viernes, 22 de marzo de 2019

España , el gasto social



Vineta humor grafico el Roto pobreza en españa


El Estado Español destina tres veces menos que la media de la UE a combatir la exclusión social

Por El Salto
El Estado español destinó en el año 2017 un 16,6% de su Producto Interior Bruto a gastos sociales, cifra que supone 2,2 puntos porcentuales por debajo de la media de la Unión Europea, que en ese año se situó en el 18,8% del PIB, y muy lejos de las cifras de Finlandia —24,9%—, Francia —24,3%—, Italia —20,9%—, Grecia —19,4%— e, incluso, de Portugal —17,4%—, según muestras los últimos datos de Eurostat.
La partida de gastos sociales, que incluye el sistema de pensiones, las prestaciones por desempleo y los servicios sociales, ha ido bajando en los tres últimos años en España, pasando del 17,1% del PIB en 2015 al 16,6% en 2017, 0,4 puntos porcentuales menos, a pesar de la Comisión Europea alertó el pasado año a España de los altos niveles de desigualdad y pobreza que este país, criticando su política social “inconsistente”.
Dentro de la partida de gasto social, el dinero destinado a combatir la exclusión social presenta números aún más bajos. En 2017, según Eurostat, España destinó tan solo un 0,3% de su Producto Interior Bruto (PIB) a esta tarea, misma cifra que en 2015 y 2016.
El porcentaje de riqueza destinado a exclusión social en España es la tercera parte del porcentaje del PIB que se destina de media en los países de la Unión Europea —0,9% del PIB— y menos de la cuarta y quinta parte del gasto destinado en Suecia —1,3%— y Reino Unido —1,6%— respectivamente, o de Grecia —0,8%—. Los únicos países de los 28 que conforman la Unión Europea que destinan menos porcentaje del PIB que España a combatir la exclusión social son Estonia, Croacia, Lituania, Malta, Polonia, Portugal y Eslovaquia.
Otra de las partidas incluidas en gasto social en la que España destaca por su mínimo aporte es la de ayuda a las familias e infancia, a la que España mantuvo el 0,7 destinado también en 2015 y 2016. La cifra supone menos de la mitad del 1,7% del PIB de media aportado en la Unión Europea, y Grecia y Suiza son los únicos países con cifras por debajo de la española, con un 0,6% y un 0,5% respectivamente.
verlo en gráficas en  el original


jueves, 21 de marzo de 2019

La mentira de Kosovo en Alemania .


La mentira de Kosovo en Alemania

 Rafael Poch.
 Blog personal .


Hace veinte años la opinión pública europea fue intoxicada con una eficacia que antes solo funcionaba en Estados Unidos

La virtual sucesora de Merkel al frente de la CDU, y quizá más pronto que tarde futura canciller de Alemania, Annegret Kramp-Karrenbauer, se ha estrenado en la política europea con una carta aleccionadora de tono inequívocamente teutón dirigida al Presidente francés, Emmanuel Macron.  En ella derriba las ingenuas ilusiones de este acerca de una reforma de la UE de común acuerdo con Alemania. En la futura crónica de la desintegración de la UE esta carta ni siquiera será recordada como prueba de la inexistencia del “eje franco-alemán”, así que no vale la pena detenerse en ella. Sin embargo, contiene un detalle muy significativo del momento en el que vivimos: la nueva líder de la derecha alemana propone, “subrayar el papel de la Unión Europea en el mundo en tanto que potencia de paz y seguridad” construyendo… un portaviones europeo común. ¡Qué gran idea¡ La tenacidad de la derecha alemana y de sus socios socialdemócratas y verdes en la reanudación del militarismo nacional es encomiable.

Desde su creación en 1955 el actual ejército alemán, Bundeswehr, fue concebido como aparato defensivo. En diciembre de 1989 el programa del SPD consagraba como principios de la política exterior y de seguridad de Alemania, la “seguridad común” y el “desarme”.  “Nuestra meta es disolver los bloques militares mediante un orden de paz europeo”, decía aquel programa. “El hundimiento del bloque del Este reduce el sentido de las alianzas militares e incrementa el de las alianzas políticas (…) se abre la perspectiva para un fin del estacionamiento de las fuerzas armadas americanas y soviéticas fuera de su territorio en Europa”. Ese programa no se cambió hasta 2007. Para entonces hacía tiempo que había caducado. Exactamente hacía ocho años.

El 24 de marzo se cumplirán veinte del inicio del bombardeo de lo que quedaba de Yugoslavia conocido como “guerra de Kosovo”. Para Alemania aquella participación en una operación ilegal de la OTAN fue la primera operación militar exterior desde Hitler. Desde entonces, “la seguridad de Alemania se defiende en el Hindukush”, como dijo en 2009 el ministro de defensa Peter Struck. También en África y allí donde el acceso alemán/europeo a los recursos y vías comerciales lo exijan, según estableció en su día con toda claridad la canciller (saliente) Angela Merkel.

Aquel estreno en Kosovo empezó con una mentira. Igual que Vietnam, igual que Irak y que tantas otras guerras (recordemos el informe de la agencia Efe de septiembre de 1939, dando cuenta del ataque de Polonia contra Alemania). La primera mentira de Kosovo fue la masacre de Rachak.

Rachak y el policía Hensch

Rachak y Rugovo son dos pueblos del noroeste de Kosovo, al sur de la capital de distrito de Pec. Con la frontera albanesa muy cerca, en 1998 la región era zona de acción de la guerrilla albanesa UCK, sostenida y financiada por la OTAN, la CIA y el servicio secreto británico.

Aquel año la UCK cometió tantos desmanes con civiles serbios, gitanos y albaneses “colaboracionistas” que su jefe local, Ramush Haradinaj, luego primer ministro de Kosovo, hasta llegó a ser juzgado en La Haya por crímenes de guerra por un tribunal que era comparsa de la OTAN. Haradinaj fue absuelto, entre otras cosas porque diez de los nueve testigos que debían declarar contra él fueron eliminados antes de que pudieran hacerlo, unos en “accidentes de tráfico”, otros en “peleas de bar”, otros en atentados. Así hasta nueve. En cualquier caso, a principios de 1999 el ejército yugoslavo respondió con gran fuerza a aquella ofensiva de la UCK teledirigida por la OTAN, con una contraofensiva.

Cerca de Rachak y de Rugova varias decenas de guerrilleros albaneses cayeron en emboscadas ante el ejército. Henning Hensch, un policía alemán retirado con carnet del SPD, estuvo allí. Era uno de los seleccionados por el ministerio de exteriores para engrosar los equipos de observadores de la OSCE en Kosovo. En esa calidad actuó como perito en Rachak y Rugovo. Vio a los guerrilleros muertos con sus armas, carnets y emblemas de la UCK cosidos en sus guerreras. En Rugovo, los yugoslavos juntaron los cadáveres en el pueblo y los observadores de la OSCE hicieron fotos.

“Esas fotos, convenientemente filtradas de todo rastro de armas y emblemas de la UCK, hicieron pasar lo que fue un enfrentamiento militar con grupos armados, por pruebas de una masacre de civiles”, me explicó Hensch en 2012. “Ambos bandos cometían exactamente los mismos crímenes, pero había que poner toda la responsabilidad sólo sobre uno de ellos”, decía el policía jubilado.

El 27 de abril el entonces ministro socialdemócrata de defensa alemán, Rudolf Scharping, presentó en rueda de prensa aquellas fotos en las que se veía los cadáveres de los guerrilleros amontonados en el papel de civiles inocentes masacrados. Al día siguiente, el diario Bild publicaba una de ellas en portada con el titular: “Por esto hacemos la guerra”.

