EE.UU., la libertad y la democracia
Aram Aharonian
22/09/2023
El sistema democrático estadounidense, publicitado y vendido
como un escenario glamuroso, no logra encubrir sus graves deficiencias
acumuladas durante largo tiempo y problemas reales que nunca han sido
solucionados. Crece el escepticismo sobre la democracia estadounidense mientras
una guerra silenciosa echa sus raíces.
Estados Unidos se obstina en creer que su democracia sigue
siendo el paradigma y el faro para el mundo. Por esta arrogancia, su
democracia no sólo ha acumulado
problemas más que incurables, sino que también ha causado graves daños a todos
los países del mundo.
El periódico francés Le Monde señaló que la reparación de
una democracia ya deteriorada requiere el sentido de Estado y el de intereses
públicos, ambos ausentes en la actualidad, lo que no deja de ser muy triste
para un país que durante largo tiempo se ha considerado a sí mismo como un
ejemplo.
El año pasado, el think tank sueco Instituto Internacional
para la Democracia y Asistencia Electoral incorporó a EE.UU. por primera vez a
la “lista de democracias regresivas”. Pasaron casi dos años del asalto al
Capitolio del 6 de enero de 2021, pero el sistema democrático de EE.UU. no ha
logrado aprender realmente las lecciones, y le es díficil hacerlo.
Por eso mismo, la violencia política sigue evolucionando y
empeorándose. The Washington Post y The New Yorker señalaron que la democracia
de EE.UU. está en un estado innegablemente duro, el disturbio en el Capitolio
ha puesto de pleno manifiesto la polarización social, la división política y el
auge de la desinformación.
Ambos partidos -el Demócrata en el gobierno y el Republicano
desde la oposición- son conscientes de los defectos crónicos de la democracia
estadounidense, pero ninguno tiene la determinación y el coraje para hacer
reformas.
El 12 de setiembre, el presidente republicano de la Cámara
de Representantes de Estados Unidos, Kevin McCarthy, hizo un anuncio en campo
minado, la posible investigación formal de juicio político contra el mandatario
demócrata, Joe Biden. El proceso se sustentará en las investigaciones de su
partido sobre los negocios de su familia en el extranjero.
En la política estadounidense, el dinero es la leche materna
de la política, y las elecciones vienen convirtiéndose cada vez más en
monólogos de los ricos. Mientras , los reclamos por la democracia son
considerados nada más como “notas discordantes” en la política. Con el dinero
omnipresente en cada rincón de la política estadounidense, es inevitable que la
equidad y la justicia sean reprimidas.
La política del dinero tiene su encarnación más reciente en
sus elecciones intermedias en 2022, que costaron más de 16 mil 700 millones de
dólares, monto superior a los Productos Nacionales Brutos (PNB) de más de 70
países. La naturaleza de la política estadounidense como el “juego de los
ricos”.
La libertad de expresión estadounidense está sujeta a su
propio criterio. Los intereses partidistas y la política del dinero se han
convertido en carga pesada sobre la libertad de expresión. Cualquier discurso
desfavorable a los intereses del gobierno o del capital será sometido a
estrictas restricciones.
Ante los grupos de capital y de intereses, la “libertad de
expresión” de los medios de comunicación huele a hipocresía. La mayoría de los
medios de comunicación son de propiedad privada, y sirven a los poderosos y los
ricos. Los grupos de capital y de intereses hacen lo que quieran en lo que
respecta a la opinión pública.
Muchos ciudadanos dudan de los resultados de las elecciones
de 2020, y el extremismo, el autoritarismo y la desinformación van en aumento.
Por primera vez se cuestiona la solidez
del sistema, y cada vez hay más preocupación sobre el futuro democrático del
país: de acuerdo con las encuestas, un 71% de los votantes estadounidenses
piensa que que eso que hasta ahora entendieron como democracia, está en riesgo.
Estados Unidos avanzó con el arte de convertir sus guerras
de conquista en civilizadas formas de organizar el mundo y ordenarlo a su modo.
En el centro de su discurso público siempre está la muletilla de democracia y
derechos humanos. Todo se hace, se justifica, se impone, en nombre de ellos y
de su defensa.
Pero la realidad muestra otra cara: las intervenciones
humanitarias, la guerra contra “el terrorismo”, contra los gobiernos que según
Estados Unidos no respetan los derechos humanos, los que Washington y sus repetidoras
políticas y mediáticas en todo el continente llaman “Estados delincuentes”.
En la reciente Asamblea General de la ONU, el presidente
brasileño Luiz Inácio Lula da Silva alertó sobre el peligro del neofascismo
mundial y denunció que el neoliberalismo que se impone desde Washington “ha
empeorado la desigualdad económica y política que aqueja a las democracias
actuales”, y alertó que “entre sus escombros surgen aventureros de extrema
derecha que niegan la política y venden soluciones tan fáciles como
equivocadas”.
Democracia y sicofármacos
El orgullo de los estadounidenses por su democracia ha
registrado una drástica caída del 90% en 2002 al 54% en 2022, según una
encuesta conjunta entre The Washington Post y la Universidad de Maryland.
Depresión, pánico, ansiedad, angustia, fobias, son los
diagnósticos frecuentes que, en 2020, impulsaron un aumento del consumo de
psicofármacos, en especial el clonazepan y el alprazolam. Es evidente que las
consecuencias de este proceso de concentración económica afectan de manera
significativa y particularmente a las clases subalternas, cada vez más
enajenadas, más separadas de su producción.
El discurso del actual presidente “demócrata”
estadounidense Joe Biden puede servir,
quizá, para sus ciudadanos, bombardeados permanentemente, durante décadas, con
la ida de que dentro y fuera de Estados Unidos se vive una lucha entre la
democracia y la autocracia; entre las aspiraciones de la mayoría y la avaricia
de unos pocos. Pero, en realidad, ese podría ser un espejo de Estados Unidos.
No es para asustar a la gente, pero lo cierto es que EE.UU.,
Rusia y China armados con dispositivos químicos, biológicos y suficientes
ojivas nucleares y termonucleares, tienen la capacidad destructiva de
transformar al planeta en el campo de batalla de la Tercera Guerra Mundial, la
cual sería la terminal, por lo cual es imprescindible el diálogo con atención a
nudos geoestratégicos, empezando en Ucrania y Taiwán.
For export
El escritor uruguayo Eduardo Galeano sostenía que “La
democracia es un lujo del norte. Al sur se le permite el espectáculo, que eso
no se le niega a nadie. Y a nadie molesta mucho, al fin y al cabo, que la
política sea democrática, siempre y cuando la economía no lo sea. Cuando cae el
telón, una vez depositados los votos en las urnas, la realidad impone la ley
del más fuerte, que es la ley del dinero”.
Gracias a Biden, el partido de la guerra está de vuelta. Sus
políticas se reflejan en sus nombramientos: ideólogos que se debieron haber
retirado después de debacles en política exterior, como Victoria Nuland, quien
fue la persona en Irak de Dick Cheney, como subsecretaria de Estado en
funciones, que es el cargo número dos de ese departamento.
También designó a Elliott Abrams, quien además de haber sido
condenado por perjurio fue un sombrío apologista de los torturadores de América
Central durante el gobierno de Ronald Reagan, como miembro de su Comité Asesor
en Diplomacia Pública y un permanente desestabilizador del gobierno venezolano.
Mientras, Bill Kristol, el radical y ferviente cabildero en
pro de la guerra contra Irak, pidió dos millones de dólares para pagar anuncios
de televisión en los que se urgía a los republicanos a seguir la misma ruta en
Ucrania.
Una vez más los funcionarios predican “un orden basado en
reglas”, pero las violan al mismo tiempo que las invocan. Una vez más se invoca
a los ciudadanos a ser parte de una lucha global entre la democracia y el
autoritarismo. Pero está en una guerra a través de apoderados contra Rusia y, a
la vez, se prepara para una guerra fría contra China, impone sanciones
económicas a 26 países, tiene más de 750 bases militares en 80 naciones y
despliega fuerzas en más de cien, en todo lo ancho de los siete mares.
Andrew Bachevich, del Instituto Quincy señala que “Nuestro
actual predicamento se deriva de la afirmación, poco honesta, de que la
historia ha encomendado a Estados Unidos ser la hegemonía militarizada que
deberá marcar la política hasta el final de los tiempos. Pero sí existen
alternativas”. Hoy, la administración Biden parece comprometida a seguir el
fracasado libro táctico del equipo proguerra, pero no necesita ni puede pagar
los crecientes costos de esta política global.
La realidad del modelo estadounidense es el enorme poder de
los grandes capitales y de sus medios de información dominantes para influir
sobre las decisiones políticas e imponer su agenda por encima de la voluntad
popular, que en la práctica anula la pretendida igualdad de derechos de los
ciudadanos. Y a ello se suma un racismo estructural que mantiene a millones de
personas fuera del cuerpo político, condenados a ser carne de cañón pata las
aventuras imperiales y el negocio de las transnacionales de la guerra y los
armamentos..
Este modelo democrático que Biden quiere vender al mundo
está vaciada de contenidos verdaderamente democráticos hasta quedar reducido a
un espectáculo, una simulación del gobierno del pueblo, con la inamovilidad de
su oligarquía bipartidista. Con una clase política impermeable a la realidad, y
la continuidad de un modelo de votación indirecta en el cual es factible ganar
la elección, pese a perder la mayoría de los sufragios, como sucedió con Geoge
W. Bush y el mismo Trump.
Negacionismo
El negacionismo es aberrante: hay quienes niegan las bien
documentadas provocaciones occidentales que allanaron el camino a la guerra en
Ucrania y creen que Rusia invadió Ucrania simplemente porque es malvado y odia
la libertad y que EEUU está introduciendo armas en la nación ucraniana porque
ama a los ucranianos y quiere proteger su libertad y democracia.
Hay otros que están más interesado en la foto policial de
Trump que en las atrocidades respaldadas por Occidente en Yemen o en el hambre
en Siria. Es más, otrso creen que EEUU está llenando a Australia de maquinaria
de guerra porque ama a los australianos y quiere protegerlos de China y cree
que la fuerza militar más destructiva del mundo está rodeando a su rival
geopolítico número uno con maquinaria de guerra como medida defensiva.
Hay muchos que, influenciados por los mensajes de los medios
hegemónicos, cren que el título de régimen más asesino y tiránico del mundo
pertenece a cualquier gobierno y no al de Washington. Es porque quizás vivas
bajo las estructuras de poder más asesinas y tiránicas del mundo y, sin
embargo, pasas el tiempo gritando sobre la tiranía en los países asiáticos.
Hay quienes creen que el intervencionismo occidental alguna
vez ha tenido algo que ver con la difusión de la libertad y la democracia o la
protección de los intereses humanitarios y encuentran las protestas en lugares
como Irán, Venezuela o Cuba mucho más interesantes que las protestas en lugares
como Francia, Haití o Chile.
No son pocos quienes se desgarran la ropa cuando dicen que
China se está preparando para tomar el control de Taiwán mediante la fuerza
militar, sin reconocer que el imperio estadounidense se está preparando para
hacer exactamente lo mismo.
En general, se oponen a las armas, excepto cuando se
utilizan para matar extranjeros en el extranjero. Hay quienes creen que estar
en contra de la guerra significa poner una bandera de Ucrania en su biografía
de Twitter. Son los mismos que creen s que la invasión de Iraq tuvo algo que
ver con la liberación del pueblo iraquí y que la destrucción de Libia tuvo algo
que ver con la protección de los libios.
Muchos, alentados por la prensa hegemónica, creen que las
escaladas de EE.UU. contra Rusia y China tienen algo que ver con su “seguridad
nacional” y que está bien que EE.UU. siga librando guerras, destruyendo
naciones, matando de hambre a poblaciones civiles con sanciones económicas,
instigando guerras por poderes, armando a neonazis y yihadistas violentos,
organizando golpes de Estado y persiguiendo a periodistas, porque si no lo hace,
el mundo podría ser tomado por tiranos malvados.
*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en
Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la
Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de
Análisis Estratégico (CLAE)
Fuente: https://estrategia.la/2023/09/21/eeuu-la-libertad-y-la-democracia/
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