viernes, 19 de enero de 2024

Thierry Meyssan y el genocidio palestino.

                                                                                

 

 


Thierry Meyssan analiza los acontecimientos alrededor de los hechos en Gaza

por Thierry Meyssan

Libre de distingos sectarios hacia quienes le solicitan una entrevista, Thierry Meyssan analiza lo que está sucediendo alrededor de los hechos de Gaza.

 Monika Berchvok: Usted piensa que la versión del “ataque por sorpresa” del 7 de octubre es difícil de creer. ¿Cuáles son las incoherencias que le hacen pensar en un escenario similar al del 11 de septiembre?

 Thierry Meyssan: El gobierno de coalición de Benyamin Netanyahu había sido alertado un año antes por un informe de los servicios de inteligencia militar, como se publicó en el New York Times. Pero no hizo nada. Este verano [de 2023], cuando su ministro de Defensa le llamó la atención sobre el asunto en pleno consejo de ministros, [Netanyahu] lo revocó [al ministro], como reveló Haaretz. Aunque lo reintegró al cargo poco después, debido a la presión de su partido.

 Después de eso, diferentes informes siguieron llegando a la oficina [de Netanyahu]. Entre esos informes había uno de la inteligencia, y ese informe, que [Netanyahu] devolvió a su autor como “poco creíble”, le fue reenviado dos veces con introducciones de otros oficiales.

 También hubo 2 informes de la CIA y además un aviso de uno de sus amigos personales, el director del MEMRI [1]. Y, como si todo eso fuese poco, también hubo una llamada telefónica del jefe de la inteligencia egipcia [2].

 Netanyahu no sólo no hizo nada sino que además actuó para facilitar el ataque: decidió desmovilizar a los guardafronteras, de manera que nadie pudo intervenir a tiempo cuando comenzó el ataque.

 Fíjese que el papa Francisco hace la misma lectura que yo de los acontecimientos. En su mensaje de Navidad, el Santo Padre calificó, dos veces, la guerra en Gaza de «locura inexcusable». Pero poco después mencionó «el odioso ataque del 7 de octubre», lo cual significa que no pensaba que la guerra israelí fuese una respuesta a ese ataque. El Papa pidió entonces un cese de los combates y la solución de la cuestión palestina.

MB: ¿Habría entonces una fractura tan importante en el seno del poder israelí? ¿Qué objetivo tendría entonces el clan Netanyahu con esta operación?

 TM: Durante los meses anteriores al ataque de la resistencia palestina, Israel vivió un golpe de Estado. Israel no tiene Constitución sino una serie de Leyes Fundamentales que rigen un equilibrio otorgando a la justicia la capacidad de neutralizar las rivalidades entre el gobierno y el parlamento.

 Bajo la influencia del Law and Liberty Forum, financiado por el straussiano estadounidense Elliott Abrams, la comisión de leyes del parlamento de Israel, presidida por Simtcha Rothman –quien es también presidente del Law and Liberty Forum–, desorganizó las instituciones israelíes. Durante el verano [de 2023], fueron en aumento las manifestaciones multitudinarias. Sin tenerlas en cuenta, el equipo de Netanyahu modificó las reglas sobre la adopción de leyes, eliminó la clausula de «razonabilidad» de las decisiones, reforzó el poder de nominación del primer ministro y debilitó el papel de los consejeros jurídicos de los ministerios. En definitiva, la Ley Fundamental sobre la Dignidad Humana y la Libertad se convirtió en un simple reglamento. El racismo se convirtió en una opinión como cualquier otra y los ultraortodoxos obtuvieron enormes subvenciones y diferentes privilegios.

 Israel ya no es el mismo país que hace 6 meses.

 MB: La sociedad civil israelí está dividida y parece exhausta. ¿Piensa usted que el modelo sionista ha muerto?

 TM: El sionismo es una ideología de otro siglo. Es un nacionalismo judío al servicio del Imperio británico. Los judíos se opusieron al sionismo durante siglos, antes de que Theodor Hertzl lo convirtiera en el ideal de una minoría.

MB: La situación en Gaza se ha convertido en una depuración étnica. ¿Es el ejército de Israel capaz de tomar totalmente el control de ese territorio y de expulsar de allí a la población?

 TM: La idea de una depuración étnica no es nueva. Tiene sus raíces en las posiciones del ucraniano Vladimir [Zeev] Jabotinsky, quien tiene como seguidores, en Israel, a Menahem Begin, Yitzhak Shamir y a la familia Netanyahu, y en Estados Unidos, a Leo Strauss y Elliott Abrams. Ese grupo de supremacistas judíos afirma que Palestina es «una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra». Según ese principio, los palestinos autóctonos ni siquiera existen. Tienen que irse o ser masacrados. 9

Ese grupo es, que yo sepa, el único en el mundo que preconiza el genocidio públicamente.

 MB: Del lado de los palestinos, el Hamas también parece dividido entre dos tendencias antagonistas.

 TM: El Hamas es la rama palestina de la Hermandad Musulmana. Su nombre es el acrónimo de «Movimiento de la Resistencia Islámica», que corresponde a la palabra árabe que significa “celo”. Su ideología no tiene nada que ver con la liberación de Palestina sino con el establecimiento de un califato. Su divisa es: «Dios es su objetivo, el Profeta es su modelo y el Corán su constitución. La Yihad es su camino y la muerte por el amor de Dios es el más elevado de sus deseos.» Desde su creación tuvo toda la ayuda de la familia Netanyahu, que lo veía como una alternativa frente al movimiento laico al-Fatah de Yaser Arafat. El príncipe de Gales y actual rey Carlos III fue uno de los protectores de la Hermandad Musulmana. Barack Obama metió un agente de la Hermandad Musulmana en el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Un dirigente de esa cofradía fue incluso recibido en la Casa Blanca en junio de 2013.

 Pero, ante el fracaso de la Hermandad Musulmana durante la llamada «primavera árabe», una facción del Hamas se distanció de la cofradía. O sea, ya no hay un solo Hamas sino dos. El Hamas histórico recibe órdenes de Mahmud Al-Zahar, el Guía de la Hermandad Musulmana en Gaza. Bajo sus órdenes están el millonario Khaled Mechaal, en Qatar, y Yahya Sinwar, en Gaza. La rama del Hamas que se ha unido a la resistencia palestina está encabezada por Khalil Hayya.

 Los medios occidentales no hablan de esa división del Hamas, sólo la mencionan algunos medios árabes. En octubre de 2022, el presidente [sirio] Bachar al-Assad se reconcilió con Khalil Hayya, pero se negó a recibir a Khaled Mechaal. [Assad] considera, y yo también, que el primer ministro de Gaza, Ismail Haniyyeh, organizó el ataque contra la ciudad de refugiados palestinos en Siria, Yarmuk, en 2012. En aquel momento, hombres del Hamas y de al-Qaeda entraron en Yarmuk para eliminar a los «enemigos de Dios», actuando bajo las órdenes de oficiales del Mosad israelí, penetraron en casas de los cuadros del FPLP [Frente Popular de Liberación de Palestina] y los asesinaron. Un amigo mío fue asesinado. El presidente Bachar al-Assad acaba de pronunciar hace unos días un discurso en contra del Hamas histórico y a favor del que se ha unido a la resistencia palestina.

 MB: ¿Qué representa para usted la auténtica resistencia palestina?

 TM: La resistencia palestina no tiene nada que ver con el oscurantismo de la Hermandad Musulmana, ni con el oportunismo de los millonarios del Hamas. Es un movimiento de liberación nacional frente al colonialismo de los supremacistas judíos.

 MB: ¿Puede usted hablarnos de la historia de la Hermandad Musulmana? ¿Esa sociedad secreta está tratando de volver a la palestra después de sus derrotas en Siria y en Egipto?

 TM: La Hermandad Musulmana fue fundada, en 1928, por Hassan el-Banna, en Egipto. Una parte de mi último libro está dedicada a su historia internacional pero no he podido aclarar los apoyos que tuvo en sus inicios.