“Este era un país opuesto a la guerra y consiguieron que, por primera vez en más de cincuenta años, se metiera en una”, explicaba por teléfono Hensch, con sumo pesar. “Antes de esa experiencia, nunca imaginé que en mi país pudiera pasar algo así, es decir que el gobierno y la prensa mintieran al unísono y engañaran a la población”.

Para violentar el consenso básico de la sociedad alemana contra el intervencionismo militar, la OTAN, el gobierno de socialdemócratas y verdes (1998-2005) y los medios de comunicación, se tuvieron que emplear a fondo.

El “Media Operation Center” de la OTAN dirigido por el infame Jamie Shea, subordinado al secretario general, Javier Solana ( a su vez subordinado al Pentágono), fue una fábrica de mentiras, que los periodistas retransmitían. Shea, un hombre deshonesto, decía que el truco era, “mantener a los periodistas lo más ocupados posible, alimentándoles constantemente con briefings, de tal manera que no tengan tiempo para buscar información por si mismos”. Años después Shea explicó que, “si hubiéramos perdido a la opinión pública alemana, la habríamos perdido en toda Europa”.

Fabricar la versión del conflicto

El relato del conjunto de la guerra en los Balcanes se basó en una fenomenal sarta de mentiras, amnesias y omisiones. La opinión pública europea fue intoxicada con una eficacia que hasta entonces, en Occidente, solo se consideraba posible en Estados Unidos.

Como hoy se conoce perfectamente, antes de la intervención de la OTAN no había en el conflicto de Kosovo la “catástrofe humanitaria” que las potencias se inventaron para intervenir, sino una violencia que en 1998 partió de la UCK y a la que el ejército yugoslavo respondió con la misma violencia, explicaron miembros del equipo de la OSCE como el general alemán retirado Heinz Loquai y la diplomática estadounidense Norma Brown en un documental de la cadena de televisión alemana ARD emitido en 2012 (“Es began mit einer Lüge” – Comenzó con una mentira).

Los medios alemanes ignoraron tres datos fundamentales: 1- la tradicional hostilidad de su país hacia Yugoslavia, que diarios como el Frankfurter Allgemeine Zeitung, y Die Welt, así como el semanario Der Spiegel, consideraban una “creación artificial”. 2- El hecho de tanto croatas como bosnios musulmanes, liderados en los noventa por dirigentes de la misma calaña que Milosevic, habían sido aliados de la Alemania nazi en la segunda guerra mundial y partícipes, junto con los alemanes, del genocidio de un millón de serbios desencadenado entonces por los nazis. Y 3- la naturaleza ilegal de las acciones militares de la OTAN desde el punto de vista de la ley internacional. El ministro de exteriores verde Josef Fischer comparó a “los serbios” con los nazis y al conflicto de Kosovo con Auschwitz, comparaciones que el General Loquai califica de monstruosas, “especialmente en boca de un alemán”. Algunas de las mentiras concretas y puntuales fueron las siguientes:

El catálogo de Scharping

El ministro de defensa Rudolf Scharping dijo antes de la intervención que los serbios habían matado a 100.000 albaneses en Kosovo. La realidad es que se contabilizaron entre cinco mil y siete mil, entre muertos y desaparecidos, todos los bandos juntos e incluidas las víctimas de bombas de la OTAN.

Scharping suscribió la leyenda americana del “plan herradura” de Milosevic: rodear a la población albanesa y deportarla antes del inicio de los bombardeos. Mencionó la “expulsión de millones” y “400.000 refugiados” albaneses antes del inicio de la operación de la OTAN. La realidad fue que para verano de 1999, a las pocas semanas de la ocupación de Kosovo por la OTAN, 230.000 serbios, montenegrinos, gitanos y albaneses “colaboracionistas” fueron expulsados de Kosovo mientras en la región había 46.000 soldados de la OTAN, es decir uno por cada cuatro expulsados. Una genuina “limpieza étnica” bajo la ocupación militar de la OTAN.

Pueblos que habían sido destruidos después de iniciada la guerra por la OTAN se presentaron como destruidos antes, como incentivo para iniciarla.

Se ocultó que la miseria de los refugiados albaneses y su estampida también era consecuencia de los ataques de la OTAN.

Scharping informó del inexistente “campo de concentración” de Milosevic en el estadio de Pristina con “varios miles de internados”. Diez años después, el ministro dijo que sólo eran “sospechas”.

Se informó falsamente de “cinco dirigentes albaneses” ejecutados y de “veinte profesores” albaneses fusilados antes sus alumnos.

Todo ello se hizo para justificar más de 6000 ataques de la OTAN sin mandato de la ONU cuyo sentido era demostrar que la OTAN tenía razón de ser y aprovechar las violencias -agravadas por la intervención de las potencias- para disolver Yugoslavia, un estado anómalo en el nuevo orden europeo posterior al fin de la guerra fría. Ningún político y medio de comunicación se ha disculpado y la misma constelación actúa, y está bien preparada y engrasada para actuar, en los conflictos del presente y el futuro.

Y sin embargo…

Según una encuesta realizada en febrero para la asociación atlantista Atlantikbrücke, los alemanes siguen rechazando fuertemente las intervenciones militares de su ejército en el extranjero, iniciadas hace 20 años en Yugoslavia: solo el 14% las apoyan, contra un 77% que las rechazan.

(P.S. No es esta la única derrota del complejo político-mediático local. Pese a que desde hace años se les bombardea con la demonización de la Rusia de Putin, a los alemanes Trump les parece mucho menos fiable (82%) que el presidente ruso (56%), e incluso consideran a China como socio menos dudoso (42%) que Estados Unidos (86%), señala la misma encuesta. Esta opinión contradice directamente las últimas resoluciones del Parlamento Europeo a favor de incrementar las sanciones contra Rusia, país al que ya no puede considerarse “socio estratégico”, señala la resolución votada este mes por 402 diputados, contra 163 (y 89 abstenciones). Al mismo tiempo, la Comisión ha declarado a China “rival sistémico” en una resolución que casi coincidió con la votación en el Parlamento Europeo. La UE califica así, simultáneamente, como casi enemigos a China y Rusia. El propósito es aislar a esas potencias, pero teniendo en cuenta el estado de las relaciones con Estados Unidos, así como el proceso de creciente fragmentación de la UE, es legítimo preguntarse quien es el aislado).











miércoles, 20 de marzo de 2019

Francia: El color de los chalecos amarillos




 Francia: El color de los chalecos amarillos

Aurélien Delpirou  

Jacquerie, revuelta de las periferias, revancha de proletarios... Los primeros análisis del movimiento de los chalecos amarillos movilizan numerosas presunciones sociológicas, Sin embargo, este movimiento no refleja una Francia cortada en dos, sino una multiplicidad de interdependencias territoriales.

Durante casi seis semanas, entre noviembre y el final del año 2018, los chalecos amarillos han sido objeto de una cobertura mediática excepcional. Mientras las cadenas de información continua han retransmitido como en ningún otro movimiento social anterior y no sin placer- los principales episodios de la movilización (posición que se ha vuelto en su contra), algunas figuras mediáticas se han sucedido en los platós de televisión y radio para aportar elementos de análisis e interpretación. Este intento de debate público por un pequeño número de expertos designados o auto proclamados recuerda las modalidades de selección de los que intervienen en los medios, basados en las redes de interconexión y en la búsqueda de “buenos clientes” recurrentes (Van de Velde, 2012)

Naturalmente, cada uno ha tratado a los chalecos amarillos según sus propias teorías respecto al estado de la sociedad francesa. Algunas expresiones han florecido como jacquerie,-que identifica a las revueltas campesinas en la Francia del Antiguo Régimen- lanzada por Éric Zemmour desde el viernes 16, y después retomada por una parte de la prensa regional; o diagonal del vacío, tomada de los manuales escolares de los años 80 por Hervé Le Bras. Por su parte, Le Figaro, defendía a los nuevos chivos expiatorios, mientras que Christophe Guilluy se presentaba como profeta de la Francia periférica, tildada más abruptamente como La Francia de allá por Franz-Olivier Giesbert, y que Nicolas Baverez se refiriese a la revancha de los ciudadanos de base.

Más allá de su violencia simbólica y su condescendencia, esos análisis repetidos ad nauseam urbi et orbi expresan sin duda menos cosas sobre los chalecos amarillos que sobre las representaciones sociales y espaciales de sus autores. Su vulgarización no es fruto de un consenso científico, sino de una consagración mediático-política, al igual que la de los nuevos filósofos de los años 80 (Bourdieu, 1984)

También se necesitarán encuestas profundas y el reposo analítico para entender lo que se juega exactamente en ese movimiento; parece útil eliminar ya un cierto número de presunciones que saturan el debate público. Queremos explicitar aquí cuatro de ellas, formalizadas de manera sistemática en términos de oposición: entre ciudad y campo; entre centros urbanos y coronas periurbanas; entre burgueses bohemios (bobos) y clases populares; entre metrópolis privilegiadas y territorios olvidados por la actuación pública. En ausencia de marcos estables de lectura, distanciarse de estas caricaturas puede ser un primer paso para una comprensión mejor de los orígenes y problemas del enfrentamiento.

¿Ciudades (París) contra campo (Provincias)?

Como señala una nota de los servicios de información distribuido por la prensa, los iniciadores del movimiento de los chalecos amarillos son, en su mayoría, originarios de Île-de-France, más en concreto, de la aglomeración parisina; es decir, la parte más urbanizada de la región de la capital. Y con razón: los habitantes de Île-de-France, están al menos tan afectados como el resto de franceses por el alza de costes ligados al automóvil. Aunque emplean un poco menos su coche y realizan trayectos un poco más cortos, pasan de media 75 minutos diarios en su vehículos, contra 45 para los habitantes del espacio rural, En suma, el presupuesto-tiempo compensa ampliamente los menores costes vinculados a los desplazamientos, lo que permite explicar la génesis y el arraigo del enfrentamiento en la región parisina.

Más ampliamente, la mayoría de los investigadores consideran que la urbanización del territorio francés ya está terminada: 61,5 millones de personas; es decir, el 92% de la población, viven hoy bajo la influencia de la ciudad, según modos y estilos de vida urbanos. Aunque el ruralismo como soporte paisajístico, aspiración social y sistema de valores nunca ha desaparecido -incluso es objeto de revalorizaciones recientes- las grandes fracturas sociales y espaciales arraigan ahora en el seno del mundo urbano. En efecto, las grandes ciudades son a la vez los lugares privilegiados de concentración de riqueza y los puntos de fijación de la pobreza: en Francia, ⅔ de los hogares que viven por debajo del umbral de pobreza, habitan en las áreas densas de las grandes ciudades.

Por ello sería erróneo analizar los movimientos de los chalecos amarillos como una revuelta de las poblaciones rurales desfavorecidas contra la de ciudadanos afortunados. Al contrario, traduce la multiplicidad de las interdependencias territoriales y funcionales en el seno de amplios núcleos de vida en que se yuxtaponen ciudades, campos, urbanizaciones, núcleos rurales revitalizados o en dificultades, zonas de actividad, espacios naturales, centros comerciales, polos logísticos, etc. El automóvil es muy a menudo la condición necesaria de accesibilidad a esos diferentes espacios y a la diversidad de recursos que ofrecen. Precisamente es porque permite maximizar los programas de actividades y practicar una forma de “zapping territorial” (Ascher, 1997), por lo que se ha constituido en detonante de las reivindicaciones de los chalecos amarillos.

¿Centros urbanos contra coronas periurbanas?

Basándose en intervenciones mediáticas de algunas figuras carismáticas del movimiento, se han asimilado rápidamente los chalecos amarillos a los habitantes “relegados” de las coronas periurbanas de las aglomeraciones. De manera indiscutible, la dependencia del automóvil aumenta con la distancia al centro de la ciudad. La vida periurbana implica un alargamiento de los desplazamientos y un uso creciente de vehículos motorizados (Cailly, 2008). Esta situación no es fruto del azar ni de la fatalidad. Por un lado, la periurbanización fue muy estimulada en los 80 y 90; es decir, a partir de la descentralización del urbanismo, por alcaldes dedicados a desarrollar por todos los medios su municipio, aunque fuese dispersando las periferias, separando unas de otras, distribuyendo urbanizaciones, centros comerciales e incluso grandes servicios públicos (Merlin, 2009). Esta dispersión urbana, única en Europa por su amplitud, fue igualmente auspiciada por el Estado, mediante la multiplicación de dispositivos de acceso a la propiedad privada. También, antes que intentar torpemente recuperar el movimiento, los electos nacionales y locales deberían comenzar por asumir su responsabilidad. Por otra parte, los mecanismos de instalación de las familias , y también de las empresas, en las coronas periurbanas y las franjas rurales de las aglomeraciones son múltiples y complejas: alejarse del centro de la ciudad siempre es el resultado entre opciones y limitaciones. De hecho, todas las encuestas recientes (por ejemplo Dodier, 2012; Girard, 2013; Lambert, 2013) señalan los diversos perfiles sociales y la fluidez de las trayectorias residenciales de los habitantes periurbanos, contradiciendo radicalmente los análisis en términos de “relegación” o de “sedentarización”.

¡La Francia periurbana es un zoo! Es viva, activa, plural. Crea más empleos que los centros urbanos, incluyendo los sectores de alta calificación (Nessi et al., 2016). Acoge, a imagen de los representantes carismáticos de los chalecos amarillos, tanto a directores de empresas instaladas, como obreros que dejan las viviendas protegidas; pequeños comerciantes, atraídos por la baratura relativa de los precios inmobiliarios o de la vivienda, como empleados del sector público que se acercan a su lugar de trabajo; a jubilados en busca de un marco vital más cómodo, como a jóvenes empleados que necesitan una vivienda adaptada a su proyecto familiar (Riviere, 2012). A escala nacional, estos periurbanos disponen de una renta media anual más elevada (20.975 €) que la de los habitantes de los centros urbanos (19.887 €, Fuente INSEE)

El obstáculo es que a pesar de su vitalidad y diversidad, digamos de su “madurez” (Nessi et al., 2016), los espacios periurbanos siguen teniendo mala reputación, Desde los años 90, en respuesta a la exigencia política de sostenibilidad, se analizan casi exclusivamente con el prisma despreciativo del urbanita amenazado (Lévy, 2003); de la dependencia del automóvil consumidor de energía (Newman, Kenworthy, 1998); de la secesión socio-política (Charmes, 2011); de la insostenibilidad medioambiental (Desjardins y Mettetal. 2012), digamos de la fealdad arquitectónica y paisajística (recordemos la portada de Télérama en 2010 sobre  “La France moche” (la Francia fea). Tales visiones catastrofistas y culpabilizantes han contribuido a a alimentar un sentimiento de cólera entre los electos y los habitantes de esos territorios, de los que los chalecos amarillos constituyen desde luego una de las expresiones.

¿Bobos (burgueses bohemios) contra prolos (proletarios)?

