viernes, 8 de agosto de 2025

El vasallaje energético europeo

 

Europa se arrodilla

El vasallaje energético de 750.000 millones que nadie pidió .

Tito Ura
  

De europeos a europerros: el vasallaje energético de 750.000 millones que nadie pidió

Bruselas firma con Trump un acuerdo que multiplica por diez las importaciones de gas estadounidense, sacrificando soberanía, competitividad y clima.

En un gesto que hubiera avergonzado a los negociadores de los Tratados de Roma, la Unión Europea ha decidido este fin de semana convertirse en colonia energética de Estados Unidos. La foto de la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, estrechando la mano de Donald Trump mientras prometía comprar 750.000 millones de dólares en energía estadounidense durante los próximos tres años, no es solo humillante: es un suicidio económico y ecológico disfrazado de estrategia.

Los números del acuerdo son tan desorbitados como insultantes. Mientras en 2024 Europa importó gas y petróleo estadounidenses por valor de 75.000 millones, Bruselas se compromete ahora a multiplicar por diez esta cifra. Es como si una familia endeudada que gasta 500 euros al mes en supermercado firmará un contrato para gastar 5.000 euros mensuales en productos de una sola cadena estadounidense. El analista Matt Smith, de Kpler, resume la situación con crudeza: «Estas cifras pertenecen a la fantasía, no a la realidad energética».

El chantaje disfrazado de «seguridad»

El argumento oficial -asegurar el suministro tras la invasión rusa de Ucrania- colapsa ante el más mínimo escrutinio. Europa ya ha reducido drásticamente su dependencia del gas ruso del 40% al 8% en dos años. Noruega, Catar y Argelia cubren holgadamente sus necesidades actuales. ¿Para qué entonces este vasallaje voluntario? La respuesta está en la sala de máquinas de la geopolítica: Washington necesita dinero para financiar sus déficits y Europa necesita… ¿perdón, quién dijo que Europa necesitaba algo?

El verdadero chantaje está en las sombras. El acuerdo llega justo cuando Trump amenaza con aranceles del 200% a los coches europeos y exige que la UE aumente su gasto militar. Von der Leyen, en lugar de negociar desde la posición de la mayor economía del mundo, ha optado por el papel de lacayo. El resultado: un tratado energético que convierte a Europa en la versión XXI del Canadá francés, suministrando materias primas a cambio de protección militar.

La estafa de los números

Los 250.000 millones anuales que promete Europa equivalen a construir 500 terminales de GNL en tres años. «Para cumplir estas cifras tendrían que cancelar todos los contratos con Noruega y ver cómo los precios se disparan», advierte Anne-Sophie Corbeau de la Universidad de Columbia. El absurdo alcanza cotas delirantes: si los precios del gas bajan (como predice el propio mercado), Europa terminaría pagando 300-400.000 millones anuales por el mismo volumen. ¿Quién asumirá esta factura? Los consumidores europeos, por supuesto.

La ironía es cruel: el mismo Trump que exigía «petróleo barato» durante su mandato, ahora obliga a Europa a comprar caro. Y sus élites aplauden.

El mercado que no existe

El problema estructural está en que Europa no tiene un «Estado comprador». Repsol, Total y Shell no son empresas públicas que obedezcan órdenes geopolíticas. Son compañías privadas obligadas por ley a buscar la opción más barata. ¿Cómo obligará Bruselas a estas multinacionales a romper contratos rentables con Argelia para firmar acuerdos onerosos con Texas? La respuesta preocupa: mediante subsidios encubiertos que pagaremos entre todos.

El precedente chino debería alarmarnos. En 2020, Trump firmó un acuerdo similar con Pekín por 200.000 millones que nunca se cumplió. «La historia demuestra que estos acuerdos maximalistas no funcionan», advierte Kevin Book de ClearView Energy. Pero esta vez el fracaso tendrá un coste: la quiebra de la industria energética europea.

Del gas ruso al gas yanqui: cambiar de amo

El discurso oficial presenta este acuerdo como «diversificación». Mentira. Estamos sustituyendo una dependencia (Rusia) por otra más peligrosa (EE.UU.). Moscú, al menos, nunca impuso aranceles a nuestros coches ni boicoteó sus aviones. Washington lo hace sistemáticamente.

Mientras, sus verdaderas alternativas -la transición verde y la soberanía energética- quedan enterradas. Europa ha invertido 500.000 millones en renovables durante la última década. Este acuerdo los echa por la borda. «Cada euro invertido en gas estadounidense es un euro que no va a parques eólicos o paneles solares», resume Bill Farren-Price del Instituto de Oxford.

El precio del vasallaje

El coste oculto es demoledor. Para pagar estos 750.000 millones, Europa deberá:

  • Aumentar el IVA energético un 3-4%
  • Cancelar inversiones en hidrógeno verde
  • Aceptar la cláusula de «compra o paga» que incluyen todos los contratos de GNL estadounidenses

El resultado: industria europea menos competitiva, facturas más altas para las familias y un nuevo grillete que nos atará a los caprichos de Washington durante décadas.

¿Dónde está la resistencia?

Lo más indignante es el silencio de sus élites. Los mismos que gritaban contra el «gas ruso del diablo» ahora celebran el «gas de la libertad». Los gobiernos de coalición que prometían «soberanía energética» firman acuerdos que la destruyen. Y los medios, cómplices, repiten el mantra de la «seguridad del suministro» sin mencionar el precio político.

La única resistencia visible viene del sur. España y Portugal, con sus terminales de regasificación ya saturadas, se niegan a construir más infraestructuras para beneficio de Texas. Italia, con sus contratos argelinos a 20 años, muestra escepticismo. Pero estos gestos son gotas en un océano de sumisión.

La liquidación de Europa

Este acuerdo no es sobre energía. Es sobre poder. Trump ha conseguido en una reunión lo que Reagan no logró en ocho años: convertir a Europa en un satélite energético. Mientras tanto, los ciudadanos europeos pagaremos la factura de esta capitulación en forma de facturas más altas, industria menos competitiva y soberanía dilapidada.

La próxima vez que un político europeo hable de «autonomía estratégica», recordemos esta foto: von der Leyen sonriendo mientras firma el acta de defunción de la soberanía energética europea. El vasallaje tiene un precio de 750.000 millones de dólares. Y lo estamos pagando todos nosotros.

Consecuencias a largo plazo

Más allá del desequilibrio económico inmediato, esta relación asimétrica sienta un precedente peligroso. El servilismo energético puede mutar fácilmente en servilismo diplomático, militar y tecnológico. Ya hemos visto cómo Europa ha aceptado enviar armas, asumir sanciones que la perjudican económicamente, y participar en guerras proxy que no le benefician.

