miércoles, 19 de julio de 2023

La devastación del macronismo

 

Francia: La devastación que provoca el macronismo (Dossier)

Aurélie Trouvé Fabien Escalona

 11/07/2023

 Lo que el macronismo hace a los jóvenes de los barrios Populares

 Aurélie Trouvé

 Durante noches escuché los fuegos artificiales y tranquilicé a mis hijos. De madrugada, descubrí los comercios devastados. Es una paradoja que sentimos aquí en Seine-Saint-Denis: lamentamos los saqueos que se vuelven contra los que luchan, contra el propietario del pequeño estanco, contra los padres de una guardería incendiada. Pero para comprender la rabia y las razones de la ira que se está desatando.

 Cinco días de revuelta en los barrios populares. Cinco días que no fueron los primeros. 2005. 1983, 1991, 1995, 1997... En París, Rouen, Vaux en Velin, Laval, Sartrouville... Cinco días que no serán los últimos. Porque, como en ocasiones anteriores, no se analizan, y mucho menos se tienen en cuenta, los motivos para actuar. Peor aún, la realidad del descenso se niega, se borra en las palabras de los más altos responsables políticos.

 Se niega la realidad de la violencia policial y del perfil racial diario al que se ven sometidos los jóvenes que viven en estos barrios. Se niega el racismo sistémico en las fuerzas policiales. Se niegan las inaceptables 13 muertes del año pasado en nombre de la "negativa a obedecer".

 Negada la pobreza creciente en estos barrios, la inflación que mata de hambre y agota a las familias tras dos años de encierro. Se menosprecia a las cajeras, limpiadoras y guardias de seguridad, que a veces trabajan de 5 de la mañana a 9 de la noche con la esperanza de ganar un poco más del salario mínimo. Culpadas, acusadas de no cuidar bien a sus hijos, estas madres solteras obligadas por la ley y la pobreza a trabajar los domingos o por la noche.

 Negada, la nada a la que se enfrentan muchos de estos jóvenes. Las tasas de desempleo son colosales -casi 3 veces la media nacional en los barrios de la "Política Urbana"-, debido sobre todo a la discriminación demostrada en la contratación. También se niega la impotencia de las escuelas públicas para responder a las necesidades urgentes, debido a la falta de recursos.

 También se nos niega el aislamiento geográfico y la segregación espacial asociados a un transporte urbano deficiente y a la ausencia casi total de limitaciones para los municipios que se niegan a promover una población mixta. La principal distracción que ofrecen las opciones urbanísticas es el "mall" a la americana, que crea tentaciones, seguidas de frustraciones: en el barrio Londeau de Noisy-le-Sec, el primer contacto inmediato con el mundo exterior es la visita al centro comercial Rosny 2.

 Por último, se niega la responsabilidad del Estado, ya que toda la culpa se achaca a los padres, a los videojuegos e incluso a la France insoumise. Nada se dice del debilitamiento de los lugares que educan, reúnen y orientan. Nada se dice de la disminución de la financiación de asociaciones, centros sociales, centros de barrio, etc. Como escribe el sociólogo François Dubet, "los jóvenes atacan a los símbolos: el del Estado, que les reprime, y el del consumismo, que les frustra". Los símbolos de la República, que sienten que les ha traicionado.

 Como todo el mundo, a pesar de los ministros que nos acusan de fomentar el caos contra toda evidencia, aspiro a la paz y a la concordia. Pero para que haya paz y armonía duraderas, es necesario que haya comprensión y reconocimiento de las razones de la cólera. El alcalde de Noisy-le-Sec, Olivier Sarrabeyrouse, me dijo el viernes: "Nos piden que apaguemos un incendio con palanganas". "Nosotros" se refiere a los concejales de estos municipios, que han tenido que arreglárselas durante tantos años con retazos. Y una vez más se encuentran en primera línea. Sin ninguna respuesta colectiva duradera.

 Jean-François Bayart lo analiza en su reciente post: a la policía se le ha confiado "una misión imposible: la de mantener la paz social en un estado de injusticia social". Así pues, no puede haber una salida duradera de la crisis sin un plan masivo de apoyo a los barrios populares y una amplia lucha contra todas las discriminaciones que sufren sus poblaciones.

 Empezando por la reforma de la policía. Bajo los golpes de una ley Cazeneuve de 2017 y de otras múltiples leyes liberticidas, bajo la presión de sindicatos policiales agresivos y provocadores camino de la extrema derecha, la doctrina policial, basada en la represión brutal, se ha convertido en un problema de fondo en este país.

 Pero desde hace varios días, repito una pregunta: ¿qué hay de nuevo que no podamos entender de las revueltas que se están produciendo desde hace una semana? ¿Y si es la Macronie, ese elemento nuevo? Porque la generación de 12-18 años ha crecido en la Macronie: es, más que ninguna otra anterior, la generación de las promesas incumplidas.

 ¿Cuál es su memoria? Es una disociación total entre lo que oyen y lo que ocurre en realidad: no existe la violencia policial, el paro disminuye... cosas todas ellas muy alejadas de la experiencia cotidiana.

 Es también un discurso de gerentes de cartón piedra, de individualismo, de apología del éxito personal, del "cruzo la calle y te encuentro un trabajo", del mandato permanente de mostrarse excepcional, de "merecer" más que el vecino, de demostrar la propia determinación para "salir adelante".

 Un espejismo de sociedad ideal y esperanzas de éxito personal que chocan constantemente con la realidad. Las realidades del encierro, las multas arbitrarias a los niños que se retiraban brevemente de su décimo piso para tomar un respiro diario, el abandono escolar de miles de ellos durante meses. Hubo un exceso injusto de muertes en los barrios pobres, en las familias cuyos empleos no permitían el teletrabajo, pero donde las vacunas y las mascarillas no eran una prioridad. Las colas para la ayuda alimentaria de urgencia, en las que a veces los padres tenían que pasar horas.

 Es también la represión policial y judicial de todas las formas de protesta organizada: chalecos amarillos, manifestaciones sindicales, protestas por el clima y por la vida... manos arrancadas, ojos sacados, una anciana que muere cerrando sus persianas, cuerpos asfixiados, palizas una y otra vez... Finalmente, se externaliza como la mejor perspectiva para los jóvenes no cualificados.

 El macronismo también significa que el Plan Borloo ha sido relegado al olvido. La humillación oficial de las "banlieues" y de todos sus habitantes. Es el exceso de poder de Darmanin, calificado por Marine Le Pen de demasiado laxo, la impunidad absoluta de los sindicatos policiales que insultan a la justicia y se manifiestan contra la aplicación de la ley. Es una violencia apagada, un deslizamiento represivo y autoritario que sufre el país y sobre todo los jóvenes de los barrios populares. Así lo confirman las primeras condenas dictadas contra las personas detenidas en los últimos días.

 El macronismo nos maltrata a todos, pero eso ya lo sabíamos.

 En cambio, lo que hace a los jóvenes y a los barrios populares marca nuestro futuro. Si queremos cambiar el curso de las cosas, si queremos sanar las grietas que el macronismo ha agravado, necesitamos un cambio sistémico y global en nuestras opciones colectivas.

¿Macronismo? Una promesa de modernización feliz convertida en un campo de ruinas políticas

 

Fabien Escalona

 La promesa inicial de Emmanuel Macron era superar las viejas divisiones en favor de una "revolución democrática". El abismo entre esto y el país desafiante y polarizado de hoy es inmenso. Porque bajo el macronismo, el apaciguamiento es estructuralmente imposible.

 "Nuestro país está carcomido por la duda, el paro, las divisiones materiales pero también morales. Sobre este campo desolado pasan en ráfagas los movimientos de una opinión desorientada y las declaraciones interesadas de los políticos que viven de ello. Me resulta imposible resignarme". Estas frases fueron escritas en 2016 por Emmanuel Macron, en su panfleto de campaña titulado Révolution (XO éditions).

 Casi siete años después, el panorama es igual de sombrío, si no más. Y la culpa no la tiene tanto la dimisión del Jefe del Estado como su papel activo en el asunto. Cuando irrumpió en la escena política, Emmanuel Macron se presentó ciertamente como un liberal, deseoso de ir más allá de las estériles disputas en las que estaban sumidos los dos antiguos partidos gobernantes.

