jueves, 2 de octubre de 2014

Occupy Hong Kong y las contradicciones del neoliberalismo en China.

De la represión a las acampadas
Occupy Hong Kong y las contradicciones del neoliberalismo en China
Diez días después de las primeras movilizaciones estudiantiles, la ciudad-Estado de Hong Kong, en la que impera un régimen neoliberal con una enorme brecha social, cuenta con tres acampadas que reclaman, entre otras cosas, más democracia y la extensión del sufragio universal, rechazada por el Gobierno central chino.
profesor en el Departamento de Política Pública de la City University of Hong Kong
02/10/14 · 
Movilizaciones en Hong Kong el 29 de septiembre / Miguel A. Martínez
 
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Son las diez de la mañana en Hong Kong y seis horas menos en Madrid. Cuando me levanté esta mañana, la ocupación seguía ahí. Casi la veo con claridad desde mi ventana. La del barrio de Mong Kok (en la parte continental, la de Kowloon), porque hay otras dos más activas en la "isla" que se queda con el nombre propio de Hong Kong. Una es en Admiralty, en los aledaños de las oficinas del Gobierno. Otra en Cause Way Bay, otro de los puntos de mayor congestión comercial. Siguen ahí las barricadas cortando el tráfico. Barricadas pero simples, con vallas y algo de mobiliario urbano. Algunas parecen haber sido señalizadas por la propia policía casi 500 metros antes del núcleo donde se concentra la gente. También veo la decena de autobuses que se quedaron estancados en la zona desde el domingo. Ahora ya son muros de democracia a cuyo exterior se han adherido mensajes de todo tipo. Las pancartas y los toldos sobre la avenida de Nathan Road y la gente sentada en la calzada durante estos cinco últimos días son una escena única en la ciudad. Ésta es una de las arterias más transitadas. Insoportable a no ser que las masas y el hormigueo urbano te generen una adictiva curiosidad, como es mi caso. La polución ahí suele rondar el grado 8 de una escala del 1 al 10. Estos días ha bajado a 4 o 5. Por fin puedo andar e ir en bicicleta sin la pelea habitual con el tráfico pesado. Las calles son nuestras, por ahora, y en este aspecto también me siento incluido en los problemas locales, no importa lo que sugiera mi condición de inmigrante.
¿Cómo empezó todo? Según la contabilidad oficial de la prensa sensacionalista, nos encontraríamos en el día 5 de la "Revolución de los Paraguas", pues son los botes de gas del domingo los que marcarían el calendario. En realidad, desde el lunes 22 de septiembre, los estudiantes universitarios habían declarado un boicot a las clases y comenzaron a manifestarse en Admiralty. El viernes 26 se unieron los estudiantes de secundaria. El sábado hubo las primeras cargas policiales empleando espráis irritantes. De ahí el uso de los paraguas como protección, que fueron elevados posteriormente al rango de símbolo de las protestas. Ese primer conflicto cuerpo a cuerpo desató una oleada de solidaridad que llenó las calles el domingo. Las cargas policiales y el empleo de gases lacrimógenos elevaron aún más el malestar y ahí se consolidaron ya las ocupaciones día y noche en las tres zonas mencionadas.
Casi nadie esperaba una violencia policial de esa naturaleza, y menos aún contra estudiantes de edades entre 15 y 25 años en su gran mayoría. Sólo algunos recuerdan un enfrentamiento semejante con los sindicalistas surcorearnos que asistieron a las manifestaciones antiglobalización de 2005. Pero este mismo año, en la manifestación prodemocracia del 1 de julio, para la que se estimó una asistencia en torno al medio millón de personas, apenas hubo roces. Las únicas quejas que recuerdo eran debidas a que nos pasábamos horas sin movernos del sitio porque la policía nos tenía acordonados y abría pasillos en medio para que circulasen vehículos y viandantes ajenos a la protesta. El 4 de junio hubo otra concentración prodemocracia masiva, la vigilia que se repite anualmente en conmemoración de los caídos en Tiananmen en 1989.
Además, las movilizaciones prodemocracia tienen una larga historia en Hong Kong, pero, a la hora de entender los acontecimientos recientes, destaca la organización de Occupy Central (OC) que lleva más de un año con una fuerte presencia en la agenda mediática y política. Su amenaza consistía en paralizar la actividad del centro financiero (el barrio de Central) si no se garantizaba el sufragio universal pleno "de acuerdo a parámetros internacionales". Este verano pasado convocaron un exitoso referéndum electrónico al respecto que mantenía vivas sus esperanzas de influir en las decisiones del Gobierno sobre esta materia, la llamada "reforma política". Pero éstas se desvanecieron cuando el Gobierno central de Pekín manifestó en agosto que el único sufragio universal será para elegir entre dos o tres candidatos que seleccionará primero un comité especial, formado por 1.200 miembros, y que hasta ahora ha estado siempre escorado hacia los intereses pro-Pekín. Los líderes de OC ya daban por perdida la batalla, aunque se declararon firmes en su intención de llevar adelante la sentada de protesta. Como los estudiantes se adelantaron a sus planes, en la madrugada del sábado al domingo pasado, OC dijo que su acción empezaba en ese mismo momento y unían su voz y llamamiento a la movilización que ya estaba en marcha y liderada por la generación más joven, aunque conviene señalar que una de las organizaciones estudiantiles más prominentes, Scholarism, es también parte de la coalición que forma OC.
¿Cuáles son las demandas de la "Revolución de los Paraguas"? La más evidente es la del derecho al sufragio universal directo. La transferencia de la soberanía de Hong Kong a China en 1997 se realizó de acuerdo a una miniconstitución, o Basic Law, en la que se garantizaba un estatuto especial a la región y numerosas libertades y competencias que no están vigentes en el resto de China. Pero en el plano de la organización política quedaron muchos flecos sin cerrar. Uno de ellos es la promesa en uno de los artículos de avanzar hacia la instauración del sufragio universal. Como el Gobierno central tiene poder de veto en la elección del presidente de Hong Kong, ha decidido que también tiene la autoridad de interpretar la Basic Law de acuerdo a sus intereses, y por ello pretende imponer su modelo de sufragio universal entre candidatos previamente afines a Pekín. Esta mascarada está en el ojo del huracán actual. Pero es un síntoma de recelos más profundos. Como la Basic Law tiene una vigencia de 50 años, la sospecha principal es que se está preparando el terreno para una convergencia de mínimos con el régimen prevaleciente en el resto de China. Es decir, que cada vez se van a suprimir más libertades, derechos e instituciones democráticas. Y no faltan los indicios, como en los recientes ataques a la libertad de prensa o de cátedra, o en las manipulaciones históricas de los contenidos del currículo escolar, por ejemplo.
Por otro lado, siempre que observamos un movimiento social numeroso y complejo, cabe preguntarse cuántas múltiples motivaciones habrá de fondo. Esta cuestión requiere prestar atención a todos los discursos manifiestos (en mi caso, sólo tengo acceso a los que se pronuncian en o se traducen al inglés) y entender el contexto general. A tenor de todo lo que leo en las calles, en la prensa y en las redes sociales, creo que se busca conseguir una democracia liberal al estilo occidental como barrera de contención al autoritarismo en China continental. Casi nadie habla de modificar el régimen económico capitalista dominante, y menos su base logística, comercial y financiera que tan buenos réditos le ha dado a esta ciudad global desde su desindustrialización. Es una situación paradójica, pues bajo el régimen colonial tampoco se disfrutó de una democracia plena. Pero la represión brutal en Tiananmen reforzó la oposición mayoritaria al autoritarismo capitalista del partido único y forjó la "identidad" singular de Hong Kong, en la que se abrazan herencias coloniales como "el imperio de la ley" y la eficiencia administrativa. La corrupción, la censura y la represión en China también se consideran unas lacras de las que, actualmente, Hong Kong parece estar a más distancia.