La UE se enfrenta a una encrucijada histórica: o sigue siendo el apéndice obediente del imperio estadounidense, o comienza a ejercer una soberanía real, redefiniendo su política exterior e interior de manera autónoma y responsable.

¿Socios o amos?

La alianza euroatlántica nació como un pacto entre iguales. Hoy, esa igualdad ha desaparecido. Europa, en su afán de alinearse con Washington, ha olvidado su papel como bloque geopolítico con intereses propios. El acuerdo energético con Trump no es solo un mal negocio económico, es un símbolo de la decadencia política de una Europa que se resiste a levantar la cabeza.

Si el viejo continente quiere tener un futuro digno, debe romper con esta lógica de subordinación. Porque quien depende de otro para calentarse en invierno, también dependerá de él para decidir cuándo ir a la guerra o cómo vivir en paz.

https://rebelion.org/el-vasallaje-energetico-de-750-000-millones-que-nadie-pidio/


miércoles, 6 de agosto de 2025

El trampantojo norteamericano .

 Aranceles ficticios: descifrando lo nunca acordado

 Por Alejandro Marcó del Pont |

  05/08/2025  

 El 22 de abril de este año, Donald Trump concedió una entrevista a TIME en la Casa Blanca con un titular revelador: «100 días de Trump«. Entre referencias a China y a Nvidia —dos retrocesos escandalosos en sus negociaciones—, hubo una afirmación que pasó desapercibida para muchos pero que encapsula la esencia de su estrategia comercial:

 TIME: «Todavía no se ha anunciado ningún acuerdo. ¿Cuándo lo harán?»

 Trump: «He cerrado 200 tratos de aranceles.»

 TIME: «¿Doscientos?»

 Trump: «100%»

 La declaración, tan grandilocuente como vaga, no era casual. Tras meses de teatralidad, el equipo de Trump ha acelerado la firma de supuestos acuerdos con la urgencia de quien sabe que el reloj político corre en su contra. Bajar las tasas de interés, refinanciar la deuda, relanzar la industria nacional o desclasificar los archivos de Jeffrey Epstein son promesas incumplidas que ya no bastan para sostener su narrativa de éxito.

 Los hogares estadounidenses, por su parte, comienzan a entender que los aranceles trumpistas son, en realidad, un impuesto al consumo disfrazado. Peor aún, los tribunales podrían dictaminar pronto que la potestad arancelaria reside en el Congreso, no en el presidente. Trump negocia contra reloj y sus anuncios —a menudo simples relatos sin sustento legal— buscan más titulares que soluciones.

 De los seis pactos que Trump asegura haber cerrado con socios comerciales antes del 1 de agosto —fecha límite autoimpuesta— solo uno está firmado: el del Reino Unido en mayo. Pero incluso ese acuerdo fue un esbozo de generalidades, donde ambos gobiernos prometieron «seguir negociando» los detalles. Los demás, con la UE y países asiáticos, son meras declaraciones de intenciones, cuyos términos varían según quién los relate.

 El caso europeo es paradigmático. El supuesto compromiso de comprar 750.000 millones de dólares en energía estadounidense —gas natural, crudo y reactores nucleares— choca con la realidad: en 2024, las exportaciones energéticas de EE.UU. a la UE sumaron 74.300 millones. Cuadruplicar esa cifra anual (250.000 millones) es, en palabras de economistas, «inalcanzable». La retórica trumpista ignora un hecho elemental: Bruselas no puede obligar a sus miembros a comprar energía ni armas sin el aval del Consejo Europeo.

 Y aquí reside el verdadero quid. Trump vinculó los aranceles a la compra de «vastas cantidades» de armamento estadounidense, aprovechando la narrativa europea ante Rusia. Pero la Comisión Europea no tiene competencias en defensa, y cualquier acuerdo vinculante exigiría un mandato unánime de los 27. Lo mismo ocurre con las promesas de inversión: los 600.000 millones que Bruselas «garantizó» hasta 2028 dependen de empresas privadas sobre las que la UE no tiene autoridad.

 Japón ofrece un guion similar. Trump celebró como «inédita» la promesa nipona de invertir 550.000 millones en EE.UU., pero Tokio aún intenta descifrar qué firmó exactamente. Está luchando por comprender: (a) qué acordó y (b) cómo evadir la interpretación que el equipo de Trump hizo del acuerdo. El primer ministro Shigeru Ishiba habló de «préstamos e inversiones privadas», no de fondos públicos. Y cualquier acuerdo escrito deberá pasar por el Parlamento japonés, ahora con una creciente bancada ultranacionalista de «Japón Primero».

 La desesperación de Tokio es comprensible: su Constitución impuesta por Estados Unidos en 1947 después de Hiroshima y Nagasaki, lo obliga a depender del paraguas nuclear estadounidense. Pero el costo es alto. Mientras Detroit protesta por el arancel del 15% a los autos japoneses (frente al 25% que pagan las plantas de General Motors, Ford y Chryslede en México y Canadá), Toyota, Honda y Nissan sonríen.

 En el Sudeste Asiático, el caos es aún mayor. Vietnam no ha confirmado el «acuerdo» que Trump anunció en redes sociales. Filipinas no ha detallado su vaga promesa de «colaboración militar». Indonesia desmintió que levantará su prohibición a exportar níquel en bruto —clave para el acero inoxidable—, aclarando que solo venderá mineral procesado. Y Brasil, pese al arancel del 50% decretado por Trump, logró exenciones para 694 productos, desde aviones hasta jugo de naranja, lo más importantes quedaron fuera. Solo el café y la carne tendrán aranceles del 50%, por el momento.

 Este mosaico de medias verdades no es improvisado. Trump sabe que, en política comercial, la percepción importa más que los hechos. Sus «acuerdos» son herramientas de presión psicológica: obligan a los socios a negociar bajo la amenaza de tweets y titulares. Pero cuando se examinan los papeles, la realidad es otra:

 1. Los números no cuadran. Las cifras billonarias son «aspiracionales», sin mecanismos de cumplimiento.

 2. Las instituciones limitan. Ni la UE ni Japón pueden comprometer fondos públicos sin aprobación parlamentaria.

 3. Los perdedores son locales. Los aranceles encarecen insumos para la industria estadounidense, mientras las automotrices asiáticas ganan ventajas.

 Detrás de la fachada, Trump no ha «revolucionado» el comercio global. Solo lo ha distorsionado con una estrategia de «acuerdos fantasmas»: pactos que existen en sus ruedas de prensa, pero no en los registros oficiales. Mientras, el verdadero legado de su política arancelaria —inflación, desconfianza y fragmentación— lo pagarán los consumidores y las pymes.