 Su ambición declarada era la de una "revolución democrática" que permitiera a Francia adaptarse con éxito a las "revoluciones digital, ecológica, tecnológica e industrial que se perfilan en el horizonte". Sin embargo, es difícil identificar un ejecutivo de la V República que haya tenido que hacer frente a tal serie de crisis en tan poco tiempo, con una polarización tan marcada de la sociedad y tan pocas intenciones y recursos para resolverlas.

 Apenas un año después de su elección, Emmanuel Macron tuvo que enfrentarse a un movimiento social sin precedentes, los "chalecos amarillos"[1]. Posteriormente, sus ofensivas sobre las pensiones generaron protestas que alcanzaron récords históricos en cuanto a duración y número de personas movilizadas. Mientras tanto, el movimiento verde buscaba desesperadamente la manera de influir en la acción pública. Y la semana pasada, los mayores disturbios urbanos desde 2005 se desencadenaron por la muerte del joven Nahel[2].

 Ante los problemas planteados, el gobierno ha optado generalmente por la represión en lugar de soluciones duraderas y convincentes. El resultado ha sido un inmenso resentimiento, que no ha sido ajeno a la desconfianza de los ciudadanos hacia el poder político, especialmente masiva en comparación con otros países europeos. El profesor de Ciencias Políticas Rémi Lefebvre señala que "la visión de Emmanuel Macron era la de una vida política más tranquila y una sociedad más relajada. Hoy sólo podemos observar los bloqueos del juego político e incluso el disgusto que suscita".

 ¿Cómo explicar un desfase tan grande entre la promesa inicial y el macronismo "realmente existente"? El método de gobierno elegido, la estrategia política adoptada y los intereses sociales favorecidos forman parte del sistema, y todos desempeñan su papel en la situación actual. Parece difícil de corregir, al menos con los mismos actores en el poder.

 Falta de comprensión de las cuestiones "sociales" y uso de la fuerza

 La propia forma de dirigir el Gobierno ha demostrado estar reñida con la madurez y el dinamismo colectivos que algunos esperaban para el periodo posterior a 2017. La expresión presidencial ha sido regularmente despectiva y excluyente. Varias frases han pasado a la historia como condescendientes: "gente que no es nada", el llamamiento a "cruzar la calle" para encontrar trabajo... También recordamos al Jefe del Estado encargándose de querer "cabrear" a las personas que no se habían vacunado, hasta el punto de decretar que ya no eran ciudadanos. 

 La tensión y la provocación, más que el apaciguamiento y la empatía, han caracterizado así el estilo macronista. Pero, sobre todo, este estilo se ha reflejado en las tomas de poder institucionales. La reforma de las pensiones fue la culminación de la tendencia del ejecutivo a barrer cualquier obstáculo a su voluntad. Las promesas de apertura, como la introducción de la representación proporcional, fueron abandonadas. Y el uso de mecanismos participativos se ha convertido en una cortina de humo, sobre todo en lo que respecta al clima.

 En una contribución académica sobre el tema[3], los politólogos Guillaume Gourgues y Alice Mazeaud han identificado "los contornos de una forma de participación aceptable para el ejecutivo: la que implica la producción de arriba abajo de mecanismos controlados, desarrollados bajo los auspicios de instituciones y "metodólogos" cualificados. En el mejor de los casos, se presenta como un recurso potencial de propuestas, en el peor, como un vasto escenario de "pedagogía" [...]. En este sentido, el participacionismo busca menos reformar y profundizar la democracia que reforzar la gobernabilidad de la acción pública".

 Los últimos seis años han demostrado hasta qué punto eran oportunistas las críticas del candidato Macron a las élites en 2017. La liberación de las energías de la sociedad nunca se entendió como un ejercicio ampliado de soberanía popular, sino como el florecimiento de un espíritu de innovación y de empresa indispensable en la competencia económica globalizada. Si los "galos refractarios" se resistían a este proyecto, el líder modernizador no dudaba en utilizar todas las armas del régimen para acabar con ellos.

 Para explicar la facilidad con la que Macron hizo uso del potencial de "forzamiento" democrático de la V República, el politólogo Luc Rouban apunta a la cultura de liderazgo específica que impregna al Jefe del Estado. "Su red de toma de decisiones está formada en gran parte por personas procedentes del sector privado, en proporciones que no tienen nada que ver con las de sus predecesores", señala el investigador del Cevipof (Sciences Po). "Su pensamiento está impregnado de un modelo de gestión macroeconómica, lo que significa que comprende poco o nada el funcionamiento interno de la sociedad francesa".

 En resumen, el Elíseo está imbuido del tipo de pensamiento típico de los altos ejecutivos de una gran empresa monopolística, más que de un frío razonamiento tecnocrático o de un auténtico pragmatismo empresarial. Sin embargo, según Luc Rouban, esta cultura empresarial es incapaz de comprender los problemas del país: "Los chalecos amarillos, las pensiones, los disturbios urbanos... todo apunta a una profunda crisis social, que no es tanto una crisis de redistribución económica como un sentimiento de injusticia en las reglas del juego. El mal funcionamiento de la escuela y del mercado laboral desbarata las redes de lectura economicista".

 Prioridad a las clases altas

 Según el politólogo, sería necesaria "una gobernanza más sofisticada, inspirada en la socialdemocracia", para mejorar las condiciones de trabajo, el acceso a la formación y las trayectorias profesionales sin cualificación. Del mismo modo, una auténtica descentralización sería un sustituto útil de "las actuales fábricas de gas". Sin embargo, advierte Rouban, estos procesos prometen ser largos y complejos, y tienen poco interés para el "estrato dirigente de la sociedad" al que está vinculado Macron, en la medida en que "su apoyo procede sobre todo de los grandes accionistas, de la escena internacional y de los inversores extranjeros".

 Si hay una agenda que se mantiene desde 2017, cualesquiera que sean las vicisitudes (pandemia, inflación, etc.), es la de la contención del gasto social y la aplicación de reformas estructurales que debiliten la posición de los asalariados. Pero esta agenda es socialmente restrictiva: los ganadores son minoría, mientras que los perdedores son numerosos y saben que lo son. "Puede que Macron haya tenido la fantasía giscardiana de unir a "dos franceses de tres"", comenta Rémi Lefebvre, "pero el resultado es una división del electorado en tres tercios irreconciliables."

 Al igual que la cultura de liderazgo de Macron ha demostrado estar desfasada con respecto a la sociedad, su orientación neoliberal ya no tiene la fuerza propulsora que tenía incluso hace dos décadas. Debido a la "fatiga" y a las contradicciones del capitalismo contemporáneo, la hegemonía política que se busca sobre esta base sólo puede ser limitada, y ya no expansiva como en los años ochenta y noventa. No es posible conciliar "al mismo tiempo" los imperativos de rentabilidad y las exigencias de solidaridad.

 Christophe Bouillaud, profesor de Science Po-Grenoble, lo dice sin rodeos: "El principal objetivo de Macron es no subir los impuestos a los más ricos y permitir que prospere el sector financiero. Esto limita los recursos para responder al fracaso de muchas políticas públicas y al aumento de las necesidades sociales, en términos de educación, cuidados, reconversión industrial..."

 En su opinión, la transición ecológica que debe realizarse ilustra este callejón sin salida. En 2018, el impuesto sobre el carbono era una forma de recaudar fondos de todo el cuerpo social, pero el Ejecutivo se encontró con la explosión de los chalecos amarillos. "Desde entonces, está bloqueado", señala Christophe Bouillaud. El tratamiento del informe encargado a Jean Pisani-Ferry y Selma Mahfouz es sintomático. Defienden la compatibilidad del capitalismo y la ecología, pero dicen que hay que quitar recursos a los más ricos. La reacción de los gobernantes fue inmediata: "Eso está fuera de discusión".

