martes, 6 de septiembre de 2022

Occidente se ha disparado en la cabeza .

 “Occidente no se ha disparado en el pie, se ha disparado en la cabeza” — John Laughland.


Pablo Heraklio

Ucrania es una ficción. Bosnia es una ficción. Kosovo es una ficción. El Covid es una ficción. La Unión Europea es una ficción. Donde quiera que mires, en las principales decisiones políticas tomadas por los gobiernos occidentales durante las últimas dos décadas, encuentras ficción. Todas estas ficciones tienen una cosa en común y es que se conciben con un solo propósito: el control.

Todos somos conscientes de la naturaleza totalitaria de nuestras sociedades occidentales. Son totalitarias porque se basan en ficciones, sin ellas desaparecería el control del que son pretexto. De ahí la existencia de tanta censura y tanto control, y de ahí que una de las primeras sanciones adoptadas tras el comienzo de la guerra de Ucrania fuera el cierre de RT y Sputnik en Europa. El verdadero propósito de toda esta realidad virtual es, por supuesto, ejercer el control.

Bosnia y Kosovo, que como recordaréis son territorios en los que la OTAN libró guerras en 1995 y en 1999 respectivamente, son dos territorios ficticios que pretenden ser independientes. ¿Por qué digo que son ficticios? Kosovo, como sabéis, declaró su independencia en 2008. Bosnia promulgó su constitución en 1995. Pero si leen la constitución de Kosovo y la declaración de independencia de 2008, verán que Kosovo se declara sujeto a toda una gama de organizaciones internacionales y sobre todo a una representación civil internacional. En otras palabras, es una gobernación internacional la que de hecho es responsable del gobierno de Kosovo. Así que la declaración de independencia de Kosovo es, por una parte una declaración de dependencia de la OTAN y por otra de la Unión Europea y de las demás organizaciones que de hecho gobiernan ese territorio. Lo mismo ocurre con Bosnia. Puede que no lo sepáis, pero 25 años después de finalizada la guerra de Bosnia todavía hay, como en Kosovo, una fuerza de ocupación de la OTAN y la UE.

Así pues, estos son estados ficticios. La Unión Europea es una ficción. Fuimos testigos de esta realidad el 9 de febrero, poco antes de que estallara la guerra de Ucrania. El canciller alemán fue a Washington, y en una rueda de prensa conjunta Joe Biden dijo: “Si Rusia invade Ucrania es el fin de North Stream 2. Nosotros le pondremos fin”. El canciller alemán ni rechistó. En otras palabras, la política energética de Alemania y, por lo tanto, de muchos otros países europeos –porque es de suponer que el North Stream 2 abastecería no solo a Alemania, sino a otros países europeos–, la política energética de Alemania, decía, que es un asunto bilateral entre Alemania y Rusia, la deciden los Estados Unidos de América. Así que la Unión Europea, de la que se nos ha dicho durante 20 años que tiene una bandera, una moneda, un presidente y un ministro de Relaciones Exteriores y todo lo demás, está en realidad bajo el control absoluto de los Estados Unidos: ficción, control. Y lo que está sucediendo en esta guerra, es que es un conflicto entre la ficción y la realidad.

¿Por qué afirmo que Ucrania es una ficción? Ucrania es una ficción por innumerables razones, incluidas las históricas. No trato de cargar, ni de provocar, ni de herir los sentimientos de nadie, pero durante cien años la existencia del estado ucraniano ha sido ficticia. O mejor dicho, el estado ucraniano ha servido, sobre todo, a un propósito ficticio.

Es muy importante entender que, a diferencia de Polonia, Ucrania nunca tuvo existencia administrativa antes de la creación de la Unión Soviética. En el imperio ruso e incluso en la República Rusa antes de la Revolución de Octubre, Polonia era una unidad administrativa, pero no existía ninguna unidad administrativa llamada Ucrania en el imperio ruso, simplemente cambiaban los gobernadores.

Así que Ucrania no existía. Surgió por primera vez el 9 de febrero de 1918, cuando la proclamada República Popular de Ucrania, que solo controlaba una pequeña fracción de territorio, firmó un tratado de paz con los alemanes, convirtiéndose en un estado títere ocupado por Alemania.

El tercer “nacimiento” de Ucrania tuvo lugar el 30 de junio de 1941, cuando los líderes del movimiento nacionalista ucraniano proclamaron que trabajarían junto con Adolf Hitler para la creación de una nueva Europa. Más tarde, como es sabido, se restauró el poder soviético y la república socialista se mantuvo hasta la independencia en 1991.

