Economistas
que pierden el norte atacando a Podemos
07 de junio de 2015
Publicado en Público.es el 6 de
junio de 2015
Juan Torres López
Desde que nació Podemos y se
vislumbró que se ponían seriamente en cuestión las políticas que provocaron la
crisis y que han convertido a España en el país donde más crece la desigualdad,
los ataques a quienes defendemos alternativas económicas han arreciado.
El común denominador de todos ellos
es que una eventual victoria electoral de Podemos y sus aliados llevaría
consigo todo tipo de males porque sus propuestas económicas son peligrosas y
descabelladas.
Como es lógico, los economistas
tienen un lugar privilegiado en esa batalla y los medios conceden un lugar
destacado a los que están dispuestos o lanzar dardos contra Podemos.
Uno de los economistas que se presta
con más ahínco a esa cruzada es José Carlos Díez. Le tengo simpatía personal y
lo considero una persona inteligente y comprometida. Al menos, tiene la
valentía de dar la cara y de defender sus ideas sin ningún tipo de tapujos.
Pero, como me gusta decir la verdad, he de reconocer que me defrauda muy a menudo.
Una vez reconoció en TV que para criticar mis libros no tenía que leerlos.
Otra, se prestó a criticarme tras el plasma sin dar la cara frente a mí, lo que
no fue muy valiente que digamos, y en varias ocasiones ha hecho observaciones
por las que se suspendería a un alumno de segundo de Económicas.
Hace
un par de días ha vuelto de nuevo a la carga en el diario El
País con un artículo titulado Ley de Gresham en el que critica la propuesta de
Barcelona en Común y Compromís dirigida a crear una moneda local.
En la línea arriba mencionada de
vincular cualquier tipo de propuesta alternativa con el caos, en su artículo
afirma que la creación de esas monedas “tendría un impacto muy negativo en el
exterior y nos afectaría a todos los españoles” y que “por el bien de los
barceloneses, valencianos y españoles esperemos que estas monedas no entren en
vigor”.
Los argumentos (si es que se pueden
llamar así) que utiliza Díez para asustar con esa propuesta son tan malos y
equivocados que creo que solo caben dos posibilidades: o escribe sin saber lo
que dice o conscientemente manipula hechos y saberes para sembrar animadversión
hacia la gente que defiende o vota lo que a él no le gusta.
Por un lado, Díez comete graves
errores en relación con la naturaleza y puesta en marcha de estas monedas. Por
ejemplo:
– Introduce en el mismo saco
conceptos monetarios diferentes y que, por tanto, tienen experiencias y efectos
muy distintos. No matiza las grandes diferencias que existen entre las monedas
sociales respaldadas en moneda legal y las que se basan en el crédito mutuo.
Confunde incluso la naturaleza material de la moneda de la que habla al
calificarla como metálica. Y tampoco tiene en cuenta las diferencias que hay
entre el dinero metálico (hoy prácticamente inexistente), el dinero
convencional actual (bancario o financiero sin respaldo alguno), el dinero
respaldado por bienes o el basado en sistemas que pueden ser muy diferentes como
por ejemplo las criptomonedas. Sin saber exactamente de qué tipo sería la
moneda barcelonesa, no se pueden sacar las conclusiones que saca Díez.
– Pasa por alto que hoy día funcionan
en el mundo más de 4.000 experiencias de monedas o sistema monetarios alternativos
al del dinero convencional en 30 o 40 países. Tampoco menciona Díez que hay
experiencias (muy exitosas) de monedas locales, como las que podrían poner en
marcha Barcelona en Común o Compromís, en ciudades como Bristol, Nantes,
Toulouse, Nápoles e incluso la muy exitosa promovida por el Banco Palmas en
Fortaleza (Brasil). Y al achacar la propuesta y sus males a Podemos muestra
también un enorme desconocimiento, o mala fe, puesto que confunde a la gente al
mezclar las monedas sociales con las monedas paralelas (Tax Anticipated Notes)
que están siendo recomendadas a Grecia para que las utilice como hizo Arnold
Schwarzenegger en 2010 en California, cuando era Gobernador del Partido
Republicano).
