La distopía de la guerra
Publicado por @nsanzo ⋅
22/07/2025
El lunes, Le Monde informaba sobre uno de los proyectos
estrella de la construcción ucraniana, muy acorde con las limitadas
posibilidades de reconstrucción en condiciones de guerra y con las necesidades
del momento: un gran cementerio militar. Según el medio francés, el lugar
tendrá un búnker para protegerse de posibles bombardeos -aunque los muertos no
han sido un objetivo señalado de las tropas rusas, como sí lo son de las
israelíes en Gaza-, lugares en los que realizar los homenajes a los guerreros
caídos y más espacio en el que enterrar a los soldados ahora que los
cementerios existentes están desbordados. Sin datos mínimamente realistas sobre
las bajas en uno u otro ejército, son indicativas las llamadas de atención de
periodistas afines cuando afirman, como ha hecho recientemente un bloguero
ucraniano, que “actualmente, las Fuerzas Armadas de Ucrania carecen de
infantería. Totalmente. La infantería ha huido, está en el hospital o en el
cementerio”. El crecimiento de los cementerios es, sin duda, otro indicador
importante. Según Le Monde, las nuevas instalaciones acogerán inicialmente
tumbas, aunque se podrán alcanzar en el futuro 130.000 o 160.000, lo que indica
el nivel elevadísimo de bajas actual y la posibilidad de que esas pérdidas
continúen en el futuro.
Sin embargo, ni el número de bajas ni la destrucción
acumulada en el país son motivo suficiente para moderar las aspiraciones de lo
que Ucrania puede conseguir por la vía militar o por medio del uso del lenguaje
del ultimátum. Escudándose en el derecho internacional, en la defensa del
continente europeo o en la voluntad de la población, Ucrania insiste en la
obligación de lograr la recuperación de la integridad territorial del país
según sus fronteras de 1991, algo que carece de realismo, tendría que
producirse contra la opinión de la población de lugares como Crimea y Donbass y
es la receta para mantener un conflicto eterno sea o no en el plano militar. Y
pese a la posibilidad de que mañana volverán a producirse conversaciones cara a
cara entre las delegaciones lideradas por Vladimir Medinsky y Rustem Umerov,
cesado como ministro de Defensa de Ucrania para ser nombrado presidente del
Consejo de Defensa y Seguridad Nacional, la probabilidad de que el conflicto
pase del plano militar al puramente político sigue siendo escasa.
En tres años y medio desde la invasión de febrero de 2022,
ni la escalada progresiva, ni el creciente uso de armas occidentales contra
territorio ruso, amenazas y diferentes versiones del mismo ultimátum han
conseguido que Rusia ceda y se rinda a unas condiciones que poco tienen que ver
con la realidad sobre el terreno y el equilibrio de fuerzas que indican la
fortaleza del frente y de la retaguardia. La respuesta ucraniana es un discurso
en el que se proclama constantemente que la guerra es la razón de ser del
régimen de Putin, que no puede ceder, ya que la ausencia de guerra sería el
final del entramado político que le hace sostenerse. “Rusia no quiere ni puede,
por voluntad propia, poner fin a las hostilidades que se han convertido en su
forma de vida. El Kremlin ha convertido la guerra en un modelo eficaz de
gobernanza estatal, una herramienta ideal para controlar la dinámica interna.
La guerra acalla el descontento social, distrae de los fracasos económicos y,
en última instancia, contribuye a consolidar el control del régimen sobre el
poder”, escribía, por ejemplo, Mijailo Podolyak, que en este pasaje describe a
la perfección también la actitud del Gobierno de Zelensky hacia la guerra, su
uso para la acumulación de poder y el control interno y el hecho de que el
conflicto militar se haya convertido en la razón de ser del Estado.
Dos iniciativas que han alcanzado protagonismo mediático son
indicadoras de esta tendencia. “Pago por rendimiento en la guerra. Ucrania
introduce la gamificación en el ejército [Como economista, me alegro. ¿Alguien
quiere colaborar en un artículo?]”, escribió el 14 de julio en las redes
sociales el actual académico y antes ministro de Economía de Volodymyr
Zelensky -uno más de los muchos hombres
en edad militar que defienden continuar luchando pero que residen en el
extranjero-, Timofiy Mylovanov. El exministro se refería a un artículo
publicado por The Economist en el que la revista británica explicaba que la
gamificación es un “término acuñado a principios de la década de 2000, se ha
utilizado en muchos campos, desde la atención sanitaria y los programas de
fidelización de clientes hasta la educación y la productividad en el lugar de
trabajo. Los participantes puntúan; suelen aparecer tablas de clasificación,
barras de progreso, niveles e insignias. En algunos casos, los puntos pueden
traducirse en recompensas que van más allá de la satisfacción de «ganar»”.
“La gamificación llegó a la guerra de los drones en agosto
de 2024, cuando el Ejército de Drones, una iniciativa respaldada por el
gobierno para adquirir drones para las fuerzas armadas, lanzó un sistema de
«bonificaciones»”, escribe The
Economist, para añadir, con total frialdad pese a estar tratando cuestiones de
vida o muerte, que “la guerra de los drones es idónea para la gamificación
porque todas las muertes se registran con las mismas cámaras de los drones que
se utilizan para pilotar las aeronaves y ya existe un sistema para
registrarlas”. La ligereza en el tratamiento del uso de la lógica de los
videojuegos aplicada a la guerra no se limita a los medios de comunicación y a
exoficiales, sino que procede directamente de las autoridades que han creado el
sistema. “El sistema garantiza que los operadores de drones con más éxito
reciban nuevos drones antes que sus colegas menos eficaces. Ahora el proceso se
está mejorando con lo que Mijailo Fedorov, ministro ucraniano de Transformación
Digital, ha denominado «Amazon para el ejército», un sistema que permite a las
unidades comprar material de combate con los puntos obtenidos por la
destrucción de vehículos rusos y otros objetivos”, escribe el artículo para
describir la iniciativa. El escenario bélico es presentado como un juego,
aunque es también reflejo del capitalismo más rampante, en el que todo está en
venta e incluso la muerte puede ser objeto de beneficios materiales.
La guerra no es solo un escenario privilegiado para poner en
práctica las técnicas del capital, sino también para abrir la puerta a la
militarización de todos los aspectos de la vida y como laboratorio de pruebas
de las armas del futuro. Esta idea no es nueva y fue uno de los grandes lemas
de Oleksiy Reznikov, el ministro que en 2020 decía de Donbass que “nuestro
objetivo no es recuperarlo, como un tumor oncológico con el que no sabemos qué
hacer. Pero entendemos que tenemos dos opciones. Estos son unos territorios
enfermos también mentalmente. Está la opción de la extracción completa, amputación
o cura. Yo soy partidario de la terapia y del restablecimiento de todo nuestro
cuerpo”. El ministro de Defensa que había comparado a Donbass con un tumor
escribió en 2022 un artículo publicado en Financial Times en el que ofrecía el
teatro de operaciones de Ucrania como escenario en el que las diferentes
empresas podrían probar sus armas en situación de combate. “Estamos
compartiendo toda la información y la experiencia con nuestros socios», declaró
en un acto del Atlantic Council en el que insistió en que “nos interesa probar
sistemas modernos en la lucha contra el enemigo, e invitamos a los fabricantes
de armas a probar aquí nuevos productos”. “Un laboratorio inmejorable para la
industria mundial del armamento”, insistía en 2023 apelando a la iniciativa de
las empresas y autoridades de los países aliados de Kiev.
Ahora, sin embargo, no se trata ya solo de un deseo, sino de
una iniciativa oficial del mismo ministro que ha implantado la guerra como un
videojuego en el que matar para ganar puntos que canjear en forma de más drones
con los que seguir matando. “Ucrania ha presentado una nueva iniciativa que
permite a las empresas de defensa extranjeras probar sus tecnologías en
condiciones reales de campo de batalla, anunció el viceprimer ministro y ministro
de Transformación Digital, Mykhailo Fedorov, durante un discurso en línea en la
conferencia de defensa LANDEURO en Wiesbaden”, informaba la semana pasada el
medio oficial ucraniano United24. Con esta iniciativa, Ucrania simplemente hace
política oficial del Estado el deseo que las autoridades han manifestado desde
2022: que Occidente aproveche el escenario militar ucraniano para enviar
masivamente sus armas actuales o las que esté desarrollando en vistas al futuro
para que sean probadas contra las armas rusas en situación de combate y
colaboren en la causa común de la guerra contra Moscú. En esta ocasión, el
lenguaje no es el de los videojuegos sino el más puro mensaje publicitario.
“¿Quieres probar tus drones en combate? Ucrania tiene una plataforma para
ello”, titula el artículo que, por supuesto, trata de presentar la iniciativa,
no como un elemento de la guerra proxy o un signo de desesperación, sino como
una medida de la generosidad y el altruismo de Kiev
“Ucrania ya ha desarrollado una infraestructura única para
el rápido desarrollo de la innovación de defensa”, insiste Fedorov en el
artículo sin reconocer que las innovaciones rusas están causando diariamente
bastante más daños en Ucrania que las ucranianas en Rusia pese a éxitos como la
operación Tela de Araña. “Estamos dispuestos a ayudar a los países aliados a
desarrollar, probar y mejorar tecnologías que funcionan en combate. Esta es una
oportunidad para adquirir experiencia que, sencillamente, no puede ser
reproducida en un laboratorio”, insiste el ministro. Ucrania ofrece asistencia
para mejorar las tecnologías de sus socios, un eufemismo útil para camuflar la
enésima súplica en busca de aún más armas para sostener a largo plazo una
guerra que no puede ganar y en la que está dispuesta a ofrecer su territorio
como campo de pruebas, su población como escudo humano y su ejército como
cobaya en la que comprobar la respuesta rusa.
https://slavyangrad.es/2025/07/22/la-distopia-de-la-guerra/#more-32652
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