Adquieren aún mayor viabilidad los planes israelíes para
la expulsión del pueblo palestino de su martirizada tierra, como en el
pasado ocurrió con las etnias indígenas del ‘far west’. La guerra contra
Irán está más cerca que nunca
El desmoronamiento del régimen sirio forma parte de una serie
histórica titulada “reconfiguración del Oriente Medio”. Esa serie la
iniciaron los neocons norteamericanos tras el fin de la Guerra
Fría. Creían haber salido vencedores de aquel pulso y pensaban que
podían imponer, por fin, un orden mundial bajo su exclusiva disciplina
(el “fin de la historia”), pero resultó que el planeta les venía grande.
Olvidaron que el hundimiento de una parte del mundo, la URSS y su
bloque, denotaba la enfermedad del resto.
Primero Irak, luego Libia y ahora Siria, todos los regímenes árabes
que estaban fuera de la disciplina occidental han ido cayendo uno tras
otro. Se cumplió la letra de aquel memorándum del Pentágono que el general Wesley Clark,
entonces comandante supremo de las tropas de la OTAN en Europa, formuló
así: “Vamos a acabar con siete países en cinco años, empezando por
Irak, y luego Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán y, para terminar,
Irán”. Pero las cosas no salieron como estaba previsto. El resultado del
cambio no fue ambiguo sino desastroso para sus propios promotores. El
lugar de regímenes hostiles con los que después de todo se podía llegar a
acuerdos, lo ha ocupado un panorama de sociedades destruidas. Hoy ni
Washington ni nadie puede decir que controla el Oriente Medio más que
ayer. Al contrario, las antiguas disciplinas se han roto, o se
transforman, y el número de actores que desean restablecerlas a su
medida se ha incrementado notablemente.
Seis de los siete países mencionados son agujeros negros.
Solo falta Irán. Quienes entienden de Oriente Medio dicen que la guerra
contra ese país está ahora más cerca que nunca.
En este mal negocio, las sociedades han pagado un extraordinario
precio de devastación, colapso social y muerte. La quiebra de Siria no
ha sido una victoria popular como sugiere el Telediario, sino que ha
sido posible tras más de diez años de sanciones occidentales, guerra
civil por procuración con centenares de miles de muertos y varios
millones de refugiados y total asfixia económica, agravada en los
últimos años por una ocupación militar que restó al régimen sus
principales recursos petroleros y alimentarios.
Desde el 11 de septiembre de 2001 neoyorkino, la guerra continua
desatada por Estados Unidos en el mundo (Afganistán, Irak, Yemen, Siria,
etc.) ha costado ocho billones de dólares (dos veces el PIB de
Alemania) para ocasionar entre 4,5 y 4,7 millones de muertes (directas e indirectas) y 38 millones de desplazados.
Los pueblos de aquellas “dictaduras soberanas” y otros de la región que
vivieron las “primaveras árabes” no solo no se han emancipado sino que
han ido a peor. Los manifestantes de la plaza Tahrir derribaron a
Mubarak y obtuvieron a El Sisi, que gobierna al borde del colapso
socioeconómico. Cayó Gadafi, y Libia, el Estado más próspero de África,
se convirtió en un arruinado mosaico de milicias con campos de
concentración para migrantes financiados por la Unión Europea y una
desestabilización y militarización que se extiende por toda la región
subsahariana. Irak fue destruido como Estado y se ha convertido en una
serie de entidades fallidas, en gran parte en sintonía con Irán, a quien
se pretendía debilitar. En todos esos casos, los servicios de
propaganda occidental conocidos como “medios de comunicación” nos
vendieron el mismo mundo feliz y las mismas imágenes de estatuas
derribadas, palacios del tirano saqueados y cárceles siniestras. ¿Será
diferente ahora en el caso de Siria? En todo caso, nuestros dirigentes
repiten el discurso sin molestarse en mirar hacia atrás.
La caída del régimen de Damasco y la toma del poder de los islamistas
es una “oportunidad”, dice la presidenta de la Comisión Europea, Ursula
von der Leyen. El presidente de Francia, la nación que en 2008, tres
años antes del inicio de la guerra civil inducida, invitó a Bashar el
Asad a la tribuna de honor del desfile del 14 de julio en los Campos
Elíseos de París, se felicita por la caída de su “Estado bárbaro”. La
representante de la política exterior europea, Kaja Kallas, saluda el
“positivo y tan esperado suceso que muestra la debilidad de Rusia e
Irán”. Nadie se acuerda ya de que el nuevo líder salafista de Damasco,
Abu Mohamed al Golani, sigue en busca y captura por terrorismo con una
ofrecida recompensa de diez millones de dólares en un pasquín del
Departamento de Justicia de Estados Unidos.
Autores y padrinos del genocidio palestino como el presidente Joe
Biden y el jefe de Gobierno israelí, Benjamín Netanyahu, no solo se
felicitan por la quiebra del régimen sirio, sino que reivindican su
protagonismo en ella. Mientras se hace creer al público que el asunto
está relacionado con algún tipo de revuelta popular, Biden explica que
la caída de El Asad ha sido posible “directamente” gracias “al apoyo
incondicional de Estados Unidos”. “Resultado directo de los golpes que
hemos infligido a Irán y Hezbolá”, ha dicho Netanyahu, que celebra el
“histórico día” mientras su tropas se internan en Siria desde los altos
del Golán. Hadi al-Bahra, uno de los líderes de la oposición al régimen,
confirma la tesis de Netanyahu: los rusos están entretenidos en Ucrania
y “por causa de la guerra del Líbano y de la disminución de las fuerzas
de Hezbollah, el régimen de El Asad tenía menos apoyos”, dice. Otro
comandante rebelde citado por la prensa israelí va incluso más lejos y
augura una “buena coexistencia y armonía” con el Estado sionista: “A
diferencia de Hezbollah que dice querer liberar Jerusalén y los Altos
del Golán, nunca hemos hecho comentarios críticos contra Israel”,
afirma. Mucho de todo esto es delirio, un delirio que intenta dar
forma racional al imperio del caos que todas esas fuerzas animan y para
el que solo la loca carrera de Israel parece tener un verdadero guion.
En una observación más concreta, la quiebra de Siria supone una
derrota sin paliativos para el llamado “eje de la resistencia” que une a
Irán, milicias chiítas como Hezbollah, los bravos yemenitas,
formaciones de Irak, y Hamás, pero sobre todo supone un revés para la
sufrida resistencia palestina. Las rutas de aprovisionamiento de
Hezbollah han sido cortadas y el propio Irán deja de tener acceso
terrestre al Líbano a través de Siria, con lo que se rompe un vínculo
geográfico fundamental para la ayuda a Palestina.
En una lectura más general, la caída del régimen sirio confirma que
todos los frentes bélicos están intercomunicados. De repente, los
adversarios occidentales demuestran que pueden hacer mucho daño a Moscú y
a Teherán en otros frentes. La traición de Erdogán, un socio económico
importante para Moscú que incluso pretendió mediar en Ucrania, ha hecho
saltar por los aires el frágil entendimiento triangular tejido por el
ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, entre Rusia, Irán y Turquía
sobre Siria. La prensa de Kiev alardea abiertamente de la ayuda prestada a los salafistas sirios.
Vistos como el arranque de algo con posible horizonte alternativo en la
reciente cumbre de Kazán, los BRICS+ evidencian de repente su
incoherencia interna, su debilidad e incapacidad para actuar
concertadamente en situaciones concretas.
Aún desconocemos la geografía del desmoronamiento en Damasco y por
qué el paupérrimo ejército no luchó. ¿Qué componendas e intrigas hubo
entre los generales de El Asad? “No podemos ser más sirios que los
sirios”, ha dicho Putin, eludiendo toda responsabilidad de Moscú en lo
que ha sido un fenomenal revés para el Kremlin, que ahora intenta salvar
los muebles. Los medios rusos intentan disimular el fiasco como pueden y
tienden a culpar a El Asad. Pero, al final, todo eso es irrelevante al
lado de lo que supone para la masacre de palestinos actualmente en
curso.
Adquieren aún mayor viabilidad los planes israelíes para la expulsión
del pueblo palestino de su martirizada tierra, como en el pasado
ocurrió con las etnias indias del far west americano. En un esclarecedor artículo escrito desde Beirut el 6 de diciembre, el exdiplomático escocés Craig Murray
augura un escenario de lo más inquietante: “Las potencias suníes
aceptarán la aniquilación de toda la nación palestina y la formación del
Gran Israel, a
cambio de la aniquilación de las comunidades chiíes en Siria y Líbano
por Israel y las fuerzas respaldadas por la OTAN, incluida Turquía”.
La guerra contra Irán parece más cerca que nunca. También,
lógicamente, el fin de los escrúpulos de los clérigos iraníes para
hacerse con el arma nuclear.
Rafael Poch-de-Feliu (Barcelona) fue corresponsal de
La Vanguardia en Moscú, Pekín y Berlín. Autor de varios libros; sobre
el fin de la URSS, sobre la Rusia de Putin, sobre China, y un ensayo
colectivo sobre la Alemania de la eurocrisis.
El 28 de
noviembre, los mercenarios reclutados bajo la bandera del grupo
fascista-sunnita Hayat Tahrir al-Sham (Organismo para la Liberación del
Levante), el seudónimo de ISIS-al Qaeda, fueron soltados por Turquía (socio de
la OTAN) de su confinamiento en la provincia noroccidental de Idlib para atacar
por tierra y aire las posiciones del Gobierno y Ejército sirios, así como las
de la Teocracia Chiíta de Irán (TCHI), arrasando un centenar de localidades. Al
menos 14.000 – niños, ancianos, mujeres embarazadas, entre otras víctimas de la
barbarie- han tenido que abandonar sus hogares, huyendo de la banda medieval
equipada con armas modernas, que avanza hacia Damasco.
El asalto del ISIS
(nacido en 2003 y patrocinado en Siria por los Estados enemigos, rivales y
descontentos con Bashar al Assad -como Turquía, Israel, el establishment de
EEUU, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Qatar-, y que se encontraba bajo
el control de Turquía, y quietecito desde 2015, tras un acuerdo con otros dos
socios del Grupo Astane, Rusia y la TCHI, no fue ninguna sorpresa, ni para los
analistas, ni mucho menos para los servicios de inteligencia extranjeros
presentes en Siria, al igual que no lo fue el asalto de Hamás a Israel para el
Mossad y la CIA. Era imposible que las potencias regionales y mundiales que,
con o sin el permiso de Damasco, han ocupado el suelo sirio desde la primavera
secuestrada en 2011, pudiesen continuar esta extraña coexistencia: estaban
forzadas a dar un empujón a la tensión congelada para que cada una pudiese
conseguir sus 1+12 objetivos en Siria.
El historiador marxista Perry Anderson, nacido en Londres
en 1938 y profesor muchos años de la Universidad de California en Los
Ángeles, es conocido por sus trabajos que analizan desde el feudalismo y
las monarquías absolutas hasta la filosofía y política del siglo XX.
El volumen que Verso acaba de publicar como La Revolución de los Claveles empezó en África (trad. de Abraham del Río Serantes) reúne tres artículos suyos aparecidos en 1962 en New Left Review con el título conjunto Portugal y el fin del ultracolonialismo, e incorpora además como epílogo una versión en castellano de La prueba en Portugal, un artículo de 1974 de Robin Blackburn en la misma revista.
Anderson ofrece en sus textos un
análisis económico, social y político del Portugal de los
comienzos de los 60, sintetiza luego la historia del Imperio
portugués, poniendo de manifiesto sus peculiaridades, y culmina con
la insurrección angoleña, que nacía por entonces y le hace
vaticinar el fin inevitable de la aventura colonial lusa. Por su
parte, Blackburn examina en su texto el origen y desarrollo de la
Revolución de los Claveles, ocurrida el mismo año en que publica su
artículo, y trata de discernir las expectativas que se abren en
aquel momento de confusión y esperanza. El libro en su conjunto
resulta de gran interés por su descripción rigurosa de la ligazón
económica y política entre las colonias y la metrópoli en un
imperialismo sui
generis, que se
mostraba completamente inviable.
Portugal en los años 60
Un vistazo a la economía
portuguesa a comienzos de los 60 retrata un país subdesarrollado,
con un sector industrial muy reducido, agricultura de
semisubsistencia y el nivel de vida más bajo de Europa occidental.
El campesinado era con diferencia la clase más numerosa, y sufría
latifundismo en el sur y minifundismo en el norte, con resultado de
desempleo crónico y escasa productividad. Las condiciones
habitacionales, nutricionales y sanitarias eran propias del tercer
mundo. Este panorama era regido por una “pequeña
y compacta oligarquía de familias”,
que gobernaba el agro feudal y capitaneaba bancos e industrias,
compartiendo el pastel con una gran penetración de capital
británico.
La estructura política que hacía
posible esta situación era la dictadura de Salazar, reducto del
fascismo europeo con origen en la revuelta militar que en 1926 puso
fin a la I República portuguesa. Este régimen, aparte de servir a
las élites, había desarrollado un entramado paramilitar e
ideológico propio, con un Estado que organizaba el ente social en
corporaciones sobre las que ejercía luego su mediación, y un papel
fundamental del Ejército. No obstante, esta superestructura fascista
se había hecho necesaria sólo por la debilidad de la ideología
religiosa que dirigía tradicionalmente el país y seguía moviendo
sus hilos en la sombra.
Historia y peculiaridades del
Imperio portugués
Sorprendentemente, la nación que
se acaba de describir era la metrópoli de un imperio que la
convertía en la tercera potencia colonial del mundo, y buscar la
causa de esto nos obliga a remontarnos al siglo XV, cuando los
portugueses, tras sus navegaciones por el Atlántico y el Índico,
establecieron un lucrativo comercio, obteniendo oro y esclavos en
África y especias en la India, de forma que a mediados del XVI ya
controlaban una amplia zona con bases navales hasta Macao, en la
China meridional. Era éste un imperio comercial que generó enormes
riquezas y ejerció una violencia muy exitosa, sobre todo por la
potencia de fuego de su artillería, en un momento además en que no
había grandes contrincantes. Paradójicamente sin embargo, mientras
esto ocurría, en la metrópoli la agricultura y la industria decaían
y la población se pauperizaba.
El paso siguiente fue la
transición del imperialismo de intercambio al de extracción, que
exigía la ocupación del territorio y un uso más sistemático de la
violencia. La colonización del Brasil comenzó en el siglo XVI y
pronto las plantaciones fueron surtidas de esclavos negros, pero la
penetración en el interior de África estaba muy ceñida a las
cacerías humanas necesarias para abastecer América, de forma que
con la prohibición de la trata se calcula que para mediados del
siglo XIX el número de portugueses en el área subsahariana no
superaba los 3000.
No es hasta finales del siglo XIX
cuando se impone en África un nuevo tipo de imperialismo, industrial
y tecnológico, que explota vastos territorios en busca de materias
primas, valiéndose de “empresas
privadas que ejercen poderes públicos”.
En esta época las potencias europeas se reparten la tarta y para
Portugal quedan dos raciones abundantes: Angola y Mozambique, aunque
la conquista militar se demoró y el control efectivo sólo se
consiguió tras el fin de la I Guerra Mundial. No obstante, Anderson
enfatiza que el modelo existente en ese momento de imperialismo
industrial no se aplica en el caso de Portugal, pues la economía de
la metrópoli, en bancarrota, no demandaba ese desarrollo. Se trata
solamente de una “colonización refleja”, que imita la expansión
de otras potencias sacando provecho de la presencia previa en la
región. De hecho, el capital de las compañías que explotaban la
empresa era dominantemente extranjero.
En el libro se señalan algunas
características que marcan lo peculiar del Imperio portugués. La
primera, descrita en detalle, es un uso sistemático del trabajo
forzado que provocaba la huida en masa de la población a regiones
vecinas y para Anderson no tiene parangón con el que se daba en
otros lugares del continente. Otras potencias recurrieron a esto en
un principio, para pasar luego a una fase en que el estilo
imperialista cambia y “el
terror da paso al paternalismo”,
pero esta transición no se dio en las colonias portuguesas, lo que
revela su poca pujanza económica.
Otra diferencia la marca que los
colonos portugueses llegan en muchos casos huyendo de las malas
condiciones de vida que les ofrece la metrópoli y sufren en África
desempleo y privaciones. Una alternativa que se les da es la
fundación de comunidades rurales exclusivamente blancas, pero éstas
muestran escasa viabilidad. Hay que señalar además que a pesar del
fervoroso catolicismo salazarista, la conversión de los nativos no
progresaba demasiado y padecía una intensa competencia de los
misioneros protestantes, más solícitos con las poblaciones locales.
La legislación y la práctica
social vigentes por entonces evidencian un racismo rampante, con la
población africana sumida en analfabetismo y miseria, pero la
ideología colonial portuguesa disfrazaba esto publicitando un
proyecto benéfico y de honda raíz religiosa, promotor de progreso
social y espiritual, y ajeno a la dominación económica capitalista
de otras potencias. A pesar de estas intenciones proclamadas, lo
cierto es que la penetración de empresas extranjeras en Angola y
Mozambique, descrita en detalle en el libro, se disparaba a comienzos
de los 60, lo que caracteriza un “condominio encubierto” en el
que el capital foráneo ejecutaba y el gobierno portugués permitía
y cobraba su mordida.
Anderson define esta situación
como “ultracolonialismo”, una explotación exacerbada y
anacrónica, que el signo de los tiempos pronto iba a poner en
entredicho.
La insurrección de Angola
La oleada de movimientos de
liberación africanos de los 50 no podía dejar de lado los enclaves
coloniales portugueses, y puede decirse que fue la independencia del
Congo en 1960 el detonante de la insurrección nacional que estalla
en Angola en marzo de 1961 y en pocos días pone casi todo el norte
del país en manos de los rebeldes. Los colonos de estas áreas
fueron evacuados y la población blanca se confinó en la capital,
Luanda, mientras se bombardeaban las aldeas del norte y en el sur se
imponía el terror sobre los africanos.
Con efectivos llegados de la
Península, en julio los portugueses emprenden una contraofensiva que
logra recuperar poblaciones, pero deja el territorio a los
insurrectos, y éstos en noviembre atacan de nuevo. La situación de
entonces se describe como una guerra de guerrillas combatida con
represión y bombardeos masivos, un auténtico genocidio, pero la
organización y armamento de los sublevados eran cada vez mejores por
el apoyo exterior.
Escribiendo en 1962, Anderson
considera las perspectivas de futuro. La situación internacional,
con la ONU, e incluso tibiamente los Estados Unidos, apoyando la
independencia, era para el gobierno luso un problema y trató de
contrarrestarlo buscando alianzas con España, Reino Unido o
Sudáfrica. La gran dependencia económica de la metrópoli respecto
a sus colonias determinó una crisis galopante, con fuga de capitales
y el escudo tambaleándose a medida que aumentaba el gasto militar.
Subidas de impuestos y préstamos extranjeros sirvieron para capear
el temporal, pero Anderson augura inestabilidad por los esfuerzos que
se exigen a las clases privilegiadas del país. Paralelamente, se
aprecia descontento entre los militares más liberales (otanistas),
consternados por el respaldo norteamericano a los rebeldes y
dispuestos a hacer concesiones, mientras las clases populares no
llevan bien el reclutamiento masivo y se producen disturbios por todo
el país.
En 1962, observando como la
guerra se extiende, el régimen se aísla de cualquier otra fuerza
social, los militares toman distancia, obreros y estudiantes se
movilizan y el capital huye, Anderson concluye que el “fin
de una época es inminente”.
La Revolución de los Claveles
Robin Blackburn en su epílogo
repasa la evolución del régimen salazarista en los 60 y 70, con
apertura del país al capital extranjero, crecimiento económico y
demográfico en las áreas urbanas, y cierta liberalización, que
hizo posibles elecciones controladas en 1969 y 1973, con victorias
oficialistas. En este último año, la inflación galopante, malestar
social y huelgas llevaron a oficiales de izquierdas a organizarse en
el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), que demandaba libertades
políticas, e incluso dentro del régimen personalidades como el
general António de Spínola en su libro Portugal
y el futuro (1974),
propuso una respuesta “neocolonial”, con una federación de la
metrópoli y sus colonias, como alternativa al “ultracolonialismo”
oficial.
Es así como el 25 de abril de
1974 el MFA, en una acción sorpresa a los acordes de la canción
Grándola Vila Morena,
logró hacerse con el control del país, aunque la existencia de
focos de resistencia obligó a un compromiso con Spínola y las
fuerzas de su entorno, con lo que la Junta de Salvación Nacional
(JSN) que se instituyó fue encabezada por éste. Tres semanas
después se formó un gobierno provisional, presidido por un amigo de
Spínola, pero con dos ministros comunistas y otros dos socialistas.
La bicefalia va a ser el signo de unos meses en que se restauran
libertades y el pueblo exige saneamento
de los fascistas notorios que siguen en posiciones de poder, sin que
esto se logre demasiado en las Fuerzas Armadas.
Los avances en la descolonización
resultaban excesivos para el ala spinolista del gobierno y en
septiembre organizaron una gran manifestación en Lisboa como
preludio de un Putsch.
Sin embargo, las precauciones del MFA consiguieron desbaratar los
planes y el general se vio obligado a presentar su dimisión como
presidente de la República y la JSN. No obstante, como se vería
después, la reacción seguía teniendo fuerza.
Tras la publicación del texto de
Blackburn, Spínola auspició otra asonada militar en marzo de 1975,
que fue rápidamente sofocada. Los intentos de reforma radical a
partir de ese momento, con nacionalización de la banca y gran parte
de la industria y una ambiciosa reforma agraria, avivaron una intensa
polarización social que amenazaba desembocar en guerra civil hasta
que a finales de ese año los militares más derechistas tomaron el
control del Ejército y las aguas volvieron a su cauce. El año
siguiente el país se dotó de una nueva constitución y poco después
en las primeras elecciones democráticas a la presidencia de la
República se impuso António Ramalho Eanes, del sector moderado de
la UMD, con el apoyo de socialistas, cristianodemócratas y
socialdemócratas.
Perry Anderson y Robin Blackburn
describen rigurosamente en este libro cómo se encadena la evolución
de los acontecimientos en Portugal y Angola durante los años 60 y 70
del siglo XX, y ciertamente demuestran que la Revolución de los
Claveles empezó en África, pues allí se gestaron las dificultades
en la economía de la metrópoli que movilizaron a diversos sectores
sociales para poner fin a la dictadura. La historia trazada ofrece un
ejemplo, extraño y extremo, del fracaso de un proceso colonial que,
al margen de los rostros más comunes del imperialismo capitalista,
consistió más que nada en una imposición de trabajo forzado
torpemente disfrazada de tutelaje espiritual.
Blog del autor:
http://www.jesusaller.com/.
En él puede
descargarse ya su último poemario: Los
libros muertos.
Operación de propaganda armada en Siria, claves tácticas y
consecuencias estratégicas
Publicado el 2 de diciembre de 2024 / Por La Idea
Pablo Sapag M. (autor de Siria en perspectiva)
Lo que ocurre estos días en Siria y muy especialmente en
zonas de la ciudad y el Capo de Alepo, está esencialmente relacionado con una
operación de propaganda armada de los grupos islamo-yihadistas contrarios al
Estado sirio y sus estructuras políticas. Esas instituciones protegen y
garantizan la multiconfesionalidad de una sociedad en la que hay cristianos y
musulmanes de distintas denominaciones y que a lo largo de los siglos ha
desarrollado una cultura social común de tipo multiconfesional.
Las operaciones de propaganda armada como la de Alepo son
propias de organizaciones que no tienen la suficiente fuerza política y por
tanto militar para lograr sus objetivos estratégicos políticos y militares.
Para obtener algún resultado táctico, utilizan la relativa fuerza militar o
armada con la que cuentan para proyectar la idea de que poseen una capacidad
mayor de la que realmente tienen. Con ello buscan que un tercero cuyos intereses
políticos coincidan con los suyos piense que esa fuerza es realmente relevante
y termine apoyándolos directamente. Obviamente, son operaciones que provocan
daños humanos y materiales y que a veces pueden desencadenar un conflicto
armado mayor. Ejemplo clásico de una operación de propaganda armada que deviene
en conflicto armado mayor son los golpes de estado fallidos seguidos de una
guerra interna. También lo que ocurrió en Siria a partir de 2011 tras una
revuelta parcial que se militarizó sin la capacidad política y militar
suficiente para imponerse, generando largos bloqueos en ciudades y pueblos.
Para que las operaciones de propaganda armada sean
efectivas, previamente debe estar asegurada la cobertura mediática, en este
caso internacional. BBC, CNN, Al Jazeera, El País, The New York Times, Le
Monde, etc. son medios de gran capacidad de penetración caracterizados, en
connivencia con los intereses de los estados a los que sirven, por su sostenido
apoyo a grupos que practican el terrorismo en Siria pero que son calificados
por ellos como “insurgentes”, “rebeldes moderados” o “freedom fighters”,
“opositores” e incluso “sirios”, teniendo en cuenta que una parte muy relevante
de los mismos está compuesta de extranjeros.
La conexión israelí con lo de Alepo
Las operaciones de propaganda armada suelen realizarse en el
momento en el que pueden tener la máxima proyección mediática y servir también
a fines de terceros. En este caso ha coincidido con la retirada israelí del
Líbano sin haber eliminado por completo a Hezbolá, que era el objetivo fijado
por el Gobierno israelí. Por lo mismo en el propio Israel el alto fuego se
considera una claudicación (véase, por ejemplo, la lectura nada triunfalista
que hacen los medios y los analistas israelíes en medios como Jerusalam Post,
The Times of Israel, Jediot Ahronot, por no mencionar Haaretz).
La operación en Alepo fue precedida el miércoles 27 de
noviembre por sendos bombardeos israelíes sobre los pasos fronterizos
sirio-libaneses de Arida y Jisr Qmar –totalmente destruídos-y maniobras
israelíes en el Golán sirio ocupado en las proximidades de la Gobernación de
Quneitra. Ello concentró la atención militar siria en el centro y sur del país
lo que pudo haber facilitado la operación yihadista en el norte. Todo ello ocurrió
cuando ya había entrado en vigor el alto el fuego en Líbano, lo que ha
permitido que no se hable ya de esa retirada israelí y de las implicaciones que
tiene. También ha coincidido con la aproximación del fin de la fase álgida del
conflicto en Ucrania debido al colapso de las fuerzas ucranianas y al inminente
cambio de política en EEUU por la llegada a la presidencia de Donald Trump,
quien ya ha dejado claro que quiere cerrar o al menos congelar ese conflicto en
Ucrania cuanto antes.
¿Por qué ahora?
Además de con la retirada israelí del Líbano, cabe destacar
también que la operación se ha orquestado para coincidir con el fin de semana
en Siria, que comienza en viernes, lo que permitió a los grupos armados
yihadistas liderados por Hayat Tahrir al Sham (antes Jabhat al Nusra), la marca
de Al Qaeda en Siria, avanzar por calles desiertas, lo propio de una mañana de
domingo en otros lugares. Ello proyectó la imagen de vacío de poder e
inoperancia a varios niveles del Estado sirio.
A la proyección de esa imagen durante al menos 24 horas
también contribuyó la ausencia por descanso semanal de funcionarios públicos
sirios de muchos servicios, por ejemplo, de los medios de comunicación. De esa
forma se magnificaron los supuestos o reales avances de los grupos armados, a
lo que contribuyó el relativo silencio informativo sirio de las primeras horas.
Ello disparó la desinformación alentada por redes sociales y los medios de
comunicación internacionales aliados de los grupos armados. Se creó así una
sensación de pánico en lugares de Siria alejados de Alepo, alimentado a su vez
por lo que les llegaba desde fuera, ya sea por redes sociales o por medios de
comunicación. Ese temor en lugares alejados de Alepo y otros puntos de acción
armada se disparó igualmente por el hecho de que hace ya mucho tiempo fue
disuelta o quedó con carácter apenas latente la Defensa Nacional, fuerza
auxiliar y de retaguardia del Ejército Árabe Sirio. Ello se debió a la
pacificación en 2018 de buena parte del territorio sirio.
En ese sentido, la operación de propaganda armada ha estado
perfectamente planificada, cumpliendo sus objetivos inmediatos, al lograr
incluso que quienes están en contra de esos grupos, reprodujeran su relato. La
cosa ha empezado a cambiar sustancialmente el domingo 1 de diciembre, primer
día completamente laborable en Siria. Frente a los comunicados sobre
impresionados en la pantalla del viernes y el sábado, imágenes en directo de
normalidad en buena parte de Siria y del despliegue militar en Hama y en
lugares del norte del país.
En todo caso, propagandísticamente, para Siria el coste ha
sido temporalmente bastante oneroso por las imágenes que los yihadistas y sus
aliados difundieron el sábado, imágenes que, sin embargo, no indican control
real ni posibilidades de consolidación en el tiempo en Alepo por parte de los
grupos liderados por Hayat Tahrir al Sham, la marca de Al Qaeda en Siria.
Están efectivamente en 6 varios barrios del oeste de la
ciudad de Alepo y se han hecho fotos en el centro de la misma pero al no contar
con el favor de la población esto no puede arraigar más allá de una efectiva
operación de propaganda armada, salvo que además de política y económicamente
los occidentales (incluido Israel) y Turquía los ayuden implicándose directa y
decididamente en un enfrentamiento directo contra el Ejército Árabe Sirio, lo
cual no parece factible por la presencia de Rusia en Siria y otros factores,
tanto internos sirios como internacionales.
El que esta vez sean barrios del oeste de la ciudad de Alepo
y no del este, como en 2012, los que ocupan los yihadistas revela que ni ahora
ni entonces han contado con una base política de apoyo real que les permita
convertir ganancias temporales en permanentes ni ofrecer una alternativa de
gobierno y mucho menos de régimen (sistema) político distinto al que los sirios
se dieron en 1919 y cuyo desarrollo y consolidación llegó con la Independencia
en 1946. Entran por donde pueden y se quedan donde pueden. Ello no presupone
respaldo político, solo sentido de la oportunidad.
En realidad, el verdadero objetivo de estos grupos ha sido
presionar al Estado sirio para que afloje la presión militar sobre el norte de
Idlib y complicar las negociaciones iniciadas con Turquía para resolver los
focos que escapan al control del Estado sirio en el norte del país. No por nada
los grupos armados yihadistas han bautizado esa operación como “Disuasión de la
Agresión” (del Ejército sirio en Idlib).
De lo táctico a lo estratégico. De lo inmediato a lo real
En todo caso, los yihadistas ya han logrado un objetivo
propagandístico táctico, es decir, han conseguido agitar a la opinión pública
siria e internacional en el corto plazo. Habrá que ver si cuando el Ejército
sirio termine de reagruparse, recibir nuevo material ruso ya en camino y escale
sus acciones, esos grupos yihadistas puedan, además, extraer réditos en Idlib y
algún otro frente, que es su verdadero objetivo.
Para la imagen de Siria es negativo. Con o sin razón se ha
proyectado en el corto plazo una imagen de inoperancia de los servicios de inteligencia,
de la capacidad de reacción de las fuerzas armadas y de otros actores
estatales, por ejemplo los mediático-propagandísticos. Esa sensación se ha
proyectado sobre todo entre un gran público local e internacional que desconoce
la diferencia entre una operación militar defensiva y otra ofensiva, los
tiempos de adaptación de una a otra y la necesidad de limitar al máximo las
bajas propias y las civiles. Desconocen también las rutinas mediáticas y
propagandísticas, claves en una operación que es esencialmente de propaganda
armada.
Estaba claro, en todo caso, que algún precio elevado pagaría
Siria en esta larga crisis que vive Medio Oriente desde el 7 de octubre de
2023. No ha habido invasión israelo-sionista en Siria pero sí esto de Alepo.
Por ahora, el daño es menor en vidas, infraestructuras y la soberanía del
Estado sirio pero importante, al menos temporalmente, en términos
propagandísticos, de imagen y de confianza entre una parte de la población
siria. Después de 14 meses la crisis regional parecía cerrarse y en tiempo de
descuento los occidentales, israelo- sionistas y yihadistas han hecho este
movimiento para que el actor más importante de la región, Siria, también pague
un precio y se debilite, incluso desde el punto de vista de la imagen que los
ciudadanos tienen del Estado y de sus capacidades de anticipación y respuesta.
Los últimos hechos confirmados por varias fuentes solventes
y abundantes imágenes que no se vieron el viernes y el sábado, indican que
sobre el terreno el Ejército Árabe Sirio ya ha blindado la Gobernación de Hama
para que los yihadistas no se infiltren desde la Gobernación de Alepo. En los
próximos días los yihadistas quedarán cercados en Alepo. La idea es que no haya
combates en la ciudad, en buena medida reconstruida desde 2016, y que se
retiren al norte de Idlib y a sus países de origen (Uzbekistán, China, Turquía,
Ucrania, Francia, Reino Unido, EEUU, etc.) a través de Turquía. Si no hay
acuerdo para eso mediado por terceros, puede haber combates en esos barrios de
Alepo en los que están, como ocurrió entre 2012 y 2016 en el este.
Sí hay combates muy intensos en frente abierto en Idlib,
extremo noroccidental de la provincia de Hama y Campo de Alepo. Han muerto ya
al menos 823 yihadistas, decenas de soldados sirios y unos 35 civiles. Tramos
cortos de autopistas y carreteras estratégicas y varias localidades de la zona
de desescalada y de mayor o menos importancia estratégica han cambiado varias
veces de manos, casos de Saraqueb o Abu Duhur u otros pueblos de las
gobernaciones de Idlib, Hama y Alepo. Por otro lado, se ha producido una
renovada coordinación entre el Ejército Árabe Sirio y algunas milicias kurdas
del noroeste y noreste del país ante el enemigo común, grupos yihadistas y
otros apoyados por Turquía.
Es posible que en esas zonas las operaciones militares se
prolonguen varias semanas porque en esta ocasión Siria se plantea eliminar ese
foco de desestabilización de Idlib o al menos debilitar a los grupos yihadistas
de manera decisiva para lograr su erradicación a través de un acuerdo político
con Turquía. A diferencia de otras ocasiones, ahora Rusia, que junto a Turquía
también es garante de los acuerdos de desescalada en el noroeste de Siria ahora
rotos, ha dado ya su visto bueno y apoyo a Siria para terminar con esos grupos.
De hecho, la aviación rusa ya apoya a la Siria en sus ataques a los yihadistas
desplegados en distintos ejes. En tal caso, y de acuerdo al desarrollo futuro
de los acontecimientos, una ganancia táctica, temporal y propagandística de los
grupos armados yihadistas y quienes les apoyan (EEUU, la Unión Europea-Israel,
Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y algún estado latinoamericano)
se puede convertir para Siria y sus aliados en una ganancia estratégica, es
decir, de largo plazo.
El capitalismo
impulsa la espiral de la muerte de la democracia
Katharina Pistor
24/11/2024
Estas elecciones norteamericanas marcan lo que los alemanes
llaman un Zeitenwende («punto de inflexión»). Los votantes están señalando
claramente que quieren un cambio, que prefieren un segundo gobierno de Donald
Trump a otro gobierno provisional que presida un régimen que rechazan.
Es cierto que los partidos políticos que prometieron
proteger el statu quo han perdido este año las elecciones en un país tras otro.
Pero es difícil de sobreestimar la importancia de que los votantes de la
democracia más antigua del mundo rechacen los fundamentos constitucionales de
su país: el Estado de derecho, un poder judicial independiente e imparcial, un
proceso justo y un traspaso ordenado del poder.
El juego de acusaciones comenzó antes de que se conocieran los
resultados de las elecciones, centrándose como era previsible en el elitismo,
la identidad y la propia candidata perdedora. Este ciclo de recriminaciones
desgarrará al Partido Demócrata y lo hará aún menos apto para gobernar en el
futuro. También distraerá la atención de la verdad que nadie quiere ver: el
capitalismo. La democracia se encuentra en una espiral de muerte porque está
sometida a un régimen socioeconómico que enfrenta a todos contra todos,
socavando la capacidad de consenso y de toma de decisiones colectiva.
No es la primera vez que el capitalismo pone patas arriba la
democracia. Hace un siglo, los efectos de la rápida industrialización a
expensas de los individuos y sus comunidades alimentaron el comunismo y el
fascismo en Europa. En sus escritos a lo largo de la Segunda Guerra Mundial, el
historiador económico Karl Polanyi atribuyó la raíz de las convulsiones
políticas de su época a un sistema económico que subordinaba la sociedad al
principio del mercado.
El problema, según Polanyi, comenzó con la abolición de las
«leyes de pobres» en Inglaterra a principios del siglo XIX. Las masas
desarraigadas y sin tierra no tuvieron más remedio que emigrar a las ciudades,
donde se vieron explotadas como mano de obra barata en fábricas que consumieron
sus vidas y las de sus hijos. Aunque este sistema generó prosperidad sin duda,
tuvo un coste enorme para un número excesivo de personas. Sin la devastación
provocada por la Primera Guerra Mundial, la reacción de las masas en contra de
este sistema podría haber tardado mucho más.
Los Estados Unidos, que participaron en la Primera Guerra
Mundial, pero no en su propio territorio, evitaron en gran medida la reacción
violenta a pesar de la depresión económica de la década de 1930. Es importante
destacar que la administración del Presidente Franklin D. Roosevelt logró algo
que otros países no consiguieron: proporcionó al pueblo norteamericano la
suficiente seguridad económica como para que pudiera empezar a vislumbrar un
futuro mejor para sí mismo y para sus familias.
Esta vez es diferente, y no sólo en los Estados Unidos.
Vivimos en un sistema que la mayoría de los políticos han declarado sin
alternativa. De hecho, hace tiempo que ellos mismos han cedido el control del
sistema y carecen de la capacidad o la voluntad de imaginar uno diferente. El
aforismo del desaparecido Fredric Jameson, según el cual «es más fácil imaginar
el fin del mundo que el fin del capitalismo» ha cobrado renovada actualidad, y
no es difícil ver por qué. Los gobiernos tienen muy poco margen de maniobra
para no verse castigados por los mercados financieros (totalmente amorales).
Alabada durante mucho tiempo como herramienta para disciplinar a los
responsables políticos, la globalización financiera ha puesto el destino de
sociedades enteras en manos de inversores a los que sólo les importan las
señales de los precios y que son ajenos a las necesidades humanas.
Los gobiernos se ataron las manos con la esperanza de que
los mercados proporcionaran capital, bienes y empleos. Convencidos de que debían
apartarse del camino del mercado, abrieron sus países a la libre circulación de
capitales, al tiempo que apoyaban la codificación legal selectiva de activos e
intermediarios para beneficiar a los más adinerados. Posteriormente, animaron a
sus bancos centrales a rescatar a los intermediarios que amenazaban con hundir
todo el sistema financiero en otra crisis.
Hubo países que adoptaron asimismo tratados internacionales
que otorgaban a las empresas multinacionales el poder de demandar a los Estados
anfitriones por perjudicar la rentabilidad de sus inversiones, o por trato
«injusto e inequitativo». Supervisados estos casos por un tribunal de arbitraje
ubicado en otro lugar, los gobiernos desarmaron de hecho a sus propios
tribunales y socavaron sus propias constituciones (cuyas disposiciones no
pueden utilizarse como defensa contra las violaciones de los tratados
internacionales).
Algunos países (entre los que destaca Alemania) llegaron a
negar a los futuros gobiernos electos la opción de obtener financiación
adicional de la deuda, consagrando en sus constituciones requisitos de
equilibrio presupuestario. Otros mantuvieron a raya a sus ciudadanos aplicando
la austeridad fiscal, aun cuando los ricos prosperasen con otro auge de activos
apoyado por políticas monetarias fáciles. Al igual que Odiseo, que tenía las
manos atadas al mástil del barco para resistir la llamada de las sirenas, los
gobiernos encontraron formas de escapar a la llamada de los votantes que los
habían elegido. El autogobierno democrático perdió credibilidad mucho antes del
surgimiento de los partidos antidemocráticos que ahora se burlan abiertamente
de él.
Por su parte, Polanyi esperaba que a la guerra siguiera otra
transformación que pusiera a la sociedad, y no a los mercados, al mando. Los
mecanismos legales e institucionales adoptados para avanzar en este objetivo
funcionaron inicialmente, pero los poderosos agentes privados y sus abogados
pronto encontraron formas de sortearlos.
Dos décadas después de la guerra, ya había despegado lo que
Greta Krippner, de la Universidad de Michigan describe como financiarización de
la economía norteamericana. La rentabilidad financiera se convirtió en el fin
al que se subordinaban todas las demás necesidades y aspiraciones. Aunque los
daños colaterales de este proceso fueron generalizados, el mayor golpe lo
recibió nuestra capacidad de decisión colectiva.
Si el comunismo y el socialismo no se hubieran derrumbado en
el mismo momento en el que la financiarización desataba toda su fuerza, muchos
podrían haber advertido mucho antes sus efectos corrosivos sobre la democracia.
Por el contrario, se festejó el capitalismo como único juego aceptado por
todos. Como resultado, no fuimos testigos del «fin de la historia» que proclamó
Francis Fukuyama cuando terminó la Guerra Fría. Estamos condenados a revivirla,
pero está por ver si como tragedia o como farsa.
Katharina Pistor
profesora de Derecho Comparado de la Universidad de Columbia
(Nueva York) y directora de su Center on Global Legal Transformation, es autora
de “El código del capital – Cómo crea la ley riqueza y desigualdad” (Capitán
Swing, Madrid, 2022).
Mientras se emiten órdenes de arresto contra dirigentes
israelíes, no hay que olvidar que confesaron sus crímenes desde el
principio. Los medios de comunicación occidentales optaron por suprimir
la verdad
Israel dijo exactamente lo que haría desde el principio
La Corte Penal Internacional finalmente emitió órdenes de arresto por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad contra Benjamin Netanyahu y su ex ministro de Defensa, Yoav Gallant.
Cualquier otro resultado hubiera desafiado la razón, porque ningún
crimen en la historia moderna ha sido confesado por sus perpetradores
con tanta desvergüenza, orgullo y fruición como el genocidio que Israel
ejecuta en Gaza.
Para entender lo que Israel planeaba hacer desde el principio, no
hacía falta una intuición especial ni acceso a documentos secretos
filtrados. Bastaba con escuchar lo que los dirigentes políticos y
militares y los funcionarios israelíes decían en público y tomarlo al
pie de la letra. Esas declaraciones demostraron ser la hoja de ruta más
precisa para predecir los crímenes que Israel cometió.
Sin embargo, los medios de comunicación occidentales no enmarcaron
sus noticias al mostrar estos compromisos públicos inequívocos de que
perpetrar graves crímenes de guerra y tratar específicamente a la
población civil como un objetivo militar legítimo; más aún, en muchos
casos, los periódicos y los medios de comunicación ocultaron esas
declaraciones, no explicaron su significado o, en innumerables casos, ni
siquiera las citaron.
Este hecho debería considerarse uno de los peores escándalos del periodismo occidental en la historia.
Desde el principio hubo pruebas abrumadoras de que un Estado aliado de
Occidente –un Estado armado y respaldado por Estados Unidos y sus
aliados– iba a cometer un genocidio. En la práctica, la gran mayoría de
nuestros medios de comunicación lo encubrió en uno de los ejemplos más
extremos de engaño por omisión de la historia.
Seis semanas después de que comenzara el genocidio, entrevisté a Raz Segal,
profesor asociado israelí-estadounidense de estudios sobre el
Holocausto y el genocidio. Me dijo que la arremetida de Israel contra
Gaza fue “única en el sentido de que se la puede considerar como lo
que yo creo que es –es decir, genocidio–, porque la intención está tan
claramente articulada”. Normalmente, quienes pretenden cometer
genocidio hacen todo lo posible por disimular sus intenciones. Israel,
en cambio, no podría haber ofrecido a los medios occidentales pruebas
más claras de sus intenciones. Sin embargo, tanto los medios de
comunicación como los periódicos optaron por ocultar la verdad a sus
audiencias.
Dos días después de los ataques del 7 de octubre, el ministro de
Defensa israelí, Yoav Gallant -ahora sujeto a una orden de arresto
internacional- dijo en una conferencia de prensa que Israel estaba:
“Estamos imponiendo un asedio total a Gaza. No hay electricidad,
ni comida, ni agua, ni combustible. Todo está cerrado. Estamos luchando
contra animales humanos y estamos actuando en consecuencia”.
Se trata de una declaración inequívoca de múltiples crímenes de
guerra, entre ellos, el de privar a una población civil de los elementos
esenciales para la vida. El artículo 33 de las Convenciones de Ginebra prohíbe legalmente los castigos colectivos, un hecho que los lectores y espectadores deberían haber conocido.
De hecho, la prestigiosa ONG Human Rights Watch declaró que se trataba de un llamado “a cometer un crimen de guerra” , señalando su carácter criminal por razones de castigo colectivo y “utilizando el hambre como arma de guerra”.
Se trataba de una cita de una fuente creíble que los medios de
comunicación podrían haber utilizado para ofrecer un contexto jurídico
adecuado. De hecho, en su declaración, HRW pidió a la Corte Penal
Internacional que tomara nota y ocho meses después, su fiscal jefe
emitió una solicitud de orden de arresto contra Gallant , centrándose específicamente en el crimen que Human Rights Watch identificó correctamente.
Como señalé en su momento , “se trata de un lenguaje genocida”, sobre todo teniendo en cuenta el uso de la expresión “animales humanos”. De hecho, el medio de comunicación disidente The Intercept lo identificó correctamente como tal el
mismo día. Como veremos, Gallant no fue el único que utilizó esta
fraseología específica, que difícilmente puede descartarse como una
coincidencia.
Sin embargo, en la mayoría de los medios occidentales, la importancia
de los comentarios de Gallant fue ignorada. En ese momento, la única
mención en el sitio web de noticias de la BBC -el sitio de noticias más leído del mundo- fue en un artículo titulado «El ejército de Israel dice que controla totalmente las comunidades en la frontera de Gaza«.
La declaración de Gallant quedó sepultada hacia el final del artículo.
No se mencionó en qué forma esto violaba el derecho internacional. De
hecho, la BBC continuó mencionando que Gaza había estado bajo un
«estricto bloqueo israelí-egipcio desde que Hamas tomó el poder hace 16
años», y agregó: «Los dos países dicen que es por razones de seguridad».
Nada contradecía este razonamiento oficial, como el impacto humanitario
del bloqueo más largo del siglo XXI .
Ese mes, la única otra mención en el sitio web de la BBC fue en un artículo sobre las protestas en las universidades estadounidenses .
En un artículo con un lenguaje sesgado a favor de Israel en todo
momento, la referencia a la cita de Gallant fue un ejemplo de
deshonestidad por omisión. Decía:
“Los funcionarios israelíes han utilizado un lenguaje extremo; el
ministro de Defensa, Yoav Gallant, se refirió a los militantes de Hamas
como “animales humanos””.
Pero esta interpretación quedaría completamente socavada si se citara
íntegramente, dado que Gallant dejó en claro que el asedio sería contra la población civil y, como veremos, su aliado clave utilizó “animales humanos” directamente para referirse a los civiles, un hecho que se omite.
Si bien el Times of Israel se
aseguró de que los comentarios de Gallant fueran citados en el titular
(en un artículo que indicaba claramente su aprobación) y el Middle East Eye reflejó con precisión su declaración en su titular, los principales medios occidentales en gran medida ignoraron estas declaraciones.
En la cobertura de noticias, el New York Times enterró el compromiso de Gallant con los graves crímenes de guerra. El día que se hizo, apareció 13 párrafos más abajo en un artículo dedicado
a discutir si el consenso bipartidista en apoyo de Israel se
mantendría. Ocho días después, fue nuevamente sepultada en otro
artículo, no para colocarla en un contexto de clara intención criminal,
sino para investigar la reacción árabe contra la política estadounidense e israelí . La declaración está igualmente sepultada en otro artículo 11 días después de que se hizo, expresando las preocupaciones de Estados Unidos sobre
que “algunos funcionarios israelíes, incluido el Sr. Netanyahu y el Sr.
Gallant” están “cegados por la rabia”, pero nuevamente, nada sobre la
importancia de estos comentarios para revelar la intención de Israel.
Fuera de la cobertura informativa, el consejo editorial del New York Times incluyó la declaración en un artículo que refleja la posición oficial del periódico, titulado ‘Israel puede defenderse y mantener sus valores’. Afirma que «lo que Israel está luchando por defender es una sociedad que valora la vida humana y el estado de derecho«,
instando a que su ataque sea coherente con eso, y describe la intención
criminal inequívoca de Gallant simplemente como prueba de que «esta
guerra se está desarrollando en una atmósfera de emociones intensas».
Sus afirmaciones sobre los valores que sustentan el ataque de Israel han
resultado ser falsas en el sentido más brutal posible, y la declaración
de Gallant debería haber representado una prueba obvia de eso desde el
principio. El periódico cubrió además preventivamente los crímenes de
guerra de Israel, afirmando que Hamás estaba utilizando civiles como
«escudos humanos»: de hecho, hay mucha más evidencia de que Israel utiliza escudos humanos .
El editorial sugiere además que “los soldados israelíes buscarán en sus
líderes la guía de sus acciones y decisiones en el campo de batalla
para asegurarse de que, a diferencia de Hamás, hagan distinciones entre
civiles y combatientes”. No se presentó ninguna prueba de esta
afirmación y, como veremos, dicha afirmación ignoró deliberadamente la
oferta de impunidad de Gallant a sus soldados días antes de que se
escribiera el editorial.
Sí, The New York Times publicó columnas de opinión en
octubre de ese año que, con distintos grados de seriedad, criticaban las
palabras de Gallant. Pero, una vez más, el problema es que la cobertura
informativa no se enmarca en lo que el Estado israelí dijo que haría.
