lunes, 22 de junio de 2015

El problema de Grecia es la mala fe de la UE. .





Sobre Grecia y la UE
James K. Galbraith · · · · ·

21/06/15







Por qué las exigencias de los acreedores no harán otra cosa que prolongar la crisis de Grecia

Hemos traducido dos artículos de James K. Galbraith que son imprescindibles para la comprensión de lo que está pasando actualmente entre la UE y Grecia. El autor, además de un economista de más que reconocido prestigio, es un gran conocedor de las interioridades de las negociaciones. SP


Volviendo el pasado martes de Berlín, el ministro griego de Economía, Yanis Varoufakis, me hizo notar que el uso actual de la palabra "reforma" tiene sus orígenes en el periodo intermedio de la Unión Soviética, sobre todo con Jruschov, cuando los especialistas académicos trataban de introducir elementos de descentralización y procesos de mercado en un sistema de planificación esclerótico. En aquellos años, cuando la lucha norteamericana se centraba en los derechos y algunos jóvenes europeos todavía soñaban con la revolución, "reforma" no se utilizaba mucho en Occidente. Hoy, en un curioso giro de convergencia, se ha convertido en consigna de la clase dominante.

La palabra, reforma, se ha convertido en algo central en el tira y afloja entre Grecia y sus acreedores. Acaso fuera posible una nueva reducción de la deuda, pero sólo si los griegos se avienen a "reformas". Pero ¿qué reformas y con qué fin? La prensa ha zarandeado en general el término, reforma, en el contexto griego, como si hubiera amplio acuerdo sobre su significado.

Las reformas concretas hoy exigidas por los acreedores de Grecia son una medida peculiar. Y tienen como objeto reducir el Estado; en este sentido van "orientadas al mercado". Pero son lo más alejado que hay de promover la descentralización y la diversidad. Por el contrario, trabajan para destruir instituciones locales e imponer un modelo de política único en toda Europa, en el que Grecia no andaría a la cola sino que estaría a la vanguardia. En este otro sentido, las propuestas son totalitarias y, aunque el padre filosófico sea Friedrich von Hayek, el antecesor político es, por decirlo toscamente, Stalin.

La versión de la moderna Europa del estalinismo de mercado, en la medida en que afecta a Grecia, tiene tres puntas principales. La primera se refiere a las pensiones, la segunda, a los mercados laborales, y la tercera, las privatizaciones. Y luego hay una cuestión dominante, la de los impuestos, la austeridad y la sostenibilidad de la deuda, a la que podemos volver luego.  

Con respecto a las pensiones, los acreedores exigen que se recorte este año cerca de un 1% del PIB en pensiones, en un país en el que la mitad de las pensiones está en cantidades por debajo de la línea de pobreza. Esa petición específica supondría recortar cerca de 120 euros de pensiones que se encuentran en una escala de 350 euros o menos al mes. El gobierno responde que, si bien el sistema de pensiones precisa de reformas – la pronta  edad de jubilación actual resulta insostenible –, esas reformas sólo pueden hacerse gradualmente y acompañadas de la introducción de un programa eficaz de seguridad en el empleo.  

En el mercado de trabajo, los acreedores ya han impuesto la casi completa eliminación de la negociación colectiva y la reducción del salario mínimo. El gobierno señala que sus efectos consisten en hacer informal el mercado laboral, de modo que el trabajo no deje constancia y no hayan de pagarse pensiones contributivas, lo que a su vez socava el sistema de pensiones. La propuesta griega consiste en diseñar un nuevo sistema de negociación colectiva que cumpla las normas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Respecto a la privatización, los acreedores han exigido la venta de aeropuertos, puertos de mar y servicios públicos eléctricos, entre otros activos, y que todo esto se haga rápidamente. En esto las objeciones griegas no se refieren a la gestión privada o extranjera de ciertos activos sino que se oponen a malbaratarlas o deshacerse de ellas sin condiciones o sin conservar participaciones. Así, por ejemplo, en la privatización en marcha del Puerto del Pireo para la empresa china Cosco, el gobierno ha insistido en un plan de inversiones y en los derechos laborales (para completar el giro lingüístico postmoderno, aquí un gobierno de izquierdas de un país capitalista impone derechos sindicales a una empresa multinacional de un país comunista).

