sábado, 2 de agosto de 2025

La lógica económica europea es un fracaso.

 

Por qué la UE cedió comercialmente ante Trump

 Romaric Godin


28/07/202 
La mejor manera de no ganar una guerra es sin duda no luchar. Esta extraña filosofía está en el centro de la capitulación incondicional de la Unión Europea (UE) en sus negociaciones comerciales con Estados Unidos. “Es lo mejor que podíamos conseguir”, resumió la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. ¿Es de verdad así?

Durante años, y en particular desde la elección de Donald Trump en octubre de 2024, la Unión Europea ha afirmado ser una potencia independiente, capaz de afirmar su soberanía. Los discursos en este sentido de los líderes europeos se han multiplicado en los últimos meses.

Apenas venció en las elecciones federales del 23 de febrero, el futuro canciller alemán Friedrich Merz proclamó que quería una "Europa independiente de los Estados Unidos". Incluso lo convirtió en una “prioridad absoluta” y se unió así a uno de los leitmotivs que Emmanuel Macron había estado repitiendo desde 2021 sobre la “soberanía europea”. En Bruselas, se aseguró que la UE estaba, esta vez, preparada para hacer frente a las presiones de Washington, a diferencia de 2017. Un equipo técnico especial incluso preparaba un plan para iniciar el tira y afloja.

La era de la ingenuidad parecía haber quedado atrás. Las revistas académicas y los “bruselogos” seguían repitiendo que “el momento europeo” había llegado y que “Europa se enfrentaba a su destino”. Atrapado entre una administración estadounidense hostil y brutal y el peligro del imperialismo ruso, el Viejo Continente debía levantarse como un actor geopolítico autónomo. Para ello, era necesario que Europa dejara de considerarse a sí misma sobre todo como un mercado y una simple zona económica.

Las negociaciones con Estados Unidos era la oportunidad perfecta para poner la primera piedra de esta evolución. Al negarse a colocar los intereses de los sectores exportadores por encima de sus intereses políticos, la UE podría iniciar un gran movimiento de transformación: para compensar las pérdidas en el mercado estadounidense, se podrían lanzar inversiones conjuntas en torno a un interés europeo. Era una oportunidad para invertir de forma real y masiva en los bienes de equipo de producción del continente, para crear una industria de defensa europea que respondiese a las necesidades de la UE, para construir una tecnología autónoma y para apoyar la demanda europea, anémica.

La construcción europea habría tomado entonces un nuevo camino: el de una zona que tiene que enfrentarse a desafíos considerables, existenciales, capaz de pensar una respuesta en interés de sus pueblos. En otras palabras, era una oportunidad para politizar esta guerra comercial para dar forma a esta famosa “independencia”. En esto, el argumento de que “Europa no puede permitirse una guerra comercial” es falaz. Por el contrario, era una oportunidad para poner en plano los límites actuales de la organización europea.

Negociaciones dominadas por el miedo

En realidad, nadie estaba dispuesto a tomar este camino. Como señala el Financial Times, quedó claro en abril de 2025, cuando la UE, bajo la amenaza de Trump, abandonó la hoja de ruta preparada por el equipo técnico y revisó a la baja sus posibles medidas de represalia. Durante las semanas siguientes, la Unión intentó discutir el peso de sus futuras cadenas con Estados Unidos, frente a una administración estadounidense que es fuerte con los débiles y débil con los fuertes.

La comparación con la actitud china es sorprendente. Después del “día de la liberación”, el 2 de abril, Donald Trump hizo de la República Popular su principal objetivo. Pero Beijing no cedió, cada anuncio de nuevos aranceles fue seguido por una réplica china, hasta que las cantidades vigentes ya no tenían sentido. China apuntó entonces al talón de Aquiles estadounidense limitando las exportaciones de tierras raras, esos metales indispensables para las tecnologías modernas que se producen principalmente en la República Popular.

Rápidamente, Donald Trump se encontró bajo una inmensa presión: los mercados financieros estaban preocupados por la ruptura de las relaciones comerciales con Beijing, y los industriales, especialmente los tecnológicos, temblaban. En mayo, los dos países decidieron levantar los aranceles más altos y las principales medidas de represalia.

Irónicamente, los dos países acordaron este fin de semana en Suecia, según el South China Morning Post, extender la tregua noventa días. Y, al mismo tiempo, el Financial Times anunció que Washington estaba suspendiendo las restricciones a la exportación de tecnología a China para no "perjudicar las negociaciones en curso".

El caso chino demuestra que la firmeza paga con Donald Trump. De hecho, este último actúa como un líder de pandilla en un patio de recreo: muestra sus músculos para extorsionar a quienes se dejan impresionar. Pero toca a retirada cuando realmente es necesario luchar. La Comisión Europea no quería correr este riesgo. Se asustó desde el principio y fue este miedo el que llevó al desastre del acuerdo del 27 de julio.

Sin embargo, la UE tenía los medios para presionar a Washington. La importancia del mercado europeo para los gigantes de la tecnología y las finanzas del otro lado del Atlántico abría la posibilidad de una respuesta enérgica, que podría haber pasado por la regulación o la fiscalidad. La fuerza de la economía estadounidense son sus servicios y era en este punto que había que golpear inmediatamente para influir en las negociaciones.

Esta opción, bautizada pomposamente como “bazuca comercial”, había sido mencionada en los Consejos europeos, en particular por Francia. Pero nunca ha sido creíble. En primer lugar, porque quienes la defendían hacían, al mismo tiempo, todos los esfuerzos para evitar derechos de aduana para algunas de sus exportaciones. Francia quería firmeza en público, mientras que entre bastidores negociaba para retirar los licores de las posibles medidas de represalia.

En segundo lugar, porque esta estrategia nunca ha sido defendida por la propia Comisión, que se ha contentado con una amenaza clásica dirigida a las importaciones de bienes estadounidenses. Por último, porque esta estrategia de firmeza nunca ha sido unánime en la UE. Para el campo de Trump, esta exhibición de debilidad fue una oportunidad para duplicar la apuesta y aumentar la amenaza de impuestos aduaneros del 20% al 30%. El miedo europeo se convirtió entonces en terror y abrió el camino a la capitulación.

Pero si Europa ha tenido miedo, es porque es incapaz de proyectarse fuera de su presente. No puede concebirse de otra manera que como una potencia exportadora dependiente de la protección geopolítica de los Estados Unidos. Podemos culpar a la Comisión Europea y a Ursula von der Leyen, pero también debemos entender que su estrategia correspondía al consenso mínimo de los gobiernos de la UE.

Así, los países del norte y este de Europa no diseñan su defensa independientemente del apoyo de Estados Unidos. Entrar en conflicto comercial con Washington era exponerse a medidas de represalia en defensa que, desde su punto de vista, habrían demostrado directamente su vulnerabilidad con respecto a Rusia. Esta visión demuestra que dentro de la propia UE, apenas se cree en la posibilidad de una defensa europea creíble fuera de la alianza con Washington. Pagar aranceles del 15% para seguir beneficiándose de la protección estadounidense parecía un buen compromiso para estos países.

