domingo, 29 de junio de 2025

La guerra, el dólar y la deuda .

 

La guerra, el dólar y la deuda

 

 Domenico Moro

 

  28 junio, 2025

Existe una estrecha conexión entre la guerra, el dólar y la deuda estadounidense. La agresión de Israel contra Irán se produjo en una zona, Oriente Medio y el Golfo Pérsico, que alberga las mayores reservas de petróleo y gas del mundo. En particular, Irán posee la segunda mayor reserva de gas y la tercera mayor de petróleo del mundo. Además, el 30% del petróleo mundial pasa por el Estrecho de Ormuz, controlado por Irán, con destino a Asia Oriental y, en particular, a China, que, a pesar de las sanciones estadounidenses, compra el 90% del petróleo que exporta Irán.

 Pocos días después del inicio del ataque israelí, Il Sole 24 Ore publicó en portada un titular titulado “Comercio internacional, menos dólares y más euros” [i] . Según el prestigioso diario económico, el liderazgo del dólar estadounidense se ve cada vez más cuestionado en las transacciones comerciales internacionales. Una parte cada vez mayor del comercio mundial comienza a liquidarse en divisas distintas del dólar, como el euro, el yuan renminbi chino, el dólar canadiense y otras. Resulta significativo en este sentido lo que dijo el jefe de ventas de US Bancorp: “Muchos de nuestros clientes afirman que los proveedores extranjeros ya no quieren que se les pague en dólares. Antes era casi un dogma. Ahora dicen: «Dennos nuestra moneda, siempre que paguen»”.

 Esta tendencia a cambiar del dólar a otras monedas no solo se debe a la volatilidad del dólar, que subió un 7 % a finales de 2024 y cayó un 8 % en los primeros meses de 2025 debido a las políticas arancelarias vacilantes de Trump. También pesa el efecto de las sanciones que, por ejemplo, han llevado a China, Rusia e Irán a utilizar el yuan renminbi para sus transacciones.

 Pero, más allá de lo contingente, se trata de una tendencia histórica subyacente vinculada al declive del poder económico y militar de Estados Unidos. Según Sole24ore, se está definiendo una arquitectura monetaria global en la que las reservas mundiales de divisas ya no estarán dominadas por una moneda única, sino que se distribuirán entre tres grandes bloques: Estados Unidos, la UE y China.

 El control geopolítico de las reservas de petróleo y sus rutas de transporte por parte de Estados Unidos y su Armada es crucial, ya que, gracias a este control, las transacciones de petróleo (y otras materias primas clave) siempre se han realizado en dólares. Sin embargo, como se mencionó, esto ya no es así; por ejemplo, el petróleo iraní se vende a China en yuanes (renminbi). El hecho de que las materias primas más importantes se negocien en divisas distintas del dólar socava la posición del dólar como moneda de reserva mundial. Hasta ahora, el 58 % de las reservas monetarias mundiales estaban en dólares y el 20 % en euros.

 ¿Por qué es importante para Estados Unidos que su moneda, el dólar, sea la moneda de reserva mundial? Porque los bancos centrales y las instituciones financieras globales, al tener que acumular reservas en dólares, compran activos en dólares, empezando por los bonos del Tesoro estadounidense. Comprar estos últimos es esencial, ya que Estados Unidos necesita financiar una enorme deuda pública. Pero no se trata solo de deuda pública. Como declaró recientemente el exgobernador del Banco de Italia, Ignazio Visco, en una entrevista en Affari & Finanza: «En el mundo solo hay un gran deudor: Estados Unidos» [ii]. La posición neta de activos de Estados Unidos —la diferencia entre los activos financieros en el extranjero de residentes estadounidenses y los pasivos financieros con no residentes— es negativa en más de 26 billones, el 90 % del PIB estadounidense.

 Este pasivo se debe a tres factores. Primero, la acumulación a lo largo del tiempo de los déficits comerciales de Estados Unidos, que durante décadas ha importado más de lo que exporta. Segundo, la apreciación del dólar frente a otras monedas, que también resta competitividad a las exportaciones. Y tercero, el aumento excepcional, superior al 370%, en el precio de las acciones de empresas estadounidenses que pertenecen en una proporción significativa a otros países. Se trata, en particular, de las empresas tecnológicas estadounidenses, las llamadas «7 Magníficas», que por sí solas representan un tercio de la capitalización del mercado estadounidense.

 La situación de la deuda estadounidense se ha visto agravada por el intento de Trump de contrarrestar la deuda comercial mediante aranceles y la devaluación del dólar. Esto ha provocado una tendencia a la salida de una serie de activos estadounidenses, desde el dólar hasta los bonos y las acciones. En particular, el bajo atractivo de los bonos del Estado, que ha provocado una caída de sus precios y un aumento de sus rendimientos, ha llevado a Trump a una rápida retirada de los aranceles. En los últimos días, los precios de los swaps de incumplimiento crediticio (CDS) también se han disparado, lo que constituye un seguro de protección ante una posible quiebra de Estados Unidos, ante el temor a un crecimiento descontrolado de su deuda pública.

 La guerra entre Israel e Irán también debe analizarse en este contexto económico. La creciente deuda obliga a Estados Unidos a colocar sus bonos gubernamentales en el mercado, pero esto es difícil si el dólar pierde su estatus de moneda de reserva, que solo puede mantenerse si se mantiene como moneda de intercambio internacional. Para seguir siendo una moneda de intercambio internacional, el dólar debe utilizarse como medio de transacción para las materias primas más importantes, empezando por el petróleo y el gas. Esto implica el control político y militar por parte de Estados Unidos de las zonas donde se producen petróleo y gas y donde se encuentran la mayor parte de las reservas.

 Como se mencionó, la zona donde se concentran las mayores reservas de materias primas energéticas es el Golfo Pérsico, dominado por Arabia Saudita, Kuwait, Catar, Emiratos Árabes Unidos e Irán. Por lo tanto, el control del Golfo Pérsico es esencial para Estados Unidos tanto desde el punto de vista económico, por las razones expuestas anteriormente, como desde el punto de vista geopolítico, ya que, al controlar el Golfo Pérsico, también controla a países aliados, como Japón, y adversarios, como China, que dependen de esa zona para su abastecimiento de petróleo y otras materias primas estratégicas.

 Para controlar el Golfo y Oriente Medio, el imperialismo occidental se vio inmediatamente obligado, desde el siglo XIX, a controlar Irán, el país más importante de la zona en términos de población, historia y posición geográfica. Gran Bretaña fue la primera en ejercer este control, a la que posteriormente se unió Estados Unidos. Ambos países anglosajones apoyaron el golpe militar que, en 1953, derrocó al primer ministro iraní, Muhammad Mossadeq, gran responsable de haber nacionalizado la producción petrolera, arrebatándosela a Gran Bretaña. Posteriormente, Irán se convirtió en una colonia británica y estadounidense de facto, hasta el derrocamiento del sha, Reza Pahlavi, por la Revolución iraní de 1979.

 Así pues, desde 1979, Irán ha escapado en gran medida al control occidental, convirtiéndose en una piedra en el zapato para Estados Unidos y su política de hegemonía en Oriente Medio. Por ello, para Estados Unidos, el control total de esta zona pasa por la destrucción de Irán como Estado independiente. Por el contrario, Israel representa el brazo armado del imperialismo occidental y estadounidense en la zona. Por lo tanto, la guerra en curso se inscribe en este contexto y, desde esta perspectiva, representa el último episodio del enfrentamiento entre Irán y el imperialismo estadounidense.

 Notas

 [i] Vito Lops, “Comercio exterior, la demanda es menos dólares y más euros”, Il Sole24ore, 18 de junio de 2025.

 [ii] Walter Galbiati, “En el mundo hay un gran y único deudor: Estados Unidos”, Affari & Finanza, la Repubblica, 16 de junio de 2025.

 Fuente: Laboratorio-21

https://www.elviejotopo.com/topoexpress/la-guerra-el-dolar-y-la-deuda/

 

 

sábado, 28 de junio de 2025

La OTAN contra los BRICS y el Sur Global

 


 Cinco tesis sobre la guerra mundial y la cumbre de la OTAN

 

Por Sevim Dagdelen |

28/06/2025  

La autora argumenta que el ataque de Israel contra Irán representa el segundo frente en la estrategia global de guerra en tres frentes de Washington, en la que Alemania lidera la guerra por intermediación de Ucrania contra Rusia para que Estados Unidos pueda atacar a China.

 1. El 13 de junio de 2025 Israel lanzó un ataque contra Irán. Este acto ilegal según el derecho internacional sería inconcebible sin el firme apoyo de Estados Unidos, la OTAN y la Unuón Europea (UE). De hecho, Estados Unidos había estado negociando con Irán sobre su programa nuclear hasta el último momento, aparentemente para crear una falsa sensación de seguridad, aunque ya se había decidido el ataque militar.

 Parece que Washington ha optado por una guerra global en tres frentes para defender la hegemonía estadounidense contra los BRICS y el Sur Global. En Europa la guerra por intermediación de la OTAN contra Rusia, dirigida por Alemania, continúa en Ucrania con el objetivo de infligir una derrota estratégica y quebrar a Rusia como bloque de poder geopolítico. La jefa de la política exterior de la UE, Kaja Kallas, ha mencionado abiertamente que esto era un objetivo de guerra.

