martes, 13 de junio de 2017

Moción de censura 1ª parte.

Rajoy e Iglesias: la censura interminable

Ctxt

¿Para qué puede servir una moción que no llega a censurar a un gobierno? Para saber dónde están el Gobierno y la oposición. Podemos y PP muestran su posición en el tablero frente a la indefinición de Ciudadanos y PSOE

La pregunta de para qué sirve una moción de censura, si no es para derrocar a un gobierno, tuvo unas cuantas posibles respuestas el martes 13 de junio –nada excluyentes entre sí–. Varias de ellas: comprobar la resistencia física de los políticos (y de los periodistas); comprobar la resistencia de los argumentos de aquellos (nada nuevo bajo el sol); comprobar la resistencia psíquica de los periodistas (y de los ujieres); comprobar que lo que parece no importar mucho, a priori, a los medios de comunicación, resulta importar bastante a los que trabajan para esos medios: La 1, el primer canal de la televisión estatal, no retransmitió la sesión, ni en directo ni en diferido, pero por los pasillos de la Cámara baja y en la tribuna de prensa sólo faltaba Jesús Quintero.
Se le echó francamente en falta, por la cosa del silencio: inexistente durante ocho horas consecutivas, ocho, de rave política –hasta el primer receso decretado por la presidenta Pastor–. Una suerte de macrosesión de control al Ejecutivo, con ambiente veraniego de fiesta de fin de curso o selectividad, según para quién: más lo primero para el PP, más lo segundo para Podemos, que comenzó, a través de su portavoz, Irene Montero, a cantar a las 9 de la mañana y durante las dos horas siguientes la lección de historia contemporánea del PP; de las gestas de Rodrigo Rato a las obras completas del marido de Dolores Cospedal, que levantaba la vista de Sus Asuntos, con la nariz apuntando a Roma, cada vez que Montero mentaba a su consorte –hasta tres veces, tres.
Hay que reconocer a Montero su ímpetu, su energía; hubiera valido para la ópera, de saber controlar la voz y la respiración. ¿Para qué puede servir una moción de censura que no llega a censurar (a derrocar) a un gobierno? Para escenificar a lo grande (a lo inabarcable en lo cronológico) lo que ya se ha venido escenificando durante meses, lo que todo el mundo a estas alturas con algún interés por la cosa pública debería saber ya: dónde está el Gobierno, dónde está la oposición [deberá el lector rellenar, sin mucho esfuerzo, la línea de puntos que corresponde a PSOE y Ciudadanos, parecidos en el hecho de no saber muy bien quiénes son]. Podemos y PP tienen en común el saber quiénes son, su posición en el tablero. Los primeros son ya, a la luz de lo visto, los impugnadores de todo un sistema de cosas que se remonta a los Reyes Católicos; los segundos, los que seguirán ganando batallas, como El Cid, después de muertos --y después de encarcelados, como El Dioni--.
Montero glosó durante dos horas la historia negra del Partido Popular; es posible que no se dejara una sola materia suelta: la especulación inmobiliaria, el intento de “borrar la memoria democrática del país”, el “servilismo a las élites económicas”; la política como negocio y el latrocinio como sistema; la destrucción de pruebas, la coacción a los jueces, la coacción a la libertad de expresión, la precariedad de los jóvenes, la precariedad de los pensionistas, la precariedad general; el “saqueo de lo público”, el chanchullo, la “mafia policial” y el espionaje, las “mordidas de los oligarcas”, el “ADN del búnker [franquista]”...
¿Para qué servía la moción de censura? Para tener tiempo suficiente, dijo, de enumerar, por orden alfabético, todos y cada uno de los casos conocidos hasta ahora de corrupción que afectan al Partido Popular; varias decenas, de Gürtel a Pokemon.
“Esta moción les dice claramente basta ya”, dijo Montero. "Con ella, millones de ciudadanos afirman que queremos hacer las cosas de otra manera, que no tenemos miedo y que no aceptamos la desesperanza y la resignación”. La cuestión es saber si esos millones de ciudadanos hubieran podido aguantar sin desesperanza y resignación dos horas (de Montero) más otras tres (de Pablo Iglesias), más algunas otras (y otras) que la fiebre impedía ya contar pero que algunos atribuían a una posible secuela de El señor de los anillos con banda sonora de Paco Ibáñez. 
Para cuando Iglesias subió a la tribuna, tras la intervención de su portavoz y la réplica –saliendo del banquillo como si volviera Michael Jordan, a juzgar por la euforia popular– de Mariano Rajoy, los periodistas de la tribuna y de la sala de prensa y de los pasillos hubieran dado ellos mismos el Gobierno a Iglesias a cambio de un sándwich. Entonces llegó la Gran Lección de Historia de España. El discurso de Iglesias pudo resultar cuasi impecable durante los primeros 45 minutos –una conferencia admirable–: una impugnación sobre cómo ha dolido España a los progresistas desde el Renacimiento para acá.
