lunes, 22 de abril de 2024

Las democracias liberal imperiales son genocidas ..

 

El genocidio en Gaza y el suicidio de las democracias liberales



 

Una investigación de la revista israelí +972 Magazine junto con Local Call denunció a principios de abril el uso por parte de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) de inteligencia artificial (IA) para seleccionar objetivos militares en Gaza. El artículo resultante, recogido por otros medios internacionales, explicaba cómo el Ejército israelí ha desarrollado un programa basado en IA, llamado Lavender, con el que realiza una vigilancia social masiva a los habitantes de Gaza. Dicho programa selecciona y determina qué personas han de constituir objetivos a batir por su supuesta pertenencia a Hamás o a la Yihad Islámica, basándose en algoritmos que relacionan sus características con las probabilidades de ser militantes de la resistencia palestina.

Teóricamente, Lavender debe estar supervisado por agentes del servicio de inteligencia de las FDI para validar la corrección de sus resultados. Sin embargo, la realidad es que, como cuentan los testimonios de los propios agentes recogidos por +972 Magazine, esto no siempre es así. ¿El resultado? Los bombardeos para asesinar a personas que pasan a ser sospechosas por decisión de una máquina con un 10% de margen de error se han traducido en un aumento de las víctimas civiles por lo indiscriminado de su acción. Con su aplicación, se pierde el principio de proporcionalidad que debe regir la guerra y se difuminan las responsabilidades militares.

Que te asesinen producto de la decisión de un algoritmo o de un ser humano seguramente sea indiferente. El hecho atroz está ahí y los crímenes de guerra también. Lo que plantea la introducción de la IA es un debate ético, pero también legal, sobre las responsabilidades bélicas de los Estados y de quienes los comandan. Igual que la guerra con drones dirigida desde la pantalla de un ordenador en un lugar lejano al campo de batalla despersonaliza la sensación de asesinato para quien lo ejecuta, la IA ayuda a quienes dirigen una ofensiva –en este caso un genocidio contra los gazatíes– a exculparse a sí mismos, y tal vez también a exculparse ante el mundo, del asesinato indiscriminado de civiles. Las víctimas que caen como «daños colaterales», el famoso eufemismo que EE.UU. acuñó en la guerra de Vietnam, pero que rescató con fuerza en 2003 en Irak, se encuentran, por tanto, ante la distopía de una guerra donde quienes deciden su asesinato ni siquiera tienen forma humana.

Esta nueva realidad supone un desafío para el Derecho Internacional y el ejercicio de la justicia. Pero también debería abrir un profundo debate ético sobre cómo las transformaciones en la manera de hacer la guerra, con un uso cada vez mayor de la tecnología para asesinatos selectivos al margen de un conflicto declarado, la privatización de las operaciones o la difuminación de la distinción entre guerra y paz en aras de la lucha antiterrorista está provocando desde hace tiempo que los Estados de excepción se vuelvan norma y que las democracias liberales irrespeten muchos de los principios sobre los que dicen sustentarse. Un ejercicio que la investigadora francesa, Amélie Férey, ayuda a realizar con su libro Assassinats ciblés. Critique du libéralisme armé (Asesinatos selectivos. Crítica del liberalismo armado), poniendo el foco en las tensiones entre la praxis de una guerra que se difumina y evoluciona tecnológicamente y los discursos morales de un liberalismo que trata de justificar las rupturas éticas y legales que esto comporta.

El histórico conflicto árabo-israelí ha pasado en poco tiempo de ser una guerra latente donde Israel aplicaba asesinatos selectivos a líderes de Hamás bajo justificación preventiva a ser una guerra abierta que seguramente llevará a sus responsables a los tribunales para responder por sus prácticas genocidas. De hecho, el genocidio de Israel en Gaza y la confrontación bélica del Estado sionista con Irán está desnudando la disociación entre los discursos y la realidad de los Estados que se presentan ante el mundo como paradigmas democráticos valedores de la legislación internacional. El recurso a significantes vacíos por parte de algunos analistas que destacan que Israel es la «única democracia» de Oriente Medio, como si la formalidad democrática de sus instituciones le impidiera ser responsable de algunos de los mayores crímenes en lo que va de este siglo XXI, es una muestra del intento de justificar lo injustificable. Sus hechos no sostienen sus palabras. Como EE.UU. (su gran aliado y protector) lleva demostrando desde finales del siglo XIX, las democracias liberales pueden «exportar democracia» a base de bombas o invasiones militares a terceros países sin perder su marchamo democrático. Al menos, ante sus propios ojos; la opinión de los pueblos agraviados seguramente es muy distinta.

A esta hipocresía selectiva, capaz de denunciar y pedir más sanciones para Irán por el bombardeo de respuesta al ataque israelí a su embajada en Damasco, mientras no hace lo propio para poner contra las cuerdas al Estado de Israel, se suma también la Unión Europea (UE), cuyo proceder está escribiendo páginas para la historia de la infamia, sobre todo desde la invasión rusa a Ucrania de 2022. «Irán es una teocracia que vulnera los derechos humanos, entre ellos los de las mujeres», nos recuerdan improvisados analistas de la geopolítica desde tertulias varias cuando les toca opinar de realidades que les quedan muy lejanas, tanto física como mentalmente. Su línea argumental se resume en la trampa de enfocar la atención en los aspectos formales de un sistema político determinado abstrayéndolo de su praxis real, tanto dentro de sus fronteras como más allá.

La afirmación subrepticia «Irán malo, Israel bueno» sirve para relativizar y justificar los crímenes de guerra de Israel, impidiendo, de paso, toda posibilidad de comprensión de este conflicto y de sus actores. Antes se hizo lo mismo con la guerra entre Rusia y Ucrania, donde proliferaron, y siguen proliferando, dicotomías infantiloides y análisis sin un mínimo de perspectiva histórica. En una simplificada lucha del bien contra el mal se resume el análisis de la política internacional para consumo de masas, a las que, por supuesto, se trata de convencer de que estamos ante guerras justas, en las que Occidente lucha por sus valores, se defiende de los bárbaros y combate por la victoria final del nuevo mundo libre. La misma lógica de la Guerra Fría pero ahora transmutada en una nueva conceptualización del enemigo que ya no es comunista –aunque el comunismo siempre está ahí, al lado de los malos– sino «iliberal».

