 se construyeron dos nuevas plantas para la producción de hormigón y trituración de piedra. Estos productos se utilizan para la construcción de carreteras y la producción de hormigón en Donetsk, Jersón y Zaporiyia.

 La idea de recuperar los fondos invertidos por EEUU en Ucrania parece estar tomando forma. El acuerdo, que probablemente no incluirá las garantías de seguridad que Kiev tanto solicita, se centraría en explotar los vastos yacimientos de minerales críticos de Ucrania, como litio y titanio, esenciales para la producción de vehículos eléctricos, energías limpias y defensa. Más del 53% de estos recursos se encuentran en las cuatro nuevas provincias rusas, lo que podría convertirse en otro negocio para los 300.000 millones de dólares congelados.

 Sin embargo, no todos están contentos con este escenario. BlackRock, por ejemplo, necesita que la idea de un ejército europeo, impulsada por la posible retirada de EEUU, se haga realidad. Los dineros del plan Mario Draghi podrían dar a este fondo buitre la opción de participar en la reconstrucción de Ucrania, algo que ya había negociado con Zelensky, aunque ahora eso tenga poco valor. Además, BlackRock es accionista de empresas bélicas como la alemana Rheinmetall, junto con Goldman Sachs, Bank of America y Société Générale.

 En definitiva, todas las oportunidades son motivo de negociación, con guerra o sin ella. La reunión en Arabia Saudita puede haber sido solo el comienzo de un juego mucho más grande, donde los intereses económicos y geopolíticos seguirán dominando el escenario.

 eltabanoeconomista.wordpress.com

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 Texto completo en: https://www.lahaine.org/mundo.php/la-sombra-de-la-guerra-1

 

 y ver   

    https://nuevarevolucion.es/la-industria-armamentistica-y-los-intereses-britanicos-en-ucrania/


 

  

martes, 11 de marzo de 2025

Peligrosa ineptitud europea

 

Peligrosa ineptitud europea

 

Los políticos europeos deberían abrir su propia negociación con Rusia en lugar de mendigar un puesto en la mesa de Trump. Antes, tendrían que reconocer que la única ‘garantía de seguridad’ para Ucrania es su neutralidad.

La élite política europea se caracteriza por su ineptitud. En casi su totalidad se trata de gente que durante décadas externalizó a Estados Unidos la función de pensar políticamente, adoptando el infantilismo político, el narcisismo y la arrogancia de unos “principios y valores” que, desde luego, la Unión Europea no encarna, practicando una política basada en la imagen, y creyéndose su propia propaganda mediática sobre el motivo y origen del conflicto de Ucrania, a saber: el deseo de un malvado dictador de ampliar su imperio y recrear una especie de URSS. 

La Unión Europea no puede resolver un conflicto cuyos motivos no entiende. Es incapaz, por tanto, de negociar, porque desconoce sus propios intereses: no los ha formulado, y se ha limitado a seguir los de Estados Unidos, que ahora gira y la deja en la estacada. 

Europa no quiere acabar la guerra de Ucrania, porque su burocracia oligárquica ha encontrado en la confrontación con Rusia la fórmula para consolidar su poder, su razón de ser. Este cúmulo de circunstancias explica su actual despropósito: pretender ganar sin Estados Unidos una guerra, que en su actual estado y a lo largo de tres años ha perdido con Estados Unidos. ¿De dónde van a salir los 800.000 millones anunciados para el rearme? Alemania, su principal potencia, está a las puertas de otro año de recesión. ¿De dónde saldrán los hombres dispuestos a morir en la enésima cruzada de la historia europea contra Rusia? Sus principales potencias militares –Inglaterra, Alemania y Francia– apenas cuentan, cada una, con una decena de sistemas de defensa antiaérea y antimisiles, pero para cubrir mínimamente el espacio ucraniano (ciudades e industrias clave). En la época soviética, allí se disponía de centenares de esos sistemas. Es solo un ejemplo. 

Es verdad que los presupuestos de defensa combinados de los Estados europeos suman cifras enormes, bien superiores a las de Rusia, pero eso no cambia la realidad de un mosaico operativamente incoherente de retazos de diferentes sistemas de armas, cuya complicada interacción ha demostrado la  estrategia militar occidental en Ucrania. Respecto a la invocada “invasión rusa de Europa”, es una fantasía. Choca con la propia realidad del lento y penoso avance militar ruso en Ucrania y con la propia narrativa europea. Durante años, la UE ha mantenido que la inclusión de Ucrania en la OTAN es la garantía de seguridad, porque Rusia no se atrevería a atacar a la OTAN, pero al mismo tiempo se afirma esa posibilidad al agitar el “que vienen los rusos”. 