La dimensión social de los chalecos amarillos ha sido ampliamente marginada con el silencio por los medios de difusión. La recogida de testimonios y las primeras encuestas sobre el terreno tendían a mostrar que la mayoría de personas comprometidas activamente en la protesta, provenían de las clases medias y de fracciones consolidas de las clases populares: enfermeros, trabajadores sociales, maestros, personal administrativo de categoría B de los municipios, técnicos de la industria, artesanos, pequeños comerciantes, empleados de servicios comerciales o contables de empresas, etc. Esas profesiones llamadas intermedias, representan un cuarto del empleo, una cifra creciente. Sus ingresos y su poder de compra son más bien estables desde hace 20 años, aunque son muy sensibles a las políticas fiscales y a los efectos coyunturales, incluyendo las variaciones del precio del carburante, que, como sabemos, ha prendido la mecha del enfrentamiento, Pero no se trata más que de una chispa: la parte de los gastos ligados al automóvil, está estable desde 1990, al contrario por ejemplo, de los vinculados a la vivienda (en aumento constante, sobre todo en las grandes ciudades, muy en concreto en el centro de las mismas y para las familias menos acomodadas); el carburante y sus impuestos solo implican un cuarto de esos gastos, una parte mucho menor que la ligada a los seguros y el mantenimiento: Así pues, la revuelta parece enraizada, de manera mucho más profunda, en el doble sentimiento de una fragilización generalizada del poder de compra y de una injusticia social en los esfuerzos fiscales exigidos a las familias por parte del gobierno.

Por otra parte, el 20% de los franceses no motorizados siguen estando al margen. Estos no se ciñen a los bobos de las metrópolis: en su mayor parte son familias jóvenes sin calificación y sin empleo, que no pueden asumir los costes derivados de la propiedad de un vehículo motorizado y por ello son por completo “cautivos” del transporte público (Rougé, 2005). Por tanto, lo que diferencia más a las clases populares entre sí, es el acceso a un empleo estable, para quienes el automóvil es una condición necesaria muy importante. Estas familias engloban a los destinatarios de medidas de ayuda a la movilidad desplegadas de urgencia por el gobierno. Pero todo indica, ¡que no se han sumado masivamente a las manifestaciones! Asimismo, tales anuncios podrían tener efectos contraproducentes en el movimiento de los chalecos amarillos, varios de sus representantes han señalado su rechazo a ser asimilados a los “asistidos” beneficiarios” de ayudas sociales del Estado. Además, ese discurso, ha sido recuperado por algunos personajes políticos nacionales, como Laurent Wauquiez: extraña posición la que consiste al mismo tiempo, en intentar la redistribución social a las familias más precarias como una forma de asistencia y exigir más redistribución espacial hacia las áreas más desfavorecidas. Como si estas existieran como tales, sin contar su población.

Francia privilegiada contra áreas abandonadas

Finalmente, varios comentaristas han analizado el movimiento de los chalecos amarillos como consecuencia de las políticas económicas de dos velocidades, que privilegiarían de forma sistemática a las áreas metropolitanas en detrimento del resto de Francia. De hecho, la concentración de los medios de ordenación del territorio en favor de las grandes ciudades fue una tendencia notable en los últimos veinte años. Éstas se han beneficiado de grandes proyectos de renovación urbana, tanto en los centros (estaciones, tranvías) como en los barrios con la política de la ciudad (renovación urbana) y las periferias cercanas (polos de competitividad). Pero esta evolución se produjo después de cinco decenios de las llamadas políticas de reequilibrio territorial destinadas a contener el desarrollo de la región parisina y a revitalizar mediante la descentralización el “desierto francés” (Gravier, 1947). Por otro lado, continúan llevándose a cabo actuaciones específicas a favor de los espacios rurales atendiendo a los hándicap estructurales que los penalizan en la competencia territorial. La acción pública se ha desplegado de forma incompleta y veleidosa, más bien “entre dos territorios” constituidos por ciudades pequeñas y medianas, y en menor medida, en las franjas de las aglomeraciones.

Tales territorios, sin embargo, no se hallan en una situación de abandono político y social: se benefician de una fuerte representatividad en el Parlamento (muy superior, por ejemplo, a la de las periferias de las grandes aglomeraciones); de estructuras de gestión y de proyectos, cuyas competencias han sido reforzadas por los recientes cambios legislativos; de numerosas iniciativas ciudadanas e incluso, a pesar de limitaciones crecientes, de palancas de financiación no despreciables (ayudas de la UE, contratos planificados, mecanismos de reducciones fiscales). El auténtico escollo es que nunca son objeto de políticas ad hoc. Así, en la periurbanización, la actuación pública se orienta en los medios para luchar contra el proceso de suburbanización a riesgo de dejar de lado los espacios que se derivan de ella (Roux, Vanier, 2008). Las políticas de transporte proporcionan una ilustración clara de esta deriva: históricamente concebidas para mejorar la accesibilidad de los centros y descentralizar las periferias, son poco operativas para tener en cuenta los desplazamientos individuales en las periferias (Massot, 2010). Igualmente en las ciudades pequeñas y medianas, que están lejos de ser todas “perdedoras” en la mundialización ((Baudelle y Tallec, 2008), las soluciones aún son a menudo copia de las desplegadas en las metrópolis e inadaptadas a los contextos locales (Béhar, 2011) También, en vez de dar la batalla en el terreno de la victimización, el desafío está en crear las condiciones de formalización y despliegue de políticas innovadoras susceptibles de conciliar localmente opciones residenciales, limitaciones económicas y sobriedad ecológica.

Finalmente, difundiendo sociologismos simplistas o infundados en detrimento del análisis y la controversia argumentada, los autoproclamados especialistas en chalecos amarillos corren el riesgo de obviar los auténticos desafíos, o bien atizar las brasas del movimiento. Oponer, como hacen implícitamente esos comentadores, “automovilistas periurbanos” a “privilegiados de los centros”; “buenos pobres” con “malos pobres”; territorios “ganadores” a espacios “abandonados”, permite quizás suministrar algunas claves de lectura tranquilizadora, y también, reducir el número de los que merecen ser ayudados. Pero esto, jamás ha solucionado sus problemas.

Referencias
• François Ascher, Métapolis ou l’avenir des villes, Odile Jacob, 1997.

• Guy Baudelle et Josselin Tallec, « Les villes moyennes sont-elles les perdantes de la mondialisation ? », Pouvoirs locaux, n° 77, 2008, p. 89-94. Daniel Béhar, « Villes moyennes : bricolage stratégique et obligation d’innovation », Urbanisme, n° 378, 2011, p. 50-51.

• Laurent Cailly, « Existe-t-il un mode d’habiter spécifiquement périurbain ? », EspacesTemps.net, 2008

• Antoine Bozio, Les classes moyennes sont-elles matraquées par l’impôt ?

• Pierre Bourdieu, 1984. « Le hit-parade des intellectuels français ou qui sera juge de la légitimité des juges ? ». Actes de la recherche en sciences sociales, vol. 52, n° 1, p. 95-100.

• Éric Charmes, La ville émiettée. Essai sur la clubbisation de la vie urbaine, Puf, 2011.

• Éric Charmes, La revanche des villages

• Xavier Desjardins et Lucile Mettetal, « L’habiter périurbain face à l’enjeu énergétique », Flux n°89-90 (3), 2012, p. 46-57.

Rodolphe Dodier, Habiter les espaces périurbains, Presses Universitaires de Rennes, 2012.