Lo que no parecen querer entender ni Israel, ni EE.UU. ni la UE es que cuanto más se vanaglorien de su carácter democrático, sus principios y valores distintivos o de la superioridad de sus instituciones, para justificar de manera solapada sus intereses económicos y geopolíticos a costa de cientos de miles de vidas humanas inocentes, más están socavando todos esos principios que dicen defender. Y más se están desacreditando ante los ojos de un mundo que va mucho más allá de lo que nuestros medios en Europa nos quieren mostrar. El genocidio en Gaza nos permite ver claramente que las amenazas a la democracia liberal y el desmoronamiento del «orden internacional basado en normas» que el liberalismo logró establecer como consenso colectivo después de la Segunda Guerra Mundial se explican mejor por la incoherencia de sus postulados y su aplicación selectiva por parte de los Estados autodenominados democráticos que por el cuestionamiento de sus viejos o nuevos enemigos.

Fuente: https://www.lamarea.com/2024/04/19/el-genocidio-en-gaza-y-el-suicidio-de-las-democracias-liberales/

sábado, 20 de abril de 2024

¿Desaparición del derecho internacional? .

¿Desaparición del derecho internacional?

 Por Hedelberto López Blanch

 20/04/2024  

 Varios injustificables sucesos apuntan a que últimamente en el mundo se han pisoteado las leyes del derecho internacional, casi siempre de la mano de Estados Unidos, cuyo decadente imperio se niega a desaparecer.

 En esta ocasión me referiré a solo cuatro de esos hechos que atestiguan las violaciones a la Carta de Naciones Unidas, la Convención de Viena (establece la inmunidad de las misiones diplomáticas) y cualquier tratado de orden mundial. Es el “orden basado en reglas” que quiere imponer Occidente al resto del mundo.

 El 26 de septiembre de 2022 ocurrió un sabotaje a los gasoductos Nord Stream 1 y Nord Stream 2 y varias investigaciones, entre las que se encuentra las del periodista norteamericano Seymour Hersh, señalan que con el afán de controlar a la Unión Europea y sobre todo a Alemania, Joe Biden autorizó la voladura de los gasoductos.

 Las tuberías que van por el fondo del mar Báltico divididas en dos ramales, tenían como objetivo transportar hasta 110 000 millones de metros cúbicos de gas natural por año desde Rusia a Alemania, pasando por las aguas territoriales de Dinamarca, Finlandia, Alemania, Rusia y Suecia.

 Desde mucho antes del inicio de la operación militar especial de Rusia contra Ucrania, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden y el Pentágono apostaron por debilitar económicamente a Moscú, utilizar a Kiev como punta de lanza, controlar aún más a la Unión Europea y sacar grandes dividendos con las ventas de armas y del gas que produce en su territorio con la técnica de esquisto.

 Bajo presión estadounidense, Suecia, Dinamarca y Alemania han desechado continuar con la investigación.

 Desde el punto de vista del derecho internacional, el atentado contra los Nord Stream es ilegal, aunque se cometiera en el marco de un conflicto bélico, según explicó  el especialista en derecho internacional Stefan Talmon, quien significó que «los gasoductos son un proyecto de infraestructura civil, y de acuerdo con los estatutos de Roma, del Tribunal Penal Internacional, la destrucción de infraestructura civil es incluso un crimen de guerra”.

 El segundo deleznable hecho ha sido el genocidio que comete Israel desde el 7 de octubre de 2023 contra la indefensa población civil palestina que ha arrasado con sus indiscriminados bombardeos la Franja de Gaza y provocado cerca de 34 000 muertos, más de 100 000 heridos y alrededor de 10 000 desaparecido bajo los escombros.

 Una gran parte de la comunidad internacional lleva meses pidiendo un alto al fuego que detenga el genocidio que comete Israel contra los palestinos en la Franja de Gaza.

 Washington lleva décadas impidiendo todo tipo de castigo a Israel o lo que es igual, permitiendo una completa impunidad a las masacres que realiza el régimen sionista.

 Estamos ante el genocidio más grande contra un pueblo ocurrida en el siglo XXI mientras la ONU ha sido incapaz de detenerla a la par que Estados Unidos se ha convertido en el principal gestor de esa masacre al ofrecerle enorme financiamiento y de armamento a Israel para que continúe asesinando a mujeres, niños y ancianos indefensos.

 Un tercer evento inaceptable ocurrió el primero de abril cuando aviones de combate israelíes bombardearon la sección consular de la embajada iraní en Damasco, Siria. El ataque dejó 13 muertos, entre ellos siete miembros del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI) de Irán que se encontraban en una misión de asesoramiento.

 La embestida terrorista violó la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, que garantiza en sus artículos la inviolabilidad de los locales consulares.

 De acuerdo al tratado internacional, promulgado en abril de 1961, los locales de las misiones diplomáticas son inviolables, es decir, los edificios o las partes de los edificios, sea cual fuere su propietario, utilizados para las finalidades de la misión, incluyendo la residencia del jefe de la misión, así como el terreno destinado al servicio de esos edificios o de parte de ellos.

 El ataque provocó la muerte de miembros de alto rango del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC, por sus siglas en inglés), vinculado al ejército de Irán, incluidos los generales de brigada Mohammad Reza Zahedi y Mohammad Hadi Hajj Rahimi. En el edificio del consulado se ubicaba la residencia del embajador iraní Hossein Akbari, quien no resultó herido durante el ataque.

 El cuarto acontecimiento fue el asalto de la policía ecuatoriana a la embajada de México, ordenado por el presidente derechista Daniel Noboa, con el objetivo de detener al exvicepresidente ecuatoriano, Jorge Glas quien había recibido asilo político en esa sede diplomática.

 Durante el asalto, el jefe de Cancillería y Asuntos Políticos de la embajada mexicana en Quito, Roberto Canseco, fue empujado y maltratado por los agentes. Además, varios diplomáticos resultaron heridos.

 En este contexto, el Gobierno de México rompió relaciones diplomáticas con Ecuador, denunciando «la flagrante violación de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas y las lesiones sufridas por el personal diplomático mexicano en Ecuador”.

 Son solo cuatro ejemplos de ese orden mundial basado en reglas que quieren imponer los dirigentes de Estados Unidos y de la Unión Europea que de lograrlo desaparecería el derecho internacional para la mayoría de los países y pueblos del planeta. 

 Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano, especialista en política internacional..

https://rebelion.org/desaparicion-del-derecho-internacional/..

 y ver  ...

https://www.eldiario.es/internacional/ahmed-abofoul-occidente-distorsionando-ley-internacional-servicio-israel_128_11260837.html


  y ver..

https://www.voltairenet.org/article220753.html

jueves, 18 de abril de 2024

El fin de la inocencia .