Repasar de tal forma el desastre español, de las guerras carlistas a Indalecio Prieto, puede ser necesario para una cátedra, pero también discutible en términos de comunicación. Iglesias ha dicho varias veces que “Podemos no puede seguir siendo la formación de cuatro profesores universitarios”. Pero Podemos parece virar continuamente de la barricada a la academia, sin demasiado margen para que quien deba entenderles del todo les entienda. Sonaba ora a clase magistral, ora a castigo, no sólo para la bancada popular, sino para el Hemiciclo entero (de aquí no salís hasta que no salga el responsable). Pero se trataba sobre todo de retratar, de un solo trago larguísimo, toda la era política de Mariano Rajoy al frente del Gobierno: el que pasará a la Historia, según su discurso, como “el presidente de la corrupción”.
Mariano Rajoy alzó el pie y se armó el revuelo. Su intervención se intuía, pero no se sabía qué tiempo dedicaría a responder o si sólo asomaría la patita. Hubo una ebullición por los pasillos de prensa: Montero debía haberlo cabreado, se especulaba. Esperábamos, por tanto, cierta pasión: una salida de tiesto. Pero vino a hilvanar de nuevo, con algunas variaciones, el abecé de su recital antirregeneración. Lo hizo en la réplica a la portavoz y en la de Pablo Iglesias. Desde que llegó Podemos a la política, el PP ha construido un sistema de diques del que se siente orgulloso y nada avergonzado, a pesar de no ofrecer una explicación oportuna y precisa a los hechos que lo pudren como organismo. Estos diques se utilizan como ansiolítico de consumo propio para regular los ánimos de su bancada: desahogando sus tensiones, adensando ciertas dignidades y desinflando la frustración que les carcome desde que se vinieran electoralmente abajo. No sólo ocurrió por entonces una desbandada de diputados; además, entraron en la Cámara unos desharrapados que por primera vez pronunciaban un discurso que les tocaba su propia estructura genética. Rajoy, alentando a los suyos, intentó ridiculizar (y eludir) la oleada de críticas, la exhibición de casos de corrupción y el listado de imputados, recurriendo a la etiqueta de la chusma y comparando la acción política de Unidos Podemos con grafiterismo callejero.
El sistema de diques y compuertas que puso a funcionar Rajoy consiste en hablar, bajo cualquier circunstancia, de recuperación de la economía estadística (que no de la real); asegurar que su partido es el que más lucha contra la corrupción porque los procesos judiciales se están produciendo bajo su Gobierno (olvidando las zancadillas a la judicatura); o derramar la presunción de inocencia como si fuera una suerte de nitrógeno líquido, congelando toda posible alusión a procesos judiciales que contienen indicios suficientes para justificar la búsqueda de responsabilidades políticas.
Estas son algunas fórmulas de defensa, pero el martes 13 el gallego desplegó también sus tácticas de ataque, y tampoco oímos nada nuevo. Nula fiabilidad, falta de sentido común, Venezuela, sectarismo, política espectáculo (“creen que el Parlamento es un sitio para montar pollos”)… Sin olvidarse, claro, del argumento más elaborado y que más cachondez levanta en los rostros del ala derecha del Parlamento. Esto es, que Podemos llegó tarde, que esta formación sólo puede sustentarse en condiciones miserables, que sus adhesiones sólo se mantienen gracias a la indignación y que, en consecuencia, como el PP ha reparado el país, ellos, los morados, ya no tienen nada que ofrecer a los ciudadanos. Esto les permite reducir a Podemos a una masa de irracionalidad y, por tanto, considerar sus propuestas como desvaríos inasumibles. Una línea que Rajoy corona siempre de la misma manera: “Cuanto más les conocen, menos les votan”. Aplausos, risas, aplausos.
Los turnos de intervención de Rajoy pivotaron en estas líneas. El presidente añadió también algún chascarrillo de mesa de dominó, algún gazapo gramatical; lo suyo. Se inició, al final de la mañana, un turno de réplica y contrarréplica entre el presidente y el líder de Podemos. En la mociones de censura las intervenciones son ilimitadas. El ir y el venir, la posibilidad de responderse de manera más próxima, aumentó la tensión. A Rajoy se le erizó el lomo y desautorizó a Iglesias como candidato: lo acusó de transformismo político, le atribuyó impulsos antidemocráticos y se quejó de que los argumentos de los morados nadaban en generalidades sin fundamento. Después de largos minutos dedicados a enumerar casos de corrupción y citando cargos imputados, Rajoy convino, sin apuro, que caían en la generalidad.
La moción fracasará. Iglesias lo sabe, lo sabía desde el principio. Trató de mantener el anunciado “perfil presidenciable” (término que define una forma de hablar neutra y que mencione la Constitución de tanto en tanto); sin embargo, la actitud se le fue agriando. La realidad, que la batalla nacía perdida, acabó resignándolo. Al principio de la tarde, Baldoví, de Compromís, llamó al PSOE: “Si comparten los motivos, si hoy se van a abstener porque la moción está verde… Utilicemos el verano para consensuar el programa y el candidato”.
Quizás el cometido (involuntario, casi colateral) de esta moción sea engendrar una nueva que se tome a sí misma en serio. Veremos qué dice Pedro Sánchez cuando termine de poner orden en su casa.
Esteban Ordóñez es periodista, creador del blog Manjar de hormiga. Colabora en El estado mental y Negratinta, entre otros.
Miguel Ángel Ortega Lucas. Escriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza (ficha policial).
@Ortega_Lucas
Fuente: http://ctxt.es/es/20170607/Politica/13245/mocion-censura-Iglesias-montero-pp-rajoy-corrupcion.htm

