Derecho a la ensoñación
Érase que se era un Estado-Nación mal habituado a residir entre
desconchones y grietas tan antiestéticas que, de cuando en cuando, recordaban
el riesgo de fractura desde la base hasta el vértice de sus cimientos poco
porosos. Entre los límites geográficos de esa unidad de destino en lo
irracional (vale, denominémosla España, que ahorra caracteres que es un
primor), había que por ahora habíase un gobierno (minúsculo en sus minúsculas)
y hasta un presidente (diminuto en su diminutez), con mucho trapo pero poca
lengua. De la extranjera, que no de la extemporánea, sobrado de ésta de la
punta al trapo. Pues ocurría que le ocurre sortear fronteras (de pega,
territoriales, productos de la egoista condición humana. Ninguna interior, no
se sofoquen) y el alma tolerante, la prestancia por la libertad alimentada con
esteroides y la faz (sin tics, desencajada pero con los párpados enhiestos)
ínclita, ella misma orbitando en posición de busto romano sin toga, convertían
su presencia internacional en un replicante mal armado para las respuestas,
pero inmutable en su silencio aventajado para no tropezar, para que los
adoquines no se levanten sobre arena de playa.
Nous sommes tous Charlie y en esas se atribulaba Rajoy, expedito en tareas de evacuación de las intolerancias internas mientras cruzaba brazos con otros tantos de dudoso linaje exentos de rojizo atuendo, tal vez no tanto a través de la piel política. Pero a la vuelta de excursiones como las que posicionan en primera línea la antítesis del fracaso estratégico, el derecho a la ensoñación torna en pesadilla, se disgrega la voluntad del ser frente a la imposición del estar. ¡Libertad de expresión, qué sabia recomendación! Hoy en día se sigue repitiendo como un mantra que protegemos frente al golpeo externo, una especie de mantra que recubre la exégesis necesaria en cuanto algo decimos, pero no queda nada claro si hacemos, si residimos en su esencia.
Y
eso es así porque resulta de incómoda digestión enarbolar a pachas la banderola
gigantesca para parapetar el libre acceso a decir y defender aquellas
determinaciones humanas que considera un concreto grupo social legítimo en su
impulso y, nada más tomar tierra en la patria inconexa que minúsculamente se
dirige, reforzar el respeto al silencio debido: Abogados en trena, defendidos
en suspenso, terroristas todos. No hay paz para los postcondenados, no hay
ligereza en la pantalla inconexa del “si
tú me dices ven, te encierro todo”. Es
hecho de particular evidencia en el plano jurídico que sin soporte defensivo no
hay causa que merezca la consideración democrática de tal ficción humana. Pues
hoy, todos a la carcel. Si hay delito desde la raíz letrada, ¿hoy era el día de
pronosticar el suspenso del proceso debido? Reza la prensa menos edulcorada que
los delitos que se le imputa al cuerpo de abogados del entorno de Sortu vienen
con harinas de otro costal pero los perros suelen
transitar sin hueso. Cuando el término “terrorismo” hace acto de presencia
allende cualquier gota de agua, algunos parecen sentir el abrigo más
reconfortante para jugar sin reglas en el tablero que sigue desconchándose.
Hablar de paz es oler a derrota, deben pensar; un grillete a tiempo, un tiempo
agrietado.
Debe
ser que como queda poco tiempo para emprender más reformas sobre no ya las
imperfecciones propiamente hechas, sino tal vez para impedir una aluminosis
metastásica, se coge gusto en el desconcierto universal de amenazas
generalizadas, con ese enemigo común inconexo pero disfrazado con ropajes de
textura simétrica, para poner paños ardiendo frente labios y lenguas y cuerpos
y gestos y ánimos. Frente a todo. Frente al país mismo, desgarrado, hecho
añicos, jirones, trizas, polvo contaminante que evapora ácaro contra ácaro. Y
no es plan. Ley mordaza, ley que sueña con el sueño del silencio. Multas como
recetas, que funcionan a modo de trampolín para negar la mayor siempre y cuando
el primer paso exista, si hay salvoconducto no hay delito. ¿Qué usted se muere
víctima de Hepatitis C? Si hay receta, hay medicamento. ¿Qué le parece que la
cultura está hecha unos zorros? Si usted aprovecha mi aumento de subvenciones,
yo graciosamente le aplicaré mi porcentaje de IVA correspondiente. Y así, poco
ladrillo resta para que el hormigón quede a la vista.
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