 En Oriente Medio Israel libra una guerra por intermediación contra Irán apoyada por EE.UU.

 La meta: neutralizar a Irán como aliado estratégico de Rusia y China, e interrumpir el suministro de petróleo a China, en lo que Irán juega un papel crucial. En el tercer frente de Asia Oriental Estados Unidos está concentrando sus fuerzas para desafiar a China. Como ocurre con Alemania y Ucrania en Europa, Estados y regiones como Japón, Filipinas y Taiwán se están convirtiendo en Estados de primera línea contra China.

 2. Librar una guerra en tres frentes requiere una enorme maquinaria militar. En la próxima cumbre de la OTAN en La Haya se espera que se adopte un nuevo objetivo de gasto en defensa del 5% del PIB, que duplica los gastos actuales hasta llegar a unos 3 billones de euros. Solo Alemania gastaría 225.000 millones de euros anuales en fines militares, casi la mitad de su presupuesto federal.

 A día de hoy los gastos militares combinados de los miembros europeos de la OTAN son más de cuatro veces superiores a los de Rusia. Este rearme no tiene que ver con la defensa, sino con permitir a la OTAN luchar simultáneamente una guerra mundial contra Rusia, China e Irán.

 3. La presión de la OTAN por globalizar y defender la hegemonía estadounidense, el control de los estrechos, las rutas comerciales marítimas y mares enteros juega un papel fundamental. Actualmente estamos siendo testigos de los intentos de convertir el mar Báltico en un Mare Nostrum para la OTAN, una masa de agua donde incluso las rutas marítimas internacionales, así como el acceso al Mar del Norte y al Atlántico, estén sometidos al control de la OTAN.

 Una de las herramienta utilizadas para ello han sido las sanciones de la UE a los petroleros rusos, aplicadas por miembros de la OTAN como Estonia en el mar Báltico. Aunque la OTAN se vio obligada a retroceder un poco debido a las escoltas navales rusas de buques comerciales, el objetivo estratégico sigue estando claro: cortar el acceso de Rusia al Báltico e invertir esencialmente una realidad geopolítica que existe desde los días de Pedro el Grande.

 La ilusión de poder arruinar económicamente a Rusia y fragmentarla en estados más pequeños sigue siendo una fuerza motora de esta estrategia.

 4. La OTAN ha estado construyendo una extensa infraestructura militar alrededor del Báltico, lo cual incluye el nuevo centro de mando en Rostock, que no está catalogado deliberadamente como un cuartel general de la OTAN; hacerlo constituiría una clara violación del tratado de reunificación alemana, que prohíbe estacionar tropas extranjeras en la antigua Alemania Oriental.

 La OTAN está presionando para expandir la zona de guerra contra Rusia al reavivar los conflictos congelados de la era de la Guerra Fría, como la cuestión del acceso marítimo de Rusia. En 1946 la URSS se retiró de la isla danesa de Bornholm con dos condiciones fundamentales: ausencia de presencia de tropas de la OTAN y acceso naval ruso sin restricciones al Atlántico. Ambas condiciones ahora parecen estar en peligro, lo que sienta las bases para una peligrosa escalada marítima de la guerra.

 5. El rearme de la OTAN para una guerra mundial en tres frentes va unido inevitablemente a una guerra social contra su propia población.

 Aunque los líderes políticos lo niegan rotundamente, la realidad es clara: si la mitad del presupuesto federal se destina a gastos militares, no puede cubrirlo únicamente la deuda, se necesitarán profundos recortes de las pensiones, la sanidad pública, la educación e infraestructuras.

 Alemania y otros países de la OTAN se están transformando en Estados militarizados en los que los recursos sociales básicos se canalizan hacia la preparación para la guerra. Los verdaderos ganadores de ello son las empresas de inversión estadounidenses como BlackRock, que tiene acciones significativas en fabricantes alemanes de armas como Rheinmetall. Para ellos, la guerra, y su preparación, es un negocio en auge en medio de un capitalismo plagado de crisis y un descenso de las tasas de ganancias.

 Es hora de luchar contra estos especuladores de la guerra. Lo que necesitamos es una poderosa alianza entre los trabajadores del Norte Global y los movimientos sociales del Sur Global.

 Sevim Dagdelen es exparlamentaria del Bundestag alemán.

 Texto original: https://morningstaronline.co.uk/article/five-theses-world-war-and-nato-summit

Traducido del inglés para Rebelión por Jesica Safa

https://rebelion.org/cinco-tesis-sobre-la-guerra-mundial-y-la-cumbre-de-la-otan/

jueves, 26 de junio de 2025

El mundo después de Gaza .

                              


El mundo después de Gaza 


 Pankaj Mishra

 Dice el autor  en su prólogo :

 " Mi conferencia en la que se basa en parte este libro fue cancelada por la institución que la  iba ofrecer en el Barbican Centre de Londres .También tuve que -dejar de escribir mi columna sobre asuntos de actualidad que llevaba una década en  Bloomberg  de ahí que sentí impulsado  a leer este libro para aliviar la perplejidad y desmoralización que  apoderaron de mi antes de un colapso moral absoluto  para invitar  a los lectores a emprender esa búsqueda de explicaciones   que se revela mucho mas urgente en tiempos oscuros" 
   

 Reseña  de Selma Dabbagh

"Me sentí casi obligado a escribir este libro", revela Pankaj Mishra en su prólogo, "para aliviar mi desmoralizadora perplejidad ante una extensa quiebra moral, y para invitar a los lectores en general a una búsqueda de clarificaciones que se sienten más apremiantes en un tiempo oscuro."  ( Es curioso que el párrafo  no lo cite completo y  que  el origen del libro fue la censura , de todos modos su reseña esta bien  )

 La claridad buscada lleva tiempo buscándose. Más adelante resume así las dos desconcertantes preguntas que se hizo antes de su primera visita a Israel y a los Territorios Palestinos Ocupados en 2008:

¿Cómo ha llegado Israel, un país construido para albergar a un pueblo perseguido y sin hogar, a ejercer un poder tan terrible de vida o muerte sobre otra población de refugiados (muchos de ellos refugiados en su propia tierra) y cómo puede la corriente política y periodística occidental ignorar, incluso justificar, sus crueldades e injusticias claramente sistemáticas?

El mundo después de Gaza no se parece a ninguna otra obra que haya leído sobre Palestina/Israel. El viaje de Mishra en torno al sionismo, la Shoah, el antisemitismo, el filosemitismo y "la línea de color" es personal, histórico, filosófico y revolucionario. Algunos escritores palestinos me han aconsejado que me mantenga alejado del Holocausto, porque no es nuestra historia, porque es un asunto europeo, no palestino. También es un terreno vigilado en lo que se refiere a la libertad de expresión, con disposiciones, por ejemplo en la definición de antisemitismo de la IHRA, que restringen el debate sobre aspectos del mismo. Mishra, sin embargo, aunque no se opone a estos mandatos sobre el debate intelectual, insiste en la centralidad de la Shoah en las últimas décadas. Entre otras cosas, "ha establecido el estándar de la maldad humana. La medida en que la gente lo identifica como tal y promete hacer todo lo que esté en su mano para combatir el antisemitismo sirve, en Occidente, como medida de su civilización". Mishra no sólo analiza sin complejos la ideología sionista, sino también el papel que desempeñaron los intelectuales y escritores del siglo XX en la lucha contra el antisemitismo.a y 21s cuyos horrores viscerales recorren el libro, recordando al lector hasta qué punto nuestras psiques han quedado marcadas por la violencia y la crueldad de los últimos dieciocho meses.

 

Mishra escribe sobre el padre que sostiene el cadáver sin cabeza de su hijo en Rafah, así como sobre la repulsión que sintió ante el "infoentretenimiento" tiktok de civiles y soldados israelíes que se burlan de la matanza y el sufrimiento que han llevado a cabo, o ante los que se ciegan deliberadamente. Incluso ver esto desde lejos, escribe, ha infligido un "calvario psíquico" a millones de personas que se han convertido en "testigos involuntarios" de actos de "maldad política". Enumera la denegación de acceso a alimentos y medicinas; los palos de metal caliente insertados en el recto de prisioneros desnudos; la destrucción de escuelas, universidades, museos, iglesias, mezquitas e incluso cementerios; la puerilidad del mal encarnada por soldados de las IDF que bailan con la lencería de mujeres palestinas muertas o que huyen.

A menudo he pensado que Mishra, como pensador y escritor, ha llenado parte del vacío intelectual que dejó la muerte de Edward Saïd en 2003. Ahí están la textura, la musculatura intelectual y el alcance de las conferencias Reith de Edward Saïd de 1993, publicadas bajo el título, Representaciones del intelectualen El mundo después de Gaza. Ambas contienen investigaciones que son a la vez públicas y privadas, y están impulsadas por la búsqueda de la libertad y la justicia en el mundo. Son meditaciones que se refieren al papel de políticos y dirigentes, pero prestan mayor atención a la escritura de filósofos y novelistas, en sus obras públicas, en sus cartas privadas, en sus marginalia y en sus asides.

