sábado, 27 de octubre de 2018

La casta judicial .

La alta judicatura, las élites y el pueblo


eldiario.es


Si algo ha facilitado el recorte de derechos civiles que hemos sufrido en este país, ha sido la ley con que Gallardón rediseñó las más profundas entrañas de la alta judicatura. Si hay algo que la derecha, la izquierda connivente, la banca y los oligopolios han tenido claro a lo largo de estas décadas, es que los máximos órganos de control del Poder Judicial tenían que estar de su lado: el Tribunal Constitucional, el Tribunal Supremo, la Audiencia Nacional, y quienes elegían a sus miembros más relevantes, esto es, el Consejo General del Poder Judicial.
Aprovechando la sana obsesión de la izquierda verdadera por los catálogos de derechos y las grandes declaraciones programáticas, desde que se tiene conciencia “democrática”, la derecha y sus aliados se han dedicado minuciosamente a pulir la arquitectura orgánica del sistema judicial. A sabiendas de que cualquier concesión que se hiciera a las clases populares podría ser desmontada después por jueces y magistrados gendarmes y sicarios, las élites en el poder se han podido comprometer con una cosa y la contraria para ganar elecciones. A sabiendas de que cualquier conflicto político podía ser tranquilamente trasladado al sagrado espacio de las altas instancias judiciales, previamente politizadas; que podía ser externalizado, debidamente blanqueado y empaquetado con consabidas dosis de legitimidad, hay quienes se han dedicado a generar conflictos donde no los había o echar gasolina al fuego, sin coste electoral alguno. A sabiendas de que esta magistratura servil actuaba como el brazo represor de “gobiernos democráticos” y era un peligro para cualquier disidente, se estimulaba la genuflexión generalizada ante la bóveda judicial y se sacralizaban sus palabras como oráculos incuestionables en las Facultades de Derecho.
El resultado de todo este encaje de bolillos es el que ya conocemos. Hace algo más de un año, se inició un proceso judicial contra políticos catalanes, todavía presos y exiliados, que contó con la inestimable colaboración de la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo. Hoy hay pocos que consigan seguir el hilo del Procés y la mayoría se han perdido ya en las procelosas aguas del juez Llarena, convencidos de que los "palabros" de la ley han sido siempre inaccesibles para sus destinatarios.
En estos tiempos, hemos visto al Constitucional recentralizar competencias como si no hubiera un mañana, recortar y vaciar derechos sociales, y hasta ejecutar sanciones contra parlamentarios haciendo uso de unas prerrogativas que no tiene un Constitucional en ningún lugar del mundo.
A las mujeres se nos ha aplicado una jurisprudencia que nos ha obligado a demostrar el origen machista y patriarcal de los golpes que sufríamos, hemos pagado un alto precio por merecer una ley de violencia de género que ha sido la más resistida de la historia de España, y nos han humillado con sentencias tan estremecedoras como la de La Manada.
Hace solo unos días, el Supremo dejaba en suspenso el fallo de las hipotecas que obligaba a la Banca a devolver una mínima parte de lo robado, no una sino dos veces, y sobre Luis María Díez-Picazo pesa ahora la querella por prevaricación que ha presentado Podemos, porque parece haber dudas sobre el proceso de selección que le llevó a presidir la Sala Tercera.
Con este nivel de eficacia manipuladora, no es extraño que, como dice Enrique Santiago, las escuelas judiciales y los programas de capacitación jurídica se hayan convertido en la gran inversión de países como Estados Unidos y que en América Latina hayan sustituido a las legendarias "Escuelas de las Américas" para militares. Allí, gracias al "lawfare", jueces y magistrados han declarado una auténtica guerra asimétrica contra gobiernos, fuerzas políticas y líderes de las izquierdas que se oponen a los ajustes neoliberales dictados por el FMI, en la idea de que todos ellos presentan un problema de corrupción estructural. El caso Lula y la victoria en ciernes de un (neo)fascista como Bolsonaro, es el terrible resultado de una guerra semejante; un resultado que no está muy alejado de lo que viene pasando en España, y de lo que pasará, sin ninguna duda, de no evitar la impunidad de la que ya disfrutan algunos.
Pues bien, por todo esto es tan importante que Unidos Podemos haya logrado impulsar en el Congreso un acuerdo de mínimos para modificar la estructura del Consejo General del Poder Judicial que nos dejó en herencia Gallardón. Un Consejo presidencialista y autocrático que ha determinado decisivamente los nombramientos judiciales en la cúpula del Tribunal Supremo y de la Audiencia Nacional.
Entre otras cosas, el acuerdo asegura que estos nombramientos lo sean por mérito, capacidad y paridad, favorece la transparencia de las decisiones del Consejo, y recupera para la magistratura los derechos laborales que el Partido Popular les recortó en el año 2012. Está claro que si a la arbitrariedad se suma la precariedad, siempre habrá jueces disponibles a cambio de conseguir ascensos, traslados y promociones, mejorar sus sueldos u obtener prebendas.
Aunque hay muchos a los que, lamentablemente, no se podrá remover en los próximos años, este acuerdo asegura, al menos, que los miembros del Consejo comparezcan en el Congreso para rendir cuentas, algo que no se les podía exigir hasta ahora; devuelve al Pleno competencias relevantes, frente a la Comisión Permanente; contempla algunas medidas planteadas por el Grupo de Estados contra la Corrupción, como las incompatibilidades en puertas giratorias para quienes han ocupado cargos de libre designación, dedicación en exclusiva, y la prohibición de simultanear la vocalía con responsabilidades gubernativas en el ámbito judicial. Ha faltado, eso sí, certificar la especialización de jueces y magistrados para acceder a según qué cargos y, sobre todo, repensar la forma de acceso a la profesión o la designación de los magistrados que es, en muchos casos, la auténtica madre del cordero.
Lo cierto es que, en el órgano de gobierno de la judicatura, no se ha venido asegurando ni independencia, ni imparcialidad, y las interferencias de los partidos políticos han sido tan notorias y descaradas que, a fuerza de jaloneos, repartos de cuotas y tráfico de influencias, han sido los propios partidos los que han acabado por retirarle su confianza. El descrédito ha sido tal que el Partido Socialista, en su propuesta de reforma constitucional, excluía al CGPJ del proceso de selección de los magistrados del Constitucional, y Ciudadanos pretendía sustituirlo por un triunvirato, aunque Ciudadanos ha sido el único partido que se ha quedado al margen de este acuerdo casi unánime. Desde luego, no deja de ser sintomático que el Partido Popular haya sido uno de sus hacedores, consciente, seguramente, de que había generado un monstruo que amenazaba con destruir su legado y que ya solo velaba por su propia supervivencia.
En fin, no es a las élites a las que ha de servir la alta judicatura sino a la gente que más necesita de los derechos y la Constitución, pero son los poderosos los que han pensado más y mejor en la meticulosa dinámica del aparato judicial. Es vital que ahora nos detengamos nosotros a pensar en este aparato, aunque carezca de toda épica, porque si, no lo hacemos nosotros, serán nuestros verdugos quienes lo hagan.
Fuente: http://www.eldiario.es/zonacritica/alta-judicatura-elites-pueblo_6_828427189.html

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viernes, 26 de octubre de 2018

Trumpismo español .


 
Las mentiras de Pablo Casado sobre el golpe, la Gürtel o la guerra de Irak

El presidente del PP es un genio a la hora de colocar datos falsos o inexactos en cada frase

Es necesario dignificar mínimamente el debate político en lugar de crispar a la sociedad con mentiras o falsas acusaciones

Ignacio Escolar    

Pablo Casado (a Pedro Sánchez): “Que no se victimice. Yo no lo he llamado golpista. Yo he dicho que el Gobierno es responsable de no poner coto al golpe al Estado que están realizando los independentistas”

Falso. Pablo Casado fue bastante claro y la frase no admite esos matices. El líder del PP acusó al presidente del Gobierno, literalmente, de ser “partícipe y responsable del Golpe de Estado que se está perpetrando en España”.

Casado y los demás portavoces del partido están ahora intentando reescribir el diario de sesiones y cambiar el “golpe de Estado” por un “golpe al Estado”, que no es lo mismo, aunque siga siendo falso. Porque tampoco se está perpetrando, en presente, un golpe al Estado. Afortunadamente, hoy en Catalunya la situación no es la misma que hace un año.

Imaginen, es un suponer, qué habría pasado si hubiese sido Sánchez el presidente del Gobierno durante el octubre catalán de 2017; durante la consulta del 1-O y la declaración de independencia. ¿Habría respaldado Pablo Casado al Gobierno del PSOE del mismo modo en que lo hizo Pedro Sánchez con el PP? La respuesta, vistas su declaraciones, parece obvia.

Pablo Casado: “A nosotros se nos ha llamado de todo. A Aznar le han llamado asesino por participar junto con 47 países en las labores de reconstrucción de Irak como Gobierno de España en un mandato de Naciones Unidas”

Falso. Ni eran labores de reconstrucción, ni fueron 47 países ni contaban con mandato de Naciones Unidas.

Las críticas e insultos a Aznar fueron por liderar la guerra de Irak, no la reconstrucción de Irak. Hubo que reconstruir ese país porque antes fue arrasado por una invasión militar que en absoluto contó con el respaldo de la ONU.

“La guerra fue ilegal”, declaró en 2004 el entonces secretario general de Naciones Unidas Kofi Annan. Y España no jugó un papel secundario dentro de la coalición que participó en esa guerra. Aznar fue uno de los principales responsables políticos, junto con George W. Bush y Tony Blair; protagonistas, junto con José Manuel Durão Barroso, de la reunión donde se anticipó la invasión contra el mandato de Naciones Unidas. Una cumbre que se celebró en las Azores, no en la ONU.

También es falso que fueran “47 países”. Es otro ejemplo más de lo mucho que improvisa el presidente del PP, un genio a la hora de colocar datos falsos o inexactos en cada frase. La coalición que participó en esa guerra ilegal sumaba apenas diez  países y en ella no estaban la inmensa mayoría de nuestros socios europeos.

