El
programa ofrece, ciertamente, un cambio significativo hacia crecientes
democracia, justicia e igualdad, cambio tan profundo que ha producido gran
preocupación en las fuerzas conservadoras de la sociedad española. Esta alarma
ha motivado comentarios, cuando no denuncias, en los medios de comunicación, que
revelan, en palabras de Rivero, una “voluntad maniquea de generar un miedo que
paralice un posible proceso de cambio”.6 Posiblemente tales acciones han
tenido algún éxito, a juzgar por el hecho de que en un sondeo reciente, el 51
por 100 de los preguntados opina que el programa que ofrece Podemos no es “un
programa realista y con posibilidades de llevarse a cabo”.7
En
efecto, en la imagen popular más generalizada, el concepto de utopía connota la noción de algo quizá
deseable pero ciertamente irrealizable. Ahora bien, debemos
preguntarnos cuál es el origen de la noción de “irrealizable” aplicada a
cualquier orientación utópica, puesto que, como hemos visto al principio de
este artículo, tal rasgo no es parte de la definición de utopía. O, para plantearlo de otra forma, cómo es el proceso que
culmina con la asignación de la etiqueta de “irrealizable” a cualquier
orientación utópica. Karl Mannheim primero y Paul Ricoeur más tarde han dado
pistas valiosas para proporcionar una respuesta a este interrogante.
En efecto, Mannheim señala que los representantes de un
orden social determinado – los representantes del establishment -- siempre han tratado de controlar aquellas ideas e
intereses que no son realizables dentro
de los límites de ese orden social y por eso intentan convertirlos en ideas
e intereses socialmente impotentes, de manera que no puedan afectar al status quo. Es decir, los representantes
de ese orden social asignan la etiqueta de “utópica” a toda orientación de
existencia social que desde su punto de
vista nunca puede llegar a ser realidad (op. cit.). De ahí surge la noción
de proyecto irrealizable.
Por
su parte, Ricoeur sostiene que la utopía es la expresión de todas las potencialidades
que se encuentran reprimidas por el orden existente, lo cual significa que en
última instancia lo que la utopía cuestiona es la manera de ejercer el poder.
Se encuentra pues, en el terreno de lo utópico, es decir, se califica de
“utópico” a todo aquello que los representantes de un orden social establecido
consideran como peligroso para ese orden social y además imposible de ejecutar
en cualquier orden (op.cit.).
Lo
que no dicen explícitamente ni Mannheim ni Ricoeur es que la asociación de utopía con algo irrealizable, característica de la mentalidad conservadora,
se difunde y extiende por la sociedad por medio del control sobre la dirección
y el contenido de los proyectos de cambio social (es decir, cambio hacia
qué y cambio hasta dónde) que
ejercen las fuerzas que representan y sostienen el orden
social-político-económico imperante, a través de su vigilancia sobre el
contenido de los programas educativos y a través también, por supuesto, de su
propiedad de los principales medios de comunicación. Por medio de este control
se define y se transmite a la sociedad la noción de lo que es un proyecto de
cambio realista y realizable y lo que es un proyecto utópico e irrealizable.
Por
tanto, si aplicamos la línea de argumentación de Mannheim y Ricoeur al proyecto
de una “democracia real” y a la propuestas concretas de Podemos, entonces habrá
que concluir que el problema con que se enfrenta el movimiento es el de vencer
a esas fuerzas conservadoras que intentan instalar en la mente de la población
la idea de que el planteamiento de los indignados es absolutamente
“irrealizable”. Acontecimientos recientes en nuestro país y en otros lugares
sugieren que para lograr el éxito en esa lucha serán necesarias frecuentes y
persistentes movilizaciones ciudadanas que cristalicen en la invención y consolidación de nuevos
cauces de participación social y política.
Notas:
(1) Ideology and Utopia, 1936 (1929). Harvest Books.
(2) Ideología y
utopía. Compilado por George H. Taylor.1989. Ed. Gedisa.
(3) Boudon,
Raymond y François Bourricaud, A Critical
Dictionary of Sociology, 1989 (1982). The University of Chicago Press.
(4) En palabras de Merton, las teorías de alcance
intermedio son “teorías intermedias entre las
estrechas hipótesis de trabajo que se producen
abundantemente durante las diarias rutinas de la investigación, y las amplias
especulaciones que abarcan un sistema conceptual dominante del cual se espera
que se derive un número muy grande de uniformidades de conducta social
empíricamente observadas” (en Teoría y
estructura sociales, 1964: 16
(1957). Fondo de Cultura Económica.)
(5) El programa explica que la democracia se construye – o
reconstruye – por medio de la aplicación de una serie de medidas orientadas a
recuperar la economía, la solidaridad y la tierra, y a reconquistar la libertad, la igualdad y la soberanía.
(6) Jacobo
Rivero, “Podemos, una nueva forma de hacer política”. El País. Babelia, 09/08/2014.
(7) Metroscopia. Ver diario El País del 10/08/2014.
Eduardo
López-Aranguren es catedrático emérito de la Universidad
Carlos III de Madrid y autor entre otras obras de La conciencia regional en el
proceso autonómico español, La retórica del cambio en las organizaciones y Problemas
sociales: desigualdad, pobreza y exclusión social
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