Turquía: La
estrategia exterior de Erdogan.
Alberto Negri
En un pequeño y conciso libro titulado "El malestar
turco - Un ensayo crítico" (con edición italiana publicada por Il
Canneto), el ensayista Cengiz Aktar señala que el ascenso de la autocracia y la
deriva ultranacionalista y fascista en Turquía no se produjo, como en Europa,
como consecuencia de crisis estremecedoras, sino en un Estado histórico miembro
de la OTAN, con una economía prometedora (salvo en su fase más reciente) y la
ambición (ahora lejana y ya no deseada) de ingresar en la Unión Europea. El
resultado es que ahora, en el nuevo Parlamento, no habrá más de 100 de los 600
diputados a los que podamos llamar genuinamente democráticos y antifascistas.
Sin embargo, hoy todo el mundo felicita a Erdogan, máximo
artífice de esta deriva: de la Casa Blanca a Macron, de Israel a los europeos
y, por supuesto, al "gran amigo" Putin, a quien Erdogan elogió en su
última entrevista con la CNN. Erdogan es la única figura pro-Putin a la que
nadie se atreve a criticar incluso aquí en Occidente, ya que está mediando en
el grano ucraniano y ruso, mientras que tiene las llaves del Mar Negro con el
estrecho del Bósforo. A pocos parece importarles que las cárceles turcas estén
llenas de presos políticos, opositores kurdos y periodistas, y que los medios
de comunicación estén en manos de quienes detentan el poder.
Esto es, por desgracia, señal de que Occidente ya está
preparado para convivir con Erdogan, y nadie espera tener que lidiar con un
líder más maleable. Al fin y al cabo, han sido su ultranacionalismo, el mito
resucitado del Imperio Otomano y su aventurera política exterior los que le han
dado la victoria, y no las consideraciones sobre el aumento de la inflación o
sus errores en la gestión de la tragedia del terremoto. Hasta la oposición se ha
visto mancillada por todo ello, ya que acabó compitiendo con Erdogan en la
forma de cómo eliminar la presencia de varios millones de refugiados sirios.
Si bien es cierto, como señalaba ayer [30 de mayo] Michele
Giorgio en il manifesto, que Erdogan necesita a Israel y al Golfo para sus
ambiciones regionales, sin embargo, el "reiss" turco cuenta con una
larga lista de aliados en la región, una galería de autócratas y dictadores que
van recolocándose.
La reelección de Erdogan coincide con el regreso del sirio
Bashar Assad al seno del mundo árabe, como si nada hubiera pasado; con el
general egipcio Al Sisi, financiado por los EE. UU. y los saudíes, recibiendo a
nuestro ministro de Defensa, Crosetto, pero también al fiscal general de Moscú;
con el príncipe Mohammed bin Salman buscando la paz con Irán y recibiendo al
dictador sirio en Yeda; e incluso con el líder ucraniano Zelenski, que aceptó
fotografiarse en la cumbre de la
Liga Árabe con una procesión de déspotas y monarcas
absolutos, lo que dice mucho de su frenética búsqueda de aliados.
Pero hará falta algo más que una visita para crear distancia
entre el príncipe asesino -que ordenó el asesinato del periodista Jamal
Khashoggi- y Putin, compañero de viaje del reino saudí en la OPEP ampliada, e
inducirle a renunciar a las ganancias financieras que han llovido sobre los
productores de petróleo y gas con la guerra de Ucrania.
Erdogan marca el camino. Turquía es un aliado y miembro de
la OTAN que no sólo se niega a promulgar sanciones contra Moscú, sino que coopera
con Rusia en todos los campos, desde la importación de gas hasta la energía
nuclear, y ha duplicado el comercio con el Kremlin desde que comenzó la
invasión rusa. De hecho, Ankara ha ayudado al gobierno de Kiev contra la
agresión de Moscú con sus ya famosos drones Bayraktar, pero se cuida de no
romper los lazos con Rusia.
Sin embargo, al mismo tiempo, Turquía se pone en Libia del
lado del gobierno de Trípoli contra el general Haftar, apoyado por Moscú y
Wagner, mientras que también apoya a Azerbaiyán contra Armenia, un viejo aliado
de Moscú. Del mismo modo, Turquía se ha puesto del lado de Assad en Siria,
donde ocupa militarmente partes del territorio kurdo, mientras que el líder de
Damasco se ha mantenido en pie con el apoyo de Rusia e Irán.
Estas podrían parecer contradicciones inaceptables, pero no
lo son para Putin, Erdogan y sus compañeros de viaje.
En realidad, un rasgo común de todos estos regímenes, de
Egipto a Turquía, de Siria a Arabia Saudí, es que son amigos de Moscú. Siguen
cooperando con Rusia en diversos campos, desde la energía a los suministros
militares, al igual que los gobiernos de China e India y países que representan
casi un tercio de la humanidad, desde Asia a África y Sudamérica. Y si luego
nos fijamos en las vinculaciones económicas, encontramos que los saudíes se
encuentran entre los principales proveedores y clientes de China, cuyo líder Xi
Jinping fue recibido en Riad con todos los honores.
La amistad con China -que se cuida de no acatar la Carta de
Derechos Humanos- es también otro rasgo común de estos regímenes: nadie hizo el
menor caso a la condena que surgió de la reciente cumbre del G-7 en Hiroshima,
que pretendía contener el avance económico, militar y tecnológico de Pekín.
Esto es lo que hoy se llama un "mundo multipolar", en el que la
mayoría de los países que antaño estuvieron vinculados a Occidente hacen lo que
les viene en gana en función de sus propios intereses nacionales y regionales.
Erdogan es su maestro.
il manifesto global, 1 de junio de 2023
https://www.sinpermiso.info/textos/turquia-la-estrategia-exterior-de-erdogan-dossier
Y ver ,,,https://www.lahaine.org/mundo.php/el-sultan-2-0-se
No hay comentarios:
Publicar un comentario