Donald Trump y el
reinado de la incertidumbre
Donald Trump en la silla de la Casa Blanca es la imagen que
ha puesto al mundo en vilo. Este análisis de Decio Machado indaga en las
repercusiones que la elección del magnate estadounidense provoca en las
relaciones internacionales y en el orden mundial construido por el imperio
norteamericano y sus aliados durante las últimas décadas, después de la Segunda
Guerra Mundial.
Decio Machado
19/11/16
Diagonal/ La Barra
Espaciadora
Ecuador .
El pasado 8 de noviembre, Donald Trump fue designado el 45º
presidente de Estados Unidos. Inmersos aún en la resaca electoral y utilizando
términos médicos, chorros de tinta corren por doquier en un mundo que quedó
impactado por una especie de síndrome de estrés postraumático a escala global.
Si algo define el momento político actual es la
incertidumbre respecto de las consecuencias que tendrá la elección de Trump
como jefe de Estado y de Gobierno de los Estados Unidos.
Error estratégico de los análisis políticos
Durante toda la campaña electoral se posicionó hasta la
saciedad la idea de que en esta contienda electoral tendría un especial
protagonismo el voto de las minorías étnicas.
Sin embargo, las minorías –como su propio nombre indica– son
minorías y el 72% de la población estadounidense es, utilizando terminología
sajona, White Anglo-Saxon Protestant (un apelativo no muy apropiado, teniendo
en cuenta que los católicos ocupan un tercio del porcentaje de población
blanca). Este indicador coincide con el electorado votante en estas últimas
elecciones (70% de los votantes fueron electorado blanco) y es en este target
en el cual el discurso de Trump tuvo mayor aceptación.
Con independencia de lo anterior y pese a las constantes
alusiones xenófobas del discurso trumpiano, comparativamente la candidatura de
Trump recibió en esta ocasión más apoyos latinos de los que había recibido el
candidato republicano Mitt Romney en las elecciones que perdió frente a Barack
Obama, en 2012.
Según la encuestadora Latino Decisions, la minoría más
numerosa del país aumentó su participación en al menos dos millones en relación
con 2012, lo que significó que aunque Romney obtuviese en las elecciones
anteriores un 23% de apoyo electoral latino y Trump en la actual tan sólo el
18%, el computo general favoreciera al reciente electo presidente.
Pero además de lo anterior, hemos de sumar el voto sorpresa
que devino de la población femenina. Aunque las mujeres afroamericanas y
latinas votaran masivamente a Hillary Clinton (94% y 68% respectivamente),
fueron las mujeres blancas –con mayor incidencia electoral– las que impulsaron
la victoria de Trump, votando el 53% de éstas por un candidato marcadamente
misógino.
El discurso de Trump estuvo dirigido al 49% de la población
que compone la clase media trabajadora del país, que son quienes más han
sufrido la crisis económica y que comienzan a tener claro que el sistema en el
que viven ha sido diseñado pensando sólo en favorecer a sus élites.
A pesar de que Obama abandone el Despacho Oval de la Casa
Blanca con unos índices de valoración personal muy elevados, lo cierto es que
tras los ocho años de su gobierno, los ingresos de los hogares medios
estadounidenses han menguado, fenómeno que ya venía heredado de los años de
mandato de George W. Bush. La esperanza media de vida (mayor indicador
existente de desigualdad) de la clase trabajadora blanca en Estados Unidos
viene descendiendo desde principios de siglo, duplicándose durante la última
generación dicho indicador entre las élites del 1% y los ciudadanos con menor
capacidad adquisitiva del país.
Es por ello que el discurso de Trump consiguió calar en la
ciudadanía blanca estadounidense, de forma mayoritaria (53%) en los mayores de
45 años. Este dato no es baladí, teniendo en cuenta el proceso de envejecimiento
que sufre este target poblacional en la actualidad, y que hizo que la Oficina
del Censo de Estados Unidos pronosticara unos años atrás que los blancos
dejarán de ser la mayoría de la población a partir del año 2043.
Es este sector el que entendió que la candidatura de Donald
Trump representaba, más allá de sus estrambóticas apariciones públicas, la
mejor defensa del sistema tradicional y patriarcal en el que se educaron y la
mejor opción posible para asegurar el American way of life en el que se
criaron, pretendiendo así recuperar el bienestar perdido durante las últimas
décadas.