• Gabriel Dupuy, La dépendance automobile, Anthropos, 1999. Violaine Girard, « Sur la politisation des classes populaires périurbaines. Trajectoires de promotion, recompositions des appartenances sociales et distance(s) vis-à-vis de la gauche », Politix, n° 10, 2013, p. 183 215.

• Jean-François Gravier, Paris et le désert français, Flammarion, 1947.

• Anne Lambert, « Les métamorphoses du périurbain. Des “petits blancs” aux “immigrés” », Savoir/Agir, vol. 24, n°2, 2013, p. 53-60.

• Jacques Lévy, « Périurbain, le choix n’est pas neutre », Pouvoirs locaux, n° 56, 2003 p. 3555.

• Marie-Hélène Massot (dir.), Mobilités et modes de vie métropolitains, les intelligences du quotidien, L’Œil d’Or, 2010, p. 93-100. Pierre Merlin, Lexode urbain, La Documentation française, 2009.

• Hélène Nessi, Florent Le Néchet et Laurent Terral, « Changement de regard sur le périurbain, quelles marges de manœuvre en matière de durabilité ? », Géographie Économie Société, n° 18 (1), 2016, p. 15–33.

• Peter Newman, Jeffrey Kenworthy, 1998. Sustainability and Cities : Overcoming Automobile Dependence, Washington D.C., Island Press.

• Jean Rivière, « Trajectoires résidentielles et choix électoraux chez les couches moyennes périurbaines », Espaces et Sociétés, n° 148-149, 2013, p. 73-90.

• Lionel Rougé, « Les “captifs” du périurbain. Voyage chez les ménages modestes installés en lointaine périphérie », in Guénola Capron, Hélène Guétat Bernard et Geneviève Cortès (dir.), Liens et lieux de la mobilité, Belin, 2005, p. 129-144.

• Cécile Van de Velde, 2012, « Le sociologue et les médias », in Paugam, Serge. L’enquête sociologique, p. 403-420, Paris, PUF.

Aurélien Delpirou Geógrafo, profesor de la Escuela de Urbanismo de Paris (Universidad de París Este), es investigador del Lab'Urba.
Fuente:
https://laviedesidees.fr/La-couleur-des-gilets-jaunes.html
Traducción:Sin Permiso . Ramón Sánchez Tabaré

lunes, 18 de marzo de 2019

El género del cerebro: la demolición de un mito sexista


   

Resultado de imagen de The Gendered Brain: The New Neuroscience That Shatters the Myth of the Female Brain

El género del cerebro: la demolición de un mito sexista


Rachel Cooke 11/03/2019
 
Reseña de The Gendered Brain: The New Neuroscience That Shatters the Myth of the Female Brain [El género del cerebro: La nueva neurociencia que destruye el mito del cerebro femenino] de Gina Rippon (Bodley Head, 2018) 



¿Qué les gusta a las niñas? De pequeña, prefería el Lego a las muñecas y, si me preguntaban qué quería ser de mayor, estaba lista para responder: detective o reportera. Mis padres eran científicos, de modo que, en ciertos aspectos, el género estaba en nuestra casa menos presente de modo obvio que en la mayoría (aunque yo acabé en una licenciatura de humanidades, dos de mis hermanas estudiaron química y matemáticas en la universidad). Sin embargo, siempre estaba en el aire: cómo deberían ser las chicas y, por tanto, cómo son. Para cuando era adolescente, ya había aprendido a sentirme bastante extraña respecto a algunos de mis gustos y aptitudes. Había introyectado asimismo diversos estereotipos. Me enorgullecía mucho, por ejemplo, saber leer mapas, no porque leer un mapa sea algo intrínsecamente difícil sino porque una pequeña parte de mí aceptaba que se supone que las mujeres no tienen que ser buenas en eso.

No es de extrañar, pues, que leer la cuidadosa y prolongada demolición del mito del “cerebro femenino” me dejara una poderosa sensación de alivio. Aquí, por fin, aparecen cosas que durante mucho tiempo he sentido que eran instintivamente ciertas, presentadas como hechos demostrables. La profesora Rippon es investigadora en el campo de la neurociencia cognitiva en el Centro del Cerebro Aston de la Universidad Aston, de Birmingham, y promotora de iniciativas para mitigar la infrarrepresentación de las mujeres en competencias STEM  [ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas]. En The Gendered Brain, demuestra cómo llegamos por primera vez a la convicción de que el cerebro femenino es “diferente” (y por tanto inferior), de qué modo esta falsa percepción persiste en el siglo XXI, y de qué manera este ultimísimo avance en neurociencia puede y debería disipar esas falacias para siempre jamás. Es un libro enormemente accesible. También es un libro importante. Ya aparte de  lo interesante que resulta la ciencia que contiene, tiene el poder  – sólo con que la gente lo lea – de hacer inmensamente más por la igualdad de género que cualquier suma de “manifiestos” feministas.

Nuestra determinación a la hora de buscar diferencias entre cerebros masculinos y femeninos se puede remontar al siglo XVIII: otra forma de demostrar que la biología femenina era esencialmente deficiente y frágil. En el siglo XIX, a médicos y científicos les entró la manía de medir y pesar cerebros, tareas que realizaron por varios medios, entre ellos verter alpiste en cráneos vacíos (se medía entonces la cantidad necesaria para llenarlos). Cuando este enfoque demostró ser poco concluyente, las declaraciones de inferioridad dejaron paso a la insistencia en que las diferencias entre hombres y mujeres eran “complementarias”; que las mujeres, aunque pudieran no fueran apropiadas para la enseñanza o la política, disponían de “dones compensatorios” en forma de intuición.

Lo que resulta fascinante es que, después incluso del desarrollo de las nuevas tecnologías de imágenes cerebrales a finales del siglo XX, tecnologías que en lo esencial revelan qué semejantes son los cerebros de hombres y mujeres, la idea del cerebro “masculino” y “femenino” ha persistido tanto en la ciencia como en los medios de comunicación. Simon Baron-Cohen cuyo trabajo en el campo del autismo le ha convertido en una especie de superestrella de la ciencia, ha hecho notar que no hay que ser varón para poseer lo que llama él un cerebro masculino (es decir, un sistematizador, más que un empatizador). Pero no es bueno. A esta línea se le hace oídos sordos. Persisten los estereotipos.

Ladrillo a ladrillo, Rippon arrasa con esta historia, y para lectores (no científicos) lo que ella dice resulta revolucionario hasta extremos gloriosos. Para resumir: la noción de que existe algo así como un cerebro femenino es más o menos una bobada. Además, ahora que sabemos que nuestros cerebros son enormemente plásticos, y durante mucho más tiempo de lo que antes pensábamos, nuestras aptitudes y comportamiento deben ligarse no solo más a la crianza que al sexo, sino a la vida misma: a todo lo que hacemos y experimentamos a lo largo de los años.   

La ciencia del libro de Rippon es compleja y tiene múltiples capas. Pero también le presta atención a la perniciosa influencia de la palabrería de los psicólogos. Aparece la psicología evolutiva para recibir algo así como un puntapié, al igual que los seguidores de las doctrinas freudianas.  Se muestra brillante cuando habla de los cerebros de los bebés: sobre las razones por las cuales, por ejemplo, puede parecer que los niños prefieren juguetes de género, las bebés reconoce rostros más fácilmente y los bebés varones andan antes (principalmente esas cosas hay que dejarlas a la puerta de las expectativas de sus cuidadores). Se muestra soberbiamente lúcida cuando se trata de  deshacer las razones por las que hay todavía relativamente pocas mujeres en la ciencia. Por encima de todo, dispone de la investigación que demuestra – volviendo a mi Lego – que las mujeres son tan buenas (o tan malas) en los procesos visuespaciales como los hombres.