¿Por qué abordo todos estos detalles históricos? Ciertamente no pretendo negar y no niego la existencia de personas que se consideran ucranianas y no rusas. Hay un territorio en particular que se incorporó a Ucrania en 1945 que nunca había sido ruso, en al menos no durante siglos, y es natural que las personas que viven en esa parte de Ucrania tengan una identidad nacional opuesta  a la de Rusia. Pero la cuestión es que no existe en Ucrania una única identidad nacional, ser ucraniano significa una cosa en el oeste y la contraria en el este.

Así pues, la noción de Ucrania como nación existe, no lo niego, pero lamentablemente no hay acuerdo entre los habitantes de Ucrania sobre qué es exactamente esa nación, y sobre todo sobre cuál debe ser su relación con Rusia. No expongo todos estos datos para justificar la guerra –porque la Federación Rusa ha convivido desde hace 30 años con una Ucrania independiente–, los menciono para subrayar esta noción ficticia que oculta la realidad del control.

Porque ¿cuál es la realidad? La realidad de Ucrania es que todos sus miembros del poder judicial son seleccionados con la participación de jueces extranjeros: estadounidenses, británicos, alemanes, etc. No hay país soberano en el mundo cuyos jueces sean nombrados por extranjeros. Es una prueba, si se quiere, de la naturaleza ficticia de la independencia o soberanía de Ucrania. Ucrania ni siquiera puede nombrar a sus propios jueces, sus nombramientos judiciales han de ser validados por británicos, estadounidenses y alemanes. Ucrania no es un país independiente.

Otra realidad. En noviembre, Ucrania firmó un pacto militar con Estados Unidos, pacto que ha sido el marco para el pago de miles y miles de millones de dólares en material militar que ingresa a Ucrania con el supuesto propósito, entre otros, de recuperar su integridad territorial. Es decir, expulsar a los rusos de Crimea, del Donbass y –esto está en la web del Departamento de Estado–, garantizar la operatividad interna de la OTAN. En otras palabras, el propósito del acuerdo militar firmado en noviembre del año pasado era incorporar a Ucrania a la OTAN de facto, pero por supuesto no de jure. En suma, garantizar plena operatividad a la OTAN en Ucrania.

Lo mismo ocurre con el acuerdo militar firmado con los británicos en junio de 2021. Esa es la realidad del estado ucraniano, un estado sostenido, armado y controlado por potencias externas, Gran Bretaña y Estados Unidos en particular, y por supuesto la Unión Europea. En ese contexto estalló la guerra actual.

La característica más notable de esta guerra que está librando occidente es de naturaleza híbrida. Occidente está armando a Ucrania, sí, pero sobre todo está imponiendo sanciones, el principal medio son las sanciones. Y este uso de sanciones, este uso de poder blando o económico, es una extraordinaria ilustración de esta obsesión occidental por generar realidad virtual. Sin embargo, como todos sabemos, estas sanciones están teniendo un efecto catastrófico en nuestras propias economías. Por el contrario, a Rusia le está yendo bien, los cafés están llenos y la población continua viviendo razonablemente feliz. Existirán algunas dificultades aquí y allá, sin duda, pero Rusia está bien. Mientras tanto, el precio del gas en Europa, que el año pasado era de 35 euros por megavatio en la bolsa de Róterdam, hoy es de 180 euros por megavatio, se ha multiplicado por seis, y en ascenso ¿Cómo pueden nuestras economías sobrevivir a tal conmoción tras el terrible impacto infligido por las restricciones de la covid? Nos estamos ahogando en deudas, estamos en una situación de extrema debilidad. Es simplemente un suicidio. Dicen que Europa se ha disparado en el pie. No, ¡se ha disparado en la cabeza!

Así pues, esta guerra va a hacer que algunas realidades sumamente incómodas se hagan evidentes muy pronto. Probablemente hayáis escuchado que van a apagar las luces de las calles en Augsburgo y otros lugares. Estamos lidiando con una situación sin precedentes y es fuente de profunda tristeza que todo esto haya sido decidido por Estados Unidos, mientras quienes la sufren son principalmente los propios ucranianos, pero también la población occidental europea, cuyas economías se verán gravemente mermadas.

Esta guerra no puede ni va a ser ganada por Occidente, se perderá, tanto en términos de territorio ucraniano como en términos económicos y políticos.

Fuente: Fragmento extraído de War between fiction and reality – John Laughland at the Ukraine Symposium 12.7.2022 –    Transcripción: Arrezafe – “Occidente no se ha disparado en el pie, se ha disparado en la cabeza” — John Laughland 21.8.2022.

 Nota 1 del blog .-   Los países europeos se enfrentan actualmente una crisis energética profunda que se debe a las sanciones con efectos adversos de Occidente contra Moscú tras el inicio de la operación militar rusa en Ucrania

De hecho, los embargos que tuvieron como finalidad debilitar la economía de Rusia, han tenido efecto bumerán, puesto que desde junio Moscú ha iniciado el corte del flujo de gas a países europeos, tal como había prometido, que no paguen la energía en rublos.  

Aun cuando la operación militar especial rusa en Ucrania generó la aplicación de las más duras y vastas sanciones occidentales, se encuentra en una situación estable y mejor de lo que muchos anticipaban, según un informe publicado a finales del pasado agosto por el diario británico Financial Times . 

La Unión Europea (UE) es el principal financiador de la guerra de Rusia en Ucrania, ya que ha adquirido el 54% de todos los combustibles fósiles exportados por Rusia desde el inicio de la invasión, el pasado 24 de febrero, según revela este martes un informe del Centro de Investigación sobre Energía y Aire Limpio (CREA). 

De acuerdo con este centro de investigación independiente con sede en Finlandia, Rusia ingresó 158.000 millones de euros con la exportación de carburantes fósiles durante los primeros seis meses de la guerra de Ucrania (desde el 24 de febrero hasta el 24 de agosto), de los que la UE importó cerca de 85.100 millones. 

China se situó como el segundo mayor comprador de petróleo, gas y carbón rusos, aunque muy lejos de la UE, ya que su gasto ascendió a unos 34.900 millones de euros, seguido de Turquía (10.700 millones), India (6.600 millones ) y Japón (2.500 millones). 

“Las exportaciones de combustibles fósiles han aportado aproximadamente 43.000 millones de euros al presupuesto federal de Rusia desde el inicio de la invasión, ayudando a financiar los crímenes de guerra en Ucrania”, afirma CREA en su informe. 

Aunque no hay cifras oficiales disponibles, se estima que Rusia ha invertido alrededor de 100.000 millones de euros en financiar la guerra contra Ucrania, por lo que los ingresos procedentes de la exportación de combustibles se han convertido en “el factor clave” que hace posible la agresión militar rusa, según CREA. 

Nota 2 del blog .-

Entendamos una cosa, al disolverse la URSS y el Pacto de Varsovia , la OTAN debía disolverse y así se esperaba y entonces la UE quiso tener un euro ejercito pero entonces va e interviene en Yugoslavia sin mandato de la ONU y apoyada por USA y así considera que los europeos no son capaces de gobernarse solos , le siguiente paso fue Afganistán de donde salió con el rabo entrepiernas y ahora incluso en su ultimo delirio China y el Indo Pacífico

 

 

                                                                                                                                          

domingo, 4 de septiembre de 2022

El fracaso de las elites occidentales .

 ¿Dónde han ido todos los líderes? 

Las élites occidentales no están preparadas para una nueva era de rivalidades entre las grandes potencias. 

 

De repente, el mundo parece un lugar muy peligroso. Después de décadas de aparente estabilidad, las rivalidades entre las grandes potencias han vuelto a florecer. Todos los supuestos de la era posterior a la Guerra Fría están siendo cuestionados. La guerra entre Rusia y Ucrania se ha transformado sin problemas en un conflicto entre una coalición de naciones de la OTAN liderada por Estados Unidos y Rusia. Mientras tanto, las tensiones económicas de larga data entre China y Estados Unidos están llegando a su punto álgido, lo que amenaza los acuerdos de seguridad existentes en el Pacífico .Las cosas se complican aún más por la interrupción inducida por la pandemia de los vínculos económicos mundiales y las cadenas de suministro, y por la guerra en Ucrania y la posterior crisis energética. De manera alarmante, todas estas crisis parecen haber tomado a Occidente por sorpresa. 

El fracaso del liderazgo occidental quedó en evidencia hace poco más de un año con la retirada fallida de las tropas estadounidenses de Afganistán . Desde entonces, se ha vuelto dolorosamente evidente que el establecimiento político de los Estados Unidos carece de los recursos intelectuales, la claridad y la integridad para liderar en el escenario mundial. El arte de la política parece haber desaparecido por completo. 

Tomemos, por ejemplo, la visita de Nancy Pelosi a Taiwán a principios de este mes. Este acto inimaginablemente estúpido e imprudente ejemplificó cómo incluso los políticos estadounidenses de mayor rango han perdido todo compromiso con la diplomacia. El hecho de que una visita de un funcionario estadounidense de alto rango siempre enfureciera a China, la misma nación que plantea el mayor desafío de seguridad para los EE. UU., no parecía contar mucho. La exhibición para una audiencia nacional tuvo prioridad. Además de aumentar las tensiones con China en un momento en que Estados Unidos ya está involucrado en un conflicto con Rusia, la provocativa aventura de Pelosi también expuso la impotencia del presidente estadounidense. Joe Bidenreconoció públicamente que el ejército de EE. UU. sintió que el viaje "no era una buena idea en este momento", pero carecía de la voluntad o la influencia para evitar que Pelosi alimentara las tensiones con China. 

