miércoles, 13 de septiembre de 2023

El N.Y Times, defiende las bombas de racimo en Ucrania.

 

Las bombas de racimo y la moral

 En visita de propaganda de esta semana a Kiev, el Secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, ha confirmado algo que Reuters había filtrado hace ya varios días: Estados Unidos enviará munición de uranio empobrecido a Ucrania para su uso en los tanques Abrams, cuya llegada al frente se acerca. Kiev dispondrá, para su uso en el frente, de esta más que polémica munición, que ha sido acusada de causar todo tipo de enfermedades y malformaciones en fetos en lugares como Iraq, donde ha sido utilizada por Estados Unidos y el Reino Unido, que también ha enviado proyectiles de uranio empobrecido a Ucrania. Curiosamente, poco se ha hablado de su uso hasta ahora. Es más, en su tuit anunciando el envío estadounidense, The Kyiv Independent se refería a “la primera vez que esa munición va a ser enviada al país”. La propaganda enalteciendo los resultados de su uso y el silencio general sobre el uranio empobrecido británico vuelve a hacer surgir la pregunta de si la enorme explosión que se produjo el pasado mes de mayo a causa de un ataque ruso en un almacén militar del oblast de Jmelnitsky contenía esa munición tal y como afirmó Rusia al comentar el ataque. En cualquier caso, el anuncio de Estados Unidos, unido a la inminente llegada de los tanques estadounidenses Abrams, ha hecho resurgir la idea de las armas milagrosas, una esperanza excesiva en que un tipo de equipamiento o munición vaya ser el punto de inflexión en el desarrollo de la batalla.

La tendencia que se observa en el frente, con ataques constantes y una defensa rusa que hasta ahora ha actuado con solvencia, no anima a pensar que un tipo de munición vaya a cambiar de forma decisiva el curso de la batalla, tal y como han demostrado ya los Leopard o los Challenger. La mayor cantidad o potencia del armamento causa mayor destrucción y posiblemente mayores bajas y obliga al oponente a reforzar sus defensas. En este caso, tras meses de preparación ante una ofensiva que Ucrania había anunciado ya desde el inicio de la planificación, las fortificaciones rusas han demostrado estar preparadas para soportar semanas de presión. Las tropas de Kiev, con su armamento y táctica estadounidense, han necesitado doce semanas para agujerear en un punto la primera línea de defensa rusa, un bagaje peligroso aunque escaso para una ofensiva que ha contado con enormes cantidades de armamento, financiación y horas de preparación.

Igualmente polémica, y prohibida por gran parte de los aliados de Ucrania que han participado en el envío de financiación y armamento para la actual ofensiva, es la anterior wunderwaffe entregada por Washington: las bombas de racimo. “Ahora, dos meses después de que Estados Unidos enviara un paquete inicial de munición a Ucrania, para garantizar que sus tropas no se queden sin munición, según afirmaron tres oficiales estadounidenses, la administración Biden está planeando enviar más y pronto”, afirma esta semana The New York Times en un artículo que pretende tratar los resultados del uso de este tipo de armamento en el frente. Utilizado ya el primer paquete de munición de racimo en las posiciones del frente, Ucrania precisa de su reposición.

El envío occidental de bombas de racimo debió haber causado una seria polémica, no en vano la convención que prohíbe su uso -que no han ratificado ni Ucrania, ni Rusia ni Estados Unidos, aunque sí gran parte de los países del planeta- se firmó en Ottawa, con Canadá como su principal país impulsor. Sin embargo, la guerra común contra Rusia y las dificultades que está sufriendo Ucrania para avanzar sobre las posiciones rusas han conseguido que cualquier medida quede justificada. En ese contexto, artículos como el de The New York Times, que incluyen una única opinión mínimamente escéptica sobre la efectividad de las bombas de racimo en el frente de Zaporozhie, no solo no tratan las consecuencias que la presencia de este tipo de armas causará en el futuro, sino que pueden leerse prácticamente como un reportaje en defensa de su uso.

En saco roto cayeron las advertencias de Hun Sen, cuyo país, Camboya, sufre aún las consecuencias de los bombardeos estadounidenses con este tipo de armas hace ya más de medio siglo. En la guerra contra Rusia, cualquier medida es analizada únicamente por su eficiencia contra el enemigo, no por las consecuencias que vaya a causar para la población civil. Es más, prácticamente toda mención a la población civil es precisamente para insistir en que no se está viendo afectada. Ese es uno de los argumentos del artículo publicado por The New York Times, profundamente legitimador del uso ucraniano -aunque no ruso- de las bombas de racimo. La lógica parte de tener en cuenta únicamente el momento actual y solo las bombas de racimo entregadas por Estados Unidos, que según las fuentes del artículo, han sido utilizadas únicamente contra las tropas rusas en la primera línea del frente y no contra la población civil. La intensidad de la batalla, la concentración de fuerzas y las inmensas dificultades de Ucrania, no para romper el frente, sino para llegar a la primera línea de defensa rusa, hacen creíble esa afirmación.

Sin embargo, incluso aceptando que la munición de racimo estadounidense no esté siendo utilizada contra la población civil, esa información es solo parcial. La República Popular de Donetsk ha mostrado evidencias del uso de munición de racimo, eso sí, de origen soviético, no occidental, contra la población civil, acusaciones ignoradas por la prensa occidental ahora y también en el pasado. El intento de The New York Times de presentar a Ucrania como una fuerza fiable y en cuya palabra se puede confiar olvida que el uso ucraniano de munición de racimo en zonas urbanas no solo se produce ahora, sino que su uso se remonta a los primeros meses del conflicto de Donbass, como el propio medio recogió en aquel momento. La falta de memoria a medio y largo plazo y el borrado general de todo lo referente a  Donbass hace convenientemente sencillo obviar esos detalles. En octubre de 2014, The New York Times informaba de las acusaciones de Human Rights Watch contra el uso de munición de racimo en zonas urbanas, uso que, según la organización, podía ser constitutivo de crímenes de guerra.

Además de esa cuestionable preocupación por la población civil, la justificación del envío de bombas de racimo a Ucrania cuenta con tres tesis principales. La primera es su eficiencia contra las tropas rusas. Y aunque el artículo menciona que no todos los comandantes son tan optimistas, el artículo basa este argumento en adjudicar a esta munición la captura de la localidad de Urozhainoe. “Son súper eficientes”, afirma un marine ucraniano que participó en dicha batalla. Eso sí, el medio matiza que la opinión más extendida entre los comandantes ucranianos es que “las bombas de racimo son utilizadas fundamentalmente en situaciones en las que la infantería enemiga está expuesta y son bastante inefectivas contra las posiciones fortificadas rusas -línea tras línea de trincheras y búnqueres-, que son el principal obstáculo de la contraofensiva”. En realidad, la batalla por Urozhainoe no puede ser la base de ninguna argumentación, ya que no forma parte de esa línea de defensa que Ucrania trata de romper. La ausencia de fortificaciones y el importante desgaste de las tropas que allí luchaban, por ejemplo, el batallón Vostok, cuyos soldados luchan desde 2014, forzaron la retirada en lugar de luchar hasta el último soldado por una posición que no es estratégica. Es representativo que esta batalla sea utilizada como ejemplo del uso y la eficiencia de las bombas de racimo.

El segundo argumento es el de la moral. Prácticamente desde el inicio de la intervención militar rusa, la idea de la baja moral de las tropas rusas se ha generalizado en los medios independientemente de la situación. Con la moral como razonamiento, The New York Times vuelve a citar al marine que participó en la batalla por Urozhainoe alegando que “cuando nuestros chicos ven cómo las usamos contra el enemigo, su moral sube”.

Mucho más importante es el tercer argumento: el de las enormes necesidades de munición de las Fuerzas Armadas de Ucrania, cuyo uso supera las capacidades de reposición de sus socios occidentales. La necesidad de luchar contra Rusia hasta el último ucraniano y el rechazo absoluto a buscar una salida negociada a la guerra implica el mantenimiento de una guerra cuya intensidad supera con creces cualquier conflicto en el que ha participado la OTAN en las últimas décadas. De ahí que sea preciso justificar y normalizar el uso de una munición prohibida en gran parte de los países aliados de Ucrania -que han aceptado ya sin excesivas quejas la realidad en la que se encuentran- y conocida precisamente por causar graves consecuencias para la población civil tanto durante el conflicto como en décadas posteriores.

Ese es el objetivo final del artículo publicado por The New York Times, que indica que “oficiales de Estados Unidos estiman que las fuerzas ucranianas han estado disparando hasta 8.000 rondas de munición al día, entre ellas centenares de bombas de racimo. En conjunto, eso podría llevar a que las bombas de racimo se conviertan en lo que George Barros, del Institute for the Study of War, un think-tank con base en Washington, predijo que puede convertirse en un «elemento permanente dentro del arsenal ucraniano»”.

Perfectamente normalizadas por la prensa de prestigio, que confía ciegamente en la garantía de que están siendo utilizadas únicamente contra las tropas rusas -aunque su eficiencia haya sido mayor en el caso de una batalla liderada por un batallón formado a partir de antiguos miembros de las tropas del Ministerio del Interior de Ucrania-, las bombas de racimo han llegado para quedarse. Atrás quedan los años en los que, al igual que las minas antipersona, que en esta guerra Ucrania ha difuminado indiscriminadamente por el centro urbano de Donetsk, la munición de racimo era condenada y se exigía su erradicación. La guerra contra Rusia lo justifica todo, también condenar el uso ruso de bombas de racimo mientras se defiende, a capa y espada, su uso ucraniano.

https://slavyangrad.es/2023/09/09/las-bombas-de-racimo-y-la-moral/#more-28100


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