En todo caso, después de la Segunda Guerra Mundial [la Hermandad Musulmana] se convirtió en un instrumento del MI6 británico y posteriormente de la CIA estadounidense. Se dotó de un «Aparato Secreto» que se especializó en los asesinatos políticos en Egipto. Un francmasón egipcio, Sayyed Qutob, se convirtió en su teórico de la yihad. La organización de la Hermandad Musulmana fue copiada de la Gran Logia Unida de Inglaterra. La cofradía se extendió a Pakistán con el yerno de Al-Banna, Said Ramadán –el padre de Tariq Ramadan– y con el filósofo Sayyid Abul Ala Maududi.

 Posteriormente, [Said] Ramadan se fue a trabajar para la CIA en Múnich, en Radio Free Europe, junto con el ucraniano Stepan Bandera, organizador de grandes masacres de judíos.

 La Hermandad Musulmana inició su acción militar en los años 1960, durante la guerra de Yemen del Norte, contra los nacionalistas árabes de Gamal Abdel Nasser. Pero fue con Zbigniew Brzezinski [3] que la Hermandad Musulmana se convirtió en un actor indispensable de la estrategia de Estados Unidos en Afganistán. [Estados Unidos] puso en el poder en Pakistán la dictadura del general Zia-ul-Haq [miembro de la Hermandad Musulmana] y en Afganistán lanzó contra los soviéticos a los combatientes del millonario saudita Osama ben-Laden [otro miembro de la Hermandad Musulmana].

 En aquella época, Arabia Saudita utilizaba la Liga Islámica Mundial para armar a la Hermandad Musulmana dedicándole un presupuesto superior al que asignaba al propio ejército saudita.

 La Hermandad Musulmana trató, sin éxito, de tomar el poder en varios países, como en Siria durante la operación de Hama. Está implicada en la guerra de Bosnia Herzegovina, donde creó la Legión Árabe. Osama ben-Laden se convirtió en consejero militar del presidente [bosnio] Alija Izetbegovic, quien tenía como consejero diplomático al straussiano estadounidense Richard Perle y al francés Bernard-Henri Levy, como consejero en comunicación.

 Pero la “gran obra” de la Hermandad Musulmana llegó con al-Qaeda y Daesh [4]. Esas organizaciones yihadistas, en todo comparables con el Hamas histórico, fueron utilizadas por la CIA y el Pentágono, principalmente en Argelia, en Irak, en Libia, en Siria, en Egipto y en Túnez, para destruir las capacidades de resistencia de los países árabes.

 Francia, que había dado asilo a los dirigentes de la Hermandad Musulmana durante la guerra fría, los combatió después con la alianza entre Francois Mitterrand [5] y Charles Pasqua [6] [porque] se dio cuenta de que el Grupo Islámico Armado (GIA) [7] era una maniobra británica para sacarla del Magreb.

 Pero hoy nadie entiende que la Hermandad Musulmana es sólo un instrumento para manipular a las masas. Nuestros dirigentes –desde [el presidente] Emmanuel Macron hasta [el opositor] Jean-Luc Melenchon– se dejan embaucar por su discurso, lo toman al pie de la letra y la tratan como una organización religiosa, lo que no es.

MB: El papel de Qatar es más que turbio. ¿Qué lugar ocupa en esta conspiración?

 TM: Al principio, Qatar se posicionó como una potencia neutral, aportando sus buenos oficios. Pero muchos se inquietaron porque alberga la rama política del Hamas, porque algunos [dirigentes del Hamas que viven en Qatar] son amigos personales del emir y porque [Qatar] paga los funcionarios del Hamas en Gaza.

 Qatar ha respondido que todo eso lo hace a pedido de Estados Unidos, como lo hizo antes con los talibanes.

 En realidad, después de haber derrocado la dictadura de Mohamed Morsi [otro miembro de la Hermandad Musulmana], a pedido del pueblo egipcio –40 millones de egipcios salieron a las calles [pidiendo al ejército que derrocara a Morsi]–, Abdel Fattah al-Sissi [actual presidente de Egipto] informó a Arabia Saudita que la Hermandad Musulmana estaba preparando un golpe de Estado contra el rey Salman. Bruscamente, la cofradía, que tantas atenciones había recibido durante años, se convirtió en enemiga del reino [saudita]. Qatar asumió entonces públicamente su papel de padrino del islamismo mientras que el príncipe heredero [saudita] MBS trata de abrir su país.

Cuando Donald Trump pronunció en Riad su discurso contra el terrorismo, en 2017, Arabia Saudita exigió a Qatar que pusiera fin inmediatamente a sus relaciones con la Hermandad Musulmana y con las milicias de esa cofradía, al-Qaeda y Daesh. Esa fue la razón de la crisis del Golfo.

 Las cosas se hicieron más claras hace poco. El emir [de Qatar] Al-Thani envió una de sus ministros, Lolwah Al-Khater, a Tel Aviv. La ministro qatarí se reunió con el gabinete de guerra israelí para allanar dificultades sobre el acuerdo para la liberación de los rehenes. Pero no entendió que en el gabinete de guerra había políticos contrarios a la dictadura de Benyamin Netanyahu –como el general Benny Gantz– y se mostró como lo que realmente es: no como una negociadora neutral sino como una autoridad capaz de tomar decisiones en nombre del Hamas. Es por eso que Joshua Zarka, el vicedirector general de Asuntos Estratégicos del ministerio de Exteriores [de Israel], declaró después de la reunión que Israel «ajustará cuentas con Qatar» cuando ese país haya terminado su papel como mediador.

 En el gabinete de guerra, los adversarios de Netanyahu han comenzado a preguntarse si todo esto, el golpe de Estado del verano y el ataque del 7 de octubre, ha sido orquestado por la administración Biden.

 MB: Entonces, Estados Unidos estaría detrás de todo. ¿Cuál sería la estrategia de Biden en la región?

 TM: Joe Biden no tiene pleno uso de sus facultades. En Estados Unidos hay incluso un programa de televisión semanal dedicado a sus problemas de salud y sus “ausencias” intelectuales. A la sombra de Biden, un pequeño grupo ha retomado la estrategia de George W. Bush y de Barack Obama: destruir las estructuras políticas del «Medio Oriente ampliado», exceptuando las de Israel.

Eso es lo que está sucediendo en Libia, en Sudán, en Gaza y lo que todavía sucede en Yemen.

La administración Biden dice querer el cese de la masacre en Gaza, pero mantiene el suministro de obuses y de bombas que permite continuar la masacre. Dice querer mantener la libre navegación en el Mar Rojo, pero forma una coalición internacional contra Ansar Allah, movimiento al que califica engañosamente de antisemita. Washington acaba de forzar la suspensión de la firma del tratado de paz para Yemen, que iba a firmarse bajo los auspicios de la ONU. De hecho, Washington reactiva una guerra que ya había terminado.

 MB: Ante todo este caos, ¿cuál sería el balance de Trump en la geopolítica del Medio Oriente? ¿Podría su regreso aportar otra vía para salir del conflicto?

 TM: Donald Trump es un ovni político. Se inspira en el ejemplo del ex presidente [estadounidense] Andrew Jackson (1829-1837) y no tiene ninguna relación con las ideologías de los partidos republicano y demócrata. Su primera decisión, cuando llegó a la Casa Blanca, fue sacar al director de la CIA del Consejo de Seguridad Nacional. Eso provocó sus primeros problemas y fue causa de la renuncia forzosa del general Mike Flynn.

 Donald Trump quería resolver los problemas internacionales no por las armas sino mediante el comercio. Eso puede considerarse una ilusión pero [Trump] es el único presidente estadounidense que nunca inició una guerra. Interrumpió bruscamente el uso de intermediarios terroristas por parte de Washington, principalmente de al-Qaeda y Daesh. Cuestionó el papel de la OTAN, una alianza militar, que según palabras de su primer secretario general tiene como objetivo «Mantener a los estadounidenses dentro, a los rusos afuera y a los alemanes bajo tutela».

 Si estuviese en el poder, [Trump] ayudaría la mayoría de los ciudadanos israelíes a deshacerse de los sionistas revisionistas, o sea del grupo de Benyamin Netanyahu. [Trump] continuaría la aplicación de los Acuerdos de Abraham y pondría fin al apoyo occidental a la Hermandad Musulmana; ayudaría la mayoría de los ucranianos a deshacerse de Volodimir Zelenski y haría la paz con Rusia, etc.

 Pero Donald Trump no ha sido electo aún y el equipo en el poder trata actualmente de obligarlo a renunciar a su programa para poder llegar a la Casa Blanca.