 Trump sabe que los aranceles no darán el resultado esperado. Pero en su cálculo, el relato de victoria vale más que la victoria misma.

 Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2025/08/03/aranceles-ficticios-descifrando-lo-nunca-acordado/

 

martes, 5 de agosto de 2025

España y su capitalismo de amiguetes .



                                                                                                                                                               

Reino de España: Cristóbal Montoro y el capitalismo de amiguetes

Gustavo Buster .

Daniel Raventós .

Miguel Salas

20/07/2025

 Cuando tras el debate parlamentario del pasado 9 de julio se daba por aplazada hasta otoño la crisis del gobierno Sánchez, la imputación de Cristóbal Montoro, exministro todopoderoso de Hacienda con J.M. Aznar y M. Rajoy, y otros 27 altos cargos de su equipo ha vuelto a poner las cosas en su sitio. Es decir, nos ha vuelto a situar en la realidad del régimen del 78 y su capitalismo de amiguetes.

 Entretenidos como estábamos, sin aliento, por la ofensiva reaccionaria del PP y de Vox con el caso de corrupción Koldo-Ábalos-Cerdán, por la respuesta homeopática de Sánchez en el Comité Federal del PSOE, por el congreso del PP para elevar a Feijóo como un nuevo “cirujano de hierro”, por la búsqueda del chivo expiatorio y la “caza de emigrantes” desatada por la extrema derecha en Torre Pacheco, de pronto nos hemos vuelto a tropezar con quién manda de verdad en el Reino de España y cuáles son los mecanismos que hacen funcionar el régimen del 78. Ahora sí es posible comparar la corrupción estructural del sistema, la que estaba detrás del consulting “Equipo Económico” de Montoro y las amnistías fiscales, y la corrupción personal de los pagos con mordidas de casas de amantes y facturas de prostíbulo de Koldo-Ábalos, porque a Cerdán aun le están buscando el dinero y los talones.

 En medio del lawfare generalizado que ha dejado como herencia el colapso del bipartidismo -que no es sino la otra cara del espejo del capitalismo de amiguetes, también en crisis desde la Gran Recesión de 2007-2008 y el “rescate” de las Cajas de Ahorro en 2011-2012-, de pronto el juez Rubén Rus Vela, del juzgado de instrucción nº2 de Tarragona levanta el secreto del sumario después de 7 años y, apoyándose en siete tomos de instrucción con miles de páginas, imputa a una de las dos patas del equipo económico de M. Rajoy (que, como todos sabemos, perdió una moción de censura ante Pedro Sánchez en junio de 2018, precisamente por la corrupción del PP en el caso Gürtel). La otra pata, como es conocido, es la que encabezaba Luis de Guindos, desde el ministerio de economía. Y ambas patas, a pesar de sus conflictos, así como el propio gobierno de M. Rajoy, tenían como cimientos la cripta en la que había acabado enterrado en vida el heredero natural de J.M. Aznar, Rodrigo Rato.

Un sumario de siete años sobre el capitalismo de amiguetes

 De lo que se va filtrando del gigantesco sumario, el consulting “Equipo Económico” era lo más parecido a una cheka tributaria. Como nos cuenta Ernesto Ekaizer -uno de los pocos de los que nos fiamos para estas cosas- hay correos electrónicos inculpatorios sobre Rodrigo Rato, Jordi Pujol y Esperanza Aguirre, las empresas y lobbys gasísticos, energéticos, del juego, de la construcción. Se manejaban datos fiscales y se amenazaba con ellos a periodistas y la competencia vía inspección de Hacienda. Se preparaban y aprobaban leyes a petición de las empresas beneficiarias, a veces directamente y otras perjudicando indirectamente a la competencia.

 En un país en el que los tribunales aún desconocen quién se oculta detrás de “M. Rajoy”, la lista de afectados que hacen cola para personarse en la causa contra Montoro en cuanto sea posible, es larga. Por supuesto, ya lo han anunciado Rato y Esperanza Aguirre. Pero más importante será si lo hace Luis de Guindos. Para hacer esta conjetura nos apoyamos en las memorias de su etapa de gobierno, España amenazada: de cómo evitamos el rescate y la economía recuperó el crecimiento, Península 2016. El argumento es muy sencillo, tras el peor gobierno que hubiera tenido el Reino de España hasta entonces, el de Rodríguez Zapatero, Rajoy echa mano de De Guindos para salvar la economía española de las consecuencias del estallido de la burbuja inmobiliaria, que se lleva por delante a las Cajas de Ahorro, esas huchas de los caciques de las Autonomías. Mientras tanto, Rodrigo Rato ha llegado a la presidencia de Caja Madrid tras año y medio de negociaciones en el PP, tras abandonar a mitad de mandato la presidencia del FMI y con el consenso de todas las fuerzas políticas y sociales de la capital del reino, que estaban en el ajo desde el cese de Miguel Blesa. Los sucesivos planes diseñados para el rescate de Bankia -fusión de Caja Madrid y Bancaja en junio de 2010, con salida a bolsa- no son sino una cesión detrás de otra por parte del gobierno Zapatero a lobistas e inversores. La falta de confianza es tal en los “mercados” que se vislumbra el peligro de un rescate sin precedentes a toda la economía española. El nuevo gobierno Rajoy actúa recuperando esa confianza adelantando la aplicación en seis meses a la banca de los acuerdos de Basilea III, quiebra definitivamente Bankia, se pide un rescate financiero a la UE de 24.000 millones de euros, que “no va a costar un euro a los españoles” (Rajoy dixit) y se impone la política de austeridad, recorte de derechos sociales y laborales y el segundo giro neoliberal tras el de Aznar. Hay una versión contraria de los acontecimientos, la de Rodrigo Rato (Hasta aquí hemos llegado, Península 2023) escrita en la cárcel. En la cárcel estaban con él algunos de los imputados por el uso de las tarjetas de crédito black, de las que había informado a De Guindos el nuevo presidente de Bankia -y el banquero mejor pagado del país- José Ignacio Goirigolzarri.

 Mientras tanto, según el sumario, el consulting “Equipo Económico”, Montoro y su equipo en Hacienda, se ponían las botas con las mordidas de los sectores industriales, energéticos y de ocio a la vez que aplicaban las condiciones impuestas por el rescate de la UE, la austeridad y los recortes.

 

Sigue…

https://www.sinpermiso.info/textos/reino-de-espana-cristobal-montoro-y-el-capitalismo-de-amiguetes

sábado, 2 de agosto de 2025

La lógica económica europea es un fracaso.