Régimen neoliberal de 'workfare'

Finalmente, no es casual que sea la gente joven la más movilizada. No sólo poseen más recursos y oportunidades para ello, sino que vivirán más años de su existencia bajo el régimen post-2047 que el resto de generaciones. Y no sólo están preocupados por sus libertades, sino también por su bienestar. Aunque el índice de desempleo ronda el 3%, el panorama no es muy halagüeño para más de un tercio de la sociedad que vive por debajo de la línea oficial de pobreza. Es un régimen neoliberal extremo de workfare donde hay muchos empleos disponibles, pero muchos están tan mal pagados y con tan pocos derechos, que salir a flote supone mucho optimismo y piruetas circenses. Entrar a la universidad es un privilegio para menos de una cuarta parte de los aspirantes, y las tasas no son baratas (unos 4.000 euros al año en las ocho universidades financiadas públicamente). El precio de la vivienda es el segundo más caro del mundo, por detrás de Nueva York, y las listas de espera para acceder a una vivienda social están saturadas desde hace décadas, por lo que son lacerantes los numerosos casos de hacinamiento e infravivienda. Entre las acusaciones principales de esa especulación inmobiliaria está el capital extranjero, y sobre todo chino, que invierte en las promociones locales como si de una casa de apuestas se tratara, provocando que los precios suban como la espuma. El blanqueo de dinero sucio procedente de la corrupción, entre otras fuentes de ilegalidad y al igual que ocurre con los casinos de la vecina Macau, ha mostrado con frecuencia, en complicidad con las grandes entidades bancarias, estar en el origen de esta trepidante actividad económica.
Ante la ausencia de subsidios de desempleo o de pensiones públicas, el sistema obliga a cualquiera a endeudarse y a invertir. De hecho, los incontrolables fondos de pensiones privados que debe suscribir todo trabajador empleado han sido alimentados con una legislación que cada vez es más cuestionada. Y, por si fuera poco, la ciudad-Estado de Hong Kong goza de un extraordinario superávit financiero, aunque sus gobiernos sucesivos sigan recomendando austeridad y prudencia, y regateando en prestaciones sociales. Podríamos añadir que aquí se alojan también muchas de las grandes fortunas del planeta, lo cual hace más insoportable la brecha y la polarización social, aunque la vida cotidiana parezca sumida en un abigarrada coexistencia pacífica. Y también que hay más de 300.000 empleadas domésticas extranjeras (indonesias y filipinas, sobre todo) sometidas a unas condiciones leoninas de explotación, abusos y cortapisas legales.
Debajo de la alfombra del lujo, el consumismo, el despilfarro y el crecimiento sin límites, hay una sociedad escindida que pugna por su dignidad y por autodeterminar su futuro. De acuerdo a la rica experiencia de luchas y movilizaciones anteriores, incluso con dos sorprendentes victorias en su haber (en 2003 cuando se opusieron a la legislación sobre "seguridad nacional" y en 2012 cuando, también los estudiantes y todo el sector educativo, consiguieron paralizar un plan para implementar la "educación patriótica"), es de predecir que hay un gran recorrido por delante. No sólo en las calles, sino también en las instituciones, a pesar del modelo tan restringido que impera actualmente.
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 Diagonal..

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