Entonces, ¿qué ha pasado con el arte de gobernar en el mundo occidental? En su libro publicado recientemente, Liderazgo: seis estudios sobre estrategia mundial , Henry Kissinger lamenta la ausencia de un estadista reflexivo en la era contemporánea. Destaca la falta de propósito estratégico y la ausencia de seriedad intelectual entre los líderes occidentales contemporáneos. En parte, Kissinger culpa a las universidades de producir "activistas y técnicos" en lugar de líderes. 

Kissinger tiene razón al preocuparse por la cohorte contemporánea de diplomáticos y especialistas en asuntos exteriores educados en universidades angloamericanas. Muchos de ellos están imbuidos de la ideología del globalismo. Desde esta perspectiva, la geopolítica se considera como una preocupación pasada de moda y obsoleta que pertenece a los malos tiempos de la era de entreguerras. Esta perspectiva es muy comunicada a los estudiantes de relaciones internacionales en universidades específicas. Por ejemplo, según Harold James , profesor de historia y asuntos internacionales en la Universidad de Princeton, 'un poco de geopolítica es algo peligroso' . Escribió el año pasado que: 'El término geopolítica se puso de moda por primera vez después de la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial y desde entonces se ha utilizado como una racionalización de los conflictos de suma cero. Pero en la medida en que representa una noción falsa de determinismo geográfico, es completamente inapropiado para un mundo globalizado” 

La idea de que, en un mundo globalizado, la geopolítica es irrelevante se basa en la creencia de que la rivalidad entre las grandes potencias será atenuada por la cooperación económica. Este punto fue claramente articulado por el ex presidente estadounidense Bill Clinton, quien afirmó que la geopolítica había sido desplazada por la geoeconomía. 

En las últimas décadas, muchos comentaristas y expertos en política exterior llegaron a la conclusión de que la era de la rivalidad geopolítica había terminado y que la integración económica mundial haría menos probables las guerras entre naciones. Otros reflexionaron sobre cómo la integración europea apoyaron una 'solución a la guerra' permanente. Algunos estudiosos llegaron a afirmar que la guerra se había vuelto obsoleta. Por ejemplo, en The Remnants of War , John Mueller argumentó que las naciones desarrolladas han ido más allá de la guerra, con el conflicto militarizado ahora solo como un asunto de 'matones' y 'combatientes residuales'. 

Los expertos en política exterior y los diplomáticos que han absorbido estos supuestos globalistas lamentablemente no están preparados para enfrentar los complejos desafíos geopolíticos que ahora enfrentan. En parte, son prisioneros de la estrecha perspectiva tecnocrática que adoptaron durante sus años universitarios. Sin embargo, el establecimiento de la política exterior occidental no solo está mal capacitado y educado. Junto con otros miembros de la élite gobernante, las élites de la política exterior también han adoptado una perspectiva cosmopolita que los ha alentado a distanciarse de su nación. 

De hecho, no es solo la geopolítica la que se ha convertido en una mala palabra en estos círculos. Muchos funcionarios que trabajan para el Departamento de Estado de EE. UU. o el Ministerio de Asuntos Exteriores británico considerando que el mismo concepto de interés nacional es obsoleto y populista. Desde su punto de vista, la nación se ha vuelto moralmente irrelevante. Estos funcionarios se avergüenzan de cualquier manifestación de patriotismo. Se siente mucho más cómodos, por ejemplo, combatiendo el tráfico de personas, luchando contra la pobreza global o promoviendo los derechos humanos de las minorías sexuales en el Medio Oriente que defendiendo los intereses de sus propias naciones .En lo que a ellos respeta, la 'solidaridad global', el multilateralismo y el derecho internacional son moralmente superiores a lo que ven como el objetivo egoísta y estrecho de miras de perseguir los intereses nacionales. 

 

 

En efecto, las élites de la política exterior de Occidente ya ni siquiera entienden los intereses de las naciones a las que se supone que sirven. Esto los ha convertido en analfabetos geopolíticos. Y, como resultado, la política exterior occidental carece de evidencia estratégica. Responde a los eventos globales en lugar de tratar de darles forma. 

Hoy en día, es incluso difícil para el globalista más ferviente fingir que la geopolítica ya no importa. Desafortunadamente, el establecimiento de la política exterior occidental no parece tener prisa por volver a aprender el arte de la diplomacia. solemos esperar más errores y autogoles de nuestros líderes y diplomáticos en los próximos años. 


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