 MB: Al final, ¿el Occidente representado por el eje americano-sionista está condenado a morir?

 TM: Usted califica de «americano-sionista» el grupo que dirige actualmente el Occidente político. Es una manera de ver las cosas. Yo pienso, sin embargo, que ese grupo no está vinculado a un Estado. Esa gente está en el poder en Estados Unidos y en Israel, pero podrían estar en otra parte. Dicen defender el nacionalismo judío, pero no son nacionalistas. Son supremacistas, rechazan la igualdad entre las personas y consideran insignificante el hecho de masacrar humanos masivamente. Para ellos, «para hacer la tortilla hay que romper los huevos».

 Esa es la manera de pensar que llevó a la Segunda Guerra Mundial, con sus gigantescas masacres de civiles.

Hoy numerosos dirigentes del mundo se dan cuenta de que esa gente no es diferente de los nazis y que están trayendo los mismos horrores. El Tercer Mundo tiene ahora educación y es miembro de la ONU. Y ya no puede seguir soportando el poder de esa gente. Rusia aspira a restablecer el Derecho Internacional que el zar Nicolás II había creado junto con el francés premio Nobel de la Paz Leon Bourgeois en la conferencia de La Haya, en 1899. China aspira a la Justicia y ya no tolerará «tratados desiguales».

Me parece que esa forma de “gobernanza” ya está muerta. En las Naciones Unidas, la resolución anual que exige el fin del bloqueo contra Cuba se adoptó con los votos favorables de 197 Estados contra 2 (Estados Unidos e Israel). La resolución exigiendo un alto al fuego inmediato y duradero en Gaza fue aprobada por 153 Estados –un poco menos pero lo que está en juego es mucho más grande. En todo caso, podemos ver que existe una mayoría contraria a la política de esa gente. Cuando ceda la barrera, y estamos cerca de ese momento, el Occidente político se derrumbará. Tenemos que desprendernos de esa balsa antes de que se hunda.

  https://www.voltairenet.org/article220237.html

(1L’ex 007 Carmon: «Ho avvertito dell’attacco di Hamas, Netanyahu non ha ascoltato. I servizi hanno agito tardi”, Federico Fubini, Il Corriere della Sera, 23 de noviembre de 2023.

[3Consejero de Seguridad Nacional del presidente estadounidense James Carter. Nota de Red Voltaire.

[4Designado en Occidente como “Estado Islámico” (EI), “Estado Islámico de Irak y el Levante”, “Estado Islámico de Irak y Siria”, etc. y por siglas en inglés como IS (Islamic State) e ISIS. Nota de Red Voltaire.

[5Presidente de Francia desde 1981 hasta 1995. Nota de Red Voltaire.

[6Ministro del Interior de Francia bajo la presidencia de Francois Mitterrand. Nota de Red Voltaire.

[7Grupo yihadista que operó contra el Estado argelino entre 1993 y 2004. Nota de Red Voltaire.

miércoles, 17 de enero de 2024

Gaza y la crisis del capitalismo global

 

 

Gaza: Una ventana horrorosa a la crisis del capitalismo global

 

Por William I. Robinson

 

 | 17/01/2024  

 

Mientras el mundo observa con horror el creciente número de muertes de civiles palestinos e Israel enfrenta cargos ante la Corte Internacional de Justicia por el crimen de genocidio, la matanza en Gaza nos ofrece una ventana espantosa a la crisis del capitalismo global en rápida escalada.

 Conectar los puntos entre la despiadada destrucción israelí de Gaza y esta crisis global requiere que demos un paso atrás para enfocar el panorama general. El capitalismo global enfrenta una crisis estructural de sobreacumulación y estancamiento crónico. Pero los grupos gobernantes también enfrentan una crisis política de legitimidad estatal, hegemonía capitalista y una desintegración social generalizada, una crisis internacional de confrontación geopolítica y una crisis ecológica de proporciones trascendentales.

 Las elites corporativas y políticas globales están con la resaca del auge capitalista mundial de finales del siglo XX y principios del XXI. Han tenido que reconocer que la crisis está fuera de control. En su Informe de Riesgo Global de 2023, el Foro Económico Mundial advirtió que el mundo enfrenta una “policrisis” que involucra crecientes impactos económicos, políticos, sociales y climáticos que “están convergiendo para dar forma a una década venidera única, incierta y turbulenta”. La élite de Davos puede no tener ni idea de cómo resolver la crisis, pero otras facciones de los grupos dominantes están experimentando cómo moldear el interminable caos político e inestabilidad financiera en una fase nueva y más mortífera del capitalismo global.

 Si bien aún no se ha determinado el resultado militar de la guerra de Gaza, no hay duda de que Israel, sus facilitadores en los Estados centrales del sistema capitalista mundial, están perdiendo la guerra política por la legitimidad. Los primeros meses de asedio a Gaza parecieron cristalizar un eje Washington-OTAN-Tel Aviv dispuesto a normalizar el genocidio incluso a un gran costo político. Sin embargo, la difícil situación palestina ha tocado una fibra sensible entre las masas públicas de todo el mundo, especialmente entre los jóvenes, dando nueva energía a la revuelta global de las clases trabajadoras y populares que ha ido ganando impulso en los últimos años y acentuando las contradicciones políticas de la crisis. En Estados Unidos, desde donde escribo estas líneas, ha habido una extraordinaria efusión de solidaridad con Palestina liderada por una generación más joven de judíos que no se identifican con el sionismo ni con el Estado judío. La bandera palestina, izada en todo el mundo en manifestaciones callejeras, eventos deportivos y plataformas de redes sociales, se ha convertido en un símbolo de rabia popular y de intifada global contra el status quo imperante.

 En el siglo XX se produjeron al menos cinco casos de genocidio reconocido, definido por la Convención de las Naciones Unidas como un crimen cometido con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso. El siglo comenzó con el genocidio de los Herero y Nama por parte de los colonialistas alemanes de 1904 a 1908 en lo que hoy es Namibia. A esto le siguieron el genocidio otomano de los armenios en 1915 y 1916, el holocausto nazi de 1939-1945, el genocidio contra los indígenas mayas en Guatemala en los años 1980, y el genocidio de Ruanda de 1994. Mientras el genocidio israelí en Gaza se transmite en vivo, las reglas de la guerra ya no se aplican, si es que alguna vez lo hicieron, por Tel Aviv y Washington. Se registraron más muertes de civiles en Gaza en los dos primeros meses del conflicto, casi 20.000, que en los primeros 20 meses del conflicto entre Rusia y Ucrania, que se cobró 9.614 vidas civiles. Si el asedio israelí se consuma en el primer genocidio del siglo XXI puede determinarse menos en el campo militar que en el campo de batalla político global. Israel puede ser un campo de pruebas para que los grupos gobernantes del eje Washington-OTAN-Tel Aviv vean hasta qué punto pueden disfrutar de impunidad antes de que los costos del asedio de Israel sean demasiado altos.

 Excedente de capital, excedente de mano de obra, genocidio

 La crisis del capitalismo mundial en la década de 1930 allanó el camino para el ascenso del fascismo en Europa, la violenta ruptura del orden político y económico internacional y una segunda guerra mundial que trajo una devastación antes inimaginable. La Gran Depresión había sido precedida por una era de vertiginosos excesos capitalistas en medio de desigualdades y un creciente descontento masivo, la llamada era dorada en la que el capital desenfrenado se precipitó precipitadamente hacia una crisis de sobreacumulación tal que todo se derrumbó en 1929. El colapso financiero global en 2008 marcó el inicio de una nueva crisis de sobreacumulación y estancamiento crónico.