A este grupo se suma otro: el de los Estados exportadores -Países Bajos, Italia y Alemania, en particular-, que habrían sido los más afectados por una guerra comercial. En estos países, los sectores exportadores tienen un peso político importante. Sin embargo, para ellos, lo esencial era mantener el acceso al mercado estadounidense: un impuesto del 15% podría compensarse con reducciones de costes y subvenciones o reducciones de impuestos. Y no importa si el acuerdo es asimétrico y abre el mercado europeo sin protección a los Estados Unidos.

Son estos intereses los que hicieron que en las décadas de 1990 y 2000 la UE fuera el “pavo” de la farsa de la globalización y se abriera a los cuatro vientos. Son ellos los que ahora abogan por la capitulación para preservar sus tasas de beneficio. No debería sorprenderse si algunos de sus exportadores se trasladan a los Estados Unidos para luego vender en Europa.

La ideología exportadora, fuente de la debilidad europea

Esto nos lleva a la principal debilidad estructural de la UE, que podría haber sido su fortaleza: su superávit comercial. En 2024, el superávit comercial europeo en mercancias con Estados Unidos alcanzó los 197.500 millones de euros. En teoría, este superávit debería haber sido una ventaja: es una prueba de que la economía estadounidense necesita más productos europeos que al revés. Al cortar, con gigantescos aranceles, el acceso a estos productos, la administración Trump corría el riesgo de desestabilizar su propio mercado.

Pero por la magia de la UE, esta fuerza se ha convertido en debilidad. Mientras que el crecimiento europeo está estancado y los europeos son incapaces de considerar alternativas, se ha vuelto crucial preservar las exportaciones y este superávit. Y para ello, estamos dispuestos a sacrificar el resto de la economía.

En realidad, no hay nada nuevo aquí. La obsesión de la UE por las exportaciones delata una visión distorsionada de la economía que deja al pairo la mayor parte de las actividades europeas. Es una estrategia llevada a cabo durante años por la UE; desde la estrategia de Lisboa en la década de 2000 hasta este acuerdo de 2025, pasando por las políticas de austeridad de la década de 2010, la lógica siempre ha sido sacrificar la demanda interna para promover la “competitividad” de las exportaciones.

El resultado ha sido desastroso. El PIB europeo fue una vez el primero del mundo, ahora está superado en más de 9 billones de dólares por Estados Unidos y está a punto de ser superado por China. Cuanto más conservaba Europa sus excedentes comerciales, más se debilitaba su economía. Esta protección acabó perjudicando a los propios exportadores, que han subinvertido en sus bienes de equipo de producción. En diez años, la participación de la UE en las exportaciones mundiales ha pasado del 15,8% al 14,5%.

La lógica económica europea es un fracaso. Pero los líderes europeos no conocen otra y continúan construyendo sus políticas en interés de los grupos industriales exportadores. Este es el verdadero obstáculo para el desarrollo de una política auténticamente europea, es decir, favorable a las poblaciones europeas.

El acuerdo del 27 de julio delata esta debilidad fundamental: obsesionada con su competitividad exterior, Europa está dispuesta a olvidar su interés general. Pero no hay que equivocarse: esta estrategia es el reflejo de las relaciones de poder social. La acumulación de capital se concentra en un puñado de sectores, mientras que el resto de la sociedad debe adaptarse mediante el ajuste a la baja de sus salarios y una reducción de la protección social. Y los que tienen el poder harán que el resto de la sociedad pague los efectos del acuerdo.

El ministro francés de Presupuesto y Cuentas Públicas, Laurent Saint-Martin, ya advirtió en un mensaje de reacción al acuerdo en LinkedIn: “Es urgente reforzar la competitividad europea para seguir ganando cuota de mercado."

La historia está escrita: quizás se haya evitado la guerra comercial, pero a costa de alentar la guerra social. Se ha perdido la oportunidad de construir otra Europa. Pero, la verdad es que esta opción nunca ha sido considerada seriamente por el consenso que dirige la UE y que se aferra, a pesar de los repetidos fracasos, a mantener un statu quo necrosante para el Viejo Continente.

 Romaric Godin

Es periodista desde 2000. Se incorporó a La Tribune en 2002, primero en su página web y luego en el departamento de mercados. Corresponsal en Alemania entre 2008 y 2011, fue redactor jefe adjunto del departamento de macroeconomía a cargo de Europa hasta 2017. Se incorporó a Mediapart en mayo de 2017, donde sigue la macroeconomía, en particular la francesa. Ha publicado, entre otros, ‘La monnaie pourra-t-elle changer le monde Vers une économie écologique et solidaire’ (10/18, 2022) y ‘La guerre sociale en France. Aux sources économiques de la démocratie autoritaire’ (La Découverte, 2019).

Fuente:
 https://www.mediapart.fr/journal/international/280725/pourquoi-l-ue-s-est-couchee-devant-les-etats-unis

Traducción:

Enrique García  

https://www.sinpermiso.info/textos/por-que-la-ue-cedio-comercialmente-ante-trump

Frantz Fanon: La locura que nos revela .

                                                     

 Frantz Fanon: La locura que nos revela (3)

 Por Diogo Tabuada

  02/08/2025

 Messali Hadj pasará a la historia como el primer argelino en llamar a la independencia. Este hijo de un zapatero del interior del país creó la llamada Estrella Norteafricana, una organización anticolonial argelina estrechamente ligada al partido comunista francés. En los años 30, la organización rompe definitivamente con el partido comunista y funda el Partido del pueblo argelino, en cuyos estatutos ideológicos se contemplaba el populismo islámico, el socialismo y el jacobinismo. Al partido del pueblo argelino se le achacó el practicar un indisimulado culto a la personalidad de Messali; aguanto con una política conciliadora con Francia hasta que se fraguó una represión terrible al pueblo argelino que lo hizo cambiar a posiciones decidicamente revolucionarias: Nacía el FLN argelino.

 Adam Shatz destaca el ambiente intelectual con el que, en lo referente a la gestión psiquiátrica, se tuvo que encontrar Fanon. Antoine Porot, creador del primer pabellón psiquiátrico moderno en 1912, se caracterizaba por sus enfoques reformistas y empatizaba con las ideas de Gobineau: había que entender a la sociedad nativa; pero bajo este imperativo epistemológico se ocultaba lo que Gobineau realmente fue: no otra cosa que un aristócrata de la supremacía blanca que acuñaba perlas como “El musulmán argelino es histérico, intelectualmemnte superior y predispuesto a la criminalidad”.

 Fanon, anticipándose a Michel Foucault y a su Historia de la locura, y a efectos tanto prácticos como teóricos, quiso recuperar la importancia del ambiente cotidiano en los psiquiátricos para integrar socialmente al paciente. La introducción de la cestería, el teatro, el cine, los juegos de pelota… etc, no tuvieron en cuenta algo que a Fanon se le había pasado por alto: este intento de recuperación del ambiente cotidiano fue un éxito, sí, pero sólo con los pacientes Europeos. Los pacientes árabes volvían automáticamente a sus habitaciones en su gran mayoría, lo que hizo que Fanon cayese en la cuenta de que había introducido pasatiempos y elementos culturales de la vida occidental. Y, sí, fue entonces cuando creó un café maure -cafetería mora-, un salón oriental e incluso sesiones de cuentacuentos ligadas a la vida árabo-musulmana: “La cultura Argelina tiene otros valores al margen de la cultura colonial”, llegó a afirmar Fanon, mostrando así su capacidad para ponerse en el lugar del otro sin dejarse cegar por la influencia de la cultura francesa en su construcción como sujeto político.

