Una monarquía muy poco democrática
Por Joaquín Urías
| 24/08/2023
Fuentes: Ctxt
Cada vez que Felipe VI interviene en política, invierte las
reglas de la democracia, y lo hace para beneficiar a los mismos: a esas fuerzas
vivas que controlan España desde la puerta de atrás
Alberto Núñez Feijóo va a intentar formar gobierno. No
porque le corresponda constitucionalmente, sino porque así lo ha querido el
rey.
La presidenta del Congreso, Francina Armengol, nos ha hecho
saber que el rey, por su cuenta y riesgo, y sin su previo consentimiento, ha
decidido imponernos a todos los españoles lo que más le conviene a los partidos
de derecha. De hecho, la presidenta del Congreso, que es quien debería haber
tomado esa decisión, ha dicho que desconocía las razones y que esperásemos a que
el monarca publicara un comunicado. Al parecer ha refrendado la decisión
política del rey sin saber siquiera sus motivos. La autoridad democrática más
alta emanada de las últimas elecciones en este momento ha demostrado ser buena
vasalla.
El comunicado de la Casa Real, publicado un buen rato
después, es un ejercicio cutre de palabrería vacía propia de un trilero. Dice
la Casa del Rey que hay una costumbre de encargar formar gobierno al partido
más votado… aunque alguna vez ha habido excepciones. Por tanto, no es una
costumbre obligatoria. De hecho, puede convertirse en una costumbre claramente
inconstitucional porque si alguien que no es el más votado reúne apoyos
suficientes desde el primer día sería flagrantemente inconstitucional que no
intentara inmediatamente su investidura. El rey lo sabe y el comunicado borda
el ridículo cuando dice que a día de hoy no se dan las condiciones para
saltarse esa supuesta costumbre. Luego la razón real no es la costumbre, sino
que, al no haber una mayoría clara de apoyo a otro candidato, él quiere echarle
una mano a Feijóo. Y tan pancho. Que para eso sigue siendo el rey.
La Constitución no establece un plazo para encargar a
alguien que intente la investidura. Tras la ronda de consultas, se podía
esperar a que alguien reuniera una mayoría de apoyos o a que se demostrara como
imposible para encargarle a nadie que intentara formar gobierno. Eso habría
sido lo más razonable constitucionalmente. Pero parece que al rey, no a la
presidenta del Congreso, sino al rey, no le apetecía. Algún partido político le
había recordado estos días al propio monarca la conveniencia de no encargar
gobierno a nadie hasta que se sepa quien puede reunir apoyos suficientes. Pero
Felipe VI ha decidido que prefiere hacer política. Y como siempre, a favor de
la derecha. Y sin presentarse a las elecciones.
Durante la elaboración de la Constitución, el rey Juan
Carlos presionó en público y en privado para tener poderes ejecutivos. Los
razonables constituyentes de 1978 no se los dieron. Dibujaron un Jefe de Estado
con un papel exclusivamente representativo. Un símbolo que formalmente no tiene
casi ni capacidad jurídica. Los actos del rey, todos menos los privados,
carecen de validez sin el refrendo de un representante democrático. Lo dice
literalmente la Constitución. Pero también dice que la responsable política del
encargo de formar gobierno es la presidenta de las Cortes, de donde se deduce
que sólo ella puede tomar esa decisión cuando no sea puramente formal.
Pero lo que diga la Constitución al parecer da igual.
Durante el reinado de Juan Carlos se respetó la letra de la norma suprema y el
monarca utilizó su influencia de manera informal. Desde que Felipe accedió al
poder, tras la abdicación de su corrupto padre, que utilizó la Corona para
enriquecerse ilícitamente, ha hecho todo lo posible por recuperar poder
ejecutivo. Por la vía de los hechos, porque el texto constitucional no ha
cambiado. En esa tarea lo apoya gran parte de los poderes fácticos y algunos
teóricos, que estos días han llegado a escribir que el refrendo de sus actos es
obligatorio. El encargo de gobierno a Feijóo no es constitucionalmente
razonable. No parece dirigido a formar gobierno, que es el fin de la
investidura del artículo 99 de la Constitución. Parece que el rey lo ha
decidido para reforzar el liderazgo del líder popular o para acercar la
convocatoria de nuevas elecciones reduciendo el tiempo de negociación del que
dispone Sánchez. Ninguna de esas finalidades le corresponden. Porque él no es
político. Alguien debería hacerle un tatuaje a Felipe de Borbón que le
recordara cada día “tú no eres político, porque no te presentas a las
elecciones”. En su defecto, los partidos deberían exigirle que vuelva a su
papel o se vaya. Para siempre.
No va a pasar. Ni siquiera Sumar va a pedir la abdicación
del rey Felipe IV. Las fuerzas “progresistas” se van a tragar esta nueva
humillación del monarca. No se van a atrever, no ya a pedir la república, sino
ni siquiera a criticar el borbonazo. Y se equivocan. Por algo, quien más apoya
al rey para que asuma funciones ejecutivas es la ultraderecha. Vox sueña con un
rey tan poderoso como quería Franco. Y el PSOE y Sumar le hacen el juego a la
derecha tragándose sin rechistar los excesos reales.
Eso es así porque el rey representa la constitución material
del país tal y como era en 1978, y se encarga de que lo siga siendo a día de
hoy. La constitución material de un país son las fuerzas que fácticamente
tienen poder en la sociedad: grandes empresarios, ejército, jerarquía católica,
altos jueces… aquellos que manden en la sombra. Cada vez que Felipe de Borbón
interviene en política y –dada su evidente falta de respaldo popular– invierte
las reglas de la democracia, lo hace para beneficiar a los mismos: a esas
fuerzas vivas que controlan España desde la puerta de atrás. Ya antes, este
monarca ha mostrado en público su apoyo a corruptos y su desprecio por las
clases populares. Entre otras cosas, en 2017 insultó gravemente a los votantes
independentistas. Más tarde llamó al presidente del CGPJ, en mitad de un acto,
para atacar directamente al Gobierno progresista. Ahora le hace el juego a la
derecha, a pesar de que no tiene apoyos parlamentarios suficientes.
La monarquía es compatible con la democracia. Muchas de las
democracias más avanzadas del mundo son monarquías. Pero eso solo es posible
con dos condiciones: que el rey represente a toda la nación, ayudando a su
unidad; y que no tome decisiones políticas, reservadas a los representantes
democráticos. La primera era un reto difícil para una institución que más que
con la historia legendaria se conecta con un dictador fascista que se saltó el
orden dinástico y decidió quién debía reinar a su muerte. Las tomas de posición
ideológica y los gestos del rey que lo han alejado de la España más progresista
han terminado de dañar su imagen como representante de todos. La acción
política de Felipe VI en momentos como el actual está terminando por hacer
incompatible su reinado con un sistema democrático. Es posible una democracia
con rey, pero no lo parece con este rey, que una vez más se ha salido de su
papel constitucional. ¿Hasta cuándo vamos a permitirle abusar de nuestra
democracia?
Fuente: https://ctxt.es/es/20230801/Firmas/43850/rey-felipe-vi-feijoo-sanchez-monarquia.htm
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