 La destrucción de empleos subvencionados en los barrios populares al comienzo de los cinco primeros años de mandato, seguida de una falta de inversión en bienestar social a la altura, forman parte del mismo problema. Emmanuel Macron había ensalzado las virtudes de la subcontratación como medio de emancipación económica y de acceso a la sociedad de consumo. Pero esto mostró rápidamente sus límites, ya que la vulnerabilidad de los trabajadores afectados ha sido a la vez explotada y reproducida por este "capitalismo de plataforma racial", según la expresión de la socióloga Sophie Bernard.

 La lógica del derechismo

 Por tanto, la economía política del macronismo sigue siendo fundamental para establecer el vínculo entre el entusiasmo modernista de 2017 y la brutalidad de las políticas aplicadas. Sin embargo, ¿no había cuestiones que abordar de forma progresista, sin necesidad de dedicarles grandes sumas de dinero?

 Un verdadero liberal habría querido democratizar la V República. Pero eso habría exigido un gran sacrificio personal. Como hemos visto, el régimen actual proporciona armas insospechadas para aplicar una política que favorece a los círculos empresariales y a las rentas más altas. El "desarme institucional", forzando una toma de decisiones más inclusiva, sería potencialmente contradictorio con el paradigma económico en el que opera Macron.

 Un auténtico liberal también podría haber abordado el veneno de la discriminación estructural que socava la cohesión social y los excesos de la policía francesa que degradan la relación entre la población y la policía. Estas dos realidades han sido ampliamente documentadas. Pero aunque existiera la voluntad, esta vía también se ha visto bloqueada por el resto de las políticas aplicadas, y por la estrategia electoral resultante.

 Frente a las protestas populares fuertemente apoyadas por la opinión pública, el gobierno se encontró dependiente de su aparato represivo y de las posiciones maximalistas en su seno. No hay más que ver hasta qué punto la reforma de la policía es un tabú entre las huestes macronistas, y cómo la negación de cualquier problema roza ya lo grotesco, como cuando la presidenta de la Asamblea Nacional considera "maravillosa" la forma en que las fuerzas del orden llevan a cabo su misión.

 Ante la imposibilidad de ampliar su base de apoyo en la izquierda, el Presidente ha optado también por succionar la savia de la derecha postgaullista, comprometida a su vez en un giro identitario y de seguridad desde la era Sarkozy. Así, ha dejado en libertad de acción a sus ministros más conservadores. Jean-Michel Blanquer ha alimentado la polémica sobre el laicismo y la supuesta ofensiva "wokista" en las universidades. Gérald Darmanin ha señalado sucesivamente la "blandura" de Marine Le Pen, ha criminalizado el movimiento ecologista y ha hecho comentarios amenazadores sobre la Liga de Derechos Humanos.

Sin salvavidas

 Para conservar parte de la base de centro-izquierda en la que se apoyó Emmanuel Macron en 2017, demonizar cualquier salida alternativa era lógicamente necesario. De ahí el aporreo de críticas contra La France insoumise (LFI), rebotando por extensión en toda la unión de la izquierda, hasta el punto de cuestionar su pertenencia al "arco republicano", incluso con más vigor que para la extrema derecha (cuando a esta última no se le conceden, directamente, patentes de republicanismo).

 No es de extrañar, pues, que el "apaciguamiento" oficialmente buscado por el ejecutivo no se haya hecho realidad. Bajo el macronismo, está estructuralmente fuera de alcance. Si la mayoría fuera la única en sufrir, podríamos vivir con ello. Pero es el conjunto del país el que se ve sometido a tensiones de larga duración, con una vulnerabilidad que crece ante las tentaciones autoritarias, a fuerza de confusión y frustraciones acumuladas.

"El problema es que no veo ninguna fuerza de revocación", afirma Christophe Bouillaud. El partido fundado por Emmanuel Macron, concebido desde el principio como un vehículo personal, no dispone de los relevos en la sociedad ni de los canales de influencia sobre el poder que necesitaría para desempeñar este papel. "Se ve que el macronismo es solo Macron", resume Rémi Lefebvre, que admite que le llama la atención la ausencia de un "fermento de superación" en el seno del bando presidencial, comparable al que inició Nicolas Sarkozy durante el segundo mandato de Jacques Chirac.

Ya sea por adhesión ideológica, interés de clase o falta de competencia política, ninguna figura o corriente organizada dentro del macronismo parece en condiciones de dar la voz de alarma ante el bulevar abierto a la extrema derecha. En este contexto, las demás fuerzas de la oposición y el movimiento social sólo pueden contar consigo mismos.

[1] Ver https://www.mediapart.fr/journal/france/dossier/notre-dossier-gilets-jau. ..

 [2] Ver https://www.mediapart.fr/journal/france/dossier/apres-la-mort-de-nahel-l. ..

 [3] Ver https://www.pug.fr/produit/1969/9782706151613/l-entreprise-macron-a-l-ep ..

 Aurélie Trouvé  diputada de LFI-NUPES por Seine-Saint-Denis. Miembro de ATTAC y de la Fundación Copernic.

  Fabien Escalona  Periodista en Mediapart  ..Mediapart, 5 y 9 de julio de 2023

Traducción:Antoni Soy


https://www.sinpermiso.info/textos/francia-la-devastacion-que-provoca-el-macronismo-dossier

lunes, 17 de julio de 2023

La oscuridad que se avecina .

 

La oscuridad que se avecina: hacia dónde se dirige la guerra en Ucrania

John Mearsheimer

 

05/07/2023

 

 

Este artículo muy reciente de John Mearsheimer reúne los argumentos clave de los discursos públicos recientes y próximos del gran erudito estadounidense. Es difícil sobreestimar su importancia. Acompañado de un extenso conjunto de notas y documentos, contiene los elementos esenciales de la situación en Ucrania y de su probable evolución futura. Como es habitual, Mearsheimer los expresa con la mayor sencillez y claridad, en un esfuerzo de objetividad y perspicacia que le honra.

 

* * * * *

https://www.sinpermiso.info/textos/la-oscuridad-que-se-avecina-hacia-donde-se-dirige-la-guerra-en-ucrania     

y ver  .. nota  del blog 

 https://www-nytimes-com.translate.goog/2023/07/15/us/politics/ukraine-leopards-bradleys-counteroffensive.html?_x_tr_sl=en&_x_tr_tl=es&_x_tr_hl=es&_x_tr_pto=sc .



domingo, 16 de julio de 2023

Una guerra para entrar en la OTAN .

 

Una guerra para entrar en la OTAN

 

JUANLU GONZÁLEZ

Todo va cuadrando, aunque quizá más rápido de lo que esperaba. Los puntos se unen hasta conformar un mapa de la realidad que concuerda perfectamente con todo aquello que llevamos denunciando desde 2014. Ha sucedido ya con Irak, con Libia o con Siria y pasará una y otra vez hasta que dure la menguante hegemonía de EEUU. Ahora le toca a Ucrania. Occidente dio un golpe de estado para derrocar a Yanukovich. Instauró un gobierno neonazi (sí, lleno de ministros nazis, del partido Sbovoda), organizó una masacre en el Donbass y la limpieza étnica y cultural de la población rusa del estado anteriormente conocido como Ucrania, para construir allí una plataforma desde la que cercar y atacar a Rusia.

Claro que lo sabíamos todo, de sobra. Los hechos son irrefutables. Con ellos construimos un relato geopolítico y estratégico que hemos defendido a capa y espada en contra de las corrientes de opinión mayoritarias. Hemos sido criticados, vejados, censurados, relegados al ostracismo… por supuestos pacifistas e izquierdistas que habían comprado desde el minuto uno el discurso de la OTAN. Sí, por esos mismos de «la guerra de Putin» que ahora prefieren presentarse como equidistantes ante el conflicto, a pesar de la avalancha de datos que desmintieron su versión, no desde hoy, sino desde hace muchos años.

¿Qué es lo que ha cambiado estos días? Sobre el terreno se va consumando la derrota de la contraofensiva ucraniana apoyada por la Alianza. Pero no me refiero a eso, ha sido por las declaraciones del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, en la cumbre de la Alianza que se celebra en estos días en Vilna. Este individuo ha hecho dos declaraciones jugosas, la primera la profirió cuando daba la bienvenida a los representantes de los países pertenecientes de la OTAN, agradeciéndoles

“…el apoyo militar que los aliados han proporcionado (a Ucrania) durante meses, en realidad empezando en 2014 y, desde la invasión plena en febrero del año pasado, aumentando sustancialmente la ayuda.”

Muy elocuente, ya solo falta que reconozca cómo entrenaron a las fuerzas de choque del golpe de Maidan, en Polonia y Bulgaria, y las dotaron de armamento, pero eso será dentro de algún tiempo…

Las otras palabras tienen más chicha. Stoltenberg dijo así:

“… A menos que gane Ucrania, no se discute nada de su membresía”

Puede parecer una obviedad, las reglas internas de la OTAN impiden que un país pueda ingresar en la Alianza si mantiene vivo un conflicto bélico. Si Ucrania pierde, puede que ni haya país para entrar en ninguna organización internacional. Sin embargo, esas palabras encajan a la perfección con otras declaraciones que realizó el entonces asesor de Zelensky, Oleksiy Arestovych, en 2019 y que aún pueden consultarse en Youtube:

“La entrada de Ucrania en la OTAN implica una posibilidad del 99,9% de una guerra contra Rusia. Pero esa es la mejor opción, tras nuestra victoria, entraremos en la OTAN.”

Esta declaración encaja como un guante con otras manifestaciones, en este caso efectuadas por Alexei Danilov, responsable del Consejo Nacional de Seguridad y Defensa de Ucrania. Fueron bastante rompedoras en su día:

“Kiev condujo deliberadamente a la guerra con Rusia desde 2019 saboteando los acuerdos de Minsk y las propuestas de paz”.

El abandono deliberado del proceso de paz también ha sido reconocido públicamente por Merkel, Macron o Poroshenko. Vamos, que la OTAN y Ucrania han montado deliberadamente una guerra para derrotar a Rusia, tras la cual se materializaría la entrada de Kiev en la Alianza Atlántica.

No hay más preguntas, señoría.

  https://www.bitsrojiverdes.org/wordpress/?p=22000..


Es curioso este  relato es bien diferente al  oficial en la prensa española   eso que el medio es o era  pro Kiev.. 

https://www.elnacional.cat/ca/videos/bea-talegon-zelenski-cada-vegada-mes-sol_1062006

jueves, 13 de julio de 2023

Los judíos de Lituania.

 

Cumbre de la OTAN en Vilnius: en el escenario de un crimen.

Por Clara Weiss y David North (Traducido de la Web WSWS)

Hoy, los líderes de la OTAN se reunen en Vilnius, Lituania, a sólo unos cientos de kilómetros del campo de batalla de la guerra en Ucrania, que ya se ha cobrado cientos de miles de vidas.

No faltarán las denuncias de la brutalidad rusa. Sin duda, al gobierno lituano en particular se le agradecerán sus esfuerzos por encabezar la guerra de la OTAN o, como la llaman los obedientes lacayos de los medios de comunicación, la lucha por defender la «democracia.»

Joe Biden, que acaba de aprobar la entrega de bombas de racimo a Ucrania, una de las armas más brutales y criminales de la guerra moderna, denunciará la inhumanidad de Vladimir Putin. Olaf Scholz, cuyo gobierno está llevando a cabo el mayor rearme desde Hitler y está a punto de estacionar 4.000 soldados alemanes en Lituania, volverá al escenario de algunos de los peores crímenes del imperialismo alemán, escupiendo propaganda de guerra bien preparada.

De lo que no se hablará es de la historia de la ciudad en la que se reúnen: Vilnius, antaño conocida como la «Jerusalén de Europa», fue escenario de algunas de las mayores y más bárbaras masacres de la historia de la destrucción de la judería europea dirigida por los nazis. Con el 95 por ciento de su población judía de antes de la guerra, unos 210.000 judíos asesinados, Lituania registró una tasa de mortalidad más alta que casi cualquier otro país de Europa. Los nacionalistas lituanos estuvieron entre los principales autores de aquel crimen histórico.

Al igual que sus homólogos ucranianos, la burguesía lituana combinó históricamente una tradición de amargo anticomunismo con un vil antisemitismo. Tras la ocupación soviética de Lituania en 1940, nacionalistas y generales de extrema derecha huyeron a Alemania, donde fundaron, en colaboración directa con el régimen nazi, el Frente Activista Lituano (LAF).

Casi simultáneamente a los pogromos que lanzaban los nazis y la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN) en Ucrania Occidental, el LAF y los ocupantes alemanes iniciaron una orgía de matanzas masivas en Lituania. En menos de tres años, una comunidad de 800 años de antigüedad, que desempeñó un papel central en el desarrollo de la cultura judía y mundial, fue aniquilada casi por completo.

De los aproximadamente 210.000 judíos que vivían en Lituania antes de la invasión nazi del 22 de junio de 1941, 195.000 habían sido asesinados al final de la guerra en 1945. La inmensa mayoría había muerto a finales de 1941.

La característica más horrible del Holocausto en Lituania fue la participación abierta y desvergonzada de importantes sectores de la población en la caza, tortura y asesinato de judíos. La historiadora Masha Greenbaum ofrece un relato desgarrador de la matanza que asoló el país en los días previos e inmediatamente posteriores a la invasión nazi.

La entrada de los nazis en Lituania, que había sido anexionada por la Unión Soviética en 1940, fue acogida con entusiasmo por las fuerzas nacionalistas, anticomunistas y violentamente antisemitas. Entre sus principales figuras se encontraba el embajador lituano en Berlín, el coronel Kazys Skirpa, que era ampliamente conocido por ser un ferviente admirador de Adolf Hitler. Antes de la invasión alemana, Skirpa dirigía una importante red de fascistas lituanos. Greenbaum escribe en The Jews of Lithuania: A History of a Remarkable Community 1316-1945:

“Estas células de fascistas lituanos, simpatizantes nazis y nacionalistas lituanos eran componentes importantes del LAF, Lietuvos Aktyvistu Frontas (Frente Activista Lituano), el mayor y mejor organizado de los grupos nacionalistas. Pero había muchas otras facciones, como el Lobo de Hierro, el Ejército Lituano de la Libertad, los Halcones y el Frente Lituano de Restauración. Penetraron en las universidades, la función pública, las profesiones, incluso en los institutos. Según fuentes lituanas, el número de miembros de estos grupos clandestinos y unidades antisoviéticas alcanzó los 100.000”.

Tres días antes de la invasión, Skirpa -en contacto permanente con la Gestapo (policía secreta) y la Wehrmacht (ejército) nazis- publicó el folleto nº 37 para su distribución masiva por toda Lituania. Era un llamamiento no disimulado a la destrucción total de los judíos lituanos. Decía:

“Por fin ha llegado el día crucial para los judíos. Lituania debe ser liberada no sólo de la esclavitud bolchevique asiática, sino también del yugo judío de larga data.

En nombre del pueblo lituano, declaramos solemnemente que el antiguo derecho de santuario concedido a los judíos en Lituania por Vytautas el Grande queda abolido para siempre y sin reservas.



Los judíos culpables de perseguir a los lituanos serán juzgados. Los que logren escapar serán encontrados. Es deber de todos los lituanos honestos tomar medidas por iniciativa propia para detener a tales judíos y, si es necesario, castigarlos. El nuevo Estado lituano será reconstruido sólo por lituanos. Todos los judíos quedan excluidos de Lituania para siempre. … Que los judíos sepan la sentencia irrevocable dictada contra ellos; ni un solo judío tendrá derechos de ciudadanía. Los errores del pasado y los males perpetrados por los judíos serán corregidos, y se establecerá una base firme para un futuro feliz y la obra creativa de nuestra nación aria. Preparémonos para la liberación de Lituania y la purificación de la nación
”.