lunes, 12 de junio de 2017

La “sobreactuación” de Rajoy en la legislatura-ciénaga.

Reino de España: crónica anticipada de la “sobreactuación” de Rajoy

G. Buster  

11/06/2017

Faltan dos días para la moción de censura y en la legislatura-ciénaga graniza. Caen pedrusco de hielo en medio de un tórrido final de primavera, que convierte las convocatorias al aire libre en auténticos actos de heroísmo cívico. La mochila viene muy cargada. Pero por si hacia falta, a la lucha contra los elementos -que tampoco les ha gustado a Felipe II y a Mariano Rajoy-, se han sumado algunas instituciones del estado más decididas.
El Tribunal Constitucional, casi en sus vísperas catalanas, ha anulado el decreto-ley de marzo de 2012, que aprobó la amnistía fiscal de Montoro, sin por ello cuestionar sus consecuencias. Pocos días antes, dimitía el fiscal anticorrupción Moix, -reprobado por el Congreso de los Diputados con el fiscal jefe Maza y el ministro de justicia Catalá- por mantener (legalmente) una empresa en un paraíso fiscal. Y la Audiencia Nacional rechazaba los argumentos de Rajoy para declarar por teleconferencia sobre la caja B de la financiación del Partido Popular y le conminaba a hacerlo de cuerpo presente.
Pero las cosas cuando van mal, pueden ir a peor. Se puede hundir un banco, como el Popular, en 48 horas, obligar a su expropiación estrenando los nuevos mecanismos de estabilidad financiera europeos, arruinar a sus accionistas y venderlo por un euro al Banco de Santander. Algo hace sospechar que los mecanismos de vigilancia, sobre todo los del BdE, han vuelto a no funcionar. O que se cumplan todas las profecías y, efectivamente, después de dos decretos-ley de reforma de la estiba y de marginar las negociaciones en curso entre la patronal y los sindicatos, tres días de huelga –seguida al 100%- coloquen a los puertos al borde de la ruina y el gobierno, entonces, llame a negociar, pero sin alterar su decreto-ley.
En realidad, el gobierno Rajoy esta satisfecho en medio de las inclemencias. En la Asamblea regional de Madrid ha entrenado con gran éxito como ahogar una moción de censura en el estruendo tumultuario de las intervenciones de todos los consejeros autonómicos, sin que su presidenta Cifuentes tuviera que dignarse a levantar los ojos de su teléfono móvil para mirar a la interpelante. ¿Quieren pan?, toma circo.
Hasta el punto que el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, no descarta subir a la tribuna el próximo martes 13 para responder en alguna ocasión al portavoz de Unidos Podemos, Pablo Iglesias, cuando le hayan picado y abanderillado a conciencia sus ministros y el portavoz parlamentario del PP. Para reafirmar las esencias patrias.
Más necesarias que nunca, porque después de un sinfín de peripecias tragicómicas, por fin la Generalitat de Catalunya ha anunciado la fecha del referéndum de autodeterminación -1 de octubre 2017- y la pregunta: “¿Quiere que Cataluña sea un estado independiente en forma de república?”.
Un “estado de derecho” un poco disfuncional
La reacción del Gobierno Rajoy, acosado por los casos de corrupción, hasta el punto de haber sido definido como “una banda para delinquir”, condenado por el Tribunal Constitucional por incumplir el ordenamiento jurídico, es exigir el cumplimiento cabal de la ley a los órganos autonómicos catalanes.  Mucha legitimidad no le queda, entre otras cosas porque es minoritario y su plan B de supervivencia se apoya por el momento en el Partido Nacionalista Vasco. Y ha tenido que recurrir a Ciudadanos y al nuevo PSOE de Pedro Sánchez para pactar “no sobreactuar” (¿?) en Cataluña. Porque,  efectivamente, corre el peligro de pasarse de frenada y de represión en nombre de la defensa de la Constitución de 1978. Los precedentes, desde las diversas actuaciones del Tribunal Constitucional -de mayoría conservadora, rearmado jurídicamente para la intervención inmediata- hasta la “policía patriótica” dedicada al acoso de los contrincantes políticos, no alientan nada bueno cuando se sabe científicamente que la realidad supera a la imaginación (recuérdese esa distopia, “Ocho apellidos catalanes”).
Para no “sobreactuar” los demás, reconozcamos que el respeto del estado de derecho no se evalúa bien con los parámetros de la Constitución de 1978 –que no abolió el acervo legal del franquismo, resultado del golpe de estado del 18 de julio de 1936-, sino básicamente por lo que se refiere al respeto de los derechos adquiridos. Es decir, en base al principio de la primera restauración borbónica de “para todos la ley, para el amigo el favor”. Efectivamente, 32.000 personas, de las que solo se conocen 62 nombres, se acogieron a la amnistía fiscal decretada a inspiración del ministro de Hacienda Montoro, en marzo de 2012.  La amnistía acabó siendo un gigantesco mecanismo de blanqueo de dinero con una tasa del 3% (la misma tasa que, al parecer, se aplicaba tanto en la Cataluña de CiU como en la España del PP para la obtención de obras públicas vía financiación ilegal de los otorgantes). Ahora por fin ha reaccionado el Tribunal Constitucional y su jurisprudencia ha establecido, sin lugar a dudas, que ese tipo de amnistía solo se puede hacer por ley, aprobada por el Congreso de los Diputados, no por decreto-ley. Pero no plantea retroactividad alguna en cuanto a sus resultados.