 El fin de la inocencia

  17 abril, 2024

 

Frédéric Lordon

 

A veces somos bendecidos con inesperados momentos de verdad. «El pescado se pudre por la cabeza», declaró el primer ministro francés Gabriel Attal cuando se abalanzó sobre la última invención del bando del apoyo incondicional: arremetía contra la supuesta corrupción moral del activismo estudiantil contra la guerra de Gaza en el «elitista» Institut d’études politiques de París. Una declaración milagrosamente acertada de una boca típicamente llena de falsedades. Que el pescado se pudre por la cabeza es incluso doblemente cierto. Porque la cabeza puede entenderse en un sentido metafórico: como representación de los gobernantes y, más en general, de los dominadores. En este sentido, sí, la podredumbre está ahora en todas partes. Y también puede entenderse en un sentido metonímico: como las operaciones del pensamiento y, en el caso que nos ocupa, la decadencia de esas operaciones. Más aún: el colapso de las normas que supuestamente las rigen.

 Tal colapso no es atribuible a la mera estupidez (que rara vez constituye una buena hipótesis), sino más bien a la estupidez interesada. Porque, aunque sea a través de una amplia mediación, los intereses materiales son en última instancia determinantes de la inclinación a pensar de una manera y a prohibir pensar de otra. Aquí es donde la cabeza podrida del pez articula su doble significado: la violencia del frente burgués (metáfora) desatada en la imposición de sus formas de pensamiento (metonimia).

 ¿Por qué se ha desatado con una ferocidad que no se desataría, por ejemplo, en cuestiones de fiscalidad o de jornada laboral? ¿Qué hay en este acontecimiento internacional que tiene una resonancia tan poderosa en las coyunturas nacionales de clase? Una respuesta es que las burguesías occidentales consideran que la situación de Israel está íntimamente ligada a la suya. Se trata de una conexión imaginaria y semiconsciente que –mucho más que simples afinidades sociológicas– está impulsada por una afinidad subterránea que no puede sino negarse. Simpatía por la dominación, simpatía por el racismo, quizás la forma más pura de dominación, y por tanto la más excitante para los dominadores. Esta afinidad se acentúa cuando la dominación entra en crisis: una crisis orgánica en el capitalismo, una crisis colonial en Palestina, como cuando los dominados se rebelan contra viento y marea, y sus antagonistas están dispuestos a aplastarlos para reafirmar la dominación.

 Pero también existe una fascinación más profunda para la burguesía occidental. Fue Sandra Lucbert quien vio esto con penetrante perspicacia, planteando una palabra que creo decisiva: inocencia. La fascinación es por la imagen de Israel como figura de dominación en la inocencia. Dominar sin llevar la mancha del mal: ésta es quizá la fantasía última del dominante. Durante su juicio, el militante de izquierdas Pierre Goldman grita al juez: “Soy inocente, soy ontológicamente inocente y usted no puede hacer nada». Por muy diferentes que sean las circunstancias, sus palabras resuenan: después de la Shoah, Israel se estableció en la inocencia ontológica. Y, en efecto, los judíos fueron primero víctimas, víctimas en la cumbre de la historia de la violencia humana. Pero víctima, incluso a esta escala, no significa «inocente para siempre». La única manera de pasar de una a otra es mediante una deducción fraudulenta.

 La burguesía occidental retiene de todo esto sólo lo que le conviene. Le gustaría tanto entregarse a la dominación en la propia inocencia. Evidentemente, esto es más difícil, pero el ejemplo lo tienen delante de los ojos, y quedan hipnotizados por él, e inmediatamente atrapados en una solidaridad reflexiva.

 El ser humano tiene varias maneras de no enfrentarse a la violencia que ejerce. La primera consiste en degradar al oprimido: no es verdaderamente humano. En consecuencia, el daño que se les hace no es realmente malo y se preserva la inocencia. Sin duda, la más poderosa y común es la negación. Para eso se utiliza el término «terrorismo». Es una categoría diseñada para impedir el pensamiento, en particular el pensamiento de que ex nihilo nihil: que nada viene de la nada. Que los acontecimientos no caen del cielo. Que existe una economía de la violencia, que funciona sobre la base de una reciprocidad negativa. Y que podría resumirse en una paráfrasis del principio de Lavoisier: nada se pierde, nada se crea, todo vuelve. Los innumerables actos de violencia infligidos al pueblo palestino tenían que volver. Sólo aquellos cuya única operación intelectual es la condena tenían garantizado no ver venir nada de antemano ni entender nada después. A veces la incomprensión no es una debilidad del intelecto sino un truco de la psique: su imperativo categórico. Hay que no entender para no ver: para no ver una causalidad de la que uno forma parte -y por tanto no es tan inocente.

 Afirmar que todo empezó el 7 de octubre es una corrupción intelectual viciosa y característica de este tipo, que sólo una nación ontológicamente inocente podría suscribir, junto con todos aquellos que les envidian, y que adoran creer con ellos en efectos sin causa. Ni siquiera debería sorprendernos que algunos de ellos, como es el caso de Francia, sigan utilizando la palabra «terrorismo» contra los activistas climáticos –etiquetándolos de «ecoterroristas»– sin pestañear cuando deberían estar escondidos, consumidos por la vergüenza. Ni siquiera respetan a los muertos, cuya memoria pretenden honrar y cuya causa apoyan. Pero el «terrorismo» es el escudo de la inocencia occidental.

 El mal uso del término «antisemitismo» puede analizarse en términos similares. En sus desviaciones actuales (que obviamente no agotan todos los casos, ya que hay mucho antisemitismo auténtico) la acusación pretende deslegitimar a todos aquellos que desean reconocer la causalidad y, por tanto, poner en tela de juicio la inocencia.

 La putrefacción de la cabeza es ante todo esto: la corrupción interesada de las categorías y operaciones del pensamiento, porque lo que hay que proteger es demasiado valioso. La consecuencia es el rebajamiento –incluso se podría decir el envilecimiento– del debate público. No es casualidad que el pez podrido haya hablado por boca de Attal, ya que este envilecimiento es típico del proceso de fascistización en el que el macronismo, apoyado por la burguesía radicalizada, ha envuelto al país. Un proceso que podemos reconocer por el creciente imperio de la mentira, la tergiversación sistemática, incluso la fabricación descarada. Con –como es justo y apropiado, y siempre es el caso– la colaboración de los medios de comunicación burgueses.

 Sin embargo, todos los desmentidos y compromisos simbólicos, toda la intimidación y la censura, no harán nada para detener la implacable oleada de realidad de Gaza. Lo que el campo del apoyo incondicional está apoyando, y a qué precio, es algo que evidentemente ya no es capaz de ver. Para todo aquel que no haya perdido completamente la razón y mire con horror, la perdición ideológica –entre el racismo biológico y la escatología mesiánica– en la que se está hundiendo el gobierno de Israel no tiene fondo. Lo que podemos ver, y lo que ya sabíamos, es que los proyectos políticos escatológicos son necesariamente proyectos asesinos de masas.

