Elecciones Estados Unidos
El nexo Washington-Wall Street
La
Vanguardia
Para entender porqué muchos votantes en Estados Unidos
–y no solo los de Trump- creen que existe un nexo corrupto de intereses entre
Washington y Wall Street, conviene seguir la historia del Acuerdo
Transpacífico, (TPP por sus siglas en inglés) un tratado de liberalización de
inversiones multinacionales en EE.UU., Canadá y México con nueve países
asiáticos, así como Australia y Nueva Zelanda.
Este tratado, -al igual que su gemelo
transatlántico , el TTIP-, fue negociado a puerta cerrada por los poderosos
consejeros delegados de gigantes multinacionales y bancos , abogados
internacionales especializados en derecho corporativo, y expertos en
liberalización de comercio de los diversos gobiernos.
El peso pesado del equipo estadounidense era
Michael Froman, ex presidente de la división de seguros del banco internacional
Citigroup (donde coincidió con el ex secretario del tesoro de Bill Clinton
Robert Rubin que desmanteló gran parte de la regulación financiera en los años
noventa) y , ahora, el representante del comercio en la administración de
Obama. Hasta la fecha, para la gran frustración de los lobbies multinacionales
en Washington , el TTP no cuenta con el apoyo suficiente ni en la opinión
pública ni en el Congreso para convertirse en ley.
Eso no es de extrañar. Si recorres Estados
Unidos en estos momentos de crispación y rechazo a la globalización de mercado,
no vas a encontrarte con muchos votantes que apoyan el acuerdo... Aquellos
hombres blancos, ex trabajadores de cuello azul, que desconfían de los
inmigrantes mexicanos, rechazan el TPP tanto como el Tratado de Libre comercio
con México (TLC). Pero los trabajadores mexicanos afincados en EE.UU. ( y los
que permanecen en México también) tampoco se lanzarían a la calle en defensa
del TPP ni del TLC. A fin de cuentas, desde que Bill Clinton firmó el tratado
con México en 1994, los salarios mexicanos en muchas industrias han caído por debajo
de sus homólogos chinos.
La mayoría de economistas apoyan estos
tratados, hasta los keynesianos, Paul Krugman y Larry Summers (Summers
sustituyó a Rubin como secretario del tesoro de Clinton y era el asesor
principal de la primera adminstración de Barack Obama). Los bancos de Wall
Street, los billonarios de la nueva oligarquía del “tech” en Silicon Valley y
los otros grandes lobbies corporativos en la calle K de Washington consideran
esenciales los tratados para el crecimiento económico y la creación de empleo.
Las instituciones multilaterales como el FMI o el Banco Mundial temen el
estancamiento del crecimiento global si no avanza con la agenda de
liberalizacion transfronteriza. Los periodistas que cubrimos la asamblea del
FMI hace tres semanas en Washington fuimos testigos de interminables lamentos
por la irrupción del populismo de Trump en la política estadounidense y por
aquellos votantes amargados y nostálgicos que “solo saben mirar hacia dentro”,
según comentó un alto directivo del fondo. Pero lo cierto es que los tratados
se perciben desde la calle en EE.UU. como un conjunto de normas secretas que
pasan por encima de las leyes nacionales para facilitar una aun mayor
internacionalización de empresas grandes y bancos transnacionales para impulsar
los beneficios.
Al igual que el TTIP , el TPP ni siquiera se
trata de un acuerdo destinado a fomentar el comercio de bienes como automóviles
o lavadoras. “El comercio ya esta liberalizado entre esos países; el TPP es
para las empresas multinacionales”, dice Dean Baker del Centro para la Investigación sobre
Política Económica (CEPR).