¿Por qué tendría entonces que dimitir Montoro? En todo caso, la responsabilidad sería de los servicios jurídicos de la presidencia del gobierno que no arroparon la iniciativa política de Montoro con la fórmula jurídica apropiada. Como si el PP no hubiera contado en 2012 con la mayoría parlamentaria absoluta para aprobar en las Cortes esa o cualquier otra ley. Pero el gobierno Rajoy “sobreactuó”, según el Tribunal Constitucional.
Y ha seguido “sobreactuando”. Sin ir más lejos, en la gestión presupuestaria sometida a la Ley del Presupuesto. El propio Montoro, que solo un año (2016) ha sido capaz de cumplir con el déficit público acordado con la UE, ha aplicado el método de la bota malaya –no distribuir más que una parte de los fondos asignados hasta pocos días antes del cierre del año fiscal- para imponer los objetivos fiscales corregidos a la baja a entidades locales, autonómicas y los distintos ministerios, provocando un “ciclo económico Montoro” semestral. Si se añade un cálculo del PIB dudoso técnicamente, ¿cómo se compatibiliza este tipo de gestión con la ley presupuestaria, principal instrumento legal del gobierno? Muy sencillo: “venimos de una crisis por una borrachera de gasto público y algunos ya quieren irse de copas” (Montoro dixit).
Y ese criterio, y no otro, es el que se ha aplicado, con los apoyos recibidos para el Plan B de Rajoy, para imponer un techo de gasto a los ayuntamientos –independientemente de sus ingresos- para evitar nuevas contrataciones de personal exigidas por la remunicipalización de los servicios públicos privatizados.
Complicidades interesadas y “sobreactuaciones”
Esa disfuncionalidad del “estado de derecho” ha quedado expuesta en los últimos años, hasta la saciedad, en las investigaciones de la ristra de casos de corrupción, financiación ilegal y nepotismo de los gobiernos del Partido Popular. Hasta el punto de revelar que la gestión de los intereses de las clases dominantes desde la transición se ha hecho mediante la manipulación continua de los propios fundamentos jurídicos del régimen del 78.
Hasta las recientes primarias del PSOE, esa responsabilidad era bipartidista. Y el Plan A de Rajoy consistía, en definitiva, en una reconstrucción de la legitimidad del régimen bajo hegemonía conservadora. Ese Plan A, compartido con la “vieja guardia” y la gestora del PSOE, fracasó con la reelección abrumadora de Pedro Sánchez. Y el Plan B, que lo sustituyó gracias al “cuponazo” de los presupuestos  -implosionando definitivamente el sistema de financiación del estado de las autonomías- tiene la enorme debilidad de apoyarse sobre una fuerza política, el PNV, que se abstuvo en la votación de la Constitución de 1978, alegando una concepción diferente del estado. (Aunque cierto es que por el mismo motivo, pero otro modelo, votaron en contra 5 diputados de Alianza Popular y se abstuvieron otros 3, provocando una crisis del partido antecesor del PP).
Se impone así un Plan C, cuyo objetivo es la defensa de la Constitución de 1978 frente a las aspiraciones de ejercer el derecho a la autodeterminación de Cataluña. Pero “sin sobreactuar”. Porque una “sobreactuación” que implicase la represión física de los colegios electorales y los votantes y la intervención de la Generalitat -aplicando el artículo 155 que situaría a las órdenes del gobierno central a toda la administración autonómica catalana-, deslegitimaría definitivamente un estado de las autonomías financieramente bloqueado.
Sin el PSOE, el Plan C no cuenta con una mayoría. Y el PSOE de Pedro Sánchez prepara su 39 Congreso en una semana incorporando el concepto de “plurinacionalismo” y pidiendo una reforma constitucional, cuyos límites son cuanto menos difusos. Pero no podrá volver a gobernar si no cuenta con los votos de los diputados de Unidos Podemos y las Confluencias, sea cual sea la fórmula parlamentaria o gubernamental de ese gobierno. “Somos la izquierda”, el lema del 39 Congreso exige no solo confrontar con el PP el modelo social y económico, también forjar un bloque de izquierdas, aunque sea bajo hegemonía del PSOE.
El debate de la moción de censura del 13 de junio escenificará todo ello, sin tener todavía una alternativa. De hecho pondrá de relieve su imperiosa necesidad: el PP solo obtendrá una mayoría relativa en su rechazo de la moción, en un interregno entre su Plan B y su Plan C; pero tampoco habrá una mayoría absoluta alternativa, porque ello exige la confluencia de los votos de todas las izquierdas.
En este contexto político, abandonada ya cualquier pretensión de “estabilidad” institucional, que solo podía otorgar el Plan A fenecido, es en el que el concepto de “sobreactuación” adquirirá en la crisis política que se avecina en otoño toda su importancia. El gobierno Rajoy ha “sobreactuado” chapuceramente, a pesar de todas sus fatuas pretensiones técnicas, en la gestión económica y social de la Gran Recesión y de una recuperación que no alcanza aun los niveles de 2008. Y tiende a “sobreactuar” en todos los terrenos, pese a su contradictoria pretensión de “moderación”, porque ya no tiene ni legitimidad ni hegemonía.  El esperpento del que hemos sido testigos en la moción de censura en la Asamblea de Madrid es una bochornosa prueba de ello. Y es muy probable que, a pesar de todas las buenas intenciones del interpelado, vuelva a ocurrir en la moción de censura del Congreso de los Diputados.
Con un PP y un Rajoy desatados, ¿alguien tiene la menor duda de los peligros de su “sobreactuación” el 1 de octubre en Cataluña?
Miembro del comité de redacción de Sin Permiso.
Fuente:
www.sinpermiso.info, 11 de junio 2017

