domingo, 24 de agosto de 2014

Sobre el carácter utópico del partido político Podemos
Eduardo López-Aranguren · · · · ·
 

www.sinpermiso.info, 24 de agosto 2014
 
 


Desde el éxito de Podemos en las elecciones al Parlamento Europeo del 25 de mayo de 2014 son muchos los representantes de otras formaciones políticas, y también los analistas y comentaristas, que tratan de descartar las ideas y propuestas de este nuevo partido político como inmerecedoras de consideración seria, utilizando para ello etiquetas diversas: los más agresivos, desde la derecha, usan términos como “demagógico” o “populista” mientras que aquellos que se juzgan a sí mismos como más progresistas acuden, más sutilmente,  a la etiqueta de movimiento “utópico”.
En este artículo nos vamos a concentrar en el análisis de esta última posición: ¿Tienen el discurso y el programa de Podemos un carácter esencialmente utópico? Karl Mannheim (1936) definía hace años la orientación utópica como el conjunto de ideas transcendentes de la realidad que cuando se transforman en conducta tienden a destruir, parcial o totalmente, el estado de cosas predominante en el momento.1  Por el contrario, la orientación ideológica era, para Mannheim, el conjunto de ideas que cuando se transforman en conducta tienden a mantener el orden social existente en el momento. Como ha escrito años más tarde Paul Ricoeur (1989), la ideología tiene una función de legitimación del sistema de autoridad  existente (algo ya señalado por Max Weber) y una función de integración de una comunidad (que ya había indicado Cifford Geertz) mientras que la utopía tiene una función de subversión (es decir, de cuestionar lo existente)  y una función de propuesta de una sociedad alternativa, de un poder alternativo o de una forma diferente de ejercer el poder.2
Son características esenciales del movimiento utópico la oposición a los valores dominantes en la sociedad y la intolerancia hacia un mundo corrompido y hacia los que impiden el establecimiento de un nuevo orden. El pensamiento utópico nace de un descontento fundamental con las condiciones presentes de existencia social (injusticia, desigualdad, pobreza). Este descontento es la fuente de un movimiento que nos estimula a restablecer la armonía entre lo que consideramos justo (una sociedad libre, una sociedad de iguales) y la vida tal como es para nosotros aquí y ahora. Dicho de otra forma, la utopía es la expresión del deseo de cubrir la brecha existente entre lo que es el orden social y lo que debiera ser un orden social satisfactorio (Boudon y Bourricaud). 3
Con el fin de facilitar la respuesta al interrogante sobre el carácter utópico del programa de Podemos, se propone aquí distinguir entre la gran utopía  y la utopía de alcance intermedio, de forma similar a la diferencia sugerida por Robert K. Merton en el ámbito de la sociología entre la gran teoría (o sistema teórico completo), es decir, la gran especulación teórica que con un alto nivel de abstracción pretende proporcionar una explicación de la totalidad del sistema social, y la teoría de alcance intermedio que se concentra en fenómenos sociales delimitados y desarrolla proposiciones explicativas que puedan ser sometidas a prueba empírica.4
La utopía de alcance intermedio tiene los siguientes rasgos característicos: 1. Rechaza una buena parte de los valores dominantes en la sociedad, pero no la totalidad del sistema de valores. 2. Desconfía de las grandes prescripciones sobre el logro de un orden social y político totalmente diferente. 3. Plantea como objetivo destruir o cambiar parcialmente (no totalmente) los sistemas político y económico existentes; es decir, la propuesta general de subversión y sociedad alternativa no es radical. 4. Realiza propuestas concretas orientadas a conseguir una sociedad libre de corrupción y más libre, más igualitaria, y más solidaria.
El programa con el que Podemos se presentó a las elecciones europeas es el único que es posible comentar hasta que en el futuro se den a conocer los programas para las elecciones municipales, autonómicas y generales. El programa indica en el encabezamiento de cada una de sus seis secciones que el objetivo es “construir la democracia”.5 Si el establecimiento de una democracia real en España es el objetivo absolutamente central de Podemos, el que sintetiza y compendia el conjunto de sus inquietudes y demandas, entonces la cuestión es si tal objetivo es o no es utópico. Después de una lectura atenta y sin prejuicios de este programa – titulado Documento Final del Programa Colaborativo -  mi conclusión es que Podemos representa un movimiento utópico de alcance intermedio que se ajusta a las características indicadas un poco más arriba. Lo que revela este documento programático es que Podemos no es un movimiento antisistema, no es un movimiento estrictamente revolucionario ni radical, pero sí rechaza las prácticas oligárquicas y autoritarias; los valores materialistas; la corrupción, el fraude y la elusión fiscal; la opacidad de y en las instituciones; la creciente desigualdad, la injusticia y la discriminación en todos los ámbitos (económico, político, social, cultural); y los privilegios de que gozan poderes fácticos como la Iglesia católica o la Banca, y también los altos cargos públicos de las instituciones políticas y judiciales.
El cambio hacia la democracia real que propone Podemos exige, en primer lugar, la democratización de la sociedad española, es decir, el control democrático y la participación en el proceso de toma de decisiones a través de mecanismos como los referéndums vinculantes, las iniciativas legislativas populares y la presencia en los órganos ejecutivos; en una palabra, el empowerment de la ciudadanía. El cambio significa también la aplicación estricta de principios de transparencia y rendición de cuentas en todas las instituciones públicas (el principio de accountability); el control público de las instituciones bancarias (por medio de la regulación de sus actividades de inversión) y de los sectores estratégicos de la economía (energía, transporte, sanidad, educación); un sistema fiscal caracterizado por la justicia y la progresividad; y un Estado verdaderamente laico con estricta separación de Iglesia y Estado. En fin, son múltiples las medidas concretas que Podemos plantea en todos los terrenos. Por ejemplo, el impago de aquella parte de la deuda que pueda ser considerada como ilegítima por una auditoría ciudadana, la implantación de la tasa Tobin sobre las transacciones financieras, la reducción del gasto militar para dedicar ese dinero a investigación, la dación en pago de la vivienda con carácter retroactivo, la aprobación del “derecho a decidir” como derecho democrático básico, la asignación del 0,7 por 100 del PNB a la ayuda al desarrollo, el reconocimiento del Estado Palestino y la exigencia a Israel de devolver los territorios ocupados, la salida de España de la OTAN, la moratoria nuclear, la prohibición del fracking o la prohibición de las corridas de toros.
El programa ofrece, ciertamente, un cambio significativo hacia crecientes democracia, justicia e igualdad, cambio tan profundo que ha producido gran preocupación en las fuerzas conservadoras de la sociedad española. Esta alarma ha motivado comentarios, cuando no denuncias, en los medios de comunicación, que revelan, en palabras de Rivero, una “voluntad maniquea de generar un miedo que paralice un posible proceso de cambio”.6 Posiblemente tales acciones han tenido algún éxito, a juzgar por el hecho de que en un sondeo reciente, el 51 por 100 de los preguntados opina que el programa que ofrece Podemos no es “un programa realista y con posibilidades de llevarse a cabo”.7
En efecto, en la imagen popular más generalizada, el concepto de utopía connota la noción de algo quizá deseable  pero ciertamente irrealizable. Ahora bien, debemos preguntarnos cuál es el origen de la noción de “irrealizable” aplicada a cualquier orientación utópica, puesto que, como hemos visto al principio de este artículo, tal rasgo no es parte de la definición de utopía. O, para plantearlo de otra forma, cómo es el proceso que culmina con la asignación de la etiqueta de “irrealizable” a cualquier orientación utópica. Karl Mannheim primero y Paul Ricoeur más tarde han dado pistas valiosas para proporcionar una respuesta a este interrogante.
En efecto, Mannheim señala que los representantes de un orden social determinado – los representantes del establishment -- siempre han tratado de controlar aquellas ideas e intereses que no son realizables dentro de los límites de ese orden social y por eso intentan convertirlos en ideas e intereses socialmente impotentes, de manera que no puedan afectar al status quo. Es decir, los representantes de ese orden social asignan la etiqueta de “utópica” a toda orientación de existencia social que desde su punto de vista nunca puede llegar a ser realidad (op. cit.). De ahí surge la noción de proyecto irrealizable.

Por su parte, Ricoeur sostiene que la utopía es la expresión de todas las potencialidades que se encuentran reprimidas por el orden existente, lo cual significa que en última instancia lo que la utopía cuestiona es la manera de ejercer el poder. Se encuentra pues, en el terreno de lo utópico, es decir, se califica de “utópico” a todo aquello que los representantes de un orden social establecido consideran como peligroso para ese orden social y además imposible de ejecutar en cualquier orden (op.cit.).
Lo que no dicen explícitamente ni Mannheim ni Ricoeur es que la asociación de utopía con algo irrealizable, característica de la mentalidad conservadora, se difunde y extiende por la sociedad por medio del control sobre la dirección y el contenido de los proyectos de cambio social  (es decir, cambio hacia qué y cambio hasta dónde) que ejercen las fuerzas que representan y sostienen el orden social-político-económico imperante, a través de su vigilancia sobre el contenido de los programas educativos y a través también, por supuesto, de su propiedad de los principales medios de comunicación. Por medio de este control se define y se transmite a la sociedad la noción de lo que es un proyecto de cambio realista y realizable y lo que es un proyecto utópico e irrealizable.
Por tanto, si aplicamos la línea de argumentación de Mannheim y Ricoeur al proyecto de una “democracia real” y a la propuestas concretas de Podemos, entonces habrá que concluir que el problema con que se enfrenta el movimiento es el de vencer a esas fuerzas conservadoras que intentan instalar en la mente de la población la idea de que el planteamiento de los indignados es absolutamente “irrealizable”. Acontecimientos recientes en nuestro país y en otros lugares sugieren que para lograr el éxito en esa lucha serán necesarias frecuentes y persistentes movilizaciones ciudadanas que cristalicen en  la invención y consolidación de nuevos cauces de participación social y política. 
Notas:
(1) Ideology and Utopia, 1936 (1929). Harvest Books.
(2) Ideología y utopía. Compilado por George H. Taylor.1989. Ed. Gedisa.
(3) Boudon, Raymond y François Bourricaud, A Critical Dictionary of Sociology, 1989 (1982). The University of Chicago Press.
(4) En palabras de Merton, las teorías de alcance intermedio son “teorías intermedias entre las
estrechas hipótesis de trabajo que se producen abundantemente durante las diarias rutinas de la investigación, y las amplias especulaciones que abarcan un sistema conceptual dominante del cual se espera que se derive un número muy grande de uniformidades de conducta social empíricamente observadas” (en Teoría y estructura sociales, 1964: 16  (1957). Fondo de Cultura Económica.)
(5) El programa explica que la democracia se construye – o reconstruye – por medio de la aplicación de una serie de medidas orientadas a recuperar la economía, la solidaridad y la tierra,  y a reconquistar la libertad, la igualdad y la soberanía.
(6) Jacobo Rivero, “Podemos, una nueva forma de hacer política”. El País. Babelia, 09/08/2014.
(7) Metroscopia. Ver diario El País del 10/08/2014.

  
Eduardo López-Aranguren es catedrático emérito de la Universidad Carlos III de Madrid y autor entre otras obras de La conciencia regional en el proceso autonómico español, La retórica del cambio en las organizaciones y Problemas sociales: desigualdad, pobreza y exclusión social

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