Proteger las patentes y derechos de propiedad
intelectual que garantizan los súper beneficios a monopolios como Google o
Microsoft no es un asunto prioritario para muchos votantes cuyos salarios se
sitúan por debajo de los niveles de 1975 en términos reales. Ni tampoco allanar
el camino de empresas de extracción a hacer fracking donde quieran. Hacía años
que la agenda consensuada por las elites globales no convence al ciudadano de a
pie pero en tiempos del Brexit, de Trump y de manifestaciones europeas contra
los tratados, se hace muy complicado ganar elecciones de forma limpia si el
candidato defiende estos acuerdos de globalización corporativa.
Existe, eso sí, un componente geopolítico en
un acuerdo que arrincona a China, el socio comercial mas importante de todos.
Según algún halcón de la nueva guerra fría en el Pentágono, serviría para
mostrar el apoyo a países como Japón , Vietnam y Corea del Sur en su pulso con
Pekín. Pero esto no se traduce en votos en EE.UU. fuera de los residentes mas
viejos de los Chinatown.
Por todo eso, Donald Trump rechazó el
acuerdo, consciente de que eso le permitiría acceder a votos que otros
candidatos del establishment republicano , jamás habrían ganado en los estados
de la maltrecha “working class” postindustrial. El socialista, Bernie Sanders
casi se impuso al invencible aparato de los Clinton en las primarias demócratas
gracias a su rechazo incondicional al modelo Davos de globalización, plasmado
en tratados como el acuerdo transpacífico. Y finalmente, Hillary Clinton cedió
y dio un giro de 180 grados sobre un acuerdo que había calificado como “el
patrón oro”.
Sin embargo, en la política “hace falta tener
una posición publica y una posición privada”, según aseguró Hillary Clinton en
una reunión secreta con el banco internacional Goldman Sachs, lobista
incansable en favor de tratados como el acuerdo pacífico. “La política es como
una fábrica de salchichas”, dijo Clinton según la transcripción de sus
discursos filtrados por Wikileaks. Y es que existe un problema a la hora de
responder a la opinión publica en Estados Unidos en estos tiempos de rebelión y
ruptura de modelos. En la “dolarocracia”, el apoyo al modelo de la globalización
diseñada en las salas de consejos de Apple, JP Morgan, General Electric,
Facebook, Wal- Mart es necesario para conseguir la financiación para las
campañas electorales.
Todos sabían que Hillary tiene sus posiciones
públicas y privadas. Pero, quizás lo mas chocante de este asunto es la
respuesta de la administración Obama ante el rechazo de la opinión pública y
los candidatos presidenciales al TPP. Según el Wall Street Journal, el
presidente “se está empleando a fondo para lograr una votación a favor del acuerdo”.
Solo le quedan dos meses pero es una cuestión de legado para el presidente.
Obama es consciente de que la derrota del acuerdo transpacfico “le privaría a
de un importante logro legislativo”, advierte el diario de Wall Street. Por
eso, la administración “esta haciendo todo lo posible para lograrlo”, dijo el
ya citado Michael Froman. Lo lo cual incluye todo tipo de favores e incentivos
para los congresistas que pueden estar dispuestos a votar a favor.
Dicho sea de paso, Froman, cuando aun
trabajaba para Citibank en Wall Street, era un operador poderoso de la puerta
giratoria que conecta Wall Street con Washington. Esto lo puede comprobar
cualquiera que consulte el archivo de correos electrónicos del partido
demócrata filtrados por Wikileaks utilizando “Froman” como palabra de búsqueda.
Por ejemplo, tres semanas antes de la victoria de Obama en noviembre de 2008,
Froman ya había elaborado una lista de candidatos para ocupar los altos puestos
de la nueva administración, algunos de ellos procedentes de Wall Street.
Mientras los correos se intercambiaban entre Froman y los peces gordos de la
campaña Obama, el candidato del cambio pronunciaba discursos duros contra la
banca por sus excesos especulativos antes de la debacle de Lehman Brothers que
acababa de sacudir la economía mundial.
Fuente: http://www.lavanguardia.com/internacional/20161104/411555704526/elecciones-estados-unidos-washington-wall-street.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario