Economista
Kaosenlared
En medio de los planes de ciudades inteligentes, en las que se
reclaman y prometen modelos ecológicos sostenibles, gestionados por
políticos al servicio de los capitales de estas multinacionales, la
gente muere de frío y hambre, carente de las energías más elementales, y
que son un bien común de la humanidad: tierra, agua, aire limpio,
sabiduría, espacio y tiempo social…
1) Dos hechos que confirman la presencia del capitalismo distópico
Estos días, las empresas más importantes de todo el mundo celebran el Congreso Mundial de las Ciudades Inteligentes
en Barcelona. El encuentro presume de pasar de ser una “feria de
teorías para convertirse en un lugar de realidades. Ya no solo se
presentan proyectos de futuro, ideas, sino que muchos municipios de
grandes ciudades y empresas exponen ya casos reales, prácticos, de cómo
las tecnologías están transformando el día a día de los ciudadanos”.1 Consideran ejemplos de esta novedad a “los medios de comunicación gobierno-ciudadano, los robots
policía, las cabinas inteligentes, la emprendeduría, los cambios en el
transporte y las tiendas inteligentes”. Son iniciativas en marcha
relacionadas con las ciudades inteligentes que el capitalismo distópico proyecta de acuerdo con sus nuevos objetivos de acumulación y apropiación de riqueza.
Por estas mismas
fechas, los mismos medios informan como una persona de 81 años de edad,
que tenía la luz cortada por falta de recursos económicos, muere en un
incendio causado por una vela. La víctima llevaba dos meses sin
suministro eléctrico e utilizaba estas lamparillas tan de tiempos
antiguos, de pueblos y aldeas de la edad media, para iluminarse;
antiguallas en comparación con lo que nos dicen que son las sociedades
inteligentes. Según fuentes consistoriales, la mujer recibía ayuda para
pagar el agua pero no había pedido la de la electricidad, pese a que le
correspondía. Es decir, “por sufrir pobreza energética debería de estar viva y con electricidad si los mecanismos previstos por la ley hubieran funcionado.
Pero nadie, ni siquiera ella misma, alertó de lo precario de su
situación. A pesar de que la ley 24/2015 obliga a que las compañías de
servicios básicos (luz, agua y gas) informen a los servicios sociales de
que van a cortar el servicio por falta de pago, la mujer pasó los dos
últimos meses de su vida a oscuras”. Mientras, el
ayuntamiento y la suministradora se echan la culpa de la muerte de esta
ciudadana; el alcalde denunciará ante la fiscalía el corte de luz que
obligó a la mujer a usar velas, mientras la empresa alega que el
ayuntamiento no avisó de la vulnerabilidad económica de la mujer.
¿Cuántas personas más, incluso familias, están en esta situación de
abandono social? ¿Cuántas más no irán muriendo? Lo que queda claro es
que el consistorio (Reus) por la suministradora (Gas Natural), y ésta
por aquel, la casa sin barrer. La Generalitat y los servicios sociales
oficiales tampoco quieren asumir responsabilidades. 2
Pero estos dos hechos, coincidentes en el tiempo, no deben sorprendernos. Este es el capitalismo distópico, un “sistema caracterizado por los elementos más negativos de las sociedades despóticas, crueles y totalitarias […] un mundo malo”.3
Los medios de comunicación denuncian situaciones de carencia y
atropello sin tener en cuenta que no es una ley administrativa la que
protege a las personas ciudadanas, sino que es la lógica depredadora del
sistema la que genera estas situaciones de explotación, desigualdad y
desamparo. Las leyes que salen y administran sus instituciones oficiales
no pueden amparar lo que el propio capitalismo como sistema necesita
para su desarrollo. En otro artículo ya avanzaba la existencia de un
periodismo alienante, 4
otra de las actividades indispensables para la consolidación y
legitimación del capitalismo distópico. Al periodista, tertuliano,
parlanchín, le cuesta aceptar que ejerce el papel de policía bueno del
sistema.
2) El veneno de la mentira repetida
El título ya es llamativo en sí mismo, propio de un ecologicista todo terreno. 5
Seguramente por eso le conceden el premio Ramón Margalef de la
Generalitat de Cataluña, por prestarse a culpar a la humanidad de los
desastres ecológicos que amenazan al planeta, y así exculpar al
capitalismo de sus responsabilidades. No es el primero, tampoco será el
último. 6
Josep Peñuelas (JP) repasa y repite con ánimo catastrofista los conocidos tópicos de la tribu académica ecologicista: el crecimiento del CO2
se dispara; inundaciones y sequías anti cíclicas en diferentes partes
de planeta; todo ello pone en peligro muchas de las actividades
productivas económicas o las altera geográficamente; cierto que la
inversión en tecnologías pueden ayudar, aunque no sean suficientes; la
especie humana está amenazada por el cambio climático; los gobiernos han
de intervenir más; pero sobre todo, y he aquí el valor del premio, la culpa de todo esto la tenemos los humanos
por nuestra persistencia en los hábitos de consumo y nuestra manía de
consumir “por encima de lo que puede soportar la Tierra, tanto en
recursos alimentarios como en determinados minerales. No hay para todos y
además está mal repartido, algo que solo puede desembocar en
problemas”. ¿Un galardón por repetir estos viejos y carcomidos
eslóganes? Se ve que hace tiempo que el mercado de académicos está
bastante abaratado…
Causas y culpables o consecuencias y víctimas…
Cierto que está
cambiando el clima; ahí está el deshielo en los polos para confirmarlo.
Cierto que aumentan los residuos urbanos y rurales, aunque también es
verdad que el capitalismo está encontrando soluciones sobre las que
obtiene pingües beneficios; por ejemplo, se están ya empleando nuevos
modelos productivos basados en el reciclaje y reutilización de
materiales y recursos. Cierto que se mantienen alteraciones en el
ecosistema, aunque está por demostrar que los cambios negativos que se
dan en un lugar del planeta no sean beneficiosos en otro. Cierto…
Sin embargo, en otros
trabajos ya denunciábamos en un buen número de ecologicistas la actitud
catastrofista y de poner el énfasis en el nosotras las personas como culpables de tales agresiones al planeta. 7
Según estos autores, no es el capitalismo, depredador de los recursos
naturales y explotador de la fuerza de trabajo el que aparece como
responsable, sino que, con la excusa de apoyarse en el conocimiento
científico, consiguen que la humanidad nos sintamos culpables de tales
desastres y que está, por tanto, en nuestras manos el corregirlos.
Releyendo la entrevista a JP,
no encontramos en ningún momento que sea el capitalismo el que mal usa
los recursos energéticos y los humanos, polucionando y creando residuos
en todas las fases de su actividad: producción, consumo, inversión,
creación de necesidades innecesarias, o destruyendo recursos productivos
y generando paro, pobreza, desigualdad. Se queda tan tranquilo
constatando que el cambio en “la distribución de los corales y de los
manglares, además de modificar la distribución del agua” se debe a los
efectos climáticos, y estos al sistema económico que practican los
humanos; no a la decisión y gestión de las empresas multinacionales. Es
decir, los purines y hormonas de las industrias cárnicas no se deben a
estas empresas sino a los humanos; el cultivo de productos transgénicos,
o genéticamente modificados, que destruyen el suelo no se debe a las
compañías que producen las semillas, y a los terratenientes que las
plantan, sino a los humanos; la contaminación 8
térmica y el vertido a los ríos de residuos de nitratos y metales
pesados no se debe a las empresas sino a los humanos; la culpa de las
emisiones de compuestos químicos y gases tóxicos emitidos a la atmósfera
por industrias químicas, metalúrgicas, energéticas, etc., es de los
humanos; la potenciación del uso del transporte privado (coches,
camiones; viajeros y mercancías) a expensas del público, no está
inducido por la acción de los Estados sino por la irresponsabilidad de
los humanos; la mala gestión y pésima distribución de la riqueza no se
debe a ese 1% que es propietario privado de la misma, sino al 99% de los
humanos que somos incapaces de responsabilizarnos de nuestras vidas. Es
resumen, lo que para JP
es preocupante es la economía de los humanos, pues el capitalismo como
sistema social nos existe, y lo que no existe no puede ser la causa de
la contaminación y demás agresiones al planeta: lo dice claro en una de
sus respuestas: “el cambio actual es muy rápido. Además, eso no es lo
que está fundamentalmente en juego: a la vida quizá no le pase nada,
pero los humanos sí podemos salir perjudicados. No es un problema
ambiental, sino un problema global. Afecta a todas nuestras actividades,
como la agricultura, la salud o el turismo. ¡Quién querrá venir a
veranear a nuestras tierras si estamos todos los días a 40 grados!”. No
se acuerda de que el turismo ha dejado de visitar los países de la otra
ribera del Mediterráneo, debido a las guerras de baja intensidad
que las poderosas empresas multinacionales han desencadenado en esa
rapiña y control por las energías y metales que poseen esos territorios.