Pasando a los impuestos, los acreedores han exigido un gravoso incremento en el impuesto del valor añadido (IVA), que tiene ya una tarifa máxima del 23 %. Entre otras cosas, el gravamen recaería en las medicinas (y por tanto en los ancianos) y en las tarifas especiales de las que se benefician las islas griegas (cerca del 10% de la población del país), en las que se concentra el turismo y donde los costes son en cualquier caso más elevados. El gobierno señala que los incrementos fiscales sobre el turismo dañan su competitividad y que el resultado conjunto del aumento del gravamen fiscal consistirá en reducir la actividad y empeorar el problema de la deuda. Lo que se necesita, por el contrario, es ejecutar la recaudación de impuestos; reducir la evasión del IVA podría permitir, bastante fácilmente, rebajar las tasas del mismo.

Lo que se echa a faltar en las exigencias de los acreedores es, bueno, la reforma. Los recortes en las pensiones e incrementos del IVA no son reformas; no añaden nada a la actividad económica o a la competitividad. La privatización a precios de saldo puede llevar a depredadores monopolios privados, como sabe cualquier que viva en América Latina o en Tejas. La desregulación del mercado laboral tiene la categoría de experimento poco ético, la imposición del sufrimiento como terapia, algo que confirman los registros internos del FMI por lo menos desde 2010.  Nadie puede sugerir que los recortes salariales van a poner a Grecia en disposición de competir eficazmente por los puestos de trabajos en bienes comercializables con Alemania o Asia. En cambio, lo que sucederá es que se marchará cualquiera que tenga habilidades competitivas.

La reforma de verdad en cualquier sentido es un proceso que exige tiempo, paciencia, planificación y dinero. Reformas son la reforma de las pensiones y la seguridad social, derechos laborales modernos, privatizaciones sensatas y una eficaz recaudación de impuestos. Otro tanto sucede con las medidas relativas a la administración pública, al sistema judicial, la aplicación de impuestos, la integridad estadística y otras cuestiones, sobre las que hay acuerdo en principio y que los griegos pondrían de inmediato en práctica si los acreedores se lo permitieran; salvo que por razones derivadas de la negociación, no lo hacen. Lo mismo pasaría con un programa de inversiones que pusiera de relieve los servicios avanzados que Grecia bien puede proporcionar de manera adecuada, entre ellos la atención a los ancianos, la educación superior, la investigación y las artes. Esto exige reconocer que Grecia no puede tener éxito si es igual que los demás países; tiene que ser diferente: un país de tiendecitas, hoteles pequeños y playas abiertas. Una reestructuración de la deuda devolvería a Grecia a los mercados (y sí, sería factible, y los griegos tienen una propuesta para llevarla a cabo), supondría, para cualquier estimación razonable, una reforma. 

El propósito a la vista del programa de acreedores no es por tanto la reforma. Se trata de redoblar la recaudación de la deuda frente al desastre. Los recortes de pensiones, los recortes salariales y el aumento de impuestos y las ventas a precio de ganga se ofrecen con el pensamiento mágico de que la economía se recuperará pese al gravamen de impuestos más altos, un poder adquisitivo más reducido y la repatriación al exterior de los beneficios de la privatización. La magia lleva ensayándose ya cinco años, sin éxito alguno en el caso griego. Esa es la razón por la que, en vez de recuperarse según lo predicho tras el rescate de 2010, Grecia ha sufrido una pérdida del 25% de su renta sin que haya un final en perspectiva. Y por esa razón es por lo que el gravamen de la deuda ha pasado de cerca del 100% al 180%, estimado en términos de valor nominal. Pero reconocer este fracaso, en el caso de Grecia, supondría socavar el conjunto del proyecto político europeo y la autoridad de quienes lo dirigen.

Así es que las conversaciones griegas siguen en un callejón sin salida. En realidad, no es exactamente un callejón sin salida, puesto que los griegos se encuentran bajo una presión extrema. O bien ceden a la postura de los acreedores o pueden encontrarse con los bancos cerrados y obligados a salir del euro, lo que tendría consecuencias enormemente perturbadoras, al menos a corto plazo. Esto lo saben los acreedores. De modo que siguen poniendo a los griegos contra la pared, sin cambiar jamás de postura, al tiempo que se quejan de que el campo griego no trabaja con bastante rigor.. Y a medida que los griegos van cediendo terreno, palmo a palmo, los acreedores simplemente presionan más y más. 

Es la fea dinámica de la negociación bajo coacción, entre una parte fuerte y otra débil, complicada en este caso por el hecho de que el lado de los acreedores no dispone de un liderazgo unificado, y por tanto nadie – a menos que Angela Merkel dé finalmente un paso adelante para encarnar ese papel – puede hacer concesiones razonables y obligar del todo a un acuerdo aceptable. De manera que se van cerrando las opciones. O bien  acabará concediendo demasiado el gobierno griego, perderá sus apoyos y se derrumbará, en cuyo caso, si el resultado final consiste en otra quiebra o en Alba Dorada, la democracia estará muerta en Europa. O bien, al final, los griegos se verán obligados a tomar el destino en sus manos – con un enorme riesgo y coste – y a esperar ayuda de donde quiera que pueda llegar.


Traducción para www.sinpermiso.info : Lucas Antón


Social Europe Journal, 15 de junio de 2015

Mala fe

Los lectores de la prensa financiera pueden ser perdonados si piensan que las negociaciones entre Grecia y Europa tienen en una de las partes a un irresponsable –el nuevo gobierno de Grecia- y otra parte responsable -un frente común de gobiernos e instituciones acreedoras- con un objetivo de altas miras en políticas racionales y en el interés común de Europa.

La visión desde Atenas es diferente. El 11 de junio, asistí a la audición de la comisión del parlamento investigadora de la deuda griega. Phillipe Legrain, antiguo asesor del entonces presidente de la UE José Manuel Barroso, testificó. Legrain es un tecnócrata, un economista, muy reservado. Habló en tono comedido.

El crimen original en los asuntos griegos, dijo Legrain, fue cometido en mayo de 2010, cuando fue evidente que el país era insolvente. En ese momento, el personal del FMI estaba convencido que la deuda griega debía ser reestructurada y que una quita de deuda no era solo necesaria sino también justa, dada que la temeridad de los prestamistas siempre acaba igualando la temeridad de los prestamistas, y que los prestamistas son compensados, en parte, por el riesgo.

No hubo reestructuración. En lugar de eso, un trío de franceses –en el FMI, el Banco Central Europeo y el Elysée, y apoyados por Angela Merkel- decidieron pretender que el problema de Grecia era meramente temporal, que había una mayor crisis financiera de la que protegerse, y que el mayor rescate de la historia debía dirigirse no a salvar a Grecia, sino en aliviar la exposición de la banca francesa y alemana ante todos los estados de Europa, con los contribuyentes alemanas aportando la mayor parte.

¿Por qué el FMI entró en escena, concediendo su mayor préstamos de la historia (32 veces el de Grecia) ante las reservas de su personal y las objeciones de muchos de sus miembros no europeos? Porque el director del fondo en aquel entonces, Dominique Strauss-Kahn, quería convertirse en presidente de Francia.

Al mismo tiempo, el Banco Central Europeo bajo el mandato de Jean-Claude Trichet compró 27 billones de euros en bonos griegos, subiendo así su precio. ¿Por qué hizo esto Trichet? Para apoyar a los prestamistas originales, una vez más, los bancos franceses en su mayor parte.

De este modo, los poderes europeos fueron capaces de evitar imponer pérdidas a los grandes bancos. Y mediante su acción, Trichet bloqueó al BCE en una negativa a aceptar pérdidas de los bonos griegos mientras estiraba, si no rompía, el mandato legal del BCE.

