sábado, 17 de octubre de 2020

Egipto .-La rebelión de las mujeres .

 

Haneen Hossam,  después de una foto publicada en Tiktok


Egipto. El cuerpo de las mujeres, último bastión de revuelta

  Dalia Chams  

 Entre abril y mayo de 2020, cinco jóvenes egipcias fueron arrestadas y condenadas en nombre de los valores familiares después de publicar videos en los que cantaban y bailaban en la aplicación Tik Tok. Varias mujeres, por solidaridad, se han grabado en videos similares en las redes sociales, convirtiendo la danza oriental en un medio de protesta contra el conservadurismo y la opresión. En un período en el que cada vez son más las víctimas de agresiones sexuales que intentan ser escuchadas.

 Con el pelo suelto, en pantalones y sin tirantes o con un vestido escotado, publicaron en Facebook videos en los que practicaban danza oriental en casa, con un fondo de canciones egipcias, bajo el hashtag en árabe traducible como “con el permiso de la familia egipcia”, que se ha convertido en el lema de una campaña que pide la liberación de cinco jóvenes tiktokers muy seguidas  arrestadas por publicar videos en línea donde bailaban y cantaban en playback canciones exitosas, videos considerados indecentes por las autoridades. Llevadas ante la justicia, fueron condenadas en julio de 2020 a dos años de prisión y una multa de 300.000 libras egipcias (aproximadamente 16.000 euros) por “promover la prostitución”, “incitar al libertinaje” y “violación de los principios de la familia egipcia”. Dos de ellas, Haneen Hossam y Mawada Al-Adham, de 20 y 22 años respectivamente, condenadas en primera instancia, han visto su juicio de apelación pospuesto al 13 de octubre de 2020.

 Es así como la danza oriental se ha convertido en un medio de protesta y el cuerpo en un espacio de revuelta. Con la esperanza de liberarlo de todo sometimiento social, emocional, ideológico y político, estas mujeres -algunas de las cuales como Haneen Hossam llevan velo- han apostado por la fuerza liberadora que es la danza oriental, y que concentra todas las contradicciones de la sociedad. Una danza que se caracteriza por su duplicidad, capaz de reflejar la imagen estereotipada de la mujer como objeto sexual, pero también de realzar el cuerpo y librarlo de sus inhibiciones. Se admira la alegría de vivir, la osadía y la franqueza de las almeas representadas en las antiguas películas egipcias. Pero hoy mostramos reserva, incluso hostilidad, hacia quienes practican este arte. La moral social hoy limita su ejercicio. De ahí el decreciente número de bailarinas egipcias profesionales, que contrasta con la proliferación de lecciones privadas y grupales, en los pabellones deportivos donde las mujeres corrientes aprenden las reglas de este arte del que dicen ser herederas. Incluso ha habido fatwas recientes animando a las esposas a bailar para sus maridos para que no vayan a buscar a otro lado.

 Por otro lado, investigadoras egipcias, entre las que se encuentran Bigad Salama, Noha Rochdi, Chaza Yéhia y Sahar Hélali, se han reapropiado recientemente de la relación moderada entre la danza oriental y el cuerpo femenino como objeto de estudio académico. Recientemente se han publicado varios libros y estudios sobre este tema que, hasta ahora, eran principalmente un campo de estudio de autores europeos.

 Una herencia que en otro tiempo fue gloriosa

 Es mucho más que pedrería y lentejuelas. La historia de la danza oriental está estrechamente relacionada con los cambios socio-políticos que han ocurrido en Egipto, especialmente con la evolución de las costumbres emprendida a finales del siglo XIX. Esto favoreció, según el escritor Naguib Mahfouz[1], el reconocimiento de la danza profesional que floreció en las salas de música y cabarets del moderno centro de El Cairo. A partir de la década de 1920, en una estructura de espectáculos de estilo europeo, el solo femenino se confirmó y adoptó las principales características con que le conocemos actualmente. Los perfiles de todas las profesionales de la fiesta a las que debemos la gloria de la danza oriental fueron los de mujeres particularmente rebeldes, de orígenes modestos, que supieron salir de la marginación, ascender en la escala social y convertirse en personalidades influyentes en el plano artístico y a veces el político.

 Chafika El-Qebteya – Chafika la copta – (1851-1926), por ejemplo, desafió todo tipo de limitaciones. Se enfrentó al Jedive [título del virrey de Egipto ndt] Abbas desplazándose con una gran comitiva, compitiendo así con él, y se opuso al uso de sirvientas egipcias y sudanesas en los palacios de la clase dominante. Para expresar su rechazo a la segregación racial, llegó a contratar mujeres rubias circasianas para trabajar en su gran casa en el callejón Al-Sakayyine o en su cabaret, cerca de la plaza Ataba. Además, apoyó la revolución de 1919[2], e incluso bailó en una alfombra roja en la calle para celebrar el regreso de Saad Zaghloul, el líder nacionalista, de su exilio[3].

 Poco después, se abría camino otra mujer fuerte, la sirio-libanesa Badiâa Massabni, que llegó a Egipto en 1920. Esta supo satisfacer la demanda de la burguesía adinerada de El Cairo de la época e inauguró su cabaret, el Casino Badiaa, que sirvió como una verdadera academia artística, dando la bienvenida a quienes aspiraban a ser cantantes y bailarinas, que pronto se convirtieron en estrellas de cine como Tahia Carioca y Samia Gamal. Estas últimas, respectivamente, comenzaron sus carreras en 1937 y 1940. Con Naïma Akef y otros nombres, revolucionaron el estilo de la danza oriental, embelleciéndolo con formas académicas occidentales, con el fin de controlar mejor el espacio escénico e integrar nuevos pasos. También actuaron en películas musicales de gran éxito entre 1940 y 1960, durante la edad de oro de la danza oriental en Egipto.

 

Tahia  Carioca.

Tahia Carioca, a quien el pensador palestino Edward Said dedicó una brillante elegía en 1990 en la London Review of Books , fue una gran figura de la danza oriental, pero también actriz y activista política, miembro del Movimiento Democrático para la Liberación Nacional. (Al-Haraka Al-Democratiya li-Taharour Al-Watany, Hadeto), la principal organización comunista egipcia entre 1947 y 1954. Said escribió:

 “La vida y la muerte de Tahia simbolizan el enorme volumen de todo lo que en nuestra parte del mundo simplemente nunca ha sido registrado ni preservado (…). Ella parece encarnar esta vida llevada más allá de los límites”.

 Precisamente, Tahia Carioca fue testigo de los cambios en la sociedad egipcia, hasta su muerte en 1999 a los 84 años. Vio el final del Casino Badiaa, incendiado durante el incendio de El Cairo en enero de 1952, pero también la prohibición de transmitir clips de danza oriental en televisión en la década de 1970 por demanda de la Asamblea Popular, luego asistió al ascenso gradual del conservadurismo religioso, bajo la influencia de sucesivos regímenes autoritarios y monarquías del Golfo, hasta el declive de la danza oriental, a partir de la década de 1980. Unos años antes de su muerte, Tahia Carioca usó el velo, pero mantuvo su reputación de artista que hablaba claro. Si hoy rodamos una telenovela o una película sobre su vida, ¿qué imagen elegiríamos? ¿La de la mujer arrepentida, ferviente musulmana en sus últimos años, o la de la mujer libre de convenciones sociales, con sus 14 maridos y sus compromisos políticos, que le valieron varias estancias en prisión


Dos pesos, dos medidas del poder

 Hoy, todas estas jóvenes que han publicado videos en los que bailan se refieren de alguna manera a los episodios de esta larga historia, utilizando una herramienta tecnológica que perturba, en un país que cuenta con cerca de 40 millones de usuarios y usuarias de Internet. También plantean con esta protesta varias preguntas: ¿por qué las chicas de TikTok han sido incriminadas, mientras que otras, que se grabaron en bikini o ropa ligera bailando en las lujosas playas de Aïn Sokhna o en la costa norte del país gozan de impunidad? ¿Por qué las mujeres que bailaron ante las urnas en las citas electorales en los últimos años fueron bien consideradas, incluidas las que se quitaron el velo en la calle mientras se contoneaban? ¿Por qué, durante la sentada organizada en 2013 frente al Ministerio de Cultura contra la islamización operada por los Hermanos Musulmanes, la danza se consideró un signo positivo del dinamismo de la sociedad, mientras que hoy es condenada? Estas múltiples preguntas han sido ampliamente difundidas en la Red durante los últimos meses y, sin duda, encuentran su respuesta en una lógica de doble rasero operada por el poder, cuya represión solo apunta a determinadas categorías sociales.

 Las estrellas de TikTok probablemente querían, un poco como las viejas estrellas del baile, usar la popular aplicación como un medio de ascensión social, impulsadas por el deseo de salir del anonimato y divertirse durante el período de confinamiento. Algunas de ellas son influencers seguidas por uno o dos millones de personas en Instagram o Facebook. Vienen de entornos desfavorecidos y han querido usar Internet para crearse oportunidades y hacerse notar, solo por su forma ostentosa de vestir, incluso en el caso de una chica con velo como Haneen Hossam.


Un autoritarismo moral

 Las tiktokers han sido castigadas por intentar socavar el orden social establecido. Aquí también es donde volvemos a sentir la amenaza que representan las nuevas tecnologías para una sociedad conservadora y un poder igual de conservador. Por ello, las autoridades intentan controlarlas y demonizarlas, a fin de justificar las drásticas medidas tomadas contra las activistas, de acuerdo con la controvertida ley de lucha contra la cibercriminalidad promulgada en 2018. Para ello utilizan un arsenal de leyes obsoletas, con declaraciones bastante vagas, como las relativas a las costumbres.

 Dado que el espacio virtual es una extensión del espacio público, es fundamental cerrarlo. Nada es más fácil que tocar la fibra sensible de los usos y costumbres, en una sociedad que ha sido presa de la islamización desde abajo durante varios años. El ejemplo de un concurso de danza del vientre organizado en 2014 por un canal de televisión privado es bastante revelador: varias voces, incluidas las de abogados y religiosos, pidieron su prohibición, mientras que este programa en horario estelar había atraído a 27 candidatas de todo el mundo y varios patrocinadores.

 Periodistas e intelectuales rechazaron esta prohibición, como la crítica Magda Maurice que se preguntaba en el periódico de izquierda Al-Ahali:

 “¿Hicimos que los Hermanos se fueran para seguir teniendo el miedo que se cierne sobre nuestras cabezas, como una espada de Damocles? ¿Seguirán las autoridades egipcias en posiciones tan rigoristas, por miedo a ser acusadas de laxismo?”

 Otras personas hablaron del deseo del Estado de coquetear con las fuerzas conservadoras y cortar la hierba por debajo de los pies de los islamistas, actualizando el vínculo entre el autoritarismo y el conservadurismo moral y religioso. Un autoritarismo moralizador, que intenta controlar a la población a través de las costumbres, jugando con el registro del bien y del mal. Detrás de este debate se esconde, por tanto, un paternalismo estatal y el deseo de recuperar su papel de custodio único de usos y costumbres.

 Bailarina , época alejandrina . Procedente de Deir al-Madina. Museo Egipcio de Turín

 

Feminismo de Estado y presión de las redes sociales

 Desde las elecciones presidenciales de 2014, hay analistas que destacan el surgimiento de un nuevo discurso de feminismo de Estado orientado a instrumentalizar la imagen y causa de las mujeres, en este período de marcada polarización política e identitaria, tras el derrocamiento de los Hermanos Musulmanes. Las imágenes de mujeres egipcias bailando delante de los colegios electorales o expresando en videos su apoyo a su candidato favorito, Abdel Fattah Al-Sisi, forman parte de todo esto.

 Sin embargo, la movilización de las mujeres desde 2011 ha minado esta recuperación que no es algo exclusivo de Sissi. Iniciativas como las de mujeres que bailan con permiso de la familia egipcia, o las que ya no ocultan sus testimonios sobre acoso sexual a raíz de #Metoo, publicando la identidad de sus atacantes en redes sociales, socavan las representaciones patriarcales e introducen el concepto de “política del cuerpo” (body politics) como reiteran los análisis de algunas y algunos académicos egipcios como la politóloga Hind Ahmad Zaki o el sociólogo Said Sadek.

 Recientemente, este nuevo activismo ha provocado cambios en el discurso gubernamental, empujando al Estado a reconocer la magnitud del fenómeno del acoso sexual y la violencia contra las mujeres. En algunas ocasiones, las autoridades se han visto incluso obligadas a actuar, bajo la presión de las redes sociales. El 1 de julio de 2020 una cuenta en Instagram titulada Assault Police (política del acoso), seguido por 170.000 personas, ha compartido los detalles de una violación sexual en 2014 en Fairmont, un hotel de lujo en El Cairo, por siete chicos pertenecientes a familias ricas e influyentes. Después de una fiesta con amigos, drogaron a la víctima y luego la llevaron a una de las habitaciones del hotel donde presuntamente fue violada en grupo por los siete acusados. Desde entonces, los testimonios se han sucedido y las internautas se han reapropiado del hashtag #Meetoo. La fiscalía ordenó la detención de los sospechosos, la mayoría de los cuales habían huido al extranjero.

 También aquí el Estado, que quiere jugar el papel de salvador-protector a toda costa, demuestra una vez más una lógica de doble rasero. Un cambio brutal de la situación hace que hoy el destino de la víctima y de los testigos del caso sea más que incierto. Ahora los acusados ya no son los únicos en ser señalados. La mayoría de la prensa conservadora y al servicio del poder buscó muy rápidamente dar la impresión de que la velada en el Fairmont había terminado en orgía y que la joven en cuestión se había entregado a todo tipo de excesos, negándole la condición de víctima y poniendo en cuestión la acusación de violación. Este discurso ha tenido el efecto de privarle de la compasión de la opinión pública de la que había gozado hasta ahora.

 El juicio está en marcha, hará correr mucha tinta, y sin duda quitará de los focos a las tiktokers y a quienes las defienden, que siguen desafiando las miradas desdeñosas, llenas de desprecio y juicios de valor… Parecen divertirse, orgullosas de lo que han hecho, aunque el asunto ya no despierte el interés de los medios, que han pasado a otra cosa.

 Dalia Chams es periodista y columnista egipcia, especialista en cultura, medios y sociedad.

https://orientxxi.info/magazine/egypte-le-corps-des-femmes-dernier-bastion-de-revolte,4146

 Traducción: Faustino Eguberri para viento sur

 [1]     Citado en Les danses dans le monde arabe ou l’héritage des almées, bajo la dirección de Djamila Henni-Chebra y Christian Poché, L’Harmattan, 1996.

 [2]     Una delegacón nacionalista egipcia apareció inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial, a fin de negociar la independencia de Egipto y participar en la conferencia de Versalles, donde las potencias europeas iban a determinar la suerte de las antiguas provincias otomanas. Dio nacimiento al gran partido nacionalista Wafd.

 [3]     En 1919, Saad Zaghloul et las principales personalidades de la delegación fueron arrestadas por Inglaterra y exiliadas a Malta.

 https://vientosur.info/el-cuerpo-de-las-mujeres-ultimo-bastion-de-revuelta/

  y ver  ...https://unmundodeluz.wordpress.com/2012/06/20/la-epoca-de-oro-de-la-danza-arabe/

El cine de filisbusteros y esclavos..

Los piratas y la esclavitud


Según cuentan en su celebrada obra sobre la lucha de clases en los mares Peter Liebaugh y Marcus Rediker: “El barco pirata albergaba una sociedad variopinta, multinacional, multicultural y multirracial (…) Cientos de personas de origen africano encontraron su lugar dentro del orden social imperante en los barcos piratas. A pesar de que una minoría sustancial de piratas había trabajado en el tráfico de esclavos y, por consiguiente había tomado parte en la maquinaria de la esclavización y el transporte de esclavos, y aunque los barcos piratas ocasionalmente capturaban/y vendían/ cargamentos que incluían esclavos, los africanos y los afroamericanos, tanto libres como esclavos, eran numerosos y activos a bordo de los barcos piratas (…) Los negros y mulatos estaban presentes en casi todos los barcos piratas y los numerosos y capitanes que  comentaron su presencia rara vez se refirieron a ellos como esclavos (…) algunos piratas negros eran hombres libres…” (La hidra de la revolución: marineros, esclavos, campesinos…, Crítica, 2005; 192-194).

Así, aunque se puede decir que los piratas desarrollaron por lo general una actitud bastante abierta para su tiempo sobre la esclavitud, el cine apenas si ha metido la nariz en la “trata de negros”, el mayor desastre humanitario jamás conocido que transcurre paralela a la de la piratería. La conquista de las América, fue ante todo una historia durante el cual los conquistadores trataron, primero de esclavizar a los nativos de América hasta el siglo XVI. Pero a continuación de que esto se mostró poco viable, recurrieron a otros europeos procedentes de las clases trabajadoras y campesinas que aceptaban trabajar con un contrato de servidumbre de cinco a siete años. Llegaron de Inglaterra, Francia, España, etcétera. Los enviaron a Cuba, Brasil, Louisiana, Haití o Virginia. El sistema creado de esa manera no podía perdurar porque “la oferta” era limitada con respecto una demanda creciente. Sin contar con que una vez que llegaban al Nuevo Mundo, esos “esclavos” blancos empezaban a rebelarse, y sobre ellos hay unos apuntes cinematográficos en la saga del capitán Blood. El tercer grupo es el de los africanos. En principio no existía una correlación entre esclavitud y negritud. El término esclavo en sí mismo, especialmente en inglés, significa “eslavo”. No será hasta más tarde que la esclavitud queda asociada a los africanos negros…

Hasta la producción de la controvertida Amistad (USA, 1997), Hollywood apenas sí había tratado una cuestión sobre la cual nos avergüenza hablar. Se pueden contar con los dedos de una mano las películas que tratan con tratan el hecho con un mínimo de veracidad, de hecho, se prioriza el enfoque ulterior, eso al tiempo que se ha constituido una cierta leyenda blanca sobre los “caballeros del Sur”, los mismos que pueblan películas tan importantes como el nacimiento de una nación o Lo que el viento se llevó, aquí ya de una forma más encubierta. En el cine, únicamente algunos títulos como Mandingo (Richard Fleischer, 1975), ofrecen una cierta visión próxima y descarnada de lo que llegó a ser la vida de los esclavos, y  tendrá que ser a través de seriales como Raíces que se ofrecerá una historia para el gran público, y ello no sin problemas.    .

Eso sí, se ofrecen algunos datos en unas pocas películas de aventuras marineras. Este es el caso de Almas en el mar (1937), un auténtico clásico marítimo, obra de Henry Hathaway. Cuenta como con ocasión de un naufragio de un barco esclavista de principios del siglo XIX, un inteligente oficial (Gary Cooper) se salva a si mismo y cumple la misión que tenía encomendada a costo de otras vidas. Esta aparente contradicción le lleva, una vez en la metrópolis, a ser sometido a un consejo de guerra, injustamente  acusado de irresponsabilidad y de negrero. Esta trama nos encamina a una incursión en los ambivalentes anales del tráfico de esclavos, ya  que a veces a la hora de destruir los barcos negreros, se utilizaban los bloqueos, los sobornos y los métodos «policíacos» como la infiltración. Esta crónica esta realizada por Hathaway con su habitual pericia –en la  casi siempre falta poco para alcanzar la obra maestra–, y en este caso se la puede acusar de edulcorar excesivamente unos acontecimientos -los propios de los barcos negreros- que son narrados pero no representados, ocurriendo incluso que quedan «ocultos» en la trama, más interesada por lo que les ocurre a los actores que por algo que queda de trasfondo. Esto hace que muchos espectadores ni siquiera recuerden este aspecto que, no obstante, resulta impactante cuando se le presta atención.

Más explícita es la ignota Redención fechada el mismo año. Se trata de una obra poco reconocida del inquieto e interesante Tay Garnett  y en cuyo guión participó Willian Faulkner que siempre mostró una especial sensibilidad ante la opresión racial. Interpretada por Warner Baxter, Wallace Beery como un rudo contramaestre, Elizabeth Allan y Mickey Rooney, y se habla de ella muy de pasada. Su principal originalidad radica en que la historia no es colateral como en Almas en el mar, sino que transcurre en un barco de esclavos, un escenario dramático inédito hasta el momento. Carlos Aguilar (1995) le atribuye “una atmósfera muy conseguida (…) Llena de acción, esta poco convencional película merece una revisión”. Tavernier y Jean-Pierre Coursodon no la aprecian tanto: “Curiosamente, Faulkner aparece en los títulos de créditos como responsable de la idea aunque el film constituya la adaptación de una novela. Más que nunca, los sempiternos «gags» de repetición vienen a interrumpir y trivializar la acción. El film aborda el tema de la trata de esclavos como si de un tráfico cualquiera se tratara, sin sacar a colación nunca, ni siquiera alusiva o implícitamente, los problemas morales o sociales que implica. Si el principio es prometedor, el final es decididamente grotesco”.

La más conocida producción europea sobre la cuestión de la «trata de negros» fue  Tamango (Francia, 1954). Situada  igualmente en un barco negrero y con el tema de una rebelión palpitante en el ambiente, fue realizada muy convencionalmente por el “black liste” exiliado en Francia John Berry, que solo hizo buenas películas antes del exilio  y a su regreso. Tamango fue fracaso tanto de público como de crítica. Lástima porque sobre el papel se trataba de un argumento fuerte y  subversivo, pero solo sobre el papel.  Es significativo que ni su temática ni  las turbias pasiones desatadas por la esclava negra (un punto sobre el que los testimonios existentes hablan de abismos que el mundo volvería conocer con los campos de horror nazis, pero que aquí todo resulta perfectamente digerible) molestaron a la impresentable censura franquista. Dorothy Dandridge encarnó a una codiciada esclava que se constituye en un elemento erótico sumamente perturbador de los negreros (Curd Jurgens, Jean Servais, Roger Hanin). Está también Cobra Verde (Alemania, 1988), una de las obras menos logradas de Werner Herzog con Klaus Kinski, que cuenta la historia del aventurero Da Silva (Cobra verde), el tratante de esclavos brasileño establecido en África y que dirige su negocio con mano dura, hasta que distintos enfrentamientos civiles arruinan por completo su próspero negocio, llevándolo a la ruina y  finalmente, a darse cuenta de lo criminal de su actividad.

Aparte del referente clásico de las diversas aventuras del capitán Blood, tenemos una curiosa excepción: Gordon, el pirata negro (Italia, 1961), obra del ya veterano guionista y realizador Mario Costa (Roma, 1910-1995) que había comenzado a trabajar como realizador en los años treinta, y que  dirigió algunos melodramas y “peplums” de cierto interés para acabar firmando “spaghetti-westerns” como J.W. Fordson y John W. Fordson y peliculitas verdes al servicio de la “colegiala” Gloria Guida. Este otro “pirata negro” apareció publicitado en los siguientes términos: “Filibusteros, piratas, aventureros, esclavos. Una intriga en las peligrosas aguas del Caribe…”.

El guión fue firmado por un tal John Byrne, quien sin lugar a dudas tuvo muy en cuenta la trama del Blood de Sabatini. Este Gordon (Ricardo Montalbán) es alguien con un doloroso pasado de esclavo –blanco-, y cuya fuga le llevará al camino de la piratería. En su presentación, Gordon se bate en duelo con Tortuga (Mario Feliciani), otro pirata al que acusa de traicionar la piratería y dedicarse a la trata de esclavos. Su benevolencia le lleva a perdonarle la vida con tal de no siga haciendo lo mismo, pero Tortuga falta a su palabra ya que su papel es subalterno en un negocio que lidera en la sombra Romero, el secretario del gobernador (Vincent Price). Más que practicar su oficio, Gordon regresa a El Salvador, desde donde se dedica exclusivamente a combatir el comercio de esclavos. El argumento le lleva a ser traicionado, a enamorar a la hija del gobernador (Giulia Rubini), que es ajeno a las maquinaciones de Romero. Las escenas de la liberación de los esclavos resultan irrisorias…Ricardo Montalbán ya había sido un buen espadachín en la notable variación sobre el Zorro titulada El signo del renegado (USA, 1951), pero tanto él como el gran Vincent Price, se dedican a cubrir el expediente. No hay personajes, no hay exigencias.

El mismo Mario Costa dirigió años más tarde (1965) otro largometraje con el mismo título origina, Gordon, il pirata nero, pero que empero, está comercializada con el título de El enmascarado contra los piratas, y en la cara de atrás figura como director Vertunnio De Angelis, y en la de delante, el nombre del director es el más improbable  Dean Dert. El tal enmascarado va vestido de negro, y aparece en el momento más imprevisible para salvar a los prisioneros de un pirata que “asola los océanos”. Hay dos maneras de identificar este infame engendro, una es el reparto formado por  los insufribles Tony Kendall y George Hilton, y la siguiente porque aspirar a figurar como “la peor película de piratas jamás filmada”, título que ganaría de no existir El corsario negro (1971)…

Pero, volviendo a la esclavitud, he aquí dos anotaciones más.

1) Muchos negros “cimarrones” acabaron como piratas, y en las últimas producciones que abordan el tema (La isla de las cabezas cortadasPiratas del Mar Caribe, etc), se registra la presencia de piratas africanos, alo que se había registrado en los testimonios escritos y en la pintura. En el cine italiano, ese papel ya lo había jugado en algunas películas, John Kitzmiller, un actor norteamericano negro afincando en Italia desde que Rossellini le permitió hacer un papel en Paisa, y que intervendrá como esclavo liberto en El hijo del capitán Blood y en  Il pirati della Costa, recordemos también la destacada presencia del soberbio Woody Strode en Los bucaneros (1958).

2) La trata era una asignatura poco estudiada, pero de cuya importancia era conciente Julio Verne quien la aborda en su libro Un capitán de quince años, sobre la que existen dos versiones, la realizada con cierto esmero por el incatalogable Jesús Franco (1972), y la más reciente de Juan Piquer Simon sobre la que se ha corrido un velo oscuro. Ni en una ni en otra se subraya debidamente la inquietud de Julio Verne que escribió esta larga parrafada en sus páginas que creo merece ser citada en toda su amplitud:

“Los esclavistas fueron vivamente atacados al otro lado del At­lántico. La Francia y la Inglaterra más particularmente, reclu­taron partidarios para esta justa causa. Perezcan las colonias y sálvense los principios; fue el grito generoso que resonó en todo el antiguo mundo, grito que a pesar de los grandes intereses políti­cos y comerciales empeñados en la cuestión se transmitió eficaz­mente en toda la Europa. Dado el impulso, en 1807 la Inglaterra abolió el tráfico de negros en sus colonias, y la Francia siguió su ejemplo en 1814 haciéndose un tratado entre las dos naciones con este motivo, tratado que con­firmó Napoleón durante los cien días (…)  Esto, sin embargo, no era más que una declaración puramente teórica: los negreros no cesaron de correr los mares y depositar en los puertos coloniales su cargamento de ébano. Para poner fin a este comercio tuvieron que adoptarse medidas más prácticas. Los Estados Unidos en 1820, y la Inglaterra en 1824, declararon la trata acto de piratería y piratas, a los que en ella se ocu­paban, debiendo por consiguiente estar sujetos a la pena de muerte y ser perseguidos a todo trance. La Francia se adhirió a este nuevo convenio; pero los Estados del Sur de la América, las colonias espa­ñolas y los portugueses no intervinieron en este acto de abolición, y la exportación de negros continuó en provecho suyo a pesar del derecho de visita generalmente reconocido que se limitaba a averi­guar el pabellón de los buques sospechosos. Sin embargo, la nueva ley de abolición no había tenido efecto re­troactivo. No se hacían nuevos esclavos; pero los antiguos no habían recobrado todavía su libertad.  En estas circunstancias la Inglaterra dio el ejemplo. El 14 de mayo de 1833 se emanciparon todos los negros de las colonias de la Gran Bretaña por medio de una declaración general, y en agosto de 1838, seiscientos setenta mil esclavos fueron declarados libres (…) Diez años después, en 1848, la república francesa emancipaba a los esclavos de sus colonias, o sea doscientos sesenta mil negros. En 1859 la lucha que estalló entre los federales y confederados de los Estados Unidos, acabando la obra de la emancipación, la ex­tendió a toda la América del Norte.  Las tres grandes potencias habían cumplido por consiguiente esta obra de humanidad. Hoy la trata no se ejerce sino en provecho de las colonias españolas o portuguesas, y para satisfacer las nece­sidades de las poblaciones de Oriente, turcas o árabes. El Brasil si todavía no ha devuelto la libertad a sus antiguos esclavos, por lo me­nos no recibe esclavos nuevos y los hijos de los negros nacen libres. En el interior del África a consecuencia de esas guerras sangrien­tas que los jefes africanos se hacen en estas cacerías humanas se reducen a la esclavitud tribus enteras. Las caravanas de esclavos to­man dos direcciones opuestas: las unas al Oeste hacia la colonia por­tuguesa de Angola, y las otras al Este sobre Mozambique. De estos desgraciados, de los cuales sólo una pequeña parte llegan a su des­tino, los unos son enviados a Cuba o a Madagascar, los otros a las provincias árabes o turcas del Asia a La Meca o Mascate. Los cruceros ingleses y franceses no pueden impedir este tráfico, sino en una pequeña parte por ser muy difícil ejercer una vigilancia eficaz en costas tan extensas”

Dicho de otra manera, la lucha contra la esclavitud se desarrolla a caballo de las ideas de la Ilustración y del desarrollo de la revolución industrial, y por lo tanto, todo lo que el cine ha sugerido sobre el presunto compromiso de la Iglesia como tal contra la esclavitud es mera fábula. Lo dijo muy claramente el republicano español Emilio Castelar: «Yo no disputaré sobre si el cristianismo abolió o no abolió la esclavitud. Yo diré solamente que llevamos diecinueve siglos de cristianismo, diecinueve siglos de predicar la libertad, la igualdad y la fraternidad evangélica, y todavía existen esclavos; y sólo existen, Señores Diputados, en los pueblos católicos; sólo existen en Brasil y en España. Yo sé más, Señores diputados; yo sé que apenas llevamos a un siglo de revolución, y en todos los pueblos revolucionarios, en Francia, en Inglaterra, en EE. UU., ya no hay esclavos. ¡Diecinueve siglos de cristianismo y aún hay esclavos en los pueblos católicos! iUn siglo de revolución, y no hay esclavos en los pueblos revolucionarios!” (Emilio Castelar en las Cortes, 20 de junio de 1870.

Conviene insistir: el barco pirata albergaba una sociedad variopinta, multinacional, multicultural y multirracial. El gobernador de Jamaica, Nicholas Lawes, no era más que un eco de las ideas de todos los oficiales del rey cuando llamaba a los piratas «bandidos de todas las naciones». (…) En 1717, la tripulación del negro Sam Bellamy era «una multitud mezclada de todos los países», incluidos británicos, franceses, holandeses, españoles, suecos, americanos nativos y afroamericanos, además de dos docenas de africanos liberados de un barco negrero. Los principales amotinados a bordo del George Galley de 1724 eran un inglés, un galés, un irlandés, dos escoceses, dos suecos y un danés, todos los cuales se hicieron piratas. La tripulación del Benjamin Evans estaba formada por hombres de origen inglés, francés, irlandés, español y africano. »

https://kaosenlared.net/los-piratas-y-la-esclavitud/

 y ver  https://www.vix.com/es/mundo/170666/conoce-los-5-piratas-mas-terribles-de-la-historia?utm_source=next_article

jueves, 15 de octubre de 2020

La semilla del odio .LTI : La lengua del Tercer Reich

 La lengua del Tercer Reich: la semilla del odio

 

Por Inés Gómez Durán

 


El salto diario.

El lenguaje utilizado por el régimen nazi era un lenguaje “pobre”. Esta subcultura lingüística estaba llena de eufemismos militares y grandilocuentes cuyo único fin era esconder las verdaderas implicaciones de la tortura, la humillación y el asesinato

 

En 1935, Víktor Klemperer, catedrático de Filología en la Universidad Técnica de Dresde (Alemania), perdió su puesto de trabajo a causa de las políticas raciales del Régimen de Hitler. Él era judío, hijo de un rabino, y como tal pasaba a ser considerado no alemán.

 

Poco importaban su germanofilia o el hecho de estar casado con una mujer aria. Fue perseguido, acosado y amenazado de muerte, al igual que su esposa. Desde 1933 hasta 1945, su único consuelo fue recopilar y escribir sus impresiones lingüísticas como filólogo, que fueron publicadas una vez acabada la guerra, en 1947, en un interesante ensayo llamado LTI. La lengua del Tercer Reich.

 

Pero, ¿qué era lo que él llamaba la “perversión del lenguaje”? ¿Cómo influyó la propaganda de Goebbels y el constante intercambio de información manipulada entre los propios alemanes?

 

Klemperer tenía claro que las palabras podían ser tan eficaces, mortíferas y certeras como la persona que las pronunciaba, o peor aún, como aquellos que creían en su significado con una fe ciega e inquebrantable

 

Klemperer tenía claro que las palabras podían ser tan eficaces, mortíferas y certeras como la persona que las pronunciaba, o peor aún, como aquellos que creían en su significado con una fe ciega e inquebrantable. No obstante, a simple vista, un fanático no tiene por qué constituir un peligro: solo es un vehemente defensor de aquello en lo que cree. Pero, ¿qué ocurre cuando las ideas que se defienden entran en conflicto con los derechos fundamentales de otras personas?

 

Durante la Ilustración francesa, la palabra “fanatisme” fue utilizada de forma crítica dada su escasa relación con el racionalismo. Según expone Klemperer en La lengua del Tercer Reich, donde dedica un capítulo entero a hablar de los orígenes y acepciones de esta palabra, el propio Russeau sostenía una posición algo polarizada sobre el tema. Si bien el filósofo suizo conocía las peligrosas implicaciones del término, también lo consideraba una virtud “capaz de ensalzar el corazón de los hombres y brindarles la valentía suficiente para no temer a la muerte”.

 

No es de extrañar, así pues, que de esta idea beba el Romanticismo de los siglos XVII y XVIII. Sin embargo, poco tienen que ver los escritores románticos con el imaginario que rodea al fanático.

 

La exaltación del amor por la patria y el engrandecimiento de las emociones primigenias raramente se relacionan con el odio al diferente y la exclusión de un colectivo específico, por lo que sus cimientos no deben caer en la frivolización o el reduccionismo.

 

En ‘La lengua del Tercer Reich’ puede observarse cómo los elementos intangibles se traducen en algo corpóreo. Cómo simples términos desembocan en toda una serie de leyes centradas en deshumanizar a la población judía

 

En La lengua del Tercer Reich puede observarse cómo los elementos intangibles se traducen en algo corpóreo. Cómo simples términos desembocan en toda una serie de leyes centradas en deshumanizar a la población judía y en insertar en las mentes de sus ciudadanos palabras con nuevos significados, más belicistas y racistas.

 

El lenguaje utilizado por el régimen nazi era un lenguaje “pobre”. Esta subcultura lingüística estaba llena de eufemismos militares y grandilocuentes cuyo único fin era esconder las verdaderas implicaciones de la tortura, la humillación y el asesinato. Palabras como “liquidar” en lugar de “eliminar”; “expedición de castigo” en lugar de “dar una paliza y amedrentar” o “arianizar” como metáfora de “acabar con aquello que no encaje en los estándares raciales del Reich” eran algunas de las más utilizadas.

 

De la misma forma, durante los años del terror, Goebbels también se valió del lenguaje religioso para engrandecer la figura del Führer a través de la propaganda. Ya el 10 de febrero de 1932 Klemperer apuntó en sus diarios la concesión de “ciertas licencias estilísticas” por parte del Führer en un discurso donde este finalizó su charla con un “Amén”.

 

A pesar de lo absurdo de la situación, su finalidad estaba clara: construir una figura mesiánica con la capacidad de hacer germinar las semillas del nacionalsocialismo en las mentes y corazones de los trabajadores alemanes. La retórica utilizada por el régimen siempre se centró en encumbrarle como la única opción posible para el resurgimiento de una nueva Alemania.

 

Años después, durante la campaña electoral para las elecciones de 1938, el ministro de Propaganda utilizaría también, entre otros, los apelativos “instrumento de la Providencia” y “Gran Redentor” para referirse a Hitler. Este Dios, por supuesto, contaba con su propia Biblia, el Mein Kampf. Otro de los recursos más utilizados fue el uso de ciertos pronombres personales y determinantes posesivos. “Ellos” y “nosotros”, lo propio y original en contraposición con lo ajeno e impuesto.

 

El enemigo común debía ser visto como algo extraño, carente de raíces germanas, de ahí que se volviera obligatorio para la comunidad judía poner nombres hebreos a los recién nacidos.

 

Tenía que existir un muro, una distinción entre personas a las que nada separaba físicamente. ¿Cómo si no iba a conseguirse la (ya mencionada) “arianización”? No bastaba solo con la estrella de David. Los judíos debían ser deshumanizados, comparados con animales, despersonificados.

 

“Para ellos, yo era el judío Klemperer”, apunta el autor, quien tiempo después comenzaría a utilizar inconscientemente ese mismo lenguaje dentro de su comunidad. “Incluso cuando se trataba de criticar al Régimen, llevábamos puestas las gafas judías”.

 

Hay que tener claro que el lenguaje no es solo una vía para comunicarse con otras personas: tiene la capacidad de modificar la realidad. Puede cambiar, a través de sus ramificaciones y sus usos, la forma en la que la sociedad observa los hechos que ocurren a su alrededor. Es capaz de unir a un pueblo mediante discursos populistas; hacer que se sienta imprescindible, especial y mejor que el resto. También, puede ayudar a manipular mediante la palabra escogida o el eufemismo correcto y conseguir que millones de personas vean normalizado un tiro en la nuca o un distintivo amarillo en la solapa de un  abrigo.

 

Klemperer lo sabía muy bien. Gracias a sus anotaciones, pudo sobrellevar con cordura su situación: el abandono de sus amigos, las amenazas hacia su mujer aria (quien siempre se mantuvo a su lado), su destitución como profesor de Universidad y su internamiento en una “Casa de judíos”, donde un chiste podía costarle la vida a cualquiera.

 

El lenguaje de las redes sociales, tan dado a la toxicidad, solo es una prueba actual de la necesidad de una sociedad crítica, capaz de entender que la información es mucho más que lo que se comparte en un post o en un tweet

 

A pesar de que han pasado más de 70 años desde su publicación, La lengua del Tercer Reich sigue funcionando como un enorme escaparate en el que poder mirarse y analizarse. El lenguaje de las redes sociales, tan dado a la toxicidad, solo es una prueba actual de la necesidad de una sociedad crítica, capaz de entender que la información es mucho más que lo que se comparte en un post o en un tweet.

 

La lengua crea y piensa por ti.

 

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/pensamiento/la-lengua-del-tercer-reich-la-semilla-del-odio

martes, 13 de octubre de 2020

El nacional populismo madrileño.




¡Madrid, Llibertat!

El equipo estratégico de Díaz Ayuso apuesta por replicar el modelo de discurso del populismo ultranacionalista

Las coincidencias con el argumentario del secesionismo catalán presentan un curioso fenómeno de comunicación política

La apuesta de lo populares madrileños choca con los intereses de todas las fuerzas, incluidos importantes sectores del PP

José Miguel Contreras | Eva Baroja

 El equipo estratégico de Díaz Ayuso apuesta por replicar el modelo de discurso del populismo ultranacionalista.

El pasado 21 de septiembre, Pedro Sánchez visitó la sede de la Comunidad de Madrid como prueba de su voluntad de colaborar institucionalmente con el control de la expansión del virus en la región más castigada de Europa. La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, respondió con un discurso ambivalente en el que mostraba su voluntad de llegar a acuerdos pero, a la vez, advertía de que la comunidad no podía ser tratada como el resto, porque era peculiar. Desde el atril, delante de la llamativa hilera de banderas españolas y de la comunidad lanzó su ya popular mensaje de que “Madrid es España dentro de España”. En su intervención, concluyó que “tratar a Madrid como al resto de las comunidades es muy injusto”.

 

El discurso de Díaz Ayuso fue objeto de todo tipo de chanzas. La peculiar definición de una injusticia basada en que te traten igual que a los demás tampoco era fácil de asimilar. Sin embargo, en ese momento empezaba a perfilarse una línea de comunicación política que intenta marcar el actual debate público. De la noche a la mañana, el PP madrileño parece haber encontrado una atalaya en la que situarse. Piensa que puede darle una posición ventajosa frente a sus oponentes. La estrategia pasa por replicar la estructura de un discurso nacionalista similar en muchos aspectos cruciales al que ha utilizado hasta la saciedad el movimiento independentista catalán.

 

El PP ha conseguido extender entre buena parte de sus votantes su posición de un abierto enfrentamiento entre gobierno central y autonómico. De hecho, entre ellos se ha extendido la idea de dos partes enfrentadas a las que se exige buscar una solución. Como explica Rafa Rubio, profesor de Comunicación Política de la Universidad Complutense, “vamos a seguir encontrándonos la pelea permanente entre dos relatos que utilizan la realidad a su antojo para defender una posición. Cuando hay tantas decisiones entrecruzadas es muy complicado atribuir la responsabilidad a unos o a otros”

El nacionalismo madrileño

 Este fin de semana, el periodista Pablo Ordaz recogía en las páginas de El País el testimonio del sociólogo Narciso Michavila, el asesor electoral de Pablo Casado: “Es mi mirada de sociólogo, pero creo que la pandemia ha hecho desde la primera ola que aflore en Madrid un sentimiento que no había aflorado jamás en Madrid, y es un sentimiento de nacionalismo madrileño, provocado en parte por una especie de madrileñofobia que ha podido surgir en el resto de España por temor al contagio. (...) Y yo creo que lo que hace Isabel, y Miguel Ángel Rodríguez, es enarbolar el sentimiento nacionalista”.

 Efectivamente, todo el trabajo de comunicación desarrollado desde la Puerta del Sol cimenta un discurso basado en un principio conocido de todos: existe en España una región castigada y perseguida por un gobierno central autoritario y antidemocrático ante el que sólo cabe el enfrentamiento abierto en defensa de la libertad, la dignidad y la democracia. Escuchar estos días a Díaz Ayuso supone recordar palabra por palabra las intervenciones de Torra o Puigdemont, cambiando Cataluña por Madrid.

 Queda la duda de a quién beneficia la situación actual. Toni Aira, profesor de comunicación política en la UPF Barcelona School of Management, afirma que “esta era la crónica de un estado de alarma anunciado, la teatralización de unos y otros llevaba a pensarlo. Ayuso quería que se le aplicara el estado de alarma para victimizarse y quitarse de encima lo más antipático de la gestión. Se ha mostrado absolutamente incapaz al frente de una crisis de estas dimensiones”.

 La victimización como elemento movilizador

 El principio de victimización, clásico de los nacionalismos excluyentes, pretende extender un impulso de movilización en torno a una serie de símbolos que, supuestamente, se ven amenazados por la vileza y la maldad intrínseca en un poder dictatorial. En el caso catalán lo representaban la Corona y el Gobierno del Estado. Mientras, desde el nacionalismo excluyente madrileño, el enemigo que acecha y ataca es un Gobierno socialcomunista que no conoce límites en su deseo de destruir el propio Estado que debe administrar. Como señala Toni Aira, “es una situación muy esperpéntica y la antítesis de lo que debería ser la acción política y más en tiempos de pandemia”.

 Al igual que ha ocurrido en Cataluña, el populismo ultranacionalista vive de atribuirse una representación universal que nadie le ha dado. El pacto de los populares con Ciudadanos y la extrema derecha de Vox le permitió a Díaz Ayuso ocupar la presidencia. Desde esa posición ha asumido que lo que ella defiende es lo que los madrileños en su totalidad defienden. Al igual que Puigdemont mantiene que es la voz del pueblo catalán, la presidenta madrileña no duda en mantener que representa a los madrileños en su totalidad. Cabe recordar que el PP en las elecciones autonómicas de Madrid obtuvo el 22% de los votos. Fue apoyado por poco más de 700.000 madrileños. El PSOE fue el partido más votado, por encima del 27% y casi con 900.000 votos. Rafa Rubio cree que “el argumentario del PP reafirma un relato que va mucho más allá del covid, es decir, la propia utilización de las instituciones por parte del Gobierno”.

 Atribuirse poderes fuera del marco constitucional

 En un esquema idéntico al que sigue el secesionismo catalán, su decisión de imponer un discurso unilateral lleva al gobierno madrileño a enfrentarse a la legislación vigente que otorga al Estado español atribuciones avaladas por la Constitución. La decisión de Pedro Sánchez de aprobar el estado de alarma, ante la negativa de la CAM a seguir las indicaciones del Gobierno, se considera bajo este escenario un acto de opresión y de aplastamiento de los intereses reales de los madrileños que, por supuesto, sólo representa Díaz Ayuso.

 Para que este modelo de autoatribuciones funcione son necesarios símbolos que permitan la identificación del grupo dominante. Desde esa perspectiva, la derecha madrileña ha elegido hacer suyas instituciones del Estado en su conjunto, como la figura de Felipe VI. El despertar del sentimiento republicano tras los escándalos hechos públicos protagonizados por el rey emérito sirve de apoyo a un movimiento de defensa de la figura del actual monarca, tan absolutamente innecesario como aparente. La bandera española y el himno nacional pasan a ser los símbolos de una sojuzgada comunidad de Madrid porque, como dijo la presidenta: Madrid es España, dentro de España. Para Toni Aira, “el PP en Madrid ha exacerbado dos tendencias o maneras de hacer política: erigirse siempre como los más liberales pervirtiendo el propio concepto liberal y una especie de nacionalismo madrileño, envueltos permanentemente en la bandera de Madrid”.

 El conflicto madrileño y el conflicto catalán

 Todo lo ocurrido parece haber abierto un “conflicto madrileño” de la misma forma que subsiste el llamado “conflicto catalán”. En realidad, en ambos casos el enfrentamiento surge de la no aceptación de los dos gobiernos autonómicos de la limitación de su poder según la Constitución. Por este motivo, esgrimen con un lenguaje casi idéntico la apertura de un diálogo consistente en que deben ser aceptadas sus posiciones como única alternativa.

 La representación de la realidad que pretenden transmitir es sencilla: ellos son los que defienden de verdad a los ciudadanos de sus comunidades, mientras el Gobierno del Estado busca dañarles con saña. No sólo buscan destruirles económicamente, sino que no les importa acabar con la vida de los ciudadanos que los gobiernos autonómicos sí que protegen. La idea que se pretende trasladar es que todo lo que viene del Estado maligno y autoritario es negativo para los habitantes de la región, mientras todo el ansiado bienestar proviene de la bondadosa y eficaz administración autonómica.

 Ciudadanos en el rol de ERC

 Al igual que en el caso catalán, la coalición que sustenta el gobierno autonómico tiene serios rasgos de inconsistencia. Ciudadanos acaba por repetir, para su desgracia, el siempre incómodo rol desempeñado por ERC. Si en Cataluña Puigdemont acaba por decidir el rumbo de la mayoría independentista, en Madrid el PP decide con innegociable autoridad lo que hace el Gobierno. Ciudadanos superó los 600.000 votos en las elecciones y quedó a menos de 100.000 del PP. Ya nadie parece acordarse.

 Este mismo domingo, Begoña Villacís, líder de Ciudadanos en el Ayuntamiento de la capital, realizaba unas llamativas declaraciones a los medios en las que mantenía que lo que sucede en la comunidad de Madrid supone ”un fracaso de la política” que sólo puede ser superado si las partes en conflicto se sientan a hablar y a acordar soluciones. Sólo le faltó decirlo en inglés: “Sit and talk”. Ciudadanos, al igual que ERC, vive en un estrecho habitáculo pese a su amplia representación parlamentaria. No se atreve a enfrentarse abiertamente a Díaz Ayuso para no ser acusado de traición al emergente movimiento ultranacionalista. Tampoco quiere secundar de forma inquebrantable todas las iniciativas del PP para no verse abocado a su desaparición por la inutilidad de su propuesta. Como ERC, es partidario del pacto, pero al final no pacta.

 El otro problema que vive Ciudadanos es el de compaginar su papel a nivel nacional con el que desempeña en Madrid como coaligado del gobierno. Rafa Rubio ve que “Ciudadanos ha intentado jugar la misma carta que viene jugando hasta ahora, la de ser el intermediario útil, pero esta es una posición muy compleja cuando se forma parte del Gobierno. Este intento de jugar a hacer de mediador político en Arrimadas funciona, pero en Aguado es difícil de manejar”.

 



 Cacelorada en Madrid , contra el gobierno central en barrio "pijo"

El fantasma electoral

Al igual que ocurre en Cataluña, el fantasma electoral sobrevuela la coyuntura actual. En el caso de Madrid, toda la presión actual la tiene Ciudadanos, que es quien sostiene el gobierno de Díaz Ayuso. Tal y como explica Toni Aira: “Ciudadanos parecen ser los más centristas de la clase, piden sentido común y te vienen a dibujar, con poca lealtad hacia su socio, que si por ellos fuera la cosa se estaría conduciendo de otra manera. Estas diferencias podrían perfectamente no haberlas hecho públicas, como ocurre en otros gobiernos de coalición, pero quieren ponerse en valor con el fantasma de la posible moción de censura y cuidar la relación con el PSOE”.

 Algunos analistas quieren ver en el giro ultranacionalista madrileño del PP la posibilidad de forzar un adelanto electoral que le diera una mayoría suficiente para gobernar sin el condicionante de Ciudadanos y adelantando por la derecha a Vox. Parece claro que los populares están marcando la agenda informativa. El actual debate público es el que Díaz Ayuso y sus asesores han buscado. Según Toni Aira, “El PP está encantado con que esto pase y la sobreactuación lo demuestra. Se nota que lo buscaban y, finalmente, cuando les ha caído el premio gordo, están exagerando en la reacción”.

 Dos frentes fragmentados e indefinidos

 La estrategia de Díaz Ayuso y su asesor de cabecera, Miguel Ángel Rodríguez, se apoya en la fijación de dos frentes en conflicto. En realidad, la situación es mucho más compleja. Dentro del PP, no existe un consenso total respecto a que la batalla planteada desde la Puerta del Sol beneficie al PP en su conjunto. Hay quien cree que se trata de posicionar a la presidenta de Madrid como futura candidata a suceder a Pablo Casado y hacerla aparecer como la que mejor puede confrontar con Pedro Sánchez.

 Para Vox y Ciudadanos, el actual escenario es más que incómodo. Vox, en Madrid, se queda sin hueco si es el PP el ariete contra el Gobierno de coalición. En toda esta batalla está intentando quedarse al margen colocando la moción de censura de Abascal como su escenario ideal. Ciudadanos vive su particular penitencia. Nada bueno va a obtener de la actual conflagración. Su papel queda desfigurado y sin un rol significativo.

 Para Pedro Sánchez, el “conflicto madrileño” choca abiertamente con su propuesta de una respuesta unitaria frente a la emergencia sanitaria y económica. Dos no acuerdan si uno no quiere. Parece claro que la derecha no va a facilitar una posición de consenso nacional en los tiempos actuales. Unidas Podemos necesita tener su propio espacio político. La tensión existente le permite asumir un papel más relevante en sus manifestaciones públicas, aunque, por contra, tiene que resistir un ataque permanente al ser utilizado como flanco prioritario de las embestidas contra el Gobierno de coal

 https://www.infolibre.es/noticias/comunicacion_politica/2020/10/13/madrid_llibertat_111974_2022.html

  Nota del blog  .-  El fantasma   de la caja B..en internet



lunes, 12 de octubre de 2020

12 de octubre. Por un republicanismo anticolonialista



12 de octubre. Por un republicanismo anticolonialista

GERARDO PISARELLO

 Los actos evocatorios del 12 de octubre de 1492 tendrán este año un significado singular. Por el propio contexto de pandemia, que sitúa cualquier reflexión pública en una suerte de niebla espesa, por momentos irreal. Pero también por la emergencia, a uno y otro lado del océano, de una extrema derecha descaradamente negacionista de lo que de crueldad y expolio tuvieron aquellos choques sociales y culturales.

Esta realidad obliga a prestar atención a las ciento de miles de voces que, en medio de una dramática violencia racista estatal y paraestatal se están movilizando contra el neofascsimo en diferentes rincones del mundo. Y constituye una buena ocasión, también, para articular un republicanismo del siglo XXI con anticuerpos suficientes para repeler, entre otras cosas, el virus letal del racismo y del colonialismo.

 1- Bartolomé de las Casas y las semillas del republicanismo anticolonial

Sin dudas, una de las figuras más interesantes para acometer esta tarea es la del humanista y fraile dominico, Bartolomé de Las Casas. Nacido en Sevilla hacia 1474 en un familia de mercaderes, Las Casas representa a una generación que por su propia vivencia de la conquista en América reaccionó a las atrocidades que él mismo describiría indignado en su "Brevísima relación de la destrucción de Indias", de 1542. Su experiencia de la brutalidad colonial –Las Casas calculó que en cuatro décadas más de 12 millones de amerindios habían muerto como consecuencia de malos tratos, matanzas, epidemias– no fue vana. Por el contrario, fue lo que le permitió convertirse en una figura clave de la teorización moderna de los derechos humanos y del republicanismo democrático.

 

Las Casas vivió unos 82 años. Llegó a La Española –hoy Haití– cuando tenía poco más de veinte. Una década más tarde, hacia 1514, tomó conciencia plena de lo que suponía el sistema de esclavitud y saqueo practicado por conquistadores, colonos y encomenderos contra las poblaciones originarias. A partir de entonces, dedicó el resto de su vida a denunciarlo y a proponer medidas para acabar con este sistema. La más radical fue la supresión total y definitiva de lo que consideraba el peor de los crímenes:  la "encomienda perpetua", piedra angular del régimen de explotación económica y de vejaciones sobre el que se sostenía el edificio colonial.

 En 1542, con las Nuevas Leyes de Indias, dictadas por Carlos V, Las Casas vio como sus esfuerzos se traducían en algunas reformas. Sin embargo, la reacción de los encomenderos fue tan brutal que el propio monarca acabó retrocediendo y revirtiéndolas. Con la transición monárquica de Carlos V a Felipe II, Las Casas vio menguada su influencia en la Corte. Eso le valió una soledad creciente, pero en sus últimos años, lejos de amilanarse, se radicalizó en sus posiciones. Agudizó sus críticas a la Corona. Defendió de manera explícita el derecho democrático de los pueblos indios colonizados a su autodeterminación y a ser restituidos en lo que por justicia les correspondía. Solo se arrepintió de una cosa: haber aceptado en su juventud que la esclavitud indígena fuera reemplazada con esclavos africanos para morigerar la tragedia que le estaba tocando presenciar.

 El escritor republicano cubano, José Martí, llegó a escribir, refiriéndose al coraje político, a la empatía y a la firmeza ética de Las Casas: "Empezó su medio siglo de pelea para que los indios no fueran esclavos; de pelea en las Américas; de pelea en Madrid; de pelea contra el Rey mismo; contra España toda, él solo, de pelea". Unas de estas batallas, precisamente, fue la llamada "Controversia de Valladolid", una polémica que lo enfrentó entre 1550 y 1551 a Juan Ginés de Sepúlveda. En dicha discusión, Sepúlveda defendió las guerras de conquista contra los "bárbaros" amerindios. Las Casas se opuso con argumentos contundentes: ¿era justa pues, la guerra de los romanos contra los españoles para liberar a estos de su barbarie? ¿no fueron más bárbaros, en tanto crueles y estólidos, conquistadores y encomenderos que los pueblos amerindios? ¿cómo es posible hablar sin más de razas o naciones bárbaras?

Pero la formación política y filosófica de Las Casas le permitió ir más allá. Como conocedor de Aristóteles que era, su crítica del genocidio americano le llevó a esbozar una teoría republicana y democrática del buen gobierno que se anticiparía a autores como Rousseau. En su tratado sobre El poder de los reyes y los derechos de los súbditos (De Regia Potestae…, en el original en latín) llegó a consagrar un principio anticolonial básico: que ningún Estado -ni rey, ni emperador- puede enajenar territorio ni cambiar su régimen político sin consentimiento expreso de sus habitantes. Las razones eran evidentes: el poder de soberanía procede del pueblo, y al elegir a sus gobernantes, el pueblo no pierde nunca su propia libertad. Los reyes y gobernantes –continuaba Las Casas- no son señores de los reinos. Son administradores de intereses comunes. De ahí que, citando a Bartolomé de Brescia, acabara defendiendo que los reyes fueran nombrados por voluntad popular, "aunque por costumbre se venga haciendo lo contrario" (De Regia Potestae…)

 2- "Que se pierdan las colonias y se salven los principios". El republicanismo anticolonial en la Revolución francesa y más allá del Atlántico

La admirable radicalidad democrática y anticolonial con la que Bartolomé de Las Casas afrontó el tremendo "choque de mundos" en pleno siglo XVI le granjearía el reconocimiento –hasta el día de hoy – de pueblos indios en Chiapas y otros sitios de América. Pero su influencia se proyectaría sobre la propia Europa, comenzando por la Revolución Francesa.

 La cuestión colonial generó un importante debate en la Asamblea Constituyente francesa de mayo de 1791. Pierre-Victor Maloüet, dueño de plantaciones de azúcar en Santo Domingo y reputado portavoz del sector esclavista, reclamó una Constitución específica para las colonias con el fin de que la Declaración de derechos no se aplicara en ellas. Algunos diputados más desvergonzados, como Moreau de Saint-Méry, propusieron directamente que fuera el esclavismo en las colonias lo que resultara constitucionalizado.

El encargado de responderles fue el diputado Maximilien Robespierre. Y lo hizo de manera fulminante, en una memorable intervención el 13 de mayo. "Que perezcan vuestras colonias, si pretendéis conservarlas a este precio. Sí, si fuera necesario perder vuestras colonias o perder la felicidad, la gloria, la libertad, yo repetiría: ¡que perezcan vuestras colonias!"

 La burguesía colonialista, girondina, insultaba a Robespierre y al Abad Grégoire llamándoles "Lascasistas". Sabían de lo que hablaban. Y sabían lo contagiosas que las ideas del fraile sevillano podían resultar. No en vano, al socaire de las ideas y movilizaciones que agitaban Francia, en 1791 se produjo en Haití un levantamiento de esclavos encabezados por el líder negro Toussaint L’Ouverture. Los trabajadores se declararon hombres y mujeres libres y atacaron las propiedades de los terratenientes.

 En 1793, por disposición de los jacobinos, los esclavos de colonias francesas obtuvieron la emancipación. Toussaint, un ex esclavo que sabía leer y tenía 50 años, fue declarado presidente vitalicio de la isla. Con la caída de Robespierre, Napoleón intentó recuperar el control colonial sobre la isla. Sin embargo, fue derrotado por el general negro Jean Jacques Dessalines. En 1804, este proclamó la República de Haití, que suplantó al francés Saint-Domingue. Confiscó todas las plantaciones y estipuló una reforma agraria que repartió la tierra entre los ex esclavos. Haití se convirtió así en la primera República independiente de América y en la primera República negra del mundo.

 3- Dionisio Inca Yupanqui en las Cortes de Cádiz: "un pueblo que oprime a otro no puede ser libre"

Muchas de estas ideas viajaron también las Cortes de Cádiz. A la ciudad, asediada por la peste y la guerra, concurrieron no solo diputados de toda la península, sino también diputados americanos, de las colonias españolas de ultramar. No se trataba de simples aventureros. Eran personas que arriesgaban la vida y que tenían la certidumbre de que estaban ante una revolución que podía llegar a trascender el marco de la monarquía absolutista. Y así fue.

 En diciembre de 1810, se escuchó en la sala de sesión de las Cortes un discurso inédito, que dejaría una honda impresión entre sus miembros. Ese alegato, poco conocido, hablaba de la igualdad entre españoles e indios americanos. Lo pronunció el diputado suplente por el Virreinato del Perú, Dionisio Inca Yupanqui. Sus palabras quedarían para la historia: "La mayor parte de los diputados y de la Nación apenas tienen noticia de [América] este dilatado continente. Los Gobiernos anteriores la han considerado poco, y solo han procurado asegurar remesas de precioso metal, origen de tanta inhumanidad, del que no han sabido aprovecharse […] Un pueblo que oprime a otros no puede ser libre […] Napoleón, tirano de Europa, su esclava, apetece marcar con este sello a la generosa España. Pero esta, que lo resiste valerosamente, no advierte […] que se le castiga con la misma pena que por el espacio de tres siglos hace sufrir a sus inocentes hermanos. Como Inca, Indio y Americano, ofrezco a la consideración de vuestra majestad un cuadro sumamente instructivo. Dígnese hacer de él una comparada aplicación, y sacará consecuencias muy sabias e importantes".

 Las palabras de Inca Yupanqui sacudieron las Cortes. En ellas, resonaba el eco lejano de las resueltas revueltas indígenas protagonizadas en América contra el partido de los encomenderos. Así, por ejemplo, la de Julián Apaza Nina, más conocido como Túpac Katari, hijo de un minero aimara, que había llegado a montar en el Alto Perú un ejército de indios, mestizos, mulatos y negros y había llegado a cercar la ciudad de la Paz, en 1781, junto a su compañera, Bartolina Sisa, y su hermana, Gregoria Apaza. O la de José Gabriel Condorcanqui, conocido como Túpac Amaru, quien se levantó contra el Corregidor español a resulta de los abusos que suponían los tributos, diezmos y el sistema de mita minera en Potosí.

 La mayoría de diputados peninsulares en Cádiz escuchó con atención pero la respuesta fue fría, cuando no airada. Y es que a las palabras de Inca Yupanqui se sumaron las de otros diputados de ultramar que reclamaron, sin ambages, autonomía política y competencias económicas para las provincias y municipios de América. Para los "serviles" partidarios de Fernando VII de Borbón, esto era inadmisible, puesto que suponía poner fin a las remesas americanas de las que se nutría la Monarquía. Entre los diputados liberales moderados, los recelos no eran menores, ya que veían en estas demandas americanas dos pulsiones inaceptables: el federalismo y el republicanismo.

 Esto hizo que los únicos en solidarizarse de manera abierta con las peticiones de ultramar fueran los sectores liberales más radicales y cercanos al republicanismo. Uno de los más decididos fue el diputado por Lugo, Domingo García Quintana. En su intervención, criticó duramente las vejaciones cometidas contra los amerindios, defendió la abolición de la esclavitud e incluso, en un momento de arrebato, llegó a sostener: "hablar y amenazar no nos sacará de apuro: cuchilla, cuchilla es lo que necesitamos y pronto". También el salmantino José Valcárcel Dato se pronunció en términos semejantes. Tras defender las exigencias americanas, denunció sin ambages a los jueces y funcionarios que "han presentado en aquellos preciosos dominios los más escandalosos y repetidos ejemplos de crueldad, de despotismo, de sobornos, de dilapidación […] habiendo quedado las injusticias más atroces, no solo sin castigo, sino que han sido premiados muchos autores de ellas".

 4- El anticolonialismo republicano y federal de Pi i Margall

Las peticiones de autonomía y de una relación federal por parte de las colonias americanas chocaron una y otra vez contra el absolutismo monárquico, hasta que, frustradas, se convirtieron en independentismo. Sin embargo, las propuestas de un reencuentro libremente decidido y entre iguales, no desparecieron. El propio Simón Bolívar, a través de su ministro en Londres, Francisco Antonio de Zea,  hizo llegar a las Cortes de Cádiz, sin suerte, la propuesta de una confederación republicana de ambos hemisferios. 

 No faltaron, sin embargo, las voces que a lo largo del siglo XIX entendieron que la única forma de mantener la unión entre la península y América era renunciar al colonialismo y reconocer formas federales y confederales de convivencia. Una de las más firmes fue la del republicano catalán Francesc Pi i Margall. En 1854, con solo 30 años, Pi escribió desde Madrid una de las críticas más crudas y duras de la colonización española. "Hemos procedido siempre con las colonias como con nosotros el antiguo pueblo de Roma. Nuestras leyes han levantado una valla eterna entre vencedores y vencidos; nuestros gobiernos las han entregado constantemente a la rapacidad y al despotismo de los capitanes generales […] ¿cuándo nos hemos ocupado de la suerte de los indios bravos? Nos hemos contentado con decir que no son hombres, para cohonestar nuestra vergonzosa e imperdonable incuria".

 Para Pi, la rapacidad y la ceguera colonialista no podían redimirse bajo el centralismo de los borbones. Por eso, como presidente de la I República española, fue partidario del federalismo interno y externo y de un amplio reconocimiento del autogobierno dentro y fuera de las fronteras estatales. En el proyecto de Constitución de 1873, influido por sus ideas, Cuba, Filipinas y Puerto Rico eran reconocidos como Estados dentro de una Federación republicana.

 Sin embargo, las ideas de Pi, así como las de muchos federales de libre adhesión, fueron derrotadas. Con la primera Restauración Borbónica, España reemprendió su política nacionalista y colonialista, pero el 1 de enero de 1899 ya había perdido tres colonias más. Poco años antes, cuando la criminalización de los rebeldes cubanos y filipinos acaudillados por José Martí y José Rizal arreciaban, Pi repetía los mismos argumentos de Bartolomé de Las Casas: "Nosotros, que así procedemos, ¿es justo que califiquemos ahora de bandoleros a los que contra nosotros se alzan por su independencia? […] Nación alguna tiene derecho a ocupar territorios que otros hombres pueblen, como éstos no se lo consientan. Si una nación los ocupa por la violencia, los vencidos pueden en todo tiempo combatirla hasta que la arrojen del suelo de su patria".

 5- Por un republicanismo anticolonialista, fraternal e internacionalista

Si la Primera Restauración Borbónica solo ensanchó la herida colonial durante en el siglo XIX, la Segunda, impulsada por Franco y consumada durante la transición, tampoco la ha cerrado. No en vano, Juan Carlos I, nieto de Alfonso XIII, comenzó su reinado estrechando relaciones neocoloniales con las dictaduras de Videla, en Argentina, y de Pinochet, en Chile. Y lo acabó mandando callar a un presidente elegido democráticamente, precisamente por cuestionar esas relaciones de las que el Rey Borbón, como se está viendo ahora, sacaba provecho económico personal de forma descarada.

 Nada asegura, ciertamente, que un régimen republicano acabe de la noche al día con el lastre del racismo y del colonialismo institucionalizados. Son muchas, de hecho, las prácticas contradictorias, incoherentes, que sobre estas cuestiones, atravesaron también al republicanismo peninsular y americano. Con todo, esta tradición, en sus versiones democráticas, no oligárquicas, ha tendido, desde de Las Casas hasta Robespierre, desde Bartolina Sisa e Inca Yupanqui hasta Pi i Margall, a colocar la lucha anticolonialista entre sus principales preocupaciones.

 En un momento en el que el Partido de los nuevos encomenderos, del despojo de los bienes comunes y del neo-supremacismo intenta imponerse con violencia voraz en Bolivia, Chile o Estados Unidos, con el visto bueno de Vox y tantos otros profetas del odio, repensar un republicanismo anticolonial e internacionalista, no es una cuestión secundaria. Es la más urgente de las batallas si de lo que se trata es de salvar de la barbarie más atroz a lo que otro Lascasiano, Francisco Fernández Buey, llamaba la humanidad sufriente. Eso y evitar, antes de que sea muy tarde, una degradación irreversible del planeta y sus especies.

Profesor de Derecho Constitucional y diputado de En Comú Podem en el Congreso

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