jueves, 5 de marzo de 2020

El capitalismo y el coronavirus .



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Máscara africana . Costa de Marfil.

Cosas del capitalismo cuando llega el coronavirus




Pascual Serrano  

El pasado 27 de febrero Carlos Fernández Liria escribía sobre el capitalismo y el coronavirus en cuartopoder. Destacaba que la epidemia estaba mostrando la debilidad de nuestra economía y la paradoja de que, tras revoluciones industriales y tecnológicas, debemos seguir trabajando las mismas horas o más que antes, algo que no preveían los analistas del siglo pasado. Yo también quisiera detenerme en algunas otras curiosidades que la epidemia del coronavirus ha sacado a la luz.

En un sistema político y económico medianamente social, si surge una epidemia global, aunque sea leve, los métodos y sistemas de prevención se hacen llegar a los ciudadanos de un modo más barato y eficaz de lo habitual. En cambio en nuestro capitalismo hemos visto cómo, según informaba Efe, el gel desinfectante pasó de un precio de 3 euros a 22,5 por internet, una subida del 650%. Y las mascarillas subieron de 10 céntimos a 1,8 euros, 1.700% más. Con los primeros casos del brote en España el 25 de febrero, la demanda de mascarillas en Amazon se disparó y algunos vendedores, como el propio Amazon, que compra productos a los fabricantes para ofrecerlos a la venta, se quedaron sin producto tras haber subido cerca de un 20% el precio de sus últimas unidades. La única manera de comprarlas  era ahora pagar por encima de un 100% más. Es decir, en sólo un día, el paquete de diez mascarillas pasó de estar disponible en Amazon a través de diversos vendedores en una horquilla de 20 a 35 euros a, en cuestión de minutos, ofertas limitadas a precios que superaban los 159 euros.



El 28 de febrero por la tarde, tres días después de reconocerse varios casos de coronavirus en España, los únicos dos vendedores que ofrecían los paquetes diez mascarillas desechables de 3M en Amazon eran Xtrem Place, un vendedor francés, y Gigant, un alemán. Su precio de venta 350 y 499 euros, más 13 euros de gastos de envío.

Y mientras tanto, algunas personas que tenían familiares ingresados en el hospital y debían visitarles utilizando batas, guantes y mascarilla denunciaban que estas últimas habían desaparecido porque las robaban.


Eso sí, recuerden, esto es el capitalismo. Firmas de moda como Louis Vuitton y Fendi han decidido crear sus propias máscaras de lujo con su logo y terciopelo, y entre las celebrities se ha vuelto popular compartir fotos en las redes usando esas mascarillas de firma.

Sigamos nuestro paseo por el capitalismo. Muchas personas creen que disponer de un seguro de salud privado es el mejor mecanismo para evitar colas y listas de espera en la sanidad pública y disfrutar de las comodidades hoteleras e un hospital privado. Pues bien, los seguros privados de salud no cubren el coronavirus ni las enfermedades producidas por éste por tratarse de una epidemia que puede convertirse en pandemia. Tampoco estarán cubiertos quienes hayan contratado un seguro de viaje. Según los especialistas, las epidemias como el Covid-19 están excluidas expresamente en el apartado exclusiones generales de una gran mayoría de las aseguradoras, esa letra pequeña del contrato que nunca leemos ni ponen en los folletos. Ya se sabe los seguros cubren las cosas que no suceden, no las que suceden de forma masiva.


Vayamos ahora al paraíso del capitalismo. En Estados Unidos, un ciudadano de ese país ha denunciado que debe pagar 3.200 dólares por hacerse las pruebas tras volver de China para descartar estar infectado por el coronavirus. Parece que la sanidad privada le colocó hasta una resonancia magnética. Imaginen el interés que pondrán los estadounidenses en hacerse pruebas para saber si pueden infectar a sus vecinos si tienen que pagar eso. Y lo complicado que puede resultar para impedir el avance del virus.

Allí, el senador por Florida, Marco Rubio, nos muestra en un tuit las preocupaciones de la élite política del país ante una epidemia: “Dependemos de China para el 80% de nuestros ingredientes farmacéuticos activos. El potencial de interrupción de coronavirus nos recuerda lo peligroso que es para nosotros depender tanto de un país para nuestros medicamentos”. Para el senador el peligro no es el virus, es que los chinos producen las medicinas. Como señaló la corresponsal de la televisión RT, Helena Villar, “para la mentalidad liberal estadounidense la preocupación sobre la propagación del coronavirus no reside en la salud pública, sino en que es China la que produce principalmente los fármacos que luego en Estados Unidos se venden a precios especulativos”.

Otra cosa destacable es que nuestro capitalismo a las tres investigadoras italianas de la Universidad de Milán y del Hospital Sacco. que lograron aislar la cepa del coronavirus les paga menos de 1.200 euros al mes, según informó el diario La Reppublica. Basta comparar con lo que cobra un futbolista, un broker de Bolsa o un youtuber para comprobar las escalas de valor de nuestro mercado laboral.

Fue curioso también observar cómo algunas medidas que comenzamos a ver en China al principio de la epidemia, del tipo de policías obligando a la gente a ponerse la mascarilla o controles militares bloqueando el acceso a las zonas donde más se concentraba la enfermedad se interpretaban como represivas y típicas de una dictadura comunista. Algo impensable en nuestro paraíso de libertades. Todo ello, cuando la enfermedad ha llegado a nuestros países, y por la cuenta que nos traía, nos ha parecido lógico y razonable, incluido las lógicas cuarentenas y aislamiento de personas sospechas de infección.

La última paradoja es que, gracias al coronavirus, el medio ambiente del planeta está mejor porque la contaminación de China por la industria y los viajes, ahora restringidos, ha caído en picado. Así lo muestran las últimas imágenes publicadas por la NASA, que se centran en los niveles de dióxido de nitrógeno, el gas emitido por vehículos y en instalaciones industriales.

Acostumbrados como estamos a la dinámica cotidiana capitalista, algunas situaciones excepcionales como esta epidemia pueden sacarnos de la vorágine diaria y darnos la perspectiva adecuada para comprender todo lo contranatural, absurdo y egoísta que puede ser este sistema económico.


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