Como principio básico de las finanzas: no puedes conceder nuevos préstamos a alguien quebrado. Lo que debes hacer, cuando te enfrentas a la insolvencia, es una reestructuración de la deuda. El personal y los miembros de la junta del FMI que entendieron esto al momento fueron revocados. En cambio, los líderes de Europa se aunaron entorno a una enorme mentira: la pretensión de que la deuda griega puede ser mantenida. En 2010, los representantes del FMI, Francia, Alemania y Holanda prometieron (en tal pretensión) que sus bancos mantendrían la deuda griega. En realidad, vendieron todo lo que pudieron.

De vuelta en 2010, el gobierno griego pudo haber reestructurado su propia deuda, bajo la ley griega, pero falló en su intento. Cuando sí hubo reestructuración en 2012, fue en los términos de los acreedores, que fue por lo que los fondos de las pensiones griegas perdieron un 60% de su valor. Y esto, por supuesto, es un motivo de peso por el cual las pensiones griegas están en un terrible problema hoy en día.

En 2010 Grecia tuvo que tragarse un programa de austeridad que era –como Paul Thomson de la ejecutiva del FMI- "dura, difícil y dolorosa". Aunque el programa instaba a un "ajuste fiscal" sin precedentes del 16% del PIB, también predijo que Grecia sufriría una caída del PIB del orden de tan solo el 5%, siendo seguido de una recuperación que comenzaría en 2013. Mientras el ratio entre la deuda y el PIB crecería hasta el 150% en 2013 y disminuiría después. La realidad fue que la caída del PIB griego fue cinco veces mayor y el ratio entre la deuda y el PIB está hoy por encima del 180%. Y no ha habido recuperación de ningún modo.

Más adelante en la audiencia, Legrain fue preguntado sobre su visión sobre los economistas detrás de estas predicciones y los responsables que las expresaron. En este punto, su testimonio vaciló. ¿Fue incompetente? ¿Entró en pánico? ¿Ideología? Los testigos no estaban seguros. Quizás, asertó, algunos de ellos, "en su estupidez", pensaron que iba a funcionar. En cualquier evento, tal y como él testificó, "nadie ha sufrido por sus errores".

No. el Señor Thomson continua insistiendo en hacer caso al FMI –aunque ahora acepta la necesidad de una quita de deuda- y continua demandando el mismo paquete de recortes deflacionarios que en lenguaje oficial se suaviza como "reformas". Entre estas hay severas reducciones de las pensiones más bajas que paga Grecia, que recortaría un tercio de los pagos que son ya de solo 12 euros al día.

Mientras, de acuerdo con una información en el Frankfurter Allgemeine Zeitung del 14 de Junio, la Comisión Europea estaba dispuesta a ceder en el recorte de las pensiones a cambio de recortes en el presupuesto militar griego. ¿Quién torpedeó esto? De acuerdo con la misma fuente fue el FMI. Si esa institución cree que será fácil presionar al gobierno griego matando de hambre a sus pobres ancianos, realmente no han estado prestando atención. O, más probablemente, dada la ahora clara división y desorden entre los acreedores, el FMI ha decidido que no quiere ningún acuerdo- y por tanto más negociaciones serán estériles.

Y como insiste el FMI que Grecia debe cumplir cada una de las condiciones, las cosas son bastante diferentes justo un poco más hacia el norte y el este. Para Ucrania, de acuerdo con una declaración de Lagarde el 12 de Junio, como informó Zero Hedge, el FMI "puede prestar a Ucrania incluso si Ucrania determina que no puede pagar su deuda". Hasta aquí por la sostenibilidad de la deuda –por el principio fundamental de que tú no puedes conceder nuevos préstamos a alguien quebrado.

Los comprensivos lectores americanos se han acostumbrado a ver a Alemania, a los alemanes, su canciller Angela Merkel y su ministro de finanzas Wolfgang Schäuble como los villanos de este drama. Han subestimado el papel medio escondido de los Rasputins de Paris. Y también del Svengali de Frankfurt, Mario Draghi, quien como he escrito redobla las amenazas al sistema bancario griego. Estas son las amenazas que pueden, en los próximos días, dar rienda suelta a la avalancha que Draghi una vez prometió que haría lo que fuera necesario para prevenir.

James K. Galbraith es profesor de gobierno y relaciones empresariales en la Escuela Lyndon B. Johnson de Asuntos Públicos de la Universidad de Texas. Presidente de la Association for Evolutionary Economics, su último libro publicado es "Inequality and Instability" , una soberbia investigación empírica y teórica sobre el capitalismo de nuestros días. Está actualmente terminando de escribir un libro intitulado The End of Normal (El final de la normalidad).

Traducción para www.sinpermiso.info : Ayoze Alfageme

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El encubrimiento de Grecia por parte de la eurozona

Simon Wren-Lewis

 Siempre que escribo acerca de Grecia, una buena proporción de los comentarios (puede que no la mayoría) podrían resumirse del siguiente modo: ¿cómo puede usted ponerse del lado de Grecia cuando es tan ineficiente su economía y tan inepto su gobierno y después de todo lo que hemos hecho por ellos? No me hago ilusiones acerca de las ineficiencias y la corrupción endémicas de la economía griega. Y tampoco quiero convertirme en defensor de ningún gobierno griego. Lo que me parece a mí muy descaminada es la idea de que los responsables políticos europeos han sido ya muy generosos con Grecia. La creencia general es que si no hubieran introducido la austeridad en Grecia, habría sido mucho peor. Esto parece algo sencillamente erróneo. Si con alguien han sido generosos los responsables políticos europeos es con los primitivos acreedores del gobierno griego, entre los que se cuentan los bancos de diversos países europeos y de otros. Supongamos que los responsables políticos de la eurozona se hubieran echado atrás y hubiesen dejado que las cosas siguieran su curso cuando los mercados andaban gravemente preocupados por Grecia a comienzos de 2010. Eso habría desencadenado un impago inmediato y una petición del gobierno griego de ayuda al FMI (en realidad, a finales de 2009 las autoridades de la zona euro indicaron que la ayuda financiera del Fondo no era “adecuada ni bienvenida”: IMF Country Report No. 13/156, 8) En estas circunstancias, dados los recursos limitados del FMI, se habría producido un total impago de toda la deuda del gobierno griego. Si hubiera ocurrido eso, el programa desde luego ingente de ayuda del FMI (uno 30.000 millones inicialmente, pero incrementado en otros 12.000 millones en años posteriores), se habría destinado a cubrir los déficits primarios en los que se había incurrido mientras Grecia trataba de alcanzar un equilibrio primario. Esos 42.000 millones se acercan mucho a la suma de los déficits primarios reales de Grecia desde 2010 (lo que incluye el coste de recapitalizar los bancos griegos). 5 UE- Grecia: Si no ahora ¿cuando? www.sinpermiso.info Lo que eso significa es que el compromiso de los gobiernos europeos no ha ayudado a Grecia en absoluto. Con el apoyo únicamente del FMI, Grecia habría sufrido el mismo grado de austeridad que se ha registrado en realidad. El dinero adicional proporcionado por las autoridades europeas se ha dedicado a reembolsar a los acreedores de Grecia, primero al retrasar el impago en 2010 y 2011, y al permitir sólo después un impago parcial en 2012. (No estoy seguro de que los dos grupos vean la división de ese modo, pero si parte del dinero del FMI se había pensado dedicarlo a reembolsar a los acreedores de Grecia, hay que preguntarse por qué tenía el FMI que estar haciendo eso). Queda bastante claro por qué las autoridades