miércoles, 23 de noviembre de 2016

Los huérfanos de Hillary en Sudamérica.


Macri, Temer y Peña Nieto, huérfanos de Hillary

Alainet


Estaba todo listo para que Hillary Clinton sembrara todo aquello por lo cual ella había trabajado tanto. Al final, había sido ella la principal responsable por la nueva forma de golpe de Estado en América Latina, con el derrocamiento del gobierno de Manuel Zelaya en Honduras, después de que el último intento de golpe militar clásico en Venezuela, en 2002, había fracasado. Ella y su gobierno apoyaron el golpe en contra de Fernando Lugo, que siguió el mismo guión, y luego Hillary y Obama callaron, de forma cómplice, frente al golpe en Brasil.
Obama ya había viajado a Argentina para congratularse con la victoria de Mauricio Macri y anunciar una nueva época en las relaciones entre los dos gobiernos, felicitando al presidente argentino por los primeros pasos dados en la dirección de reactivar el viejo modelo neoliberal. El Secretario de Estado de los EEUU, John Kerry, a su vez, vino a establecer relaciones cordiales con el presidente golpista Michel Temer.
Sumando al gobierno mexicano de Peña Nieto, tradicional adepto del neoliberalismo, el escenario parecía listo para que Hillary comandara la utilización del nuevo eje Brasil-Argentina, agregado al de México, para definir un campo pro-norteamericano en la región, que pudiera no solo empujar a esos países en la dirección del modelo siempre promovido por los EEUU, sino hacer de ese eje la base para atacar a Venezuela, Bolivia y Ecuador. Controlando a las tres más grandes economías del continente, con modelos económicos similares –lo cual no ocurría desde 2003-, EEUU se preparaban para imponer de nuevo su política sin contrapesos en el continente.
El ministro de relaciones exteriores de Brasil, José Serra, siempre de forma desatinada, se había referido a la posibilidad de que Trump fuera elegido presidente de EEUU, como una pesadilla, con la cual esos gobiernos ahora tienen que convivir. La derrota de Hillary produjo desconcierto y hasta miedo en los gobiernos neoliberales, por la ausencia de Hillary y por los anuncios de política internacional de Trump, que apuntan hacia un escenario opuesto al que esos desastrosos gobernantes están conduciendo a sus países.

México es, desde luego, una víctima privilegiada de Trump, porque el tema de los inmigrantes sirvió de chivo expiatorio para los problemas del empleo en EEUU, así como el Tratado de Libre Comercio con América del Norte, que el nuevo presidente norteamericano pretende revisar. Con un comercio exterior totalmente dependiente de EEUU –con el 80% de sus exportaciones hacia el vecino del norte– y dependiendo también de las remesas que los mexicanos en EEUU envían a sus familias en México, que serían obstaculizadas o por las cuales se cobrarían impuestos para construir el malhadado muro en la frontera, México entró en pánico con la elección de Trump y sus amenazas. De nada sirvió la grotesca invitación que hizo Peña Nieto a que lo visitara, con efectos negativos para la imagen ya desgastada del presidente mexicano.
Pero Macri y Temer tampoco salen de su estupefacción, no tienen idea de cómo reaccionar, más allá de los mensajes protocolares. En el momento en que se disponían a colocar a Argentina y a Brasil de nuevo en el rumbo de la globalización neoliberal, creyendo que iban a recibir entusiastas elogios del Imperio –que Obama ya había empezado a hacer-, se dan cuenta que los dos países que habían hasta aquí fungido como las dos cabezas del bloque imperialista –Gran Bretaña y EEUU-, se desvían del camino que ellos mismos habían apuntado como la vía única e inevitable para el mundo entero. En ese momento, cuando el fortalecimiento de los procesos de integración regional y un acercamiento más grande con los Brics es la vía alternativa, Macri y Temer llevan a sus países a la misma vía de México, de dependencia directa y absoluta de EEUU, a caminos superados por las mismas potencias centrales del sistema
¿Cómo avanzar con el Tratado de Libre Comercio del Mercosur con Europa, cuando EEUU cancelan definitivamente su Tratado con el viejo continente? ¿Cómo debilitar al Mercosur, a Unasur y a Celac, cuando el proteccionismo norteamericano requiere más y no menos comercio regional? ¿Cómo no aprovechar el Banco de Desarrollo de los Brics, cuando la economía occidental profundiza todavía más su recesión y las fórmulas del Banco Mundial y del FMI llevan a prolongar la crisis recesiva y el desempleo?
Macri, Temer, Peña Nieto hacen que Argentina, Brasil y México paguen el alto precio de las opciones equivocadas que ellos han tomado, de subordinar las economías de sus países a la de los EEUU, de obedecer a lo que Washington planteaba hasta aquí: el camino de libre comercio y de la apertura de los mercados nacionales a la globalización. No les queda otra opción a esos países claves en el continente que cambiar radicalmente sus orientaciones y adecuarse a los nuevos horizontes internacionales, con el agotamiento de la globalización y del mismo modelo neoliberal. Cuanto más esos gobiernos persistirán en esa vía equivocada y superada, más se debilitarán y prepararán las condiciones de sus derrotas y su sustitución por gobiernos posneoliberales.
Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).
Fuente: http://www.alainet.org/es/articulo/181867


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http://www.rebelion.org/noticia.php?id=219503

martes, 22 de noviembre de 2016

Adolfo Suárez .- Atado y bien atado por si hubiera dudas





 Trampas y mentiras como pilares del edificio democrático

El adalid del proceso, convertido en mito político, cantó la verdad en 1995, aunque nos enteramos ahora. Lo hizo con esa suerte de casi traviesa satisfacción que embarga a quienes desvelan secretos sustanciales


Ruth Toledano 

El  diario.es

El ex presidente Adolfo Suárez, artífice de la Transición, cuenta en una entrevista con Victoria Prego que no sometió la monarquía a referéndum porque todos los sondeos demostraban que ganaría la república. Lo cuenta off the record, tapando el micrófono y bromeando con la periodista: le tiraba de la lengua porque le pillaba en “un momento tonto”. La cosa no queda ahí: los mandatarios extranjeros pedían ese referéndum y Suárez confiesa que los engañó. Metió la palabra Rey en la Ley de Reforma Política que aprobaron en noviembre de 1976 las Cortes aún franquistas. El adalid del proceso, convertido en mito político, cantó la verdad en 1995, aunque nos enteramos ahora. Lo hizo con esa suerte de casi traviesa satisfacción que embarga a quienes desvelan secretos sustanciales, a quienes pueden demostrar que han tenido la sartén por el mango, a quienes se sacan el as clave de la manga y te dejan con la boca abierta. Ese tono, esa sonrisa, esa levedad que son un corte de mangas también.

La España republicana -que, como confirmó Suárez, era mayoritaria hasta que él le hizo el trabajito juancarlista- sufrió, pues, en 1976 un segundo golpe de Estado: el del 36 por las armas, el del 76 por las artimañas. “El debate sobre la legitimidad de la Monarquía está hoy fuera de lugar por una razón incontestable: porque la Constitución que consagra el edificio político-jurídico de la democracia española dice en su artículo 1.3 que la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria. Ésa es su legitimación máxima, la que la Constitución aprobada por una abrumadora mayoría otorga a la Monarquía española”, defiende la periodista Prego, cuyo desparpajo legitimador resulta más que sorprendente una vez que tenemos pruebas de las trampas del proceso. Esta profesional de la obediencia es presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid y se ha mostrado muy preocupada por la “libertad de información” si entraban en el tablero político personas como Pablo Iglesias.
La “razón incontestable” a la que alude Prego para legitimar la monarquía es que la Constitución “dice en su artículo 1.3 que la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria”, lo cual resulta de Perogrullo una vez que sabemos cómo se decidió esa formación del Estado: lo que importa no es lo que dice la Constitución, sino cómo se llegó a que dijera lo que dice. Hoy sabemos que haciendo trampas y colando mentiras. Al pueblo español, políticamente exhausto tras cuarenta años de dictadura, resultaba fácil trampearlo. A los jefes de Gobierno extranjeros, sencillamente, se les mintió: “Yo metí la palabra Rey y la palabra monarquía en la Ley y así dije que había sido sometido a referéndum ya”, explica Suárez. “Claro”, conviene la periodista Prego, pronunciando cada letra como si hasta el mismo alfabeto le perteneciera. Y hasta hoy. A la consulta popular sobre algo tan trascendente como poner un rey donde no lo había e impedir que se restituyera una, esa sí, legítima república que había sido depuesta por golpe militar, la periodista Prego lo califica de “alegrías” que España no se podía permitir a la muerte del dictador. Así que para Prego la soberanía popular son "alegrias", pero cuidado con Iglesias.
El presidente Suárez traicionó a España, a la democracia y a la Historia, por mucho que se nos siga queriendo vender lo que hizo como responsabilidad de Estado. La periodista Prego traicionó a su profesión (y, por tanto, también a España, a la democracia y a la Historia). El rey Juan Carlos no traicionó a nadie porque iba claramente a lo suyo y porque la monarquía es traicionera por definición (traiciona a la razón y al derecho natural), pero se pasó varias décadas haciendo el paripé de guardián de las esencias democráticas, y varios pueblos enriqueciéndose y disparando escopetas. Y así se escribe la Historia: el presidente Suárez la escribió como él quiso que fuera, la cronista del régimen de la Transición nos la escamoteó después, y hoy, tras el bombazo, el periodista Cuartango, director de El Mundo, pretende reescribirla manipulando de nuevo la verdad (al menos, la verdad de la grabación que hemos visto ahora de esa entrevista), al achacar las palabras de Suárez a un alzheimer que en 1995 faltaba mucho para que hiciera su devastadora aparición.
La conclusión que se saca es que el control de la opinión pública sobre la acción política institucional y sobre el poder de los medios debe ser exhaustivo si no queremos estar vendidas: lo estuvimos entonces y lo estamos ahora. Y la pregunta que se suscita es: ¿por qué han decidido que esto lo sepamos ahora?, ¿quién lo ha decidido?, ¿cuándo conoceremos el proceso por el que hemos llegado a saber, hoy y no antes, que la vigente corona fue, no ya pura herencia franquista, sino simple y llana componenda contraria a una voluntad popular que había sido sondeada? Ante la humillación histórica que esto significa, al menos nos queda el alivio de que el Estado español no es una república porque los franquistas lo impidieron por segunda vez, no porque las urnas se rindieran a un presunto y falaz consenso. Que no es poco, dados los resultados que, como bien sabemos, las urnas pueden llegar a escupir. Nos queda esa dignidad.

http://www.eldiario.es/zonacritica/Trampas-mentiras-pilares-edificio-democratico_6_582401766.html

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Dictadura y transición: La monarquía parlamentaria


https://books.google.es/books?isbn=8447528901 

lunes, 21 de noviembre de 2016

Alsasua: ¿terrorismo o sobreactuación judicial?


Alsasua: ¿terrorismo o sobreactuación judicial?


Jaime Montero Román
Abogado

Eldiario.es
La titular del Juzgado Central de Instrucción nº 3 de la Audiencia Nacional ha acordado esta semana el ingreso en prisión de siete de las personas investigadas por la presunta agresión a dos guardias civiles, y sus dos acompañantes, en la madrugada del pasado quince de octubre.
El auto que acuerda la prisión realizan un relato bastante detallado de lo que la Instructora entiende que ocurrió esa noche, incluyendo los insultos y agresiones presuntamente sufridas por las víctimas a manos de, entre otras, las personas investigadas, que permite hacerse una idea precisa de lo que pudo suceder.
Además, tal auto enmarca la presunta agresión en el contexto de una campaña de naturaleza política, llevada a cabo por el movimiento “Alde Hemenidk!” (¡Fuera de Aquí!), que se opone a la presencia de los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en las Comunidades del País Vasco y Navarra, movimiento que estaría ligado a la izquierda abertzale.
Con dicha finalidad, dice el auto, “realizan todo tipo de acciones de protesta, presión y hostigamiento contra los miembros de las FAS, FCS, en la actualidad fundamentalmente Guardia Civil, y las familias de éstas, buscando provocarles una sensación de continuo miedo e inseguridad e impidiéndoles realizar una vida en condiciones de normalidad. Para ello, se han valido de actitudes provocadoras, manifestaciones, concentraciones, pintadas, pancartas y carteles, vídeos y el uso de redes.”
En la localidad de Alsasua, dicha campaña es llevada a cabo el colectivo “Movimiento OSPA”, de la que serían promotores dos de los investigados ingresados en prisión, y una de las mujeres que han sido puestas en libertad.
Concluye el auto por el que se acuerda la prisión afirmando que estos hechos serían en principio constitutivos de cuatro delitos: de lesiones de los arts. 147 y ss., de atentado del art. 550, de incitación al odio del art 510 y de terrorismo del art. 573, todos ellos del Código Penal.
Con todo el respeto hacia el trabajo de la Instructora, a quien suscribe le surgen algunas dudas que detallo seguidamente, siempre referidas a la calificación jurídica de los hechos, que doy por ciertos sólo para poder efectuar este análisis.
En primer lugar, la agresión sufrida por las víctimas lo es, según el auto, exclusivamente por la condición de agente de la autoridad de dos de ellos, lo que permite afirmar la existencia del delito de atentado y, adicionalmente, los de lesiones, cuya concreta gravedad dependerá de la capacidad de vincular el menoscabo concreto sufrido por cada una de las víctimas con la actuación individual de cada uno de los intervinientes, pues no es asumible en Derecho Penal una suerte de responsabilidad colectiva sobre las lesiones causadas a las cuatro personas en su conjunto.
Por otro lado, no queda claro en el auto si la imputación del delito de incitación al odio del art. 510 C.P. lo es por la concreta agresión, o por el contexto social de hostilidad que se relata y se atribuye al colectivo “Movimiento OSPA”, pero en ambos casos resulta improcedente la imputación, a mi juicio, e intento explicar brevemente por qué.
El acometimiento mediante insultos y agresiones a un Guardia Civil por su condición de agente de la autoridad constituye el delito de atentado, de modo que no puede constituir a la vez un delito de incitación al odio pues supondría castigar dos veces una única conducta, algo prohibido en nuestro derecho y que se conoce como principio de non bis in idem.
Adicionalmente, existe un serio problema de tipicidad si se pretende aplicar el art. 510 C.P. sea a la agresión, sea al “contexto” en el que se enmarca, derivado del hecho de que la incitación al odio debe producirse por razón de la adscripción del grupo o la persona que forma parte de él, víctimas del delito, a una ideología, religión, creencias, situación familiar, etnia, raza, nación, origen nacional, sexo, orientación o identidad sexual, género, enfermedad o discapacidad. No se incluye en dicho listado la agresión por profesión, o pertenencia al funcionariado, o similar, y no se puede realizar una interpretación extensiva, prohibida en el Derecho Penal.
Quiero decir con lo anterior que, aun cuando se afirme que la violencia tenga un origen ideológico, lo que el precepto exige es que la agresión se produzca por la adscripción ideológica de la persona o grupo que es víctima de la misma. Dicho de otra manera, si se agrede a una persona por su orientación sexual, estaremos igualmente ante una agresión con origen ideológico (si a la homofobia se le puede denominar ideología), pero la aplicación del art. 510 C.P. vendrá derivada de la orientación sexual de la víctima, no por la adscripción  ideológica del agresor.
La tercera consideración tiene que ver con el delito de terrorismo que igualmente se imputa a los investigados. Tampoco en ese caso se aclara si el delito de terrorismo lo conforma la agresión propiamente dicha, el contexto en el que se enmarca, o ambas al tiempo, pero cualquiera de las opciones resulta discutible, como vemos a continuación.
El delito de terrorismo exige la comisión de un delito grave (en términos jurídicos, no morales),  por un lado, y que además dicho delito lo sea, en lo que al presente caso concierne y a pesar de la falta de precisión a este respecto del auto de prisión, para “obligar a los poderes públicos a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo” (referido al traslado de los Guardias Civiles fuera de Navarra) o para “provocar un estado de terror en la población o en parte de ella” (en concreto, en los Guardias Civiles destinados en la localidad, y sus familias).
En los hechos relatados por los autos de prisión falla la primera de las premisas, pues ni el delito de atentado ni el de lesiones son delitos graves (castigados con una pena máxima que exceda de los cinco años de prisión). En cuanto al ya discutido delito de incitación al odio del art. 510 C.P., no sólo no es grave, sino que tampoco está comprendido en el catálogo de delitos que permitirían considerar su comisión como terrorismo.
Si bien la anterior reflexión permite descartar plenamente la concurrencia de un delito de terrorismo, adicionalmente ha de señalarse, si se entiende que es la agresión a los agentes lo que motiva el intento de aplicación de este delito, que parece muy aventurado afirmar que con dicha agresión los investigados pretendían coaccionar a los poderes públicos, o provocar un estado de terror en la población o parte de ella, y de hecho la Instructora no lo dice expresamente.
Si es el contexto lo que se afirma resulta ser “terrorismo”, lo que fallaría en este caso es la falta de definición de una actividad delictiva, pues las pintadas, las manifestaciones, las pancartas o el uso de las redes sociales, tal y como señala el auto, para lograr la adopción de una decisión política de retirar a las Fuerzas de Seguridad del Estado del territorio, sin otro aditamento, parece una actividad lícita, por más que pueda cuestionarse en términos políticos.
En este sentido, el auto sí que explicita que se busca “provocar inseguridad y miedo” entre los Guardias Civiles, y define el movimiento que llevan a cabo esa estrategia como “grupúsculos violentos”, pero al margen de la presunta agresión investigada, no concreta ningún acto de violencia, ni siquiera de otra naturaleza pero que pueda reputarse ilegal, que hayan realizado los investigados, o incluso los grupos a los que afirma éstos pertenecen, y que sirva a dicho ilegítimo propósito.
En definitiva, y con los hechos relatados en el auto, parece claro que se puede indiciariamente afirmar que se dan los caracteres del delito de atentado y del de lesiones, pero en ningún caso concurre un delito de incitación al odio, ni de terrorismo, imputaciones que a mi juicio responden, una vez más, a la sobreactuación por parte del Ministerio Fiscal y la Audiencia Nacional en todo lo que tiene que ver con la prácticamente extinta organización terrorista ETA.
Señalaré, para terminar, que las reflexiones anteriores no pretenden legitimar, blanquear o minimizar la reprobable actuación que se imputa a los investigados, ni mengua de ningún modo la solidaridad que debemos a las víctimas de la presunta agresión, pero es importante poner de manifiesto la excesiva reacción de la Justicia, como hago en este artículo, en defensa, no de los investigados, sino de la propia legalidad del Estado de Derecho.
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domingo, 20 de noviembre de 2016

Donald Trump y el reinado de la incertidumbre

 

 
 El muro de Donald Trump.  Eduardo Luzati.





 Donald Trump y el reinado de la incertidumbre

Donald Trump en la silla de la Casa Blanca es la imagen que ha puesto al mundo en vilo. Este análisis de Decio Machado indaga en las repercusiones que la elección del magnate estadounidense provoca en las relaciones internacionales y en el orden mundial construido por el imperio norteamericano y sus aliados durante las últimas décadas, después de la Segunda Guerra Mundial.

Decio Machado
19/11/16
 Diagonal/ La Barra Espaciadora

Ecuador .


El pasado 8 de noviembre, Donald Trump fue designado el 45º presidente de Estados Unidos. Inmersos aún en la resaca electoral y utilizando términos médicos, chorros de tinta corren por doquier en un mundo que quedó impactado por una especie de síndrome de estrés postraumático a escala global.

Si algo define el momento político actual es la incertidumbre respecto de las consecuencias que tendrá la elección de Trump como jefe de Estado y de Gobierno de los Estados Unidos.

Error estratégico de los análisis políticos

Durante toda la campaña electoral se posicionó hasta la saciedad la idea de que en esta contienda electoral tendría un especial protagonismo el voto de las minorías étnicas.

Sin embargo, las minorías –como su propio nombre indica– son minorías y el 72% de la población estadounidense es, utilizando terminología sajona, White Anglo-Saxon Protestant (un apelativo no muy apropiado, teniendo en cuenta que los católicos ocupan un tercio del porcentaje de población blanca). Este indicador coincide con el electorado votante en estas últimas elecciones (70% de los votantes fueron electorado blanco) y es en este target en el cual el discurso de Trump tuvo mayor aceptación.

Con independencia de lo anterior y pese a las constantes alusiones xenófobas del discurso trumpiano, comparativamente la candidatura de Trump recibió en esta ocasión más apoyos latinos de los que había recibido el candidato republicano Mitt Romney en las elecciones que perdió frente a Barack Obama, en 2012.

Según la encuestadora Latino Decisions, la minoría más numerosa del país aumentó su participación en al menos dos millones en relación con 2012, lo que significó que aunque Romney obtuviese en las elecciones anteriores un 23% de apoyo electoral latino y Trump en la actual tan sólo el 18%, el computo general favoreciera al reciente electo presidente.

Pero además de lo anterior, hemos de sumar el voto sorpresa que devino de la población femenina. Aunque las mujeres afroamericanas y latinas votaran masivamente a Hillary Clinton (94% y 68% respectivamente), fueron las mujeres blancas –con mayor incidencia electoral– las que impulsaron la victoria de Trump, votando el 53% de éstas por un candidato marcadamente misógino.

El discurso de Trump estuvo dirigido al 49% de la población que compone la clase media trabajadora del país, que son quienes más han sufrido la crisis económica y que comienzan a tener claro que el sistema en el que viven ha sido diseñado pensando sólo en favorecer a sus élites.

A pesar de que Obama abandone el Despacho Oval de la Casa Blanca con unos índices de valoración personal muy elevados, lo cierto es que tras los ocho años de su gobierno, los ingresos de los hogares medios estadounidenses han menguado, fenómeno que ya venía heredado de los años de mandato de George W. Bush. La esperanza media de vida (mayor indicador existente de desigualdad) de la clase trabajadora blanca en Estados Unidos viene descendiendo desde principios de siglo, duplicándose durante la última generación dicho indicador entre las élites del 1% y los ciudadanos con menor capacidad adquisitiva del país.

Es por ello que el discurso de Trump consiguió calar en la ciudadanía blanca estadounidense, de forma mayoritaria (53%) en los mayores de 45 años. Este dato no es baladí, teniendo en cuenta el proceso de envejecimiento que sufre este target poblacional en la actualidad, y que hizo que la Oficina del Censo de Estados Unidos pronosticara unos años atrás que los blancos dejarán de ser la mayoría de la población a partir del año 2043.

Es este sector el que entendió que la candidatura de Donald Trump representaba, más allá de sus estrambóticas apariciones públicas, la mejor defensa del sistema tradicional y patriarcal en el que se educaron y la mejor opción posible para asegurar el American way of life en el que se criaron, pretendiendo así recuperar el bienestar perdido durante las últimas décadas.

Por otro lado, la candidatura de Hillary Clinton estuvo lejos de conectar con las y los jóvenes que en su momento habían apoyado el "Yes we can" de Barack Obama, en 2008. Ni gozaba de su gran carisma ni de su oratoria, tampoco de un discurso social sólido dada su identificación con los poderes fácticos de Wall Street, y mucho menos de la credibilidad y sonrisa perfecta del hoy presidente saliente.

En todo caso, la elección de Obama en 2008 ya había significado un aviso de demanda de cambio por parte de la sociedad estadounidense y que en esta ocasión el Partido Demócrata no supo interpretar, articulando un claro complot bajo presión de las élites económicas contra lo más aproximado que tenía a eso: su precandidato presidencial Bernie Sanders.

Impacto de la elección de Trump en la política exterior

Aunque el eje programático de Donald Trump durante su campaña presidencial estuvo centrado en la política interna, "Estados Unidos primero", sus referencias al mundo exterior se basaron en proponer un giro proteccionista en materia comercial, todo ello sin abordar de forma coherente la agenda diplomática estadounidense.

Interpretando entre claroscuros, la propuesta de Trump se sitúa a medio camino entre el nacionalismo y el aislacionismo. Propone una transformación total y absoluta de la política exterior de Estados Unidos, aunque su discurso se caracteriza por la ausencia de detalles. Mantiene la tesis de cambiar las formas de relación que han caracterizado la política exterior estadounidense durante las últimas décadas respecto de Asia, Europa, Oriente Medio y Rusia, comenzando por plantear un acercamiento respecto de este último país.

El primer impacto que esto podría tener se daría en la política establecida desde Washington en relación con el conflicto sirio. Trump elogió a Bashar el Assad durante la campaña electoral, y es muy posible que busque una alianza con el gobierno sirio y Vladimir Putin bajo el objetivo de destruir militarmente al Estado Islámico.

Trump ya propuso en 2015 prohibir la entrada de los musulmanes en Estados Unidos, para posteriormente indicar la necesidad de un "escrutinio externo" mediante "tests ideológicos" que permitan seleccionar qué migrantes tienen acceso al país. De igual manera y en esa misma línea, el multimillonario también manifestó su rechazo a la admisión de refugiados sirios bajo el argumento de que podrían ser terroristas islámicos.

En el marco de contradicciones que caracterizan sus propuestas electorales en materia de relaciones internacionales, Trump se desmarcó claramente de la política internacional auspiciada por parte del último presidente republicano, el inefable George W. Bush, indicando que "al contrario que otros candidatos a la presidencia, la guerra y la agresión no son mi primer instinto. Una superpotencia sabe que la cautela y la contención son señales de fortaleza".

Sin embargo, esta declaración se contradice con las que emitió en 2002, cuando, consultado sobre si estaba de acuerdo con la entonces inminente invasión de Iraq, contestó: "Sí, creo que sí. Ojalá se hubiera hecho de forma correcta la primera vez", en referencia a la primera guerra del Golfo, en 1991.

En este mismo sentido, durante el período de campaña, Trump manifestó que contaba con un plan secreto para acabar con el Estado Islámico en 100 días, dejando entrever su voluntad de incluso desplazar a los mandos militares destinados en Oriente Medio que no sean lo suficiente enérgicos en sus estrategias contra los yihadistas.

Fue el presidente egipcio Abdulfatah Al-Sisi el único mandatario con el que Trump se reunió en Nueva York durante la Asamblea General de Naciones Unidas el pasado septiembre, y el primer mandatario de otro país con el que habló telefónicamente tras su victoria electoral.

Donald Trump considera a Egipto como un socio clave en su estrategia frente al Estado Islámico y ha llegado a alabar públicamente al actual mandatario egipcio por haber "tomado el control" de su país tras el golpe de Estado que protagonizó contra el presidente islamista Mohamed Mursi, en 2013, y haber apaciguado las revueltas de la "primavera árabe" egipcia.

En relación con Oriente Medio, es también importante destacar el hecho de que una de las primeras autoridades extranjeras en recibir una llamada de Donald Trump haya sido el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, quien a su vez no dudó en manifestar su entusiasmo por la elección del magnate republicano. Con Trump en la Casa Blanca se pueden complicar mucho las demandas palestinas. De hecho, el nuevo líder estadounidense ya anunció su voluntad de trasladar la embajada de Estados Unidos desde Tel Aviv a Al-Quds (Jerusalén), lo que implicaría un reconocimiento de este lugar como la capital del Estado de Israel y una violación de las resoluciones internacionales del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Para terminar con lo concerniente a Oriente Medio, el país que se manifiesta más preocupado por el cambio político estadounidense es Irán, pues Trump ha manifestado su voluntad de cancelar el acuerdo nuclear alcanzado entre este país y la comunidad internacional el pasado año.

Mediante dicho acuerdo se establecieron las pautas para garantizar la naturaleza pacífica del programa nuclear iraní a cambio del levantamiento progresivo de sanciones económicas. Toda la comunidad internacional, incluidos en ésta los más acérrimos enemigos de esta república islámica –Israel y Arabia Saudita– reconocen que Irán ha respetado hasta ahora los términos del llamado Acuerdo de Viena. Trump define a este trato como "el peor acuerdo jamás negociado", demostrando sus complicidades con el grupo de presión judío estadounidense AIPAC (American Israel Public Affairs Committee) –lobby sionista que tiene como principal eje de intervención el Congreso de los Estados Unidos y la Casa Blanca-.

La prioridad principal de AIPAC en este momento es, textualmente, "desmantelar el desastroso acuerdo con Irán, una catástrofe para Israel y Oriente Medio". Es un hecho que figuras como Newt Gringrich (ex líder republicano en el Congreso), John Bolton (ex embajador en Naciones Unidas) o Bob Corker (presidente de la comisión de Relaciones Exteriores del Senado), que son las personalidades que más suenan en este momento como futuros secretarios de Estado en el futuro gobierno de Trump, están claramente vinculados con este lobby sionista.





Otro de los cambios importantes que se atisban respecto de la política militar estadounidense tiene que ver con las declaraciones de Trump sobre Europa. "Estados Unidos tiene que estar preparado para dejar que esos países se defiendan a ellos mismos", aseveró el recién elegido presidente en abril del presente año. Esto podría implicar una colaboración menos activa con alianzas militares intergubernamentales como la OTAN, y en el marco de las nuevas alianzas con Rusia una revisión de las estrategias de injerencia norteamericanas en el conflicto ucraniano.