 Es en Argelia donde Fanon asiste a ceremonias nocturnas donde personas que sufrían de histeria se curaban en crisis catárticas producidas por danzas locales en las que la imaginería mítico-narrativa del pueblo estaba muy presente –los djinns son precisamente eso: seres mitológicos dotados de libre albedrío creados por los más profundos anhelos del pueblo argelino-. En estas ceremonías, Fanon encontró una actitud cultural realmente piadosa y comprensiva hacia la enfermedad mental: los argelinos no culpaban al doliente de su locura, sino a los djinns que los poseían, logrando de este modo abrir un cauce de liberación individual y comunitaria para los individuos afectados de alguna enfermedad mental. Pocos son los casos en los que las ciencias sociales occidentales han pretendido liberarse de los prejuicios creados por la propia epistemología y antropología cultural europea para aceptar que tales ritos y danzas no son una superstición sino una creación cultural y colectiva que logra acercarse a la enfermedad mental de un modo radicalmente diferente; en Sociología de Argelia, de Pierre Bourdieu, así como en la obra de Germaine Tillión en los años 30, encontramos algunas de esas excepciones.

 Fanon conoce a los integrantes del FLN Argelino en unas condiciones que el sentido común no sospecharía nunca: serán precisamente intelectuales católicos, europeos y de izquierdas -entre los que se encontraba el psiquiatra Jean Aymé- quienes lo introducirán en la organización. Los conocerá en las revistas clandestinas de los católicos antifascistas, entre ellas, Cahiers du Témoignage Chrétien. Entre ellos se encontraba también André Mandouze, que tomó la decisión de viajar a Argel por el profundo amor que sentía por San Agustín.

 En el FLN toma conciencia de la importancia de elaborar una estrategia contra la violencia colonial que no deshumanice al otro. Lo marcará, sin duda, la anécdota de un niño argelino que mataría a un turista Europeo sin alegar otro motivo que un odio visceral irreprimible hacia todo lo europeo. Aquí, Fanon toma conciencia de la profunda importancia de la violencia ambiental en la vida cotidiana de un contexto colonial, a saber, de la dificultad o incluso imposibilidad de substraerse a ella y de no reproducirla miméticamente.

 Un elemento clave de análisis en el libro de Adam Shatz es el siguiente: a día de hoy puede consultarse la elocuente carta que Aimé Cesáire escribió a Maurice Thorez, el secretario general del partido comunista. En esta carta, Cesáire le comunicaba que se había adherido al partido con la esperanza de que el marxismo se pusiese al servicio de la gente negra, no la gente negra al servicio del marxismo.

 Que Cesáire era lo opuesto a Senghor: Cesáire pensaba, deseaba y escribía aceptando la vieja y ancestral sabiduría de los pueblos africanos, pero al mismo tiempo la integraba en una proyección ética y política de futuro: el horizonte era la liberación política de la gente negra, lo que implicaba, por supuesto, la descolonización integral del ser africano dentroy fuera del contienente. Como Cesáire, Fanon -lo que agranda más su legado- llega incluso a adelantarse a Oruientalismo, de Edward Said (1978) cuando escribe y toma conciencia de que la Cultura cosmopolita no quiere destruir a la subalterna, sino hacer de ella algo exótico e interesantea través de la mirada erudita.

 Fanon aceptará prácticamente todo el legado y ejemplo del líder del FLN argelino, Abane Ramdane, quien tendrá una profunda influencia en su modo de pensar y actuar dentro del meollo de la dominación colonial de Argelia por parte de la metrópolis parisina. Dentro del frente argelino Fanon experimenta la clásica fraternidad -entre varones- basada en el terror, experimentando en carne viva el papel cohesionador -pero paranoico- del típico miedo paranoico al enemigo interno dentro del partido. Se da cuenta, entonces, de los factores extra-psiquiátricos de la irracionalidad humana, anticipando -otra vez, de nuevo, anticipando- los trabajos de autores relevantes dentro de la corriente antipsiquiátrica como R.D Laing y Thomas Szasz.

 Otra figura importante que ejercería una gran influencia en Fanon es el panafricanista y socialista Guineano Ahmed Sékou Touré. Touré solía pregonar en sus discursos que prefería la libertad argelina siendo pobre que la concepción occidental de la riqueza insertándose en una Argelia que deviniese cada vez más y más y más dependiente de la metrópolis. De Gaulle viaxaría a Conakry, capital de Guinea, para convencer a Touré de que formase parte da comunidade francesa, una estructura supranacional que, supuestamente, reconocería la soberanía de de Guinea aceptando ciertas reformas en el status colonial del país. Justo en esa visita es cuando Touré sorprende al mundo entero profiriendo las siguientes palabras en público: “No aceptaremos nunca la dominación. Preferimos la pobreza en la libertad que la riqueza en la esclavitud”.

 El 28 de Septiembre de 1958, Guinea votará masivamente NO a su integración en la comunidad francesa. De Gaulle y Francia se retiraron furiosos: se cortaron todos los cables telefónicos, se llevaron todos los archivos, se destruyó mucha maquinaria, se arrancaron instalaciones eléctricas, se rompieron mapas e incluso se destruyeron vacunas infantiles. Guinea quedó sin apoyo internacional, aislada y con pocas infraestrcuturas, pero fue el primer país africano de influencia francófona que consiguió la independencia plena. Touré se convertiría en un símbolo global de la lucha y dignidad anticolonial; su actitud ante De-Gaulle sería admirada por líderes políticos de máxima importancia para el ideario panafricanista como Kwane Nkrumah, Amílcar Cabral, Patrice Lumumba y el propio Frantz Fanon.

 

 https://rebelion.org/frantz-fanon-la-locura-que-nos-revela-1/

 

https://rebelion.org/frantz-fanon-la-locura-que-nos-revela-2/

 

https://rebelion.org/frantz-fanon-la-locura-que-nos-revela-3/


viernes, 1 de agosto de 2025

Las élites actuales rusas .

 Unas élites rusas divididas sobre el levantamiento de las sanciones estadounidenses

¿Por qué se muestra Putin tan inflexible sobre Ucrania?