– José Carlos Díez se refiere a la
propuesta de Barcelona en Común y Compromís como si fuera una ocurrencia más de
Podemos y así oculta o desconoce que este tipo de propuestas tienen su origen
en la teoría del dinero libre de Silvio Gesell, un economista alemán a quien
John Maynard Keynes dedicó tres páginas en su obra cumbre “Teoría General de la
Ocupación, el interés y el dinero” y en la que dejó escrito que “el porvenir
aprenderá más de Gesell que de Marx”, mencionando también su idea del dinero
sellado (conocido también como oxidación del dinero), y que recibió la
aprobación nada menos que del profesor Irvin Fisher”, uno de los más grandes
economistas norteamericanos..
– En esa línea, Díez también parece
desconocer, u ocultarle a sus lectores, que las propuestas de creación y puesta
en marcha de nuevos tipos de sistemas monetarios y, en concreto, de emisión de
monedas alternativas, tiene tras de sí docenas de obras teóricas escritas por
académicos reconocidos en todo el mundo y que trabajan en muchas de las
universidades y centros de investigación más importantes del planeta.
–
También falsea Díez la realidad cuando afirma que estas propuestas son
“experimentos monetarios que siempre han acabado en desastre”. Si de verdad
fuese así, si esa afirmación tan tajante de Díez fuese cierta: ¿habría
reconocido la Asamblea francesa la posibilidad de crear “monedas locales
complementarias” en su reciente Ley de Economía Social y Solidaria (en su
artículo 16 que puede leerse aquí: http://bit.ly/1Jt7kww)? Lamento decirlo así pero esa opinión
de Díez es una falsedad impropia de una persona seria y rigurosa.
En el plano de la teoría económica
que tiene que ver con la circulación de monedas complementarias, locales,
sociales, etc. el artículo de José Carlos Díez también contiene o se basa en
errores de bulto. Los más importantes son los siguientes:
– Las monedas alternativas (sea del
tipo concreto que sean) como la que se propone emitir Barcelona en Común no se
emiten con el propósito de monetizar el déficit. Y, en la mayoría de los casos,
ni siquiera podrían monetizarlo al tener pleno respaldo en bienes o al basarse
en crédito mutuo.
–
Cuando se habla de este tipo de “monedas” (complementarias, locales, sociales…)
no se hace referencia a las piezas metálicas y a los billetes (por extensión).
Por tanto, su creación no implica una doble circulación metálica, como dice
Díez.
– Lo interesante de estas monedas y
lo que Díez no ha entendido en absoluto es que no es verdad que “compitan” con
el euro, en nuestro caso (y que entonces nunca serían preferidas a este, en su
opinión) sino que lo “complementan”. Es decir, que llegan a donde no llega el
euro.
– Por las razones anteriores, a la
circulación de este tipo de “monedas” no le es de aplicación la ley de Gresham.
Es más, lo que indica la experiencia es que, precisamente porque llegan a donde
no llega el euro (es decir al bolsillo donde no hay euros o donde hay euros
insuficientes) lo que ocurre es que son especialmente bien deseadas, hasta el
punto de que los comerciantes incluso hacen descuentos si se paga con ellas
(justo porque gracias a ellas pueden tener un ingreso adicional que de otro
modo no tendrían).
– Para colmo, Díez se equivoca cuando
dice que según la Ley de Gresham “la moneda buena es preferida a la mala”. Es
justo lo contrario. Lo que Sir Thomas Gresham dijo en el siglo XVI es que
la moneda de menor valor intrínseco tiende a desplazar a la de mayor
mayor. Es al revés de lo que dice Díez: según Gresham, es la moneda mala la que
desplaza a la buena.
– Díez cae en un error muy propio de
los economistas que desconocen la naturaleza real del dinero y dice que la
circulación de mayor cantidad de moneda crea inflación per se.