 

Por qué la UE cedió comercialmente ante Trump

 Romaric Godin


28/07/202 
La mejor manera de no ganar una guerra es sin duda no luchar. Esta extraña filosofía está en el centro de la capitulación incondicional de la Unión Europea (UE) en sus negociaciones comerciales con Estados Unidos. “Es lo mejor que podíamos conseguir”, resumió la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. ¿Es de verdad así?

Durante años, y en particular desde la elección de Donald Trump en octubre de 2024, la Unión Europea ha afirmado ser una potencia independiente, capaz de afirmar su soberanía. Los discursos en este sentido de los líderes europeos se han multiplicado en los últimos meses.

Apenas venció en las elecciones federales del 23 de febrero, el futuro canciller alemán Friedrich Merz proclamó que quería una "Europa independiente de los Estados Unidos". Incluso lo convirtió en una “prioridad absoluta” y se unió así a uno de los leitmotivs que Emmanuel Macron había estado repitiendo desde 2021 sobre la “soberanía europea”. En Bruselas, se aseguró que la UE estaba, esta vez, preparada para hacer frente a las presiones de Washington, a diferencia de 2017. Un equipo técnico especial incluso preparaba un plan para iniciar el tira y afloja.

La era de la ingenuidad parecía haber quedado atrás. Las revistas académicas y los “bruselogos” seguían repitiendo que “el momento europeo” había llegado y que “Europa se enfrentaba a su destino”. Atrapado entre una administración estadounidense hostil y brutal y el peligro del imperialismo ruso, el Viejo Continente debía levantarse como un actor geopolítico autónomo. Para ello, era necesario que Europa dejara de considerarse a sí misma sobre todo como un mercado y una simple zona económica.

Las negociaciones con Estados Unidos era la oportunidad perfecta para poner la primera piedra de esta evolución. Al negarse a colocar los intereses de los sectores exportadores por encima de sus intereses políticos, la UE podría iniciar un gran movimiento de transformación: para compensar las pérdidas en el mercado estadounidense, se podrían lanzar inversiones conjuntas en torno a un interés europeo. Era una oportunidad para invertir de forma real y masiva en los bienes de equipo de producción del continente, para crear una industria de defensa europea que respondiese a las necesidades de la UE, para construir una tecnología autónoma y para apoyar la demanda europea, anémica.

La construcción europea habría tomado entonces un nuevo camino: el de una zona que tiene que enfrentarse a desafíos considerables, existenciales, capaz de pensar una respuesta en interés de sus pueblos. En otras palabras, era una oportunidad para politizar esta guerra comercial para dar forma a esta famosa “independencia”. En esto, el argumento de que “Europa no puede permitirse una guerra comercial” es falaz. Por el contrario, era una oportunidad para poner en plano los límites actuales de la organización europea.

Negociaciones dominadas por el miedo

En realidad, nadie estaba dispuesto a tomar este camino. Como señala el Financial Times, quedó claro en abril de 2025, cuando la UE, bajo la amenaza de Trump, abandonó la hoja de ruta preparada por el equipo técnico y revisó a la baja sus posibles medidas de represalia. Durante las semanas siguientes, la Unión intentó discutir el peso de sus futuras cadenas con Estados Unidos, frente a una administración estadounidense que es fuerte con los débiles y débil con los fuertes.

La comparación con la actitud china es sorprendente. Después del “día de la liberación”, el 2 de abril, Donald Trump hizo de la República Popular su principal objetivo. Pero Beijing no cedió, cada anuncio de nuevos aranceles fue seguido por una réplica china, hasta que las cantidades vigentes ya no tenían sentido. China apuntó entonces al talón de Aquiles estadounidense limitando las exportaciones de tierras raras, esos metales indispensables para las tecnologías modernas que se producen principalmente en la República Popular.

Rápidamente, Donald Trump se encontró bajo una inmensa presión: los mercados financieros estaban preocupados por la ruptura de las relaciones comerciales con Beijing, y los industriales, especialmente los tecnológicos, temblaban. En mayo, los dos países decidieron levantar los aranceles más altos y las principales medidas de represalia.

Irónicamente, los dos países acordaron este fin de semana en Suecia, según el South China Morning Post, extender la tregua noventa días. Y, al mismo tiempo, el Financial Times anunció que Washington estaba suspendiendo las restricciones a la exportación de tecnología a China para no "perjudicar las negociaciones en curso".

El caso chino demuestra que la firmeza paga con Donald Trump. De hecho, este último actúa como un líder de pandilla en un patio de recreo: muestra sus músculos para extorsionar a quienes se dejan impresionar. Pero toca a retirada cuando realmente es necesario luchar. La Comisión Europea no quería correr este riesgo. Se asustó desde el principio y fue este miedo el que llevó al desastre del acuerdo del 27 de julio.

Sin embargo, la UE tenía los medios para presionar a Washington. La importancia del mercado europeo para los gigantes de la tecnología y las finanzas del otro lado del Atlántico abría la posibilidad de una respuesta enérgica, que podría haber pasado por la regulación o la fiscalidad. La fuerza de la economía estadounidense son sus servicios y era en este punto que había que golpear inmediatamente para influir en las negociaciones.

Esta opción, bautizada pomposamente como “bazuca comercial”, había sido mencionada en los Consejos europeos, en particular por Francia. Pero nunca ha sido creíble. En primer lugar, porque quienes la defendían hacían, al mismo tiempo, todos los esfuerzos para evitar derechos de aduana para algunas de sus exportaciones. Francia quería firmeza en público, mientras que entre bastidores negociaba para retirar los licores de las posibles medidas de represalia.

En segundo lugar, porque esta estrategia nunca ha sido defendida por la propia Comisión, que se ha contentado con una amenaza clásica dirigida a las importaciones de bienes estadounidenses. Por último, porque esta estrategia de firmeza nunca ha sido unánime en la UE. Para el campo de Trump, esta exhibición de debilidad fue una oportunidad para duplicar la apuesta y aumentar la amenaza de impuestos aduaneros del 20% al 30%. El miedo europeo se convirtió entonces en terror y abrió el camino a la capitulación.

Pero si Europa ha tenido miedo, es porque es incapaz de proyectarse fuera de su presente. No puede concebirse de otra manera que como una potencia exportadora dependiente de la protección geopolítica de los Estados Unidos. Podemos culpar a la Comisión Europea y a Ursula von der Leyen, pero también debemos entender que su estrategia correspondía al consenso mínimo de los gobiernos de la UE.