Borís Kagarlitski, intelectual marxista, es una figura destacada de la izquierda rusa. Desde la cárcel en la que se encuentra por su oposición a la guerra contra Ucrania, sigue reflexionando sobre el orden internacional. En este artículo coescrito con Alexéi Sajnín, un activista exiliado en Francia, detecta en las esferas de poder del país unas divisiones que podrían acentuarse.

por Alexéi Sajnín y Borís Kagarlitski


 agosto de 2025   

Cuando Donald Trump, al poco de tomar posesión como el 47.º presidente de Estados Unidos, abordó el expediente ucraniano, formuló importantes concesiones en favor de Moscú, como renunciar al proyecto de integrar Ucrania en la OTAN o reconocer formalmente Crimea como territorio ruso. Seis meses después, el Kremlin mantiene sus reivindicaciones territoriales sobre cinco regiones del país vecino y confía en seguir imponiendo a Kiev restricciones en materia de garantías de seguridad. La intransigencia rusa —a menudo explicada por la huida hacia delante de un solo hombre, Vladímir Putin— se explica mejor a la luz de los debates que ha suscitado la apertura estadounidense hacia el país. Se perfilan dos tendencias, pero ambas coinciden en un punto: no ceder en nada en lo relativo a Ucrania.

La situación no carece de ironía: con la adopción de tandas de sanciones masivas tras la invasión de 2022, Washington y Bruselas esperaban fracturar las esferas de poder. Por entonces era imposible imaginar una ruptura de los lazos económicos entre Moscú y el mundo occidental: el 35% del comercio exterior ruso se efectuaba con la Unión Europea (UE), 2,5 veces más que los intercambios entre Rusia y China. Rusia constituía el tercer socio comercial de la UE (297.000 millones de dólares), solo por detrás de Estados Unidos (747.000) y China (466.000) (1). En 2016, más del 70% de las inversiones directas rusas en el extranjero se hallaban en un país de la Unión Europea (al margen de paraísos fiscales o territorios que concentran sociedades de cartera financieras); el porcentaje era aún mayor si se incluía Chipre, Luxemburgo o los Países Bajos, que servían de plataforma para que los capitales del país pudieran evadir impuestos. En cuanto a los países que invertían en Rusia (sin contar, una vez más, los paraísos fiscales), a la cabeza de los mismos se hallaban el Reino Unido, Alemania y Francia, que poseían en torno a 33.000 millones de dólares en activos en Rusia (2). Muchos oligarcas y altos funcionarios, así como sus cónyuges e hijos, vivían o estudiaban en Londres, París o Niza.

En esta época, la oposición liberal apostaba por una escisión dentro de la clase dirigente. En 2023, Leonid Vólkov, el colaborador más cercano de Alexéi Navalny (muerto en la cárcel en febrero de 2024), así como otros representantes de organizaciones hostiles a la política del Kremlin, reclamaron en una carta dirigida a Josep Borrell —por entonces jefe de la diplomacia bruselense— el levantamiento de las medidas restrictivas contra algunos oligarcas que no habían apoyado la invasión de Ucrania. “Tenía la sensación […] de que, al crear un precedente, sería posible desencadenar una reacción en cadena de condenas públicas de la guerra y de divisiones en el interior de las élites rusas”, explicó Vólkov (3). Pero, tras algunos titubeos, la mayoría de los multimillonarios rusos regresaron al país y confirmaron su lealtad al Kremlin.

Desde 2022, dos son los discursos que dominan en las esferas del poder para justificar la invasión de Ucrania. Según el primero, Rusia se enfrenta a un Occidente hegemónico que se sirve de Ucrania como una herramienta para someter al país. La expresión “mayoría mundial”, sinónima de “Sur global”, constituye el meollo de esta narrativa. Moscú se vale de una retórica antiimperialista que recupera acentos del periodo soviético, pero a la que se propone dotar de una orientación antioccidental. Forjada por intelectuales y politólogos leales al Kremlin —como Serguéi Karagánov, director del Consejo de Política Exterior y Defensa—, esta es la tesis que en gran medida comparte el ministro de Asuntos Exteriores ruso Serguéi Lavrov. Así, en los documentos programáticos publicados en 2023 en la revista oficial del ministerio, Lavrov opuso los intereses de una “mayoría mundial que representa al 85% de la población del globo” a las “políticas neocoloniales” de un “pequeño grupo de Estados occidentales dirigidos por Estados Unidos” (4). El prestigioso círculo de reflexión Club Valdái también ha dedicado numerosas sesiones a este tema, a las que han sido invitados dirigentes de Estados asiáticos y africanos.

Un segundo discurso presenta a Rusia como una especie de arca de Noé de los valores tradicionales y cristianos de la civilización europea, “traicionados” por los dirigentes de Europa y Norteamérica. Esta doctrina ha sido desarrollada por intelectuales de extrema derecha como Alexánder Duguin: “Hay dos Occidentes —afirmó en un foro dedicado al mundo multipolar celebrado en Moscú en febrero de 2024—. El Occidente ‘globalista’ de las élites liberales y el Occidente tradicional que sufre el todopoderoso influjo del primero […] y trata de rebelarse allí donde puede… La victoria no supondrá la derrota del Occidente colectivo, sino su salvación, el regreso a sus propios valores, […] a sus raíces clásicas grecorromanas y cristianas” (5). Este enfoque mesiánico es el que promueven los intelectuales y articulistas de extrema derecha que gravitan en torno al oligarca Konstantín Maloféyev, propietario de la cadena de televisión Tsargrad y financiador de una vasta red de laboratorios de ideas ultraconservadores. También dispone de representantes en el aparato del Estado. Cuatro gobernadores regionales, la comisionada para los Derechos del Niño María Lvova-Belova (que además es su esposa) y el propio ministro de Asuntos Exteriores participaron en su Foro del Futuro 2050, celebrado el 9 y 10 de junio de 2025. El vice primer ministro (y actual ministro de Defensa) Andréi Beloúsov lleva desde 2023 declarando que Rusia puede convertirse en el “salvavidas” de las élites conservadoras europeas y estadounidenses (6).

Hasta hace poco, ambas teorías coexistían pacíficamente. Todo responsable político o intelectual leal al Kremlin era libre de elegir sus argumentos —“antiimperialistas” o “mesiánico-conservadores”— o en qué proporción combinarlos. Pero la perspectiva de un deal (‘acuerdo’) entre Putin y Trump ha convertido esos matices en líneas de fractura.

Alexánder Duguin se expresa en nombre del segundo grupo al insistir en las convergencias ideológicas entre el presidente ruso y una parte de los seguidores de Trump (7), pero afirma que un entendimiento con Washington responde, asimismo, al pragmatismo geopolítico. También critica firme, aunque prudentemente, a China. Según el teórico nacionalista, “el proyecto chino ‘Un Cinturón, Una Ruta’ y las demás iniciativas a escala planetaria de Xi Jinping (principio de un destino común de la humanidad) pueden ser vistos como otra versión de la globalización, ya no tanto americanocentrista como sinocentrista” (8). Un acuerdo con los Estados Unidos de Trump, en cambio, le permitiría a Rusia dotarse de aún mayor independencia en el marco de un “orden mundial de grandes potencias”. Ahora bien, el punto esencial de esa alianza con Estados Unidos con la que sueña Duguin y Maloféyev no implica concesión alguna sobre Ucrania. “El señor Trump debe entender que Ucrania, o bien será nuestra, o dejará de existir —insiste Duguin—. Si nos entregara Ucrania (¿a él de qué le sirve?), Trump podría dedicarse a la anexión de Canadá o Groenlandia. Incluso creo que podríamos proveerle de metales raros” (9).