domingo, 11 de junio de 2017

El zombismo de Theresa May.

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May no sólo no ha quedado blindada por las urnas frente a su partido y la oposición, sino que ahora está expuesta a la ira tory. Pocos partidos hay más implacables que los conservadores británicos a la hora de hacer pagar a sus máximos dirigentes no estar a la altura de sus supuestas virtudes de liderazgo. En especial, cuando esos líderes se han rodeado de un círculo de aduladores y han menospreciado a los ministros.
Downing Street maniobró para que la victoria fuera sólo de May –y de ahí que en los primeros carteles el nombre del partido apareciera muy pequeño–, y ahora los dirigentes tories le están recordando que la derrota es sólo suya. Los más enfurecidos afirman además que pagará por ella.
En la noche del viernes, las portadas de los periódicos del día siguiente dejaron claro que la guerra ha comenzado. Los mismos diarios que habían apoyado a muerte a May y se habían lanzado contra Jeremy Corbyn como si fuera la reencarnación de Satanás, informaron del sombrío futuro de May. Eran los periódicos que habían fabricado la imagen de Theresa May como una roca inamovible y que luego quedaron perplejos ante los giros y rectificaciones ocurridos en una caótica campaña. Una mezcla de Margaret Thatcher e Isabel I de Inglaterra adecuada para estos tiempos turbulentos se había convertido en lo que fue siempre en realidad: una persona tímida y reservada que confía en muy poca gente, que siente aversión a las entrevistas en los medios, y que mantiene a distancia a los demás dirigentes del partido.
"Los tories se vuelven contra May", titulaba en portada el Daily Mail. Las opiniones recogidas entre diputados tories indicaban que su reelección es un trámite obligado por las circunstancias. En seis meses o menos, esperan su dimisión. Los nombres de varios candidatos al relevo –Boris Johnson, David Davis, Amber Rudd, Michael Gove...– ya están en las portadas.
"May contempla el abismo", tituló The Times, cuyo editorial era especialmente duro con ella por su discurso de la mañana del viernes: "En su determinación de controlar el mensaje, ha desarrollado la desgraciada costumbre de insultar la inteligencia de los votantes".
A corto y medio plazo, es más grave para May que los diputados conservadores se sientan insultados. O los que han perdido el escaño. Uno de estos últimos hizo un balance bastante atinado del estilo de May en una sola frase: "No se puede dirigir el Gobierno desde una torre de marfil".
Iain Martin, otro de los periodistas que siempre la apoyaron, ha hablado con miembros del Gobierno y dirigentes del partido, y algunos están tan furiosos con ese discurso como para intentar que May no sobreviva a la próxima semana. Eso sólo sería posible si los pesos pesados del Gobierno pactaran un nombre para relevar el lunes a la primera ministra. Para ello, los 'backbenchers' (diputados sin cargo en la Administración) deberían aceptar que nadie más se presentara como candidato. En ese caso, debería llevarse a cabo un proceso de votaciones en el grupo parlamentario, y nadie cree que el país aceptaría de buen grado un espectáculo de divisiones internas como el que se vio en las anteriores primarias.
Puede parecer exagerado, pero May es muy consciente de ese peligro. Por eso, en la tarde del viernes anunció que los cinco principales miembros de su Gabinete continuarán en sus puestos. También Philip Hammond, ministro de Hacienda, al que se negó a confirmar en la cartera en una entrevista durante la campaña. De repente, a May le entró prisa. Al prescindir de alguno de ellos, corría el riesgo de convertirlo de forma automática en candidato a la suceso.