 La economía política del genocidio en nuestro tiempo está marcada por esta crisis. El problema del excedente de capital es endémico del capitalismo, pero en las últimas dos décadas ha alcanzado niveles extraordinarios. Las principales corporaciones transnacionales y conglomerados financieros han registrado ganancias récord al mismo tiempo que la inversión corporativa ha disminuido. La clase capitalista transnacional ha acumulado cantidades obscenas de riqueza, mucho más allá de lo que puede reinvertir. La extrema concentración de la riqueza del planeta en manos de unos pocos y el acelerado empobrecimiento y desposeimiento de la mayoría han hecho que a esta clase capitalista transnacional le resulte cada vez más difícil encontrar nuevas salidas para descargar enormes cantidades de excedentes acumulados. Los capitalistas transnacionales y sus agentes en los Estados han dependido del crecimiento impulsado por la deuda, la especulación financiera desenfrenada, el saqueo de las finanzas públicas y la acumulación militarizada organizada por el Estado para sostener la economía global frente al estancamiento crónico. A medida que se agotan las salidas para descargar el excedente de capital acumulado, es necesario crear violentamente nuevo


                                                                             






La economía política israelí es emblemática. El asedio de Gaza y Cisjordania es una forma de acumulación primitiva cuyo objetivo es abrir nuevos espacios para la acumulación transnacional. A finales de octubre, cuando se intensificaron los bombardeos israelíes, Israel se dispuso a conceder licencias a empresas energéticas transnacionales para la exploración de gas y petróleo frente a la costa mediterránea, parte de su plan para convertirse en un importante productor regional de gas y centro energético, así como una alternativa al gas ruso. para Europa Occidental. Una empresa inmobiliaria israelí conocida por construir asentamientos en los territorios palestinos ocupados publicó en diciembre un anuncio sobre la construcción de casas de lujo en los barrios bombardeados de Gaza, mientras que otros hablaban de resucitar el Proyecto del Canal Ben Gurion, que ha estado inactivo desde que se propuso originalmente en la década de 1960. El proyecto implica la construcción de una alternativa al Canal de Suez administrado por Egipto que se extendería desde el Golfo de Aqaba a través del desierto de Negev y Gaza hasta el Mediterráneo. Lo único que detiene el proyecto del Canal recientemente revisado es la presencia de palestinos en Gaza.

 Pero tenían que suceder dos cosas antes de que el genocidio pudiera convertirse en una opción. En primer lugar, había que resolver el papel de la mano de obra palestina en la economía israelí. La Nakba de 1948 que estableció el Estado judío implicó la expulsión violenta de los palestinos y la expropiación de sus tierras, pero también la incorporación subordinada de cientos de miles de trabajadores palestinos para trabajar en granjas, obras de construcción, industrias, cuidados y otros trabajos del sector de servicios israelí. la conversión de Cisjordania en un mercado cautivo para los capitalistas israelíes. Esto marcó una tensión entre el impulso hacia una limpieza étnica del Estado judío y la necesidad que tenía de mano de obra barata y étnicamente demarcada. A partir de la década de 1990, Israel comenzó a resolver esta tensión entre desposesión/superexplotación y desposesión/expulsión a favor de esta última. La movilidad y el reclutamiento de mano de obra transnacional han hecho posible que los capitalistas de todo el mundo, incluido Israel, reorganicen los mercados laborales y recluten mano de obra transitoria, privada de derechos y fácil de controlar. De esta manera, Israel ha ido reemplazando gradualmente la fuerza laboral palestina con mano de obra migrante.

 Israel impuso su política de “cierre” en 1993, a raíz de la primera intifada, es decir, el aislamiento de los palestinos en los territorios ocupados, la limpieza étnica y una fuerte escalada del colonialismo de colonos. Cientos de miles de trabajadores inmigrantes de Tailandia, China, Sri Lanka, India, Filipinas, África del Norte, Europa del Este y otros lugares trabajan ahora en la economía israelí (al menos 30 ciudadanos tailandeses, cuatro filipinos y 10 nepalíes murieron en el ataque de Hamás y varios otros tomados como rehenes). No necesitan estar sujetos al sistema de apartheid impuesto a los palestinos porque su condición de inmigrantes temporales logra su control social y su privación de sus derechos de manera más efectiva y, por supuesto, porque no exigen la devolución de las tierras ocupadas ni reclaman el derecho político a un Estado. A raíz del ataque de Hamas del 7 de octubre, Israel deportó a miles de trabajadores palestinos de regreso a Gaza, mientras que unos 10.000 trabajadores agrícolas extranjeros huyeron del país. Las empresas de construcción israelíes pidieron al gobierno que les permitiera contratar a 100.000 trabajadores indios para reemplazar a los palestinos.

 Las masas palestinas han pasado de servir como una fuerza laboral estrechamente controlada y superexplotada para el capital israelí y transnacional a un excedente de humanidad que obstaculiza una nueva ronda de expansión capitalista. Gaza se convierte así en un potente símbolo de la difícil situación del excedente de humanidad, o la humanidad superflua, en todo el mundo. Décadas de globalización y neoliberalismo han relegado a grandes masas de personas a una existencia marginal. Las nuevas tecnologías basadas en inteligencia artificial combinadas con el desplazamiento generado por los conflictos, el colapso económico y el cambio climático aumentarán exponencialmente las filas de la humanidad excedente. La OIT informó ya a principios de siglo que alrededor de un tercio de la fuerza laboral mundial se había vuelto superflua. Un estudio de 2020 realizado por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos predijo que, por cada aumento adicional de un grado centígrado en el clima global promedio, mil millones de personas se verán obligadas a abandonar sus lugares y a soportar un calor insoportable.

 Israel pone de manifiesto la tensión mundial entre la necesidad económica que tienen los grupos gobernantes de mano de obra superexplotable y la necesidad política que tienen de neutralizar la rebelión real y potencial del excedente de humanidad. Las estrategias de contención de la clase dominante se vuelven primordiales y las fronteras entre jurisdicciones nacionales se convierten en zonas de guerra y zonas de muerte. Palestina es una de esas zonas de muerte, quizás la más atroz, porque está ligada a la ocupación, el apartheid y la limpieza étnica. Sin embargo, decenas de miles han muerto a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México y los corredores entre el Norte de África, Medio Oriente y Europa y en otras zonas fronterizas entre el excedente de humanidad y las zonas de intensa acumulación en la economía global. Apenas dos meses antes del ataque de Hamas, se informó que los guardias fronterizos saudíes abrieron fuego sin previo aviso y mataron a sangre fría a cientos de inmigrantes etíopes que intentaban unirse a 750.000 de sus compatriotas que ya trabajaban en el Reino.

 Lo segundo que tiene que suceder para que el genocidio sea una opción en sincronía con los imperativos de la acumulación global de capital es una nueva dispensa político-diplomática para la actual integración económica de Israel en la economía global y de Medio Oriente en general. La invasión y ocupación estadounidense de Irak en 2003 siguió al establecimiento en 1997 de la Gran Área Árabe de Libre Comercio y una serie de acuerdos de libre comercio bilaterales y multilaterales, regionales y extrarregionales relacionados. A medida que Oriente Medio se globalizó, se produjo una cascada de inversiones corporativas y financieras transnacionales en finanzas, energía, alta tecnología, construcción, infraestructura, consumo de lujo, turismo y otros servicios. La inversión ha traído capital del Golfo, incluidos billones de dólares en fondos soberanos, junto con capital de todo el mundo, incluida la Unión Europea, América del Norte y América Latina, y Asia. China se ha convertido en el principal socio comercial de la región y en un importante inversor en Israel. El corredor Oriente Medio-Asia es ahora un conducto importante para el capital global.

 A través de esta globalización capitalista, el capital israelí se ha integrado con capitales de todo el Medio Oriente, enredados a su vez en circuitos globales de acumulación. Los capitalistas israelíes y árabes tienen intereses de clase comunes que superan las diferencias políticas sobre Palestina. La dispensa política del “conflicto árabe-israelí” demostró ser un marco político-diplomático atrasado y fuera de sincronía con la estructura económica capitalista global emergente. En 2020, los Emiratos Árabes Unidos y varios otros países firmaron los Acuerdos de Abraham con Israel, normalizando las relaciones entre el Estado judío y los firmantes árabes. Pronto, cientos de miles de turistas israelíes llenaron los hoteles de Dubái y otros lugares, mientras los grupos de inversión del Golfo invertían cientos de millones en la economía israelí. El factor decisivo para sincronizar el régimen político-diplomático con la realidad económica iba a ser la normalización saudí-israelí.