A su vez y en el plano comercial, Donald Trump se comprometió a romper o renegociar pactos como el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) y combatir lo que él denomina prácticas comerciales injustas de China, imponiendo aranceles punitivos a los productos asiáticos.

Ya en 1987 Trump descalificó duramente a Japón mediante un anuncio de una página entera en el diario The New York Times que él mismo financió, mientras que en la actualidad el mensaje viene a ser el mismo cambiando Japón por China. Diversos economistas estadounidenses consideran que esto podría implicarle al país volver a la recesión económica, pues estarían amenazadas las cadenas de suministro norteamericano con bajo costo de mano de obra de las que se valen muchas empresas estadounidenses.

De igual manera, se pondría en cuestión a las compañías que dependen de las importaciones chinas, así como firmas de agrobusiness y otras corporaciones de Estados Unidos para las que China se ha convertido en un mercado estratégico de gran proyección. En definitiva, se pondría en riesgo el ya magro crecimiento estadounidense.

"Nunca volveremos a someter a este país, a este pueblo, a los cantos de sirena del globalismo", indicaba Trump durante su campaña electoral y se reafirmaba diciendo, "la nación-estado sigue siendo el fundamento de la felicidad y de la armonía, soy escéptico al respecto de las uniones internacionales que nos atan y que nos destruyen, y no permitiré que Estados Unidos entre nunca en ningún acuerdo que reduzca nuestra capacidad de decidir en nuestros propios asuntos". Toda una declaración antiglobalización del próximo presidente estadounidense.

Trump y América Latina

Otra de las consecuencias de la elección presidencial estadounidense tiene que ver con el nuevo marco de relaciones que se establecerá con América Latina. A pesar de que Trump no le dio importancia a la región, hay dos anuncios claros: la polémica propuesta de construir una ampliación del muro ya existente en la frontera con México y la voluntad de "dar marcha atrás" a las medidas de normalización en las relaciones diplomáticas con Cuba impulsadas desde la administración Obama.

Las lógicas restrictivas frente al fenómeno migratorio tendrían un impacto muy importante en las economías regionales, pues éstas reciben anualmente en torno a unos 65.000 millones de dólares por remesas de sus migrantes. Según declaraciones de Donald Trump en su primera aparición televisiva tras su triunfo electoral, su intención es expulsar entre dos y tres millones de migrantes que según él tienen "antecedentes penales".

De ser así, el impacto será fuerte especialmente para las economías de países centroamericanos, como Guatemala, que mantiene cierto equilibrio macroeconómico gracias a los 7.000 millones de dólares que reciben cada año de sus migrantes.

Respecto de México, el discurso trumpiano genera un fuerte impacto en el sector empresarial y encubre un notable desconocimiento sobre el valor económico para Estados Unidos de esta relación bilateral.

De darse un retroceso en las relaciones económicas entre México y Estados Unidos, el país latino degradaría su perfil crediticio –hoy calificado en "BBB" con perspectiva estable– y ralentizaría aún más su magros pronósticos de crecimiento económico.

Las propuestas proteccionistas de Trump durante la campaña electoral podrían conllevar un gravamen del 35% sobre los productos mexicanos (el 80% de las exportaciones mexicanas tiene como destino su vecino del norte), la reducción del ingreso por remesas (2% del PIB de México) y la parálisis de la industria maquiladora que se ubica en la frontera entre ambos países.

Sobre la involución de las lógicas de normalización en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, la propuesta de Trump responde a las presiones ejercidas por parte de los partidarios de una política dura hacia Cuba, insertados en el Partido Republicano.

La isla caribeña ha vivido durante más de cinco décadas sin necesidad del coloso del Norte, si bien es cierto que en la actualidad y con el debilitamiento del gobierno bolivariano de Venezuela, la economía cubana corre serios riesgos.

Los beneficios de normalizar relaciones con Estados Unidos son claros para la isla, y basta señalar como ejemplo que, a pesar del estancamiento económico mundial, entre enero y junio del presente año Cuba ha recibido un 15% más de turistas internacionales que en el mismo período del año anterior, lo que se tradujo en una inyección de dinero de 1.200 millones de dólares en la economía cubana. De los 2,15 millones de turistas que visitaron la isla durante este primer semestre, algo más del 15% llegaron desde Estados Unidos.

Para el resto de la región, la elección de Trump posiblemente signifique la tendencia a profundizar las relaciones comerciales y económicas con la zona Asía-Pacífico. Voluntades como la del actual gobierno argentino de firmar un TLC con Estados Unidos seguramente quedarán bloqueadas, y el acceso de los productos latinoamericanos al mercado estadounidense probablemente va a decrecer notablemente.

En el plano de lo político quizás Colombia pierda apoyo para la futura implementación de la agenda devenida del acuerdo con las FARC, la cual en buena medida depende de la cooperación de Washington e incluye apoyo a la política antinarcóticos, justicia y garantías de no extradición. La ayuda prometida por Obama para el proceso de paz y el posconflicto fue de 450 millones de dólares. El país suramericano tan solo tiene asegurado el presupuesto ya aprobado para el año 2017.

Trump no ha hecho ni una sola referencia durante la campaña electoral a Venezuela ni a ningún otro de los países autodefinidos como del "Socialismo del Siglo XXI". Sorprendentemente el subcontinente carece de importancia geopolítica y comercial para el Donald Trump presidente, pero no para su holding empresarial.

Si bien América Latina no es el principal centro de operaciones comerciales de Trump Organization, el holding que agrupa a las empresas de Donald Trump, lo cierto es que mantiene con la región algunas relaciones económicas altamente beneficiosas.

En la Ciudad de Panamá se levantan 70 pisos en el Trump Ocean Club Internacional Hotel and Tower, precisamente la primera inversión del magnate estadounidense fuera de las fronteras de su país en 2011.

Desde entonces hasta hoy se desarrollaron otras inversiones inmobiliarias en la región, mediante un proceso relativamente reciente de internacionalización de esta corporación empresarial. La última de ellas ha sido la construcción del Trump Hotel Rio, situado en la elitista playa de Barra de Tijuca, que fue inaugurado para las Olimpiadas de Río de Janeiro en julio de 2016.

El mundo, en un mar de dudas

Según Edgar Morin, padre de las ciencias complejas, "la política es el arte de lo incierto, lo que nos lleva a un principio de incertidumbre política generalizada". Nunca esta cita del filósofo y sociólogo francés de origen sefardí tomó tanta vigencia como en la actualidad.

Trump asegura que "el mundo debe saber que no vamos al extranjero a buscar enemigos; al contrario, siempre nos alegra que los viejos enemigos se vuelvan nuestros amigos y que los viejos amigos se conviertan en aliados", agregando a esto que, "eso queremos: traer paz al mundo". Pero al mismo tiempo indica que "Estados Unidos será fuerte de nuevo; Estados Unidos será grandioso de nuevo; este país será amigo de nuevo".

La elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos se inscribe en el "reinado de la incertidumbre", pero al mismo tiempo se expresa en un rechazo creciente al establishment que representaba Hillary Clinton y significa una ruptura con las lógicas devenidas durante más de setenta años de liderazgo global de Estados Unidos.

A nivel interno, las primeras víctimas de estas elecciones son las élites políticas tanto del Partido Demócrata como del Partido Republicano. La política estadounidense sufrirá una reconversión. ¿Hacia donde? Está por ver.