Como ha argumentado Illan Pappé, el sello distintivo de la colonización cuando se basa en asentamientos es el deseo de eliminar la presencia de los ocupados –en el caso de los palestinos, ya sea mediante la expulsión-deportación o, como vemos ahora, mediante el genocidio. Aquí, como en otras ocasiones similares registradas por la historia, la deshumanización vuelve a ser el tropo justificativo por excelencia. Ahora hay innumerables ejemplos de ello, tanto de los portavoces oficiales israelíes como en la fangosa corriente de las redes sociales, asombrosos en su alegre monstruosidad y sádica exultación. Esto es lo que ocurre cuando se levanta el velo de la inocencia y, como siempre, no es un espectáculo agradable.

 Una característica de este paisaje de aniquilación que llama nuestra atención es la destrucción de cementerios. Así reconocemos los proyectos de erradicación: la dominación llevada hasta la aniquilación simbólica que, si es una paradoja, recuerda los términos del herema de Spinoza: «Que su nombre sea borrado de este mundo y para siempre». En este caso, no fue un gran éxito. Tampoco lo será aquí.

 Lo que estamos presenciando es un suicidio moral. Nunca antes se había producido un despilfarro tan colosal del capital simbólico que se creía inexpugnable, que se había acumulado tras la Shoah. Resulta que se acerca la hora del ajuste de cuentas simbólico para todos, especialmente para este proyecto colonial que se autodenomina Occidente y pretende tener el monopolio de la civilización, pero que ejerce la violencia en nombre de sus principios. Si es que alguna vez flotaron, sus credenciales morales están ahora hundidas. Se necesita la arrogancia de los gobernantes que pronto caerán, que aún no lo saben, para creer que pueden seguir este camino sin coste alguno. Aquellos que permanecen pasivos, que participan como cómplices, incluso actuando como negadores de un crimen tan enorme que se está cometiendo ante sus ojos y ante los ojos de todos los demás –personas de este tipo ya no pueden reclamar nada. El mundo entero está viendo morir a Gaza, y el mundo entero está viendo cómo Occidente mira a Gaza. Y nada se les escapa.

 En este punto, pensamos inevitablemente en Alemania, cuyo apoyo incondicional ha alcanzado niveles de delirio asombrosos, y de la que un internauta de humor negro pudo decir: «Cuando se trata de genocidio, siempre están en el lado equivocado de la Historia». No es seguro que «nosotros» –Francia– estemos mucho mejor, pero sí es seguro que la Historia nos espera a todos a la vuelta de la esquina. Historia: esto es lo que Occidente encuentra en Gaza. Si, como hay razones para creer, se trata de una cita con el declive y la caída, entonces llegará el momento en que podremos decir que el mundo se dio la vuelta en Gaza.

Frédéric Lordon  es un economista   y filósofo francés de Izquierdas 

https://fr.wikipedia.org/wiki/Fr%C3%A9d%C3%A9ric_Lordon

Fuente: https://newleftreview.org/sidecar/posts/end-of-innocence

https://www.elviejotopo.com/topoexpress/el-fin-de-la-inocencia/

lunes, 15 de abril de 2024

Giorgia Meloni y República de Salò .

 Italia: Una aberración. 

Giorgia Meloni lleva a los tribunales por difamación al historiador Luciano Canfora

VVAA 14/04/2024

Por haber calificado a la primera ministra italiana de "neonazi de corazón", el investigador comparecerá ante la justicia italiana el 16 de abril, lo que ha puesto en alerta a un centenar de intelectuales y periodistas. La demandante no es otra que la propia Meloni, que está devastando Italia y ataca todos los controles y equilibrios.

En un momento en que la libertad académica está amenazada en todo el mundo, nosotros, historiadores, filólogos, filósofos, editores y periodistas, deseamos alertar a la opinión pública de un asunto extremadamente grave del que aún no se ha hecho eco la prensa francesa.

El 16 de abril tendrá lugar en Bari un juicio sin precedentes en Europa desde 1945. El historiador Luciano Canfora, uno de los más grandes intelectuales italianos(1), ha sido demandado por difamación, a sus 81 años, nada menos que por la jefa del Gobierno, Giorgia Meloni.

 Los cargos que se le imputan son los siguientes: hace dos años, durante una conferencia en un instituto de enseñanza secundaria, Luciano Canfora calificó a Giorgia Meloni de "neonazi de corazón". Se refería al hecho de que el partido que ella lidera, Fratelli d’Italia, tiene sus orígenes históricos en la "República de Salò" (1943-1945), una especie de protectorado nazi gobernado por Mussolini a modo de Gauleiter del Tercer Reich, que llevó al norte de Italia un régimen de terror al que los italianos se refieren comúnmente como "nazifascismo". No se puede negar esta conexión. De hecho, Fratelli d'Italia sigue enarbolando la tricolor del Movimiento Social Italiano (MSI), cuyo nombre toma su título de Salò: República Social Italiana (RSI).

 El fundador del partido, Giorgio Almirante (1914-1988), afirmó en 1987 que el fascismo era el "objetivo final" ("il traguardo") de su partido. Estos orígenes nunca los ha negado Giorgia Meloni, que recientemente ha celebrado a Giorgio Almirante -director de la revista racista y antisemita La Difesa della Razza de 1938 a 1943) La Difesa della Razza de 1938 a 1943, y luego jefe de gabinete de un ministro de Salò- como "un político y un patriota, un gran hombre que nunca olvidaremos", ni tampoco ninguno de los miembros de su partido, empezando por el presidente del Senado, Ignazio La Russa, que presume de los bustos de Mussolini que tiene en su casa.

 Todos ellos se niegan sistemáticamente a definirse como antifascistas: es como si, en Francia, un gobierno se negara a reivindicar la herencia de la Resistencia. Lo cual ha provocado algunas escenas penosas, como cuando Ignazio La Russa, de visita en el Memorial de la Shoah en compañía de una superviviente de los campos, la senadora Liliana Segre, respondió a los periodistas que le preguntaban si se sentía "antifascista" ese día: “No degrademos estas ocasiones”.

 Giorgia Meloni nunca ha condenado las recientes manifestaciones neofascistas, incluida la que tuvo lugar no hace mucho en Roma en Via Acca Larentia, ni la violencia neofascista, como la paliza que recibieron estudiantes de secundaria en Florencia el año pasado, e incluso -por primera vez en Italia- se ha tomado la libertad de criticar al Presidente de la República, el muy moderado Sergio Mattarella, porque, de acuerdo con sus obligaciones como guardián de la Constitución, había protestado contra la violencia sin precedentes con la que la policía había reprimido las manifestaciones pacifistas de estudiantes en Pisa y Florencia.

 Lejos de la imagen moderada que proyecta en la escena internacional, Giorgia Meloni está, de hecho, en proceso de poner Italia patas arriba. No oculta su intención de llevar a Italia hacia el modelo iliberal de Polonia y Hungría. "Creemos que es inconcebible, pero podría suceder", declaró Giuliano Amato, ex primer ministro y presidente Emérito del Tribunal Constitucional, a principios de año. Poco después, y como por casualidad, el Ministerio de Justicia canceló en el último minuto una presentación de su último libro ante los reclusos de una cárcel... Y es que esta política incluye un componente cultural fundamental, que no perdona ni un dibujo animado como Peppa Pig (un episodio mostraba a una joven osa polar criada por una pareja de lesbianas). En palabras de Gianmarco Mazzi, secretario de Estado de Cultura, el objetivo es "cambiar el relato del país".

 Todos los controles posibles están en el punto de mira: medios de comunicación públicos, instituciones culturales, presentadores estrella, periodistas de investigación y, por supuesto, intelectuales. Un programa reciente enumeraba un número impresionante de demandas (y la lista no es exhaustiva): el ministro de Desarrollo Económico, Adolfo Urso, ataca a La Repubblica y a Report; el ministro de Defensa, Guido Crosetto, ataca a Domani y a Il Giornale; el secretario de Estado Giovanbattista Fazzolari ataca a Domani, La Stampa y Dagospia.

 La hermana de Giorgia Meloni se ha unido a la fiesta demandando a un caricaturista de Il Fatto Quotidiano. Las dos hermanas se han unido incluso para emprender acciones legales por separado contra Brian Molko, cantante del grupo británico Placebo... Ahora nos enteramos de que el ministro de Agricultura, Francesco Lollobrigida, cuñado de Giorgia Meloni, ha demandado a una profesora de filosofía de La Sapienza, Donatella di Cesare, así como al rector de la Universidad para Extranjeros de Siena, Tomaso Montanari. "Tienen la piel fina", ha bromeado Pier Luigi Bersani (PD).

 En este contexto, Giorgia Meloni condenó en primera instancia al gran escritor Roberto Saviano a pagar 1.000 euros por daños y perjuicios (ella pedía 75.000) por haberse atrevido a llamar "bastardos" a la primera ministra y a su viceprimer ministro Matteo Salvini tras la muerte de un bebé en un barco de migrantes: "Giorgia Meloni me considera un enemigo", explicó el escritor. "Su deseo y el de sus socios en el Gobierno es destruirme. [...]. Han llevado el discurso y la crítica política a los tribunales. Han obligado a los jueces a definir el perímetro dentro del cual es posible criticar a los gobernantes", explicó a Libération.

 Luciano Canfora, que goza de una enorme reputación en su propio país, es el siguiente objetivo. "Uno de los éxitos de Giorgia Meloni", observó Federico Fubini, del Corriere della Sera, "es que ha conseguido que sea casi de mala educación preguntarle qué piensa del fascismo". Fue precisamente esta descortesía la que se atrevió a cometer el erudito helenista.

Estamos lejos de compartir todas las posiciones políticas de Luciano Canfora. Somos tanto más libres para afirmar su derecho absoluto a expresarlas. Es más, es nuestro deber hacerlo. Como afirmó con contundencia uno de los más grandes juristas del siglo pasado, Oliver Wendell Holmes (1809-1894): "Si hay un principio [...] que exige más imperiosamente que ningún otro que se respete, es el principio de la libertad de pensamiento: no libertad de pensamiento para los que están de acuerdo contigo, sino libertad para el pensamiento que odias". Freedom for the Thought That We Hate [Libertad para el pensamiento que odiamos]: este era el título de un gran libro de Anthony Lewis. Necesitamos traducirlo urgentemente.

 

El martes 16 de abril, todos estaremos presentes en espíritu en el tribunal de Bari, junto al profesor Luciano Canfora.

 

La lista completa de firmantes puede consultarse aquí. Quien desee añadir su nombre a nuestra lista puede escribir a canforaliberation@gmail.com 

 

Libération, 9 de abril de 2024

 

Traducción:Lucas Antón

 https://www.sinpermiso.info/textos/italia-una-aberracion-giorgia-meloni-lleva-a-los-tribunales-por-difamacion-al-historiador-luciano

 

(1)     Nota del blog  https://es.wikipedia.org/wiki/Luciano_Canfora

sábado, 6 de abril de 2024

El trauma israelí del Holocausto es un mito .

 

 

El trauma israelí del Holocausto es un mito

Tony Greenstein |


 02/04/2024 | 

 Traducido del inglés por Marwan Perez para Rebelión

En respuesta a la pregunta de un periodista en octubre, el ex primer ministro israelí Naftali Bennett se enfureció: «¿Habla en serio… preguntándome por los civiles palestinos? ¿Qué te pasa? ¿No has visto lo que pasó? Estamos luchando contra los nazis».

Bennett le habían preguntado qué pasaría con los bebés en incubadoras y otros pacientes que morirían después de que Israel cortara el suministro eléctrico a la Franja de Gaza.

 Hay muchos otros ejemplos de prominentes políticos israelíes que han hecho declaraciones similares. El caso de genocidio de Sudáfrica en la Corte Internacional de Justicia documentó muchos de ellos, incluida la sangrienta invocación de «Amalek» por parte del primer ministro Benjamin Netanyahu.

 A raíz del ataque del 7 de octubre, un ambiente exterminacionista se extendió por Israel. El activista por la paz israelí Adam Keller describió cómo Roy Sharon, comentarista de radio y televisión de la principal corporación de radiodifusión, habló de su deseo de ver «un millón de cadáveres en Gaza».

 Keller escribió que «las calles de Tel Aviv están inundadas de pegatinas rojas que dicen ‘¡Exterminar Gaza!’, no ‘¡destruyan!’, no ‘¡aplasten!’, sino clara y explícitamente ‘¡exterminen Gaza!’ ‘¡Le-Ha-Sh-Mid!‘ – ‘¡Exterminar!’ Todo judío israelí de habla hebrea sabe desde una edad temprana exactamente lo que significa esta palabra».

 La facilona explicación de la mentalidad genocida y exterminadora de Israel es el «trauma del Holocausto». Usar el Holocausto como una explicación general es conveniente, porque absuelve a la gente de la necesidad de buscar la verdadera causa de la violencia sionista israelí.

 Un exponente de la explicación del «trauma del Holocausto»  es Hannah Starman:

 La destrucción de Beirut bajo el fuego israelí fue la noticia durante mis primeras vacaciones escolares. Tenía siete años y recuerdo haber visto los discursos apasionados de Menachem Begin, pensando que tenían sentido. Sabiendo que Hitler era el mal supremo, y escuchando que Arafat era como Hitler, ¿cómo podría estar mal destruirlo? Pero cuando busqué entre las imágenes de la gente en Beirut para encontrar a los nazis, todo lo que pude ver fueron personas que parecían pobres, calladas o asustadas.