Los “47 países” fueron los participantes  en una conferencia de donantes posterior a la guerra, que se celebró en Madrid y donde se adjudicaron los préstamos y los contratos para la reconstrucción del país. Y no, no fue porque España participara en esa conferencia por lo que insultaron a Aznar.

Además, los insultos de “asesino” a los que se refiere Casado no son en absoluto comparables a su acusación de golpista al presidente. Aznar fue increpado por estudiantes anónimos durante un acto en la Universidad de Oviedo; el expresidente les respondió con un gesto grosero. No fue insultado por el líder de la oposición desde la tribuna del Congreso.

Pablo Casado: “A Rajoy se le ha llamado indecente supuestamente por no vigilar más la conducta irregular de dos alcaldes de pueblos”

Es cierto que Pedro Sánchez le dijo a Mariano Rajoy, en un debate electoral, que “el presidente debe ser una persona decente y usted no lo es” (Rajoy contestó llamándole “ruin, mezquino y deleznable”).  Pero no es verdad que fuese por “supuestamente no vigilar” “a dos alcaldes”. La corrupción en el Partido Popular, bajo la presidencia de Rajoy, se pasó más de “dos pueblos” y en la sentencia de la Gürtel, además de varios alcaldes, también están condenados varios cargos autonómicos, un exdiputado nacional y dos tesoreros del PP.

También es falso que sean solo dos y que sean simples “pueblos”. Entre otros muchos cargos, están procesados o condenados en la Gürtel los exalcaldes de Pozuelo de Alarcón (85.000 habitantes), Arganda (53.000 habitantes), Boadilla (51.000 habitantes) y Majadahonda (71.000 habitantes).

Pero la decencia de Rajoy no se perdió porque dejase de vigilar estos municipios madrileños, sino porque presidió un partido que se financió de forma ilegal desde su fundación; una organización donde existió una caja B que se nutría de donativos ilegales de empresarios y de la que salían sobresueldos en dinero negro. Rajoy fue también el presidente del “sé fuerte” al corrupto Bárcenas cuando la justicia encontró su fortuna en Suiza. El presidente de un partido condenado a título lucrativo por corrupción.

Decencia, según la RAE: “Dignidad en los actos y en las palabras, conforme al estado o calidad de las personas”.

Casado: “Aquí no se trata de decir ‘ahora no respiro, me tiro al suelo y pataleo”

Claro que no. Aquí se trata de dignificar mínimamente el debate político, en lugar de crispar a la sociedad con mentiras o falsas acusaciones que cuestionan la legitimidad de un gobierno democrático. Unas mentiras que, en otros países, no se toleran en política.


“Pero aquí no pasa nada”, como decía el propio Casado en otra ocasión. No se pierdan este vídeo. El Casado del pasado le recuerda al presidente del PP lo más básico.
 https://www.eldiario.es/zonacritica/segundas-partes-buenas_6_828777126.html

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El Parlamento Europeo prohíbe el franquismo

El Parlamento Europeo pide al Gobierno el fin de la Fundación Francisco Franco y de "todos los símbolos que exalten la dictadura"
La Cámara insta "a prohibir efectivamente los grupos neofascistas y neonazis y cualquier otra fundación o asociación que exalte y glorifique el nazismo y el fascismo"

El Parlamento "pide a las autoridades españolas que supriman de manera efectiva todos los demás símbolos o monumentos que exalten el levantamiento militar, la guerra civil y la dictadura de Franco"
 pide al Gobierno el fin de la Fundación Francisco Franco y de "todos los símbolos que exalten la dictadura"
La Cámara insta "a prohibir efectivamente los grupos neofascistas y neonazis y cualquier otra fundación o asociación que exalte y glorifique el nazismo y el fascismo"

El Parlamento "pide a las autoridades españolas que supriman de manera efectiva todos los demás símbolos o monumentos que exalten el levantamiento militar, la guerra civil y la dictadura de Franco"



 y ver   El valle de sus caidos.
https://www.lahaine.org/est_espanol.php/el-valle-de-sus-caidos

jueves, 25 de octubre de 2018

La marcha de mujeres sobre el Pentágono





Los medios marcan la agenda de la protesta social: el caso de las marchas de mujeres
   Tita Barahona

En marzo pasado, este medio informaba de que en EEUU un grupo de mujeres opuestas a las guerras imperialistas de su país estaban preparando una Marcha sobre el Pentágono (The Women’s March on the Pentagon), para protestar por estas intervenciones, pedir su cese inmediato y el cierre de las bases militares.(1). Entonces nos preguntábamos si esta marcha tendría el mismo seguimiento que tuvo la Marcha de Mujeres sobre Washington, hace ya un par de años, por parte de los medios corporativos (2). Ahora ya podemos responder a esa pregunta. Este pasado fin de semana -20 y 21 de octubre- ha tenido lugar la Marcha de Mujeres sobre el Pentágono ¿Se han enterado ustedes por El País o El Mundo? ¿Por los “progresistas” Público, Eldiario y otras plataformas digitales españolas?

Nuestros temores se han confirmado: hay marchas y marchas. Mientras que la de Mujeres sobre Washington, para protestar contra la elección de Trump, tuvo amplia cobertura antes, durante y después del evento, que los medios calificaron de histórico; la de Mujeres sobre el Pentágono, que conmemoraba el 51 aniversario de la masiva manifestación contra la guerra de Vietnam de 1967, no ha merecido el más mínimo comentario por parte de esos mismos medios (3).

Parece que las mujeres y nuestras reivindicaciones importamos sólo cuando no apuntamos directamente a puntos sensibles del sistema, como es la destrucción de países enteros por parte de la maquinaria militar de los EEUU y sus aliados de la OTAN. A los medios de propaganda de guerra, como el Washington Post, el New York Times, la BBC, The Guardian… y sus epígonos españoles, obviamente, no les interesa que el movimiento contra la guerra imperialista vuelva a tomar impulso, y menos que sean mujeres de clase trabajadora quienes lo lideren, sin celebrities ni políticos o intelectuales conocidos que las apoyen.

La Marcha de Mujeres sobre Washington favorecía los intereses del Partido Demócrata, que estuvo detrás de la organización y financiación de la protesta. Los medios corporativos se encargaron de que aquella fuese una manifestación de cientos de miles, retransmitida en directo, con réplicas en varias partes del mundo. Millones de personas recibieron información sobre este evento desde televisiones y radios públicas y privadas. Sin embargo, las organizadoras de la Marcha sobre el Pentágono, algunas de las cuales han perdido hijos en la guerra de Irak, con sus escasos recursos, solamente han podido contar por cientos a los manifestantes -mujeres y hombres- que han desafiado el frío marchando hasta el Pentágono, con algunas adhesiones en otras localidades de EEUU y Canadá.  Ellas no cuentan con altavoces potentes, capaces de difundir su mensaje a la mayoría de la población. Porque, ya se sabe: la libertad de expresión -nos dicen- es un pilar de la democracia; sólo que llegar a las grandes audiencias cuesta mucho dinero.


Este es solamente un ejemplo de cómo los medios corporativos pueden dictar la agenda de la protesta social, magnificarla, manipularla y dirigirla, para que no se vuelva contra los intereses del amo al que sirven: el capital y sus guerras de rapiña. Esto debería hacernos reflexionar. Los movimientos de mujeres y, sobre todo, un feminismo que merezca el nombre de tal, no pueden dejar de denunciar, alto y claro, a los autores y autoras de la muerte, el hambre y la miseria que nuestros Estados, cuya política exterior está dictada por EEUU e Israel, infligen a millones de mujeres, hombres, niños y niñas en varias partes del mundo (Afganistán, Irak, Siria, Palestina, Libia, Yemen, Somalia...). Por coherencia, por solidaridad, por dignidad, por justicia, porque el sufrimiento de allá tiene mucho que ver con la explotación a que somos sometidas y sometidos acá: alcemos la voz contra la guerra imperialista, quienes las promueven y se lucran con ellas.

La caravana de refugiados de Honduras


No es una caravana migrante. Es una caravana refugiada

Por: Alberto Arce

La caravana de centroamericanos, sobre todo hondureños y hondureñas, ancianos, familias, niños, que circula entre Guatemala y México en dirección a Estados Unidos no es una caravana migrante. Es una caravana refugiada.

Esta caravana toma forma física hoy. Pero camina desde hace años. Es un problema diagnosticado correctamente por las instituciones internacionales y maltratado en su explicación. Lo que mal se explica, aún conociendo el diagnóstico realizado por los expertos, difícilmente puede abordarse de manera correcta. De ser bien titulado y explicado el problema, los ciudadanos tendrían más elementos para decidir cuál es su nivel de implicación y su voluntad de presión sobre quienes deben tomar decisiones, que se sentirían más autorizados a intervenir con determinación si la narrativa avanzase. No se abordan las crisis migratorias del mismo modo que las crisis de refugiados. Los refugiados deben recibir protección. A los migrantes se les aplican leyes migratorias. El matiz es importante.

Algunos dirán que refugiado es el que huye de una guerra.

A lo que podemos responder “Defíname guerra”. Los índices de violencia homicida en Honduras y El Salvador son incluso superiores a algunos países en guerra declarada y reconocida. En el caso de América Central, sus presidentes no han dudado nunca a la hora utilizar palabra guerra cuando se trata de hablar de la guerra contra las pandillas o la guerra contra el narcotráfico. Para pedir ayuda militar y de seguridad o llenar sus calles de tanquetas. Solo para eso.

Otros añadirán que una persona refugiada lo es una vez ha abandonado su país por un temor razonable a perder la vida, siendo parte de un determinado grupo social y ante la incapacidad de su estado de protegerla. También que la condición de refugiado es independiente de que se haya reconocido o no. Desde que las marchas de sirios, iraquíes y afganos comenzaron a atravesar Grecia, los Balcanes y Europa Central hace dos años, la palabra refugiados ocupó los titulares sin mayor cuestionamiento.

¿Qué está pasando con los miles de centroamericanos, casi todos hondureños en esta ocasión, que comienzan a agolparse en el río Suchiate, frontera entre Guatemala y México?

Contexto.

