Así opera la derecha televisiva
Por Gerardo Tecé
Cuatro días antes de las elecciones generales de 2011 que
llevaron a Rajoy a La Moncloa con mayoría absoluta, Bertín Osborne, con poca tarea
por aquel entonces, aprovechaba una entrevista en prensa para llevarle la
contraria a Franco y dejarse ver un poco metiéndose en política. A su forma:
“El 15M es una gilipollez y una soplapollez”. Tras leer al cantante de
rancheras venido a menos despachar con esa finura el movimiento social que iba
a cambiar la configuración política española, lancé una predicción en Twitter a
mitad de camino entre la coña y el terror: “Bertín está pidiendo a gritos un
programa en la tele y puede que se lo den”.
Igual ya no lo recuerdan, pero antiguamente la política
televisada era un asunto de los informativos y no de los programas de
entretenimiento. Es decir, para acercarse a la política, Mahoma tenía que subir
a la montaña, ajustar la antena para ver el informativo y poner a trabajar las
neuronas para entender qué cojones es una prima de riesgo, cómo se actualizan
las pensiones o quién es el ministro de x cosa. Eso era antes de que Mahoma
quedase sepultado por la montaña que decidió ir hasta él. El viaje ha sido progresivo.
En la última década, a medida que el brazo político de la derecha iba perdiendo
capacidad –derrotado en lo económico tras el colapso financiero de 2008 y en lo
emocional con ETA desaparecida–, su brazo televisivo iba ganando músculo hasta
llegar a la actual vigorexia. Bertín, sentado en el sofá de casa haciendo
desfilar en prime time regado con vinitos a políticos y artistas de su cuerda,
no era más que el pistoletazo de salida de lo que sería el gran despelote:
poner el entretenimiento de canales generalistas al servicio de una ideología
de derechas incapaz de ganar una discusión en el terreno político desde la
consolidación de internet y, por tanto, la sencilla comprobación de datos.
El otro día escuchaba a alguien explicar por qué la
izquierda estaba destrozando el país. Los argumentos, aunque falsos, eran
sólidos: están gobernando con ETA, han llenado las calles de violadores, se
gastan el dinero público en putas y cocaína y, si te despistas, te meten a un
okupa en tu casa, por no hablar de Sánchez y su avión Falcon que le hemos
comprado entre todos. Cuando los datos medibles no le importan a una parte
importante de la población, es absurdo confrontar esto poniendo sobre la mesa
datos reales como el del mejor momento de empleo histórico, la mayor subida del
salario mínimo conocida, los numerosos derechos adquiridos o la bajada de la
inflación. También es absurdo rebatir los argumentos sólidos elegidos a la
carta poniéndose a recordar que ETA no existe, que a los violadores los liberan
–o no– los jueces o que la okupación no es un problema real en España por mucha
pasta que suelte Securitas Direct. Cuando lo que importa es el ambiente, la
realidad y la política sobran. Hablemos de la tele.
La capacidad de generación de ambiente que tiene el brazo televisivo
de la derecha es directamente proporcional a la incapacidad del brazo político
para mantener un discurso sostenido en datos. El resultado es bestial. Lo que
eran programas de entretenimiento genérico se han convertido en rescate del
brazo político, en mítines a gran escala mediática protagonizados por quienes
hasta hace poco eran personajes de la tele y ahora son los líderes de la nueva
derecha española de aroma trumpista. Frank de la Jungla, el tipo con gorra y
zapatillas Crocs que paseaba por las selvas de Tailandia, es hoy un analista
político de Antena 3 que, de la mano de la ultraderechista y fundadora de Vox
Cristina Seguí, hace entretenimiento a la vez que informa a la millonaria
audiencia de El Hormiguero: “La gente tiene miedo, nos obligan a ser veganos,
nos obligan a ser feministas, no se puede hablar de nada por culpa de la
izquierda. Hay una panda de imbéciles metiéndose con todo lo que significa
España. Yo soy español y me gusta mi bandera”. Ana Rosa Quintana, desde las
mañanas de Telecinco que ahora también serán tardes tras el cese de Jorge
Javier Vázquez por hablar de política en un programa que era de
entretenimiento, daba la pasada semana un speech editorial explicando los
peligros de Sánchez, al que calificaba de irresponsable, antes de dar paso a
Feijóo y coincidir con él en que este país no puede seguir así y que necesita
un cambio urgente. Miguel Lago, humorista y colaborador de Pablo Motos, se
mofaba durante la campaña electoral de una candidata sorda y lesbiana de
Podemos en Valencia. Lo que de haber sido una candidata de PP o Vox le hubiese
costado el despido fulminante de la cadena, se convirtió para Lago en un
trampolín de promoción interna. Así funciona. He trabajado en algunas grandes
teles y sé de lo que hablo. Tras las críticas recibidas, Lago dejó de hacer
humor en El Hormiguero para ser ascendido a crítico político en hora de máxima
audiencia y señalar que la izquierda que lo criticaba por la mofa a la
candidata morada –“lesbiana y bollera, qué será lo siguiente, ¿qué presuman de
tener de candidato a un cojo?”– lleva cuatro años intentando cancelar a gente
tan libre como él. Una de las claves del trumpismo televisivo es llamar censura
a la crítica recibida y advertir de las graves políticas de cancelación desde
las sillas de las cadenas más poderosas del país en la que algunos están
vetados por motivos ideológicos. Otro sello de la casa trumpista es conjurar la
denuncia de “ya no se puede hablar” al tiempo que se ignoran graves condenas
judiciales que atacan la libertad de expresión.
Miguel Lago aspira desde ya a una revisión de contrato para
pasar a formar parte de la mesa de debate del programa de entretenimiento
presentado por Pablo Motos. Si la negociación llega a buen puerto, en ella
podría encontrarse con Tamara Falcó, tertuliana habitual que, en los últimos
tiempos, ha mostrado la cara más amable del despelote ideológico: “Digo yo que
si los ricos pagan más impuestos, también deberán tener más ayudas, ¿no?”.
Aplauso del público mientras trancas y barrancas asienten porque negar una
verdad de ese tamaño sería de necios y las hormigas son animales de lo más
inteligente. Un minuto de silencio para la redistribución de la riqueza y
volvemos. A la vuelta, Juan del Val, tipo de formas amables que representa a un
amigo de la familia de toda la vida, califica en el programa de entretenimiento
como “fraude” la convocatoria de elecciones de Pedro Sánchez y como “fascistas”
a sus socios de gobierno de Podemos. Si uno hace zapping, en Cuatro se
encontrará con Iker Jiménez. Que el encargado de que nos echásemos unas risas
los domingos por la noche con apariciones y espíritus haya tomado el control de
la línea política de la cadena propiedad de Berlusconi no es un hecho
paranormal. Responde de nuevo a un patrón. El trumpismo no pueden liderarlo
derechistas con recorrido intelectual, sino Iker Jiménez. Se trata de que el
mensaje se entienda y con Iker se entiende: el Gobierno ha convocado elecciones
en julio para manipularlas, coinciden en la mesa miembros ultraderechistas
habituales en un programa convertido en espacio de debate político cuyos temas
estrella van desde el problema de la okupación hasta la negación del cambio
climático. Iker, al que hicieron líder de opinión política sin pasarle el
psicotécnico, reconocía la pasada semana estar preocupado porque, en julio,
muchos grandes periodistas podrían estar de vacaciones, destapando antes la
existencia de la derecha televisiva que la del Bigfoot.
De un tiempo a esta parte la lista de diputados de la
derecha televisiva es eterna y el disimulo en los programas “para toda la
familia” es nulo. Las grandes cadenas han tocado la corneta y han hecho lo
nunca antes visto, usar espacios genéricos de entretenimiento para condicionar
el voto en favor de la derecha. Quienes sean capaces de generar ese ambiente
que tape al dato serán premiados internamente. El tradicional disimulo del
brazo televisivo, como le sucede a la argumentación en el brazo político, ha muerto.
Se llama trumpismo y viene fuerte. Que pasen trancas y barrancas.
Fuente: https://ctxt.es/es/20230601/Firmas/43199/gerardo-tece-trumpismo-tele-derecha.htm
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