 El socio ultra del Ulster
Theresa May tiene ahora el cargo, pero no el poder. Los diez votos del DUP –partido unionista del Ulster– tendrán un precio muy alto, aún por definir. Las instituciones del Ulster se encuentran en estado de animación suspendida. El Sinn Féin se retiró del Gobierno por las acusaciones de corrupción contra la líder del DUP. Se celebraron unas elecciones que no solucionaron nada. El acuerdo anterior entre DUP y Sinn Féin para gobernar juntos ahora parece imposible y la alternativa –regresar al Gobierno directo desde Londres– sería una opción que no cuenta con muchos partidarios en la capital británica.
La estabilidad del Ulster no es el único problema para los tories. El DUP está poblado de reaccionarios de extrema derecha, contrarios al matrimonio gay y al aborto. Su extremismo religioso les lleva a negar la teoría de la evolución.
La líder de los conservadores escoceses, Ruth Davidson, ya ha advertido de que los derechos LGTB no deben ser cuestionados en la negociación con el DUP. "En privado, la gente ha mostrado su preocupación al partido y a Downing Street. Los diputados están siendo inundados con emails de grupos de activistas", ha dicho la exministra de Educación Nikki Morgan.  
El sector tory más decidido a imponer un Brexit radical sin acuerdo con la UE está encantado con el apoyo del DUP. No es el único con capacidad de presión. La nueva Camara de los Comunes cuenta con un récord de diputados gays: 45, de los que 19 son tories. No permitirán que los derechos en vigor desde 2014 queden ahora limitados por los extremistas de Irlanda del Norte. 

Primeras víctimas de la batalla

Las víctimas inmediatas han sido los dos asesores más directos de May, ambos procedentes de su época de ministra de Interior. Nick Timothy y Fiona Hill son los dos jefes de gabinete de la primera ministra y han sido los mayores responsables de la campaña y del programa electoral, dos de los factores con los que la mayoría de los tories explican su fracaso. Ellos centralizaron todo el proceso de toma de decisiones sin que el partido y sus principales dirigentes pudieran intervenir. Montaron una campaña personalista y centrada en May, y sólo al final, cuando las encuestas anunciaban una remontada laborista, aceptaron una mayor presencia de otros candidatos tories en primera línea de la campaña.
Timothy y Hill pasaron a ser la piñata a la que golpearon muchos analistas y medios protories, empezando por los tabloides, en lo que también es una forma de atacar a la líder, pero sin hacerlo directamente. Habían dirigido, según The Sun, "la peor campaña de la historia política moderna".
La presión fue tan rápida que ambos anunciaron el sábado su dimisión para intentar salvar a su jefa. Los asesores de los políticos entran y salen de los centros de poder. Pero Hill y Timothy eran algo más que eso. Se habían convertido en indispensables para May, alguien que no cuenta con muchos dirigentes tories fieles a ella.
Una primera ministra vulnerable a las presiones internas y sin mayoría para su partido en el Parlamento debe dirigir unas negociaciones como las del Brexit en las que las cesiones son parte inevitable de cualquier discusión. El DUP no tolerará un estatus especial de difícil encaje jurídico que impida el regreso de la frontera entre el Ulster e Irlanda. Una gran parte del grupo parlamentario conservador no quiere ni oír hablar de un acuerdo que coloque al Reino Unido en una situación similar a la de Noruega o Suiza: fuera de la UE, pero con limitaciones a su soberanía a cambio del acceso al mercado europeo, por ejemplo aceptando la jurisdicción en asuntos económicos del Tribunal de Justicia Europeo. 
Theresa May está más sola que nunca, se ha visto despojada de sus escuderos y ahora depende de unos ministros tories a los que hasta ahora había tratado con arrogancia. Joey Jones, que fue portavoz suyo en el Ministerio de Interior, resumió en qué estado queda  en un artículo poco después de las dimisiones de los consejeros: "Ya no tiene ningún poder. Ninguna autoridad. Humillada y sola, se enfrenta a la perspectiva de convertirse en prisionera de sus compañeros conservadores, una rehén en Downing Street hasta que le digan que le ha llegado la hora de irse.




 ( Ver además el enlace con los dibujos de la prensa inglesa  desfenestrandola )
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viernes, 9 de junio de 2017

¿ Próximo giro de la UE hacia Rusia ?.

¿Giro de la Unión Europea hacia Rusia?