europeas se mostraron tan generosas con los acreedores de Grecia. Les preocupaba el contagio (sobre este particular, véase lo que escribió Karl Whelan en Forbes el 6 de mayo de 2013, ”El FMI sobre Grecia: metimos la patas, pero la culpa en realidad es de la eurozona”). El FMI se avino a este programa de impago sólo parcial, aunque su equipo fuera incapaz de poner la mano en el fuego por que la restante deuda pública griega fuera con alta probabilidad sostenible (FMI 2013, IMF Country Report No. 13/156, 14). El punto clave estriba en que las autoridades europeas y el FMI se equivocaron. El contagio se produjo de todos modos, y solo se le puso término cuando el BCE se avino a aplicar OMT [outright monetary transactions, transacciones monetarias directas] (es decir, a convertirse en prestamistas soberano de último recurso). Fue este un error de envergadura de los responsables políticos, que ‘despilfarraron’ enormes sumas de dinero tratando de parar algo que sucedió de todos modos. Si los gobiernos de la eurozona hubieran gastado dinero innecesariamente a esa escala en otro lugar, sus electorados habrían cuestionado su competencia. No ha ocurrido esto porque ha sido fácil encubrir este error. Los políticos y los medios informativos repiten incesantemente que el dinero se ha destinado a rescatar a Grecia, no a los acreedores de Grecia. Si no se devuelve el dinero, la culpa es de los gobiernos griegos, o del pueblo griego. Que distintos gobiernos griegos, al menos hasta recientemente, se avinieran a participar en este engaño resulta lamentable, aunque puedan responder que tenían poca opción en este asunto (alguien de inclinación más cínica podría haberse preguntado cuántos de los acreedores eran griegos ricos). El engaño ha desarrollado hoy su propio impulso. Lo que debía ser esencialmente un empeño cooperativo para poner a Grecia de nuevo en pie lo antes posible se ha convertido en una saga de enfrentamientos. Si la historia es que todo este dinero se ha destinado a Grecia y todavía precisan de más, deben imponerse rigurosas condiciones para justificar una ulterior ‘generosidad’. Dentro de la troika, los de la línea dura actúan de cara a la galería para parecer correosos, creyendo acaso que al final se verán desautorizados por voces más sensatas. El problema de esta saga resulta semejante al problema de imponer una mayor autoridad: se daña la economía a la que se supone que se está ayudando (hay quienes le encuentran una explicación más siniestra de lo que está pasando actualmente, que es un intento de cambio de régimen en Grecia). Que esté pasando esto no tiene nada de sorprendente: los políticos actúan como suelen actuar los políticos. Lo verdaderamente triste es que actuar de cara a la galería parece funcionar: los políticos que utilizan la carta nacionalista pueden desviar así las críticas que se les debieran dirigir por sus anteriores errores. Pasa en todo momento, desde luego: véase Putin y Ucrania, o Escocia y las elecciones del Reino Unido en 2015. Me pregunto si llegará un momento en el que fracase esta estrategia de encubrimiento. Por fútil que pueda ser este pensamiento, solo pido a los que pudieran ver este asunto como un país ingrato que no hace más que pedir que se den cuenta de que juegan con ellos.
Simon Wren-Lewis es economista del Merton College en la Universidad de Oxford.
 Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón Social Europe Journal,
18 de junio de 2015