Aparte de los artículos de opinión, la declaración apareció en un análisis del Washington Post titulado
“Israel ordenó un ‘asedio completo’ de Gaza. Esto es lo que parece” dos
días después de que se hiciera. Si bien el artículo analiza el
potencial impacto humano de tal asedio, no se analiza el derecho
internacional, se cita la justificación israelí sin cuestionarla y
termina con una cita de un analista que concluye que “en última
instancia, Hamás sabía exactamente lo que iba a suceder”. Es digno de
elogio que, en su boletín ,
el columnista de asuntos exteriores Ishaan Tharoor declarara que
Gallant había invocado “una retórica que los grupos de derechos humanos
afirmaban que equivalía a anunciar crímenes de guerra”, aunque esto deja
un hecho objetivo abierto a la interpretación. Al igual que otros
periódicos, la declaración de Gallant dejó en claro que la intención
criminal de Israel no se entretejió en una cobertura más amplia ni se
utilizó para trazar la inevitable estrategia de Israel.
Otra declaración pública fue aún más clara sobre la intención
genocida de Israel. El mismo día que Yoav Gallant, el mayor general
Ghassan Alian, el Coordinador del Ejército israelí de las Actividades
Gubernamentales en los Territorios (COGAT, la agencia del Ministerio de
Defensa israelí para los territorios ocupados) utilizó esencialmente la
misma frase que Gallant. Fue publicada en el canal de Twitter de COGAT :
“Hamás se convirtió en ISIS y los
ciudadanos de Gaza están de fiesta en lugar de horrorizados. Se trata a
las bestias humanas como corresponde. Israel ha impuesto un bloqueo
total en Gaza, sin electricidad, sin agua, sólo daños. Querían el
infierno y lo tendrán”.
No hay ninguna sutileza en este caso. Nadie podría intentar fingir deshonestamente que el término “bestias humanas”
se refiere a Hamás y no a la población civil de Gaza. El general
israelí encargado de supervisar los asuntos civiles de los territorios
palestinos ocupados dejó claro que consideraba a la población civil como “animales humanos”
que debían sufrir un castigo colectivo por las actitudes que, según él,
habían mostrado en su totalidad en respuesta al 7 de octubre. El mayor
general Alian dejó claro que, en consecuencia, la población civil
sufriría un “bloqueo total” de los elementos esenciales de la vida y
recibiría en cambio “un daño justo”, así como “el infierno”.
No hay otra interpretación plausible que la de que este general había
emitido una declaración oficial de que Israel cometería crímenes de
guerra a gran escala contra la población civil palestina, desde el
hambre hasta la destrucción masiva, respaldados por el castigo
colectivo. Sin embargo, los medios de comunicación occidentales no sólo
no lograron enmarcar su cobertura de las intenciones de Israel en esta
declaración, sino que en gran medida ni siquiera cubrieron la
declaración de Alian.
El Times of Israelidentifica
correcta pero brevemente que el mayor general Alian se estaba
dirigiendo a los “residentes de Gaza” y que estaba “criticando el apoyo
popular palestino al grupo terrorista”: en contexto, el periódico
claramente lo aprueba.
No hay ninguna mención de esta declaración en el sitio web de la BBC.
No hubo ninguna mención de esta declaración en la cobertura
periodística en los días, o incluso semanas, posteriores a su
publicación en varios periódicos, incluidos The New York Times, The Washington Post , The Times y The Telegraph .
Hubo columnas de opinión que citaron estas palabras, pero dichas
palabras deberían haber influido profundamente en la cobertura
periodística de las intenciones de Israel, sin embargo, ni siquiera
aparecieron en la sección de noticias.
En otro lugar, la cita parcial del general fue en sí misma reveladora. Dos días después de que se hiciera la declaración, The Economist escribió :
“La noticia de una masacre espantosa en Kfar Aza, un kibutz del
sur, ha endurecido los ánimos. Algunos han insinuado un castigo
colectivo. “Hamás se convirtió en ISIS y los ciudadanos de Gaza están
celebrando en lugar de estar horrorizados”, dijo un general israelí.
“Las bestias humanas son tratadas como corresponde”.
En este caso, la revista situó la retórica genocida del general en el
contexto de las atrocidades cometidas por Hamás. Además de reducir la
cita, The Economist sugirió que esto sólo «insinuaba» un
castigo colectivo. Se trata de una interpretación absurda de una
declaración tan extrema, que no hizo nada más que insinuar.
Hubo otra evidencia devastadora de las intenciones públicas de
Israel. El 10 de octubre, el ministro de Defensa, Yoav Gallant, dijo a
las tropas israelíes en la frontera de Gaza que había “liberado todas
las restricciones”, y agregó:
“Gaza no volverá a ser lo que era
antes. Eliminaremos todo. Si no es un día, será una semana. Será
cuestión de semanas o incluso meses, llegaremos a todos los lugares”.
Dos días después, declaró que había “eliminado todas las restricciones” a las fuerzas israelíes.
No podría haber sido más claro sobre la impunidad que estaba otorgando a
los soldados israelíes. Una vez más, esto resultó ser un predictor
totalmente preciso de cómo se comportarían esos soldados en el futuro.
Los medios de comunicación israelíes difundieron con júbilo tales declaraciones, como The Times of Israel , en un artículo titulado «Valiente: Israel pasa a la ofensiva total, Gaza nunca volverá a ser lo que una vez fue».
Sin embargo, las órdenes de Gallant a sus tropas apenas fueron
cubiertas por los medios occidentales en ese momento, a menos que se
mencionaran de pasada y se ocultaran. Entre las notables excepciones se
encuentran el tabloide de derecha The New York Post , que anticipó con razón las condiciones apocalípticas que enfrentaría Gaza y las celebró, y Fox News , que hizo lo mismo en un artículo definido por un tono pro-israelí.
Esta omisión debe considerarse sorprendente: el hombre a cargo del
ejército israelí no podría haber sido más explícito al hablar de órdenes
que equivalían a graves crímenes de guerra, en particular castigos
colectivos y la impunidad concedida a los soldados. Los medios
occidentales optaron por suprimir esta información.
La cuestión, como siempre, es que si los medios occidentales querían
informar con precisión sobre las intenciones de Israel, deberían haber
basado su cobertura en las declaraciones del hombre a cargo de las
fuerzas armadas del Estado. En cambio, apenas informaron sobre esas
órdenes y, en el mejor de los casos, ofrecieron un debate evidentemente
deshonesto sobre si la respuesta de Israel fue proporcionada o no. Esto
ni siquiera incluyó lo que, por definición, siempre iba a ser una guerra
contra la población civil por parte de soldados a los que se les dijo
que “eliminaran todo”, y cuyo líder les informó de que no existían
“restricciones” ni “limitaciones” a su comportamiento.
El mayor escándalo periodístico de nuestra era
Hay muchos otros ejemplos. El presidente israelí, Isaac Herzog, dijo lo siguiente en respuesta a una pregunta de la cadena británica ITV sobre cómo aliviar el impacto sobre la población civil de Gaza, “mucha de la cual no tiene nada que ver con Hamás”:
«Es una nación entera la que es
responsable. No es verdad esa retórica sobre civiles que no están
informados ni involucrados. Es absolutamente falsa. Podrían haberse
alzado, podrían haber luchado contra ese régimen perverso que tomó el
control de Gaza mediante un golpe de Estado».
El titular no reflejó las implicaciones de la culpa colectiva: «El
presidente israelí Isaac Herzog dice que los habitantes de Gaza podrían
haberse alzado para luchar contra el ‘malvado’ Hamás». La mayoría de los
medios de comunicación occidentales no cubrieron en absoluto esta
declaración.
En otro ejemplo, un funcionario de defensa israelí dijo al Canal 13 de Israel: “Gaza acabará convirtiéndose en una ciudad de tiendas de campaña. No habrá edificios. La maniobra terrestre sorprenderá a Hamás”.
Esto fue, en verdad, profético. La mayoría de los edificios de Gaza
han sido destruidos o dañados, y esta pequeña franja de tierra del
tamaño del este de Londres ha sufrido detonaciones israelíes con una
potencia de fuego equivalente a varias bombas de Hiroshima. La
destrucción es tan extrema que Gaza tiene un color y una textura
diferentes cuando se la mira desde el espacio.