 Pero los palestinos arruinaron la fiesta. La bonanza de una nueva ola de inversión financiera en Medio Oriente se basó en una normalización de las relaciones entre Israel y los estados del Golfo como andamiaje político para una integración regional más profunda a través de una expansión del capital transnacional. Esa normalización ahora está en suspenso mientras los palestinos mantengan su resistencia. Dos semanas después de iniciada la guerra de Gaza, la elite corporativa y financiera mundial reunida en Riad para su cónclave anual “Davos en el desierto” estaba preocupada por cómo la guerra de Gaza ha intensificado aún más las tensiones geopolíticas que en todo el mundo han contribuido a la inestabilidad financiera a largo plazo y estancamiento.

 La barbarie es la cara de la crisis capitalista global

 Sin embargo, hay un punto positivo para algunos miembros de la clase capitalista transnacional de la región que está perfectamente en sintonía con el genocidio: la acumulación militarizada y la acumulación por represión. El caos político y la inestabilidad crónica pueden crear condiciones bastante favorables para el capital. Los infiernos distópicos pueden convertirse en campos de prueba para que los estrategas políticos y los corporativistas bélicos inicien una nueva ronda de reestructuración espacial. Israel es emblemático de la economía de guerra global. En el centro de la economía israelí se encuentra un complejo global de tecnologías militar- seguridad-inteligencia-vigilancia-contraterrorismo que ha llegado a alimentarse de la violencia, los conflictos y las desigualdades locales, regionales y globales. Las corporaciones más grandes del país se han vuelto dependientes de la guerra y el conflicto en Palestina, en Medio Oriente y en todo el mundo, y presionan para que se produzca ese conflicto a través de su influencia en el sistema político y el Estado israelí.

 Cada nuevo conflicto en el mundo abre nuevas posibilidades de obtención de ganancias para contrarrestar el estancamiento. Una ronda interminable de destrucción seguida de reconstrucción alimenta la obtención de ganancias no sólo para la industria armamentista, sino también para las empresas de ingeniería, construcción y suministros relacionados, la alta tecnología, la energía y muchos otros sectores, todos integrados con los conglomerados transnacionales financieros y de gestión de inversiones que ocupa el mero centro de la economía global. Estos son los vendavales de destrucción creativa, a los que seguirán auges de reconstrucción. Las acciones de empresas militares y de seguridad en Estados Unidos, Europa y otros lugares se dispararon a raíz de la invasión rusa de Ucrania en 2022, con la expectativa de un aumento exponencial del gasto militar mundial. La guerra de Gaza proporciona un nuevo estímulo para la acumulación militarizada, con miles de millones de dólares fluyendo hacia Israel desde Estados Unidos y otros gobiernos occidentales y traficantes internacionales de armas. Los pedidos de muchas de las mayores empresas armamentísticas del mundo están cerca de niveles récord. El asedio de Gaza, como lo expresó un ejecutivo de Morgan Stanley, “parece encajar bastante bien con [nuestra] cartera”.

 A medida que la economía global se vuelve profundamente dependiente del desarrollo y despliegue de sistemas de guerra, control social y represión como medio para obtener ganancias y continuar acumulando capital frente al estancamiento crónico y la saturación de los mercados globales, hay una convergencia entre la necesidad política de contener el excedente de humanidad y la necesidad económica de abrir violentamente nuevos espacios para la acumulación. Históricamente, las guerras han proporcionado un estímulo económico crítico y han servido para descargar el excedente de capital acumulado, pero ahora está sucediendo algo cualitativamente nuevo con el surgimiento de un estado policial global. Los límites al crecimiento deben superarse con nuevas tecnologías de muerte y destrucción. La barbarie aparece como la cara de la crisis capitalista.

 La acumulación militarizada para controlar y contener a los oprimidos y marginados y, al mismo tiempo, sostener la acumulación frente a las crisis se presta a tendencias políticas fascistas. En el contexto de un capitalismo transnacional en crisis, el genocidio se vuelve rentable en la medida en que está indisolublemente ligado a la apertura de nuevas oportunidades de acumulación a través de la violencia. Palestina se ha convertido en un espacio ejemplar para llevar a cabo tal proyecto a un nivel global más amplio, un lugar para el ejercicio de nuevas formas de poder despótico absoluto que no necesita legitimidad política. Esto es más que el anticuado colonialismo de colonos; es la cara de un sistema capitalista global que sólo puede reproducirse mediante el derramamiento de sangre, la deshumanización, la tortura y el exterminio.

 La crisis está resquebrajando los sistemas políticos y socavando la estabilidad en todas partes. El centro se derrumba. Los mecanismos consensuados de dominación se están desmoronando a medida que los grupos dominantes se vuelven hacia el autoritarismo, la dictadura y el fascismo. Las líneas de batalla que se están trazando en Medio Oriente reflejan las líneas de batalla globales. Gaza es una alarma en tiempo real de que el genocidio puede convertirse en una herramienta política en las próximas décadas para resolver la intratable contradicción del capital entre el excedente de capital y el excedente de humanidad. La ruptura del orden hegemónico en épocas anteriores de la crisis capitalista mundial estuvo marcada por inestabilidad política, intensas luchas sociales y de clases, guerras y rupturas del sistema internacional establecido. Recordemos que el preludio de la Segunda Guerra Mundial fue la Guerra Civil Española de 1936-39 y la dictadura fascista que fue su resultado. El futuro global de la humanidad está en juego en Palestina.

 William I. Robinson. Distinguido Profesor de Sociología, Universidad de California-Santa Bárbara.

 Publicado en inglés en Los Ángeles Times Review of Books

https://rebelion.org/gaza-una-ventana-horrorosa-a-la-crisis-del-capitalismo-global/

Traducido por el autor

 

 

lunes, 15 de enero de 2024

Una crisis estructural del capitalismo.

                                                                                 


 William I. Robinson: “Hay masas sedientas de cambio, pero no hay proyectos de izquierdas que les sirvan de timón”.

El sociólogo William I. Robinson, profesor de la Universidad de California Santa Barbara y activista, advierte de que atravesamos una crisis estructural del capitalismo.

 El autor de 'Mano dura. El estado policial global, los nuevos fascismos y el capitalismo del siglo XXI' advierte de que estamos en una crisis estructural del capitalismo en la que “la masa de gente arrojada a la miseria en todo el mundo está resistiendo, a pesar de que no hay proyectos emancipadores viables”. Más allá del PIB: la economía crece, pero apenas el 4% de los más ricos proviene de padres pobres

 Daniel Yebra

 

14 de enero de 2024  

   El sociólogo William I. Robinson, profesor de la Universidad de California Santa Barbara y activista, advierte de que atravesamos una crisis estructural del capitalismo. Una crisis de sobreacumulación por parte de las grandes empresas transnacionales que ha disparado la desigualdad y que está derivando en guerras de baja intensidad (por ejemplo contra la inmigración) y de alta intensidad (el genocidio de Palestina o la invasión rusa de Ucrania). Una crisis en la que “la masa de gente arrojada a la miseria en todo el mundo está resistiendo, a pesar de que no hay un proyecto de izquierdas viable”, según denuncia.

 Las emisiones de CO2 por quemar petróleo, gas y carbón suben en 2023 y marcan un nuevo récord histórico

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El autor de 'Mano dura. El estado policial global, los nuevos fascismos y el capitalismo del siglo XXI', publicado por Errata Nature, observa que “que una parte de la élite transnacional reconoce que para salvar al capitalismo de sí mismo se necesita realmente reestructurar el sistema, reimponer la regulación al mercado a nivel internacional, una mayor redistribución de la riqueza, hasta una renta básica”. Aunque lamenta que “el problema es que estas voces son una minoría”. Mientras, “las grandes corporaciones y conglomerados financieros tienen un solo objetivo: acumular más y más y más capital”.

 “Habría que ver si hay alguna posibilidad de vincular la lucha de las masas que buscan una transformación del sistema con las élites reformistas, y no hay mucho tiempo por la emergencia climática”, apunta este profesor. “Hay masas que está tomando las calles, que están resistiendo, que están sedientas de cambio y no hay proyectos de la izquierda, proyectos emancipadores, que sean viables y que puedan proporcionar un timón a esas masas”, apunta, y recuerda las gigantescas huelgas y movilizaciones de los últimos años en India, Tailandia, Chile... incluso el aumento de la actividad sindical en Estados Unidos.

 En el libro, cita la famosa frase del inversor Warren Buffet sobre que hay una guerra de clases y la está ganando su clase, la de los grandes capitalistas. ¿Es así?

