El Supremo y sus golpes de Estado
En la inmensa mayoría de sus decisiones, el Supremo se ha
puesto siempre del lado de la dictadura, del lado de los verdugos y enfrente de
sus víctimas
No hay que ser independentista para sorprenderse de que en una sala del Alto Tribunal se acuse de golpistas a los políticos catalanes, mientras en la otra se legitima a los golpistas que secuestraron nuestras libertades durante cuarenta años
España, junio de 2019. El Tribunal Supremo retrocede 83 años
en el tiempo no solo para legitimar a Francisco Franco, sino también para dar
la razón a Adolf Hitler y a Benito Mussolini. Ellos fueron dos de los pocos
líderes mundiales, y los únicos de relevancia, que dieron por buena la designación
como jefe del Estado de un general gallego, bajito y con voz atiplada, llevada
a cabo por una horda de militares golpistas en el otoño de 1936. El Führer y el
Duce han dejado de ser los únicos, porque ahora esa elección ilegal ha sido
avalada por nuestro Tribunal Supremo.
Es difícil creer que la perversa redacción de ese auto sea
fruto de un inocente error o de la mera traición de un subconsciente que ha
pasado demasiadas horas cara al sol. Aunque es la más grave, se trata de una
decisión más. Una decisión que ahonda en la jurisprudencia filofranquista
aplicada por el Alto Tribunal durante todo el periodo democrático. La lista de
ejemplos es amplia y reveladora. El Supremo evitó condenar a varios alcaldes
que habían incumplido la Ley de Memoria Histórica al negarse a retirar la
simbología fascista de las calles. El Supremo, recientemente, ha rechazado que
los familiares de las víctimas tengan el derecho a obtener ayudas económicas
estatales para recuperar los restos de sus seres queridos, asesinados por
defender la democracia y la libertad. El Supremo inhabilitó a Baltasar Garzón
cuando osó investigar los crímenes del franquismo. Los magistrados buscaron la
excusa para hacerlo en otro de los casos que instruía, pero la
"coincidencia" no pasó desapercibida para nadie. El primer juez en 40
años de democracia que osaba poner su foco en el tirano era conveniente y
oportunamente defenestrado.
Es una evidencia que, en la inmensa mayoría de sus
decisiones, el Supremo se ha puesto siempre del lado de la dictadura, del lado
de los verdugos y enfrente de sus víctimas. Es obvio también que parte del
problema proviene de una Ley de Memoria Histórica descafeinada que encaja
perfectamente en una legislación global amable con el franquismo. Una
legislación que ni siquiera anula las sentencias dictadas en los juicios farsa
que celebraban los tribunales militares y civiles durante la guerra y la
posterior tiranía. Una legislación que, en el mejor de los casos, es tan
equidistante y ambigua como para que cualquier magistrado con caspa pueda
interpretarla a mayor gloria del "Caudillo". Sin embargo, las leyes
no son las únicas culpables. La judicatura sigue trufada de magistrados que
esconden bajo sus togas la camisa azul heredada de sus padres y sus abuelos.
Con este auto, el Tribunal Supremo ha terminado de dilapidar
buena parte de la ya escasa credibilidad que atesoraba. Apenas han pasado seis
meses desde aquel sonrojante día en el que su presidente corrió, más que nunca,
para evitar que los bancos tuvieran que pagar el impuesto de las hipotecas. No
le importó saltarse todos los procedimientos establecidos hasta ese momento… ni
humillar a los miembros de la sala competente corrigiendo su decisión… ni
embarrar la imagen de la institución que presidía. La banca mandaba y ganaba.
Sin haberse recuperado de aquel desastre, el Supremo ha dado
el penúltimo paso hacia el abismo. Y lo ha vuelto a hacer en el peor de los
momentos. No hay que ser independentista para sorprenderse de que en una sala
del Alto Tribunal se acuse de golpistas a los políticos catalanes, mientras en
la otra se legitima a los golpistas que secuestraron nuestras libertades
durante cuarenta años. No hay que ser independentista para dudar de la
credibilidad e incluso de la legitimidad de esos magistrados para quemar en la
hoguera a quienes se saltaron la Constitución el 1 de octubre de 2017 en una
acción incruenta que apenas tuvo consecuencias reales, al mismo tiempo que
avalan la proclamación ilegal de un dictador que acabó a bombazos con el orden
constitucional vigente, provocó una guerra que arrasó el país y asesinó a
decenas de miles de demócratas.
Este miércoles la Asociación para la Recuperación de la
Memoria Histórica ha exigido al Supremo que rectifique su auto. No estaría de
más que esa corrección fuera acompañada de una petición de perdón a todos los
españoles, en general, y a las víctimas del franquismo, en particular. Está por
ver si Carlos Lesmes y sus huestes atienden la exigencia, recuperando una
pequeña parte de la dignidad perdida, o demuestran que su sitio continúa
estando al lado de dictadores y banqueros.
https://www.publico.es/politica/franco-siguen-periplo-judicial-nuevas-demandas-investigadores-
periodistas.html
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