Para mí, sin embargo, la parte más provocativa del libro tiene que ver con las hormonas. De acuerdo con Rippon, recientes trabajos han demostrado, lejos de que la regla tenga efectos sobre su capacidad de concentrarse, puede existir un vínculo entre las fases ovulatoria y post-ovulatoria de su ciclo menstrual y cambios positivos de comportamiento tales como la mejora de los procesos cognitivos. No tiene mucho de exageración afirmar que me sentí exultante al leer esto, y quizás esa información dará que pensar a quienes hacen campaña en favor de que le conceda a las mujeres los llamados permisos menstruales.

La menstruación todavía supone un estigma; ojalá no fuera este el caso. Pero a menudo la opinión generalmente aceptada y la ciencia se encuentran muy distantes, y una vez que las mujeres poseen todos los datos, una vez que dejan de introyectar lo que otros (mujeres, lo mismo que hombres) se inclinan por contarles acerca de su cuerpo, pueden experimentar una nueva libertad. Tal como muestra Rippon de forma repetida, no hay nada en nuestra biología que justifique la continuada brecha de género. Lo que insisten en otra cosa se interponen en el camino del progreso.



Rachel Cooke periodista inglesa, estudió en la Universidad de Oxford, y ha trabajado para medios como The Sunday Times y, como crítico de televisión, The New Statesman. Colabora con The Observer y The Guardian y es autora de Her brilliant career: ten extraordinary women of the fifties (2014).
Fuente:
The Guardian, 5 de marzo de 2019
Traducción    Lucas Antón

 Fuente ..









domingo, 17 de marzo de 2019

Las armas químicas sirias.



De las armas de destrucción masiva ‎iraquíes a las armas químicas sirias

En un informe emitido el 1º de marzo de 2019, la Organización para la Prohibición de ‎las Armas Químicas reconoce que no hubo uso de armas prohibidas en la localidad siria ‎de Duma, el 7 de abril de 2018. Por consiguiente, el bombardeo de represalia que ‎Estados Unidos, Francia y Reino Unido realizaron después contra Siria fue ‎injustificado. Se trata de un escándalo idéntico al de las inexistentes armas iraquíes de ‎destrucción masiva. Y habrá más engaños similares mientras los países occidentales ‎sigan confiando ciegamente en lo que cuentan sus medios de difusión. ‎

  


JPEG - 55.2 KB
‎El comportamiento de los periodistas occidentales es particularmente extraño. Repiten las ‎alegaciones de sus dirigentes políticos considerándolas a priori justificadas y verídicas y ‎sin tener en cuenta los desmentidos provenientes de las instancias internacionales. Y luego son ‎incapaces de cuestionar las mentiras que creyeron y divulgaron. ‎

La justificación para destruir Irak

Por ejemplo, en 2003, toda la prensa occidental repitió a coro las alegaciones de George W. ‎Bush, quien aseguraba que Irak tenía «armas de destrucción masiva». Después, los periodistas ‎occidentales repitieron las acusaciones de Tony Blair, quien garantizaba que Irak disponía de ‎misiles capaces de alcanzar Occidente en 45 minutos y de matar allí a la población con gases ‎venenosos. También repitieron las acusaciones de Colin Powell, el secretario de Estado de ‎Estados Unidos, cuando afirmó que Irak daba albergue a Osama ben Laden. ‎
Sin embargo, en aquella misma época, la Comisión de Control, Verificación e Inspección de las ‎Naciones Unidas señalaba que las alegaciones de Bush y Blair eran falsas. Aquella comisión de ‎la ONU era la única autoridad internacional con acceso al territorio iraquí, donde pudo realizar ‎todas las verificaciones que quiso. Ni la CIA estadounidenses ni el MI6 británico habían podido ‎hacerlo… pero la contradecían. ‎
No está de más recordar que Francia, la Francia del presidente Jacques Chirac, se pronunció ‎contra la invasión de Irak. Pero escogió como argumento que «la guerra es siempre la peor ‎solución» en vez de denunciar que las acusaciones anglo-estadounidenses eran mentiras ‎evidentes, como ya lo había comprobado la Comisión de Control, Verificación e Inspección de las ‎Naciones Unidas. ‎
Hoy en día la tendencia es reconstruir la Historia a golpe de películas y de series de televisión. ‎Ahora se reconoce el engaño, pero se afirma que los servicios de inteligencia estadounidenses y ‎británicos fueron manipulados por sus dirigentes políticos y que nadie tenía cómo saberlo. Eso ‎es falso y basta con hojear lo que decían los medios de prensa para comprobar que todos ‎trataban de desacreditar al director de la mencionada comisión de la ONU, el sueco Hans Blix, ‎quien osaba contradecir a la potencia más poderosa de aquella época. Eso fue lo que demostró ‎la Comisión Chilcot [1]… 13 años después de los hechos. ‎
Tampoco se habla de las acusaciones que llevó Colin Powell al Consejo de Seguridad de la ONU ‎‎ [2]. Powell dijo al Consejo de Seguridad ‎que Osama ben Laden vivía en Bagdad en 2002 y que sus lugartenientes seguían residiendo allí, ‎donde incluso fabricaban ricino. Desde Irak, aseguraba Powell, aquellos terroristas preparaban ‎atentados que tenían lugar en Francia, Reino Unido, Alemania y Rusia, así que era urgente invadir ‎Irak. ‎
Para creer aquellas tonterías había que ser un completo ignorante del funcionamiento del partido ‎Baas, entonces en el poder en Irak. Con el paso del tiempo, los periodistas occidentales, en vez ‎de reconocer su ignorancia, optaron por olvidar el asunto. ‎

La complicidad de los medios
sigue intacta

Nada ha cambiado desde que Estados Unidos y sus aliados invadieron Irak. Los medios de ‎difusión masiva mintieron nuevamente, pero ya a sabiendas, y para esconder la verdad sobre ‎sus mentiras involuntarias de antes. Todos han optado por contarnos que fueron engañados. ‎Ninguno reconoce haber cometido una falta profesional al desechar la opinión de los expertos ‎de las Naciones Unidas. ‎
Los historiadores que han realizado trabajos sobre la propaganda de guerra han mostrado que ‎quienes tratan de provocar una guerra siempre inventan enormes cantidades de testimonios falsos ‎y de pruebas igualmente falsas. Los periodistas reconocen que «La primera víctima de una ‎guerra es la Verdad», como dijo Rudyard Kipling, pero ninguno ha tratado al menos de crear ‎algún método que les permita no dejarse engañar de nuevo. ‎
La receta es, sin embargo, muy simple:‎
- mantener la cabeza fría cuando todo el mundo se exalta,‎
- no vacilar en ir contra la corriente,‎
- hacer el trabajo que corresponde a un periodista verificando las fuentes. ‎
Eso es lo que nosotros hicimos y por eso comenzaron a calificarnos de «complotistas» o ‎‎«conspiracionistas». ‎