Por otro lado, la candidatura de Hillary Clinton estuvo
lejos de conectar con las y los jóvenes que en su momento habían apoyado el
"Yes we can" de Barack Obama, en 2008. Ni gozaba de su gran carisma
ni de su oratoria, tampoco de un discurso social sólido dada su identificación
con los poderes fácticos de Wall Street, y mucho menos de la credibilidad y
sonrisa perfecta del hoy presidente saliente.
En todo caso, la elección de Obama en 2008 ya había
significado un aviso de demanda de cambio por parte de la sociedad
estadounidense y que en esta ocasión el Partido Demócrata no supo interpretar,
articulando un claro complot bajo presión de las élites económicas contra lo más
aproximado que tenía a eso: su precandidato presidencial Bernie Sanders.
Impacto de la elección de Trump en la política exterior
Aunque el eje programático de Donald Trump durante su
campaña presidencial estuvo centrado en la política interna, "Estados Unidos
primero", sus referencias al mundo exterior se basaron en proponer un giro
proteccionista en materia comercial, todo ello sin abordar de forma coherente
la agenda diplomática estadounidense.
Interpretando entre claroscuros, la propuesta de Trump se
sitúa a medio camino entre el nacionalismo y el aislacionismo. Propone una
transformación total y absoluta de la política exterior de Estados Unidos,
aunque su discurso se caracteriza por la ausencia de detalles. Mantiene la
tesis de cambiar las formas de relación que han caracterizado la política
exterior estadounidense durante las últimas décadas respecto de Asia, Europa,
Oriente Medio y Rusia, comenzando por plantear un acercamiento respecto de este
último país.
El primer impacto que esto podría tener se daría en la
política establecida desde Washington en relación con el conflicto sirio. Trump
elogió a Bashar el Assad durante la campaña electoral, y es muy posible que
busque una alianza con el gobierno sirio y Vladimir Putin bajo el objetivo de
destruir militarmente al Estado Islámico.
Trump ya propuso en 2015 prohibir la entrada de los
musulmanes en Estados Unidos, para posteriormente indicar la necesidad de un
"escrutinio externo" mediante "tests ideológicos" que
permitan seleccionar qué migrantes tienen acceso al país. De igual manera y en
esa misma línea, el multimillonario también manifestó su rechazo a la admisión
de refugiados sirios bajo el argumento de que podrían ser terroristas islámicos.
En el marco de contradicciones que caracterizan sus
propuestas electorales en materia de relaciones internacionales, Trump se
desmarcó claramente de la política internacional auspiciada por parte del
último presidente republicano, el inefable George W. Bush, indicando que
"al contrario que otros candidatos a la presidencia, la guerra y la
agresión no son mi primer instinto. Una superpotencia sabe que la cautela y la
contención son señales de fortaleza".
Sin embargo, esta declaración se contradice con las que
emitió en 2002, cuando, consultado sobre si estaba de acuerdo con la entonces
inminente invasión de Iraq, contestó: "Sí, creo que sí. Ojalá se hubiera
hecho de forma correcta la primera vez", en referencia a la primera guerra
del Golfo, en 1991.
En este mismo sentido, durante el período de campaña, Trump
manifestó que contaba con un plan secreto para acabar con el Estado Islámico en
100 días, dejando entrever su voluntad de incluso desplazar a los mandos
militares destinados en Oriente Medio que no sean lo suficiente enérgicos en
sus estrategias contra los yihadistas.
Fue el presidente egipcio Abdulfatah Al-Sisi el único
mandatario con el que Trump se reunió en Nueva York durante la Asamblea General
de Naciones Unidas el pasado septiembre, y el primer mandatario de otro país
con el que habló telefónicamente tras su victoria electoral.
Donald Trump considera a Egipto como un socio clave en su
estrategia frente al Estado Islámico y ha llegado a alabar públicamente al
actual mandatario egipcio por haber "tomado el control" de su país
tras el golpe de Estado que protagonizó contra el presidente islamista Mohamed
Mursi, en 2013, y haber apaciguado las revueltas de la "primavera
árabe" egipcia.