Ahora bien, la perspectiva de un acercamiento con Estados Unidos —incluso sin compromiso alguno sobre Ucrania— ha despertado preocupaciones entre los hombres de negocios y los burócratas implicados en la cooperación económica con China y otros países del BRICS (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica). China, que representaba entre el 15 y el 20% de los intercambios de mercancías con Rusia antes de 2022, llegó a suponer el 34% en 2024 (236.300 millones de dólares) (10). Entre los principales sectores reorientados hacia el socio chino se cuentan el complejo industrial-militar, el automovilístico, el de la logística y las telecomunicaciones. Los sectores energético y agroalimentario también están llevando a cabo grandes proyectos enmarcados en el giro hacia el este. Los grandes oligopolios rusos han seguido el ejemplo de Rosneft (petróleo), Gazprom o Rosatóm (nuclear), y suministran a Pekín materias primas con la ayuda del banco VneshTorg Bank (VTB). En la actualidad, el conjunto de los países del BRICS concentra la mitad del comercio ruso. Simultáneamente, los intercambios comerciales con Europa se han dividido entre tres. La perspectiva de un levantamiento de las sanciones, así como el posible regreso de las empresas occidentales al mercado ruso, han desasosegado a algunos círculos de la élite económica. Varios miles de millones de dólares en activos occidentales hallaron nuevos dueños entre los hombres de negocios más fieles al Kremlin (11) tras una fase de control temporal por parte de la Agencia Federal de Gestión del Patrimonio Público (Rosimúschestvo). Ahora bien, el inesperado deshielo con Estados Unidos ha suscitado el temor a una restitución de parte de esos activos a sus antiguos propietarios. Putin, con el fin de tranquilizarlos, se dirigió a finales de mayo a un selecto grupo de dueños de empresas, a quienes prometió que el Estado “no tolerará presiones sobre las empresas nacionales”. El presidente también hizo un llamamiento a “sofocar” Microsoft, Zoom y otros servicios que “actúan en contra de Rusia”. El discurso antiimperialista, profundamente arraigado en la cultura rusa, puede que se convierta en el instrumento ideal para expresar unas inquietudes cuyo origen es, en realidad, económico.

Al menos a nivel de la retórica, esas divergencias han empezado a manifestarse con mayor fuerza: “No vais a dirigir el planeta entre dos. Vendidos y traficantes, dispuestos a abandonar al ‘Sur global’ en cinco minutos a cambio de que os acaricien la mejilla: ¿qué vais a dirigir vosotros, malditos lamebotas estadounidenses?”, se indignó contra los apologistas de Trump el escritor y diputado Zajar Prilepin, miembro del partido Rusia Justa, aliado del poder. Sentimientos similares dominan entre los influyentes “blogueros militares”, muchos de los cuales han visto en un posible acercamiento con Washington no solo una amenaza para la soberanía del país, sino también la voluntad de convertirlo de nuevo en un apéndice de Occidente proveedor de materias primas. Siguiendo la misma línea de pensamiento —aunque con un estilo más frío—, Fiódor Lukiánov, redactor jefe de la revista Russia in Global Affairs, califica de “error estratégico” una cooperación con la Casa Blanca en detrimento de las relaciones con el Sur global: “Si Rusia se acoge al aperturismo de Trump y se aparta de sus socios no occidentales, reforzará el estereotipo según el cual pone la aprobación de Occidente por encima de todo. […] Una clara victoria [en Ucrania] consolidaría su rango de potencia en un mundo multipolar. Si fracasa en su propósito de sacar partido de este momento —cayendo en la trampa de un nuevo compromiso con Occidente—, Rusia se arriesga a perder sus ganancias estratégicas”.

Desde el principio de la guerra, las autoridades rusas han tratado de eliminar toda señal de desacuerdo en el seno de la sociedad y, sobre todo, de la clase dirigente. Pero las ofertas estadounidenses han disipado al instante esta ilusión de unidad, perfilando la posibilidad de un enfrentamiento —de momento, solo retórico— entre las tendencias “proestadounidenses” y “prochinas”..

https://mondiplo.com/por-que-se-muestra-putin-tan-inflexible-sobre



jueves, 31 de julio de 2025

Autoritarismo y democracia en el siglo XXI

 

Enzo Traverso: Autoritarismo y democracia en el siglo XXI

Martín Mosquera / Enzo Traverso

Entrevista con Enzo Traverso, que actualiza su análisis sobre el posfascismo. Reflexiona sobre el ascenso de las nuevas derechas y la crisis global de la izquierda

https://www.lahaine.org/mundo.php/enzo-traverso-autoritarismo-y-democracia-en-el

 

miércoles, 30 de julio de 2025

El capitalismo nihilista .

                                                                      


Nihilismo /neoliberalismo   /  


Iñaki Urdanibia

 

«El nihilismo, que en términos más actuales se puede nombrar neoliberalismo, es la captura de la vida por el resentimiento hacia todo lo que pueda evocar el deseo de construir una posibilidad nueva sin destruir el legado»

Ambos términos empiezan con ene al igual que la editorial, NED, que acaba de publicar un libro del ensayista y psicoanalista argentino Jorge Alemán (Buenos Aires, 1951): «Ultraderechas: Notas sobre la nueva deriva neoliberal». Cuarenta y seis iluminaciones componen la primera parte de la obra, Ultraderechas, y tres conferencias, Tres intervenciones, que son reunidas en la segunda, Ley, Ateísmo, Inteligencia Artificial.

El ensayista hilvana, con instrumental marxista, lacaniano y freudiano, diferentes niveles que confluyen en su caracterización de nuestro tiempo, caracterizado por el ascenso global de las nuevas derechas radicalizadas. No es solamente, como indicaba en la primera línea, que el nihilismo coincida con el neoliberalismo por la letra inicial, sino que su parentescos es tan estrecho que llegan a conformar un uno en estos tiempos de dominio de los Bolsonaro, Milei, Trump acompañados de los tecnoligarcas de Silicon Valley, no siendo estos últimos más que síntomas de una época en la que el neoliberalismo, carece de cualquier proyecto colectivo creíble; no son fruto solamente de la decadencia del modelo capitalista, que ha subsistido por medio de tanteos y pruebas de diferentes hábitos, sino que es el propio deterioro del sistema el que ha provocado esta situación de nihilismo total. Sobre tres ejes, entreverados, gira su interpretación de la época: la política, el psicoanálisis y la filosofía.

No hace falta ni decirlo, que la visión que ofrece Alemán no se basa en las esfera económica, sino que otorga esencial importancia, y cabida, a los aspectos del deseo, de la subjetividad, de los procesos de subjetivización que llevan a interiorizar en cada sujeto, una serie de valores -por calificarlos de algún modo- hasta el punto de considerarlos suyos, necesarios, suponiendo una incertidumbre en los ciudadanos acerca de la vida que desean llevar, en una carrera en la que el deseo acabe respondiendo, en su desbrujule, a la voz del amo…con la bandera, solapada, de la pulsión de muerte, que castra a los ciudadanos, imbuidos por los canto de sirena del único mundo real y posible, que embiste y trata de anular cualquier visión que contradiga la permanencia del sistema en curso y que proponga propuestas de cambio y emancipación. La ultraderecha es la expresión de este estado en declive, primando en sus postulados el odio (a los migrantes, a las mujeres, a la gente de izquierda…) hacia los no iguales, y alardeando también desde desprecio de la política, que traduce un miedo y un rechazo frontal del Otro, haciendo que con el propósito de anular a éste, al Otro, en sus diferentes expresiones y representaciones (el comunismo, Venezuela, los extranjeros, las vacunas, el populismo, las mujeres de gran personalidad política, el movimiento LGTBI), se someta ella misma en ese camino de destrucción, de sí misma; con el recurso a un darwinismo social apenas disimulado. Se diferencia el fascismo actual del clásico, en la medida en que el segundo cifraba sus objetivos en una recuperación del orden perdido, el posfascismo muestra sin ambages su carácter destructivo y nihilista; la motosierra de Milei, adoptada por otros personajes de diferentes lares, es la descarada exhibición de cortar con todo, llegando en su verborrea, al igual que el rubio superempresario que dirige caóticamente el país de las barras y estrellas, a predicar el vaciamiento del Estado, y embestir, al menos de boquilla, contra éste como si fuera un aparato de dominio absolutamente independiente de los grandes propietarios, etc. Esta verborrea contra todo, les conduce hasta pervertir el término libertario que lo emplean con pudor como expresión de sus posturas y modo de actuación. Funciona una maquinarias que tritura las relaciones de los individuos en el ágora, que queda disuelta en lo que hace al intercambio de ideas y a debate, dándose la circunstancia de hay ciertos dispositivos que funcionan como poderes con capacidad de subvertir los gobiernos, al convertir lo político en procesos judiciales por medio del acusaciones falsas, de mentiras e insultos repetidos una y otra vez, aireadas por los medios de esparcir odio; y los ciudadanos convertidos en sus propios esclavizadores al ofrecer sus datos de consumo, y otros, que servirán para su consiguiente formateo. Establece Alemán distinciones entre goce y el deseo, entre maquiavélico y maquiaveliano, masa y pueblo, deseo y pulsión, revolución clásica y actual y sus relaciones con el reformismo, insultos e insultos, diferentes populismos, explotación y opresión,y otras nociones, etc.

Si el capitalismo en su fase actual nada puede ofrecer como proyecto, esta carencia afecta igualmente a la izquierda a la que lanza un severa crítica, en la medida en que ha centrado sus esfuerzos transformadores y de lucha, en lo social y lo estructural, no tomando en cuenta los aspectos relacionados con el inconsciente del malestar que les invade, siendo en el terreno en que el deseo contacta con el miedo, y el narcisismo con la frustración, en donde echa sus raíces el odio político. En sus propuestas asoma el cruce entre Marx y Foucault Alemán sugiere que una política emancipadora que se precie ha de tomar en cuenta que el sujeto es moldeable y al ser como una esponja aprehende las coplas con las que se le bombardea a través de los diferentes medios, lo que hace que aún sin abandonar las luchas feministas, antirracistas y otras, vuelva a recuperar el concepto de hegemonía, que respete la pluralidad y la diversidad de ideas y propuestas siempre que estén encaminadas a la liberación, a sanear la relación con los otros, creando lazos de amistad y de preocupación por lo común. Señala en este orden de cosas la que el denomina la izquierda difícil que conlleva la emancipación difícil. Sus propuestas van por el camino de reivindicar una  izquierda lacaniana, un psicoanálisis que no persiga la domesticación (para ello ya están las terapias cognitivas, la autoayuda y el coach), convirtiéndose en un dogma, sino que persiga la construcción de un sujeto en todas sus potencialidades, el psicoanálisis como herramienta de la subversión….incidiendo en que «la verdadera lucha no es sólo económica sino libidinal», que se oponga al sometimiento y haga posible la emergencia del deseo, en este escenario – en que las redes se convierten nen pantallas de insultos permanentes- en que el neoliberalismo ha conseguido crear una depresión generalizada

Si lo que he presentado lo realiza el ensayista con una habilidad de ir entrelazando los diferentes flashes, los cuarenta y pico señalados, para componer el mapa de nuestro hoy en la primera parte, en la segunda, se presentan tres conferencias: en la primera, recurriendo a El proceso kafkiano, el autor señala que hoy nos encontramos con una versión más perversa de ese poder y esa ley, al darse una absorción por parte de la maquinaria de los sujetos, convirtiéndoles en responsables de su propia miseria. La segunda, se hurga en la situación creada por el monoteísmo, en la que se daba una visión de la verdad en términos de un fundamento último, lo que garantizaba el orden simbólico, tal garantía hoy, en la era neoliberal, el mercado ha ocupado el lugar con el horizonte de una acumulación permanente y en la promesa de satisfacción total. La irrupción de la Inteligencia Artificial, es el objeto de la tercera conferencia, incidiendo en que si el capitalismo ha encontrado en la digitalización una nueva frontera de explotación, con la IA, la automatización del deseo se vuelve posible. Echando mano de la crítica de la técnica de Martin Heidegger.

Y Jorge Alemán señala el propósito de su libro, advirtiendo que «no es solo un análisis, sino una advertencia. La ultraderecha es un síntoma del fracaso de las democracias neoliberales y de la incapacidad de construir un horizonte alternativo. Pero no basta con denunciarlo: es necesario pensar cómo salir de este tiempo, cómo sostener un deseo que no quede capturado por la lógica del goce mortífero»

 

https://kaosenlared.net/nihilismo-neoliberalismo/



lunes, 28 de julio de 2025

Indignidad europea ante el engaño trumpista

  

Indignidad europea ante el engaño trumpista

 

Por Juan Torres López

 

| 29/07/2025 |  

 La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el de Estados Unidos, Donald Trump, acaban de escenificar una auténtica y desvergonzada obra de teatro.

 Como ha hecho con otros países, Donald Trump no ha buscado ahora con la Unión Europea un buen acuerdo comercial para los intereses de la economía estadounidense, como él se empeña en decir. Y en lo que ha cedido von der Leyen no es en materia arancelaria para evitar los males mayores de una escalada de guerra comercial, como afirman los dirigentes europeos. El asunto va por otros derroteros.

 Los aranceles del 15 por ciento acordados para gravar casi todas las exportaciones europeas los pagarán los estadounidenses y, en algunos casos, con costes indirectos aún más elevados.

 Eso pasará, entre otros productos, con los farmacéuticos que se ven afectados. Puesto que en Estados Unidos no hay producción nacional alternativa y siendo generalmente de compra obligada (los economistas decimos de muy baja elasticidad de la demanda respecto al precio) los consumidores terminarán pagando precios más elevados. Suponiendo que fuese posible o interesara la relocalización de las empresas para irse a producir a Estados Unidos (lo que, desde luego no está nada claro), sería a medio plazo (lo expliqué en un artículo anterior).