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 Nota .- Según datos de los auditores de la deuda la estafa es mucho peor de lo que nos podíamos imaginar .

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   "Leonidas Vatikiotis, economista y profesor universitario, se ha encargado del estudio de la deuda griega desde el año 1980 hasta la aparición de la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional), en 2010. Entre sus conclusiones cita que “el aumento de la deuda no se debió al gasto público excesivo, que de hecho se mantuvo más bajo que el gasto público de otros países de la eurozona, sino por el pago de tipos de interés extremadamente altos a los acreedores, un excesivo e injustificado gasto militar, pérdida de ingresos fiscales debido a los flujos ilícitos de capital, la recapitalización estatal de los bancos privados y los desequilibrios internacionales creados a través de las fallos en el diseño de la propia Unión Monetaria”.
Vatikiotis considera que “a la luz de los muy reconocidos expertos en derechos constitucional, economistas y abogados, que prueban que la deuda pública alimentada durante las últimas tres décadas es completamente ilegal”, la única opción posible para el Primer Ministro griego, Alexis Tsipras, “debe declarar el impago pues tiene todo el derecho a cancelarla”. Y advierte al resto de países europeos que “harían bien en detener las presión sobre el gobierno griego, aceptar la legalidad y respetar las decisiones soberanas de Atenas sobre la cancelación de la deuda”.
Maria Lucia Fattorelli, exauditora del Erario Federal de Brasil y fundadora del movimiento “Auditoría Ciudadana de la Deuda” en su país, ha investigado para el Comité el contenido de los acuerdos bilaterales y con las instituciones financieras firmados por Grecia desde 2010, y denuncia las numerosas irregularidades contables y legales llevadas a cabo por las instituciones europeas, con el fin de endosar al estado griego los activos tóxicos de la banca privada.
“Estamos ante lo que podría denominarse una estafa, un fraude de dimensiones inmensas”, señala. Tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como la Comisión Europea (CE) crearon empresas pantalla de carácter privado en paraísos fiscales, “para no tener que someterse a las leyes europeas e involucrando a los países de la Unión Europea en garantías de miles de millones de euros, solo para salvar a la banca”.
Según la investigadora, desde 2009 la CE falseó estadísticas europeas, adoptó medidas ilegales y presionó a Grecia para crear un escenario que llevara a la aceptación de un canje de bonos sin ningún acuerdo de compraventa debidamente contabilizado, ni garantía para Grecia.
El mismo día en que se formalizó el préstamo a Grecia, “se fundó en Luxemburgo el EFF (Extended Fund Facility), una entidad privada encargada de la estabilidad financiera del país, y el Banco Central Europeo creó el programa SMP (Securities Market Programme) que vulnera el artículo 123 del Tratado europeo”. Además el FMI entregó, en un acto ilegal conforme a sus reglas, 250 mil millones de euros al EFF, y que miembros de las instituciones financieras y los gobiernos de la época reconocieron ante el Comité las presiones a las que había sido sometida Grecia para que aceptara quedarse con la deuda de los bancos.
En opinión de Fattorelli, “lo que se presentó como un programa de ayuda, fue únicamente un trasvase de los  activos tóxicos de la banca privada a los bancos centrales locales, y la deuda ha sido la herramienta para posibilitar este canje”.
Sergi Cutillas, integrante de la Plataforma Auditoría Ciudadana de la Deuda, ahonda en esa línea al asegurar que “el FMI sabía muy bien qué estaban haciendo cuando en 2010 violó sus estatutos al prestar a un país que tenia una deuda insostenible y que, por tanto, si quería prestar dinero debía haber hecho una reestructuración o una quita de la deuda”. Porque, además, no había duda sobre cuál sería el resultado. “Ellos mismos, en conversaciones internas, decían que era una patada hacia delante y sabían lo que se iban a encontrar, pero de cara hacia fuera dijeron que todas las medidas de austeridad eran para hacer la economía sostenible, y el resultado ha sido un desastre económico y social. […] Tanto los préstamos como sus condiciones son odiosas, rompen la ley y están hechas con consciencia, premeditación y alevosía con el único fin de proteger unos intereses privados, los de los bancos, y profundizar en el modelo neoliberal desmontando el estado del bienestar”.
Pero Cutillas también denuncia la inaudita negativa del Presidente del Banco Central de Grecia, Yanis Sturnaras, a facilitar la información solicitada por el Parlamento amparándose en una clausula de confidencialidad dentro del marco de la ley bancaria europea. Lo que supone anteponer los intereses de las entidades financieras a la soberanía popular representada por la Asamblea Nacional. El resultado, explica el investigador, es que “no tenemos evidencias de que el dinero de los préstamos fuera transferido, ni que pasara a ingresar las cuentas del Estado. No tenemos certeza de cuál ha sido el movimiento del dinero, aunque sabemos que hay una serie de fondos que han sido utilizados para ello y que un 70% del préstamo solo existe en papel, en títulos emitidos por el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF)”. Y ahí Cutillas hace un inciso para explicar que el FEEF es una institución privada creada en Luxemburgo bajo ley británica, vulnera normas del Tratado de la UE, emite deuda con garantías de los estados socios y tiene una condición crediticia artificial, emitida por las agencias de rating que le otorgan la máxima calificación, gracias a lo cual sus activos no tienen ningún riesgo por lo que es refugio de especuladores. “Un esquema del que Grecia no se beneficia en nada”, pero que gracias a su descubrimiento por parte del Comité esta información se ha convertido en “una herramienta formidable en manos del pueblo griego”.
Los argumentos legales son rigurosos, y el informe publicado evidencia que se han vulnerado muchos artículos del Tratado de la UE o de las propias instituciones que participaron en el fraude de la deuda. Lo que deja claro que quien tiene el poder no tiene ningún problema en romper las normas."










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