El primer informe sistemático sobre los motivos de la huida de los menores centroamericanos en dirección a Estados Unidos y México,  “Niños en fuga”, fue publicado por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los refugiados en marzo de 2014. A partir de cientos de entrevistas con menores se había llegado a la conclusión de que la mayoría de ellos abandonaban sus países por motivos relacionados con la violencia. Datos duros, fríos. El incremento de solicitudes de asilo de menores centroamericanos en los países vecinos entre 2008 y 2014 era del 1.185 por cien. Una cifra que ya rompía hace cuatro años el espacio de las gráficas de visualización de datos.

Poco después, el verano de 2014, delegados del Alto Comisionado de Naciones para los Refugiados se reunieron en una conferencia en Managua. En los titulares de la prensa mundial ya había estallado una crisis de familias y menores centroamericanos que llegaban a la frontera sur de Estados Unidos huyendo de Honduras, El Salvador y Guatemala y que aún hoy sigue manteniendo a miles de personas en el limbo jurídico de la amenaza de deportación y la resolución de sus solicitudes de asilo. Una crisis que se definía como crisis migratoria pese a la evidencia aportada meses antes por Naciones Unidas de que el problema era de naturaleza diferente. De aquella reunión, otro intento, más titulares, una declaración, una recomendación que corregía el enfoque:  Son personas desplazadas por un conflicto armado interno. Deben ser tratadas como refugiadas.

El primer  trabajo académico sobre la relación entre crimen organizado y desplazamiento forzado de población en Honduras lo firmó David Cantor, Director de la Iniciativa para el Derecho de los Refugiados de la Universidad de Londres, ese mismo año tras recorrer varias colonias de Tegucigalpa donde ya en 2013 podían verse calles enteras devastadas. Abandonadas ante la presión ejercida por las pandillas que cobraban extorsiones a sus habitantes por el mero hecho de vivir en ellas. Cantor ofrecía el marco teórico para comprender la complejidad del problema hace ya un lustro.

Pero esa transición conceptual nunca ha calado más allá de las organizaciones especializadas y la academia. El enfoque con el que se narraba y se narra el problema -se define, porque narrar es definir- seguía girando en torno a lo migratorio. Crisis migratoria, se titulaba y tiula, y no crisis de refugiados. No se habla de protección de víctimas de violaciones de derechos humanos sino de un flujo de personas a las que gestionar.

Naciones Unidas no cejó en el intento.

En 2015, la relatora de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Chaloca Beyani,  viajó a Honduras para estudiar el desplazamiento interno de población debido a la violencia. Detallaba un clima de amenazas, intimidaciones, asesinatos, extorsión y violaciones de mujeres y niños, reclutamientos forzados por parte de las pandillas en las escuelas y el ambiente de miedo e inseguridad que alimentaba un círculo perverso de hundimiento hacia la nada. Dejó claro que, si bien el conflicto que vive el país es diferente a los de Oriente Medio o África, el impacto en las vidas de sus ciudadanos no es menos catastrófico. Su informe indicaba que las ciudades, ya entonces, hace años, estaban bajo control de las pandillas, que operan en un contexto de impunidad total y ante un sistema de seguridad fallido. “La única opción para escapar de la influencia de las pandillas y la criminalidad es dejar sus hogares”, describió Beyani. Poco cambió a la hora de afrontar el problema.

Como si quisiera tomarlo donde lo dejaba Naciones Unidas, en 2016, El Secretario general de Amnistía Internacional, Shalil Shetty, explicaba en una entrevista en Tegucigalpa que “quienes huyen de la violencia en América Central califican como refugiados” y añadía “Que no huyan de la guerra no significa que no huyan de condiciones similares a las de la guerra”. Aportaba datos y  un nuevo informe.

Las cifras nunca han mejorado. Lo que sucede en Honduras, El Salvador y Guatemala emerge de vez en cuando a la prensa, ya sea la última masacre o la última estadística escalofriante sobre homicidios o desnutrición infantil. El foco de cada cobertura no debe tapar el bosque. El problema de esos países es estructural y siempre tiene la violencia y la impunidad, la corrupción y la ausencia de estados efectivos como principal fuerza de desplazamiento de población. Se escribe, se habla, se debate, ya sea por la separación de menores de sus familias en Estados Unidos o por los explosivos exabruptos de su presidente. Y lo que pasa hoy, pareciera, se debe a lo que sucedió la semana pasada. A un exdiputado que organiza, a una elección interna que se avecina o a un Presidente cuestionado. A lo episódico, que tal y como emerge se abandona a la semana siguiente. Para volver a empezar en el mismo punto un año más tarde, cuando vuelve a estallar el problema. América Central no ocupa un espacio propio, de reflexión autónoma, de narrativa definida. A cada estallido, pareciera que olvidamos cualquier curva de aprendizaje de las crisis anteriores, el contexto, los informes de los expertos, lo que sucede cada día en las colonias de San Pedro Sula. Las crisis se dejan narrar, llevar y manejar por una ola inmediata a la que subirse con la prisa de lo urgente.

¿Que miles de personas caminan por un país? Pongamos migrantes, pura inercia. ¿Que Trump vomita amenazas y Presidentes cautivos por el dinero que reciben de Estados Unidos tratan de actuar al dictado de lo que manda Washington bajo amenaza de represalias y militarización? Pongamos crisis diplomática. Sumemos elecciones de noviembre y el problema político interno de Honduras, con un Presidente de legitimidad muy contestada, y ya nos hemos olvidado de las decenas de miles de centroamericanos que viven en la guerra de todos contra todos impulsada por pandillas, extorsiones y el tráfico de drogas a Estados Unidos que, por larga y hondureña, deja de ser noticia.

Espetarle un micrófono en la cara a una madre migrante que huye de San Pedro Sula no sirve para que cuente lo que pasa en su colonia con las pandillas. Eso no lo cuentan así como así. No podemos comenzar de cero cada vez. Eso hay que saberlo de antes, comprenderlo, contextualizarlo. Para eso el trabajo de académicos y organizaciones internacionales que ofrecen los marcos, la investigación sistemática y de fondo para informar el reporteo. Saber preguntarlo. Y donde esa madre dice que huye por hambre, con tres preguntas enfocadas y sin cámaras, emergerá que además del hambre, consecuencia, está el resto, las causas. Está la Honduras de las últimas décadas. Un país que, junto a El Salvador, se ha convertido en un inmenso charco de sangre y extorsión violenta que, claro, tienen como consecuencia hambre y desempleo.

El número de solicitudes de asilo de centroamericanos sigue multiplicándose por factores de cien en cien. Sobre todo en México, que asume gran parte de la resolución del problema desde que aceptó convertirse de manera oficial, a través del plan “Frontera Sur” en la frontera externalizada de Estados Unidos. El problema, hoy, está en México, ese gran deportador de centroamericanos, muchos más de los que deporta Estados Unidos, que debe decidir si da paso seguro en dirección a Estados Unidos, cierra su frontera o asume la deportación de miles de desplazados, como lleva haciendo en silencio desde hace años.

Naciones Unidas, Amnistía Internacional, cuanta organización internacional ha sido, dice que son refugiados, desplazados por la violencia interna. Víctimas de vulneraciones graves de los derechos humanos. Que, por tanto, necesitan protección. En México y por parte de quienes gestionan las crisis de refugiados en el mundo. Por los profesionales de la ayuda y la protección, no por los del exabrupto, la amenaza y el uso manipulativo de las personas como monedas de cambio para la diplomacia.

Que permitan intervenir a Naciones Unidas, le den dinero y autoridad.

Lo que América Central necesita no son visas, fronteras cerradas ni militarizadas.

Es, lamentablemente, como ya sucedió en el pasado, un gran campo de refugiados.


lunes, 22 de octubre de 2018

El juez Díez-Picazo y la banca .

El magistrado que ordenó revisar la sentencia de las hipotecas fue profesor hasta hace un año del centro universitario propiedad de los bancos españoles
El presidente de la Sala de lo Contencioso del Tribunal Supremo, Luis María Díez-Picazo, tenía compatibilidad para impartir clases en Cunef
La conexión profesional del magistrado con la AEB, la asociación a la que pertenece la mayoría de las entidades financieras que operan en España, plantea el interrogante de si se encuentra inmerso en un conflicto de intereses

Alicia Gutiérrez

Infolibre .

Luis María Díez-Picazo, presidente de la Sala de lo Contencioso del Tribunal Supremo y cuya decisión de revisar la sentencia que obliga a los bancos a asumir el pago del impuesto de las hipotecas ha colocado al alto tribunal en una situación inédita, fue profesor hasta hace un año en Cunef, según ha podido comprobar infoLibre. Acrónimo de Colegio Universitario de Estudios Financieros, Cunef es propiedad de la Asociación Española de Banca (AEB).


Este periódico ha preguntado a los portavoces del Tribunal Supremo si ese factor entraña algún potencial conflicto de intereses, ya que por decisión personal de Díez-Picazo la Sala se reunirá con carácter urgente para evaluar si el criterio que aplica la sentencia conocida el jueves debe ser rectificado o confirmado. Portavoces del magistrado se limitaron a confirmar que fue profesor de ese centro y subrayaron que en la actualidad "ya no tiene ninguna relación con Cunef".

Para encomendar esa tarea al conjunto de los magistrados que integran la sala –lo que en términos jurídicos se conoce como avocar la competencia–, Díez-Picazo adujo la "enorme repercusión económica y social" derivada de la resolución judicial.

La sentencia que obliga a los bancos a pagar el impuesto de actos jurídicos documentados cuando afecta a hipotecas fue dictada por seis magistrados de la Sección Segunda de la Sala de lo Contencioso. Entre ellos, se cuenta su presidente, Nicolás Maurandi. La sentencia cuenta con un voto particular, es decir, contrario.

Compatibilidad

La página de transparencia del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) confirma que Díez-Picazo obtuvo compatibilidad para ejercer la docencia en Cunef como profesor de Derecho Constitucional durante el curso 2016-2017.

Pero con anterioridad, ya había impartido clases en ese centro, y así lo constata la propia cuenta de Cunef en Twitter. "Luis María Díez-Picazo, profesor de Cunef, nuevo presidente de la Sala Tercera del Tribunal Supremo", es decir, la de lo Contencioso, decía el tuit publicado el 27 de julio de 2015 por el centro universitario.

Adscrito a la Universidad Complutense, la vinculación entre el centro Cunef y la Asociación Española de Banca, que agrupa a la mayoría de los bancos que operan en España, es de dependencia directa. La web del colegio universitario lo expone así: "En su apuesta por la formación universitaria en áreas como la economía, las finanzas y el derecho, la Fundación AEB es titular del Colegio Universitario de Estudios Financieros (CUNEF), creado hace más de 40 años. En esta misma línea, lleva a cabo diversas iniciativas para promover la educación financiera y familiarizar a los más jóvenes con conceptos útiles para que gestionen su dinero y finanzas personales".

El artículo 2 de los Estatutos de la Fundación AEB señala lo siguiente: "La fundación tiene personalidad jurídica y plena capacidad de obrar desde su constitución en virtud de la Carta Fundacional, formalizada en escrituras otorgadas por la Asociación Española de Banca (AEB)".


Esta mañana, el presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes, se ha reunido de urgencia con los magistrados que dictaron la sentencia cuya revisión doctrinal ha ordenado ahora Díez-Picazo, que también ha acudido al encuentro. Han acordado que el alto tribunal se reúna el próximo 5 de noviembre para fijar su postura definitiva sobre este asunto.
  
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 https://www.ara.cat/es/SupremoGate-ataque-contado-independencia-judicial_0_2110589124.html

domingo, 21 de octubre de 2018

“Abu Rasasa” .- El príncipe del caos .

Imagen relacionada
(Abu Rasasa”; el padre de la bala y Trump)

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El asesinato de Khashoggi y el surgimiento de un Estado mafioso

Monitor de Oriente


Los buenos apodos tienen la increíble capacidad de capturar la esencia de la vida de una persona mejor que cualquier biografía bien escrita. Cuando escuchamos “el mejor”, “el campeón del pueblo” o el “labio de Louisville”, automáticamente pensamos en Mohammed Ali. Cuando alguien se refiere al “rey del rock”, automáticamente aparece en nuestra mente la imagen de Elvis Presley.
Los apodos de los infames son quizá más poderosos a la hora de cristalizar la vida de una persona que los atribuidos a figuras adoradas en todo el mundo. “El carnicero”, por ejemplo, ha sido un apodo útil para algunos de los líderes más crueles de la historia. Desde Genghis Khan, quien era conocido simplemente como “el carnicero”, hasta personas como Saddam Hussain, que recibió el título de “el carnicero de Bagdad”, este apodo capturó su naturaleza violenta y sádica.
Apodado como el “padre de la bala”, el príncipe heredero saudí, Mohammed Bin Salman (MBS), ya parecía estar destinado a la notoriedad cuando crecía en Riad. El relato de cómo adquirió este título refleja la psique de un príncipe de la mafia cuyos dos primeros años como príncipe heredero han sido manchados por la muerte, la destrucción y quizá el asesinato más espantoso que jamás se haya cometido en una embajada extranjera. La historia relatada por el New Yorker empieza con Mohammed Bin Salman, también conocido como MBS, exigiendo que un funcionario saudí de registro de tierras le ayudara a adueñarse de una propiedad. Tras negarse, el funcionario recibió un sobre con una sola bala dentro. Así se ganó el príncipe el nombre de “Abu Rasasa”; el padre de la bala.
En sus dos años como príncipe heredero, MBS no ha hecho mucho para disipar la impresión inicial que se tiene de él como un megalomaniaco mimado y hambriento de poder. En cambio, el “padre de las balas” ha cementado su reputación de la infancia al desempeñar su nuevo papel como el “príncipe del caos”. Con su brutal guerra en Yemen, donde 13 millones de personas están en riesgo de hambruna; la decisión de imponer un bloqueo sobre el país vecino, Qatar; el acorralar a compañeros príncipes y empresarios y acusarles de cargos de corrupción; el someter a arresto domiciliario al primer ministro del Líbano, Saad Hariri, en Riad; encarcelar a activistas por los derechos de las mujeres y reaccionar exageradamente cuando Canadá exigió la liberación de estas mujeres, cancelando las relaciones diplomáticas con Ottawa, ordenando a 10.000 estudiantes saudíes abandonar sus estudios en Canadá; y rendirse ante la difícil situación de los palestinos, el “príncipe del caos” ha hecho a toda la región caer en picado.
A pesar de ser graves, ninguna de estas catástrofes ha atraído más atención mundial hacia la crueldad mafiosa del “padre de las balas” que el asesinato del renombrado periodista saudí Jamal Khashoggi. Los terroríficos detalles del asesinato han demostrado lo que Occidente, junto a varias corporaciones globales importantes, ha ignorado; que, bajo el mandato de MBS, Arabia Saudí se está convirtiendo en un Estado mafioso.
Quien más ha quedado complacido con el comportamiento de MBS es el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, e incluso ahora, con todas las pruebas señalando a MBS como el cerebro detrás del terrible asesinato de Khashoggi, Trump está dispuesto a desempeñar el papel una empresa de relaciones públicas financiada por Arabia Saudí, al respaldar la afirmación absurda de que el asesinato fue realizado por “asesinos rebeldes”. Dejando a un lado el hecho de que los saudíes negaron saber nada de su desaparición durante dos semanas, la disposición de Trump a aceptar una explicación con más agujeros que una teoría conspiranoica del 11S demuestra lo desesperado que está por proteger su activo saudí.
Más allá de las compras de armas y la protección de los empleos e intereses estadounidenses, parece existir un romance más intenso entre la familia Trump y MBS. Trump se jactó una vez diciendo que: “Hemos puesto a nuestro hombre en la cima”, acreditándose la llegada de MBS al puesto de príncipe heredero. Su nombramiento como heredero saudí fue ideado mediante un golpe de estado en palacio con el que los conspiradores – entre ellos, personalidades importantes de Emiratos Árabes Unidos –dejaron de lado a Mohammed bin Nayef, una persona poderosa en el aparato de seguridad saudí.
A pesar de la oposición del Departamento de Estado de los EEUU – que prefería que una figura establecida como Bin Nayef tomara las riendas del Reino –, MBS fue identificado por el gobierno de Trump como el eje sobre el que rehacer a Oriente Medio. Según un oficial de defensa, se temía que MBS diera pie a una actitud insensata y con la que fuera imposible llegar a acuerdos creíbles.
Si nos creemos el relato de Michael Wolff sobre la Casa Blanca durante los primeros 100 días de presidencia de Trump, el nuevo gobierno estadounidense “básicamente estaba preparando a Mohammed Bin Salman”. El apoyo total de Trump al joven príncipe se consideró un reflejo de la filosofía política del presidente. Según Mohammed Cherkaoui, un profesor de resolución de conflictos en la Universidad George Mason, Trump “quiere lidiar con individuos, no con instituciones y gobiernos; uno a uno”.
Con MBS, la familia Trump había encontrado claramente a su hombre. Joven, ambicioso y despiadado, cumplía todos los requisitos para ellos. Wolff escribió en Fire and Fury que había algo que “alineaba curiosamente” a los Trump y a la familia real saudí con el rey Salman. Ambas querían hacer cambios drásticos en sus respectivos países, y esta alineación se adaptaba a los recién llegados; el yerno de Trump, Jared Kushner, y MBS.


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FOTO .El yerno de Trump, Jared Kushner (sionista) con su mujer hija de Trump y MBS.

Por extraño que parezca, el negocio del crimen organizado y el de dirigir la Casa Blanca nunca han estado tan cerca como con la administración de Trump. Se ha mencionado a menudo que el gobierno actual de Estados Unidos se parece mucho al de la mafia. Muchas de las tácticas empleadas en los últimos dos años se han descrito como imitaciones “malintencionadas” y baratas de los mafiosos del cine clásico. La sorprendente regularidad con la que el propio presidente se refiere a “la mafia” y al notorio gánster neoyorkino Al Capone hace sospechar que su visión del mundo haya sido moldeada por sus encuentros con el crimen organizado y la cultura de la mafia.
Esta característica de la cultura política infundida por Trump fue señalada por el ex director del FBI, James Comey, quien comentó que el comportamiento de Trump le recordaba a “sus primeros años como fiscal contra la mafia”. En un esfuerzo por dar sentido a este rasgo distintivo del presidente de los EEUU, los analistas hablan del entorno en el que se crió Trump. La crueldad de la industria inmobiliaria de Nueva York, dicen, explica por qué bebe de la cultura de los gánsteres de Nueva York y por qué la ha llevado hasta la Casa Blanca.
Las referencias de Trump a los gánsteres pueden parecer desconcertantes al principio, debido a la estima que tiene la gente al cargo que se supone que él debe desempeñar. Pero el cargo de presidente parece haber tenido poca importancia a la hora de acabar con la mentalidad de un hombre cuya visión del mundo es difícil de distinguir de la de Al Capone. Como los mafiosos que parecen haber sido su gran fuente de inspiración, Trump también tiene una tremenda aversión por las normas, convenciones, gobiernos e instituciones. Los pilares del orden internacional sólo le son útiles cuando le permiten hacer lo que le place. Cuando se interponen en su camino, Trump está dispuesto a atacar e ignorar los tratados internacionales o a la ONU, incluidos sus jueces, a quienes ha amenazado con imponerles sanciones.
En los próximos días, los saudíes y su padrino americano tratarán de deshacer el daño causado por uno de sus “asesinos rebeldes”. Es probable que se emita una declaración que limpie la imagen de MBS y lo distancie del asesinato de Khashoggi. Se diseñará de modo en que quienes tienen al “padre de las balas” y al “príncipe del caos” como cliente favorito puedan seguir trabajando como de costumbre. Esto será un enorme error, casi tan grave como el de no prestar atención a los miles de muertos y millones de hambrientos en Yemen.
Fuente: https://www.monitordeoriente.com/20181018-el-asesinato-de-khashoggi-y-el-surgimiento-de-un-estado-mafioso/

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