 Los aranceles a los automóviles europeos serán del 15 por ciento, pero los fabricantes estadounidenses deben pagar otros del 50 por ciento por el acero y el cobre, y del 25 por ciento por los componentes que adquieren de Canadá y México. Sería posible, por tanto, que los coches importados de la Unión Europea sean más baratos que los fabricados en Estados Unidos y que a los fabricantes de este país les resulte mejor producirlos en Europa y llevárselos de vuelta. Además, la mayoría de los automóviles de marcas europeas que se venden en Estados Unidos se fabrican allí, de modo que no les afectarán los aranceles, mientras que en Europa apenas se venden coches estadounidenses, no por razones comerciales sino más bien culturales o de gustos. Otros productos en los que Europa tiene ventajas, como los relativos a la industria aeroespacial y algunos químicos, agrícolas, recursos naturales y materias primas no se verán afectados.

 En realidad, en términos de exportación e importación de bienes generales, el «acuerdo» no es favorable a Estados Unidos. Como explicó hace unos días Paul Krugman en un artículo titulado El arte del acuerdo realmente estúpido, el que suscribió con Japón (y se puede decir exactamente lo mismo ahora del europeo y de todos los demás) «deja a muchos fabricantes estadounidenses en peor situación que antes de que Trump iniciara su guerra comercial».

 No obstante, todo esto tampoco quiere decir que Europa haya salido beneficiada. Las guerras comerciales no suele ganarlas nadie, y muchas empresas y sectores europeos (los del aceite y el vino español, por ejemplo) se verán afectados negativamente. Pero no perderán porque Trump vaya buscando disminuir el déficit de su comercial exterior, sino como un efecto colateral de otra estrategia aún más peligrosa.

 La realidad es que a Estados Unidos no le conviene disminuirlo porque este déficit, por definición, genera superávit y ahorro en otros países que vuelve como inversión financiera a Estados Unidos para alimentar el negocio de la gran banca, de los fondos de inversión y de las grandes multinacionales que no lo dedican a invertir y a localizarse allí, sino a comprar sus propias acciones. El déficit exterior de la economía estadounidense no es una desgracia, sino el resultado deliberadamente provocado para construir sobre él un negocio financiero y especulativo de colosal magnitud.

 Lo que verdaderamente busca Estados Unidos con los «acuerdos» comerciales no es eliminar los desequilibrios mediante aranceles. Eso es algo que no se ha conseguido prácticamente nunca en ninguna economía). El objetivo real de Estados Unidos es hacer chantaje para extraer rentas de los demás países, obligándoles a realizar compras a los oligopolios y monopolios que dominan sus sectores energético y militar y, por añadidura, humillarlos y someterlos de cara a que acepten más adelante los cambios en el sistema de pagos internacionales que está preparando ante el declive del dólar como moneda de referencia global.

 En el «acuerdo» con la Unión Europea (como en los demás), lo relevante ni siquiera son las cantidades que se han hecho públicas. Los aranceles son una excusa, un señuelo, el arma para cometer el chantaje. Lo que de verdad importa a Trump no es el huevo que se ha repartido, sino el fuero que acaba de establecer. Es decir, la coacción, el sometimiento y el monopolio de voluntad que se establecen, ya formalmente, como nueva norma de gobernanza y dominio de la economía global y que Estados Unidos necesita imponer, ahora por la vía de la fuerza financiera y militar debido a su declive como potencia industrial, comercial y tecnológica.

 Siendo Donald Trump un gran negociador, si quisiera lograr auténticas ventajas comerciales para su economía no habría firmado lo que ha «acordado» con Europa (y con los demás países), ni hubiera dejado en el aire y sin concretar sus aspectos más cuantiosos. La cantidad de compras de material militar estadounidense no se ha señalado: «No sabemos cuál es esa cifra», dijo al escenificar el acuerdo con von der Leyen. El compromiso de compra de 750.000 millones de dólares en productos energéticos de Estados Unidos en tres años sólo podría obligar a Europa a desviar una parte de sus compras y tampoco parece que se haya concretado lo suficiente. Y la obligación de inversiones europeas por valor de 600.000 millones de dólares en Estados Unidos es una quimera porque la Unión Europea no dispone de instrumentos (como el fondo soberano de Japón) que le permitan dirigir inversiones a voluntad y de un lado a otro. Además, establecer esta última obligación sería otro disparate si lo que de verdad deseara Trump fuese disminuir su déficit comercial con Europa: si aumenta allí la inversión europea, disminuirán las compras de Europa a Estados Unidos, y lo que se produciría será un mayor déficit y no menor.

 Lo que han hecho von der Leyen y Trump (por cierto, en Escocia y ni siquiera en territorio europeo) ha sido desnudarse en público. Han hecho teatro haciendo creer que negociaban cláusulas comerciales, pero en realidad se han quitado la ropa de la demagogia y los discursos retóricos para mostrar a todo el mundo sus vergüenzas manifestadas en cinco grandes realidades:

 1. El final del gobierno de la economía global y el comercio internacional mediante reglas y acuerdos y el comienzo de un nuevo régimen en el que Estados Unidos decidirá ya sin disimulos, a base de chantaje, imposiciones y fuerza militar.

 2. A Estados Unidos no le va a importar provocar graves daños y producir inestabilidad y una crisis segura en la economía internacional para poner en marcha ese nuevo régimen. Quizá, incluso lo vaya buscando, lo mismo que buscará conflictos que justifiquen sus intervenciones militares.

 3. La Unión Europea se ha sometido, se arrodilla ante el poder estadounidense y renuncia a forjar cualquier tipo de proyecto autónomo. Como he dicho, a Trump no le ha importado el huevo, sino mostrar que Europa ya no toma por sí misma decisiones estratégicas en tres grandes pilares de la economía y la geopolítica: defensa, energía e inversiones (en tecnología, hace tiempo que perdió el rumbo y la posibilidad de ser algo en el concierto mundial). Von der Leyen, con el beneplácito de una Comisión Europea de la que no sólo forman parte las diferentes derechas sino también los socialdemócratas (lo que hay que tener en cuenta para comprender el alcance del «acuerdo» y lo difícil que será salir de él), ha aceptado que la Unión Europea sea, de facto, una colonia de Estados Unidos.

 4. Ambas partes han mostrado al mundo que los viejos discursos sobre los mercados, la competencia, la libertad comercial, la democracia, la soberanía o la paz eran lo que ahora vemos que son: humo que se ha llevado el viento, un fraude, una gran mentira.

 5. Por último, han mostrado también que el capitalismo se ha convertido en una especie de gran juego del Monopoly regido por grandes corporaciones industriales y financieras que han capturado a los estados para convertirse en extractoras de privilegios, en una especie de gigantescos propietarios que exprimen a sus inquilinos aumentándoles sin cesar la renta mientras les impiden por la fuerza que se vayan y  les hablan de libertad.

 La Unión Europea se ha condenado a sí misma. Ha dicho adiós a la posibilidad de ser un polo y referente mundial de la democracia, la paz y el multilateralismo. Ahora hace falta que la gente se entere de todo esto y lo rechace, lo que no será fácil que suceda, pues a esos monopolios se añade el mediático y porque, como he dicho, esta inmolación de Europa la ha llevado a cabo no sólo la derecha, sino también los socialistas europeos que, una vez más, traicionan sus ideales y se unen a quien engaña sin vergüenza alguna a la ciudadanía que los vota.