Los lectores pueden estar familiarizados con versiones de algunos de los capítulos que han aparecido como ensayos largos en la London Review of Books. En febrero de 2024, el Barbican de Londres se negó a acoger la conferencia de Mishra, "La Shoah después de Gaza". El acto tuvo que trasladarse a la iglesia de St. James, en Clerkenwell. Cuando el diario GuardianMishra comentó que "los poderosos que han apoyado al régimen israelí están redoblando su insostenible posición. Eso genera una sensación generalizada de miedo y pánico que infecta incluso a las instituciones culturales". Conmocionado, pero no sorprendido, afirmó que "el objetivo de la cultura y las artes es acoger la diversidad, los diferentes puntos de vista y proteger la libertad imaginativa".

En El mundo después de Gaza Mishra intenta comprender su propia fascinación temprana por la figura militar del líder israelí Moshe Dayan, a quien había venerado mientras crecía en una familia de nacionalistas hindúes brahmanes en la India. Mishra nos lleva a través de la génesis del pensamiento sionista primitivo, el entrelazamiento de sus raíces con los impulsos etnonacionalistas europeos que en sí mismos dieron lugar al poderoso antisemitismo que propagó los anhelos sentimentales, las justificaciones ideológicas, por no mencionar el respaldo político y financiero que permitió que el sionismo se convirtiera en la fuerza política que se convirtió en Israel -ahora una nación que es, según no sólo Mishra, sino cualquiera que se preocupe de mirar, cometiendo "crímenes de guerra a diario". El apoyo de los pensadores sionistas a los movimientos nacionalistas con objetivos claramente antisemitas se traza desde Vladimir Jabotinsky (1880-1940), que "apoyó sin reservas el nacionalismo ucraniano a principios del siglo XX, incluso cuando se identificó con los pogromos antisemitas", hasta la actualidad, cuando los dirigentes israelíes se acercan a la extrema derecha de Europa del Este.

Las preguntas El mundo después de Gaza que Mishra se planteó en 2008, son mucho más que una descripción de la creciente apropiación de tierras palestinas para uso exclusivo de los judíos, o una documentación de guerras y liderazgos; sondean el marco intelectual de la empresa, los métodos de creación de una narrativa, la cooptación del sufrimiento masivo de la Shoah en una razón de ser autojustificativa para el Estado de Israel, así como la erradicación por la fuerza de cualquier oposición al mismo. El etnonacionalismo y el tipo de la "rectitud belicosa" han definido cada vez más al Estado israelí.

 A mediados del siglo XX, "la tecnología, la división racional del trabajo y la deferencia hacia la autoridad normativa", escribe Mishra, "habían permitido a la gente corriente contribuir a actos de exterminio masivo con la conciencia tranquila, incluso con visos de virtud". Es a esta "autoridad normativa" a la que Mishra presta mayor atención. ¿De qué manera fueron cómplices los escritores e intelectuales a la hora de establecer estas normas y dar la espalda al sufrimiento, en este caso de los palestinos, cuando se trataba de ver la evidencia de en qué se había convertido el proyecto sionista? ¿Qué papel desempeñaron estas mentes eruditas y bien informadas en la deshumanización de los palestinos y otros "pueblos de la periferia demasiado débiles y atrasados para ser consecuentes en la historia del mundo"?La lista de los escritores seducidos por el nuevo proyecto de construcción del Estado de Israel es larga y brillante. Las novelas de Saul Bellow coincidían funcionalmente con la propaganda estatal israelí. Martha Gellhorn se sentía en total libertad para desahogar su desprecio por los palestinos en concreto, y por los árabes en general. Mary McCarthy consideraba "odiosos" a los árabes de Libia, y la lista continúa. Se necesitarían muchos volúmenes para trazar y analizar a esos escritores que sin vacilar relegaron a un pueblo "sin Chagalls ni Freuds", como dijo Saïd, a un destino de desposesión, privación de derechos y genocidio. El análisis que hace Mishra de parte de esta literatura sobre el establecimiento de normas para realzar a un pueblo a expensas de otro, para sentir intensamente el sufrimiento de un pueblo y ser totalmente insensible, cuando no esperar o acoger con satisfacción, el dolor de otros pueblos, es sensible y desgarrador. Hay muchas vías para seguir investigando en El mundo después de Gaza y ésta es una de ellas.En tiempos tan oscuros como estos, para todos los que hemos tenido que soportar el "calvario psíquico" de presenciar el asalto a Gaza y, más aún, para los palestinos, en particular los de Gaza, el ansia de esperanza no sólo es deseable, sino la única opción responsable, o como me escribió un amigo de Gaza, lo único que les queda. Mishra proporciona inspiración desenterrando las poderosas voces de los disidentes, aquellos escritores que no dejaron de ver las conexiones entre el sufrimiento de los pueblos, sin importar cuánta melanina contuviera su piel o en qué herencia religiosa hubieran nacido. Hay muchos que yo personalmente desconocía, otros cuya obra conocía, pero no estaba familiarizado con su postura sobre Palestina/Israel. Aquí, Mishra les da un lugar en la historia: Boaz Evron, Natalia Ginzberg, Ahad Ha'am se unen a las filas de Simone Weil y Hannah Arendt al ser capaces de ver más allá de su herencia religiosa para hablar en contra del sufrimiento de todos los pueblos. También se agradece la mención del periodismo pionero de Dorothy Thompson (1893-1961), cuya trayectoria y memoria merecen ser resucitadas.Mishra trata a cada uno de estos pensadores con cuidado. Rara vez es una compulsión emocional o intelectual monolítica la que mueve a estos pensadores, sino una compulsión dolorosa y a menudo contradictoria. Las emociones del científico, escritor y superviviente de Auschwitz Primo Levi hacia Israel eran complejas y conflictivas. Se dice que se sintió orgulloso cuando la portada de uno de sus libros coincidía con la de la bandera israelí, pero en una carta a un amigo, nos cuenta Mishra, una vez se preguntó si "pertenecía al pueblo judío en absoluto". No fue el único escritor judío que después de 1948 se volvió cada vez más crítico con el Estado israelí tras la ocupación de Cisjordania y Gaza en 1967, las revelaciones de torturas a detenidos palestinos en cárceles israelíes y la invasión de Líbano en 1982, Jean Améry (1912-1978) fue otro escritor al que estos acontecimientos políticos le resultaban demasiado para conciliarlos con el sueño que le había seducido. Se negaron a cerrar los ojos. Ambos comprendían a dónde podía conducir todo aquello y lo que implicaba de violencia, dolor y sufrimiento. Ambos habían sobrevivido a los campos de concentración, Améry había luchado en la resistencia contra la Alemania nazi y había sido torturado.El mundo después de Gaza es un libro de magnitud y gracia. Las dotes de novelista de Mishra le permiten ofrecer vívidos retratos de hombres y mujeres que luchan (y a veces fracasan) por combatir las injusticias de su época. Al hacerlo, encontramos no sólo un lamento por lo que ha ido mal, una advertencia contra la complicidad a que puede dar lugar la comodidad y una elegía por el orden mundial que corremos el riesgo de perder, sino también una guía sobre lo que podemos ser, cada uno de nosotros, individualmente.

 https://themarkaz.org/es/the-world-after-gaza-a-review/

martes, 24 de junio de 2025

Engels y la guerra de los campesinos alemanes .

 

Una lección de materialismo histórico: Engels y la guerra de los campesinos alemanes

Jürgen Pelzer 

17/06/2025                                                  


"Toda la estructura social pesaba sobre el campesino". El "árbol de los estamentos", xilografía de 1532

 

Hace 175 años, Friedrich Engels escribió el estudio «La guerra de los campesinos alemanes». En él, Engels explicó por primera vez el origen y desarrollo de los levantamientos campesinos de la década de 1520 aplicando el materialismo histórico.

 Friedrich Engels volvió repetidamente sobre la guerra de los campesinos alemanes de 1525. Para él, como también, por ejemplo, para Bertolt Brecht o Ernst Bloch, fue un acontecimiento clave de la historia alemana. En el prólogo a la edición de 1870, Engels relató las circunstancias en las que surgió su estudio, escrito en Londres en 1850 «todavía bajo la impresión inmediata de la contrarrevolución recién concluida» (MEW 7, 531). Engels, que inicialmente había permanecido en Suiza y en el norte de Italia, llegó a la metrópoli inglesa a finales de noviembre; Karl Marx ya se había trasladado allí en agosto de 1849. Entre los proyectos en los que ambos trabajaron durante los meses siguientes se encontraba la continuación de la Neue Rheinische Zeitung. Politisch-ökonomische Revue (Nueva gaceta renana. Revista político-económica), en cuyos números 5 y 6 apareció «La guerra de los campesinos alemanes». El recurso a la historia pretendía demostrar que también en Alemania existían tradiciones revolucionarias que merecía la pena recordar. De este modo, Engels quería contrarrestar el temido «infeliz desánimo» tras el fracaso de la revolución de 1848/1849. Además, la guerra de los campesinos permitía estudiar ciertas constelaciones de clases bastante similares a las de la década de 1840. Aunque habían transcurrido más de trescientos años y muchas cosas habían cambiado fundamentalmente durante ese tiempo, la guerra de los campesinos «no está tan lejos de nuestras luchas actuales, y los enemigos a combatir son todavía en gran parte los mismos» (MEW 7, 329), afirmaba en el prólogo.