Lo que deberían hacer los políticos europeos es abrir su propia negociación con Rusia en lugar de mendigar un puesto en la mesa de Trump. Antes, deberían reconocer que la única “garantía de seguridad” para Ucrania es su neutralidad. Seguramente es pedirles demasiado… 

A poco más de seis semanas desde que Trump asumió la presidencia –cuando se escriben estas líneas– y en medio de una desconcertante y a veces contradictoria sucesión de declaraciones y anuncios, sigue sin haber apenas perspectiva para pronósticos y conclusiones. Es difícil imaginar que se cumpla, por ejemplo, lo que dice el ayudante presidencial Elon Musk de que Estados Unidos se vaya de esa OTAN que el propio secretario de Defensa, Pete Hegseth, quiere “más fuerte y letal”. Aún más que abandone Europa, pieza fundamental de la proyección del poder americano en el mundo. Sin embargo, el mero hecho de que el primero en la cadena de mando de la guerra entre la OTAN y Rusia que se libra en Ucrania exprese comprensión hacia los intereses rusos e insista en acabar la guerra, ha quebrado la narrativa occidental sobre el conflicto y crea una enorme confusión en las filas europeas, unidas en su hostilidad a Rusia, lo que abre una ventana de oportunidad a Moscú. 

En el Kremlin se preguntan hasta qué punto es firme esa oportunidad. Tras décadas de deslocalización y desindustrialización en busca del máximo beneficio cortoplacista, la dependencia de la economía de Estados Unidos de sus suministradores es grande. Los castigos arancelarios anunciados pueden crear rupturas y carestías. El mundo ya conoció, en la Rusia de Boris Yeltsin de los años noventa, grandes promesas de “volver a hacer grande” el país que se saldaron con un fenomenal desbarajuste. En los inicios de Trump, el presidente (recordemos que sufrió dos atentados durante la campaña electoral) tiene a su favor la inercia del shock que provoca el frenético anuncio de sus iniciativas políticas entre sus adversarios en Estados Unidos y en Europa, pero su posición está lejos de ser firme. Su mayoría en el Congreso es exigua, de solo tres votos. En el dossier ucraniano, todo el partido demócrata y parte del republicano no sintonizan con el giro hacia un acuerdo con Rusia. En el probable caso de que la economía se le tuerza, Trump perderá en dos años la mayoría en las elecciones de midterm y recibirá la suma de la energía opositora que ya se está gestando contra él. Desconocemos también cuánto durará la unidad en su bizarro equipo, formado por criterios de fidelidad. 

Sea como sea, nadie puede garantizar que el siguiente presidente de Estados Unidos se vuelva a parecer más a Joe Biden que a Donald Trump. Ese escenario de “paréntesis anómalo” en Washington puede ser la esperanza de futuro de los ineptos dirigentes europeos que buscan en la continuidad de la guerra una loca salida a su debacle. ¿Podría coordinarse ese loco belicismo europeo con la oposición a Trump en el establishment de la seguridad de Estados Unidos y del Partido Demócrata para hacer fracasar el vector de una negociación en Ucrania? Por supuesto, el propio Trump parece consciente de tal peligro. En sus recepciones en la Casa Blanca maltrató a Zelenski, pero se cuidó mucho de hacer lo mismo con Macron y Starmer, gente que, aliada con sus enemigos en Estados Unidos, puede ser peligrosa.

En términos históricos, parece que el hegemonismo occidental se está desmoronando en el mundo. La conducta de los que van a menos en el actual tránsito está plagada de peligros. Eso incluye a Rusia, pero en el ámbito de los objetivos, los de Moscú están claros: 1- restablecer la neutralidad de Ucrania y evitar allí el despliegue de bases y armas de la OTAN, 2- restablecer los derechos de la población rusófila de la región y 3- renegociar un sistema de seguridad europeo integrado en el que los intereses de Rusia sean tenidos en cuenta. Los objetivos estadounidenses están menos claros, aunque entre todo lo declarado, se extrae una lógica de economía de recursos para poder seguir dominando el mundo. En el caso de Europa, no hay objetivos definidos. Hay un partido de la guerra, con gran peso de bálticos, polacos y nórdicos, que arrastra al resto y que podría degenerar fácilmente en una guerra del norte en el área del Mar Báltico. Mientras todo eso se cuece, es indudable que se ha abierto una ventana de oportunidad para la distensión entre Estados Unidos y Rusia, en la que Moscú podría retirar sus tropas de Bielorrusia a cambio de una retirada de tropas americanas de Europa del Este, así como una retirada mutua de misiles de medio alcance de ambos espacios. El planeta tiene otras prioridades urgentes perfectamente claras y definidas. Europa debe dejar de ser la vanguardia del despropósito. 

Fuente: https://ctxt.es/es/20250301/Firmas/48782/Rafael-Poch-ineptitud-europea-negocacion-Rusia-Ucrania-Trump.htm