 

Fuente: https://juantorreslopez.com/indignidad-europea-ante-el-engano-trumpista/

domingo, 27 de julio de 2025

El capitalismo de guerra quiebra la Europa social .

 

                                           


Recortes para la guerra

 Eduardo Luque

26 julio, 2025

EUROPA SE BLINDA POR FUERA PERO SE DESMANTELA POR DENTRO

 Durante años, la Unión Europea cultivó una imagen de potencia civilizadora, fundamentada en el respeto al derecho internacional, la cohesión social y la defensa del Estado de bienestar. No obstante, esa representación empieza a resquebrajarse. Una parte creciente de la ciudadanía europea comienza a tomar conciencia de la falsedad de ese relato: los llamados “valores europeos” no son principios universales, sino una retórica que encubre una lógica de expolio promovida por las élites financieras en detrimento de las mayorías sociales.

Desde su fundación, la UE se estructuró sobre la hegemonía alemana en el continente y fue concebida, en buena medida, como un dispositivo para neutralizar posibles insurrecciones populares que, durante la Guerra Fría, veían en la URSS una alternativa política y social. Como explicó David Harvey, para sostener las estructuras de dominación sobre las clases subalternas, tanto dentro como fuera de Europa, fue necesario «embridar al capitalismo» mediante nuevas modalidades de saqueo neocolonial. Los sistemas de bienestar que beneficiaron a sectores amplios de la población europea se alimentaron, durante décadas, de los excedentes generados por esa lógica de desposesión.

 Hoy, ese orden muestra signos evidentes de agotamiento. El Sur Global comienza a abrirse paso, mientras emergen nuevas formas de multilateralismo que cuestionan los pilares del neoliberalismo global. En su intento de preservar la hegemonía, este revela cada vez con mayor crudeza su rostro autoritario: reprime los conflictos sociales con violencia, guarda silencio ante el genocidio palestino y tolera la violación sistemática de los derechos humanos. Las instituciones diseñadas para sostener ese poder —desde el FMI y el G7 hasta el Banco Mundial— atraviesan una crisis sistémica. En este contexto, la UE no puede seguir presentándose como un proyecto de paz surgido de las cenizas de dos guerras mundiales. Más bien fue un instrumento de continuidad para extender el modelo de dominación sobre sus antiguas colonias.

 Hoy, la deriva autoritaria se hace patente en la normalización institucional de la extrema derecha, fenómeno que remite a los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Es la respuesta del capitalismo a su propia crisis: reducir la soberanía popular, transferir el poder a élites políticas desconectadas del control democrático y reforzar mecanismos de exclusión social.

 Aunque la Unión Europea proclama defender los derechos de sus ciudadanos, los hechos desmienten esa afirmación. Su creciente dependencia del militarismo, su subordinación estratégica a la OTAN y, en última instancia, a los intereses de Estados Unidos, ponen en evidencia la renuncia efectiva a la “autonomía estratégica” tantas veces invocada. Dicha renuncia se concreta en tres planos fundamentales: el militar, el fiscal y el político.

La reciente cumbre del G7 ha sellado esta rendición: bajo presión directa o indirecta de Washington, los países europeos han renunciado a imponer nuevos o antiguos impuestos a gigantes estadounidenses como Google, Amazon, Apple o Microsoft, empresas que operan en suelo europeo y acumulan beneficios millonarios sin aportar proporcionalmente a las arcas públicas. El coste de esta cesión se calcula en más de 80.000 millones de euros anuales, que Europa deja de ingresar.

 Simultáneamente, los líderes europeos han ratificado el objetivo de destinar el 5 % del PIB al gasto militar, lo que supone que uno de cada cinco euros del presupuesto anual deberá orientarse a armamento, defensa y producción militar. Esta reconfiguración del gasto público no solo altera la arquitectura fiscal de los Estados, sino que redefine las prioridades éticas y políticas del proyecto europeo.

 Francia ilustra con crudeza esta transformación. El gobierno derechista de François Bayrou, designado para liderar el ajuste, ha anunciado recortes por 42.000 millones de euros en 2026 y una cifra similar para 2027, al tiempo que aumenta el presupuesto militar. Entre las partidas sacrificadas se cuentan los subsidios energéticos para pensionistas, la congelación de las pensiones —el llamado “año blanco”—, la reducción del empleo público, la privatización de servicios esenciales, y recortes en sanidad pública y transición ecológica…. Se trata de un ajuste brutal, ejecutado mientras el país —como buena parte del continente— se desliza hacia una forma de empobrecimiento estructural.

 Las analogías históricas se imponen. En los años previos a la Revolución francesa, especialmente 1787 y 1788, Francia vivió los llamados “veranos sin sol”: crisis climáticas, malas cosechas, inflación galopante y una política fiscal regresiva que exprimía al pueblo para financiar guerras imperiales, mientras las clases privilegiadas permanecían al margen de la miseria. Thomas Jefferson, desde París, describía en 1787 la escena con amargura: “multitudes de condenados pisoteadas bajo los pies”. Hoy, la historia no se repite, pero rima. En lugar de aristócratas, hay corporaciones. En vez de castillos, sedes fiscales en Irlanda, Luxemburgo o Países Bajos. Y en lugar de guerras dinásticas, un rearme atlantista impulsado por Washington y seguido sumisamente por Bruselas, que desmantela el Estado social para alimentar al complejo militar-industrial.

 La UE, por boca de sus líderes, invoca la llamada “economía de guerra”. No es una excepción transitoria: es la nueva doctrina económica europea, una especie de “keynesianismo militar”. Incluso organismos comunitarios han advertido que este giro compromete de forma directa la financiación de políticas ambientales y sociales. Pero sus advertencias caen en saco roto. El Parlamento Europeo ha pedido incluso una expansión “drástica” del gasto militar, financiada mediante bonos europeos. No se trata de una medida de emergencia: es una reorientación estructural.

 El riesgo no es únicamente fiscal. Es político y social. Francia, por su historia de lucha, su tejido sindical y su memoria revolucionaria, representa el punto más inflamable del continente. Pero lo que allí sucede no es una excepción: es el síntoma de una enfermedad generalizada. La Europa social está siendo desmantelada en silencio, con la coartada permanente de amenazas externas —Rusia, China, terrorismo, inmigración— que sirven para justificar lo injustificable.

 Las élites parecen no comprender que la historia tiene umbrales. Cuando se deja sin calefacción a los ancianos, sin vivienda a los jóvenes y sin sanidad a los trabajadores, no hay cohesión social que resista. Y cuando, al mismo tiempo, se exime de impuestos a quienes más se benefician del sistema y se refuerza el aparato represivo, la ruptura no es solo posible: es inminente.

 La advertencia de Jefferson no es solo una imagen del pasado. Es una señal para nuestro presente. Europa se blinda por fuera, pero se desmantela por dentro. Y cuando el escudo se convierte en espada, no tarda en volverse contra los suyos.

 

https://www.elviejotopo.com/topoexpress/recortes-para-la-guerra/


 Y VER .-El militarismo alemán 

https://observatoriocrisis.com/2025/07/26/goethe-y-la-locura-del-militarismo-alem