 Por supuesto. Después de la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo mundial experimentó una tremenda expansión bajo un modelo de capitalismo de bienestar social: el capitalismo socialdemócrata. En España se desplegó más tarde, después de la dictadura. Este capitalismo imponía restricciones y control sobre la libertad del capital, de la acumulación. Además, a partir de los 60 y los 70, se multiplican los movimientos populares alrededor del mundo: feministas, sindicales, contra el racismo, anticoloniales y de liberación nacional... La correlación de fuerzas empezó a ser menos favorable para la clase capitalista. Por eso, los grupos dominantes, con el apoyo de sus Estados, lanzan la globalización a partir de los años 80, y la aceleran en los años 90 y en el nuevo siglo, imponiendo el modelo liberal, con recortes a los programas sociales, con un desmantelamiento del Estado intervencionista, con desregulación de los mercados y con subsidios al capital.

 ¿Es una contraofensiva neoliberal?

 Esa es la Historia que hemos vivido en los últimos 20, 30 años... Está pasando en España. Es un proceso que está mucho más avanzado aquí, en Estados Unidos... Un proceso que ha provocado niveles de desigualdad jamás vistos. Según datos recopilados en 2018, el 1% de la humanidad ya controlaba el 52% de riqueza. Es más, el 20% de los más ricos, la capas acomodadas, controla el 95% de la riqueza. O lo que es lo mismo, el 80% restante apenas tiene un 5%. En este contexto, las ganancias de las grandes corporaciones y conglomerados financieros han seguido creciendo y marcando récords. Esto quiere decir dos cosas. Primero, que, en las últimas décadas de globalización ha habido un flujo de la riqueza de abajo a arriba- Segundo que ha habido un tremendo debilitamiento de las clases populares y trabajadoras.

 Entonces, claro que la clase capitalista transnacional ha estado ganando la lucha de clases. Warren Buffet es honesto cuando lo afirma.

 En en ese recorrido histórico que realiza, diferencia entre crisis cíclicas y crisis estructurales. Y asegura que lo que está ocurriendo actualmente en una crisis estructural.

 Desde que en 2007 se produce el colapso del sistema financiero global, hasta la fecha, estamos en una crisis de sobreacumulación. El capital transnacional ha acumulado enormes cantidades de ganancias, de efectivo, de reservas... Y eso explica que mientras crece la producción en la economía global, se encoge la capacidad adquisitiva de la mayoría de la humanidad.

 En el momento que salió publicado el libro en inglés (2020), las grandes corporaciones y conglomerados financieros transnacionales tenían a su disposición 17 billones de dólares en reservas, sin tener dónde invertir esa cantidad enorme de dinero. Una salida para ese excedente y para seguir acumulando capital el estado policíaco global. Los conflictos, las guerras declaradas y no declaradas, de alta y baja intensidad [por ejemplo contra la inmigración], los sistemas de control social y la represión son muy rentables. Y lo hemos podido ver con la invasión rusa de Ucrania y con el genocidio en Palestina por parte de Israel.

 ¿La guerra es rentable?

 Cuando Israel inició la masacre de Gaza, aquí, en Estados Unidos, todas las empresas militares industriales se jactaron de que iban a aumentar sus beneficios, con el apoyo del presidente Biden, que ha incrementado los paquetes de ayuda tanto a Ucrania como Israel en las últimas semanas. Un periodo en el que las acciones de estas compañías se han disparado en bolsa. Para nosotros, los seres humanos del planeta, son dos tragedias, pero para el capitalismo global, para las grandes corporaciones transnacionales, es una época de bonanza, es algo muy bueno. Quieren conflictos. Quieren guerras. Quieren trastornos sociales.

 En el libro, también denuncia los nuevos sistemas de esclavitud.

 Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), un tercio de la de la humanidad en edad de trabajar está en desempleo estructural. Uno de cada tres adultos está marginado de la economía global. Y estas personas no tienen otra opción más que someterse para sobrevivir mientras. Por otra parte, hay 2.000 millones de personas en la economía informal. De los que tienen un trabajo oficial, 1.300 millones lo tienen en condiciones precarias, inseguras. En este contexto, surgen los nuevos casos de esclavitud. Por ejemplo, en los Emiratos Árabes, el 80% de la población son inmigrantes, reclutados en su países de origen, que se pagan el viaje y a los que después se les retira el pasaporte, para acabar viviendo bajo condiciones de esclavitud. Algunos de ellos construyeron las instalaciones para la Copa Mundial de fútbol en el país vecino. El control social, la vigilancia de las clases populares y la represión son imprescindibles para soportar esta situación.

 Otro foco de preocupación es la última revolución tecnológica: de la inteligencia artificial, del big data... Y la amenaza que supone para el empleo.

 Estamos viviendo la tercermundialización del primer mundo. Claro que una persona tiene mejores perspectivas de vida, por lo menos materiales, si nace en Alemania, en Francia, en España o en Estados Unidos, que si lo hace en el Congo, en Brasil... Pero la tendencia de los países desarrollados es que van hacia el desempleo estructural masivo. La industria, regrese o no al primer mundo tras ser deslocalizada, se va automatizar igualmente. El pronóstico es de que las filas de la humanidad superflua para el capitalismo y las filas de los que trabajan en condiciones muy precarias van a crecer a nivel global.

 ¿Qué respuestas están surgiendo a esta crisis estructural? Por un lado, señala la reacción neofascista, ¿hay alguna otra reacción más esperanzadora?

 La crisis estructural ha favorecido proyectos fascistas, dictaduras, sistemas autoritarios (Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil...). El caso más reciente es el de Argentina. Pero sí hay esperanzas en dos niveles. Primero, está la revuelta popular que ha recorrido el mundo desde 2019, con huelgas prolongadas en Sudamérica, los estallidos sociales en Chile, en Ecuador, en Colombia... En Estados Unidos había una escalada y hay todavía una escalada de acción sindical. Y, por supuesto, la sublevación contra el asesinato de George Floyd. También en 2019, en Sudán, entre 25 y 30 millones de personas tomaron la calle. En Líbano, en Tailandia, en Filipinas... hubo también grandes movilizaciones. Acordémonos de otra cosa: ha habido dos huelgas generales en India. En 2019, 150 millones de personas. Eso es mucho más de la población de España y de varios países europeos combinados. Un año después, otra de 250 millones de personas. Es la acción popular más grande en la Historia de la humanidad. Parte de la esperanza es que esa masa arrojada a la miseria está resistiendo, a pesar de que no hay un proyecto viable.

 La otra esperanza es que una parte de la élite transnacional reconoce que para salvar al capitalismo de sí mismo se necesita realmente reestructurar el sistema, se necesita reimponer la regulación al mercado. Y no solo a nivel nacional, sino transnacional. Se necesita promover programas de redistribución de riqueza hacia abajo. Incluso, se plantean sistemas de ingresos básicos universales [renta básica universal]. Se habla de impuestos sobre transacciones financieras. De otros sistemas de impositivos, no regresivos, sino progresivos.

 Esa fracción de la élite transnacional reconoce la necesidad de un reformismo profundo. El problema es que es una minoría. Mientras, las grandes corporaciones y conglomerados financieros tienen un solo objetivo: acumular más y más y más capital. Habría que ver si hay alguna posibilidad de vincular la lucha de las masas que buscan una transformación del sistema con las élites reformistas. Yo no creo que la solución a la crisis del capitalismo global a largo plazo pase por simple reformismo. Sin embargo, en el corto y medio plazo, una reforma radical del sistema ofrece mucha esperanza.

 De hecho, usted es muy crítico con algunos de los más famosos economistas actuales con visiones progresistas, como Piketty, Stiglitz...

 Claro, Stiglitz o Jeffrey Sachs y algunos otros deberían disculparse ante la humanidad porque fueron arquitectos del neoliberalismo, de toda esa globalización capitalista. Pero cuando se dieron cuenta del desastre que supone para la humanidad el proyecto que ellos ayudaron a construir, cambiaron sus posiciones. Ahora, ese grupo de reformistas intentan vender la ilusión de que con ciertas reformas se puede salvar a la humanidad. Piketty señala la increíble desigualdad, pero sus propuestas a largo plazo consolidan la hegemonía del capital transnacional, Necesitamos voces como Jeffrey Sachs y como Piketty para hablar de la desigualdad y de reformas. Pero las clases populares deberían lograr la hegemonía.