En todo caso, Trump asumirá el cargo como el presidente con más poder de los últimos años en Estados Unidos, dominando los republicanos las dos cámaras legislativas pero tras haberse impuesto además sobre el statu quo político conservador y su emporio mediático. Haber designado como compañero de fórmula a Mike Pence le da además un fuerte apoyo entre los simpatizantes evangélicos del país, pese a que su visión económica esté muy lejana de la ortodoxia económica republicana.

En el ámbito de la política internacional, las actuales posiciones de Trump le llevan irremediablemente a un enfrentamiento por igual con las visiones clásicas de republicanos y demócratas. Romper con la idea de que Estados Unidos es el "responsable" de mantener el orden y la "libertad" mundial lo enfrentará con los aliados más cercanos a Washington, así como con el complejo militar-industrial y determinadas élites de Wall Street y sus corporaciones instaladas a lo largo y ancho del planeta.

Pero también el sistema goza de mecanismos de presión sobre el magnate norteamericano, el primer round lo veremos unas semanas antes de su investidura. Por esas fechas tendrá lugar el juicio que debe enfrentar la Universidad Trump frente a una denuncia colectiva y al que le seguirán otras 70 demandas pendientes contra diferentes empresas de su corporación.

Lo cierto es que sentar a este atípico multimillonario en el sillón presidencial de la Casa Blanca significa destapar la caja de Pandora, planteando múltiples conflictos de intereses internos y externos a los que antes nunca se había enfrentado Estados Unidos.

El código de reglas de la política estadounidense está en el cubo de la basura, y esto no es más que la consecuencia derivada del declive del último imperio mundial, lo que pone en marcha una lógica de desafíos a los poderes establecidos al que no se había asistido durante la implementación del sistema post Segunda Guerra Mundial.

Volviendo a Morin, estamos obligados a "aprender a enfrentar la incertidumbre puesto que vivimos una época cambiante donde los valores son ambivalentes, donde todo está ligado".



 Imagen tomada del sitio www.questiondigital.com


 http://www.labarraespaciadora.com/mundo/donald-trump-reinado-la-incertidumbre/

sábado, 19 de noviembre de 2016

La larga edad oscura norteamericana.

 
 Trump, crisis neoliberal y el fantasma de la derecha extrema

Página/12

 

El mismo martes de las elecciones en Estados Unidos, cuando todavía no se sabía del triunfo de Donald Trump, me compré, en una librería cordobesa, un libro que me llamó la atención por su título: Edad oscura americana, la fase final del imperio, escrito por un profesor retirado de la enseñanza universitaria llamado Morris Berman.(1) Algo en él, tal vez su título con resabios apocalípticos, me atrajo y, no más comenzar su lectura, me encontré con un notable análisis de la sociedad estadounidense y lo que para el autor representaba la travesía de esa nación hacia su decadencia. Había sido escrito en los años posteriores al 11/9 y en pleno segundo gobierno de George Bush, su potencia anticipatoria no dejó de inquietarme. Al caer el día de ese martes 8 se esparció globalmente la noticia, sorprendente para la inmensa mayoría, del triunfo del magnate de la torre neoyorquina y de la retórica cloacal de la misoginia, el nacionalismo anacrónico del sueño imperial, el racismo y la xenofobia centrada en los latinos y los musulmanes pero que irradia sobre todo tipo de minorías raciales, sexuales, nacionales y religiosas que conforman el complejo mosaico de Estados Unidos.

Estupor, incredulidad, preocupación, rechazo fueron algunas de las manifestaciones sobre todo de los grandes medios de comunicación globales y del establishment financiero internacional que habían apostado decididamente por Hillary Clinton, la candidata del proyecto de expansión neoliberal. Un outsider de la política, un personaje que parece salido de una caricatura de baja calidad, un fanfarrón que heredó los millones de su padre y que está seguro, como una inmensa mayoría de los estadounidenses, que América es el centro del universo y la nación especialmente elegida por Dios para gobernar el planeta (siempre recuerdo una encuesta hecha por Gallup hace unos años en la que el 97 por ciento de los habitantes del imperio no sólo se declaraban creyentes sino que además estaban convencidos de que Dios los había elegido a cada uno en particular). Pero dejemos estos notables rasgos de la cultura del país de Lincoln, rasgos que se asocian al otro apabullante culto del alma estadounidense: la fetichización del dinero y del triunfo personal que sólo alcanza su concreción a través del éxito económico.