Una antigua fórmula señala que cuando una puerta se cierra hay que hallar otras para salir del enredo y eso al parecer están buscando varios países de la Unión Europea.
Los golpes ocasionados por la salida de Gran Bretaña de la Unión y las acciones proteccionistas que pretende establecer la nueva Administración estadounidense de Donald Trump, han hecho que países como España y Francia comiencen a acercarse al mercado de Rusia, país que ha padecido desde hace alrededor de tres años las sanciones económicas y financieras de Occidente debido a que no dejó que le arrebataran la estratégica península de Crimea.
Las sanciones contra Moscú se dirigieron a perjudicar sus industrias petroleras y de defensa; prohibir la compra-venta de bonos, acciones o instrumentos financieros emitidos por bancos estatales rusos, negar visas y congelar cuentas a ciudadanos de ese país, entre otras acciones.
Como contraparte, Moscú decidió embargar importaciones alimentarias procedentes de Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, esta última que como siempre siguió las directrices emitidas por Washington.
El Centro Analítico del Gobierno ruso considera que de 2014 a 2017 los países integrantes de la Unión han perdido unos 150.000 millones de dólares por la aplicación de las medidas.
Tras la declaración oficial de Gran Bretaña de alejarse del bloque, los países más fuertes (Alemania, Francia, Italia y España) abogaron por una llamada Unión Europea a varias velocidades, en la que los catalogados como núcleo duro, avanzaran hacia una mayor integración y el otro quedara más rezagado hasta que poco a poco lograran alcanzar la misma estabilidad económica.
En ese sentido, ante la salida de Gran Bretaña, la primera ministra alemana Ángela Merkel dijo “debemos aceptar que ciertos países se mueven hacia adelante y pueden avanzar más rápidamente que otros, pero tenemos que ser capaces de seguir adelante”.
Por su parte, en esa misma ocasión, el entonces presidente francés François Hollande, declaró que “la unidad no significa uniformidad y por eso llamo a nuevas formas de cooperación de varias velocidades por lo que algunos países pueden ir más rápido, más lejos en áreas como la defensa y la zona euro”.
Ahora, tras los recientes desacuerdos en diversos temas económicos y políticos con Washington, al parecer las acciones dentro de la Unión Europea han ido variando pues tanto Francia como España están haciendo guiños al socio comercial europeo que antes habían apartado.
La pasada semana, Vladimir Putin visitó Francia y mantuvo conversaciones con el nuevo presidente Emmanuel Macrón y a pesar de que los medios de comunicación destacaron algunos puntos de desencuentro, lo cierto es que el solo hecho de visitar París, es un tanto a favor para el presidente ruso.
En otra reunión muy sintomática el ministro español de Energía y Turismo, Álvaro Nadal, se reunió en Moscú con su par ruso, Alexander Novak, y afirmó que “las sanciones son de ámbito limitado y por lo tanto hay un espacio para la cooperación, el comercio, el turismo y en todo lo que hemos estado trabajando”.
Se conocieron varios proyectos en conjunto como los de Gazprom Neft con Repsol para colaborar en extracciones petroleras en el Kurdistán iraní y otro de crear una empresa mixta para la exploración geológica en Siberia Occidental.
Ante los problemas económicos y resquebrajamientos dentro del bloque comunitario, se han multiplicado los políticos y organismos que exigen la eliminación de esas sanciones. En Italia, durante el pasado Consejo Regional de Véneto, efectuado en Venecia, se aprobó una resolución la cual llama al Gobierno nacional a eliminar las medidas contra Moscú, al esgrimir pérdidas en miles de millones de euros a cambio de nada, pues no obedecen a sus necesidades.
El ministro germano de Relaciones Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, reconoció recientemente que Alemania considera que este año será más difícil prolongar las sanciones de la Unión debido a la resistencia mayor de algunos países, y durante una visita que efectuó a Lituania puntualizó que necesitan un diálogo con Rusia para reconstruir la confianza perdida. Hungría, Chipre, Grecia y Eslovaquia también favorecen suavizar o cancelar esas medidas.
Una investigación de la compañía EY Ernst & Young informó de que alrededor de un 80 % de los consorcios alemanes no desea prescindir del mercado ruso.
La Unión Europea ha comprendido que las sanciones contra Moscú se han ido convirtiendo en un boomerang para sus gobiernos y ciudadanos y todo indica que está decida a enfrentar las presiones procedentes de Washington, país que apuesta por mantenerlas.
Rusia representa un mercado inmenso con 140 millones de habitantes, y si se añade la población de la Comunidad de Estados Independientes, la cifra sobrepasa los 280 millones.
Como se observa, la Unión Europea en este mundo globalizado apuesta por el pragmatismo y abre otras puertas para salir de su atolladero económico.


jueves, 8 de junio de 2017

Multipolaridad y hegemonía americana.