 ¿Cómo se puede alcanzar la hegemonía si las visiones críticas son minoritarias?

 Hay masas que están tomando las calles, que están resistiendo, que están sedientas de cambio y no hay proyectos de la izquierda, proyectos emancipadores, que sean viables y que puedan proporcionar un timón a esas masas. La cuestión es que la izquierda política se ha conformado con tomar el poder del Estado. Ese poder y la integración en el sistema ha desmovilizado a las masas. Ustedes tienen la experiencia de Podemos. En Grecia, Syriza. Igual que con los movimientos y los partidos de la izquierda en América Latina.

 Al final del libro, hace una propuesta de una nueva internacional.

 Las clases obreras y populares luchan a nivel de su Estado-Nación y uno de los problemas es que aún cuando tienen conciencia de clase, las clases obreras no tienen conciencia transnacional. La resistencia se tiene que internacionalizar. No tendría que parecerse a las organizaciones obreras internacionales del siglo XX. Tendría que ser algo totalmente distinto: foros y programas que incluyan a los movimientos sociales, partidos políticos y sindicatos, y que permitan coordinar nuestras luchas y derrotar al fascismo..

https://www.eldiario.es/economia/william-i-robinson-hay-masas-sedientas-cambio-no-hay-proyectos-izquierdas-les-sirvan-timon_1_10746009.html


domingo, 14 de enero de 2024

La estafa militar americana .

                                                                      

Los anglosajones entran en guerra contra Yemen sin autorización de la ONU 


La política exterior estadounidense es una estafa basada en la corrupción

El gasto militar anual de un billón y medio solo beneficia al complejo militar industrial y a las personas del exclusivo ámbito político de Washington, mientras empobrece y pone en peligro a EEUU y al mundo

Jeffrey D. Sachs (Common Dreams) 13/01/2024


 A simple vista, la política exterior estadounidense parece totalmente irracional. Estados Unidos se mete en una guerra desastrosa tras otra: Afganistán, Irak, Siria, Libia, Ucrania y Gaza. En los últimos días, Estados Unidos se ha quedado aislado a escala mundial en su apoyo al genocidio de Israel contra los palestinos al votar en contra de una resolución de la Asamblea General de la ONU, diseñada para alcanzar un alto el fuego en Gaza y respaldada por 153 países, que suponen el 89% de la población mundial, y a la que sólo se oponen Estados Unidos y nueve pequeños países que representan menos del 1% de la población mundial.

En los últimos veinte años, todos los grandes objetivos de la política exterior estadounidense han fracasado. Los talibanes volvieron al poder tras veinte años de ocupación estadounidense de Afganistán. El Irak posterior a Sadam pasó a depender de Irán. El presidente sirio Bashar al-Assad se mantuvo en el poder a pesar de los esfuerzos de la CIA por derrocarlo. Libia se sumió en una prolongada guerra civil después de que una misión de la OTAN dirigida por Estados Unidos derrocara a Muamar el Gadafi. En 2023, Rusia aplastó a Ucrania en el campo de batalla después de que, en 2022, Estados Unidos frustrara en secreto un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania .

En los últimos veinte años, todos los grandes objetivos de la política exterior estadounidense han fracasado

A pesar de estas notables y costosas debacles, una tras otra, los mismos personajes han permanecido al timón de la política exterior estadounidense durante décadas, incluidos Joe Biden, Victoria Nuland, Jake Sullivan, Chuck Schumer, Mitch McConnell y Hillary Clinton.

¿Qué ocurre?

El rompecabezas se resuelve reconociendo que la política exterior estadounidense no defiende en absoluto los intereses del pueblo estadounidense. Defiende los intereses de las personas que pertenecen al exclusivo ámbito político de Washington, que persiguen aportaciones para sus campañas y puestos de trabajo lucrativos para sí mismos, su personal y sus familiares. En resumen, la política exterior estadounidense ha sido pirateada por el gran capital.

Por consiguiente, el pueblo estadounidense está perdiendo mucho. Las guerras fallidas desde 2000 les han costado unos cinco billones de dólares en desembolsos directos, o unos 40.000 dólares por hogar. En las próximas décadas se gastarán aproximadamente otros dos billones de dólares en la atención a los veteranos. Más allá de los costes que soportan directamente los estadounidenses, también debemos reconocer los costes tremendamente elevados sufridos en el extranjero en millones de vidas perdidas y billones de dólares por la destrucción de propiedades y naturaleza en las zonas de guerra.

Los costes siguen aumentando. En 2024, los desembolsos vinculados al ejército estadounidense ascenderán a alrededor de un billón y medio de dólares, o unos 12.000 dólares por hogar, si sumamos el gasto directo del Pentágono, los presupuestos de la CIA y otras agencias de inteligencia, el presupuesto de la Administración de Veteranos, el programa de armas nucleares del Departamento de Energía, la “ayuda exterior” (como la proporcionada a Israel) vinculada al ejército del Departamento de Estado y otras partidas presupuestarias relacionadas con la seguridad. Cientos de miles de millones de dólares son dinero tirado a la basura, despilfarrado en guerras inútiles, bases militares en el extranjero y una acumulación de armas totalmente innecesaria que sitúa al mundo más cerca de la Tercera Guerra Mundial.

Sin embargo, describir estos costes gigantescos es también explicar la retorcida “racionalidad” de la política exterior estadounidense. El gasto militar de un billón y medio de dólares es la estafa que no cesa de beneficiar a algunos –al complejo militar industrial y a las personas que pertenecen al exclusivo ámbito político de Washington–, incluso cuando empobrece y pone en peligro a Estados Unidos y al mundo.

Para entender la estafa de la política exterior, hay que pensar en el gobierno federal actual como un chanchullo dividido en múltiples sectores y controlado por los mejores postores. El sector de Wall Street depende del Tesoro. El sector de la industria sanitaria depende del Departamento de Salud y Servicios Sociales. El sector del petróleo y el carbón depende de los Departamentos de Energía e Interior. Y el sector de política exterior depende de la Casa Blanca, el Pentágono y la CIA.

Cada uno de estos sectores utiliza el poder público para obtener beneficios privados mediante el manejo de información privilegiada, engrasada por las aportaciones de las empresas a las campañas electorales y los desembolsos de los grupos de presión. Curiosamente, el sector de la industria sanitaria rivaliza con el sector de política exterior como extraordinaria estafa financiera. Los gastos sanitarios de Estados Unidos en 2022 ascendieron a la asombrosa cifra de cuatro billones y medio de dólares, o unos 36.000 dólares por hogar: con diferencia los costes sanitarios más elevados del mundo, a pesar de que Estados Unidos ocupaba aproximadamente el puesto 40 de las naciones con mayor esperanza de vida. Una política sanitaria fallida que se traduce en grandes ganancias para la industria sanitaria, al igual que una política exterior fallida que se traduce en mega ingresos para el complejo militar industrial. 

El sector de la industria sanitaria rivaliza con el sector de política exterior como extraordinaria estafa financiera

El sector de política exterior está dirigido por una camarilla pequeña, secreta y muy unida, que incluye a los altos mandos de la Casa Blanca, la CIA, el Departamento de Estado, el Pentágono, los Comités de Servicios Armados de la Cámara de Representantes y el Senado, y las principales empresas militares, como Boeing, Lockheed Martin, General Dynamics, Northrop Grumman y Raytheon. Quizás haya un millar de personas clave que participan en la formulación de políticas. El interés público desempeña un papel secundario.

Los principales responsables de la política exterior dirigen las operaciones de ochocientas bases militares estadounidenses en el extranjero, cientos de miles de millones de dólares en contratos militares y las operaciones bélicas en las que se despliega el material. Por supuesto, cuantas más guerras, más negocio. La privatización de la política exterior se ha visto enormemente amplificada por la privatización del propio negocio de la guerra, ya que cada vez se entregan más funciones militares “básicas” a los fabricantes de armas y a contratistas como Haliburton, Booz Allen Hamilton y CACI.