Pero la mayoría de los medios occidentales, una vez más, no cubrieron
una declaración que resultó ser totalmente exacta sobre las intenciones
de Israel. En cambio, optaron por tratar afirmaciones israelíes
claramente absurdas sobre la proporcionalidad y la selección cuidadosa
de los objetivos como si fueran creíbles. Una excepción fue Sky News Australia , una cadena que ha respaldado celosamente la embestida de Israel y que, al igual que el New York Post , otro medio propiedad de Rupert Murdoch , dejó claras las implicaciones.
Desde que se hicieron estas declaraciones, Israel ha cometido algunos
de los peores crímenes de guerra de nuestra era. Se desconoce el número
real de muertos, y algunos expertos en salud pública sugieren que hasta julio de 2010 había hasta 186.000 palestinos en Gaza .
Los soldados israelíes han disfrutado de la impunidad que se les
concedió explícitamente al principio, publicando alegremente sus
crímenes de guerra en Internet. Además de todas las agencias de ayuda
pertinentes, dos departamentos del gobierno de Estados Unidos dejaron claro en abril que Israel estaba bloqueando deliberadamente los elementos esenciales de la vida.
Todo esto era inevitable, a juzgar por las declaraciones que hicieron
los dirigentes y funcionarios israelíes al principio. Ninguno hizo el
menor esfuerzo por disimular sus intenciones. Todos los medios de
comunicación occidentales estaban al tanto de ellas. Si se les dio
cobertura, no se explicó su significado y quedaron sepultadas en una
cobertura más amplia. Si los medios de comunicación explicaron
explícitamente sus implicaciones, fue en unas cuantas columnas aisladas
en sus secciones de opinión.
Durante todo este genocidio, los medios de comunicación occidentales optaron por presentar la ofensiva israelí como una forma de defensa propia. Aunque
estaba claro que los dirigentes y funcionarios israelíes decían una
cosa a sus oyentes locales y otra a los espectadores y lectores
occidentales, los medios de comunicación y los periódicos trataron a
estos últimos como creíbles. Las pocas voces disidentes que tomaron al
pie de la letra las declaraciones de los dirigentes y funcionarios
israelíes fueron difamadas como extremistas y antisemitas.
Por esta razón, el 24 de octubre de 2023 escribí una columna para The Guardian titulada “Israel tiene claras sus intenciones en Gaza: los líderes mundiales no pueden alegar ignorancia sobre lo que se avecina”.
Dado el horror que se avecinaba, estaba claro que algunos luego
alegarían ignorancia: la columna fue escrita como un recordatorio, para
dejar en claro que no existían tales excusas.
Al ocultar deliberadamente lo que Israel dejó claro desde el principio que haría (y lo ha hecho al pie de la letra), los medios de comunicación occidentales ayudaron a facilitar el genocidio israelí.
La Corte Penal Internacional finalmente emitió órdenes de arresto
contra el primer ministro y el ministro de Defensa de Israel. Pero no
son sólo los líderes israelíes los que deben rendir cuentas.
Las inundaciones de Valencia no son consecuencia del
calentamiento del planeta
De Juan Manuel Olarieta
12 de noviembre de
2024
Los defensores de la doctrina del calentamiento del planeta
han aprovechado las inundaciones de Valencia para poner el carro delante de los
bueyes: la causa última de la riada es la subida de las temperaturas,
amenazando con un futuro en el que las desgracias seguirán y aumentarán... si
no se le pone remedio con la descarbonización.
Sin embargo, las inundaciones no demuestran el
calentamiento. Por el contrario, el calentamiento debería demostrar que es la
causa de estas inundaciones y de otras que volverán en el futuro, según
vaticinan los charlatanes que pululan por las tertulias televisivas, que lo
mismo relacionan el calentamiento con las sequias que con las tormentas.
A ellos, que tanto gustan de las fuentes oficiales, hay que
recordarles las conclusiones del IPCC, el organismo de la ONU que sienta
doctrina sobre casi todo lo que tiene relación con el cambio climático y que,
sin embargo, se muesta muy cauteloso al referirse a las inundaciones:
“Es muy probable que en los últimos 500 años se hayan
producido inundaciones mayores que las registradas desde el siglo XX en el
norte y centro de Europa, la región del Mediterráneo occidental y Asia
oriental. Sin embargo, es moderadamente cierto [sic] que en Oriente Medio,
India y el centro de América del norte, las grandes inundaciones modernas son
comparables o mayores que las inundaciones históricas en términos de magnitud
y/o frecuencia”.
La conclusión del IPCC es que “falta evidencia y, por lo
tanto, hay poca confianza con respecto al signo de una tendencia en la magnitud
y/o frecuencia de las inundaciones a escala mudial”.
Las inundaciones son fenómenos geofísicos locales. En cada
una de las regiones del mundo no responden a los mismos patrones y, en el caso
concreto del Mediterráneo occidental, ocurren todos los años, generalmente en
otoño. Durante los últimos siete siglos en Valencia se han producido 75
inundaciones.
En la segunda mitad del siglo XVIII el Barón de Maldà ya
escribió sobre la “gota fría” y las inundaciones en Barcelona. El Barón ha dado
su nombre a las oscilaciones meteorológicas de su tiempo, que se corresponden
con lo que ha pasado a la historia climática como “Pequeña Edad de Hielo”.
En Levante las tormentas son un fenómeno meteorológico tan
recurrente que están en la cultura popular, desde las canciones, hasta el
refranero, pasando por novelas, como “Entre naranjos”, de Vicente Blasco
Ibáñez, escrita en 1900. En 1926 Hollywood llevó la novela al cine, con una
película protagonizada por Greta Garbo que se distribuyó bajo el nombre de “El
torrent”, que indica bien a las claras su trama.er<a2C NC
En castellano hay abundantes nombres propios que derivan de
la raíz árabe “uadi”, que denota el cauce seco de un río sujeto a inundaciones
periódicas repentinas. En el Levante peninsular, la voz “torrent” no sólo
designa a algunas localidades, sino que es un apellido muy corriente. Hay
registros sobre riadas que se remontan al siglo XIV y en la memoria colectiva
ha quedado la de 1957, que causó la muerte de 81 personas y condujo al
franquismo a desviar el río Turia.
Toda la costa mediterránea de la Península está afectada por
las inundaciones. La de Rubí en Barcelona en 1962 ha sido la peor: mató a más
de 800 personas. El elevado número de víctimas se explica por la vulnerabilidad
de quienes vivían en las llanuras aluviales de un “uadi”.
Un fenómeno tan recurrente y que ha dado lugar a tal
cantidad de literatura popular, también interesa a los científicos. Hoy se ha
acumulado una importante bibliografía en torno a las tormentas de Levante. El
número de investigaciones aumenta en busca de patrones y regularidades, que son
siempre locales y cambiantes a lo largo del tiempo.
Los títulos son ilustrativos, como en el caso de
“Inundaciones históricas en el sureste de la Península Ibérica desde el siglo
XVI: tendencias y análisis regional de eventos extremos de inundación”,
publicado el año pasado por la revista Global and Planetary Change, que analiza
las inundaciones en dicha zona desde el año 1500 hasta la actualidad (1).
La frecuencia y la intensidad de las inundaciones del
Meditarráneo occidental evolucionan a una escala de varias décadas. Un estudio
publicado en Nature, que analizó series históricas de inundaciones en Europa
desde 1500 hasta 2016, identificó nueve períodos de inundaciones abundantes
(2). Los períodos más notables incluyen 1560-1580 (Europa occidental y
central), 1760-1800 (la mayor parte de Europa), 1840-1870 (Europa occidental y
meridional) y 1990-2016 (Europa occidental y central).
En la variación secular de las inundaciones en la región
occidental del Mediterráneo hay períodos anormales de inundaciones
catastróficas concentradas principalmente alrededor del periódo descrito por el
Barón de Maldà, la Pequeña Edad del Hielo, es decir, el periodo climático
comprendido entre 1760 y 1800.
Durante el siglo XIX y principios del XX, los cambios en la
circulación atmosférica llevaron a valores máximos de convergencia del flujo de
humedad elevados. La circulación fue más propicia a episodios de
precipitaciones intensas y duraderas que a mediados del siglo XX.
Los estudios científicos muestran la amplia variabilidad de
los factores que influyen sobre las tormentas. Algunos apuntan a las
variaciones de la actividad solar, encontrando correlaciones significativas.
Otros sostienen que forman parte de la variabilidad climática a gran escala de
la cuenca mediterránea, asociada en parte a patrones de circulación como la
Oscilación Ártica y la Oscilación Ártica del Atlántico Norte, que controlan
parte de los flujos de humedad sobre las cuencas del Mediterráneo occidental y
oriental.