Esta diatriba desató un desenfreno de violencia homicida. Es difícil leer el relato de Greenbaum sobre los monstruosos crímenes perpetrados contra los judíos por las turbas lituanas, azuzadas por los antisemitas y anticomunistas nacionalistas. Greenbaum escribe:

El 25 de junio, los partisanos lituanos que se definían a sí mismos como luchadores por la libertad comenzaron una matanza de tres días contra los judíos de las ciudades y pueblos más pequeños, durante la cual pereció toda la población de más de 150 comunidades judías. Algunos judíos fueron expulsados de sus hogares y quemados vivos, después de haber sido salvajemente golpeados y hacinados en sinagogas, escuelas y otros lugares públicos que luego fueron incendiados. En otros casos, familias judías enteras fueron conducidas a bosques o cauces de ríos cercanos, donde se habían preparado fosas o trincheras, y luego fusiladas. En varias localidades, como Reiniai y Geruliai en la zona de Telsiai, en Meretz (Merkine), Plungian (Plunge), Sakiai (Shaki) y Kelm (Kelme), los judíos fueron obligados a cavar sus propias tumbas. Prácticamente todos los judíos de Ukmerge fueron hacinados en la sinagoga y quemados vivos. En Seirijai, los judíos fueron arrastrados desnudos por las calles y luego brutalmente asesinados en presencia de una multitud que vitoreaba. En Panevezys, judíos, entre ellos varias mujeres jóvenes que habían sido violadas, fueron arrojados a cal ardiendo.

Sólo en Kovno, los partisanos lituanos asesinaron a casi 4.000 judíos durante los dos días que transcurrieron entre la invasión y la llegada de las fuerzas alemanas a la ciudad. Una atrocidad especialmente brutal tuvo lugar más tarde en el garaje de la cooperativa Lietukis, en el centro de Kovno. Unos 60 hombres judíos, elegidos al azar en las calles por los partisanos, fueron llevados al garaje y salvajemente golpeados y torturados mientras una gran multitud observaba. Mientras los judíos yacían heridos y gimiendo en el suelo, sus torturadores continuaron, para diversión de la multitud, golpeándolos sin piedad hasta que murieron. Otro grupo de judíos fue arrastrado para limpiar el garaje y llevarse a las víctimas para enterrarlas.

En Slobodka (Wiliyampole), los partisanos iban de casa en casa buscando judíos. Sus víctimas eran arrojadas al río Viliya: los que no se ahogaban morían a tiros mientras nadaban. Las casas judías eran incendiadas y sus ocupantes quemados vivos mientras los partisanos bloqueaban el paso a los bomberos que se acercaban. Gamberros que se hacían llamar luchadores por la libertad masacraron a judíos indiscriminadamente. En muchos casos, arrancaron miembros de los cuerpos y los esparcieron por todas partes.

El 25 de junio, los partisanos decapitaron al rabino jefe de Slobodka, Zalman Ossovsky, y exhibieron su cabeza cortada en la ventana principal de su casa. Su cuerpo sin cabeza fue descubierto en otra habitación, sentado cerca de un volumen abierto del Talmud que había estado estudiando.

La mayoría de estas 150 localidades se convirtieron en Judenrein (libres de judíos) 24 horas antes de la llegada de las fuerzas de ocupación alemanas. Esto dio a la población local una breve oportunidad para abalanzarse sobre las casas y negocios de sus antiguos vecinos judíos en un frenesí de pillaje y saqueo. Muchos de los asesinatos y saqueos se llevaron a cabo a plena luz del día en medio de testigos aquiescentes, a menudo vitoreando. Cuando asistían a misa en la iglesia, los partisanos eran alabados por los sacerdotes por su valor y patriotismo
”.

Las atrocidades de la última semana de junio de 1941 no cesaron hasta el final de la guerra. Los judíos fueron las principales víctimas, pero no las únicas. El lugar más notorio de los asesinatos en masa en Lituania fue el bosque de Ponary, en las afueras de Vilnius. Ponary | Holocaust Encyclopedia (ushmm.org) Se calcula que entre 1941 y 1944, hasta 100.000 personas, entre ellas unos 70.000 judíos, 20.000 polacos y 8.000 prisioneros de guerra soviéticos, fueron asesinados aquí por los Einsatzgruppen de las SS alemanas y sus colaboradores lituanos. La mayoría de los asesinatos fueron llevados a cabo por una unidad de 80 hombres de los Ypatingasis būrys, voluntarios lituanos organizados en las SS. La matanza sólo terminó con el avance del Ejército Rojo soviético.

Después de la guerra, muchos de los peores colaboradores nazis y cómplices de asesinatos en masa continuaron sus vidas ilesos. Kazys Škirpa, fundador de la LAF, trabajó en el Trinity College de Dublín y en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. Murió en Washington D.C. el 18 de agosto de 1979 a la edad de 84 años.

Aleksandras Lileikis, jefe de la Policía de Seguridad lituana en Vilnius, uno de los principales organizadores del asesinato de la comunidad judía de Vilnius, encontró empleo en la CIA y obtuvo permiso para emigrar a Estados Unidos. Se instaló en Massachusetts y adquirió la ciudadanía estadounidense. No fue hasta 1994 cuando las investigaciones sobre sus crímenes, largamente retrasadas, condujeron a su desnaturalización. Regresó a Lituania, que no pudo eludir las demandas para su procesamiento por el cargo de genocidio. Pero Lileikis murió en septiembre de 2000 a la edad de 93 años antes de que se llegara a un veredicto.

Tras la disolución de la Unión Soviética, la nueva burguesía lituana promovió la rehabilitación de sus antepasados colaboradores del nazismo. El gobierno y los principales partidos minimizaron y encubrieron la magnitud de los crímenes cometidos entre 1941 y 1945, al tiempo que emitían ocasionalmente, por razones de conveniencia política, declaraciones pro forma e insensibles de pesar oficial por el exterminio de los judíos lituanos.

Como uno de sus primeros actos, el nuevo parlamento lituano rehabilitó a los lituanos condenados por colaboración con los nazis por el gobierno soviético. Se bautizaron calles con nombres de líderes de la LAF, como Škirpa. Nazi collaborator monuments in Lithuania (forward.com) La Academia Militar estatal de Lituania, afiliada a otras academias militares de la OTAN, recibió el nombre de Jonas Žemaitis, otro infame colaborador nazi. Mientras tanto, los supervivientes del Holocausto que lucharon con los partisanos soviéticos contra los nazis y sus aliados lituanos fueron juzgados por «colaboración» y «crímenes de guerra». Lithuania and Nazis: The country wants to forget its collaborationist past by accusing Jewish partisans of war crimes. (slate.com)

El caso del fascista lituano Jonas Noreika adquirió notoriedad internacional. Ejecutado en la Unión Soviética tras la guerra, fue celebrado póstumamente por el régimen lituano posterior a 1991 como luchador contra la «tiranía comunista». Se cambiaron los nombres de las calles en su honor, y Noreika fue condecorado con la Cruz de Vytis, el más alto honor concedido por Lituania a una persona fallecida. Pero en el año 2000 la nieta de Noreika encontró documentos familiares ocultos durante mucho tiempo que revelaban que había «ordenado reunir a todos los judíos de su región de Lituania y enviarlos a un gueto donde fueron golpeados, hambrientos, torturados, violados y luego asesinados». (Artículo de opinión publicado el 27 de enero de 2021 en el New York Times, «No More Lies. My Grandfather Was a nazi, por Silvia Foti).

A pesar de estas revelaciones, Noreika sigue siendo honrado en Lituania como un héroe nacional. En la Academia Lituana de Ciencias sigue habiendo una placa conmemorativa que honra su memoria. Recientemente se ha terminado un documental que denuncia esta parodia de la verdad histórica, titulado J’Accuse, que se pudo ver en diciembre de 2022 en el Festival de Cine Judío de Miami.

J’ACCUSE Trailer | Miami Jewish Film Festival 2023 – Bing video

La primera ministra lituana, Ingrida Šimonytė, y el ministro de Asuntos Exteriores, Gabrielius Landsbergis, con quienes Biden, Scholz, el francés Macron y el británico Rishi Sunak discutirán la conveniencia de la adhesión de Ucrania a la OTAN y el despliegue directo de tropas, son miembros del partido gobernante Unión Patria, cuyos diputados tienen un sórdido historial de exabruptos antisemitas.