Para JP,
en todo esto de la ecología siempre hay alguna gente que gana (no son
los capitalistas) y mucha que pierde (no es la trabajadora), pero no
clasifica a la humanidad en clases sociales: opresores y oprimidos,
explotadores y explotados, etc. Sino que todas las posibles soluciones
las simplifica o reduce a un repetitivo nos:
“lo que necesitamos es cambiar de manera significativa el estilo de
vida para no agotar los recursos […] Es posible que podamos cultivar
naranjas en Girona […] No estamos preparados para estos cambios bruscos
[…] Siempre habrá gente que gane, por supuesto, pero la mayoría saldrá
perjudicada […] No hay para todos y además está mal repartido, algo que
solo puede desembocar en problemas […] No entiendo por qué nuestros
gobernantes no liberan más el uso de energías alternativas en el ámbito
doméstico, que la gente se lo haga en casa. Los veo muy en manos de los
grupos de presión económica. Sé que no es fácil, pero el cambio
energético es algo que necesitamos de forma inmediata”.
Con este discurso de
la ambigüedad social, la humanidad es siempre la culpable, no el
sistema; es decir, tan culpable es el rey como su porquero, el director
de Monsanto como el segurata que le abre la puerta cuando llega por la
mañana a tomar decisiones y dar órdenes.
3) Recopilando: tres sucesos
Dos mundos en contraste, el de la explotación, miseria, desamparo, y muerte, y el de las ciudades inteligentes
con su cibernética, ciberespacio, inteligencia artificial, robótica,
electrónica, sus modelos sostenibles y otras tecnologías que se irán
descubriendo. Entonces, ¿a qué y en qué mundo vivirán las personas? Si David Harvey
tiene razón, él ya nos advertía que, actualmente, las ciudades crecen y
se desarrollan de acuerdo con las exigencias de acumulación de
capitalismo. 9 Por tanto, como en Metrópolis,10
la gran mayoría de la gente vivirá en los subterráneos de las ciudades
inteligentes mientras que ese afamado 1% vivirá en la superficie, un
espacio edénico, todo jardín, disfrutando de un aire limpio y un sol
radiante como parece que acríticamente defiende JP sin tener en cuenta las realidades sociales, de clase, que componen y son explotadas dentro del capitalismo.
Hemos juntado tres
hechos sobre los que debemos reflexionar. En medio de los planes de
ciudades inteligentes, en las que se reclaman y prometen modelos
ecológicos sostenibles, gestionados por políticos al servicio de los
capitales de estas multinacionales, la gente muere de frío y hambre,
carente de las energías más elementales, y que son un bien común de la
humanidad: tierra, agua, aire limpio, sabiduría, espacio y tiempo
social. Mientras, parte de las izquierdas aplauden y se sientan
plácidamente en la mesa del amo a consolidar el capitalismo distópico.
José Iglesias Fernández
Barcelona, 15 noviembre del 2016
1 En http://www.elperiodico.com/es/temas/smart-city-26971 . 13 a 16 de noviembre del 2016.
2
Para ver y entender el papel burocrático de los funcionarios y
políticos, especialmente relacionados con los servicios sociales, véase Yo, Daniel Blake, película reciente de Ken Loach.
3 José Iglesias Fernández. “Viene el capitalismo distópico, si antes no lo paramos”. Próxima publicación en Directa. En https://directa.cat/ .
5
Josep Peñuelas: «Estamos consumiendo más de lo que la Tierra puede
soportar». El Periódico de Cataluña, 14 noviembre del 2016. En http://www.elperiodico.com/es/noticias/medio-ambiente/entrevista-josep-penuelas-premio-ramon-margalef-5626138
6 José Iglesias Fernández. El final está cerca, pero el comienzo también. Desde el marxismo, reflexiones para la recuperación del ecologismo. Para escudriñadoras Baladre, 2014.
7 José Iglesias Fernández. Renta Básica, sustentabilidad, sostenibilidad. Cuadernos nº 6. Baladre Zambra, 2005. Decrecimiento. El vano intento de poner a dieta a la bestia. Cuadernos nº 9, Baladre/Zambra 2007. Sobre el decrecimiento y otras rendiciones. Interpretación crítica sobre el decrecimiento y el consumo responsable. Libreando Baladre, 2010. La miseria del decrecimiento. De cómo salvar el planeta con el capitalismo dentro. Libreando Baladre, 2011.
8 Los
contaminantes, primarios y secundarios pueden depositarse en la
superficie de la tierra por precipitación, deposición seca o húmeda e
impactar en determinados receptores, como personas, animales,
ecosistemas acuáticos, bosques, cosechas y materiales.
9 David Harvey. Ciudades rebeldes. Del derecho a la ciudad a la revolución urbana.
En http://www.cronicon.net/paginas/Documentos/CIUDADES_REBELDES.pdf
En http://www.cronicon.net/paginas/Documentos/CIUDADES_REBELDES.pdf
10 Fritz Lang. Metrópolis. En https://www.youtube.com/watch?v=pT4A-76CS28