 Nada que ver con los nazis altos y erguidos, gritando órdenes con sus uniformes y botas relucientes. Estaba confundida. Y esta confusión engendró un interés de por vida en lo que realmente estaba sucediendo en Israel. ¿Cómo podía un pueblo que había sufrido tanto causar tanto sufrimiento? ¿Por qué le decían al mundo que estaban luchando contra los nazis? ¿Y por qué el mundo les creyó?

 «La incapacidad de muchos israelíes para diferenciar entre nazis y palestinos, y su incapacidad para reconocer su propia superioridad militar para que puedan entender que ya no son un pueblo impotente que tiembla en el umbral de los campos de exterminio de Europa, no es una estupidez voluntaria. Es, más bien, una distorsión patológica basada en el trauma de la victimización aún no superada».

 El problema con esta explicación es que los israelíes no son las víctimas, y muy pocos israelíes son sobrevivientes del Holocausto.

 El proyecto sionista, desde sus inicios a finales del siglo XIX, fue un proyecto comprometido con la limpieza étnica de Palestina. El Estado de Israel no fue el producto del Holocausto.

 ¿Es transferible el trauma del holocausto? ¿Se puede heredar un trauma político? Si es así, ¿por qué estuvo ausente este trauma en los primeros días de Israel?

 Mitología del sufrimiento

La primera vez que el Holocausto se convirtió en parte del programa escolar de Israel fue en 1953. Apenas se le dedicaron dos horas. «Los sumos sacerdotes de Israel creían que el olvido era esencial para… la tarea de crear una nación, la prohibición de que la Shoá se convirtiera en parte de la conciencia colectiva no fue una excepción».

 Este «trauma de la victimización» no fue exclusivo de Israel. También ocurrió en Sudáfrica. La historiadora Elizabeth van Heyningen escribió, sobre los campos de concentración británicos establecidos durante la Guerra Anglo-Bóer de 1899-1902, que: «A raíz de la enorme mortalidad de más de 25.000 personas, principalmente mujeres y niños, los afrikáners establecieron una mitología del sufrimiento que alimentó el naciente nacionalismo afrikáner».

 Nadie debería minimizar la brutalidad de las tácticas británicas en Sudáfrica, donde el comandante en jefe de Gran Bretaña, Lord Kitchener,  desarrolló por primera vez las tácticas de contrainsurgencia utilizadas contra los pueblos colonizados.

 Esta mitología fue responsable, según Van Heyningen, de «legitimar moralmente el modo de vida bóer y el orden racial de antes de la guerra». En el proceso, «los negros simplemente fueron eliminados del registro».

 Irónicamente, en la Sudáfrica posterior al apartheid, «la mitología de los campos se está reciclando en aras de la reconciliación». ¡Los afrikáners también pueden empatizar con los sudafricanos negros porque ellos también sufrieron!

 Si los israelíes están sufriendo algún trauma, es el trauma del colonialista que experimenta una pesadilla reprimida durante mucho tiempo, de que los pueblos autóctonos, a los que han subyugado durante tanto tiempo, se levanten contra ellos.

 Esto tampoco es exclusivo de Israel.

 Los dueños de esclavos blancos también temían que aquellos a quienes habían esclavizado se levantaran contra ellos, como lo hicieron en Haití en 1791, y los asesinaran mientras dormían.

 Los blancos del sur de África también albergaban estos temores. Recuerdo vívidamente a una mujer de Rodesia en 1980, después de las elecciones que llevaron al ZANU-PF al poder en el nuevo Zimbabue, llorando en una entrevista con la BBC que temía que ella y sus hijos fueran asesinados por la noche.

 La reacción del gobernador británico Edward John Eyre a la rebelión de Morant Bay en Jamaica en octubre de 1865, cuando los disturbios mataron a 25 personas, fue matar a casi 500 negros, azotar brutalmente a 600 y quemar 1.000 casas. Se conoció como la controversia del gobernador Eyre. Karl Marx describió a  Eyre como «la herramienta inescrupulosa de las plantaciones de las Indias Occidentales».

 Cuando los combatientes palestinos salieron de Gaza el 7 de octubre, atravesando la División de Gaza de Israel, como un cuchillo que corta la mantequilla, fue realmente traumático para los israelíes. Sin embargo, esto no tuvo nada que ver con el Holocausto, y todo que ver con la reacción tradicional de los colonos hacia a los levantamientos de los nativos.

 Israel ve su papel como opresor colonial a través del prisma del Holocausto.

 Justificación de la opresión colonial

Otro ejemplo de una reacción traumática de los colonos a los levantamientos de los nativos fue en Kenia.

 En respuesta a la rebelión Mau Mau de la década de 1950, unos 150.000 keniatas fueron encarcelados en campos de concentración y sometidos a torturas salvajes, uno de los prisioneros era el abuelo del expresidente estadounidense Barack Obama. Más de 1.000 africanos fueron ahorcados. Los combatientes Mau Mau fueron percibidos por Gran Bretaña como «el rostro del terrorismo internacional en la década de 1950».

 Es un mito muy extendido que Israel fue fundado debido al Holocausto.

 Creció la idea de que Israel fue «la expiación del mundo por su complicidad en el Holocausto». Este mito fue cultivado asiduamente por las potencias occidentales y por el propio Israel por razones políticas y estratégicas. Esto ocurrió a pesar del hecho de que durante el Holocausto el movimiento sionista ignoró lo que estaba sucediendo con los judíos en Europa, e incluso obstruyó activamente los intentos de rescate que no involucraban a Palestina.

 En marzo de 1988, el profesor Yehuda Elkana, un niño sobreviviente de Auschwitz, escribió un artículo en Israel titulado «La necesidad de olvidar». Elkana argumentó que la forma en que Israel conmemoró el Holocausto era responsable del «profundo odio» de los israelíes hacia los árabes y que era mejor olvidar el Holocausto que dejar que proporcionara la justificación para el genocidio.

 Como era de esperar, el artículo de Elkana provocó una tormenta de protestas. Pero 36 años después es más relevante que nunca. La forma en que Israel distorsiona e instrumentaliza la memoria del Holocausto, le ha llevado a que se convierta en la justificación del genocidio en Gaza.

 El profesor Idith Zertal, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, describió cómo: «La transferencia de la situación del Holocausto a la realidad de Oriente Medio… no sólo creó una falsa sensación del peligro inminente de destrucción masiva. También distorsionó inmensamente la imagen del Holocausto, empequeñeció la magnitud de las atrocidades cometidas por los nazis, trivializando la agonía única de las víctimas y los sobrevivientes, y demonizando por completo a los árabes y sus líderes».