La justificación de la guerra contra Siria

En el caso de la guerra contra Siria, todos siguen creyendo, como si fuese la Biblia, que todo ‎comenzó como «una revolución contra una dictadura», que «el régimen» respondió ‎‎«masacrando a su propio pueblo» a golpe de «torturas», de «barriles-bombas» y de «armas ‎químicas», lo cual llevó a la población a optar por la violencia. Pero todo eso es tan estúpido ‎como la supuesta invitación de Saddam Hussein a Osama ben Laden, además de haber sido ‎repetidamente desmentido por misiones internacionales similares a la ya mencionada Comisión ‎de Control, Verificación e Inspección de las Naciones Unidas.
La «revolución contra la dictadura» ‎fue formalmente desmentida por la única organización que tuvo la oportunidad de verificar ‎el asunto: una misión internacional de la Liga Árabe‎ que fue autorizada a recorrer toda Siria, que ‎disponía del personal necesario para cubrir todo el territorio nacional y que realizó ese trabajo de ‎verificación desde el 24 de diciembre de 2011 hasta el 18 de enero de 2012 [3]. Pero, en lugar de tener en cuenta lo que ‎dicen los órganos que cuentan con los medios de verificación necesarios, los periodistas siempre ‎prefieren creer las afirmaciones de los gobiernos occidentales.‎
Los cadáveres de personas torturadas que aparecen en el Informe César, documento que ‎atribuye esas torturas a Siria, en realidad son imágenes de muertos torturados por ‎los yihadistas. Basta con reflexionar un poco: El individuo identificado como César dice haber ‎tomado esas fotos para el Ejército Árabe Sirio pero que no conoce la identidad de los muertos. ‎‎¿Qué interés podría tener el gobierno sirio en crear un archivo fotográfico sin información sobre ‎las víctimas? ‎
Los «barriles-bombas» son otro cuento estúpido. ¿Por qué razón los militares sirios utilizarían ‎‎barriles-bombas fabricados de manera artesanal cuando disponen de armamento sofisticado ‎proporcionado por Rusia? ‎

Después de las armas de destrucción masiva iraquíes, ‎las armas químicas sirias

Lo más interesante es la acusación sobre el uso de armas químicas. La Organización para la ‎Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) entregó un informe el 1º de marzo de 2019. A esta ‎organización se le había solicitado que investigara las alegaciones sobre un ataque químico ‎supuestamente perpetrado el 7 de abril de 2018 en la ciudad siria de Duma, ataque que ‎Estados Unidos, Francia y Reino Unido atribuyeron de inmediato al gobierno sirio y que castigaron con un ‎bombardeo conjunto contra Siria realizado la semana siguiente. Sin embargo, el informe de ‎la OPAQ señala que sus investigadores no hallaron huellas de armas químicas en Duma y, ‎aunque no lo hace de forma explícita, confirma que todo el asunto fue un montaje. ‎
Es necesario recordar aquí que, 5 años antes, después de un ataque químico perpetrado en los ‎alrededores de Damasco, Siria se había sumado a la convención internacional que prohíbe el uso ‎de armas químicas. Sus arsenales químicos fueron entonces puestos bajo control internacional y ‎luego destruidos de forma conjunta por Estados Unidos y Rusia, todo lo cual se hizo bajo la ‎supervisión de la OPAQ. Afirmar que, después de ese proceso, el gobierno sirio todavía tenía ‎armas químicas equivale, en primer lugar, a poner en duda el trabajo realizado por la ‎Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, Moscú y Washington. ‎
A pesar de lo anterior, el Departamento de Estado afirmó en 2018 que disponía de pruebas ‎creíbles del «uso de gas sarín por parte de Siria». Rusia denunció una farsa orquestada por el ‎Reino Unido y el ministro británico de Exteriores expresó su indignación ante la denuncia rusa, ‎tildándola de «grotesca, extraña» y de «mentira flagrante». ‎
Sin embargo,‎
- Todas las acusaciones de ataque provenían de 3 fuentes, todas estrechamente vinculadas al ‎Reino Unido: los “Cascos Blancos” o “White Helmets” (ONG bajo control del MI6 britanico), el ‎Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH, una oficina de la Hermandad Musulmana, que ‎difunde lo que le dice el MI6) y el grupo terrorista Yeish al-Islam (Ejército del Islam, fundado ‎por Zohran Allouche, cuya familia vive toda en Londres, en una lujosa residencia custodiada por la ‎policía británica).‎
- Los investigadores de la OPAQ nunca pudieron contar los cadáveres de las víctimas ‎ni analizarlos. De hecho, ni siquiera pudieron verlos. Sólo fueron autorizados por los yihadistas a ‎entrar en Duma cuando los cuerpos ya habían sido «incinerados». Es necesario resaltar que ‎nada justificaba la incineración de los cadáveres, ni siquiera razones de índole sanitaria. ‎Más importante aún, ¿cómo justifican los yihadistas haber incinerado los muertos de Duma si ‎el islam prohíbe la incineración de los cadáveres?
- Las muestras recogidas por los investigadores permitieron comprobar, según el informe de ‎la OPAQ, que no hubo uso de armas químicas en Duma, de ningún tipo.
- La OPAQ anota en su informe que los investigadores hallaron en el lugar supuestamente ‎contaminado dos proyectiles preparados para servir de vectores a una sustancia química clorada. ‎Pero el cloro se dispersa al aire libre y sólo puede llegar a ser mortal en espacios cerrados, ‎por eso no figura en ninguna lista de sustancias prohibidas y es de uso común como producto de ‎limpieza. ‎
Señalemos también de paso que Jesh al-Islam es aquella organización «demócrata» cuyos ‎miembros se dedicaban a decapitar grandes grupos de «perros de Bachar», o sea ciudadanos ‎sirios que se negaban a gritar consignas contra el presidente “hereje” Bachar al-Assad [4]. ‎
Yeish al-Islam se dio a conocer condenando a muerte a los sirios acusados de homosexualidad y ‎por ejecutarlos lanzándolos desde los techos de los edificios oficiales en las localidades que ese ‎grupo armado lograba ocupar. Pero fue precisamente el jefe de Yesh al-Islam, Mohamed ‎Allouche, quien presidió la delegación de la «oposición moderada» –respaldada por las potencias ‎occidentales– en las negociaciones organizadas por la ONU en Ginebra. ‎
En pocas palabras, el informe oficial que la OPAQ acaba de entregar demuestra que el bombardeo ‎de Estados Unidos, Francia y Reino Unido contra Siria no sólo violó el Derecho Internacional sino ‎que fue injustificado. ‎

¿Cómo reflejó la prensa
el informe de la OPAQ?

Si la prensa occidental fuese honesta habría dado a conocer fielmente el informe de la OPAQ ‎sobre el «ataque químico» de Duma. Pero no lo hizo. Los periodistas anglosajones han estado ‎particularmente silenciosos y sólo han mencionado esa información en casos excepcionales. ‎
Sus colegas franceses se han mostrado más mendaces. Han recordado que, en el pasado, un informe del ‎Mecanismo Conjunto de la ONU y la OPAQ había confirmado el uso de armas químicas por parte ‎de Siria, omitiendo el hecho que el Consejo de Seguridad de la ONU rechazó aquel informe ‎porque el Mecanismo no había respetado las reglas de la OPAQ. ‎
Otros periodistas franceses simplemente han mentido, afirmando que la misión investigadora ‎había comprobado el uso de armas químicas en Duma. Omitieron precisar que la OPAQ se limitó ‎a considerar probable el uso de un agente tóxico compuesto de clorina utilizada como arma y ‎posible su dispersión mediante dos proyectiles. Lo más importante es que esos periodistas ‎franceses “olvidaron” precisar que la clorina, utilizada al aire libre, no es un veneno mortal ‎sino sólo un agente irritante, razón por la cual no es un arma prohibida. ‎
Usted, estimado lector, está preguntándose probablemente cómo fue que no vio esos artículos y ‎por qué no ha oído hablar de las excusas de la primera ministra británica Theresa May, del presidente francés Emmanuel Macron y del presidente estadounidense Donald Trump por haber ‎bombardeado Siria. La explicación es muy sencilla: la prensa no hace su trabajo de información ‎y los dirigentes occidentales no tienen honor. ‎
[1] La Comisión Chilcot, encargada de realizar una investigación independiente ‎sobre cómo se implicó el Reino Unido en la guerra contra Irak, fue creada a mediados de 2009 ‎por el primer ministro británico Gordon Brown. Esa comisión comprobó las mentiras del gobierno ‎anterior, encabezado por Tony Blair, y sólo entregó su informe final al sucesor de Brown, el ‎primer ministro conservador David Cameron.
[2] «Discours de M. Powell au Conseil de sécurité de l’ONU - Partie 6/7», por ‎Colin L. Powell, Réseau Voltaire, 11 de febrero de 2003.
[3] Aquella misión ‎internacional de la Liga Árabe‎ fue disuelta en cuanto entregó su primer informe, considerado ‎demasiado favorable a Siria, ya condenada por adelantado. Ver «Rapport du chef de la Mission ‎des observateurs de la Ligue Arabe en Syrie pour la période du 24/12/2011 au 18/01/2012» [En español, “Informe del jefe de la Misión de Observadores de la Liga ‎Árabe‎”], Réseau Voltaire, 2 de febrero de 2012.
[4] El ‎presidente sirio Bachar al-Assad es de confesión alauita, denominación sincrética musulmana que ‎considera al profeta Alí como una reencarnación de Cristo. Los alauitas sólo aceptan como ‎revelaciones los principios que figuran simultáneamente en los Evangelios y en el Corán. ‎La Hermandad Musulmana, empeñada en exacerbar un enfrentamiento entre musulmanes y ‎cristianos, considera a los musulmanes alauitas como herejes que merecen la muerte.