 En cuanto a la exposición de la guerra de los campesinos o, mejor dicho, de la ininterrumpida serie de levantamientos, a menudo espontáneos, que se extendieron por una amplia zona geográfica, pudo Engels, que no disponía de fuentes originales en Londres, recurrir a la exposición muy detallada en varios volúmenes del teólogo, historiador y diputado de la Asamblea Nacional de Fráncfort Wilhelm Zimmermann. Sin embargo, como Engels señaló en 1870, esta obra carecía de «coherencia interna». Se limitaba a registrar los acontecimientos, pero, al contrastar esquemáticamente a opresores y oprimidos, buenos y malos, no proporcionaba una «visión real de las condiciones sociales», sin la cual no se podía comprender ni el estallido ni el desarrollo de la revuelta. Para comprender el origen y la dinámica de la guerra de los campesinos, Engels quiso por tanto abordar las condiciones de vida de las clases sociales y su interacción, las condiciones políticas generales del conjunto de los territorios del sacro imperio de la época, el estado del desarrollo económico y las teorías y conceptos ideológicos de los partidos. Solo un análisis llevado a cabo desde una posición materialista-histórica del desarrollo prometía arrojar luz sobre los acontecimientos de 1525, que a historiadores como Leopold von Ranke todavía les parecían un “fenómeno natural” que no podía explicarse racionalmente. Marx había analizado de manera similar a Engels la Revolución Francesa de 1848/1849 y el ascenso de Napoleón III. Los artículos de Marx también se publicaron en la Neue Rheinische Zeitung.

 La «masa explotada»

 Engels comienza su análisis con la situación económica y la estructura social estratificada de los territorios alemanes a principios del siglo XVI. La expansión, que ya había comenzado en los siglos XIV y XV, impactó en la formación social en la medida en que la industria local feudal rural fue reemplazada por el sistema gremial urbano, que producía también para mercados más lejanos.

 Esto se aplica, por ejemplo, para la producción y distribución de tejidos de lana y lino. Ciudades como Augsburgo se convirtieron en importantes núcleos. También experimentaron un auge otras ramas de la artesanía. La Liga Hanseática, gracias a su monopolio marítimo, que por otro lado estaba en proceso de declive, había tenido un efecto positivo en el desarrollo del norte de Alemania. La minería y la extracción de materias primas experimentaron un auge. Sin embargo, el hecho de que los territorios alemanes se quedaran atrás con respecto al desarrollo de otros países europeos, como Holanda, Inglaterra o Italia, se debió principalmente a que el país estaba fragmentado, las vías de comunicación entre las ciudades estaban poco desarrolladas y no existía un centro real. A diferencia de Francia o Inglaterra, en el marco político de la estructura confederativa del [Sacro] Imperio alemán no se produjo una centralización política, sino «solo una agrupación de intereses por provincias», lo que finalmente llevó a la exclusión de Alemania del comercio mundial. Con el desmoronamiento del poder feudal del Imperio, se reforzó el poder de los príncipes, que en su día habían surgido de la alta nobleza y ahora poseían la mayoría de los derechos soberanos. La fuerte posición de los príncipes tuvo sobre todo repercusiones negativas internas, ya que recaudaban impuestos de forma arbitraria para mantener sus propios ejércitos y financiar los crecientes gastos de mantenimiento de la corte.

 Mientras que las ciudades pudieron protegerse en cierta medida del constante aumento de los impuestos y la presión fiscal, la mayoría de los campesinos, que constituían la clase social más numerosa, no pudieron hacerlo, independientemente de si eran Hörige [no libres, pero con ciertos derechos], Leibeigene [siervos sin derecho alguno, ligados al señor, no a la tierra], Tagelöhner [jornaleros muy pobres] o Zinsbauern [campesinos arrendatarios]. Otras clases, como la baja nobleza, en particular la Ritterschaft [baja nobleza caballeresca con posesión de feudos], se encaminaban hacia la decadencia, en la que la difícil satisfacción de sus necesidades económicas y la precaria relación con los demás estamentos jugaron un papel. Los cambios económicos también afectaron al clero, que se dividía en dos fracciones: la jerarquía feudal eclesiástica, cuyos representantes —Engels habla principalmente de «prelados»— explotaban a sus subordinados con la misma crueldad que la nobleza y los príncipes, y la fracción plebeya, los predicadores del campo y las ciudades. A la cabeza del clero católico se encontraba el Papa, con residencia en Roma, para quien se recaudaban los impuestos eclesiásticos, destinados principalmente a satisfacer las necesidades de lujo del Vaticano. En las ciudades existía además el patriciado, conocido como la «Ehrbarkeit» (honorabilidad), que se enfrentaba a una oposición cada vez más numerosa, aunque todavía minoritaria. Engels distingue entre una oposición burguesa, una fracción «moderada» que compara con los liberales contemporáneos, y una oposición plebeya, reclutada entre las capas periféricas de la burguesía, que incluía también a aquellos que más tarde se denominaron «lumpenproletariado». Ambas fracciones desempeñarán un papel importante en el transcurso de la Guerra de los Campesinos. En las ciudades de Turingia fue sobre todo el lumpenproletariado el que constituyó la base social de las aspiraciones revolucionarias de Thomas Müntzer.

 Los campesinos eran la gran «masa explotada de la nación»: «Sobre el campesino pesaba toda la estructura de clases y estratos de la sociedad: príncipes, funcionarios, nobles, clérigos, patricios y burgueses (...). En todas partes se le trataba como a una cosa, como a un animal de carga, y aún peor» (MEW 7, 339). El campesino tenía que pagar innumerables impuestos y, en la mayoría de los casos, también prestaba servicios y trabajos obligatorios. Además, los campesinos estaban a merced de la arbitrariedad de sus «señores», que no dudaban en tomar las medidas más brutales ante cualquier delito. Sin embargo, durante mucho tiempo no hubo ninguna resistencia organizada. El campesinado estaba fragmentado y marcado por «la larga costumbre de la opresión transmitida de generación en generación». Solo habría podido defenderse gracias a una alianza con otros estamentos, pero «¿cómo habría de unirse a otros estamentos, si todos lo explotaban por igual?» (MEW 7, 340).

 Bajo un manto religioso

 Si finalmente se produjo en un período relativamente corto una sublevación de los campesinos que se extendió geográficamente a casi toda la zona del sur y centro de Alemania, en la que participaron muchas decenas de miles de personas, fue porque se formaron grandes agrupaciones opositoras, principalmente de carácter religioso, que trascendían las estrechas fronteras regionales.

 El primero en dar el paso fue Martín Lutero, orientado hacia la reforma, al que siguió Thomas Müntzer, mucho más radical. Lo que a menudo se considera una disputa o confrontación puramente teológica, siempre tuvo bases materiales y sociológicas definibles. Las confrontaciones de la década de los años veinte tuvieron sus precursores en los llamados movimientos heréticos de décadas anteriores. Bajo el «manto religioso» siempre se escondían disputas políticas o sociales. La religión o los conceptos relacionados con ella eran el marco de comunicación dentro del cual se negociaban los intereses, las reivindicaciones o las necesidades propias.

 Las «herejías de las ciudades» remiten una y otra vez a la por notoria tensa relación con la Iglesia y sus instituciones, a las que las ciudades contrapusieron desde muy temprano una sencilla constitución eclesiástica. Aún más lejos fueron las «herejías» de la oposición campesino-plebeya, que compartían las críticas burguesas a la Iglesia, pero además exigían una relación de igualdad inspirada en el cristianismo primitivo, lo que tenía implicaciones revolucionarias y a menudo desembocaba en misticismos milenaristas que proclamaban un fin de los tiempos apocalíptico y un reino milenario. Es esta tradición la que se encarna en Thomas Müntzer.

 Según el análisis de Engels, el estallido de la guerra de los campesinos se debe, entre otras cosas, a que entre 1517 y 1525 se formaron tres campos socialmente representativos que traspasaban las fronteras territoriales: además del campo católico conservador, que contaba con el apoyo de los príncipes eclesiásticos, una parte de los príncipes seculares, la nobleza más rica, los prelados y el patriciado urbano, se juntaron los «elementos propietarios de la oposición», la masa de la baja nobleza, la burguesía e incluso una parte de los príncipes seculares bajo la bandera de la reforma luterana burguesa moderada. Los campesinos y los plebeyos se unieron en el «partido revolucionario», cuyas reivindicaciones fueron expresadas con la mayor dureza por Thomas Müntzer.