Así, los países del norte y este de Europa no diseñan su defensa independientemente del apoyo de Estados Unidos. Entrar en conflicto comercial con Washington era exponerse a medidas de represalia en defensa que, desde su punto de vista, habrían demostrado directamente su vulnerabilidad con respecto a Rusia. Esta visión demuestra que dentro de la propia UE, apenas se cree en la posibilidad de una defensa europea creíble fuera de la alianza con Washington. Pagar aranceles del 15% para seguir beneficiándose de la protección estadounidense parecía un buen compromiso para estos países.

A este grupo se suma otro: el de los Estados exportadores -Países Bajos, Italia y Alemania, en particular-, que habrían sido los más afectados por una guerra comercial. En estos países, los sectores exportadores tienen un peso político importante. Sin embargo, para ellos, lo esencial era mantener el acceso al mercado estadounidense: un impuesto del 15% podría compensarse con reducciones de costes y subvenciones o reducciones de impuestos. Y no importa si el acuerdo es asimétrico y abre el mercado europeo sin protección a los Estados Unidos.

Son estos intereses los que hicieron que en las décadas de 1990 y 2000 la UE fuera el “pavo” de la farsa de la globalización y se abriera a los cuatro vientos. Son ellos los que ahora abogan por la capitulación para preservar sus tasas de beneficio. No debería sorprenderse si algunos de sus exportadores se trasladan a los Estados Unidos para luego vender en Europa.

La ideología exportadora, fuente de la debilidad europea

Esto nos lleva a la principal debilidad estructural de la UE, que podría haber sido su fortaleza: su superávit comercial. En 2024, el superávit comercial europeo en mercancias con Estados Unidos alcanzó los 197.500 millones de euros. En teoría, este superávit debería haber sido una ventaja: es una prueba de que la economía estadounidense necesita más productos europeos que al revés. Al cortar, con gigantescos aranceles, el acceso a estos productos, la administración Trump corría el riesgo de desestabilizar su propio mercado.

Pero por la magia de la UE, esta fuerza se ha convertido en debilidad. Mientras que el crecimiento europeo está estancado y los europeos son incapaces de considerar alternativas, se ha vuelto crucial preservar las exportaciones y este superávit. Y para ello, estamos dispuestos a sacrificar el resto de la economía.

En realidad, no hay nada nuevo aquí. La obsesión de la UE por las exportaciones delata una visión distorsionada de la economía que deja al pairo la mayor parte de las actividades europeas. Es una estrategia llevada a cabo durante años por la UE; desde la estrategia de Lisboa en la década de 2000 hasta este acuerdo de 2025, pasando por las políticas de austeridad de la década de 2010, la lógica siempre ha sido sacrificar la demanda interna para promover la “competitividad” de las exportaciones.

El resultado ha sido desastroso. El PIB europeo fue una vez el primero del mundo, ahora está superado en más de 9 billones de dólares por Estados Unidos y está a punto de ser superado por China. Cuanto más conservaba Europa sus excedentes comerciales, más se debilitaba su economía. Esta protección acabó perjudicando a los propios exportadores, que han subinvertido en sus bienes de equipo de producción. En diez años, la participación de la UE en las exportaciones mundiales ha pasado del 15,8% al 14,5%.

La lógica económica europea es un fracaso. Pero los líderes europeos no conocen otra y continúan construyendo sus políticas en interés de los grupos industriales exportadores. Este es el verdadero obstáculo para el desarrollo de una política auténticamente europea, es decir, favorable a las poblaciones europeas.

El acuerdo del 27 de julio delata esta debilidad fundamental: obsesionada con su competitividad exterior, Europa está dispuesta a olvidar su interés general. Pero no hay que equivocarse: esta estrategia es el reflejo de las relaciones de poder social. La acumulación de capital se concentra en un puñado de sectores, mientras que el resto de la sociedad debe adaptarse mediante el ajuste a la baja de sus salarios y una reducción de la protección social. Y los que tienen el poder harán que el resto de la sociedad pague los efectos del acuerdo.

El ministro francés de Presupuesto y Cuentas Públicas, Laurent Saint-Martin, ya advirtió en un mensaje de reacción al acuerdo en LinkedIn: “Es urgente reforzar la competitividad europea para seguir ganando cuota de mercado."

La historia está escrita: quizás se haya evitado la guerra comercial, pero a costa de alentar la guerra social. Se ha perdido la oportunidad de construir otra Europa. Pero, la verdad es que esta opción nunca ha sido considerada seriamente por el consenso que dirige la UE y que se aferra, a pesar de los repetidos fracasos, a mantener un statu quo necrosante para el Viejo Continente.

 Romaric Godin

Es periodista desde 2000. Se incorporó a La Tribune en 2002, primero en su página web y luego en el departamento de mercados. Corresponsal en Alemania entre 2008 y 2011, fue redactor jefe adjunto del departamento de macroeconomía a cargo de Europa hasta 2017. Se incorporó a Mediapart en mayo de 2017, donde sigue la macroeconomía, en particular la francesa. Ha publicado, entre otros, ‘La monnaie pourra-t-elle changer le monde Vers une économie écologique et solidaire’ (10/18, 2022) y ‘La guerre sociale en France. Aux sources économiques de la démocratie autoritaire’ (La Découverte, 2019).

Fuente:
 https://www.mediapart.fr/journal/international/280725/pourquoi-l-ue-s-est-couchee-devant-les-etats-unis

Traducción:

Enrique García  

https://www.sinpermiso.info/textos/por-que-la-ue-cedio-comercialmente-ante-trump

Frantz Fanon: La locura que nos revela .

                                                     

 Frantz Fanon: La locura que nos revela (3)

 Por Diogo Tabuada

  02/08/2025

 Messali Hadj pasará a la historia como el primer argelino en llamar a la independencia. Este hijo de un zapatero del interior del país creó la llamada Estrella Norteafricana, una organización anticolonial argelina estrechamente ligada al partido comunista francés. En los años 30, la organización rompe definitivamente con el partido comunista y funda el Partido del pueblo argelino, en cuyos estatutos ideológicos se contemplaba el populismo islámico, el socialismo y el jacobinismo. Al partido del pueblo argelino se le achacó el practicar un indisimulado culto a la personalidad de Messali; aguanto con una política conciliadora con Francia hasta que se fraguó una represión terrible al pueblo argelino que lo hizo cambiar a posiciones decidicamente revolucionarias: Nacía el FLN argelino.