sábado, 16 de marzo de 2019

¿ España soberana ?



Corea del Norte: comandos paramilitares en Madrid

TopoExpress


Nota edición: Un comando paramilitar de la CIA de diez hombres encapuchados y armados asaltó la embajada de la República Popular Democrática de Corea en Madrid. Con esta grave acción EE.UU. ha violado la soberanía española y la Convención de Viena de 1961.
*
Como si el poder imperial norteamericano quisiera recordar los límites de la libertad en España y en la Unión Europea, resaltar la vulnerabilidad de las legaciones diplomáticas en España, y señalar ante el mundo su abierto desprecio del derecho internacional, un comando paramilitar de la CIA, compuesto por diez hombres encapuchados y armados, asaltó el 22 de febrero pasado la embajada de la República Popular Democrática de Corea en Madrid.
El comando paramilitar norteamericano actuó con suma rapidez: se apoderó de todo el recinto de la embajada norcoreana, tomó como rehenes a los diplomáticos y empleados presentes, los ataron y les pusieron bolsas de plástico en la cabeza (como hicieron sus militares y mercenarios asesinos en los peores días de las torturas en Iraq, o como hacían los matarifes de las orgías de sangre en la Argentina de Videla), con el propósito de aterrorizarlos: una bolsa de plástico en la cabeza impide respirar. Después, empezaron a golpear y a torturar a los prisioneros, interrogándolos para obtener información, con la tácita amenaza de asesinar a quien se resistiese: los rehenes no podían pensar otra cosa, a la vista del feroz asalto a la embajada, donde los paramilitares permanecieron durante varias horas.
Estados Unidos, al igual que hace en muchos escenarios internacionales, actúa, de nuevo, como un Estado delincuente, violando el derecho internacional, despreciando la inviolabilidad diplomática de la embajada norcoreana, asaltando las oficinas consulares de otro país en la capital de uno de los miembros de la Unión Europea. Como delincuentes y ladrones furtivos, el grupo de paramilitares de la CIA maltrató y torturó a diplomáticos y empleados, añadiendo a la flagrante violación de cualquier norma civilizada de relación entre países, el robo de ordenadores y teléfonos móviles, con el evidente propósito de sustraer información, documentos, contactos y relaciones de la embajada norcoreana, sin duda para preparar posteriores acciones delictivas. Con esta acción, de una enorme gravedad, el gobierno norteamericano ha violado la Convención de Viena de 1961, cuyos pormenores obligan a todos los países, como si desconociese que ni siquiera en tiempo de guerra puede violarse un recinto diplomático. Esa agresión paramilitar y la actuación delictiva de Estados Unidos se iluminan a la luz de las negociaciones nucleares entre Washington y Pyongyang: la delegación norcoreana está dirigida por Kim Hyok Chol, el último embajador de la República Popular Democrática de Corea en España y responsable de la legación asaltada por la CIA hasta su expulsión de España. También, por la pretensión norteamericana, que se hizo patente en la fracasada cita de Hanoi entre el presidente Trump y el mariscal Kim Jong-un, de imponer condiciones sin atender a la seguridad de otros países, recurriendo al chantaje, la imposición, el robo y la violación del derecho internacional.
Ante la extrema gravedad de los hechos y la acumulación de indicios que apuntaban a la autoría de los servicios secretos norteamericanos, las primeras investigaciones de la policía española le llevaron a pedir explicaciones por el asalto a la estación de la CIA en Madrid. Los responsables de la agencia norteamericana negaron su participación en el ataque, aunque la policía española, ante las evidencias reunidas, consideró poco convincente su negativa. Con la soberbia habitual de los servicios secretos norteamericanos y la convicción de su impunidad, seguros de que ni la policía ni el gobierno español se atreverán a exigir responsabilidades y, mucho menos, a detener a los integrantes del comando paramilitar, la estación de la CIA en Madrid se comporta como un grupo de malhechores y criminales, recurriendo a la mentira, mostrando la feroz hipocresía con que Estados Unidos procede incluso con países que, como España, considera aliados.
No es la primera agresión norteamericana, ni será la última: Estados Unidos, ignorando su obligación de informar y solicitar autorización para realizar cualquier actividad de hombres armados en España, ha pisoteado la soberanía española e insultado gravemente al pueblo español. Esa misma embajada norteamericana exigió que el gobierno español expulsase al embajador norcoreano de España, demanda que el gabinete de Mariano Rajoy cumplió, en septiembre de 2017, expulsando al embajador Kim Hyok Chol. Hace apenas un mes, el gobierno de Trump hizo un grosero chantaje al gobierno de Pedro Sánchez para que España apoyase el intento de golpe de Estado en Venezuela, forzándole a reconocer a Juan Guaidó como presidente venezolano, mientras sigue agrediendo al país y prepara una intervención militar encubierta.
Un ataque paramilitar de esas características tiene pocos precedentes en Europa, y es obvio que esa acción criminal no se hizo con desconocimiento de la embajada norteamericana en España, circunstancia que hace inexcusable que el gobierno español exija explicaciones oficiales a Estados Unidos, llamando a consultas al embajador español en Washington, y expulsando al embajador norteamericano en España, responsable último en nuestro país de los delitos cometidos por el comando paramilitar de la CIA. Estados Unidos ha violado la soberanía nacional española, ha sido capaz de lanzar un grupo paramilitar armado de delincuentes sin ninguna autorización a asaltar una embajada, y ha quebrantado gravemente las leyes y el territorio de un país, España, que no puede, ni debe, aceptar esa vergüenza.
Fuente: https://www.elviejotopo.com/topoexpress/corea-del-norte-comandos-paramil

Nota .17/3/2019  . Sin embargo,  el Washington Post desmiente   esta información. Fuentes cercanas al asalto declararon al rotativo norteamericano que el grupo no actuó en coordinación con ningún otro gobierno ni con la CIA y que esta “rechazó participar dado el delicado momento y el carácter descarado de la misión”.  Dicen que lo hizo un grupo de la oposición .  Raro ,  España no los ha detenido .