En relación con Oriente Medio, es también importante
destacar el hecho de que una de las primeras autoridades extranjeras en recibir
una llamada de Donald Trump haya sido el primer ministro israelí Benjamín
Netanyahu, quien a su vez no dudó en manifestar su entusiasmo por la elección
del magnate republicano. Con Trump en la Casa Blanca se pueden complicar mucho
las demandas palestinas. De hecho, el nuevo líder estadounidense ya anunció su
voluntad de trasladar la embajada de Estados Unidos desde Tel Aviv a Al-Quds
(Jerusalén), lo que implicaría un reconocimiento de este lugar como la capital
del Estado de Israel y una violación de las resoluciones internacionales del
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Para terminar con lo concerniente a Oriente Medio, el país
que se manifiesta más preocupado por el cambio político estadounidense es Irán,
pues Trump ha manifestado su voluntad de cancelar el acuerdo nuclear alcanzado
entre este país y la comunidad internacional el pasado año.
Mediante dicho acuerdo se establecieron las pautas para
garantizar la naturaleza pacífica del programa nuclear iraní a cambio del
levantamiento progresivo de sanciones económicas. Toda la comunidad
internacional, incluidos en ésta los más acérrimos enemigos de esta república
islámica –Israel y Arabia Saudita– reconocen que Irán ha respetado hasta ahora
los términos del llamado Acuerdo de Viena. Trump define a este trato como
"el peor acuerdo jamás negociado", demostrando sus complicidades con
el grupo de presión judío estadounidense AIPAC (American Israel Public Affairs
Committee) –lobby sionista que tiene como principal eje de intervención el
Congreso de los Estados Unidos y la Casa Blanca-.
La prioridad principal de AIPAC en este momento es,
textualmente, "desmantelar el desastroso acuerdo con Irán, una catástrofe
para Israel y Oriente Medio". Es un hecho que figuras como Newt Gringrich
(ex líder republicano en el Congreso), John Bolton (ex embajador en Naciones
Unidas) o Bob Corker (presidente de la comisión de Relaciones Exteriores del
Senado), que son las personalidades que más suenan en este momento como futuros
secretarios de Estado en el futuro gobierno de Trump, están claramente
vinculados con este lobby sionista.
Otro de los cambios importantes que se atisban respecto de
la política militar estadounidense tiene que ver con las declaraciones de Trump
sobre Europa. "Estados Unidos tiene que estar preparado para dejar que
esos países se defiendan a ellos mismos", aseveró el recién elegido
presidente en abril del presente año. Esto podría implicar una colaboración
menos activa con alianzas militares intergubernamentales como la OTAN, y en el
marco de las nuevas alianzas con Rusia una revisión de las estrategias de
injerencia norteamericanas en el conflicto ucraniano.
A su vez y en el plano comercial, Donald Trump se
comprometió a romper o renegociar pactos como el Acuerdo de Libre Comercio de
América del Norte (NAFTA) y combatir lo que él denomina prácticas comerciales
injustas de China, imponiendo aranceles punitivos a los productos asiáticos.
Ya en 1987 Trump descalificó duramente a Japón mediante un
anuncio de una página entera en el diario The New York Times que él mismo
financió, mientras que en la actualidad el mensaje viene a ser el mismo
cambiando Japón por China. Diversos economistas estadounidenses consideran que
esto podría implicarle al país volver a la recesión económica, pues estarían
amenazadas las cadenas de suministro norteamericano con bajo costo de mano de
obra de las que se valen muchas empresas estadounidenses.
De igual manera, se pondría en cuestión a las compañías que
dependen de las importaciones chinas, así como firmas de agrobusiness y otras
corporaciones de Estados Unidos para las que China se ha convertido en un
mercado estratégico de gran proyección. En definitiva, se pondría en riesgo el
ya magro crecimiento estadounidense.
"Nunca volveremos a someter a este país, a este pueblo,
a los cantos de sirena del globalismo", indicaba Trump durante su campaña
electoral y se reafirmaba diciendo, "la nación-estado sigue siendo el
fundamento de la felicidad y de la armonía, soy escéptico al respecto de las
uniones internacionales que nos atan y que nos destruyen, y no permitiré que
Estados Unidos entre nunca en ningún acuerdo que reduzca nuestra capacidad de
decidir en nuestros propios asuntos". Toda una declaración
antiglobalización del próximo presidente estadounidense.