 Adam Shatz destaca el ambiente intelectual con el que, en lo referente a la gestión psiquiátrica, se tuvo que encontrar Fanon. Antoine Porot, creador del primer pabellón psiquiátrico moderno en 1912, se caracterizaba por sus enfoques reformistas y empatizaba con las ideas de Gobineau: había que entender a la sociedad nativa; pero bajo este imperativo epistemológico se ocultaba lo que Gobineau realmente fue: no otra cosa que un aristócrata de la supremacía blanca que acuñaba perlas como “El musulmán argelino es histérico, intelectualmemnte superior y predispuesto a la criminalidad”.

 Fanon, anticipándose a Michel Foucault y a su Historia de la locura, y a efectos tanto prácticos como teóricos, quiso recuperar la importancia del ambiente cotidiano en los psiquiátricos para integrar socialmente al paciente. La introducción de la cestería, el teatro, el cine, los juegos de pelota… etc, no tuvieron en cuenta algo que a Fanon se le había pasado por alto: este intento de recuperación del ambiente cotidiano fue un éxito, sí, pero sólo con los pacientes Europeos. Los pacientes árabes volvían automáticamente a sus habitaciones en su gran mayoría, lo que hizo que Fanon cayese en la cuenta de que había introducido pasatiempos y elementos culturales de la vida occidental. Y, sí, fue entonces cuando creó un café maure -cafetería mora-, un salón oriental e incluso sesiones de cuentacuentos ligadas a la vida árabo-musulmana: “La cultura Argelina tiene otros valores al margen de la cultura colonial”, llegó a afirmar Fanon, mostrando así su capacidad para ponerse en el lugar del otro sin dejarse cegar por la influencia de la cultura francesa en su construcción como sujeto político.

 Es en Argelia donde Fanon asiste a ceremonias nocturnas donde personas que sufrían de histeria se curaban en crisis catárticas producidas por danzas locales en las que la imaginería mítico-narrativa del pueblo estaba muy presente –los djinns son precisamente eso: seres mitológicos dotados de libre albedrío creados por los más profundos anhelos del pueblo argelino-. En estas ceremonías, Fanon encontró una actitud cultural realmente piadosa y comprensiva hacia la enfermedad mental: los argelinos no culpaban al doliente de su locura, sino a los djinns que los poseían, logrando de este modo abrir un cauce de liberación individual y comunitaria para los individuos afectados de alguna enfermedad mental. Pocos son los casos en los que las ciencias sociales occidentales han pretendido liberarse de los prejuicios creados por la propia epistemología y antropología cultural europea para aceptar que tales ritos y danzas no son una superstición sino una creación cultural y colectiva que logra acercarse a la enfermedad mental de un modo radicalmente diferente; en Sociología de Argelia, de Pierre Bourdieu, así como en la obra de Germaine Tillión en los años 30, encontramos algunas de esas excepciones.

 Fanon conoce a los integrantes del FLN Argelino en unas condiciones que el sentido común no sospecharía nunca: serán precisamente intelectuales católicos, europeos y de izquierdas -entre los que se encontraba el psiquiatra Jean Aymé- quienes lo introducirán en la organización. Los conocerá en las revistas clandestinas de los católicos antifascistas, entre ellas, Cahiers du Témoignage Chrétien. Entre ellos se encontraba también André Mandouze, que tomó la decisión de viajar a Argel por el profundo amor que sentía por San Agustín.

 En el FLN toma conciencia de la importancia de elaborar una estrategia contra la violencia colonial que no deshumanice al otro. Lo marcará, sin duda, la anécdota de un niño argelino que mataría a un turista Europeo sin alegar otro motivo que un odio visceral irreprimible hacia todo lo europeo. Aquí, Fanon toma conciencia de la profunda importancia de la violencia ambiental en la vida cotidiana de un contexto colonial, a saber, de la dificultad o incluso imposibilidad de substraerse a ella y de no reproducirla miméticamente.

 Un elemento clave de análisis en el libro de Adam Shatz es el siguiente: a día de hoy puede consultarse la elocuente carta que Aimé Cesáire escribió a Maurice Thorez, el secretario general del partido comunista. En esta carta, Cesáire le comunicaba que se había adherido al partido con la esperanza de que el marxismo se pusiese al servicio de la gente negra, no la gente negra al servicio del marxismo.

 Que Cesáire era lo opuesto a Senghor: Cesáire pensaba, deseaba y escribía aceptando la vieja y ancestral sabiduría de los pueblos africanos, pero al mismo tiempo la integraba en una proyección ética y política de futuro: el horizonte era la liberación política de la gente negra, lo que implicaba, por supuesto, la descolonización integral del ser africano dentroy fuera del contienente. Como Cesáire, Fanon -lo que agranda más su legado- llega incluso a adelantarse a Oruientalismo, de Edward Said (1978) cuando escribe y toma conciencia de que la Cultura cosmopolita no quiere destruir a la subalterna, sino hacer de ella algo exótico e interesantea través de la mirada erudita.

 Fanon aceptará prácticamente todo el legado y ejemplo del líder del FLN argelino, Abane Ramdane, quien tendrá una profunda influencia en su modo de pensar y actuar dentro del meollo de la dominación colonial de Argelia por parte de la metrópolis parisina. Dentro del frente argelino Fanon experimenta la clásica fraternidad -entre varones- basada en el terror, experimentando en carne viva el papel cohesionador -pero paranoico- del típico miedo paranoico al enemigo interno dentro del partido. Se da cuenta, entonces, de los factores extra-psiquiátricos de la irracionalidad humana, anticipando -otra vez, de nuevo, anticipando- los trabajos de autores relevantes dentro de la corriente antipsiquiátrica como R.D Laing y Thomas Szasz.

 Otra figura importante que ejercería una gran influencia en Fanon es el panafricanista y socialista Guineano Ahmed Sékou Touré. Touré solía pregonar en sus discursos que prefería la libertad argelina siendo pobre que la concepción occidental de la riqueza insertándose en una Argelia que deviniese cada vez más y más y más dependiente de la metrópolis. De Gaulle viaxaría a Conakry, capital de Guinea, para convencer a Touré de que formase parte da comunidade francesa, una estructura supranacional que, supuestamente, reconocería la soberanía de de Guinea aceptando ciertas reformas en el status colonial del país. Justo en esa visita es cuando Touré sorprende al mundo entero profiriendo las siguientes palabras en público: “No aceptaremos nunca la dominación. Preferimos la pobreza en la libertad que la riqueza en la esclavitud”.