Trump supo leer el resentimiento que recorre el núcleo profundo de la clase media baja blanca, los ex trabajadores industriales que se quedaron sin industrias cuando éstas, siguiendo las necesidades del capital de buscar países y geografías de bajos salarios, inexistentes leyes laborales y segura rentabilidad, abandonaron las ciudades estadounidenses dejando un tendal de desocupados y generalizando la baja de los salarios que, desde la época de Reagan –el comienzo del giro neoliberal y del fin del Estado de Bienestar–, vienen profundizando su caída libre. Los antiguos trabajadores blancos ya no sólo de las regiones sureñas y de los estados agrícolas del centro del país sino también de la región de las grandes industrias y de las grandes siderurgias y minas (pensemos en Pensilvania, Michigan, Ohio, Tennessee, Indiana, Iowa, Virginia occidental, entre otros estados) hace mucho tiempo que mastican su resentimiento, su oscuro malestar al saberse olvidados después de ser proclamados la base de la nación. Trump les habló a ellos, lo hizo en su lenguaje y agregándole una retórica de reality show, apeló a sus instintos y a sus afectos, se detuvo en sus prejuicios más acendrados, les recordó que ellos, “los hacedores de América”, eran desplazados por los nuevos inmigrantes que venían a amenazar su estilo de vida. Les recordó el destino de grandeza de un país elegido por Dios. Les permitió, por un instante, sentirse parte de una esperanza convertida en mito fundacional. Trump, su triunfo inesperado, también viene a expresar el declive de la hegemonía del proyecto neoliberal. El punto de inflexión que quizás anuncia la crisis, bajo la impronta de un candidato de una derecha oscura que movilizó los peores instintos discriminatorios de la masa de sus votantes, de una reorganización económica planetaria que impactó no sólo sobre las naciones periféricas ampliando la miseria, la exclusión y la concentración de la riqueza, sino que también, como ya lo señalé, erosionó la vida de un amplio sector de estadounidenses, blancos sobre todo, que fueron cayendo en una espiral de degradación y desesperanza. El triunfo de Trump debe ser leído como un golpe durísimo, por ahora en un plano imaginario, contra la financiarización del capital, contra los tratados de libre comercio, contra el despojamiento de los trabajadores manuales en nombre de la globalización y las nuevas tecnologías y como el predominio de una plutocracia que se convirtió, en las últimas tres décadas, en la acaparadora monstruosa de la mayor parte de la riqueza producida por el conjunto de la humanidad. Esto no significa, dejémoslo en claro, que Trump sea el nuevo heraldo de una lucha contra las injusticias y la desigualdad, nada de eso. El, en todo caso, supo tocar la fibra de un electorado olvidado y desangrado, supo apelar, como también lo está haciendo la extrema derecha en Europa, a valores y prácticas que les hacen creer a esas masas despojadas que ellos reconstruirán el Estado de Bienestar y recuperarán los viejos modos y valores de su nación antes de caer en la “podredumbre de inmigraciones tercermundistas”. Trump, como los franceses del Frente Nacional o los actuales conservadores ingleses liderados por Theresa May que parece, por sus promesas bienestaristas, una laborista de los míticos “treinta gloriosos años” que se convirtieron en nostalgia con la llegada de Margaret Thatcher, recogen a los millones de trabajadores abandonados y traicionados por los demócratas en Estados Unidos y por la socialdemocracia en Europa que, desde la década del ochenta, se dejaron conducir por el proyecto neoliberal. A eso hay que agregarle la profunda crisis iniciada en el 2008 y que sigue expandiéndose por el mundo. Por ahora, y para desgracia de la humanidad, las alternativas al modelo especulativo financiero vienen de la mano de retóricas de derechas nacionalistas y racistas que no presagian otra cosa que expansión de la crisis y violencia discriminatoria. Trump no tardará en mostrar ese rostro perverso de los neopopulismos reaccionarios, lejanos herederos del viejo fascismo. Así está el mundo.
Pero también, y esto no hay que dejar de señalarlo, el triunfo del Trump constituye un extraño giro en el sistema de la economía-mundo y en el núcleo del poder político neoliberal. El velo que las retóricas políticamente correctas echaban sobre una realidad malsana, la lógica del ocultamiento disfrazada de esplendor consumista y la invención de una realidad guionada por Hollywood acabaron por desgarrarse no sólo a partir del resultado electoral sino, fundamentalmente, por el contenido brutal, directo, inmisericorde de la campaña de Trump que, si utilizamos un giro lacaniano, puso en evidencia “lo real” de la sociedad contemporánea y arrojó al tacho de los desperdicios toda la impostura de lo políticamente correcto. Crisis de representación, caída en abismo de las certezas que articulaban el orden forjado, en las últimas décadas, por una ideología capaz de expandir indefinidamente su imaginario socio-cultural. Algo está crujiendo en ese orden que, paradójicamente y mientras muestra su crisis en los países centrales, reingresó en la vida de los argentinos de la mano de Mauricio Macri y sus gerentes. Trump es una nueva oscuridad (nunca una alternativa emancipatoria puede forjarse apropiándose, bajo la supuesta lógica de la “astucia de la razón”, del giro hacia la derecha nacionalista y xenófoba de la sociedad), pero es también un síntoma de un sistema impiadoso e impúdico que no hace otra cosa que lanzar al planeta hacia la barbarie y la destrucción. “Algo huele a podrido en Dinamarca”, mientras la restauración conservadora mezclada con demagogias de antiguas estirpes fascistoides parece haberle tomado el pulso a una época dominada por la expansión de la alquimia de individualismo, sociedad del espectáculo, fragmentación, malestar, resentimiento y utopía regresiva. Las derechas reaccionarias europeas se preparan para dar su propio salto hacia el poder aprovechando el impulso que ha generado la derrota del establishment financiero-político de Washington que apostó fuertemente a la continuidad representada por Hillary Clinton y que dejó al descubierto la degradación que invade a la casta política formateada desde las usinas del neoliberalismo. En todo caso, Trump puso de manifiesto el hartazgo de amplios estratos populares y de clase media ante un sistema que promete la bonanza infinita mientras acelera el derrumbe de las expectativas de esos mismos sectores. Pero también abrió las compuertas para que avance la antipolítica junto con la expansión de sentimientos forjados en los talleres del prejuicio, la discriminación, el resentimiento y la ignorancia, materias primas de los lenguajes audiovisuales que tan ingeniosamente supo utilizar y aprovechar el propio Donald Trump en sus incursiones televisivas.
Nunca tan acertada la antigua maldición china: “ojalá que vivas tiempos interesantes”. Esa es la promesa que nos ofrece la nueva realidad estadounidense: el abandono de la impostura democrática liberal entramada con la crueldad de la economía global, el descrédito de las retóricas multiculturalistas, el “retorno de los dioses dormidos” asociados a los nacionalismos de extrema derecha, la ficción de la recuperación de las utopías comunitaristas en medio de la proliferación de un capitalismo desenfrenado y la transformación del lenguaje político en una jerga vulgar y arrasadora de cualquier atisbo de acción crítica y reflexiva. Y, sin embargo, como decía el poeta, “allí donde crece el peligro también crece lo que salva”. Lo cierto es que una extraña e inesperada fisura se ha abierto en el muro del sistema. El peligro es que nos lleve hacia la oscuridad. La oportunidad es que abra otras compuertas como las que supimos abrir a medias en Sudamérica durante 15 años de desafíos a un orden global atravesado por la injusticia, la violencia y la desigualdad. Las máscaras han caído, es responsabilidad de las tradiciones emancipatorias, populares y democráticas impedir que otras, todavía más perversas, las reemplacen.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/3493-trump-crisis-neoliberal-y-el-fantasma-de-la-derecha-extrema


 (1) Nota del blog , el libro está en la red ..

 Resultado de imagen de Edad oscura americana, la fase final del imperio,




  Morris Berman (nacido en 1944), es un historiador y crítico social. Él nació en Rochester, Nueva York , va a ganar su licenciatura en matemáticas en la Universidad de Cornell en 1966 y su doctorado en la historia de la ciencia en la Universidad Johns Hopkins en 1972. Como académico humanista crítico cultural ,



 Entrevista  ...  

 


miércoles, 9 de noviembre de 2016

USA .Explosiones políticas contra el neoliberalismo global.

 Y cuando despertamos Donald Trump ya estaba allí
09/11/2016 -
La política neoliberal que ha dado la espalda a la gente y empobrecido a la clase trabajadora pierde fuelle en las urnas.
Ante eso, la ciudadanía busca alternativas útiles y honestas, pero si no las hay, si no las encuentra, el rumbo puede girar a la extrema derecha, como en EEUU.
Hay una urgencia que debe ser contemplada. Para que cuando despertemos no sea tarde; para que los Trump de turno que ya están en Europa no crezcan.




