El orden económico liberal se está desmoronando.
18 mayo, 2024
Alvaro Garcia Linera
La retórica de la “eficiente asignación de recursos del
mercado” ya solo queda para los incautos y, ante lo inevitable, el FMI hace
sugerencias para unas “eficientes” subvenciones que no “agraven” aún más la
geofragmentación
Continúan los lamentos del prestigioso semanario económico
conservador The Economist. La edición del 9 de mayo, le dedica investigación,
tinta y abundante frustración para comprobar, lo que califican, como el “lento
desmoronamiento del orden internacional liberal” que predominó durante 40 años
El rosario de quejas se inicia con la parálisis de la
Organización Mundial del Comercio (OMC), considerada hasta hace poco como la
portaestandarte y guardián del globalismo mercantil.
Desde hace 5 años, deliberadamente han quedado acéfalas las
representaciones de las grandes potencias, dejando al “libre” albedrío de los
gobiernos el rechazo a la apertura de sus mercados.
En las siguientes páginas The Economist desmenuza la
sucesión de “desglobalizaciones” que han proliferado en el mundo, comenzando
por la guerra de aranceles, no solo entre China y EU, sino ahora también, entre
la Unión Europea (Ue) y China que, vaticinan, habrá de recrudecer en los
siguientes meses.
La UE está a punto de imponer elevados aranceles para
impedir la presencia arrasadora de los automóviles eléctricos chinos, que son
más eficientes y baratos que los de la pesada industria europea. Por su parte,
el gobierno del Reino Unido acaba de impedir que empresarios chinos compren una
fábrica de chips y, tragándose la retórica del libre mercado, han decidido, por
“seguridad nacional”, vendérsela a inversionistas norteamericanos, claramente
menos competitivos.
Por si fuera poco, el candidato Trump, que amenaza a los
estadounidenses con un “baño de sangre” si no gana las elecciones, ha anunciado
que subirá los aranceles a los productos chinos, del 25 al 60%. Para no
quedarse atrás, Biden acaba de subir al 100% los impuestos a la importación de
autos chinos. La libertad de comercio ya no arrastra votos. Hoy lo hace el
“made in EU”.
Al “indignante” incremento mundial de regímenes de
regulación y control estatal de las inversiones extranjeras, The Economist
incorpora, con sobria resignación, los reveladores gráficos del declive del
comercio mundial, de la retracción de los capitales transfronterizos e incluso
del comercio de servicios.
Abatido ante este derrumbe del orden global liberal, el
semanario enumera otras dos medidas de esta inevitable catástrofe: la primera,
la acelerada divergencia de precios de los mismos bienes en países diferentes.
La añorada utopía de un mercado único planetario con un
precio estampilla, queda aplastada por la realidad de un mundo fragmentado por
mercados regionalizados y lealtades geopolíticas en la que cada país impone
políticamente la diferencia de precios.
Y la segunda, el reverdecer de “políticas industriales”,
esto es, subsidios estatales para crear empresas, privadas o estatales, en
suelo patrio a fin de garantizar “soberanía” y “autonomía” nacional en esos
rubros.
Curiosamente, y a propósito de esta “tragedia” del ascenso
del “nacionalismo económico” el FMI ha publicado la investigación “The return
of industrial policy in data 2024”.
Parece que la retórica de la “eficiente asignación de
recursos del mercado” ya solo queda para los incautos y, ante lo inevitable, el
FMI hace sugerencias para unas “eficientes” subvenciones que no “agraven” aún
más la geo fragmentación.
Enumera que, mientras en el año 1990, las acciones de
política industrial no llegaban ni a 70, y eran solo en países periféricos, el 2023,
se han producido más de 2.500 intervenciones de políticas industriales en el
mundo que, esta es una joyita lingüística del FMI, “discriminan” intereses
extranjeros.
Y lo peor, es que estas medidas no las encabezan países
marginales, engullidos por populismos desenfrenados, sino los baluartes del
capitalismo moderno: EU, Europa y China, que ahora compiten en subsidios con
las llamadas “economías emergentes”.
Al final, el FMI se inclina por un tipo de orden global
híbrido en el que el proteccionismo y las subvenciones selectivas en la
industria se combinen con liberalizaciones de la relación salarial y de la
inversión extranjera “amiga”.
Pero no solo las grandes instituciones económicas defensoras
del antiguo orden global liberal constatan su lenta fosilización, sino que son
también las elites políticas occidentales las que salen a justificar esta nueva
oleada soberanista.
No ha sido un comunista “trasnochado” quien ha arrojado al
“infierno” el libre comercio, sino el presidente Biden en su discurso ante los
sindicalistas norteamericanos en Springfield, el 25 de enero del 2023.
Y ha sido el mismísimo Jake Sullivan, Consejero de Seguridad
Nacional de EU, que recibió al presidente electo de Argentina Milei en visita a
Estado Unidos en noviembre del 2023, el que semanas antes había expuesto la
“estrategia industrial estadounidense” para garantizar su “seguridad nacional”.
Tengo curiosidad de saber qué habrá hecho Milei, con sus
acartonadas frases paleolibertarias aprendidas de Murray Rothbard, al chocarse
con el ferviente defensor de un “patio pequeño y valla alta”, es decir,
proteccionista, para las tecnologías estratégicas estadounidenses en las áreas
de inteligencia artificial, microprocesadores, computación cuántica y las
llamadas energías verdes.
Para no quedar muy cortos ante la historia, los políticos
europeos, fervientes defensores del liberalismo económico, ahora también están
mudando de ropaje y asumiendo el alegato soberanista.
Se trata de un travestismo ideológico obligado por la
inferiorizacion económica frente a China. En un extenso discurso pronunciado el
25 de abril en La Sorbona, el presidente francés Macron, ha expuesto de manera
sistemática el fin del orden globalista y el regreso a la política de las
fronteras para que la vieja Europa “no muera”.
En palabras solemnes, la Europa que “compraba su energía y
sus fertilizantes a Rusia, tenía su producción en China y delegaba su seguridad
en Estados Unidos ha terminado”.
Hay que abandonar la “ingenuidad” de las políticas
comerciales de fronteras abiertas ya que “las dos principales potencias
internacionales han decidido dejar de respetar las reglas del comercio”,
sentencia Macron.
Y para que Europa no muera, propone que hay que “ser
soberanos”. Para ello, hay que aumentar “la capacidad de defensa” europea,
incluida la atómica y el despliegue de “una economía de guerra” para el rearme.
Como ya lo había adelantado el secretario general de la OTAN, J. Stoltelberg,
los mercados no traen la armonía; solo “las armas son el camino a la paz”.
Paralelamente, argumenta Macron, se debe impulsar una
política industrial “made in Europa”. Esta mala palabra hace 7 años, cobra hoy
protagonismo estratégico para el presidente francés.
Y lo hace de la mano de la defensa de las “subvenciones” a
empresas estratégicas, la “derogación de la libre competencia” en sectores
productivos claves. Ante productos extranjeros más baratos, “hay que proteger a
nuestros productores” y no “ceder ante la desindustrialización”, aseveró Macron
en La Sorbona.
Para rematar este arrebato de proteccionismo iliberal,
propone proteger aún más a los agricultores europeos de la “desleal”
competencia externa y un “golpe de inversión pública” que dinamice la economía
continental. ¿Y el déficit fiscal?, no es problema para él.
Hay que subir los impuestos, comenta Macron ante la mirada
horrorizada de los defensores del libre comercio. “Impuestos fronterizos” a las
importaciones, “impuestos a las transacciones financieras”, “impuestos a las
multinacionales”.
Ni la CEPAL anteriormente dirigida por Alicia Bárcenas lo
habría dicho mejor. Y si hay dudas de este revival del nacionalismo económico,
Macron se encarga de disiparlas anunciando el control de inversiones
“no-europeas” en sectores sensibles. Con razón el The Economist se ahoga en un
mar de lágrimas ante el irreversible derrumbe del viejo orden global.
Ciertamente no es un regreso a los tiempos del norteamericano
New Deal de Roosevelt, ni a la quinta república de Charles de Gaulle; pero
claramente es el globalismo neoliberal que cede su paso a un modelo anfibio de
soberanismos regionales, liberalismos selectivos y oleadas de subvenciones y
déficits fiscales elevados.
Sin embargo, nunca faltan en el teatro político, los
anacrónicos, como los Milei y los mileis andinos, que evocan a un “occidente”
globalista y de libre mercado que ya solo existe en la insignificancia de su
furiosa retórica.
Son los melancólicos esperpentos de una curiosidad colonial,
que pretenden llevar a sus países a una economía de enclave o dual: un paraíso
para un puñado de empresas extractivistas de materias primas de exportación, en
medio de un mar de servicios precarizados.
Se trata de exóticos fósiles tratados con indulgente
conmiseración por un “occidente” hoy cada vez más soberanista y proteccionista,
que se distrae con sus agraciados malabarismos discursivos vintage, a modo de
rancio recuerdo de los dorados años de un globalismo extinto.
https://observatoriocrisis.com/2024/05/18/gracia-linera-el-orden-economico-liberal-se-esta-desmoronando/
Nota del blog .- Viendo
hoy la declaración final del G7(1)
en Italia este articulo de Linera era bien profético ..en donde las amenazas China se ven mas que su fuerza su gran debilidad.
Hace una semana
fue el Foro Económico Internacional de San Petersburgo y se reunieron 139
países apoyando a Rusia y marcando su
futuro desde los BRICS a los de Shanghái y otros , con su propio
banco mundial dirigido por expresidenta
brasileña Dilma . .
(1) https://www.eldiario.es/internacional/g7-amenaza-china-e-iran-acciones-importantes-si-siguen-apoyando-rusia-frente-ucrania_1_11450827.html
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