Como
dicen Juan J. R. Calaza y Juan Güell (Para entender la europeseta electrónica. Qué es y, sobre todo, qué
no es) al referirse a una moneda complementaria nacional pero
con un criterio perfectamente extensivo a las locales, este tipo de moneda no
es inflacionista “puesto que por definición es aquella que permite una
transacción sin la cual no se realizaría”.
También es falso el juicio de Díez
porque la creación de dinero no siempre crea inflación. En Estados Unidos, se
creó en 2008 más dinero (817.904. millones de dólares) que el que se creó en
los sesenta y tres años anteriores (desde 1945 a 2008, 821.585
millones de dólares) y de enero de 2008 a septiembre de 2014 se creó 3,91 veces
más que desde 1945 a
2008. Si fuese cierta la tesis de Díez debería haberse provocado una inflación
gigantesca.
No fue así porque para que un
incremento de los medios de pago cree inflación a) deben llegar a la economía;
b) deben gastarse en bienes y servicios y c) debe haber oferta insuficiente e
imposibilidad de aumentarla.
La idea de las monedas
complementarias es, precisamente, contribuir a que pueda realizarse oferta real
y potencial que ahora no se realiza. Por tanto, no solo no crean inflación sino
que, por el contrario, contribuyen a eliminar el paro y dinamizar los recursos
infrautilizados.
También parece mentira que Díez
desconozca que es materialmente imposible que medios de pago plenamente
respaldados generan inflación. Sobre todo, cuando se trata, como en la mayoría
de las llamadas monedas sociales, de sistemas basados en el crédito mutuo en
donde los saldos negativos se compensan con los positivos.
Y más sorprendente aún es que Díez no
se percate de que lo que realmente crea inflación es el dinero que los bancos
crean ex nihilo, es decir, de la nada, como decía el Premio Nobel de Economía
Maurice Allais, y los intereses que lleva consigo.
–
Por último, José Carlos Díez parece no estar al tanto, u oculta que lo está, de
propuestas más recientes de creación de monedas complementarias que se están
haciendo en ámbitos tan poco sospechosos como el Banco Central Europeo o el
Instituto Veblen y que son defendidas por economistas de todas las tendencias
ideológicas. Incluso el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schaeuble, ha
reconocido que se plantea la creación de una moneda complementaria en Grecia.
Es verdad que la casuística (como ya he dicho más arriba) es variada y que se
trata de propuestas que comportan problemas importantes que hay que resolver
(¿cuál no?) pero basta saber de ellas para deducir que propuestas como las de
Barcelona en Común o Compromís no son, como dice Díez, una locura de
extremistas peligrosos. Le recomiendo leer, por ejemplo, Parallel currencies for the eurozone. An
outline and an attempt at systemisation, de Ludwig Schuster, con más de 40 referencias bibliográficas
adicionales, o A parallel currency for Greece: Part I y Part II, de Biagio Bossone, Marco Cattaneo, o The economics of parallel currencies, de Jérémie Cohen-Setton.
En definitiva, bien sea por error,
por desconocimiento o por cualquier otra razón que no me atrevo a aventurar, lo
cierto es que José Carlos Díez vuelve a confundir a sus lectores. Una cosa es
que cada uno tengamos ideas diferentes y las expongamos para tratar de influir
en la sociedad y otra lanzar cruzadas sin miramientos, como hace desde hace
tiempo este economista, contra todos los que no piensan como él. Y, sobre todo,
hacerlo con soberbia y descalificación a diestro y siniestro.
No hace falta que diga a los lectores
de este artículo que las televisiones y demás medios que convocan a menudo a
José Carlos Díez para que exponga ideas como las que he criticado no me van a
llamar a mí para que pueda rebatírselas en directo y cara a cara. Por tanto,
solicito que divulguen al máximo este artículo y todos los que le lleguen
criticando las propuestas neoliberales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario