domingo, 4 de junio de 2023

La estrategia exterior de Erdogan.

 

 Turquía: La estrategia exterior de Erdogan.  

 

Alberto Negri

En un pequeño y conciso libro titulado "El malestar turco - Un ensayo crítico" (con edición italiana publicada por Il Canneto), el ensayista Cengiz Aktar señala que el ascenso de la autocracia y la deriva ultranacionalista y fascista en Turquía no se produjo, como en Europa, como consecuencia de crisis estremecedoras, sino en un Estado histórico miembro de la OTAN, con una economía prometedora (salvo en su fase más reciente) y la ambición (ahora lejana y ya no deseada) de ingresar en la Unión Europea. El resultado es que ahora, en el nuevo Parlamento, no habrá más de 100 de los 600 diputados a los que podamos llamar genuinamente democráticos y antifascistas.

Sin embargo, hoy todo el mundo felicita a Erdogan, máximo artífice de esta deriva: de la Casa Blanca a Macron, de Israel a los europeos y, por supuesto, al "gran amigo" Putin, a quien Erdogan elogió en su última entrevista con la CNN. Erdogan es la única figura pro-Putin a la que nadie se atreve a criticar incluso aquí en Occidente, ya que está mediando en el grano ucraniano y ruso, mientras que tiene las llaves del Mar Negro con el estrecho del Bósforo. A pocos parece importarles que las cárceles turcas estén llenas de presos políticos, opositores kurdos y periodistas, y que los medios de comunicación estén en manos de quienes detentan el poder.

Esto es, por desgracia, señal de que Occidente ya está preparado para convivir con Erdogan, y nadie espera tener que lidiar con un líder más maleable. Al fin y al cabo, han sido su ultranacionalismo, el mito resucitado del Imperio Otomano y su aventurera política exterior los que le han dado la victoria, y no las consideraciones sobre el aumento de la inflación o sus errores en la gestión de la tragedia del terremoto. Hasta la oposición se ha visto mancillada por todo ello, ya que acabó compitiendo con Erdogan en la forma de cómo eliminar la presencia de varios millones de refugiados sirios.

Si bien es cierto, como señalaba ayer [30 de mayo] Michele Giorgio en il manifesto, que Erdogan necesita a Israel y al Golfo para sus ambiciones regionales, sin embargo, el "reiss" turco cuenta con una larga lista de aliados en la región, una galería de autócratas y dictadores que van recolocándose.

La reelección de Erdogan coincide con el regreso del sirio Bashar Assad al seno del mundo árabe, como si nada hubiera pasado; con el general egipcio Al Sisi, financiado por los EE. UU. y los saudíes, recibiendo a nuestro ministro de Defensa, Crosetto, pero también al fiscal general de Moscú; con el príncipe Mohammed bin Salman buscando la paz con Irán y recibiendo al dictador sirio en Yeda; e incluso con el líder ucraniano Zelenski, que aceptó fotografiarse en la cumbre de la

Liga Árabe con una procesión de déspotas y monarcas absolutos, lo que dice mucho de su frenética búsqueda de aliados.

Pero hará falta algo más que una visita para crear distancia entre el príncipe asesino -que ordenó el asesinato del periodista Jamal Khashoggi- y Putin, compañero de viaje del reino saudí en la OPEP ampliada, e inducirle a renunciar a las ganancias financieras que han llovido sobre los productores de petróleo y gas con la guerra de Ucrania.

Erdogan marca el camino. Turquía es un aliado y miembro de la OTAN que no sólo se niega a promulgar sanciones contra Moscú, sino que coopera con Rusia en todos los campos, desde la importación de gas hasta la energía nuclear, y ha duplicado el comercio con el Kremlin desde que comenzó la invasión rusa. De hecho, Ankara ha ayudado al gobierno de Kiev contra la agresión de Moscú con sus ya famosos drones Bayraktar, pero se cuida de no romper los lazos con Rusia.

Sin embargo, al mismo tiempo, Turquía se pone en Libia del lado del gobierno de Trípoli contra el general Haftar, apoyado por Moscú y Wagner, mientras que también apoya a Azerbaiyán contra Armenia, un viejo aliado de Moscú. Del mismo modo, Turquía se ha puesto del lado de Assad en Siria, donde ocupa militarmente partes del territorio kurdo, mientras que el líder de Damasco se ha mantenido en pie con el apoyo de Rusia e Irán.

Estas podrían parecer contradicciones inaceptables, pero no lo son para Putin, Erdogan y sus compañeros de viaje.

En realidad, un rasgo común de todos estos regímenes, de Egipto a Turquía, de Siria a Arabia Saudí, es que son amigos de Moscú. Siguen cooperando con Rusia en diversos campos, desde la energía a los suministros militares, al igual que los gobiernos de China e India y países que representan casi un tercio de la humanidad, desde Asia a África y Sudamérica. Y si luego nos fijamos en las vinculaciones económicas, encontramos que los saudíes se encuentran entre los principales proveedores y clientes de China, cuyo líder Xi Jinping fue recibido en Riad con todos los honores.

La amistad con China -que se cuida de no acatar la Carta de Derechos Humanos- es también otro rasgo común de estos regímenes: nadie hizo el menor caso a la condena que surgió de la reciente cumbre del G-7 en Hiroshima, que pretendía contener el avance económico, militar y tecnológico de Pekín. Esto es lo que hoy se llama un "mundo multipolar", en el que la mayoría de los países que antaño estuvieron vinculados a Occidente hacen lo que les viene en gana en función de sus propios intereses nacionales y regionales. Erdogan es su maestro.

il manifesto global, 1 de junio de 2023

https://www.sinpermiso.info/textos/turquia-la-estrategia-exterior-de-erdogan-dossier


 Y ver ,,,https://www.lahaine.org/mundo.php/el-sultan-2-0-se

 

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