Además de los cientos de miles de millones de dólares en contratos militares, las repercusiones económicas para las empresas derivadas de las operaciones militares y de la CIA son importantes. Con bases militares en ochenta países de todo el mundo y operaciones de la CIA en muchos más, Estados Unidos desempeña un papel notable, aunque mayoritariamente encubierto, a la hora de determinar quién gobierna en esos países y, por tanto, en las políticas que configuran lucrativos acuerdos relacionados con minerales, hidrocarburos, oleoductos y terrenos agrícolas y forestales. Desde 1947, Estados Unidos ha intentado derrocar al menos a ochenta gobiernos, normalmente bajo la dirección de la CIA mediante la instigación de golpes de Estado, asesinatos, insurrecciones, disturbios civiles, manipulaciones electorales, sanciones económicas y guerras abiertas. (Para un excelente estudio sobre las operaciones estadounidenses de cambio de régimen desde 1947 hasta 1989, véase Covert Regime Change, de Lindsey O'Rourke, 2018).

Además de los intereses empresariales hay, por supuesto, ideólogos que verdaderamente creen en el derecho de Estados Unidos a gobernar el mundo. La siempre belicista familia Kagan es el caso más famoso, aunque sus intereses financieros también están profundamente entrelazados con la industria bélica. La cuestión sobre la ideología es la siguiente: los ideólogos se han equivocado en casi todas las ocasiones y hace mucho tiempo habrían perdido sus púlpitos en Washington de no ser por su utilidad como belicistas. Conscientemente o no, sirven como intérpretes a sueldo del complejo militar industrial.

Hay un inconveniente que persiste en esta estafa empresarial actual. En teoría, la política exterior se lleva a cabo en beneficio del pueblo estadounidense, aunque la verdad sea lo contrario. (Una contradicción similar se aplica, por supuesto, a la carísima asistencia sanitaria, los rescates del gobierno a Wall Street, las prebendas de la industria petrolera y otras estafas). El pueblo estadounidense rara vez apoya las maquinaciones de la política exterior estadounidense cuando de vez en cuando escucha la verdad. Las guerras de Estados Unidos no se libran por demanda popular, sino por decisiones que vienen de arriba. Se necesitan medidas especiales para mantener al pueblo alejado de la toma de decisiones.

La primera de estas medidas es la propaganda implacable. George Orwell lo clavó en 1984 cuando “el Partido” cambió repentinamente de enemigo extranjero, de Eurasia a Asia Oriental, sin una sola explicación. Estados Unidos hace esencialmente lo mismo. ¿Quién es el mayor enemigo de Estados Unidos? Elijan, según la temporada. Saddam Hussein, los talibanes, Hugo Chávez, Bashar al-Assad, ISIS, al-Qaeda, Gaddafi, Vladimir Putin, Hamás, todos han desempeñado el papel de “Hitler” en la propaganda estadounidense. El portavoz de la Casa Blanca, John Kirby, hace propaganda con una sonrisa en la cara, lo que indica que él también sabe que lo que está diciendo es ridículo, aunque bastante entretenido.

La propaganda se amplifica a través de los grupos de expertos de Washington que viven de las donaciones de contratistas militares, y ocasionalmente de gobiernos extranjeros que forman parte de las operaciones de estafa de Estados Unidos. Pensemos en el Atlantic Council, el CSIS (Center for Strategic and International Studies) y, por supuesto, el siempre popular Instituto para el Estudio de la Guerra, patrocinado por los principales contratistas militares.

La segunda medida es ocultar los costes de las operaciones de política exterior. En la década de 1960, el gobierno de Estados Unidos cometió el error de obligar al pueblo estadounidense a asumir los costes del complejo militar industrial reclutando a jóvenes para luchar en Vietnam y subiendo los impuestos para pagar la guerra. La opinión pública estalló en su contra.

A partir de la década de 1970, el gobierno ha sido mucho más inteligente. Puso fin al reclutamiento e hizo del servicio militar un trabajo por cuenta ajena en lugar de un servicio público, respaldado por los desembolsos del Pentágono para reclutar soldados procedentes de los estratos económicos más bajos. También abandonó la pintoresca idea de que los gastos del gobierno debían financiarse con impuestos, y en su lugar desplazó el presupuesto militar hacia el gasto deficitario, que lo protege de la oposición popular que se desencadenaría si se financiara con impuestos.

También ha engañado a Estados clientes como Ucrania para que luchen sobre el terreno en las guerras de Estados Unidos, de modo que no haya ninguna bolsa de cadáveres estadounidense que estropee la máquina de propaganda de Estados Unidos. Ni que decir tiene que los señores de la guerra estadounidenses como Sullivan, Blinken, Nuland, Schumer y McConnell permanecen a miles de kilómetros de los frentes. La muerte está reservada a los ucranianos. El senador Richard Blumenthal (del Partido Demócrata de Connecticut) defendió la ayuda militar estadounidense a Ucrania como dinero bien gastado porque “no se ha herido ni perdido ni un solo soldado, hombre o mujer, estadounidense”, y de algún modo no se le ocurrió al buen senador respetar las vidas de los ucranianos, que han muerto por centenares de miles en una guerra provocada por Estados Unidos a causa de la ampliación de la OTAN. 

El lobby israelí dominó hace tiempo el arte de comprar al Congreso

Este sistema se sustenta en la completa subordinación del Congreso de Estados Unidos al negocio de la guerra, que evita cualquier cuestionamiento de los desmesurados presupuestos del Pentágono y de las guerras instigadas por el poder ejecutivo. La subordinación del Congreso funciona de la siguiente manera. En primer lugar, la supervisión de la guerra y la paz por parte del Congreso se asigna en gran medida a los Comités de Servicios Armados de la Cámara de Representantes y el Senado, que en gran medida definen la política general del Congreso (y el presupuesto del Pentágono). En segundo lugar, la industria militar (Boeing, Raytheon y el resto) financia las campañas de los miembros del Comité de Servicios Armados de ambos partidos. Las industrias militares también gastan enormes sumas en grupos de presión para proporcionar lucrativos salarios a los miembros del Congreso que se jubilan, a su personal y a sus familias, ya sea directamente en empresas militares o en empresas de grupos de presión de Washington.

El pirateo de la política exterior del Congreso no sólo es obra del complejo militar industrial estadounidense. El lobby israelí dominó hace tiempo el arte de comprar al Congreso. La complicidad de Estados Unidos con el Estado de apartheid israelí y los crímenes de guerra en Gaza no tienen sentido para la seguridad nacional y la diplomacia estadounidenses, por no hablar de la decencia humana. Son los frutos de las inversiones del lobby israelí, que en 2022 alcanzaron los treinta millones de dólares en aportaciones de campaña, y que en 2024 superarán ampliamente esa cifra.

Cuando el Congreso vuelva a reunirse en enero, Biden, Kirby, Sullivan, Blinken, Nuland, Schumer, McConnell, Blumenthal y los de su calaña nos dirán que es absolutamente necesario financiar la guerra perdida, cruel y engañosa en Ucrania, así como la masacre y limpieza étnica que está teniendo lugar en Gaza, para evitar que nosotros y Europa y el mundo libre, y quizás el propio sistema solar, sucumbamos ante el oso ruso, los mulás iraníes y el Partido Comunista chino. Los promotores de los desastres de la política exterior no están siendo irracionales en este alarmismo. Están siendo deshonestos y extraordinariamente codiciosos al perseguir intereses particulares por encima de los del pueblo estadounidense.

El pueblo estadounidense tiene la tarea urgente de revisar una política exterior tan quebrada, corrompida y engañosa que está enterrando al gobierno en deudas mientras lleva al mundo hacia el Armagedón nuclear. Esta revisión debería comenzar en 2024 rechazando cualquier financiación adicional destinada a la desastrosa guerra de Ucrania y los crímenes de guerra de Israel en Gaza. El establecimiento de la paz y la diplomacia, no el gasto militar, es el camino hacia una política exterior estadounidense de interés público.

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Jeffrey D. Sachs es un renombrado profesor de Economía y director del Centro de Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia, donde dirigió el Instituto de la Tierra entre los años 2002 y 2016.

Este artículo se publicó el 26 de diciembre en Common Dreams.

Traducción de Paloma Farré.

https://ctxt.es/es/20240101/Firmas/45260/Jeffrey-D-Sachs-EEUU-industria-de-la-guerra-politica-exterior-Israel-belicismo.htm#md=modulo-portada-bloque:4col-t2;mm=mobile-big