 El 28 de Septiembre de 1958, Guinea votará masivamente NO a su integración en la comunidad francesa. De Gaulle y Francia se retiraron furiosos: se cortaron todos los cables telefónicos, se llevaron todos los archivos, se destruyó mucha maquinaria, se arrancaron instalaciones eléctricas, se rompieron mapas e incluso se destruyeron vacunas infantiles. Guinea quedó sin apoyo internacional, aislada y con pocas infraestrcuturas, pero fue el primer país africano de influencia francófona que consiguió la independencia plena. Touré se convertiría en un símbolo global de la lucha y dignidad anticolonial; su actitud ante De-Gaulle sería admirada por líderes políticos de máxima importancia para el ideario panafricanista como Kwane Nkrumah, Amílcar Cabral, Patrice Lumumba y el propio Frantz Fanon.

 

 https://rebelion.org/frantz-fanon-la-locura-que-nos-revela-1/

 

https://rebelion.org/frantz-fanon-la-locura-que-nos-revela-2/

 

https://rebelion.org/frantz-fanon-la-locura-que-nos-revela-3/


viernes, 1 de agosto de 2025

Las élites actuales rusas .

 Unas élites rusas divididas sobre el levantamiento de las sanciones estadounidenses

¿Por qué se muestra Putin tan inflexible sobre Ucrania?

Borís Kagarlitski, intelectual marxista, es una figura destacada de la izquierda rusa. Desde la cárcel en la que se encuentra por su oposición a la guerra contra Ucrania, sigue reflexionando sobre el orden internacional. En este artículo coescrito con Alexéi Sajnín, un activista exiliado en Francia, detecta en las esferas de poder del país unas divisiones que podrían acentuarse.

por Alexéi Sajnín y Borís Kagarlitski


 agosto de 2025   

Cuando Donald Trump, al poco de tomar posesión como el 47.º presidente de Estados Unidos, abordó el expediente ucraniano, formuló importantes concesiones en favor de Moscú, como renunciar al proyecto de integrar Ucrania en la OTAN o reconocer formalmente Crimea como territorio ruso. Seis meses después, el Kremlin mantiene sus reivindicaciones territoriales sobre cinco regiones del país vecino y confía en seguir imponiendo a Kiev restricciones en materia de garantías de seguridad. La intransigencia rusa —a menudo explicada por la huida hacia delante de un solo hombre, Vladímir Putin— se explica mejor a la luz de los debates que ha suscitado la apertura estadounidense hacia el país. Se perfilan dos tendencias, pero ambas coinciden en un punto: no ceder en nada en lo relativo a Ucrania.

La situación no carece de ironía: con la adopción de tandas de sanciones masivas tras la invasión de 2022, Washington y Bruselas esperaban fracturar las esferas de poder. Por entonces era imposible imaginar una ruptura de los lazos económicos entre Moscú y el mundo occidental: el 35% del comercio exterior ruso se efectuaba con la Unión Europea (UE), 2,5 veces más que los intercambios entre Rusia y China. Rusia constituía el tercer socio comercial de la UE (297.000 millones de dólares), solo por detrás de Estados Unidos (747.000) y China (466.000) (1). En 2016, más del 70% de las inversiones directas rusas en el extranjero se hallaban en un país de la Unión Europea (al margen de paraísos fiscales o territorios que concentran sociedades de cartera financieras); el porcentaje era aún mayor si se incluía Chipre, Luxemburgo o los Países Bajos, que servían de plataforma para que los capitales del país pudieran evadir impuestos. En cuanto a los países que invertían en Rusia (sin contar, una vez más, los paraísos fiscales), a la cabeza de los mismos se hallaban el Reino Unido, Alemania y Francia, que poseían en torno a 33.000 millones de dólares en activos en Rusia (2). Muchos oligarcas y altos funcionarios, así como sus cónyuges e hijos, vivían o estudiaban en Londres, París o Niza.

En esta época, la oposición liberal apostaba por una escisión dentro de la clase dirigente. En 2023, Leonid Vólkov, el colaborador más cercano de Alexéi Navalny (muerto en la cárcel en febrero de 2024), así como otros representantes de organizaciones hostiles a la política del Kremlin, reclamaron en una carta dirigida a Josep Borrell —por entonces jefe de la diplomacia bruselense— el levantamiento de las medidas restrictivas contra algunos oligarcas que no habían apoyado la invasión de Ucrania. “Tenía la sensación […] de que, al crear un precedente, sería posible desencadenar una reacción en cadena de condenas públicas de la guerra y de divisiones en el interior de las élites rusas”, explicó Vólkov (3). Pero, tras algunos titubeos, la mayoría de los multimillonarios rusos regresaron al país y confirmaron su lealtad al Kremlin.

Desde 2022, dos son los discursos que dominan en las esferas del poder para justificar la invasión de Ucrania. Según el primero, Rusia se enfrenta a un Occidente hegemónico que se sirve de Ucrania como una herramienta para someter al país. La expresión “mayoría mundial”, sinónima de “Sur global”, constituye el meollo de esta narrativa. Moscú se vale de una retórica antiimperialista que recupera acentos del periodo soviético, pero a la que se propone dotar de una orientación antioccidental. Forjada por intelectuales y politólogos leales al Kremlin —como Serguéi Karagánov, director del Consejo de Política Exterior y Defensa—, esta es la tesis que en gran medida comparte el ministro de Asuntos Exteriores ruso Serguéi Lavrov. Así, en los documentos programáticos publicados en 2023 en la revista oficial del ministerio, Lavrov opuso los intereses de una “mayoría mundial que representa al 85% de la población del globo” a las “políticas neocoloniales” de un “pequeño grupo de Estados occidentales dirigidos por Estados Unidos” (4). El prestigioso círculo de reflexión Club Valdái también ha dedicado numerosas sesiones a este tema, a las que han sido invitados dirigentes de Estados asiáticos y africanos.

Un segundo discurso presenta a Rusia como una especie de arca de Noé de los valores tradicionales y cristianos de la civilización europea, “traicionados” por los dirigentes de Europa y Norteamérica. Esta doctrina ha sido desarrollada por intelectuales de extrema derecha como Alexánder Duguin: “Hay dos Occidentes —afirmó en un foro dedicado al mundo multipolar celebrado en Moscú en febrero de 2024—. El Occidente ‘globalista’ de las élites liberales y el Occidente tradicional que sufre el todopoderoso influjo del primero […] y trata de rebelarse allí donde puede… La victoria no supondrá la derrota del Occidente colectivo, sino su salvación, el regreso a sus propios valores, […] a sus raíces clásicas grecorromanas y cristianas” (5). Este enfoque mesiánico es el que promueven los intelectuales y articulistas de extrema derecha que gravitan en torno al oligarca Konstantín Maloféyev, propietario de la cadena de televisión Tsargrad y financiador de una vasta red de laboratorios de ideas ultraconservadores. También dispone de representantes en el aparato del Estado. Cuatro gobernadores regionales, la comisionada para los Derechos del Niño María Lvova-Belova (que además es su esposa) y el propio ministro de Asuntos Exteriores participaron en su Foro del Futuro 2050, celebrado el 9 y 10 de junio de 2025. El vice primer ministro (y actual ministro de Defensa) Andréi Beloúsov lleva desde 2023 declarando que Rusia puede convertirse en el “salvavidas” de las élites conservadoras europeas y estadounidenses (6).