Trump y América Latina
Otra de las consecuencias de la elección presidencial
estadounidense tiene que ver con el nuevo marco de relaciones que se
establecerá con América Latina. A pesar de que Trump no le dio importancia a la
región, hay dos anuncios claros: la polémica propuesta de construir una
ampliación del muro ya existente en la frontera con México y la voluntad de
"dar marcha atrás" a las medidas de normalización en las relaciones
diplomáticas con Cuba impulsadas desde la administración Obama.
Las lógicas restrictivas frente al fenómeno migratorio
tendrían un impacto muy importante en las economías regionales, pues éstas
reciben anualmente en torno a unos 65.000 millones de dólares por remesas de
sus migrantes. Según declaraciones de Donald Trump en su primera aparición
televisiva tras su triunfo electoral, su intención es expulsar entre dos y tres
millones de migrantes que según él tienen "antecedentes penales".
De ser así, el impacto será fuerte especialmente para las
economías de países centroamericanos, como Guatemala, que mantiene cierto
equilibrio macroeconómico gracias a los 7.000 millones de dólares que reciben
cada año de sus migrantes.
Respecto de México, el discurso trumpiano genera un fuerte
impacto en el sector empresarial y encubre un notable desconocimiento sobre el
valor económico para Estados Unidos de esta relación bilateral.
De darse un retroceso en las relaciones económicas entre
México y Estados Unidos, el país latino degradaría su perfil crediticio –hoy
calificado en "BBB" con perspectiva estable– y ralentizaría aún más
su magros pronósticos de crecimiento económico.
Las propuestas proteccionistas de Trump durante la campaña
electoral podrían conllevar un gravamen del 35% sobre los productos mexicanos
(el 80% de las exportaciones mexicanas tiene como destino su vecino del norte),
la reducción del ingreso por remesas (2% del PIB de México) y la parálisis de la
industria maquiladora que se ubica en la frontera entre ambos países.
Sobre la involución de las lógicas de normalización en las
relaciones entre Cuba y Estados Unidos, la propuesta de Trump responde a las
presiones ejercidas por parte de los partidarios de una política dura hacia
Cuba, insertados en el Partido Republicano.
La isla caribeña ha vivido durante más de cinco décadas sin
necesidad del coloso del Norte, si bien es cierto que en la actualidad y con el
debilitamiento del gobierno bolivariano de Venezuela, la economía cubana corre
serios riesgos.
Los beneficios de normalizar relaciones con Estados Unidos
son claros para la isla, y basta señalar como ejemplo que, a pesar del
estancamiento económico mundial, entre enero y junio del presente año Cuba ha
recibido un 15% más de turistas internacionales que en el mismo período del año
anterior, lo que se tradujo en una inyección de dinero de 1.200 millones de
dólares en la economía cubana. De los 2,15 millones de turistas que visitaron
la isla durante este primer semestre, algo más del 15% llegaron desde Estados
Unidos.
Para el resto de la región, la elección de Trump
posiblemente signifique la tendencia a profundizar las relaciones comerciales y
económicas con la zona Asía-Pacífico. Voluntades como la del actual gobierno
argentino de firmar un TLC con Estados Unidos seguramente quedarán bloqueadas,
y el acceso de los productos latinoamericanos al mercado estadounidense
probablemente va a decrecer notablemente.
En el plano de lo político quizás Colombia pierda apoyo para
la futura implementación de la agenda devenida del acuerdo con las FARC, la
cual en buena medida depende de la cooperación de Washington e incluye apoyo a
la política antinarcóticos, justicia y garantías de no extradición. La ayuda
prometida por Obama para el proceso de paz y el posconflicto fue de 450 millones
de dólares. El país suramericano tan solo tiene asegurado el presupuesto ya
aprobado para el año 2017.
Trump no ha hecho ni una sola referencia durante la campaña
electoral a Venezuela ni a ningún otro de los países autodefinidos como del
"Socialismo del Siglo XXI". Sorprendentemente el subcontinente carece
de importancia geopolítica y comercial para el Donald Trump presidente, pero no
para su holding empresarial.
