domingo, 5 de mayo de 2024

Hannah Arendt y España .

                                                                               


Hannah Arendt contra el general Franco

Agustín Serrano de Haro, científico titular en el Instituto de Filosofía del CSIC, rastrea en su libro 'Arendt y España' un episodio que define como crucial en la biografía de la pensadora alemana

Lucas Marco

 En 1941, Hannah Arendt (Linden-Limmer, 1906 - Nueva York, 1975) visitó el cementerio de Portbou (Girona) buscando infructuosamente la tumba de su amigo Walter Benjamin. “El cementerio da a una pequeña cala, directamente al Mediterráneo, y está esculpido en terrazas de piedra; en estas paredes de piedra es donde se introducen también los féretros. Es con mucho uno de los lugares más fantásticos y hermosos que nunca haya visto en mi vida”, escribió a Gershom Scholem en una carta del 17 de octubre de 1941, desde Nueva York, a donde consiguió llegar a duras penas tras haber sufrido el internamiento en los campos de concentración franceses y haber conseguido cruzar los Pirineos, atravesar España y embarcarse en Lisboa hacia el otro lado del Atlántico. Arendt fue apátrida durante 18 años, desde que el régimen nazi le negó la ciudadanía en 1933 hasta que consiguió la estadounidense en 1951.

 Agustín Serrano de Haro, científico titular en el Instituto de Filosofía del CSIC, ha reconstruido en Arendt y España, editado por Trotta, el paso de la pensadora por la dictadura del general Francisco Franco, en una obra que aporta valiosas claves sobre la trayectoria vital de la protagonista. Se trata de un “episodio crucial de la biografía de Arendt”, explica el autor a elDiario.es.

 Hannah Arendt —una mujer judía, apátrida y con antecedentes en Alemania (fue arrestada en 1933 tras pasar semanas en la Biblioteca Estatal Prusiana documentando el auge del antisemitismo por encargo de la Organización Sionista Alemana)— consiguió huir con su madre a través de Praga y Ginebra.

 Exiliada en Francia, en mayo de 1940 Arendt fue internada una semana en el Velódromo de Invierno de París tras un decreto del Gobierno francés a consecuencia de la declaración de guerra a Alemania. Paradójicamente, la mayoría de alemanes en Francia eran exiliados y perseguidos por el nazismo. El 23 de mayo fue trasladada, primero en autobús hasta la estación de Lyon de París y, de ahí, en tren al campo de concentración de Gurs, a los pies de los Pirineos. “Después de la invasión alemana, el Gobierno francés no tuvo más que cambiar el nombre de la empresa: tras habernos encarcelado porque éramos alemanes, no nos liberaron porque éramos judíos”, escribió en Nosotros, refugiados, un breve texto publicado originalmente en la revista The Menorah Journal en 1943 y recuperado por la editorial Altamarea.

 Construido un año antes y formado por 382 barracones, el campo de Gurs había albergado en una primera fase a soldados republicanos, además de brigadistas internacionales, que huyeron de España tras la victoria franquista en la Guerra Civil. En el campo, según afirma Elisabeth Young-Bruehl en su biografía canónica, Arendt “se hundió en una de las peores crisis de su vida”.

 En una carta a su exmarido, el filósofo Günther Anders, la apátrida describe la situación de las mujeres en el campo, “tan apretujadas a la noche que el más leve movimiento llevaba a caer sobre la vecina, rodeadas por el alambre de espino en el que se ponía a secar la ropa”.

 Tras cuatro semanas de internamiento y aprovechando el caos propiciado por el armisticio del 22 de junio y la desintegración de la Tercera República francesa, Arendt se las arregló para abandonar Gurs. “En medio del caos resultante, nos las compusimos para obtener documentos de libertad, con los que podíamos abandonar el campo”, relató en una carta publicada en 1962 en la revista Midstream.

 La pensadora aludió poco en sus escritos a su experiencia en los campos franceses. Sus biógrafos se han guiado por las pistas que dejó en su abundante correspondencia, disponible en los 'Hannah Arendt Papers' de la Congress Library, que también custodia los pasaportes que ilustran este reportaje. Sin embargo, su paso por los campos y su condición de apátrida fermentó algunos de los conceptos esenciales de su pensamiento y de su obra posterior.

 Certificado de identidad y de viaje expedido en Francia a Hannah Arendt en 1938. Library of Congress, Manuscript Division, Hannah Arendt Papers

“Arendt sostenía que había que pensar a partir de la experiencia, y no sobrevolándola con conceptos o reconstruyéndola con ideas. Y ella desde luego experimentó las condiciones de vida en los campos de internamiento de la República francesa, y también, muy significativamente, el tipo de decisión administrativa y de control solo policial que puso en pie esos campos”, explica Serrano de Haro.

 La mayor parte de los internos que sobrevivieron a las condiciones del campo fueron deportados a centros de exterminio en 1942 y 1943. Arendt logró llegar a Lourdes, donde se encontró casualmente con Walter Benjamin. La exiliada hizo caso omiso a la orden del régimen colaboracionista de Pétain que obligaba a los judíos a registrarse en la prefectura de Policía.

 A principios de julio, se encaminó a casa de una amiga cerca de Montauban, una localidad occitana que albergaba a numerosos exiliados republicanos —entre ellos Manuel Azaña, fallecido allí el 3 de noviembre de 1940— y a huidos de los campos de toda Francia, gracias a la ayuda de su alcalde, el socialista Fernand Balés.

 En la calle mayor de Montauban, “por una de esas afortunadas triquiñuelas de la Historia” se topó con su marido, Heinrich Blücher, con quien se fundió en un “gozoso abrazo”, según relata Elisabeth Young-Bruehl en su biografía de Hannah Arendt. Blücher (Berlín, 1899 - Nueva York, 1970), un antiguo espartaquista reconvertido en crítico con el estalinismo y huido de Alemania en 1934, había sido evacuado cuando los alemanes ocuparon París y consiguió huir hacia el sur.

 Tras el reencuentro, el matrimonio movió cielo y tierra en Marsella para superar, con apoyo de organizaciones de auxilio internacional y de ayuda judía, los complicados trámites legales que les permitirían abandonar la Francia de Vichy. Todo ello a pesar de ser apátridas y exiliados (Arendt, además, judía) y probablemente portar documentación falsa.

 En Marsella, Walter Benjamin confió a Arendt y Blücher sus manuscritos, entre ellos las Tesis sobre la filosofía de la Historia, con la esperanza de que los hicieran llegar al Institut für Sozialforschung de Nueva York. Fue el 20 de septiembre, durante el último encuentro del matrimonio con su amigo, seis días antes de su suicidio tras su paso fallido por la frontera.

 Benjamin había enviado una copia a Gershom Scholem aunque el manuscrito nunca llegó a Jerusalén. También había entregado a su amigo Georges Bataille una segunda copia y ambos la habían ocultado en la Biblioteca Nacional de París. “Aunque Arendt no estaba al corriente de este hecho y, por tanto, ella tendría un gran temor por la copia que llevaba y pensaba única”, precisa Serrano de Haro.

 El texto fue entregado en mano a Theodor Adorno en Nueva York tras haber pasado de forma semiclandestina por España. Sin embargo, el manuscrito de Arendt bajo el título original alemán de Rahel Varnhagen. Vida de una judía alemana de la época romántica, que también viajaba en la maleta de la pensadora, se perdió en las primeras mudanzas en Nueva York y no fue recuperado, aunque incompleto, hasta que una amiga a la que le había confiado una copia en París se lo entregó en 1945.

 La “lucidez” y el “coraje” de Arendt

 El matrimonio, en definitiva, se salvó de milagro: “Todo pudo acabar de otra manera, o más bien de manera fatal, que era casi la única alternativa”, dice el autor. ¿Una simple cuestión de suerte? “Es verdad”, afirma Agustín Serrano de Haro, “que a Arendt la suerte le fue propicia, la que no tuvo Walter Benjamin; ella misma podía reconocerlo así. Pero junto a esto debe constar también su lucidez y coraje de no hacerse en ningún momento ilusiones acerca del curso de los sucesos. Si ella no hubiera abandonado el campo de Gurs sola y con solo su cepillo de dientes, o si se hubiera registrado ante las autoridades de Vichy, su suerte habría estado echada, como la estuvo para quienes siguieron las sugerencias y órdenes de aquellas autoridades, en la creencia vana de que 'no todo era posible'”.

 Su breve etapa española, en pleno proceso de fascistización del régimen franquista con la Gestapo campando a sus anchas, queda soslayada en las biografías de Arendt. “El paso por España seguía teniendo algo de azaroso, de peligroso, por las posibles arbitrariedades de las autoridades policiales, por sorpresas en los pasos fronterizos, sin mencionar que ella y su marido debían de contar con alguna documentación falsificada, ya que no se habían registrado en Vichy”, recuerda Serrano de Haro.

 El autor ha reconstruido el paso por España con las pocas referencias en la correspondencia de Hannah Arendt y con testimonios de experiencias similares a modo de “fuentes indirectas”, como el de Lisa Fittko en De Berlín a los Pirineos: Evocación de una militancia, además de bibliografía especializada. No ha hallado rastro de la filósofa y de su marido en el Archivo General del Ministerio del Interior (en el Arxiu Històric de Girona figura una tal Jerzy Arendt, detenida en Blanes en septiembre de 1942 por paso clandestino de frontera).

 Con una infraestructura ferroviaria gravemente dañada por la guerra y billetes que sólo se podían adquirir en cada una de las estaciones de partida, las escalas y los retrasos en su periplo por la Península debieron ser largos. “Los detalles del paso por nuestro país (duración, ruta, circunstancias de las conexiones ferroviarias y esperas en las estaciones, visión de las ciudades, etcétera) he podido reconstruirlos por testimonios de otras personas en fuga, de condición muy similar, sobre todo mujeres judías, y en el período de tiempo próximo, entre octubre de 1940 y diciembre del 1941”, afirma el autor.

 El 22 de mayo de 1941, Hannah Arendt y Heinrich Blücher llegaron a Nueva York desde Lisboa con 25 dólares en el bolsillo y una asignación mensual de 75 dólares de la Zionist Organisation of America, según la biógrafa Elisabeth Young-Bruehl. Poco después llegó su madre, la socialdemócrata Martha Arendt. En Estados Unidos, Arendt inició una carrera universitaria, un ámbito que no era precisamente su preferido pero que estabilizó las condiciones del matrimonio, y se convirtió en una de las más importantes pensadoras de la filosofía política, siempre con una voz independiente y crítica, singularmente en relación con la fundación del Estado de Israel.

 En Nosotros, refugiados, Hannah Arendt describe así el fardo de los judíos europeos supervivientes: “Perdimos la casa: es decir, la intimidad de la vida cotidiana. Perdimos el trabajo, o sea, la confianza de que somos de alguna utilidad en este mundo. Perdimos el idioma, o sea, la naturalidad de las reacciones, la sencillez de los gestos, la expresión espontánea de los sentimientos. Abandonamos a los parientes en los guetos polacos, nuestros mejores amigos fueron asesinados en los campos de exterminio, y esto significa la laceración de nuestras vidas privadas”.

 El primer franquismo en los textos arendtianos

La experiencia propia en los campos franceses marcó su pensamiento político y, especialmente, su obra Los orígenes del totalitarismo, publicada apenas un lustro después de la caída del nazismo y planteada con un “método heterodoxo”, según apunta Salvador Giner en el prólogo a la edición española, que la sitúa “fuera de todas las convenciones de la teoría política de su tiempo, así como también fuera de la historiografía convencional”. La propia Arendt reconoce que escribió el ensayo, un rastreo de la innovación política radical de los regímenes totalitarios y del imperialismo, en un “contexto de incansable optimismo y de incansable desesperación”.

 Su experiencia de apátrida en Europa emerge en la distinción entre los campos de internamiento y el purgatorio concentracionario del Gulag o el infierno en la tierra de Auschwitz. “En su pensamiento la experiencia debe promover distinciones y no subsunciones o identificaciones globales que borren las diferencias significativas”, matiza Serrano de Haro.

 ¿Cómo encajaba la tipificación del primer franquismo en los textos arendtianos? “La tesis de Arendt de que el franquismo es una dictadura militar, de tipo no totalitario, tiene que ver con su propia determinación restrictiva de cuáles son en rigor los regímenes totalitarios, que en realidad no coincide siquiera, o sin más, con la dictadura nazi o con la bolchevique, sino solo con aquélla en el período entre 1938 y 1945 y con el estalinismo en el período entre 1937 y 1939, quizá ampliable a la hambruna provocada en Ucrania en 1930”, explica Serrano de Haro. “En general”, abunda el autor, “su enfoque es contrario a incluir bajo la rúbrica de totalitarismo la violencia orientada a la conquista del poder o a la consolidación en él, por cruel que la represión generada sea, por ejemplo, en contextos bélicos o posbélicos”.

 “De hecho, ella misma recomendaba para el caso de España el escalofriante libro de Georges Bernanos Los grandes cementerios bajo la luna sobre la represión del bando sublevado en Mallorca”, recuerda el autor de Arendt y España. Serrano de Haro advierte que “con el acontecimiento totalitario se trataría siempre de una inflexión o salto, a la vez cualitativo y cuantitativo, de dictaduras ya terribles y ya consolidadas con vistas a una reconfiguración global de toda la realidad, sin reconocer límites nacionales ni europeos, sin atenerse a intereses limitados de poder. La ideología totalitaria como una suerte de apropiación de la Historia universal a través de esta violencia sustancial y exponencial no es una cosmovisión que busque estabilizar un orden social o asegurar una dominación política. No puede tampoco ejercerse en un Estado jerarquizado, monolítico, sino en uno 'dual', en que el nervio del poder reside solo en las unidades de élite o en la policía política, no en el Ejército”.

 A Hannah Arendt siempre le sorprendió la persistencia del antisemitismo en España, a tenor de la expulsión de los judíos, ordenada por los Reyes Católicos en 1492: “En cambio, lo que sí destaca Arendt son las virtualidades del antisemitismo para la propaganda ideológica y la movilización en diferentes contextos políticos; la conspiración judía servía para dinamitar un Estado de Derecho y para perseguir fines dictatoriales incluso en esos países donde no quedaba ya población judía, como era el caso de España en los años treinta”.

 El libro de Agustín Serrano de Haro, además del rastro de Ortega y Gasset en Los orígenes del totalitarismo y las miradas Arendt hacia la Guerra Civil, dedica un revelador capitulo al papel de la pensadora al frente de la dirección ejecutiva, entre 1960 y 1967, de Spanish Refugee Aid, organización estadounidense fundada por Nancy Macdonald y dedicada a la ayuda del exilio republicano español no comunista, especialmente socialistas y anarquistas.

 La exclusión de la ayuda a refugiados comunistas en los estatutos de Spanish Refugee Aid se basaba en “motivos prácticos e ideológicos”. Los refugiados comunistas, recuerda el autor, “sí contaban con redes de auxilio internacional y, además, la organización norteamericana quería mostrar con hechos que se podía ser a la vez antifranquista y anticomunista”. Las actividades de la Spanish Refugee Aid incluían el envío de ropa, dinero en efectivo o productos de primera necesidad además de atención médica o programas de reunión familiar.

 Arendt encabezó esta organización no gubernamental, que contaba con Pau Casals y Salvador de Madariaga como presidentes honoríficos, en un periodo en que ya se había convertido en un referente intelectual de primer orden (sus crónicas para The New Yorker reunidas en 'Eichmann en Jerusalén. Un informe sobre la banalidad del mal', con la consiguiente polémica y ruptura más que definitiva con el sionismo, se publicaron en 1963): “Esta implicación suya se produce en un momento en que ella había alcanzado ya un muy alto reconocimiento intelectual, tanto en EEUU como en Alemania”.

 En 1957, seis años después de haber obtenido la nacionalidad estadounidense, la pensadora escribió: “Mientras la humanidad esté organizada nacional y territorialmente en Estados, una persona apátrida no es simplemente expulsada de un solo país, de origen o de adopción, sino de todos los países —pues ninguno está obligado a recibirla y a concederle la ciudadanía—, lo que significa que en realidad ha sido expulsado de la humanidad”.

 De nuevo, la vivencia de la evasión de Europa se asoma en esta etapa de su vida. Donatella Di Cesare, profesora de Filosofía en la Universidad de La Sapienza, lo explica en un texto que acompaña a la edición de Nosotros, refugiados: “La experiencia decisiva para ella fue la de una huida, atormentada y llena de riesgos, que empezó en 1933, cuando debió abandonar la Alemania nazi, y se prolongó hasta 1951, cuando finalmente le fue concedida la nacionalidad americana. Durante dieciocho largos años, los más difíciles de su vida, fue una judía alemana apátrida, obligada a sufrir la falta de derechos políticos, y también la ausencia de derechos humanos. Esta condición fue la base de su pensamiento filosófico”.

  También de su acción pública. “Es muy llamativo”, observa Serrano de Haro, “el período relativamente largo, siete años, en que ella ejerce esa presidencia ejecutiva de Spanish Refugee Aid, que la obligó a bastante trabajo de gestión, de recaudación de fondos y de organización de actividades, dedicaciones que no le eran especialmente gratas”.

 Dos años después de cesar en la dirección de Spanish Refugee Aid, la firma de Hannah Arendt destacaba en un telegrama enviado al secretario general de las Naciones Unidas en protesta por los desmanes del régimen franquista. “Toda esta dedicación de Arendt a unos compatriotas nuestros casi olvidados de todos tiene algo de conmovedor para los españoles”, concluye Agustín Serrano de Haro.

 La “lamentable” pervivencia de la censura franquista en las traducciones de Arendt

Agustín Serrano de Haro también incluye un capítulo dedicado a las traducciones en España de las obras de Hannah Arendt, que en muchos casos no han sido actualizadas y se corresponden con la versión autorizada por la censura franquista.

 “Es muy lamentable el hecho de que se sigan leyendo en español las versiones de Arendt que fueron censuradas por el franquismo hace más de 50 años”, dice el autor, que ha rescatado del Archivo General de la Administración los expedientes de la censura franquista a obras como La condición humana y Eichmann en Jerusalén.

 Sobre este último libro, que Lumen solicitó editar en 1967, el “anónimo revisor” al que se le encargó tantear la obra por parte de la sección de ordenación editorial del Ministerio de Información y Turismo pidió eliminar dos pasajes. Mientras que en la edición original en inglés “la España de Franco” figura como uno de los regímenes amigos de la Alemania nazi, en la versión española la referencia desaparece. En un párrafo sobre el campo de Gurs, la versión de la censura franquista rebaja “enormemente” la cifra de judíos internados que aporta Arendt y convierte la calificación de “infame” en la de “conocido”.

 “Eichmann en Jerusalén se halla, en particular, en un estado lamentable, no solo por los fragmentos suprimidos, también por el cúmulo de errores de traducción que contiene”, lamenta Serrano de Haro, quien considera “inaudito que no se haga una nueva versión digna”.

 La editorial Taurus, por su parte, se saltó a la torera la petición de la censura de eliminar tres “alusiones directas a España” en Los orígenes del totalitarismo. Sin embargo, otras traducciones de las obras de Hannah Arendt con el lastre de la censura franquista persisten hoy en día: “La razón es únicamente la desidia a la hora de revisar o rehacer las traducciones existentes, que se siguen vendiendo estén cómo estén y, en general, están mal”.

 “Es inaudito que no se haga una nueva versión digna. En general, las ediciones españolas de los grandes libros de Arendt no están cuidadas”, lamenta Agustín Serrano de Haro.

 

https://www.eldiario.es/cultura/hannah-arendt-general-franco_1_10915777.html

jueves, 2 de mayo de 2024

Ucrania .- Nueva ley de reclutamiento .

 

La nueva ley sobre reclutamiento

¿Está Ucrania convirtiéndose en un gueto?

  Maxim Goldarb 

| 02/05/2024  

“Los ucranianos están haciendo el trabajo sucio que nunca querríamos hacer aquí, en Estados Unidos”, Mark Esper exsecretario de Defensa de EE.UU.

 El acontecimiento reciente que más afecta a las decenas de millones de ucranianos que viven en Ucrania y a millones de ucranianos refugiados en otros países es la aprobación de una nueva ley sobre reclutamiento militar.

 Cualquier abogado competente le dirá que en la facultad de Derecho le enseñaron examinar el fondo de la ley, comprender la lógica del legislador, sus objetivos a la hora de crear la ley. Los objetivos declarados oficialmente por las autoridades para crear esta ley, “adecuar el registro de los ucranianos obligados a cumplir el servicio militar, subsanar las lagunas de la legislación sobre el registro militar, ocuparse de los recursos humanos disponibles, etc.», parecen al menos secundarios. El objetivo principal, que se desprende claramente a través de la sabiduría legislativa verbal, el aplomo político y los eslóganes cuasi patrióticos, parece ser el deseo inexorable de las autoridades de maximizar el cumplimiento de la fórmula de cambiar dinero y armas por vidas.

 No puede ser coincidencia que casi inmediatamente después de que Zelensky firmara esta ley, las autoridades estadounidenses resolvieran el asunto de los 61.000 millones de dólares en ayuda militar para Ucrania, un tema que llevaba un año pendiente de aprobación.

 Pero vayamos al grano. La nueva ley de “reclutamiento”, que entra en efecto el 18 de mayo de este año, endurece marcadamente las reglas de la movilización forzosa. La ley introduce un registro más estricto de las personas obligadas a cumplir el servicio militar, la obligación de prácticamente todos los hombres entre los 18 y los 60 años, estén donde estén y piensen lo que piensen de la actual guerra en Ucrania, de informar a las autoridades militares de su paradero así como de llevar consigo el documento militar de identificación en todas las ocasiones. Además, la edad para la movilización se ha reducido de 27 a 25 años.

 Los varones ucranianos tienen 60 días para actualizar sus datos en los centros territoriales de reclutamiento (CTR) a partir de que la ley entre en vigor. Si no actualizan los datos en ese periodo estarán sujetos a la imposición de grandes sanciones. Piense en ello: en un país con un salario medio de 400 euros, la multa por no ponerse al día con la movilización ¡será de 400 a 600 euros! Si no se paga dicha multa se inicia el proceso de bloqueo de las cuentas bancarias de las personas movilizadas y el posterior embargo de sus bienes.

 Estas son algunas de las principales novedades de la ley. Según el plan de las autoridades, permitirá que muchas personas susceptibles de prestar el servicio militar que no quieren combatir “salgan de la sombra”, lo que situará a muchas de estas personas del otro lado de la ley. A fin de cuentas se les prohibirá el acceso al trabajo público y el servicio en las instituciones municipales. Además, por el mero hecho de carecer de documentos de registro militar, estos ucranianos son presa fácil y apetecible para todo tipo de patrullas, policías e informadores. Según estimaciones aproximadas, en Ucrania puede haber actualmente cerca de un millón de personas en esta situación.

 Con anterioridad a la adopción de esta ley, la detención de personas directamente en las vías públicas, bastante frecuente, seguía siendo una acción ilegal por parte de las autoridades. Esto otorgaba a los ucranianos la posibilidad de protegerse mediante mecanismos legales. Ahora esa oportunidad de protegerse de las arbitrariedades de las autoridades ha desaparecido.

 Al mismo tiempo, las autoridades ya no están obligadas a entregar efectivamente una citación personal. Ahora su “no entrega” está legalizada: el servicio postal pondrá el sello de “no entregada” ¡y eso indicará oficialmente que el ciudadano la ha recibido!

 Como ya he mencionado en otras ocasiones, las personas que no cumplan los requerimientos de la nueva ley pueden verse privadas del derecho a conducir un vehículo, detenidas por la policía, llevadas al Centro Territorial de Reclutamiento y multadas. Al mismo tiempo, ¡la presentación de un recurso por parte de un ciudadano contra una decisión judicial sobre su sanción no suspende el efecto de la decisión recurrida! Se trata de un absurdo jurídico evidente, cuya consecuencia será el destino destrozado de muchas personas debido a decisiones judiciales a menudo ilegales y, además, no ejecutables: en esencia, esta ley anuló el derecho de una persona a un juicio justo y el derecho de apelación.

 Además, sin cartilla militar, a los convocados a filas no se les expedirá pasaporte en el extranjero. Esto también se aplicará a los jóvenes a partir de 18 años que salieron de Ucrania antes de cumplir la mayoría de edad. Es decir, para poder recibir documentos ucranianos en el extranjero, deben ir a Ucrania a por un documento de registro militar. Pero como después no podrán salir de Ucrania, esto no tiene sentido. Además, la nueva ley estipula que no sólo los servicios de pasaporte, sino también todos los servicios consulares en el extranjero para todos los hombres de 18 a 60 años de edad se prestarán únicamente previa presentación de una tarjeta de identidad militar.

 Para las decenas de miles de ucranianos que carecen de tarjeta militar, se ha vuelto imposible acceder a los servicios consulares sin regresar a Ucrania.

 Incluso antes de la aprobación de la ley, miles de compatriotas solicitaron a sus consulados y otras agencias gubernamentales en el extranjero la renovación de sus pasaportes por adelantado, sin lo cual la legalización de su situación en los países de la Unión Europea es problemática. Esto hizo que se formaran enormes colas en los países que acogen a muchos refugiados ucranianos: Polonia, República Checa y Alemania entre otros. La gente pensaba que si solicitaban los documentos antes de la entrada en vigor de la nueva ley, podrían obtener el pasaporte sin la presentación de la cartilla militar.

 Sin embargo, el 23 de abril las autoridades ucranianas impusieron la prohibición de expedir documentos, antes incluso de la entrada en vigor de la ley: una orden del Ministerio de Asuntos Exteriores de Ucrania “suspendía temporalmente la actuación de operaciones consulares para las solicitudes de varones ucranianos entre 18 y 60 años”. Esta es la prueba de fuego más clara del objetivo de la nueva ley de movilización: el regreso y envío a la guerra de miles de ucranianos que no quieren participar en ella.

 Cada vez hay más hombres ucranianos desesperados por abandonar el país, reacios a morir por servir a los propósitos egoístas de otra persona.

 Según la BBC, solo en 2023 más de 90 ucranianos murieron en las montañas de Rumanía cuando intentaban cruzar ilegalmente la frontera de ese país con Ucrania y huir de la guerra y 24 murieron ahogados al tratar de escapar a nado cruzando la frontera que marca el río Tisa. Se estima en decenas de miles los que consiguieron abandonar Ucrania.

 Cumpliendo los «preceptos» del jefe de la OTAN, Stoltenberg, de que la guerra en Ucrania «debe durar unos años más», las autoridades ucranianas también han centrado el efecto de esta ley en la generación más joven, los menores de 18 años: según las estimaciones más conservadoras, hoy en día quedan en Ucrania alrededor de medio millón de jóvenes entre 15 y 18 años. Además, también se tienen en cuenta varios cientos de miles de estudiantes ucranianos. Así pues, estamos hablando del futuro próximo de casi un millón de jóvenes ucranianos, todavía potencialmente una «fuerza viva», que, según las autoridades, se utilizará junto con las armas suministradas al país.

 En la actualidad, el país se está convirtiendo en una inmensa prisión para su propia población, atrapada en su interior, privada de derechos civiles, en el que las autoridades tratan de hacer regresar, por las buenas o por las malas, a quienes consiguieron escapar.

 Pero, como en cualquier prisión, hay una oficina del comandante, guardias y una porción privilegiada de los “prisioneros”. Un detalle muy importante de la ley es que divide abiertamente en “dos categorías” a los varones susceptibles de reclutamiento: quienes están a resguardo de la movilización… y quienes no lo están.

 Así, se garantiza la exención de la movilización a todos los miembros de la policía, los servicios especiales y otras fuerzas y cuerpos de seguridad; un mínimo de 300.000 adultos armados, la mayoría encargados de cazar a sus conciudadanos, suprimir la disidencia y llevar a cabo funciones policiales punitivas.

 Además de estos, todos los representantes de la autoridad pública, incluyendo diputados, ministros, sus asistentes y demás, así como no solo los empleados de las empresas de importancia estratégica, sino también sus propietarios (en Ucrania, por regla general, son los oligarcas) están fuera de las listas de reclutamiento. Es demasiado obvio entender para quién fue escrita dicha norma: el régimen oligárquico gobernante se ha eximido a sí mismo de la movilización en la persona de los altos funcionarios y oligarcas, así como a su apoyo coercitivo personalizado en la policía y los servicios especiales.

 Hay un detalle importante. Así como protegía de la movilización a jueces, investigadores y fiscales, el legislador no hizo lo mismo con los abogados. ¿Por qué razón? La respuesta es sencilla: las autoridades no necesitan a aquellos que podrían y deberían proteger a la ciudadanía de las arbitrariedades; las autoridades necesitan que la gente sienta miedo e indefensión.

 No es la minoría rica la que será enviada a la trituradora de carne que es la guerra, sino la mayoría pobre: los desempleados, obreros, campesinos, profesores, médicos, oficinistas… Ahora, con la aprobación de la nueva ley, el número de hombres privados de los derechos humanos básicos que serán atrapados, como en una cacería, y enviados al frente, aumentará sobremanera.

 Los beneficios de quienes se benefician de esta guerra también aumentarán sobremanera, como ya he escrito muchas veces. Esta enorme cantidad de dinero se repartirá entre el complejo militar-industrial, sus lobistas del establishment estadounidense y europeo y la cúpula oligárquica ucraniana.

 Roger Waters, líder de la banda Pink Floyd, ha dicho sobre las razones para esta guerra:

 “Lo mejor que les ha pasado [a los capitalistas] en los últimos diez años es el conflicto de Ucrania. Permitieron que ocurriera por el enorme beneficio que supone para los negocios. Ellos hacen dinero con las guerras. Entre otras cosas, fabrican armas, las venden y obtienen beneficios. No somos las personas corrientes como tú y como yo quienes invierten en la industria militar, sino los peces gordos. Y en tiempos de guerra sus ganancias se disparan”.

 Los ucranianos de a pie solo obtendrán más muertes y desgracias.

 Maxim Goldarb es presidente de la Unión de Fuerzas de Izquierda-Por un Nuevo Socialismo.

Traducido del inglés para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

https://rebelion.org/esta-ucrania-convirtiendose-en-un-gueto/

 Y ver  ..https://www.publico.es/internacional/escalada-belica-rusa-pone-jaque-nueva-ayuda-occidental-ucrania.html#md=modulo-portada-bloque:2

 Nota del   blog .- 

 Recordemos que en la Ucrania  de Kiev tenia que haber convocatoria de elecciones  generales esta  primavera y no se hicieron . Y esta bajo estado  de excepción .Y   ahora con la nueva ley de reclutamiento  el Gobierno de Kiev solicitó al Consejo de Europa la suspensión parcial de algunas cláusulas del Convenio Europeo   Derechos Humanos y Libertades en el país "debido a la ley marcial". Kiev hizo esto para reclutar al frente a más ciudadanos, .Según un documento publicado en el sitio web del Consejo de Europa, los artículos en cuestión son los que garantizan la inviolabilidad del domicilio, la confidencialidad de la correspondencia, la no injerencia en la vida privada y familiar, la libertad de circulación y los derechos a la libertad de pensamiento y expresión.

domingo, 28 de abril de 2024

El lenguaje del control político .


El lenguaje del control político

Robert Skidelsky .

25/04/2024


La gran contribución de George Orwell a la literatura distópica no fue su descripción del Estado de vigilancia moderno, sino su idea de que si todo el mundo utilizara únicamente el lenguaje aprobado por el Estado, la vigilancia sería superflua. La diferencia hoy es que la neolengua ha surgido de los propios mecanismos de la democracia liberal.

El lenguaje determina nuestro pensamiento y nuestra percepción del mundo y, en consecuencia, lo que ocurre en él. Por eso me preocupa menos el preocupante estado del mundo actual que las palabras que utilizamos para describirlo.

Por ejemplo, utilizamos la palabra "guerra" para describir un fenómeno que existe independientemente del término que le demos. Pero si constantemente describimos y percibimos el mundo como hostil, tiende a serlo. Del mismo modo, declarar que estamos al borde de la Tercera Guerra Mundial, como hacen muchos hoy en día, podría convertirse en una profecía autocumplida.

Empecé a contemplar el impacto de la evolución del lenguaje en el pensamiento en la década de 1970, tras leer el ensayo de George Orwell "La política y la lengua inglesa". En aquel momento, me sorprendió la creciente vaguedad de nuestro lenguaje político.

Orwell escribió en 1946 que los terribles acontecimientos de su época -las atrocidades masivas del nazismo, el comunismo soviético y los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki- hicieron necesario el uso del doble lenguaje como agente adormecedor. "El discurso político y la escritura", escribió, "son en gran medida la defensa de lo indefendible". Como ejemplo, Orwell citó los términos eufemísticos "traslado de poblaciones" y "rectificación de fronteras", utilizados para describir la reubicación forzosa de millones de personas.

Orwell consideraba estos absurdos eufemísticos como una enfermedad de la democracia. "Cuando uno observa a algún cansado chapucero en el estrado repitiendo mecánicamente las frases familiares", escribió, "a menudo tiene la curiosa sensación de que no está observando a un ser humano vivo, sino a una especie de maniquí".

En la década de 1970, muchos escritores compartían la preocupación de Orwell por el deterioro del lenguaje público. Aunque el mundo había mejorado indudablemente desde la década de 1940, la proliferación de eufemismos se había intensificado. Paul Johnson caracterizó esta tendencia como el "esfuerzo de los bienintencionados por evitar herir los sentimientos de los demás". ¿Por qué, me preguntaba, nos hemos vuelto tan sensibles?

La vaguedad del lenguaje público ha aumentado notablemente en las últimas décadas. Consideremos, por ejemplo, el objetivo de la Royal Society of Arts de fomentar un mundo "resiliente, reequilibrado y regenerativo", o el compromiso de Ian Hogarth, como responsable del Grupo de Trabajo sobre el Modelo de IA de la Fundación del Gobierno británico, de forjar una política "matizada" que "gestione los riesgos a la baja y proteja al mismo tiempo las ventajas de esta tecnología".

Este tipo de declaraciones plantean una pregunta: ¿Reciben los profesionales de la comunicación pública manuales llenos de adjetivos, acrónimos y frases hechas para construir oraciones "unidas como secciones de un gallinero prefabricado", como las describió Orwell, o se limitan a imitar lo que perciben como las mejores prácticas del sector?

En su novela distópica 1984, Orwell explora cómo la manipulación del lenguaje puede controlar el pensamiento, imposibilitando así los "delitos de pensamiento". Sin duda, las telepantallas del Gran Hermano, sucesoras del panóptico de Jeremy Bentham, representan una forma tecnológicamente avanzada de vigilancia que presagia las omnipresentes cámaras de circuito cerrado de televisión de hoy en día.

Pero la mayor contribución de Orwell a la literatura distópica no fue su descripción del estado de vigilancia moderno, sino más bien la "jerga noticiosa": Si todo el mundo utilizara únicamente las palabras aprobadas por el Gran Hermano, las leyes y la vigilancia serían superfluas.

Winston Smith, el protagonista de la novela, tiene la misión de reescribir la historia. Sus tareas incluyen modificar las noticias de ayer para adaptarlas a los últimos cambios políticos, eliminar inscripciones, estatuas, lápidas y señales de tráfico obsoletas y quemar libros viejos. Mientras tanto, su colega Syme es responsable de "destruir [cientos de] palabras" cada día o traducirlas al Newspeak, el único idioma "cuyo vocabulario se reduce cada año". Como explica Smith: "Al final, haremos que el delito de pensamiento sea literalmente imposible, porque no habrá palabras para expresarlo".

Orwell consideraba la purificación del pensamiento a través del lenguaje como un sello distintivo del totalitarismo. Pero como demuestra la "cancelación" o avergonzamiento de individuos por usar un lenguaje "inapropiado", ni siquiera las democracias son inmunes a tales prácticas. En su novela de 1978 1985, el escritor británico Anthony Burgess observaba: "Si yo, escritor, utilizo palabras que traicionan incluso la discriminación gramatical, corro el riesgo de ser castigado legalmente".

Aunque gran parte de la vigilancia lingüística actual representa un intento deliberado de ingeniería social, esto es sólo una parte de la historia. A lo que nos enfrentamos no es a una jerga generada por el Estado, sino a un vocabulario políticamente correcto que ha surgido de los propios mecanismos de la democracia liberal. En Democracia en América, Alexis de Tocqueville advertía contra el poder incontrolado de la mayoría en una sociedad libre de las restricciones tradicionales y dedicada a la igualdad. En las sociedades tradicionales, señalaba, "se acuñan pocas palabras nuevas, porque se hacen pocas cosas nuevas". Por el contrario, los países democráticos abrazan el cambio por sí mismo, una característica evidente no sólo en su política sino también en su lenguaje.

Además, Tocqueville observó que esas sociedades tienden a asignar títulos grandiosos a ocupaciones modestas, aplicar jerga técnica a objetos cotidianos, cambiar el significado de las palabras para que se vuelvan ambiguas y sustituir las expresiones idiomáticas por otras abstractas. Afirma: "Preferiría que el idioma se volviera espantoso con palabras importadas de los chinos, los tártaros o los hurones, a que el significado de las palabras de nuestro idioma se volviera indeterminado".

A diferencia de la sociedad estadounidense ampliamente homogénea que describió Tocqueville, los excesos lingüísticos actuales no están impulsados por la tiranía de la mayoría. Por el contrario, son iniciados por las minorías, o por grupos de presión que afirman hablar en su nombre, en busca de un "reconocimiento igualitario" de sus identidades inherentes o elegidas. Este cambio impone a los forasteros la obligación moral de utilizar un lenguaje que evite causar "angustia mental" a los miembros de estos grupos minoritarios.

Los gobiernos democráticos empiezan a regular el lenguaje para evitar que la angustia se convierta en desorden político. En consecuencia, se ha introducido en los libros de leyes la categoría de "delito de odio".

Pero el mayor problema de la retórica democrática actual es su tendencia a enmarcar las relaciones internacionales en términos morales, dividiendo el mundo en países "buenos" y "malos". Aunque esta dicotomía puede levantar la moral, obstaculiza los esfuerzos por alcanzar la paz mundial. Como observó el historiador británico A.J.P. Taylor, "Bismarck libró 'guerras necesarias' y mató a miles de personas; los idealistas del siglo XX libran guerras 'justas' y matan a millones".

https://www.sinpermiso.info/textos/el-lenguaje-del-control-politico



jueves, 25 de abril de 2024

El ataque iraní lo cambia todo en Oriente Medio

 

El mensaje iraní lo cambia todo en Oriente Medio

En respuesta a la provocación de Israel, Irán ha logrado traspasar la defensa más sofisticada del mundo con una docena de misiles y ni siquiera de los más modernos

 Rafael Poch

24/04/2024

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 La luz verde del Congreso de Estados Unidos al paquete de ayuda militar a Ucrania, además de al genocidio israelí en Gaza y a la confrontación militar con China en Taiwán (61, 23 y 8 millardos de dólares, respectivamente), ha sido una noticia inequívocamente mala para Moscú. Por razones de política interna, los republicanos y demócratas de Estados Unidos estaban enfrascados en una disputa sobre esa ayuda. Los rusos contaban con que el asunto se demorara varios meses más, pero al final se ha resuelto gracias a un giro que fue determinado, al parecer, por los intereses electorales de Trump.

 En cualquier caso, más dinero para Ucrania marca un paso más en la escalada intervencionista occidental en el conflicto. Las armas servirán para atacar territorio ruso y Crimea con misiles de mayor alcance (los británicos quieren destruir el puente que comunica la península con Rusia) y, quizás, para contener la actual situación en el frente, caracterizada por pequeños pero continuados avances rusos. Pero a menos que la intervención militar occidental –que ya es un hecho conocido y admitido en inteligencia electrónica, de satélites, manejo de baterías antimisiles, consejeros y demás– se decida a enviar tropas regulares a combatir directamente, como ha sugerido en una ilusa improvisación el presidente francés, Emmanuel Macron, para lo único que servirá esa ayuda será para alargar la perspectiva de la carnicería, con más víctimas ucranianas y rusas.

 En Occidente se reconoce que la ayuda no permitirá a Ucrania tomar la iniciativa militar, pero se cree que manteniendo la sangría hasta el último ucraniano se debilita a Rusia y se acabarán creando condiciones para una negociación menos favorable para Moscú. Muchos ya se han hecho a la idea de que Ucrania tendrá que admitir renuncias territoriales, como las hizo Finlandia en 1940, tras la guerra de invierno (algo que se asume en The Economist y en el Financial Times), pero creen que, a cambio, Rusia tendrá que admitir la pertenencia de lo que quede de Ucrania a la OTAN, cosa que es muy difícil que Moscú acepte porque equivaldría a admitir que la guerra no ha servido para nada. Por eso, y teniendo en cuenta la falta de efectivos que sufre el ejército ucraniano y la manifiesta caída del entusiasmo por morir por la patria que se detecta entre la población, con centenares de miles de hombres en edad militar huidos del país, el principal efecto de la ayuda aprobada será alargar un poco más la contienda en la que, hoy por hoy, Ucrania se lleva la peor parte, con mayor sacrificio y sufrimiento para su población.

 Ha sido en el frente de Oriente Medio donde se ha producido el verdadero cambio. En su loco intento por ampliar la guerra e implicar directamente a Estados Unidos en ella, Israel atacó el 1 de abril la embajada iraní en Damasco. Fue una provocación que violó uno de los principios más sagrados del derecho internacional. Irán tenía que responder para salvar las apariencias ante su propia población y ante sus socios y aliados en la región. Así que por primera vez Irán respondió con un ataque, no desde el extranjero y utilizando a sus organizaciones afines en la región, sino abiertamente y desde su territorio nacional. Pero lo hizo con la inteligencia que caracteriza a su anciana y milenaria tradición política y sin perder su demostrada prudencia estratégica. Y ese ejercicio sutil ha sido un éxito rotundo que cambia muchas cosas en Oriente Medio.

 En primer lugar, el régimen de los ayatolás avisó de que respondería renunciando a toda sorpresa y dando tiempo al adversario para prepararse. Lanzó 320 proyectiles, la mayor parte de ellos drones, pero también algunos misiles, exclusivamente contra objetivos militares señalados y anunciados con antelación, lo que parece un sinsentido militar, pero, al contrario, contiene la esencia de todo el asunto. Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y Alemania, que dieron por bueno el ataque a la embajada de Damasco y el asesinato de altos cargos iraníes, se apresuraron a condenar la respuesta. Además sumaron también sus medios militares para proteger a Israel del anunciado ataque. Es decir: los medios de radar, información e interceptación antiaéreos y antimisiles más sofisticados y modernos del mundo se sumaron a la famosa “cúpula de hierro” israelí en la prevención del ataque iraní. Los sistemas antimisiles y antiaéreos se emplazan para proteger instalaciones, infraestructuras y bases militares concretas, pero Israel es un país pequeño y su sistema es “nacional” en el sentido de que protege a todo su territorio. Otros países árabes colaboraron también en la detección y Jordania, además, en la eliminación de algunos aparatos. La suma de todo ello es lo máximo de lo máximo. Pues bien: los misiles iraníes traspasaron esa barrera. El exembajador de Estados Unidos en Arabia Saudí Chas Freeman dice que uno de ellos impactó en la piscina del club de oficiales de la base objetivo del ataque que había sido prudentemente evacuada. La mayoría de los drones fueron interceptados –informando así a los iraníes de la localización de las baterías de la “cúpula de hierro”– pero no así los misiles, que ni siquiera eran los más modernos y veloces de que dispone Irán. Freeman estima que el coste de todo lo que Irán lanzó contra Israel el día 13 de abril asciende a unos 20 millones de dólares, mientras que todo lo que se lanzó para interceptarlo ascendería a unos 1.300 millones de dólares. Si solo fuera una cuestión de dinero sería casi anecdótico. El verdadero mensaje de la sutil respuesta iraní es mucho más grave y crudo: se ha logrado traspasar la defensa más sofisticada del mundo con una docena de misiles y ni siquiera de los más modernos y veloces. Irán dispone de miles de misiles más modernos, incluidos misiles hipersónicos, así que si Israel se empeña en escalar, la próxima vez le podrían llover no una docena sino 1.500 misiles. Con el actual potencial militar iraní, bien protegido en infraestructuras subterráneas enterradas en montañas, ni siquiera el uso del arma nuclear contra Irán libraría a Israel de una destrucción total y catastrófica con misiles convencionales, teniendo en cuenta el tamaño del país. Y eso no es todo, Freeman dice que Arabia Saudí y Emiratos Árabes advirtieron a Washington de que no consentirían la utilización de las bases militares de Estados Unidos en su territorio para ataques contra Irán. Todo eso, y sin contar con el hecho de que, naturalmente, avanzan en Teherán las presiones dentro del régimen iraní para hacerse con la bomba atómica –algo que los expertos rusos aseguran que, técnicamente, está al alcance de la mano y es solo una cuestión de mera voluntad política– lo cambia todo para Israel y Estados Unidos en Oriente Medio.

 Hemos citado   en otro lugar (1) que, dejando de lado la criminal demencia que todo esto dibuja, la situación general del mundo se está haciendo particularmente delicada para Washington. Incluso despejando el catastrófico escenario que una guerra nuclear supone para el conjunto de la humanidad y limitándose a un conflicto convencional, Estados Unidos podría perder una guerra si tuviera que actuar en tres frentes simultáneamente. En tal caso, la situación exigiría, en palabras de un ex alto funcionario, que “Estados Unidos tenga que ser fuerte en cada uno de los tres escenarios bélicos, mientras que sus tres adversarios –China, Rusia e Irán– solo tienen que ser fuertes en su propia región para alcanzar sus objetivos”. Y eso es, precisamente, lo que estamos viendo aquí y ahora..

https://ctxt.es/es/20240401/Firmas/46240/rafael-poch-iran-israel-misiles-estados-unidos.htm#md=modulo-portada-bloque:4col-t2;mm=mobile-big..


 NoTA (1) El año 24: Gaza, Ucrania y Eurasia en la crisis del declive occidental – Rafael Poch de Feliu

lunes, 22 de abril de 2024

Las democracias liberal imperiales son genocidas ..

 

El genocidio en Gaza y el suicidio de las democracias liberales



 

Una investigación de la revista israelí +972 Magazine junto con Local Call denunció a principios de abril el uso por parte de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) de inteligencia artificial (IA) para seleccionar objetivos militares en Gaza. El artículo resultante, recogido por otros medios internacionales, explicaba cómo el Ejército israelí ha desarrollado un programa basado en IA, llamado Lavender, con el que realiza una vigilancia social masiva a los habitantes de Gaza. Dicho programa selecciona y determina qué personas han de constituir objetivos a batir por su supuesta pertenencia a Hamás o a la Yihad Islámica, basándose en algoritmos que relacionan sus características con las probabilidades de ser militantes de la resistencia palestina.

Teóricamente, Lavender debe estar supervisado por agentes del servicio de inteligencia de las FDI para validar la corrección de sus resultados. Sin embargo, la realidad es que, como cuentan los testimonios de los propios agentes recogidos por +972 Magazine, esto no siempre es así. ¿El resultado? Los bombardeos para asesinar a personas que pasan a ser sospechosas por decisión de una máquina con un 10% de margen de error se han traducido en un aumento de las víctimas civiles por lo indiscriminado de su acción. Con su aplicación, se pierde el principio de proporcionalidad que debe regir la guerra y se difuminan las responsabilidades militares.

Que te asesinen producto de la decisión de un algoritmo o de un ser humano seguramente sea indiferente. El hecho atroz está ahí y los crímenes de guerra también. Lo que plantea la introducción de la IA es un debate ético, pero también legal, sobre las responsabilidades bélicas de los Estados y de quienes los comandan. Igual que la guerra con drones dirigida desde la pantalla de un ordenador en un lugar lejano al campo de batalla despersonaliza la sensación de asesinato para quien lo ejecuta, la IA ayuda a quienes dirigen una ofensiva –en este caso un genocidio contra los gazatíes– a exculparse a sí mismos, y tal vez también a exculparse ante el mundo, del asesinato indiscriminado de civiles. Las víctimas que caen como «daños colaterales», el famoso eufemismo que EE.UU. acuñó en la guerra de Vietnam, pero que rescató con fuerza en 2003 en Irak, se encuentran, por tanto, ante la distopía de una guerra donde quienes deciden su asesinato ni siquiera tienen forma humana.

Esta nueva realidad supone un desafío para el Derecho Internacional y el ejercicio de la justicia. Pero también debería abrir un profundo debate ético sobre cómo las transformaciones en la manera de hacer la guerra, con un uso cada vez mayor de la tecnología para asesinatos selectivos al margen de un conflicto declarado, la privatización de las operaciones o la difuminación de la distinción entre guerra y paz en aras de la lucha antiterrorista está provocando desde hace tiempo que los Estados de excepción se vuelvan norma y que las democracias liberales irrespeten muchos de los principios sobre los que dicen sustentarse. Un ejercicio que la investigadora francesa, Amélie Férey, ayuda a realizar con su libro Assassinats ciblés. Critique du libéralisme armé (Asesinatos selectivos. Crítica del liberalismo armado), poniendo el foco en las tensiones entre la praxis de una guerra que se difumina y evoluciona tecnológicamente y los discursos morales de un liberalismo que trata de justificar las rupturas éticas y legales que esto comporta.

El histórico conflicto árabo-israelí ha pasado en poco tiempo de ser una guerra latente donde Israel aplicaba asesinatos selectivos a líderes de Hamás bajo justificación preventiva a ser una guerra abierta que seguramente llevará a sus responsables a los tribunales para responder por sus prácticas genocidas. De hecho, el genocidio de Israel en Gaza y la confrontación bélica del Estado sionista con Irán está desnudando la disociación entre los discursos y la realidad de los Estados que se presentan ante el mundo como paradigmas democráticos valedores de la legislación internacional. El recurso a significantes vacíos por parte de algunos analistas que destacan que Israel es la «única democracia» de Oriente Medio, como si la formalidad democrática de sus instituciones le impidiera ser responsable de algunos de los mayores crímenes en lo que va de este siglo XXI, es una muestra del intento de justificar lo injustificable. Sus hechos no sostienen sus palabras. Como EE.UU. (su gran aliado y protector) lleva demostrando desde finales del siglo XIX, las democracias liberales pueden «exportar democracia» a base de bombas o invasiones militares a terceros países sin perder su marchamo democrático. Al menos, ante sus propios ojos; la opinión de los pueblos agraviados seguramente es muy distinta.

A esta hipocresía selectiva, capaz de denunciar y pedir más sanciones para Irán por el bombardeo de respuesta al ataque israelí a su embajada en Damasco, mientras no hace lo propio para poner contra las cuerdas al Estado de Israel, se suma también la Unión Europea (UE), cuyo proceder está escribiendo páginas para la historia de la infamia, sobre todo desde la invasión rusa a Ucrania de 2022. «Irán es una teocracia que vulnera los derechos humanos, entre ellos los de las mujeres», nos recuerdan improvisados analistas de la geopolítica desde tertulias varias cuando les toca opinar de realidades que les quedan muy lejanas, tanto física como mentalmente. Su línea argumental se resume en la trampa de enfocar la atención en los aspectos formales de un sistema político determinado abstrayéndolo de su praxis real, tanto dentro de sus fronteras como más allá.

La afirmación subrepticia «Irán malo, Israel bueno» sirve para relativizar y justificar los crímenes de guerra de Israel, impidiendo, de paso, toda posibilidad de comprensión de este conflicto y de sus actores. Antes se hizo lo mismo con la guerra entre Rusia y Ucrania, donde proliferaron, y siguen proliferando, dicotomías infantiloides y análisis sin un mínimo de perspectiva histórica. En una simplificada lucha del bien contra el mal se resume el análisis de la política internacional para consumo de masas, a las que, por supuesto, se trata de convencer de que estamos ante guerras justas, en las que Occidente lucha por sus valores, se defiende de los bárbaros y combate por la victoria final del nuevo mundo libre. La misma lógica de la Guerra Fría pero ahora transmutada en una nueva conceptualización del enemigo que ya no es comunista –aunque el comunismo siempre está ahí, al lado de los malos– sino «iliberal».

Lo que no parecen querer entender ni Israel, ni EE.UU. ni la UE es que cuanto más se vanaglorien de su carácter democrático, sus principios y valores distintivos o de la superioridad de sus instituciones, para justificar de manera solapada sus intereses económicos y geopolíticos a costa de cientos de miles de vidas humanas inocentes, más están socavando todos esos principios que dicen defender. Y más se están desacreditando ante los ojos de un mundo que va mucho más allá de lo que nuestros medios en Europa nos quieren mostrar. El genocidio en Gaza nos permite ver claramente que las amenazas a la democracia liberal y el desmoronamiento del «orden internacional basado en normas» que el liberalismo logró establecer como consenso colectivo después de la Segunda Guerra Mundial se explican mejor por la incoherencia de sus postulados y su aplicación selectiva por parte de los Estados autodenominados democráticos que por el cuestionamiento de sus viejos o nuevos enemigos.

Fuente: https://www.lamarea.com/2024/04/19/el-genocidio-en-gaza-y-el-suicidio-de-las-democracias-liberales/

sábado, 20 de abril de 2024

¿Desaparición del derecho internacional? .

¿Desaparición del derecho internacional?

 Por Hedelberto López Blanch

 20/04/2024  

 Varios injustificables sucesos apuntan a que últimamente en el mundo se han pisoteado las leyes del derecho internacional, casi siempre de la mano de Estados Unidos, cuyo decadente imperio se niega a desaparecer.

 En esta ocasión me referiré a solo cuatro de esos hechos que atestiguan las violaciones a la Carta de Naciones Unidas, la Convención de Viena (establece la inmunidad de las misiones diplomáticas) y cualquier tratado de orden mundial. Es el “orden basado en reglas” que quiere imponer Occidente al resto del mundo.

 El 26 de septiembre de 2022 ocurrió un sabotaje a los gasoductos Nord Stream 1 y Nord Stream 2 y varias investigaciones, entre las que se encuentra las del periodista norteamericano Seymour Hersh, señalan que con el afán de controlar a la Unión Europea y sobre todo a Alemania, Joe Biden autorizó la voladura de los gasoductos.

 Las tuberías que van por el fondo del mar Báltico divididas en dos ramales, tenían como objetivo transportar hasta 110 000 millones de metros cúbicos de gas natural por año desde Rusia a Alemania, pasando por las aguas territoriales de Dinamarca, Finlandia, Alemania, Rusia y Suecia.

 Desde mucho antes del inicio de la operación militar especial de Rusia contra Ucrania, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden y el Pentágono apostaron por debilitar económicamente a Moscú, utilizar a Kiev como punta de lanza, controlar aún más a la Unión Europea y sacar grandes dividendos con las ventas de armas y del gas que produce en su territorio con la técnica de esquisto.

 Bajo presión estadounidense, Suecia, Dinamarca y Alemania han desechado continuar con la investigación.

 Desde el punto de vista del derecho internacional, el atentado contra los Nord Stream es ilegal, aunque se cometiera en el marco de un conflicto bélico, según explicó  el especialista en derecho internacional Stefan Talmon, quien significó que «los gasoductos son un proyecto de infraestructura civil, y de acuerdo con los estatutos de Roma, del Tribunal Penal Internacional, la destrucción de infraestructura civil es incluso un crimen de guerra”.

 El segundo deleznable hecho ha sido el genocidio que comete Israel desde el 7 de octubre de 2023 contra la indefensa población civil palestina que ha arrasado con sus indiscriminados bombardeos la Franja de Gaza y provocado cerca de 34 000 muertos, más de 100 000 heridos y alrededor de 10 000 desaparecido bajo los escombros.

 Una gran parte de la comunidad internacional lleva meses pidiendo un alto al fuego que detenga el genocidio que comete Israel contra los palestinos en la Franja de Gaza.

 Washington lleva décadas impidiendo todo tipo de castigo a Israel o lo que es igual, permitiendo una completa impunidad a las masacres que realiza el régimen sionista.

 Estamos ante el genocidio más grande contra un pueblo ocurrida en el siglo XXI mientras la ONU ha sido incapaz de detenerla a la par que Estados Unidos se ha convertido en el principal gestor de esa masacre al ofrecerle enorme financiamiento y de armamento a Israel para que continúe asesinando a mujeres, niños y ancianos indefensos.

 Un tercer evento inaceptable ocurrió el primero de abril cuando aviones de combate israelíes bombardearon la sección consular de la embajada iraní en Damasco, Siria. El ataque dejó 13 muertos, entre ellos siete miembros del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI) de Irán que se encontraban en una misión de asesoramiento.

 La embestida terrorista violó la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, que garantiza en sus artículos la inviolabilidad de los locales consulares.

 De acuerdo al tratado internacional, promulgado en abril de 1961, los locales de las misiones diplomáticas son inviolables, es decir, los edificios o las partes de los edificios, sea cual fuere su propietario, utilizados para las finalidades de la misión, incluyendo la residencia del jefe de la misión, así como el terreno destinado al servicio de esos edificios o de parte de ellos.

 El ataque provocó la muerte de miembros de alto rango del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC, por sus siglas en inglés), vinculado al ejército de Irán, incluidos los generales de brigada Mohammad Reza Zahedi y Mohammad Hadi Hajj Rahimi. En el edificio del consulado se ubicaba la residencia del embajador iraní Hossein Akbari, quien no resultó herido durante el ataque.

 El cuarto acontecimiento fue el asalto de la policía ecuatoriana a la embajada de México, ordenado por el presidente derechista Daniel Noboa, con el objetivo de detener al exvicepresidente ecuatoriano, Jorge Glas quien había recibido asilo político en esa sede diplomática.

 Durante el asalto, el jefe de Cancillería y Asuntos Políticos de la embajada mexicana en Quito, Roberto Canseco, fue empujado y maltratado por los agentes. Además, varios diplomáticos resultaron heridos.

 En este contexto, el Gobierno de México rompió relaciones diplomáticas con Ecuador, denunciando «la flagrante violación de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas y las lesiones sufridas por el personal diplomático mexicano en Ecuador”.

 Son solo cuatro ejemplos de ese orden mundial basado en reglas que quieren imponer los dirigentes de Estados Unidos y de la Unión Europea que de lograrlo desaparecería el derecho internacional para la mayoría de los países y pueblos del planeta. 

 Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano, especialista en política internacional..

https://rebelion.org/desaparicion-del-derecho-internacional/..

 y ver  ...

https://www.eldiario.es/internacional/ahmed-abofoul-occidente-distorsionando-ley-internacional-servicio-israel_128_11260837.html


  y ver..

https://www.voltairenet.org/article220753.html

jueves, 18 de abril de 2024

El fin de la inocencia .

 El fin de la inocencia

  17 abril, 2024

 

Frédéric Lordon

 

A veces somos bendecidos con inesperados momentos de verdad. «El pescado se pudre por la cabeza», declaró el primer ministro francés Gabriel Attal cuando se abalanzó sobre la última invención del bando del apoyo incondicional: arremetía contra la supuesta corrupción moral del activismo estudiantil contra la guerra de Gaza en el «elitista» Institut d’études politiques de París. Una declaración milagrosamente acertada de una boca típicamente llena de falsedades. Que el pescado se pudre por la cabeza es incluso doblemente cierto. Porque la cabeza puede entenderse en un sentido metafórico: como representación de los gobernantes y, más en general, de los dominadores. En este sentido, sí, la podredumbre está ahora en todas partes. Y también puede entenderse en un sentido metonímico: como las operaciones del pensamiento y, en el caso que nos ocupa, la decadencia de esas operaciones. Más aún: el colapso de las normas que supuestamente las rigen.

 Tal colapso no es atribuible a la mera estupidez (que rara vez constituye una buena hipótesis), sino más bien a la estupidez interesada. Porque, aunque sea a través de una amplia mediación, los intereses materiales son en última instancia determinantes de la inclinación a pensar de una manera y a prohibir pensar de otra. Aquí es donde la cabeza podrida del pez articula su doble significado: la violencia del frente burgués (metáfora) desatada en la imposición de sus formas de pensamiento (metonimia).

 ¿Por qué se ha desatado con una ferocidad que no se desataría, por ejemplo, en cuestiones de fiscalidad o de jornada laboral? ¿Qué hay en este acontecimiento internacional que tiene una resonancia tan poderosa en las coyunturas nacionales de clase? Una respuesta es que las burguesías occidentales consideran que la situación de Israel está íntimamente ligada a la suya. Se trata de una conexión imaginaria y semiconsciente que –mucho más que simples afinidades sociológicas– está impulsada por una afinidad subterránea que no puede sino negarse. Simpatía por la dominación, simpatía por el racismo, quizás la forma más pura de dominación, y por tanto la más excitante para los dominadores. Esta afinidad se acentúa cuando la dominación entra en crisis: una crisis orgánica en el capitalismo, una crisis colonial en Palestina, como cuando los dominados se rebelan contra viento y marea, y sus antagonistas están dispuestos a aplastarlos para reafirmar la dominación.

 Pero también existe una fascinación más profunda para la burguesía occidental. Fue Sandra Lucbert quien vio esto con penetrante perspicacia, planteando una palabra que creo decisiva: inocencia. La fascinación es por la imagen de Israel como figura de dominación en la inocencia. Dominar sin llevar la mancha del mal: ésta es quizá la fantasía última del dominante. Durante su juicio, el militante de izquierdas Pierre Goldman grita al juez: “Soy inocente, soy ontológicamente inocente y usted no puede hacer nada». Por muy diferentes que sean las circunstancias, sus palabras resuenan: después de la Shoah, Israel se estableció en la inocencia ontológica. Y, en efecto, los judíos fueron primero víctimas, víctimas en la cumbre de la historia de la violencia humana. Pero víctima, incluso a esta escala, no significa «inocente para siempre». La única manera de pasar de una a otra es mediante una deducción fraudulenta.

 La burguesía occidental retiene de todo esto sólo lo que le conviene. Le gustaría tanto entregarse a la dominación en la propia inocencia. Evidentemente, esto es más difícil, pero el ejemplo lo tienen delante de los ojos, y quedan hipnotizados por él, e inmediatamente atrapados en una solidaridad reflexiva.

 El ser humano tiene varias maneras de no enfrentarse a la violencia que ejerce. La primera consiste en degradar al oprimido: no es verdaderamente humano. En consecuencia, el daño que se les hace no es realmente malo y se preserva la inocencia. Sin duda, la más poderosa y común es la negación. Para eso se utiliza el término «terrorismo». Es una categoría diseñada para impedir el pensamiento, en particular el pensamiento de que ex nihilo nihil: que nada viene de la nada. Que los acontecimientos no caen del cielo. Que existe una economía de la violencia, que funciona sobre la base de una reciprocidad negativa. Y que podría resumirse en una paráfrasis del principio de Lavoisier: nada se pierde, nada se crea, todo vuelve. Los innumerables actos de violencia infligidos al pueblo palestino tenían que volver. Sólo aquellos cuya única operación intelectual es la condena tenían garantizado no ver venir nada de antemano ni entender nada después. A veces la incomprensión no es una debilidad del intelecto sino un truco de la psique: su imperativo categórico. Hay que no entender para no ver: para no ver una causalidad de la que uno forma parte -y por tanto no es tan inocente.

 Afirmar que todo empezó el 7 de octubre es una corrupción intelectual viciosa y característica de este tipo, que sólo una nación ontológicamente inocente podría suscribir, junto con todos aquellos que les envidian, y que adoran creer con ellos en efectos sin causa. Ni siquiera debería sorprendernos que algunos de ellos, como es el caso de Francia, sigan utilizando la palabra «terrorismo» contra los activistas climáticos –etiquetándolos de «ecoterroristas»– sin pestañear cuando deberían estar escondidos, consumidos por la vergüenza. Ni siquiera respetan a los muertos, cuya memoria pretenden honrar y cuya causa apoyan. Pero el «terrorismo» es el escudo de la inocencia occidental.

 El mal uso del término «antisemitismo» puede analizarse en términos similares. En sus desviaciones actuales (que obviamente no agotan todos los casos, ya que hay mucho antisemitismo auténtico) la acusación pretende deslegitimar a todos aquellos que desean reconocer la causalidad y, por tanto, poner en tela de juicio la inocencia.

 La putrefacción de la cabeza es ante todo esto: la corrupción interesada de las categorías y operaciones del pensamiento, porque lo que hay que proteger es demasiado valioso. La consecuencia es el rebajamiento –incluso se podría decir el envilecimiento– del debate público. No es casualidad que el pez podrido haya hablado por boca de Attal, ya que este envilecimiento es típico del proceso de fascistización en el que el macronismo, apoyado por la burguesía radicalizada, ha envuelto al país. Un proceso que podemos reconocer por el creciente imperio de la mentira, la tergiversación sistemática, incluso la fabricación descarada. Con –como es justo y apropiado, y siempre es el caso– la colaboración de los medios de comunicación burgueses.

 Sin embargo, todos los desmentidos y compromisos simbólicos, toda la intimidación y la censura, no harán nada para detener la implacable oleada de realidad de Gaza. Lo que el campo del apoyo incondicional está apoyando, y a qué precio, es algo que evidentemente ya no es capaz de ver. Para todo aquel que no haya perdido completamente la razón y mire con horror, la perdición ideológica –entre el racismo biológico y la escatología mesiánica– en la que se está hundiendo el gobierno de Israel no tiene fondo. Lo que podemos ver, y lo que ya sabíamos, es que los proyectos políticos escatológicos son necesariamente proyectos asesinos de masas.

Como ha argumentado Illan Pappé, el sello distintivo de la colonización cuando se basa en asentamientos es el deseo de eliminar la presencia de los ocupados –en el caso de los palestinos, ya sea mediante la expulsión-deportación o, como vemos ahora, mediante el genocidio. Aquí, como en otras ocasiones similares registradas por la historia, la deshumanización vuelve a ser el tropo justificativo por excelencia. Ahora hay innumerables ejemplos de ello, tanto de los portavoces oficiales israelíes como en la fangosa corriente de las redes sociales, asombrosos en su alegre monstruosidad y sádica exultación. Esto es lo que ocurre cuando se levanta el velo de la inocencia y, como siempre, no es un espectáculo agradable.

 Una característica de este paisaje de aniquilación que llama nuestra atención es la destrucción de cementerios. Así reconocemos los proyectos de erradicación: la dominación llevada hasta la aniquilación simbólica que, si es una paradoja, recuerda los términos del herema de Spinoza: «Que su nombre sea borrado de este mundo y para siempre». En este caso, no fue un gran éxito. Tampoco lo será aquí.

 Lo que estamos presenciando es un suicidio moral. Nunca antes se había producido un despilfarro tan colosal del capital simbólico que se creía inexpugnable, que se había acumulado tras la Shoah. Resulta que se acerca la hora del ajuste de cuentas simbólico para todos, especialmente para este proyecto colonial que se autodenomina Occidente y pretende tener el monopolio de la civilización, pero que ejerce la violencia en nombre de sus principios. Si es que alguna vez flotaron, sus credenciales morales están ahora hundidas. Se necesita la arrogancia de los gobernantes que pronto caerán, que aún no lo saben, para creer que pueden seguir este camino sin coste alguno. Aquellos que permanecen pasivos, que participan como cómplices, incluso actuando como negadores de un crimen tan enorme que se está cometiendo ante sus ojos y ante los ojos de todos los demás –personas de este tipo ya no pueden reclamar nada. El mundo entero está viendo morir a Gaza, y el mundo entero está viendo cómo Occidente mira a Gaza. Y nada se les escapa.

 En este punto, pensamos inevitablemente en Alemania, cuyo apoyo incondicional ha alcanzado niveles de delirio asombrosos, y de la que un internauta de humor negro pudo decir: «Cuando se trata de genocidio, siempre están en el lado equivocado de la Historia». No es seguro que «nosotros» –Francia– estemos mucho mejor, pero sí es seguro que la Historia nos espera a todos a la vuelta de la esquina. Historia: esto es lo que Occidente encuentra en Gaza. Si, como hay razones para creer, se trata de una cita con el declive y la caída, entonces llegará el momento en que podremos decir que el mundo se dio la vuelta en Gaza.

Frédéric Lordon  es un economista   y filósofo francés de Izquierdas 

https://fr.wikipedia.org/wiki/Fr%C3%A9d%C3%A9ric_Lordon

Fuente: https://newleftreview.org/sidecar/posts/end-of-innocence

https://www.elviejotopo.com/topoexpress/el-fin-de-la-inocencia/