 Traicionada en favor de los príncipes

 Lutero y Müntzer son, por tanto, los representantes centrales de sus respectivos partidos al estallar la Guerra de los Campesinos. Entre 1517 y 1525, Lutero recorrió una evolución que Engels compara con la de los «constitucionalistas» liberales alemanes que estuvieron a favor de una constitución después de 1846 y asumieron un papel de liderazgo, pero que muy pronto fueron superados por grupos más radicales. Lutero había representado inicialmente a la oposición urbana contra la Iglesia católica en un amplio frente y, en su lucha contra «toda la turba de la Sodoma romana», había utilizado un tono ciertamente marcial. Aunque este «primer fervor revolucionario» no duró mucho, «el rayo que había lanzado Lutero impactó con fuerza»: «Todo el pueblo alemán se puso en movimiento» (MEW 7, 348). A raíz de ello, se formaron dos grupos principales: el «moderado», aquel que quería romper con el poder de Roma y del propio clero, y aquel que entendía los llamamientos de Lutero como una señal de lucha contra toda forma de opresión.

 Lutero tuvo que tomar una decisión y finalmente, en su escrito «A la nobleza de la nación alemana» de 1520, abogó por un transcurso pacífico y la resistencia pasiva. Con ello, se convirtió en el representante declarado de la reforma burguesa, cuyas perspectivas de éxito a nivel nacional eran grandes. Cuando comenzaron las primeras revueltas campesinas, sobre todo en las zonas predominantemente católicas, Lutero intentó primero mediar y, por ejemplo, responsabilizó a los gobiernos respectivos de los «abusos», pero también condenó cualquier forma de rebelión como «impía». Cuando, a pesar de estas bienintencionadas propuestas de mediación, las revueltas continuaron extendiéndose y se propagaron también a las zonas dominadas por príncipes o ciudades luteranas, Lutero cambió de rumbo: Los ataques contra Roma cesaron y Lutero se lanzó contra las «bandas de campesinos asesinos y saqueadores», a las que había que «aplastar, estrangular y apuñalar, igual como se mata a golpes a un perro rabioso». No había lugar para la misericordia. «Roguemos por que obedezcan; si no, no habrá mucha compasión» (MEW 7, 350). Si la traducción de la Biblia de Lutero había servido a los campesinos como herramienta contra la jerarquía feudal eclesiástica y secular, ahora Lutero buscaba utilizar la Biblia para sancionar la autoridad y la servidumbre. La Reforma había sido, como constata Engels, «traicionada en favor de los príncipes».

 El ideal en esta vida

 El adversario de Lutero es el revolucionario plebeyo Thomas Müntzer, cuyo año de nacimiento Engels sitúa en 1498, mientras que hoy día se considera mayormente que fue en 1489. Müntzer mantuvo el tono marcial hacia la jerarquía feudal católica que Lutero había adoptado en su etapa inicial, e incluso reforzó aún más esta tendencia influido por los escritos de místicos medievales y los escritos milenaristas que profetizaban un juicio final contra la Iglesia degenerada. Müntzer, que durante años ejerció como predicador en diferentes ciudades, comenzó a reformar el culto, por ejemplo, suprimiendo el latín en los servicios religiosos y haciendo que se leyera la Biblia en alemán en la mayor medida posible. Esto le valió una amplia aceptación. En lugar de optar por un debate tranquilo o un progreso pacífico, Müntzer continuó con los discursos amenazantes de los primeros tiempos de Lutero y llamó, por ejemplo, a los príncipes sajones a intervenir armados contra el clero romano. Había que «arrancar la mala hierba del viñedo de Dios» y «romper los altares de los idólatras»; había que hacer añicos sus imágenes y quemarlas (MEW 7, 352).

 Müntzer pronto apareció como un agitador político que no solo atacaba el catolicismo, sino también el cristianismo, o lo redefinía, por ejemplo, poniendo en duda la revelación de la Biblia y viendo en su lugar a la razón como la verdadera revelación, la expresión del Espíritu Santo. A través de una fe entendida de esta manera, el ser humano se deifica y alcanza la felicidad. El cielo no era algo del más allá, sino un estado ideal que debía buscarse en esta vida. Cristo había sido un hombre como todos nosotros; la Eucaristía se entendía como una comida conmemorativa sin ningún misticismo. Sin embargo, estas ideas heréticas se seguían expresando todavía en el lenguaje teológico al que su público estaba habituado.

 La concepción religiosa se correspondía finalmente con la política: el reino de Dios debía establecerse devolviendo a la Iglesia a sus orígenes. Müntzer entendía por reino de Dios un estado de la sociedad basado en la igualdad. Para ello era necesario establecer una alianza que garantizara dicha igualdad y, en caso necesario, la impusiera por la fuerza de las armas. Müntzer se centró en su comunidad de Allstedt, pero al mismo tiempo envió numerosas cartas y estableció contactos por toda Alemania. Describió el «poder de la espada» como autodefensa en una sociedad que sancionaba el robo y el pillaje, que consideraba «propiedad suya a todas las criaturas» y al mismo tiempo exigía a los pobres renuncia y abstinencia.

 La ruptura con la reforma de Lutero ya se había consumado hacía tiempo. No se llegó a ninguna disputa entre ambos. Ridiculizado por Müntzer como «la mansa carne que vive en Wittenberg», Lutero se declaró abiertamente enemigo de Müntzer y de su «espíritu insurrecto» en 1524, llegando incluso a demonizarlo como «Satanás». Müntzer, expulsado de Turingia, extendió su influencia a otras zonas, como Núremberg, Franconia y hasta en Alsacia, donde su influencia fue considerable en las revueltas que estallaron en 1525. Engels no vuelve a mencionar a Müntzer hasta el último capítulo de su estudio.

 Que «La guerra de los campesinos alemanes» anteponga el enfrentamiento entre Lutero y Müntzer tiene una buena razón. Engels pone así de manifiesto los frentes ideológicos de aquellos años, que a su vez tenían su causa en los abusos sociales, políticos y clericales, concretamente en la enorme carga que soportaban los campesinos, que, como «animales de carga» de la sociedad, apenas podían hacerse oír, y, por otra parte, en el papel justificador que asumía el cristianismo. La controversia entre Lutero y Müntzer, que muy pronto se extendió a cuestiones fundamentales, también pone de manifiesto la creciente intensidad con la que se luchaba por el futuro de la sociedad y del cristianismo. Al tratarse de posiciones ideológicas, las emociones también se intensificaron. Además, gracias a los panfletos publicados rápidamente y a los contactos personales de los adversarios, casi todos los estratos de la población se vieron involucrados en los debates por primera vez. El segundo capítulo de «La guerra de los campesinos» muestra que ya antes de 1525 hubo intentos de rebelión con un barniz religioso. También participaron en la Guerra de los Campesinos parte de la nobleza, que quería aprovechar la oportunidad para imponerse a los príncipes, pero, como subraya Engels, renunciaron a una posible alianza con los campesinos rebeldes, a quienes habrían tenido que sacrificar sus privilegios.

 Engels dedica dos capítulos a los verdaderos enfrentamientos bélicos del año 1525, basándose en la descripción en tres volúmenes de Wilhelm Zimmermann, dedicados a las luchas en Suabia y Algovia, así como el enfrentamiento decisivo en Turingia. En Suabia, el tono ideológicamente acalorado disminuyó en ocasiones: aquí, los campesinos, que se unieron por miles y establecieron conexiones suprarregionales, a menudo intentaron negociar con los representantes de la jerarquía feudal secular y eclesiástica para obtener alivios concretos, pero una y otra vez se encontraron con que solo se accedía en apariencia a atender sus demandas, que en su mayoría consistían en la retirada de cargas impositivas u otras medidas represivas, para luego, a la primera oportunidad, eliminar militarmente a los campesinos. La crueldad terrorista con la que se procedió tenía como objetivo servir de escarmiento.

 Una derrota de largo alcance

 El sexto capítulo de «La guerra de los campesinos» está dedicado nuevamente a Müntzer, quien desde finales de febrero o principios de marzo se encontraba en la ciudad imperial libre de Mühlhausen, uno de los centros del movimiento, con el fin de influir desde allí en el norte de Alemania. Aquí, aún antes de los levantamientos en el sur de Alemania, se produjo la caída del antiguo consejo patricio y la instauración de un nuevo «consejo eterno», cuyo presidente fue Müntzer. Sin embargo, Engels subraya inmediatamente lo precario y problemático, incluso trágico, de semejante toma del poder. «Lo peor que le puede pasar al líder de un partido extremista es verse obligado a asumir el gobierno cuando el movimiento aún no está maduro para el dominio de la clase a la que representa». A pesar de su considerable influencia, Müntzer solo podía apoyarse en determinados estratos sociales, que además siempre eran minoritarios. Esto limitaba de manera decisiva su margen de maniobra: «Lo que puede hacer no depende de su voluntad, sino de la magnitud a la que se ha llevado el antagonismo entre las diferentes clases. Lo que debe hacer, lo que su propio partido le exige, no depende de él (...) está ligado a las doctrinas y demandas que se deducen de una mayor o menor comprensión de los resultados generales del movimiento social y político» (MEW 7, 400).

 En esta fase, Müntzer solo podía contar con el apoyo de las clases marginales urbanas o plebeyas, que estaban muy lejos de poder provocar una transformación de toda la sociedad. Sin una amplia alianza, Müntzer también era impotente desde el punto de vista militar. Cuando en mayo de 1525 los príncipes se unieron en Turingia para proceder contra Mühlhausen, a Müntzer solo le quedó una desesperada maniobra defensiva contra las tropas que avanzaban con cañones y rompían sin escrúpulos el alto el fuego acordado. Müntzer fue capturado, torturado y decapitado, Mühlhausen fue tomada y perdió su estatus de ciudad libre del imperio.

