Errores,
falsificaciones y manipulaciones en las estadísticas económicas y sociales
Público.es
Vicenç Navarro
Estadísticas que no son suficiente para definir problemas
sociales
La narrativa mediática constantemente utiliza un estilo de
lenguaje que intenta sintetizar problemas sociales complejos en indicadores que
por su naturaleza simplifican la realidad que intenta describirse. Ello se debe
no tanto a una manipulación, sino a las limitaciones en los conocimientos de
los que utilizan las estadísticas. En España hay muy pocos periodistas que
hayan recibido formación en temas económicos y sociales, lo cual se nota en los
grandes déficits que aparecen en la información proveída por tales medios.
Permítanme dos ejemplos. El País publicó recientemente un
informe sobre la situación de la sanidad en España, utilizando una serie de
indicadores que permitían al lector concluir que la situación no está tan mal
como parecería si se atendiera solo a la información proveída por los
movimientos sociales que se están agitando por el tema de los recortes del
gasto público sanitario. Para llegar a esta conclusión, el periodista de El
País comparaba lo que se gasta España en sanidad con lo que se gastan otros
países de semejante nivel de desarrollo económico, concluyendo que España se
gasta en sanidad una cantidad parecida a la de estos países. Los indicadores
que utilizaba, sin embargo, eran insuficientes para llegar a esta conclusión.
Coger el gasto sanitario total como porcentaje del PIB en una situación de
recesión económica, cuando el PIB (el denominador del índice) está
descendiendo, da una imagen artificialmente elevada de la tasa de gasto, pues
su aumento se debe no al incremento del gasto (el numerador), sino al descenso
del PIB (el denominador). Pero más grave aún que este error es centrarse en el
gasto total y no en sus componentes, es decir, gasto sanitario público versus
gasto sanitario privado. La gran mayoría de la población utiliza la sanidad pública.
Pues bien, España es uno de los países de la Unión Europea de los Quince (el
grupo de países de semejante desarrollo económico al español) que tiene uno de
los gastos sanitarios públicos por habitante más bajos de la UE-15, lo cual
ocurre no solo en sanidad, sino en todos los capítulos del Estado del
Bienestar. España está a la cola de la Europa social, un mensaje que
decididamente no transmitía aquel artículo tranquilizador. En realidad, España
se gasta mucho menos en sanidad pública de lo que debería gastarse por el nivel
de riqueza económica que tiene, situación que ocurre en todos los servicios
públicos del escasamente financiado Estado del Bienestar español. Una
consecuencia del bajo gasto sanitario público es que España tiene el mayor
gasto sanitario privado, habiéndose creado un sistema polarizado por clase
social, de manera tal que el 30% de renta superior de la población utiliza la
sanidad privada, y el restante 70% utiliza la sanidad pública. Este sistema es
poco eficiente y escasamente eficaz, pues, aun cuando la sanidad privada es
mejor que la sanidad pública en atención al usuario, confort y listas de
espera, la pública es mucho mejor en calidad y riqueza tecnológica que la
privada. De ahí que aconseje al lector que vaya a la pública si está enfermo de
verdad. Lo que España debería tener es un servicio público de salud que tuviera
las comodidades de la sanidad privada junto con la calidad de la pública, pero
ello requiere un gasto público mucho mayor que el existente.
Otro error metodológico que subestima el nivel de pobreza en
un país
Otro ejemplo de distorsión de la realidad mediante el uso de
estadísticas es la definición de pobreza. Esta se puede definir de muchas
maneras. Una de las mejores maneras de hacerlo es, como lo hace el gobierno
estadounidense, definiéndola en base al nivel de ingresos que una familia
debería tener para mantener un nivel digno de consumo definiendo cada uno de
los términos utilizados en tal definición). Siguiendo este criterio, el
gobierno de EEUU concluye que el 15% de la población estadounidense es pobre. Y
puesto que este porcentaje ha permanecido casi constante, se concluye que esta
población estancada en la pobreza es la misma durante todo el periodo de
análisis, diseñándose a partir de ahí toda una serie de políticas para ayudar a
ese 15% a salir de la pobreza. Esta es también, por cierto, la manera como se
define la pobreza en muchos países, y la mayoría de medidas –como la renta
básica- que están orientadas a ayudar a la población a que salga de la pobreza
se basan en esta concepción de dicha pobreza.
El problema con tal definición (y con tales medidas) es que
se mide el porcentaje de la población que en un momento determinado es pobre (o
se autodefine como pobre). Pero no se considera la totalidad de pobres en un
periodo, como por ejemplo, todo un año. Es decir, la cifra del 15% es una
fotografía de un momento determinado pero, como toda fotografía, la imagen que
transmite es estática. De ahí que no recoja lo que ocurre en la población.
Ahora bien, cuando se analiza la pobreza durante todo un
año, comparando cuánta gente no solo está, sino que ha estado en situación de
pobreza durante ese periodo, se puede ver que en EEUU nada menos que el 40% de
la población (de entre 25 y 60 años) ha estado en situación de pobreza. Esto
muestra que la pobreza no es un problema minoritario que afecte solo al 15% de
la población, sino que es un problema que incluye a casi la mitad de la
población, es decir, un problema mayoritario.
De esta realidad se puede concluir que la pobreza está en
todas partes, pues existe, silenciosa y silenciada, en casi todos los barrios
de una ciudad y de un pueblo, y no solo en los barrios “pobres”. La pobreza es
un problema de casi el 40% de la población, lo que indica que el riesgo de
pobreza abarca a la gran mayoría de ella. Este hecho queda enmarcado en la
manera como se define el nivel de riqueza o pobreza de un colectivo como, por
ejemplo, un país. El gran crecimiento de las desigualdades, que caracteriza el
tiempo que vivimos, ha quedado oculto debido a los indicadores de desarrollo
económico de los países, medido por el PIB per cápita, indicador que no detecta
el enorme crecimiento de esas desigualdades. El país más rico del mundo, Arabia
Saudí, tiene uno de los porcentajes de población en situación de pobreza y en
riesgo de pobreza más elevados del mundo. Ahora bien, el 1% de renta superior
tiene un nivel de riqueza tan elevado que el promedio da una imagen falsa del
país. Y esto es lo que ocurre también en EEUU y en España, dos de los países
con mayores desigualdades hoy en la OCDE.
En EEUU, el 10% más rico de la población posee el 77% de
toda la renta del país, y el 90% restante tiene solo el 23% de la renta
nacional. Cuando se utilizan los indicadores tradicionales basados en
promedios, estos nos dan una imagen falsa de la auténtica distribución de las
rentas. Y esta es la situación que queda oculta cuando se comparan niveles de
vida entre países. Esta comparación es irrelevante, si no se hace por sectores
o por clase social en el país, lo cual casi nunca sucede. En realidad, incluso
la categoría de clase social ha desaparecido. Y no ha sido por casualidad, sino
como parte de un proyecto político promovido por las fuerzas conservadoras y
neoliberales que dominan el panorama mediático del país.
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