 Sin embargo, aunque Israel nacionalizó la memoria del Holocausto, «excluyó a los portadores directos de esta memoria», el cuarto de millón de sobrevivientes del Holocausto que se vieron obligados a emigrar a Israel. Estos supervivientes fueron abandonados a su suerte y un tercio de ellos languidecieron en la pobreza, obligados a elegir entre comer y calentarse. Incluso las reparaciones alemanas destinadas a ellos fueron robadas por el Estado israelí.

 Excepcionalizar el sufrimiento judío

Después del juicio de 1961 de Adolf Eichmann (un arquitecto nazi clave del genocidio judío), el Holocausto llegó a desempeñar un papel cada vez más importante en la representación de Israel de sí mismo como una víctima.

 «Por medio de Auschwitz», explicó Zertal, «Israel se hizo inmune a la crítica e impermeable a un diálogo racional con el mundo que lo rodeaba».

 En lugar de extraer lecciones universales del Holocausto sobre la necesidad de combatir el racismo, el sionismo llegó a la conclusión opuesta. El racismo, la depuración étnica y el genocidio se justificaron debido al Holocausto. El sionismo excepcionalizó el sufrimiento judío, aislándolo de sus orígenes políticos y económicos y, por lo tanto, de sus lecciones universales sobre la necesidad de combatir el racismo.

 Cada año Israel lleva a miles de escolares a visitar Auschwitz en Polonia, el antiguo campo de exterminio nazi. Lo hace no para advertir contra los peligros de una recurrencia del fascismo, sino para inculcar en sus jóvenes un nacionalismo militarista y el odio a los no judíos.

 Como escribió el columnista israelí Gideon Levy  en 2019: «Todavía no he escuchado a un solo adolescente regresar de Auschwitz y decir que no debemos abusar de los demás de la manera en que fuimos abusados nosotros. Todavía no ha habido una escuela cuyos alumnos hayan regresado de Birkenau directamente a la frontera con Gaza, hayan visto la valla de alambre de púas y hayan dicho: «Nunca más». El mensaje es siempre el contrario. Gaza está permitida debido a Auschwitz».

 El sionismo se fundó sobre la base de que el antisemitismo era un odio único y eterno hacia los judíos, totalmente diferente de otras formas de racismo. El antisemitismo no era el producto, no de la sociedad que los rodeaba, sino de los propios judíos, afirmaban los sionistas. Los judíos habían causado el antisemitismo al vivir en «países de otras personas».

 El sionismo desprecia la idea de que los judíos compartan una experiencia común de racismo y genocidio con otras minorías.

 La ideología sionista siempre ha sostenido que debido a que el antisemitismo era inherente a los no judíos, era imposible combatirlo. En palabras del fundador del sionismo político, Theodor Herzl: «En París… logré una actitud más libre hacia el antisemitismo, que ahora comencé a comprender históricamente y a perdonar. Sobre todo, reconozco la vacuidad y la inutilidad de tratar de ‘combatir’ el antisemitismo».

 Esto fue en un momento en  que más de la mitad de la nación francesa estaba llevando a cabo una lucha exitosa contra la incriminación por traición del capitán Alfred Dreyfus. Herzl no estaba interesado en el caso Dreyfus.

 Leyes inspiradas en los nazis

En «La necesidad de olvidar», Elkana contó cómo «lo que sucedió en Alemania podría suceder en cualquier lugar, y a cualquier pueblo, también en el mío».

 Argumentó que «la existencia misma de la democracia está en peligro cuando la memoria de los muertos participa activamente en el proceso democrático». Eso es exactamente lo que ha sucedido.

 Todo lo que Israel está haciendo hoy lo justifica en nombre de la lucha contra los «nazis árabes».

 La predicción de Elkana de hace 36 años se está haciendo realidad ahora con fuerza en Gaza. Escribió sobre:

 «Una profunda «angustia» existencial alimentada por una interpretación particular de las lecciones del Holocausto… que somos la eterna víctima. En esta antigua creencia… Veo la trágica y paradójica victoria de Hitler. Dos naciones, metafóricamente hablando, emergieron de las cenizas de Auschwitz: una minoría que afirma: «esto nunca debe volver a suceder», y una mayoría asustada y atormentada que afirma: «esto nunca debe volver a sucedernos«.

 Cuando, 31 años después yo, Tony Greenstein, llamé a Israel «el vástago bastardo de Hitler», el Jewish Chronicle fingió escandalizarse; sin embargo, el Estado israelí fue construido a imagen y semejanza de la Alemania nazi. La definición de judío bajo la Ley del Retorno de Israel reflejaba la definición de la Alemania nazi.

 Como señaló Hannah Arendt, citando a Philip Gillon, a pesar de toda la condena de la Alemania nazi, el matrimonio entre judíos y no judíos también era imposible en Israel: «ciertamente había algo impresionante en la ingenuidad con la que la fiscalía denunció las infames Leyes de Nuremberg de 1935, que habían prohibido los matrimonios mixtos y las relaciones sexuales entre judíos y alemanes. Los corresponsales mejor informados eran muy conscientes de la ironía, pero no la mencionaron en sus informes».

 Nazificación

Como escribió el historiador israelí Tom Segev en su libro “The Seventh Million”, los palestinos fueron vistos como nazis casi tan pronto como Alemania fue derrotada. A los supervivientes del Holocausto que participaron en la llamada Guerra de Independencia de Israel en 1948 se les hizo hincapié en que los árabes contra los que luchaban eran los sucesores de los que una vez intentaron asesinarlos.

 Citando el diario de uno de los combatientes de las milicias sionistas que llevaron a cabo la expulsión masiva de los palestinos durante la Nakba, Idith Zertal explicó que «los más ansiosos [por llevar a cabo atrocidades] eran los que habían venido de los campos [de concentración]».

 David Ben-Gurion, primer ministro fundador de Israel, explicó: «no queremos que los nazis árabes vengan y nos masacren». Zertal señaló más tarde que la «nazificación del enemigo… [parece] haber caracterizado la forma de hablar de las élites políticas, sociales y culturales de Israel».

 El politólogo estadounidense Ian Lustick describió cómo «el conflicto de Israel con los árabes» se construyó como «equivalente a su lucha con los nazis». El judeocidio del imperialismo alemán fue el pretexto para la creación de un Estado que comenzó su vida con la Nakba, la limpieza étnica de los palestinos.

 Cada enemigo de Israel era un «nuevo Hitler».