 Tras amainar los últimos intentos de rebelión, la guerra de los campesinos alemanes terminó con una derrota que tuvo repercusiones durante mucho tiempo, el castigo de los campesinos y un endurecimiento de los impuestos. Las guerras de religión que siguieron y la Guerra de los Treinta Años tendrían consecuencias aún más catastróficas. Los ganadores fueron, en todos los casos, los príncipes, que ampliaron su poder y aseguraron una mayor fragmentación del país. Pero precisamente esta fragmentación o aislamiento —según la enseñanza que Engels aplica a la situación de 1850— debe superarse mediante la formación de alianzas, con el fin de crear así las mayorías necesarias para una transformación de la sociedad.

Jürgen Pelzer

es un académico, filósofo y germanista alemán, estudioso de la cultura y la literatura. Colabora con el diario alemán jungeWelt

Fuente:

https://www.jungewelt.de/artikel/500775.marxismus-lehrst%C3%BCck-bauernkrieg.html

 

 Traducción: Jaume Raventós.

https://sinpermiso.info/textos/una-leccion-de-materialismo-historico-engels-y-la-guerra-de-los-campesinos-alemanes

 

 

 

 

 

 

 

jueves, 19 de junio de 2025

Los fracasos de Trump .

 Los fracasos de Trump, el callejón sin salida de Israel y la baza apocalíptica iraní

Daniel  Lobato .

Donald Trump buscaba marcar una radical diferencia con Joe Biden prometiendo éxitos geopolíticos y finalizar “guerras interminables” pero la realidad es que sus fracasos se han encadenado uno detrás de otro. Dejando de lado los cosechados con Rusia y China, en Oriente Medio llegó el primero en marzo cuando Trump permitió que Israel reiniciase las masacres contra Gaza, rompiendo un alto el fuego que él se atribuyó como un gran logro en el estreno de su mandato.

A pesar de la luz verde de EEUU a aquella reanudación de la carnicería, los palestinos liberaron hace unas semanas a un prisionero israelí con nacionalidad de EEUU como cortesía para sondear la disposición real de Trump como negociador. Sólo obtuvieron a cambio masacres multiplicadas de Israel y que EEUU visibilizase de nuevo su rol como director del genocidio que siempre ha tenido desde el 7 de octubre de 2023.

Esa impostada voluntad negociadora de Trump ha provocado que su enviado a Oriente Medio también haya fracasado hace unos días al pedir a la resistencia palestina que liberase a todos los prisioneros israelíes, básicamente a cambio de nada, bajo un disfraz de negociaciones de alto el fuego, con engaños a la parte palestina según desveló Hamas.

Ese Trump que se anunciaba a sí mismo como duro negociador ha desaparecido al añadir su fallida coerción sobre Egipto y Jordania para que colaborasen en vaciar Gaza de palestinos, un punto en el que Biden, Europa y Emiratos también fracasaron con Al Sisi y Abdallah. El único momento de alivio para su dañado narcisismo ha sido al recibir billones de dólares de Arabia Saudí, Qatar y Emiratos, que en realidad no dice nada de la virtuosa persuasión de Trump sino de su corrupción y de las relaciones de dominación del imperio estadounidense.

Incluso Trump ha reproducido la tétrica imagen de EEUU en solitario rechazando un alto el fuego en Gaza en el Consejo de Seguridad ONU que el anterior presidente también mostró. Solo en una ocasión Biden intentó lavar la imagen de EEUU y se abstuvo en marzo de 2024 permitiendo que se aprobase en el Consejo de Seguridad un alto el fuego que ninguno de los patrocinadores occidentales del genocidio se dignó en forzar su aplicación. Por supuesto tampoco se han molestado en forzar la implementación de las medidas cautelares de la CIJ dictadas hace un año y medio. Tampoco el aliado de Israel que dirige la ONU, Antonio Guterres, se ha ocupado ningún día en exigirlas o al menos recordar al mundo la existencia de esas órdenes del máximo tribunal de la ONU.

Si Diario Red puede publicar lo que casi nadie más se atreve, con una línea editorial de izquierdas y todo el rigor periodístico, es gracias al apoyo de nuestros socios y socias.

 

Por el momento EEUU ha perdido la capacidad de negociación directa con la resistencia palestina en Gaza hasta que no figuren puntos garantizados que estuvieron en los anteriores acuerdos de alto el fuego, como un horizonte temporal largo, la retirada del ejército israelí y los suministros de todo tipo a la población.

Precisamente el control y dosificación de la alimentación en Gaza como mecanismo de presión para expulsar a sus habitantes es otro de los fracasos de Trump. Exportando el modelo carcelario de EEUU a Palestina, la idea era tratar de imponer a los palestinos unas condiciones de máxima opresión y vejación para recibir alimentos que a la larga los palestinos no soportasen y ellos mismos pidieran marcharse de Palestina. Esta hipótesis errónea desde su concepción conllevó expulsar a la UNRWA o aniquilar a las ONG locales que distribuían la ayuda, y encargar a una empresa de mercenarios creada por Israel y EEUU, GHF, que ejerciera esa función de incrementar la tortura colectiva en el campo de exterminio. A los pocos días EEUU ha tenido que interrumpir la distribución de los ínfimos comestibles al haber convertido los puntos de entrega de comida en mataderos de palestinos, masacrados unas veces por los paramilitares de GHF y otras por Israel. Las imágenes de esas matanzas a las filas de hambrientos palestinos han ampliado las grietas en la protección internacional a Israel, por lo que los contratistas de GHF han paralizado el reparto de comida hasta que se reevalúe la estrategia por EEUU.

    Porque esa es la piedra angular, los nativos palestinos no se marchan. A pesar de la carnicería diaria y la depravada tortura colectiva, los palestinos de Gaza, los vivos y los asesinados, han empujado al régimen israelí al callejón sin salida existencial

Otro fracaso de EEUU revestido como una “reevaluación estratégica” ha sido su retirada del campo de batalla contra Yemen. Poco a poco los medios de EEUU han ido filtrando los gigantescos costes en miles de millones de dólares que ha tenido la fallida aventura bélica contra Yemen y, lo más importante, las pérdidas militares.

Decenas de drones Reaper derribados, tres F18A perdidos por insólitos motivos, un F35 a punto de ser derribado y varios portaaviones dañados, especialmente el Harry Truman que estará fuera de servicio varios años por una surrealista “colisión con un buque mercante” según la propaganda de EEUU. En el mundo real, mandos navales de EEUU reconocieron que tuvieron que defenderse de los drones y misiles yemeníes a cañonazos para intentar derribarlos por agotarse sus defensas antiaéreas. Este poderío yemení ya provocó en 2024 un indisimulado miedo en buques de guerra europeos que acabaron huyendo de la batalla del Mar Rojo dejando en solitario a EEUU.

El primer pilar que sustenta un imperio es el poder simbólico imponiendo una creencia general cuasi religiosa en su omnipotencia, por lo que la posibilidad cierta del hundimiento por Yemen de un buque de guerra de EEUU, y algo inédito en la historia como es un portaaviones, sería un desastre para un imperio estadounidense en declive.

 

Siguiendo esa estrategia de control de daños EEUU también tuvo que abortar su plan B contra Yemen. Este plan alternativo era una operación similar a la lograda en Siria con las milicias de Al Qaeda conquistando Damasco desde las zonas ocupadas por Turquía, en este caso intentando derribar al gobierno de Sanaa lanzando un ejército mercenario desde el sur de Yemen ocupado por Emiratos. La simetría entre ambas operaciones sería absoluta, pero al contrario que en Siria el riesgo real aquí para EEUU era una victoria total del gobierno liderado por Ansarallah y la unificación de todo el territorio yemení con la derrota y expulsión de los ocupantes emiratíes y sus milicias.

EEUU busca ideas a contrarreloj

Tras estos seis meses horribles Trump se ve obligado a idear nuevas estrategias para resolver la cuestión central que descompone lentamente a su colonia israelí, que es cómo vaciar Palestina de palestinos, y sobre la cual se superponen todos los demás frentes regionales que aceleran el debilitamiento de EEUU. En el actual atolladero Trump ha tenido que permitir que Yemen prosiga su castigo al régimen de Tel Aviv, con la sociedad colona israelí sufriendo un arrinconamiento y un desgaste cualitativo y cuantitativo, pero lento, que da tiempo a EEUU a seguir imaginando cómo expulsar a los pieles rojas palestinos.

Porque esa es la piedra angular, los nativos palestinos no se marchan. A pesar de la carnicería diaria y la depravada tortura colectiva, los palestinos de Gaza, los vivos y los asesinados, han empujado al régimen israelí al callejón sin salida existencial. Conforman una masa humana junto con los millones de Cisjordania y los millones de las tierras ocupadas en 1948, llamadas Israel, muy superior en número a la demografía de los colonos israelíes, en fuga paulatina.