Hasta hace poco, ambas teorías coexistían pacíficamente. Todo responsable político o intelectual leal al Kremlin era libre de elegir sus argumentos —“antiimperialistas” o “mesiánico-conservadores”— o en qué proporción combinarlos. Pero la perspectiva de un deal (‘acuerdo’) entre Putin y Trump ha convertido esos matices en líneas de fractura.

Alexánder Duguin se expresa en nombre del segundo grupo al insistir en las convergencias ideológicas entre el presidente ruso y una parte de los seguidores de Trump (7), pero afirma que un entendimiento con Washington responde, asimismo, al pragmatismo geopolítico. También critica firme, aunque prudentemente, a China. Según el teórico nacionalista, “el proyecto chino ‘Un Cinturón, Una Ruta’ y las demás iniciativas a escala planetaria de Xi Jinping (principio de un destino común de la humanidad) pueden ser vistos como otra versión de la globalización, ya no tanto americanocentrista como sinocentrista” (8). Un acuerdo con los Estados Unidos de Trump, en cambio, le permitiría a Rusia dotarse de aún mayor independencia en el marco de un “orden mundial de grandes potencias”. Ahora bien, el punto esencial de esa alianza con Estados Unidos con la que sueña Duguin y Maloféyev no implica concesión alguna sobre Ucrania. “El señor Trump debe entender que Ucrania, o bien será nuestra, o dejará de existir —insiste Duguin—. Si nos entregara Ucrania (¿a él de qué le sirve?), Trump podría dedicarse a la anexión de Canadá o Groenlandia. Incluso creo que podríamos proveerle de metales raros” (9).

Ahora bien, la perspectiva de un acercamiento con Estados Unidos —incluso sin compromiso alguno sobre Ucrania— ha despertado preocupaciones entre los hombres de negocios y los burócratas implicados en la cooperación económica con China y otros países del BRICS (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica). China, que representaba entre el 15 y el 20% de los intercambios de mercancías con Rusia antes de 2022, llegó a suponer el 34% en 2024 (236.300 millones de dólares) (10). Entre los principales sectores reorientados hacia el socio chino se cuentan el complejo industrial-militar, el automovilístico, el de la logística y las telecomunicaciones. Los sectores energético y agroalimentario también están llevando a cabo grandes proyectos enmarcados en el giro hacia el este. Los grandes oligopolios rusos han seguido el ejemplo de Rosneft (petróleo), Gazprom o Rosatóm (nuclear), y suministran a Pekín materias primas con la ayuda del banco VneshTorg Bank (VTB). En la actualidad, el conjunto de los países del BRICS concentra la mitad del comercio ruso. Simultáneamente, los intercambios comerciales con Europa se han dividido entre tres. La perspectiva de un levantamiento de las sanciones, así como el posible regreso de las empresas occidentales al mercado ruso, han desasosegado a algunos círculos de la élite económica. Varios miles de millones de dólares en activos occidentales hallaron nuevos dueños entre los hombres de negocios más fieles al Kremlin (11) tras una fase de control temporal por parte de la Agencia Federal de Gestión del Patrimonio Público (Rosimúschestvo). Ahora bien, el inesperado deshielo con Estados Unidos ha suscitado el temor a una restitución de parte de esos activos a sus antiguos propietarios. Putin, con el fin de tranquilizarlos, se dirigió a finales de mayo a un selecto grupo de dueños de empresas, a quienes prometió que el Estado “no tolerará presiones sobre las empresas nacionales”. El presidente también hizo un llamamiento a “sofocar” Microsoft, Zoom y otros servicios que “actúan en contra de Rusia”. El discurso antiimperialista, profundamente arraigado en la cultura rusa, puede que se convierta en el instrumento ideal para expresar unas inquietudes cuyo origen es, en realidad, económico.

Al menos a nivel de la retórica, esas divergencias han empezado a manifestarse con mayor fuerza: “No vais a dirigir el planeta entre dos. Vendidos y traficantes, dispuestos a abandonar al ‘Sur global’ en cinco minutos a cambio de que os acaricien la mejilla: ¿qué vais a dirigir vosotros, malditos lamebotas estadounidenses?”, se indignó contra los apologistas de Trump el escritor y diputado Zajar Prilepin, miembro del partido Rusia Justa, aliado del poder. Sentimientos similares dominan entre los influyentes “blogueros militares”, muchos de los cuales han visto en un posible acercamiento con Washington no solo una amenaza para la soberanía del país, sino también la voluntad de convertirlo de nuevo en un apéndice de Occidente proveedor de materias primas. Siguiendo la misma línea de pensamiento —aunque con un estilo más frío—, Fiódor Lukiánov, redactor jefe de la revista Russia in Global Affairs, califica de “error estratégico” una cooperación con la Casa Blanca en detrimento de las relaciones con el Sur global: “Si Rusia se acoge al aperturismo de Trump y se aparta de sus socios no occidentales, reforzará el estereotipo según el cual pone la aprobación de Occidente por encima de todo. […] Una clara victoria [en Ucrania] consolidaría su rango de potencia en un mundo multipolar. Si fracasa en su propósito de sacar partido de este momento —cayendo en la trampa de un nuevo compromiso con Occidente—, Rusia se arriesga a perder sus ganancias estratégicas”.

Desde el principio de la guerra, las autoridades rusas han tratado de eliminar toda señal de desacuerdo en el seno de la sociedad y, sobre todo, de la clase dirigente. Pero las ofertas estadounidenses han disipado al instante esta ilusión de unidad, perfilando la posibilidad de un enfrentamiento —de momento, solo retórico— entre las tendencias “proestadounidenses” y “prochinas”..

https://mondiplo.com/por-que-se-muestra-putin-tan-inflexible-sobre



jueves, 31 de julio de 2025

Autoritarismo y democracia en el siglo XXI

 

Enzo Traverso: Autoritarismo y democracia en el siglo XXI

Martín Mosquera / Enzo Traverso

Entrevista con Enzo Traverso, que actualiza su análisis sobre el posfascismo. Reflexiona sobre el ascenso de las nuevas derechas y la crisis global de la izquierda

https://www.lahaine.org/mundo.php/enzo-traverso-autoritarismo-y-democracia-en-el