Los estadounidenses han entregado la Casa Blanca a Donald Trump, un candidato imprevisible, de discurso fascista, machista, con ideas y propuestas xenófobas en las que criminaliza a los nuevos inmigrantes, identificándolos con "bandas, droga y violencia" y con un carácter inestable y narcicista.
¿Cómo ha podido pasar?, se preguntan en la sede del Partido Demócrata, en la prensa, en los mercados, hoy con caídas en la Bolsa. Donald Trump es un síntoma claro de los tiempos que vivimos, con ciudadanos cada vez más decepcionados con las políticas que se les aplican, con sectores que sienten rechazo hacia las elites, con un aumento de la desigualdad y de la pobreza que ha generado desafección y hartazgo en importantes porcentajes de la población. 
El Brexit fue buen ejemplo de ello.
También en Estados Unidos, el país del primer mundo con más pobres, donde millones de personas han sufrido el aumento de la precariedad laboral, mucha gente ha percibido la insensibilidad de políticas que llevan años dando la espalda a los intereses de la ciudadanía y trabajando solo para las minorías privilegiadas. Que hoy Trump sea presidente es consecuencia de ello.
El Partido Demócrata no pudo o no quiso entender esto y apostó por lo de siempre, sin entender que no estábamos en el momento de siempre. En Estados Unidos personas de procedencias muy diversas me han repetido a menudo en estos meses que a Hillary Clinton "la conoce demasiado bien todo el mundo". Ser mujer era probablemente la mayor baza electoral de la candidata demócrata, pero ante la retina y la memoria de los estadounidenses representaba claramente al establishment político millonario aferrado a la vieja política y empeñado en el continuismo.
De hecho, fue Bill Clinton, con el apoyo público de Hillary, quien desmanteló buena parte del sistema de ayudas -el conocido como welfare- para las personas más desfavorecidas del país. Dicha asistencia cubría en 1995 a 14 millones de personas; hoy solo llega a 4,2 millones.
El momento político estadounidense decía a gritos que sus ciudadanos querían elegir como presidente a alguien lejos de las esferas del poder de Washington, capaz de reconducir el descontento hacia posturas netamente demócratas en las que los intereses de la mayoría social fueran el centro de la toma de decisiones. Por eso Bernie Sanders era el candidato idóneo para el Partido Demócrata.
Pero el aparato del partido no comprendió el momento y siguió apostando por Hillary Clinton. Sanders perdió las primarias y el resultado arrojó un escenario poco alentador para esa población que buscaba votar por un cambio real, por algo diferente, por una alternativa que no representara más de lo mismo. Muchos se quedaron en casa, prefiriendo no votar, atrapados por la desafección.
El Partido Republicano siguió una senda diferente, a pesar de la resistencia de un sector importante del aparato. Hubo una batalla entre élites, con personajes como Bush contrarios a Trump. Pero éste fue ganando en todas las votaciones y finalmente, en vez de tener un candidato clásico como Cruz, salió elegido un empresario millonario excéntico y ególatra que, paradójicamente, se presentaba como un outsider a pesar de formar parte del corazón mismo del sistema. Su disfraz le ha funcionado.
Tomemos buena nota de ello, porque aquí en Europa tenemos a políticos de tendencias fascistas dispuestos a encajarse disfraces similares. (Ojo en 2017 a las elecciones en Alemania, Austria, Francia o Países Bajos). La política neoliberal que ha dado la espalda a la gente, que ha empobrecido a la clase trabajadora y desmantelado una estructura de modelo de sociedad pierde fuelle en las urnas. 
Ante eso, la ciudadanía busca alternativas útiles y honestas, pero si no las hay, si no las encuentra, el rumbo del barco girará hacia la extrema derecha y el fascismo como representación de "lo diferente", de "lo nuevo".
No solo ha ocurrido en Estados Unidos.
 Está pasando ya en Europa, donde han crecido los discursos xenófobos sin que, por cierto, ni medios ni ciertos políticos ni mercados pongan el grito en el cielo (ni con eso, ni con el maltrato a los refugiados). Quienes desde el poder esperan que el curso de la política prosiga ajeno a la realidad, como si la gente no sufriera el aumento de la desigualdad y la falta de oportunidades, siguen sin comprender nada.
Es cada vez más urgente la construcción de una alternativa al fascismo. Y esta no pasa ni por trampantojos electorales ni por las representaciones políticas responsables de habernos traído hasta este punto. La alternativa tiene que contemplar los intereses de la gente, la igualdad, la justicia social, la honestidad. Para que cuando despertemos no sea tarde; para que los Donald Trump de turno no estén ya aquí. Es mucho lo que nos estamos jugando.

 http://www.eldiario.es/zonacritica/despertamos-Donald-Trump_6_578552155.html


 ¿Por qué millones de trabajadores estadounidenses votan al multimillonario Trump? Respuestas al apoyo del magnate: http://www.eldiario.es/theguardian/millones-americanos-corrientes-Donald-Trump_0_492401514.html 



  Nota   ..No olvidemos que Trump también dijo esto...

   .."Los últimos 15 años, en Estados Unidos, más de 60.000 fábricas tuvieron que cerrar y casi cinco millones de empleos industriales bien pagados desaparecieron".«El TPP sería un golpe mortal para la industria manufacturera de Estados Unidos». "bajar el precio de los medicamentos, ayudar a resolver los problemas de los «sin techo», reformar la fiscalidad de los pequeños contribuyentes y suprimir el impuesto federal que afecta a 73 millones de hogares modestos"."restablecimiento de la Ley Glass-Steagall. Aprobada en 1933, en plena Depresión, esta ley separó la banca tradicional de la banca de inversiones " ."aumentar significativamente los impuestos de los corredores de hedge funds, que ganan fortunas," ."alianza con Rusia para combatir con eficacia al Daesh." ..«No habrá nunca más garantía de una protección automática de los Estados Unidos para los países de la OTAN»."Estados Unidos ya no dispone de los recursos necesarios para conducir una política extranjera intervencionista indiscriminada"." invertir en infraestructuras para crear empleo" " abaratar medicamentos ".."aumentar las tasas de todos los productos importados".

Houston, tenemos un problema.

Inversor que huye sirve para otra guerra



( Esto está escrito el día 4 de octubre) .
Los mercados financieros son eficientes.  Para no perder dinero, diría Warren Buffet, hay que escuchar lo que dicen y leer las muchas señales que prodigan desde hace meses. No es fácil. Hay muchos pulsos políticos, muchas estrategias, muchas apuestas cruzadas, y conviene subirse a la colina más cercana para intentar despejar la mente y observar el cuadro en su extensión real.
 Las relaciones diplomáticas entre EEUU y Rusia se están envenenando cada día más y lo mismo puede decirse de la posición política del Reino Unido. 
El farol del BREXIT les está saliendo muy mal.
En España, el PSOE y los lobbies catalanistas han abierto la Caja de Pandora el día 2 de septiembre. A  los periodistas más corruptos les extraña ahora que el PP pida unas mínimas garantías de gobernabilidad más allá del circo mediático y los linchamientos que la oposición pueda organizar en sesión continua.  En realidad, no tiene elección.
 Es un hecho político indiscutible que Mariano Rajoy necesita un gobierno lo suficientemente sólido y predecible como para poder aprobar los Presupuestos Generales de 2017 (y 2018) y responder en 6 meses al desafío independentista anunciado en Barcelona.
En las últimas semanas,  ha pasado desapercibido un hecho extraordinario, impensable hace unos meses. La comunidad inversora ha dado la espalda a Telefónica.
 Tras la fallida venta de O2 en el Reino Unido, ha pinchado en hueso con su intento de volver a colocar un “paquete” en bolsa.  No le han perdonado los disgustos de Terra, de Telefónica Móviles y de TPI.  Houston, tenemos un problema.
Al margen de Telefónica, las derivas del BREXIT van a afectar gravemente al Grupo Santander, al Banco Sabadell, a IAG y a otras muchas empresas españolas de menor proyección de aquí a febrero de 2017.
 En esas condiciones, es muy difícil que el pequeño inversor intente construir una posición que vaya más allá del trading rabioso. El mercado español está caro tras las numerosas ampliaciones de capital de los últimos ejercicios.
 Para muestra un botón: los 12 euros de la actual Repsol equivalen a 18/19 euros de la petrolera hace unos pocos años.En EEUU, todo apunta a que puede ganar Donald Trump las elecciones a la Casa Blanca, lo que se traducirá en fuertes correcciones en los mercados en 2017.
 La FED no ha querido subir tipos para no hipotecar las opciones de la candidata demócrata, con lo que ha convertido las expectativas en una clara señal para salir del mercado de bonos.
 Todos los gestores del mundo juegan a apurar la frenada, y eso no deja de ser un aviso para que el pequeño inversor salga del mercado sin mirar atrás.

 Y el que avisa no es traidor.


  http://cort.as/mRtv

  y ver..

La gran mentira del pleno empleo en los Estados Unidos (GALLUP) http://cort.as/OlI4