  Tanto en Argelia como en Sudáfrica los colonos percibieron el horizonte de colapso ante similares callejones sin salida y por ello sus dinámicas avanzaron hacia el extremismo violento

EEUU y Europa, expertos en colonizaciones, saben que la clave es la guerra demográfica y coinciden con Israel en que Gaza sea vaciada de palestinos y, aún más importante, que Cisjordania siga en un futuro el mismo camino. Lo que les diferencia es la estrategia a seguir para lograrlo, con una Europa que desea hacer la limpieza étnica de forma “menos violenta”. Si tuvieran éxito posteriormente se restauraría mediáticamente la "normalidad democrática" de Israel. Todas las responsabilidades recaerían en algunos militares, los miembros del gobierno de Netanyahu y en éste último, que podría morir feliz habiendo cumplido su misión histórica personal. Israel sería rehabilitado en unos años tras ciertas escenificaciones de penitencia. No es nada nuevo, una combinación de la ficticia desnazificación de Alemania en la posguerra y la “normalidad democrática” de EEUU tras exterminar a los pueblos nativos de Norteamérica. Pero no lo logran, y de ahí su fracaso y estancamiento.

 

Por definición, un callejón sin salida como el que se encuentran Israel y sus patrocinadores occidentales es una posición de acorralamiento, y en una situación así la respuesta de cada sujeto será diferente en función de los riesgos que le conlleva esa ubicación.

EEUU se moverá siempre en la balanza entre su deseo de que la colonia sionista se asiente definitivamente en la historia futura y el control de daños a su menguante hegemonía imperial. Por el contrario, para Israel no existe ninguna posibilidad de existencia futura que no pase por eliminar a corto plazo, expulsados o asesinados, a todos los palestinos de Gaza para comenzar a voltear drásticamente el balance demográfico entre colonos y nativos en toda Palestina.

Pero la estrategia de los tres jinetes del Apocalipsis -bombas, hambre y enfermedades- ha fracasado y los palestinos resisten en un páramo distópico de escombros infinitos y cada día que pasa el dique internacional que protege al régimen se agrieta más.

Por tanto para Israel es su guerra existencial contra la resistencia existencial de los palestinos, y el actual impasse dirige al régimen hacia su desaparición en pocos años. Israel especula con que si el contexto geopolítico no permite un exterminio o expulsión de millones de palestinos, entonces se trata de cambiar el contexto geopolítico y determinar cuál podría ser ese otro escenario regional y mundial en el que quizá sí existiese la posibilidad de vaciar Palestina de palestinos. Israel busca ese cambio radical.

Israel busca un catastrófico escenario regional

Hay que recordar que existe una similitud en la evolución del comportamiento de los colonos israelíes en Palestina con el que mostraron los colonos franceses en Argelia o los colonos blancos en Sudáfrica.

Tanto en Argelia como en Sudáfrica los colonos percibieron el horizonte de colapso ante similares callejones sin salida y por ello sus dinámicas avanzaron hacia el extremismo violento. Crearon organizaciones criminales, la OAS en Argelia y el Movimiento de Resistencia Afrikaner en Sudáfrica, con atentados terroristas que buscaban cambiar el curso de los acontecimientos para garantizar la pervivencia de sus entidades coloniales. La gran diferencia aquí es que en Palestina es un aparato estatal, un gobierno y un ejército con armas nucleares quienes representan esa deriva de los colonos hacia la máxima violencia.

En la protección ilimitada que occidente ha otorgado al régimen israelí por 77 años y durante este genocidio, los líderes sionistas entienden que ese deseado cambio de contexto geopolítico pasa por abrir una guerra regional de extrema intensidad contra Irán, y por eso han anunciado que la llevarán a cabo incluso sin autorización de EEUU. La verdadera razón no estriba en neutralizar el programa atómico de Teherán con ataques “precisos”, algo que es inalcanzable bajo las montañas iraníes, lo que busca Israel es abrir el telón a un escenario más sangriento que el actual.

    La historia nos dice que los colonos buscarán un cambio de escenario extremo por medio de atentados terroristas e Israel así lo ha anunciado en su actual callejón sin salida

 

En su apocalíptico horizonte de guerra intensa piensan que el excepcionalismo que Israel recibe de Europa y EEUU posibilitaría dos objetivos. El primero, alcanzado un nivel determinado del enfrentamiento, y dado que las limitadas reservas de misiles y bombas israelíes se ciñen a las que EEUU y Europa le proporcionen, abrir la Caja de Pandora de las armas nucleares buscando imponer mediante su uso la exclusividad atómica en la región. El segundo, al explorar una conflagración caótica con quizá cientos de miles de muertos en la región, incluyendo multitud de israelíes, explotar los fantasmas occidentales del “exterminio masivo de judíos” y alcanzar el punto deseado para la cuestión palestina. Si la manipulación de lo sucedido el 7 de octubre ha amparado el actual holocausto palestino, los líderes sionistas creen que incontables cadáveres israelíes sobre la mesa les otorgaría la impunidad a una “solución final” para el vaciamiento de Gaza.

EEUU ha tenido que hacer un control de daños con Yemen, por lo que verse arrastrado a una guerra caótica con Irán se adentra en escenarios catastróficos que los poderes de Washington no desean. Saben que conlleva la destrucción de sus bases militares en la región, toda la economía mundial golpeada por un precio del petróleo disparado, la pérdida del poderío norteamericano en Oriente Medio y la basculación definitiva hacia otro orden mundial. Aunque coincidan sus deseos con Israel con respecto a que desaparezcan los palestinos y utilicen un lenguaje parecido con su embajadora en la ONU llamando a los palestinos “proxies de Irán”, tal como Netanyahu les llama desde hace muchos años, el objetivo inmediato de EEUU es intentar un escenario como Líbano en 1982 cuando las fuerzas armadas palestinas fueron expulsadas de ese país. EEUU buscará en primera instancia expulsar a la resistencia palestina de Gaza para luego continuar a más largo plazo desterrando al resto de población desarmada. Pero Palestina es la tierra de los palestinos, no es un país extranjero como Líbano o Jordania en 1973, por lo que su estrategia también está condenada al fracaso.

En esta encrucijada no está claro hasta qué punto la metrópoli de EEUU controla todas las acciones de sus colonos en Palestina, aunque es y será responsable de los crímenes pasados y futuros, incluyendo la posibilidad de que rompan el tabú del uso de armas nucleares.

La historia nos dice que los colonos buscarán un cambio de escenario extremo por medio de atentados terroristas e Israel así lo ha anunciado en su actual callejón sin salida. Lo que también nos dice la historia es que, a pesar de esas actuaciones desesperadas, ni los colonos en Argelia ni en Sudáfrica lograron evitar la desaparición de sus regímenes y finalmente los poderes coloniales tuvieron que dejar caer las entidades artificiales existentes. Eso mismo ocurrirá en Palestina en unos pocos años. La clave es si para llegar a ese punto Europa y EEUU piensan culminar el recorrido a través de un abismo inimaginable de muerte y devastación regional

https://www.diario-red.com/opinion/daniel-lobato/fracasos-trump-callejon-salida-israel-baza-apocaliptica-irani/20250612123021049172.html

Ajuste de cuentas colonial .

Ajuste de cuentas colonial

De cómo la guerra de Israel contra Irán reabre viejas heridas

Por Soumaya Ghannoushi

| 19/06/2025 |

Fuentes: Middle East Eye

Traducido del inglés por Sinfo Fernández

 Israel ya no oculta sus crímenes. En Gaza, lleva a cabo un genocidio abierto, arrasando hospitales, escuelas, mezquitas y bloques de apartamentos. Más de 55.000 personas han sido asesinadas. Un asedio total asfixia el territorio demolido.

 Después de caminar kilómetros entre ruinas, agotados y hambrientos, los civiles se apresuran hacia los camiones de ayuda para tener una oportunidad de sobrevivir, sólo para ser abatidos a tiros. Algunos regresan con sacos de harina, otros con los cadáveres ensangrentados de sus seres queridos, abatidos a tiros o bombardeados mientras luchaban por conseguir unos pocos granos.

 Y Gaza es sólo uno de sus frentes.

 En el Líbano, Israel ataca a su antojo: bombardea casas, asesina a través de las fronteras, ocupa pueblos de los que nunca se fue. Mantiene el control de los Altos del Golán sirios, se adentra más en el sur de Siria y lanza misiles a las afueras de Damasco.

 Las fronteras no significan nada. Las leyes significan aún menos. Israel se mueve como quiere, mata a quien quiere.

 Ahora se ha vuelto contra Irán.

 Tras las conversaciones indirectas entre Teherán y Washington en Omán, Israel lanzó a una guerra repentina y sin provocación. Primero, asesinatos: líderes militares, científicos, funcionarios civiles. Luego, ataques aéreos: contra instalaciones militares, centrales eléctricas, aeropuertos, incluso infraestructura pública. ¿La excusa? El programa nuclear pacífico de Irán, que está totalmente supervisado por la Agencia Internacional de Energía Atómica.

 La hipocresía occidental

La hipocresía es de escándalo.