 Ben-Gurion comentó, justo antes del juicio de Eichmann, que «cuando escucho los discursos del presidente egipcio [Gamal Abdel Nasser]… me parece que Hitler está hablando». Para el ex ministro de Defensa israelí Ariel Sharon, el presidente de la Organización para la Liberación de Palestina, Yasser Arafat, era «como Hitler, que tanto quería negociar con los Aliados».

 Como explicó Zertal, no ha habido una guerra que involucre a Israel «que no haya sido percibida, definida y conceptualizada en términos del Holocausto». Israel ha movilizado el Holocausto  «para el servicio de la política israelí».

 La industria del Holocausto

Lo que el erudito Norman Finkelstein denominó memorablemente «La industria del Holocausto» comenzó con la aprobación de la Ley Yad Vashem en 1953. Esta ley dio lugar a un museo de propaganda del Holocausto que creó una narrativa sionista del Holocausto que no solo ignoró a las víctimas no judías del Holocausto, sino también a la resistencia judía antisionista.

 Se estableció un muro en Yad Vashem dedicado a Haj Amin al-Husseini, el líder palestino que los británicos nombraron muftí de Jerusalén en 1921, y que más tarde colaboró con los nazis. Como escribió el historiador israelí Tom Segev, su propósito era asegurarse de que «el visitante llegase a la conclusión de que hay mucho en común entre el plan de los nazis para destruir a los judíos y la enemistad de los árabes con Israel».

 Aunque el muftí era un reaccionario, las afirmaciones de que desempeñó un papel importante en el Holocausto carecen de total fundamento. Esto no impidió que el muftí desempeñara un «papel importante» en la Enciclopedia del Holocausto de Yad Vashem. El artículo sobre el muftí es más largo que los artículos sobre los líderes nazis Heinrich Himmler y Reinhard Heydrich juntos y más largo que el artículo sobre Eichmann. Sólo es ligeramente superado en longitud por el artículo de Hitler.

 Ha habido un esfuerzo concertado por parte de los líderes sionistas para presentar a los palestinos como los autores del Holocausto. En 2015, Netanyahu dijo al 37º Congreso Sionista Mundial que fue el muftí quien le había dado a Hitler la idea de exterminar, en lugar de expulsar, a los judíos de Alemania. Netanyahu había escrito previamente que el muftí era «uno de los iniciadores del exterminio sistemático de los judíos europeos».

 Este ha sido durante mucho tiempo un tema sionista constante. Ben-Gurion le preguntó a  un crítico: «¿No sabe que el muftí era consejero y socio en los planes de exterminio?» Se sugirió que Eichmann y el muftí habían sido amigos; aunque de hecho, Eichmann ni siquiera conoció al muftí.

 Reclutar a los muertos del Holocausto

En una oración fúnebre por un líder de la milicia de colonos que había sido asesinado por un refugiado palestino que se infiltró desde Gaza, el principal general de Israel, Moshe Dayan, afirmó que «millones de judíos, que fueron exterminados porque no tenían patria, nos están observando desde las cenizas de la historia israelí y nos exhortan a establecernos y construir una tierra para nuestro pueblo».

 Los muertos judíos del Holocausto fueron reclutados retrospectivamente en el proyecto sionista.

 Fue a través del Holocausto que Israel pudo presentarse a sí mismo no como el agresor, sino como la víctima eterna. El Holocausto fue la carta de Israel para salir de la cárcel. Para Israel, el Holocausto es un regalo que nunca ha dejado de dar.

 Cuando Alemania dio apoyo militar y económico al Estado israelí, pudieron justificarlo como compensación por el Holocausto judío. Como explicó Yad Vashem, «pagar reparaciones ayudaría a acelerar la aceptación de Alemania Occidental por parte de las potencias occidentales». Y así lo demostró.

 Cuando la resistencia palestina atacó a Israel el 7 de octubre, la respuesta inmediata de los sionistas fue que se trataba de un segundo Holocausto.

 Era como si la razón de la fuga no fueran 17 años de asedio asfixiante y 75 años de ocupación, sino el hecho de que Israel era un Estado judío. Es de suponer que si los ocupantes de Gaza hubieran sido cristianos, ¡los palestinos habrían aceptado felizmente su destino!

 A pesar de explotar a los supervivientes del Holocausto, los israelíes los despreciaban como ovejas que habían ido al matadero; y no como a los «nuevos judíos» que libraban una guerra contra la población indígena. Como documentó Segev, a los supervivientes se les llamaba popularmente sabon (jabón en hebreo) debido a la creencia de que los nazis utilizaban grasa humana para hacer jabón durante la guerra.

 La opinión predominante entre los colonos judíos en Palestina era que los sobrevivientes del Holocausto representaban la «supervivencia de lo peor». A ojos de Ben-Gurión, eran «personas duras, malvadas y egoístas, y sus experiencias destruyeron las buenas cualidades que les quedaban».

 Para el sionismo el Holocausto era inexplicable, más allá de la historia. Fue «un acontecimiento sagrado y esencialmente incomprensible».

 Su misma irracionalidad permitió a Israel utilizarla para defender lo indefendible.

 Incluso el exterminio de los palestinos está justificado por el Holocausto. En una llamada «Canción de la Amistad», los escolares israelíes cantaron dulcemente en noviembre sobre la aniquilación de los palestinos de Gaza, a quienes llamaron «portadores de la esvástica».

 El Holocausto puede ser el prisma a través del cual Israel justifica el genocidio, pero no es la razón. No es el trauma del Holocausto, sino un trauma autoinducido de victimización lo que ha permitido el genocidio de Israel en Gaza.

 

Tony Greenstein es el autor de El sionismo durante el Holocausto.

 Nota  de blog .- Es muy curioso el complejo de culpa alemán y europeo que no se extiende a Rusia y murieron +  de 20 millones  de rusos/as entre otros pueblos soviéticos , luchando  hasta derrotar a los nazis alemanes . Y que desde luego sin su derrota no existiría lo del Holocausto

Artículo original: https://electronicintifada.net/content/israels-holocaust-trauma-myth/45376

  y ver ..  https://www.elsaltodiario.com/sionismo/disputar-al-sionismo-memoria-del-holocausto

https://rebelion.org/el-trauma-israeli-del-holocausto-es-un-mito/

martes, 2 de abril de 2024

Los pájaros enmudecen

 

El coloquio de los pájaros enmudecen

La fragmentación de los hábitats y la pérdida de individuos en muchas especies afectan a los cantos de los pájaros, a la calidad y la riqueza de sus vocalizaciones. Cada vez más simples y homogéneos, nos dirigimos hacia una primavera más silenciosa

 Javier Rada


https://www.eldiario.es/cultura/coloquio-pajaros-enmudece_1_11248023.html