Si bien América Latina no es el principal centro de
operaciones comerciales de Trump Organization, el holding que agrupa a las
empresas de Donald Trump, lo cierto es que mantiene con la región algunas
relaciones económicas altamente beneficiosas.
En la Ciudad de Panamá se levantan 70 pisos en el Trump
Ocean Club Internacional Hotel and Tower, precisamente la primera inversión del
magnate estadounidense fuera de las fronteras de su país en 2011.
Desde entonces hasta hoy se desarrollaron otras inversiones
inmobiliarias en la región, mediante un proceso relativamente reciente de
internacionalización de esta corporación empresarial. La última de ellas ha
sido la construcción del Trump Hotel Rio, situado en la elitista playa de Barra
de Tijuca, que fue inaugurado para las Olimpiadas de Río de Janeiro en julio de
2016.
El mundo, en un mar de dudas
Según Edgar Morin, padre de las ciencias complejas, "la
política es el arte de lo incierto, lo que nos lleva a un principio de
incertidumbre política generalizada". Nunca esta cita del filósofo y
sociólogo francés de origen sefardí tomó tanta vigencia como en la actualidad.
Trump asegura que "el mundo debe saber que no vamos al
extranjero a buscar enemigos; al contrario, siempre nos alegra que los viejos
enemigos se vuelvan nuestros amigos y que los viejos amigos se conviertan en
aliados", agregando a esto que, "eso queremos: traer paz al
mundo". Pero al mismo tiempo indica que "Estados Unidos será fuerte
de nuevo; Estados Unidos será grandioso de nuevo; este país será amigo de
nuevo".
La elección de Donald Trump como presidente de Estados
Unidos se inscribe en el "reinado de la incertidumbre", pero al mismo
tiempo se expresa en un rechazo creciente al establishment que representaba
Hillary Clinton y significa una ruptura con las lógicas devenidas durante más
de setenta años de liderazgo global de Estados Unidos.
A nivel interno, las primeras víctimas de estas elecciones
son las élites políticas tanto del Partido Demócrata como del Partido
Republicano. La política estadounidense sufrirá una reconversión. ¿Hacia donde?
Está por ver.
En todo caso, Trump asumirá el cargo como el presidente con
más poder de los últimos años en Estados Unidos, dominando los republicanos las
dos cámaras legislativas pero tras haberse impuesto además sobre el statu quo
político conservador y su emporio mediático. Haber designado como compañero de
fórmula a Mike Pence le da además un fuerte apoyo entre los simpatizantes
evangélicos del país, pese a que su visión económica esté muy lejana de la
ortodoxia económica republicana.
En el ámbito de la política internacional, las actuales
posiciones de Trump le llevan irremediablemente a un enfrentamiento por igual
con las visiones clásicas de republicanos y demócratas. Romper con la idea de
que Estados Unidos es el "responsable" de mantener el orden y la
"libertad" mundial lo enfrentará con los aliados más cercanos a
Washington, así como con el complejo militar-industrial y determinadas élites
de Wall Street y sus corporaciones instaladas a lo largo y ancho del planeta.
Pero también el sistema goza de mecanismos de presión sobre
el magnate norteamericano, el primer round lo veremos unas semanas antes de su
investidura. Por esas fechas tendrá lugar el juicio que debe enfrentar la
Universidad Trump frente a una denuncia colectiva y al que le seguirán otras 70
demandas pendientes contra diferentes empresas de su corporación.
Lo cierto es que sentar a este atípico multimillonario en el
sillón presidencial de la Casa Blanca significa destapar la caja de Pandora,
planteando múltiples conflictos de intereses internos y externos a los que
antes nunca se había enfrentado Estados Unidos.
El código de reglas de la política estadounidense está en el
cubo de la basura, y esto no es más que la consecuencia derivada del declive
del último imperio mundial, lo que pone en marcha una lógica de desafíos a los
poderes establecidos al que no se había asistido durante la implementación del
sistema post Segunda Guerra Mundial.
Volviendo a Morin, estamos obligados a "aprender a
enfrentar la incertidumbre puesto que vivimos una época cambiante donde los
valores son ambivalentes, donde todo está ligado".
No hay comentarios:
Publicar un comentario