El rearme y el nuevo puzle del poder

El Periódico

La época de la multipolaridad que hace frente a los excesos e imposiciones de EEUU ya está aquí

Hace unos días, el ministro de Exteriores ruso afirmaba que las relaciones entre la OTAN y Rusia atraviesan su crisis más profunda desde el final de la guerra fría y reprochaba a la Alianza Atlántica sus «preparaciones militares cerca de las fronteras rusas».
Se refería al despliegue de tropas en cuatro países de Europa del Este, decidido en la cumbre de la OTAN de Varsovia del 2016. Con ella se activó la operación Presencia Activa Reforzada, que se desarrolla en Lituania, Estonia, Letonia y Polonia y con la que se escenifica un cerco militar a Rusia en su flanco occidental.
EXTENDER EL ÁMBITO DE INFLUENCIA Si Moscú y sus aliados enviasen tropas a cuatro países fronterizos con Estados Unidos, las lecturas serían claras. Pero no lo son tanto cuando se trata de interpretar las maniobras de nuestros socios, a los que sí se les concede el derecho a extender su órbita de influencia en las naciones vecinas. Se informa poco de las cuestiones defensivas, los Gobiernos evitan dar explicaciones y de ese modo la atmósfera bélica se extiende de forma sigilosa y casi desapercibida por las poblaciones que se verían afectadas si a alguien se le escapara un disparo en una de esas fronteras.
A pesar de que el Ejecutivo español no ha pedido autorización al Parlamento, tropas españolas forman parte de esta estrategia atlántica en la frontera rusa. En los próximos días se completará el despliegue de 300 soldados españoles en Letonia, con 80 vehículos, entre ellos 6 carros de combate Leopard y 14 vehículos blindados de combate Pizarro. Es la primera vez que España opera en esta región desde la segunda guerra mundial, cuando participó con la División Azul al servicio de la Alemania nazi.
LAS RELACIONES WASHINGTON-BERLÍN A la Administración de Washington esta misión le queda lejos geográficamente, pero a Europa le afecta de lleno, en un momento en el que el proyecto europeo vive sus horas más bajas, con el brexit, las consecuencias de la austeridad, el aumento de la xenofobia y las políticas represivas contra personas migrantes y refugiadas.
En medio de todo esto, las relaciones entre Berlín y Washington siguen tensándose. Dos cuestiones les separan. Una, la comercial. La otra es la referida a la apuesta militar. El presidente estadounidense reprocha a Alemania que «paga poco a la OTAN». Y Merkel dice que «los intereses en los que podíamos apoyarnos completamente en los otros han llegado a su fin en cierta medida». Esto no significa que dejen de ser aliados –no en vano, la mayor base militar estadounidense fuera de EEUU está en Alemania–, pero hay límites que se están trazando.
Cuentan que, al fundarse la OTAN, el primer secretario general, lord Ismay, dijo que el propósito de la misma era «mantener a los rusos fuera, a los americanos dentro y a los alemanes abajo». Ahora Alemania quiere hacerse más fuerte, y por eso Merkel ha afirmado que «los europeos tenemos que tomar nuestro destino en nuestras manos». Esto, traducido, es una llamada más para que Europa se vuelque en un fondo de defensa propio, liderado por Berlín y París. No es un boceto en ciernes. Hoy mismo la Unión Europea ha dado forma al proyecto y ha anunciado la creación del fondo.
Mientras, las guerras en las que diversos países europeos, EEUU y Rusia participan en Oriente Próximo siguen su curso, y con una nueva venta de armas a Arabia Saudí, que acaba de romper relaciones con su vecino Qatar. El Pacífico tampoco se queda atrás. China tiene una tendencia ascendente en su gasto militar y el Gobierno japonés ha alcanzado récords en el suyo con la adquisición de submarinos, barcos y cazas furtivos. También ha extendido sus actividades militares, con maniobras conjuntas con Corea del Sur y EEUU. Todo ello se produce en un marco en el que Trump profundiza en las tensiones con Corea del Norte, lo que afecta a sus relaciones con China.
GRAN AUMENTO DEL GASTO MILITAR Solo en el 2016 EEUU dedicó 612.000 millones de dólares a gasto militar. A gran distancia –pero también con tendencia ascendente– le siguen China con 215.000 millones, Rusia con 69.245 millones, Arabia Saudí con 63.673 millones, la India con 55.900 millones, Francia con 55.700 millones, el Reino Unido con 48.253 millones, Japón con 46.126 millones y Alemania con 41.000 millones.
La época de la multipolaridad que hace frente a los excesos e imposiciones estadounidenses ya está aquí. Pero lejos de buscar nuevas vías alejadas del belicismo y de las políticas de la desigualdad, las grandes potencias corren a tomar posiciones para mostrar que están dispuestas a disputarse entre ellas hegemonía económica, militar y geopolítica.
Fuente: http://www.elperiodico.com/es/noticias/opinion/rearme-nuevo-puzle-del-poder-por-olga-rodriguez-6090323


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 Nota del blog . En una nota en  el post anterior  me hacia preguntas similares al hablar de lucha de USA por mantener su hegemonía.