 El presidente francés Emmanuel Macron se apresuró a apoyar a Israel, afirmando que el programa nuclear de Irán es una amenaza para la seguridad mundial, y esto lo dice la misma Francia que ayudó a construir en secreto la central nuclear de Dimona en Israel en las décadas de 1950 y 1960, lo que permitió crear el único arsenal nuclear no declarado de la región, en violación del derecho internacional. Sin inspecciones, sin supervisión, sin rendición de cuentas.

 Se cree que Israel posee ahora entre 80 y 90 ojivas nucleares, además de capacidad de segundo golpe mediante submarinos y aviones. Se niega a las inspecciones y nunca ha firmado el Tratado de No Proliferación. Sin embargo, bombardea sin descanso a Irán en nombre de la no proliferación nuclear.

 Gran Bretaña siguió rápidamente a Francia y envió aviones de la Royal Air Force a Oriente Medio para apoyar a Israel. Estados Unidos intensificó aún más la escalada, desplazando dos destructores hacia el Mediterráneo oriental, aumentando los envíos de armas y sincronizando las operaciones militares con Israel en tiempo real. Washington no está observando, está en guerra.

 La Comisión Europea siguió ciegamente, repitiendo la misma línea: «Israel tiene derecho a defenderse», incluso ahora, cuando es el agresor e Irán se defiende de un ataque extranjero.

 Es el mismo guion utilizado para justificar el genocidio en Gaza; la misma tapadera para los crímenes. El derecho internacional y las normas humanitarias quedan suspendidos para Israel.

 Y así, Occidente sigue armándolo hasta los dientes, no para proteger a los civiles, sino para dominar la región. Para garantizar que Israel siga siendo la única potencia nuclear. Para controlar, aplastar, expandirse.

 Seamos claros: Israel nunca fue sólo un Estado. Fue creado como una colonia de asentamientos de Occidente para sustituir a los imperios en retirada de Gran Bretaña y Francia. Gran Bretaña retiró sus tropas, pero no sus ambiciones. Estados Unidos intervino, asumiendo el papel de garante regional mediante el apoyo a tiranos, la obtención de petróleo y la represión de la resistencia.

 El objetivo nunca ha cambiado: someter a la región, extraer sus riquezas, silenciar a su pueblo.

 Pero, en esta ocasión, el plan está fallando.

 El mundo árabe enfurecido

 Israel está ahora gobernado por fanáticos, abierta y orgullosamente. Los ministros amenazan con la aniquilación. Los colonos corean consignas a favor del genocidio. Los soldados se graban a sí mismos arrasando bloques de apartamentos y posando con la lencería de las mujeres que han desplazado y asesinado. Familias enterradas bajo el hormigón, niños borrados de las aulas, todo en nombre de la «seguridad».

En Jerusalén, la mezquita de Al-Aqsa, uno de los lugares más sagrados del islam, es asaltada repetidamente. Multitudes israelíes marchan por las calles coreando: «Que ardan vuestras aldeas». Celebran la destrucción de escuelas en Gaza. El genocidio ya no se niega, se proclama.

 Y el primer ministro Benjamin Netanyahu, artífice del apartheid y la guerra, se presenta ante las cámaras afirmando defender el «mundo libre».

 En todo el mundo árabe, la gente observa con amargura, repugnancia e ira. Sus líderes estrechan la mano a criminales de guerra. Normalizan la situación mientras Israel incinera. La región ha quedado paralizada, impotente.

 Hasta ahora. Porque esta vez, alguien se ha levantado.

 Irán no es Gaza. Es un Estado soberano de unos 90 millones de habitantes, que se extiende a lo largo de 1,65 millones de kilómetros cuadrados. Su terreno frustra las invasiones, su profundidad absorbe los ataques y sus misiles llegan hasta lo más profundo de Israel. Ha sido sancionado, saboteado, asesinado… y sigue en pie, sigue contraatacando.

 Por primera vez desde 1948, las ciudades israelíes están bajo fuego continuo. La ilusión de inmunidad ha desaparecido.

 E Israel no puede reclamar el papel de víctima, no cuando tiene las bombas, las armas nucleares y el respaldo de todas las potencias occidentales. No cuando ha pasado décadas atacando a otros con impunidad.

 Reabrir viejas heridas 

De hecho, la resistencia de Irán ha destrozado las ilusiones: el mito de la invencibilidad de Israel, el silencio de la región, la mentira de la neutralidad occidental.

 Incluso aquellos que antes eran hostiles a Irán por motivos sectarios o políticos ahora lo aplauden, no porque Irán sea perfecto, sino porque alguien finalmente ha dicho: basta.

 Y dentro de Irán, algo más profundo ha despertado.

 Esta guerra ha reabierto viejas heridas.

 La mayoría conoce lo que ocurrió en 1953, cuando la CIA y el MI6 orquestaron un golpe de Estado contra el primer ministro Mohammad Mosaddegh después de que este nacionalizara el petróleo de Irán. La Operación Ajax derrocó a un gobierno elegido democráticamente y reinstauró a Mohammad Reza Shah, un dictador alineado con Occidente. Lo que siguió fueron 25 años de represión, impuesta por la policía secreta Savak, armada y entrenada por Occidente. .

Pero las heridas se remontan más atrás.

 A principios de la década de 1890, una revuelta sacudió el imperio después de que el shah entregara a una empresa británica el control de toda la industria tabacalera de Irán. Liderados por clérigos como el ayatolá Shirazi, los iraníes lanzaron un boicot a nivel nacional y, finalmente, la concesión fue cancelada. La revuelta debilitó la dinastía Qajar y dejó grabada en la memoria colectiva de Irán una lección dolorosa: nunca más doblegarse al control extranjero.

 Ese recuerdo sigue vivo, en cada canto, en cada protesta, en cada funeral.

 Cada misil lanzado hoy lleva el peso de un siglo de traición y resistencia. Ahora, vuelve a estar a flor de piel.

 Un vídeo se ha vuelto viral: una mujer iraní sin velo, con la voz quebrada por la furia, denuncia el genocidio en Gaza, el silencio de Occidente y las décadas de degradación infligidas a su país. Luego grita: «Queremos una bomba nuclear».

 No se trata de destrucción. Se trata de dignidad. Se trata de decir: no nos volverán a doblegar.

 No es solo un conflicto militar, sino un ajuste de cuentas histórico, una ruptura psicológica.

 Irán no solo está tomando represalias. Está recordando.

 Y el cambio se está extendiendo.

 Aferrándose a la fantasía

 Pakistán, el único país de mayoría musulmana con armas nucleares, ha dado la voz de alarma. Su ministro de Defensa ha advertido de que la región está al borde del abismo y que Pakistán podría ser el siguiente. A medida que Israel profundiza su alianza con la India, Islamabad ve lo que se avecina.

 Turquía también está en alerta. El presidente Recep Tayyip Erdogan advirtió el año pasado que Israel «pondría su mira» en su país si «no se le detenía». Entonces llegó una escalofriante réplica de Netanyahu en la Knesset: «El Imperio otomano no resurgirá en un futuro próximo». No se trata de una lección de historia, sino de una advertencia. Turquía sabe que no se trata sólo de Irán, sino de una campaña para reafirmar el control total sobre la región.

 Israel, envalentonado por el respaldo occidental y su poder sin límites, cree ahora que puede someter a todo el mundo musulmán: bombardearlo, matarlo de hambre, fragmentarlo, humillarlo.

 Sin embargo, la región está despertando. Se trata de una guerra contra la dignidad, contra la idea misma de que alguien en esta región se atreva a mantenerse firme.

 Y, aun así, Occidente se aferra a la fantasía. La BBC entrevista al hijo del shah y le pregunta si los ataques israelíes podrían ayudar a «liberar» Irán. Como si los iraníes estuvieran esperando a ser salvados por el hijo de un dictador, un dictador al que ellos mismos derrocaron. Como si la «libertad» viniera de los misiles y los monarcas.

 Israel pensó que podía repetir el pasado: asesinar, bombardear, proclamar la victoria. Pero ahora Tel Aviv, Haifa y Ashkelon están bajo fuego.

 La guerra ha entrado en territorio israelí. La ilusión de la invulnerabilidad ha terminado.

 E Irán puede resistir. Lleva décadas preparándose para este momento. El sueño de que Israel pudiera destruirlo en cuestión de días se ha esfumado.

 Tel Aviv ha encendido un fuego que no puede contener. ¿Y Occidente? Vuelve a apoyar a Israel, sin disimulo. Armándolo, protegiéndolo, utilizándolo. No por la paz o la justicia, sino por el control.

 Pero esta vez, la región está despierta. Y ha comenzado el ajuste de cuentas.

 La historia está en movimiento. Y puede que no sea favorable a Occidente.

 Soumaya Ghannoushi es una escritora británica de origen tunecino y experta en política de Oriente Medio. Sus trabajos periodísticos han aparecido en The Guardian, The Independent, Corriere della Sera, aljazeera.net y Al Quds. Pueden encontrar una selección de sus escritos: soumayaghannoushi.com y X: @SMGhannoushi.

 Fuente: https://www.middleeasteye.net/opinion/israels-attack-iran-brings-west-closer-its-day-reckoning