En 2019, la única sinagoga judía que quedaba en el país, en Vilnius, tuvo que ser cerrada indeterminadamente debido a las persistentes amenazas de la extrema derecha. Según una declaración de la comunidad judía lituana, el partido Unión Patria no solo se negó a intervenir, sino que alentó a las fuerzas de extrema derecha al exhibir «el continuo y creciente deseo expresado públicamente… de reconocer a los perpetradores del asesinato en masa de los judíos de Lituania como héroes nacionales y la demanda de que estas personas sean honradas con placas conmemorativas y por otros medios.» Lithuanian Jewish Community Shutters Vilnius’ Only Synagogue Over Antisemitic Threats – Algemeiner.com

Biden, Scholz, Macron y Sunak no ignoran esta historia. Pero consideran que cualquier exposición de los crímenes de los nazis y sus colaboradores revela verdades incómodas que chocan con sus agendas geopolíticas y, por lo tanto, deben ser blanqueadas y suprimidas.

La guerra por poderes que se está librando en Ucrania ha sido impulsada y justificada por mentiras. La falsificación de la historia y la rehabilitación de los nazis y sus colaboradores en Ucrania, Polonia, Lituania y Alemania son componentes esenciales de la agenda de la OTAN.

En la reunión de los conspiradores de la OTAN en Vilnius está en juego una grotesca lógica histórica. Los líderes del imperialismo mundial actual traman sus nuevos crímenes contra la humanidad bajo las oscuras sombras de los cometidos hace 80 años.

(Reproducido de WSWS) 

https://kaosenlared.net/cumbre-de-la-otan-en-vilnius-en-el-escenario-de-un-crimen/

miércoles, 12 de julio de 2023

Cataluña y el esclavismo colonial.

 

Los indianos catalanes en el imperio negrero español


Fuentes: Viento Sur

La emisión del documental de TV3 Negrers. La Catalunya esclavista desató la tormenta perfecta para que todos los tabúes sobre la acumulación primitiva de capital en Catalunya salten por los aires. La apertura de este debate, que ha llegado para quedarse, ha generado una conmovedora actitud defensiva en el espectro conservador; basta con oír al periodista Jordi Basté despavorido ante los ataques a los intocables de la Barcelona modernista (RAC1, 23/02/2023).

No por esperada fue menos virulenta una reacción que pretendió sofocar el debate con ridiculizaciones ad hoc. Más sorprendente ha sido la estupefacción de una parte de la izquierda que ha llegado a tildar de “importación de los campus norteamericanos” la participación de la burguesía catalana en el tráfico de esclavos o minimizando su centralidad en la acumulación primitiva de capital.

Lo cierto es que las investigaciones históricas más recientes permiten afirmar que el alcance del tráfico de esclavos no sólo fue absolutamente determinante para la formación de la burguesía catalana y española, sino que también lo fue para la industrialización. Del tráfico de esclavos y de la mano de obra esclava en las plantaciones cubanas brotaron fortunas fabulosas que a finales del XIX migraron a Barcelona para invertirse en grandes fábricas y empresas inmobiliarias especulativas que cambiaron el aspecto de la ciudad.

«La esclavitud directa es el eje central de nuestra industrialización en la misma medida que la maquinaria, crédito, etc. Sin la esclavitud no se obtiene algodón, sin algodón no existe industria moderna. La esclavitud es lo que ha dado valor a las colonias; las colonias son las que han creado el comercio mundial; el comercio mundial es la condición necesaria para la maquinaria industrial a gran escala» (Marx, 1972: 21).

De tal modo que el hilo conductor que Marx vio con total claridad en la economía política del Imperio Británico aparece también aquí, desde las calles señoriales del Passeig de Gràcia hasta las fábricas tenebrosas del Vapor Vell de Sants o de l’España Industrial.

Y con la migración de capitales ensangrentados aparecía, de rebote, una burguesía feroz acostumbrada a dirigir la mano de obra con el látigo esclavista y con un despotismo absoluto que los convertía en virreyes de las fábricas metropolitanas, tal y como habían aprendido en las plantaciones coloniales. Como había visto agudamente el crítico de la economía política burguesa en un famoso capítulo sobre la acumulación originaria: “En general, la esclavitud encubierta de los obreros asalariados en Europa exigía, como pedestal, la esclavitud sans phrase [desembozada] en el Nuevo Mundo” (Marx, 1975: 949)

No podía ser de otra forma, dada “una cadena de producción en la que la disciplina por medio de la violencia era la norma que hacía funcionar el sistema” (Piqueras, 2021: 21). Una mentalidad burguesa formada por la experiencia de haberse enriquecido por medio de un auténtico “imperio negrero español”, como lo ha llamado José Antonio Piqueras (Piqueras 2021: 43).

Por eso, cuando nos adentramos en la acumulación de capital catalana y española rompemos uno de los principales mitos de la burguesía según el cual la industrialización habría sido fruto del propio ahorro, del acierto inversor y la predisposición para negocios bienaventurados en las Américas. Puesto que un cálculo a la baja sobre los beneficios del tráfico de esclavos español entre 1821 y 1867 lanza una estimación de 58 millones de dólares por 443.000 africanos deportados que podría ser de 130 millones de dólares según aquellos que computan 700.000 personas esclavizadas (Piqueras, 2011: 111).

Es decir, se mire como se mire, “España fue un actor histórico relevante tanto en relación con el tráfico de esclavos como en relación a la esclavitud colonial, en sus dominios americanos” (Rodrigo y Alharilla, 2022: 8), como ha concluido Martín Rodrigo. Un actor, España, del que Oriol Junqueras ya dijo que “los comerciales catalanes eran los máximos beneficiarios del sistema colonial español (…) desde principios del siglo XIX, la vieja clase dirigente cubana tuvo que recurrir a comerciantes hispánicos –muchos de ellos catalanes– para mantener el suministro de esclavos” (Junqueras, 2018: 62)

Detrás, pues, del simpático término de indiano radica el secreto vergonzante innombrable, como ha señalado uno de los máximos especialistas en la materia, el ya citado Piqueras: “El negrero es la representación más acabada del indiano al personificar como nadie el triunfo económico y el reconocimiento social, ya que la magnitud de los capitales reunidos raramente admite comparación” (Piqueras, 2021: 27).

Esta burguesía, premiada con títulos nobiliarios por la monarquía, encontrará sistemáticamente el apoyo de ésta para sus affaires desde el principio, con la cédula real del 28 de febrero de 1789 por la que Carlos IV liberalizaba el tráfico de esclavos. Las consecuencias de este apoyo estatal al negocio resultarán en que el 50% de los esclavos introducidos en la América española lo serán entre 1790 y 1867. Y del fruto de esta “deportación continuada y masiva” (Piqueras, 2021: 19) resulta un juicio inequívoco: “el trabajo forzado constituía una de las bases sobre las que se edificaba el capital industrial y financiero de la misma forma que había sido un apoyo fundamental en la primera acumulación a gran escala, comercial y dineraria” (Piqueras, 2021: 43).

¿Cuál fue la participación catalana? Pues las estimaciones más bajas indican que para el período de 1815-1820 un 21,7% de los barcos negreros responsables del tráfico de esclavos con Cuba eran catalanes. Si miramos los años 1821-1845 resulta que del total de barcos negreros capturados y juzgados por el tribunal de Sierra Leona, el 23% eran catalanes (Piqueras, 2021: 71).

Esta participación no quedaba enmarcada sólo en el tráfico, sino que también se incorporaba ávidamente a la propiedad de las plantaciones. Tal y como hará patente Pedro de Sotolongo, delegado de los grandes plantadores en Cuba, al recibir los refuerzos paramilitares, los pelayos, como los calificaba la prensa negrera, enviados desde Barcelona en 1869: “¿sabéis qué guarismo representan en Cuba las fortunas de los catalanes residentes aquí y ausentes hoy en Cataluña? Si posible fuera presentarlos serían asombrosos. Pues si una parte muy considerable de las riquezas de Cuba es propiedad de Cataluña, he ahí vuestro derecho a ser bien recibidos” (Maluquer, 1976: 46 y ss.).

No por casualidad el reformista José Manuel Mestre había descrito algunos años antes al ex secretario del Gobierno Superior de Cuba la existencia de un “omnipotente partido catalán” capaz de poner y sacar a capitanes generales. En el caso de la metrópoli, el omnipotente partido era capaz de asesinar a presidentes, Joan Prim, de derribar a monarquías, Amadeo de Saboya, y de tumbar al primer régimen democrático y popular, la Primera República. Ciertamente, la llamada revolución gloriosa de 1868 logró iluminar de forma fehaciente este secreto atronador, de tal modo que “el orden colonial quedaba revelado a ojos de propios y extraños con total claridad” (Piqueras, 2011: 237).

Por estos motivos, el movimiento obrero catalán combatía frontalmente “la esclavocracia”, como denunciaba la prensa satírica republicana a la burguesía monárquica. Un término que inspiró al gran historiador cubano Manuel Moreno Fraginals cuando lo llamaba, en relación con uno de los grandes negocios esclavistas, “sacarocracia”.

El árbol de la libertad de los negros: jacobinismo contra esclavismo

Junio de 1802, el genial militar que ha conducido a la proclamación de la Primera República negra de América es arrestado a traición por Napoleón, pero en una sola frase Toussaint L’Ouverture hace retumbar los miedos de la contrarrevolución:

“En me renversant, on n’a abattu à Saint-Domingue que le tronc de l’arbre de la liberté des Noirs; il repoussera par les racines, parce qu’elles sont profondes et nombreuses” [Derrocándome, sólo han talado el tronco del árbol de la libertad de los negros; volverá a brotar de las raíces, porque son profundas y numerosas] (Marius, 2002: 69).

Llevaba así hasta sus últimas consecuencias la premonición de Danton cuando la Convención Jacobina inicia la fase más espectacular de la Revolución Francesa. Una fase que se estrena con el decreto de abolición sin indemnización de la esclavitud en las colonias. Danton escribe el 4 de febrero –pluvioso en el calendario republicano– de 1794: “En jetant la liberté dans le nouveau monde, elle y portera des fruits abondants, elle y poussera des racines profondes” [Llevando la libertad al nuevo mundo, traerá frutos abudantes y hará brotar raíces profundas] (Marius, 2002: 68).

Unas raíces y unos frutos que comparten una misma savia jacobina regada con la alianza de los sans-culottes parisinos con los esclavos de Haití y Santo Domingo o, como dejara dicho el gran historiador C. L. R. James, “lo que las masas de Haití comienzan, las masas de París terminan” (James, 2022).

La concepción republicana de la fraternidad, que los jacobinos negros defenderán a ultranza, tendrá un eco abolicionista en las colonias y, al mismo tiempo, marcará uno de los combates más intensos de los jacobinos blancos en Francia. Ya que tanto en la Primera República Francesa (1792) como en la Segunda de 1848 el esclavismo y el antiesclavismo serán las consignas de batalla de la reacción y la revolución, en el agudo análisis de un observador alemán bastante barbudo:

«Bonaparte, que había subido al poder, halagando los más bajos instintos de los hombres, no puede mantenerse en él más que comprando día tras día a nuevos cómplices. Así, con la renovación de la trata de esclavos no ha restaurado sólo la esclavitud, sino que ha ganado a su causa a los plantadores. Cuanto hace degradar la conciencia de la nación es para él una nueva garantía de poder. Hacer de los franceses una nación que se entregue a la trata de esclavos será el medio más seguro de esclavizar a Francia, la cual, cuando fue ella misma, tuvo la valentía de proclamar ante la faz del del mundo entero: ¡Que perezcan las colonias, pero que vivan los principios! Una cosa al menos ha cumplido Bonaparte. La trata de esclavos se ha convertido en el grito de batalla entre los campos imperial y republicano. Si hoy la República Francesa se restaura, mañana España se verá obligada a abandonar el infame tráfico» (Marx, 1971: 100).

“El grito de batalla entre los campos imperial y republicano”… Y si esta dinámica de feroz lucha de clases espolea a las Repúblicas de Francia no es menos cierto que la reencontramos con la misma intensidad en la Primera República española. La diferencia estriba en que la historiografía marxista y republicana francesa nos lleva décadas de ventaja en el estudio del republicanismo antiesclavista. Pero esto no significa que en Catalunya no haya existido un movimiento popular equiparable contra los traficantes de carne humana. Si los esclavistas se organizaban en lobbies, como el de Barcelona presidido por el inefable Joan Güell y Ferrer y Antonio López y López, los republicanos sacan a 14.000 manifestantes contra estos (Janué, 2022: 136). Pero es que las conspiraciones de los primeros serán las que harán caer la monarquía democrática mientras que el empuje de los segundos llevará a que la República se estrene con la abolición de la esclavitud en Puerto Rico. Desde las páginas de El Estado Catalán un joven Valentí Almirall marcará el tono intransigente que siempre ha caracterizado al jacobinismo autóctono:

«Si para conservar las Antillas debemos conservar la esclavitud; si de la integridad del territorio es condición precisa que se haga de los hombres cosas, que el látigo se levante por el hombre contra el hombre, que se pierdan las Antillas y que se resquebraje esa integridad» (Almirall, 1873: 1).

Así pues, pensar que el antiesclavismo es una moda importada de los campus norteamericanos, aparte de ser falso, es más bien propio de una forma de pensar en todo caso ajena a la republicana.

También, insistir en la matraca de que el tráfico de esclavos y las plantaciones coloniales no tuvieron ningún peso en la acumulación de capitales no sólo es una hipocresía, ya refutada, sino que ignora que la prepotencia de la burguesía esclavista llegaba al punto de edificar palacetes de estilo hacienda colonial con plantas de algodón esculpidas en la entrada, tal y como hizo Gaudí para los Güell en la mansión de Pedralbes.

Y más aún, como señaló Oriol Junqueras en Els catalans i Cuba (1998), los apellidos de esta burguesía resuenan en todos y cada uno de los golpes de Estado que desde 1874 hasta 1936, pasando por 1923, se han hecho contra toda revolución democrática y popular.

«Al llegar a cierto punto uno deja de defender cierta concepción de la historia para defender la historia misma”, y esto que dijo Edward Palmer Thompson para el movimiento obrero inglés nos vale para no confundir la historia de los carniceros de humanos con la nuestra. Dicho con las palabras que citaba un espantado Jordi Basté en la emisora de radio RAC1: “Debemos cargarnos Gaudí, los Güell, el cancionero colonial, todos los pilares simbólicos de la marca Catalunya y también de la marca Barcelona”. Una declaración que tiene la virtud de delimitar campos y comenzar a abordar la tarea de la reparación de los mayores agravios imperialistas con el mismo empeño reclamado por Francia Márquez, la vicepresidenta colombiana, en el Forum Permanente de Afrodescendientes de la ONU, donde reclamó “acciones reales y concretas de reparación histórica”» (1).

Albert Portillo es politólogo y miembro de la redacción de Debats pel demà.

Referencias

Almirall, Valentí (1873) “La cuestión de Cuba”, El Estado Catalán. Diario Republicano, Democrático, Federalista.

James, Cyril Lionel Robert (2022) Los jacobinos negros. Toussaint L’Ouverture y la Revolución de Haití. Iruñea: Katakrak.

Janué, Marició (2002) Els polítics en temps de revolució. La vida política a Barcelona durant el Sexenni revolucionari. Vic: Eumo Editorial.

Junqueras, Oriol (1998) Els catalans i Cuba. Barcelona: Pòrtic.

Maluquer de Motes, Jordi (1976) “La burguesía catalana y la esclavitud en Cuba: política y producción”, Revista de la Biblioteca Nacional José Martí (3a época).

Marius-Hatchi, Fabien (2002) “La Révolution caribéenne comme ultime rempart du droit naturel”, en Florence Gauthier (ed.), Périssent les colonies plutôt qu’un principe! Contributions à l’histoire de l’abolition de l’esclavage, 1789-1804. Paris: Société des études robespierristes.

Marx, Karl (1971 [1858]) “El gobierno británico y la trata de esclavos”. Londres: New York Daily Tribune, 18/06, en Marx y Engels, Acerca del colonialismo, Progreso, Moscú, pp. 96-101. Accesible en https://proletarios.org/books/Marx-Engels-Acerca_del_colonialismo.pdf.

(1972) “The Life-Destroying Toil of Slaves”, en Padover, S. (ed.). The Karl Marx Library, Vol. II: On America and the Civil War. Nueva York: McGraw-Hill.

(1975 [1867]) El Capital, Capítulo XXIV: La llamada acumulación originaria, I, 3. Madrid: Siglo XXI.

Piqueras, José Antonio (2021) Negreros: Españoles en el tráfico y en los capitales esclavistas. Madrid: Libros de la Catarata.

(2011) La esclavitud en las Españas. Madrid: Libros de la Catarata.

Rodrigo y Alharilla, Martín (ed.) (2022) Del olvido a la memoria. La esclavitud en la España contemporánea. Barcelona: Icaria.

Nota:

(1) https://www.youtube.com/watch?v=Md- tewFXvaUc

Fuente: https://vientosur.info/los-indianos-catalanes-en-el-imperio-negrero-espanol/

lunes, 10 de julio de 2023

El espejismo de un nuevo imperio europeo

 

El espejismo de un nuevo imperio europeo

Quinn Slobodian 

22/06/2023

 

En el número de mayo y junio de la revista Foreign Affairs, el historiador y comentarista británico Timothy Garton Ash planteaba un enigma: a la luz de la guerra en Ucrania, ¿tendría la Unión Europea que volverse "más imperial" para desprenderse por fin de su pasado imperial?

 Con ello se refería a una UE que "ya no esté dominada por un solo pueblo o nación", pero que también dependa menos de las decisiones unánimes de los Estados miembros. Esto podría lograrse ampliando la llamada votación por mayoría cualificada en el Consejo Europeo, que requiere la aprobación del 55% de los Estados miembros en lugar de la unanimidad. De este modo se reducirían las posibilidades de que dirigentes sin escrúpulos como el húngaro Viktor Orbán desvíen a la UE de una política exterior consensuada por la mayoría. El resultado es que la UE podría absorber las antiguas colonias y cuasicolonias del imperio soviético-ruso y quizás —se puede leer entre líneas, aunque a duras penas— hacer realidad la visión que para muchos nunca llegó a desaparecer: un Sacro Imperio Romano Germánico resucitado, descentralizado, pluralista y libre de aranceles.

 Merece la pena preguntarse cuáles son, según Garton Ash, las condiciones que integran esta visión de una UE neoimperial.

 Su primera sugerencia es que Europa debería prestar atención a su propio pasado colonial. Cita el trabajo pionero de los historiadores suecos Peo Hansen y Stefan Jonsson sobre la sorprendente popularidad que tuvo la idea de "Eurafrica" en la década de 1950. Cuando se firmó el Tratado de Roma en 1957, el 90% de la superficie de la Comunidad Económica Europea estaba en África, y muchos políticos veían las colonias como apéndices permanentes. Pero la atención de Garton Ash a la persistencia de los imperios ultramarinos de Europa hasta la década de 1970 acaba siendo poco más que una parada rápida de camino al lugar donde "la lente del imperio es aún más reveladora": con el Estado conocido como Rusia, antes Unión Soviética y ahora Rusia de nuevo.

 Garton Ash merece ser felicitado por abordar el tema del imperio. Plantear los orígenes coloniales de la UE es suficiente para levantar suspicacias en los seminarios y think tanks del continente europeo. Pero no debería. Los orígenes coloniales de la UE son un hecho; la cuestión es qué hacer con ellos. En un reciente libro, la historiadora Megan Brown va un poco más allá al describir a Argelia como "el séptimo Estado miembro" en los inicios de Europa. Los franceses querían que sus posesiones de ultramar formaran parte de la nueva Europa. Adaptando una famosa formulación del historiador económico británico Alan Milward, Europa no se diseñó para rescatar al Estado-nación, sino al Estado-nación imperial.

 No se cambió el imperio por Europa; el objetivo era conservar ambos. La idea es que las colonias se beneficiarían de las transferencias económicas financiadas parcialmente por las potencias que habían perdido sus imperios —incluida Alemania Occidental, que aportó 200 millones de dólares para un fondo de desarrollo—.

 Asumir estos hechos como reales no tiene por qué implicar que la UE está podrida hasta la médula. También pueden ilustrar cómo la independencia en un mundo interconectado siempre fue una cualidad muy relativa, y que imperio y nación nunca fueron simples elecciones binarias. En Capital e ideología (2019), el economista francés Thomas Piketty se basó en la obra del historiador Frederick Cooper para explorar la posibilidad de la federación de África Occidental, propuesta que fue debatida por pensadores como el escritor senegalés Léopold Senghor tras la Segunda Guerra Mundial. El próximo libro de Cooper, coescrito con Jane Burbank,  historiadora especialista en Rusia, lleva por título Posibilidades Post-Imperiales: Eurasia, Eurafrica, Afroasia.

 Incluso después de la independencia, Argelia no estaba necesariamente entusiasmada con romper las conexiones con su antigua metrópoli. Mantener algún tipo de trato preferente tenía muchas ventajas. Tiempo después llegarían más acuerdos comerciales de este tipo. Así, el Convenio de Lomé de 1975 concedió un trato especial a las antiguas colonias europeas, permitiéndoles evitar la competencia de otros proveedores a bajo precio. Los plátanos de las Islas de Barlovento en el Caribe, por ejemplo, eran más baratos que los de la empresa estadounidense Chiquita, debido a que la Política Agrícola Común de la UE se extendía de manera transoceánica para abarcar a los nuevos Estados independientes. Pensemos también en el franco CFA, la moneda vinculada primero al franco y luego al euro, que todavía se utiliza en 14 países africanos. El CFA, que en su día significó Colonias Francesas de África, significa ahora Comunidad Financiera de África. ¿Es una reliquia del imperio o un medio de estabilizar las economías locales para tranquilizar a los inversores internacionales? Es, por supuesto, ambas cosas.

 Visto desde otra perspectiva, Eurafrica nunca murió. Francia tiene más de 3.000 soldados en África y ha intervenido en el África poscolonial más de tres docenas de veces. Frontex, la agencia de fronteras de la UE, tiene previsto ampliar su presencia en países africanos. Además, en el continente siguen existiendo enclaves españoles y ciudades portuarias autónomas —Ceuta y Melilla— y cada vez son más los Estados africanos que ofrecen la “ciudadanía por inversión” (citizenship by investment), incluso cuando muchas élites poscoloniales esconden su riqueza en Mayfair Property y en cuentas bancarias suizas.

 La descolonización no consiste en interpretar el nivel correcto de culpa, ni en la sustitución de monumentos y exposiciones, ni en la creación de nuevas cátedras o grupos de investigación, ni siquiera en la repatriación de reliquias. No es un proyecto centrado principalmente en las palabras, las imágenes o los sentimientos, y tampoco puede tener un fin real y preciso.

 Como escribe Kojo Koram en Uncommon Wealth: Britain and the Aftermath of Empire (2022), el imperio "no fue sólo una gira mundial de quinientos años de ser malos con la gente morena (sic)". Conectó la maquinaria de las finanzas y la industria, y grabó sobre piedra las relaciones desiguales que persisten hoy en día, desde los paraísos fiscales hasta las zonas francas de exportación. También benefició a quienes no estaban directamente implicados. Garton Ash señala que muchos países de Europa del Este no tenían colonias propias, pero basta un poco de historia global para ver, como ha demostrado el sociólogo Gurminder Bhambra, que muchos millones de emigrantes de esa parte del mundo se beneficiaron de los territorios que fueron despejados y despojados. Mi bisabuelo abandonó su condición de campesino en la Galitzia de los Habsburgo para ocupar una parcela de tierra "libre" en el centro de Canadá, parcela que las tropas británicas se habían encargado de vaciar.

 En estos momentos, el imperio y la descolonización están más presentes de lo que es habitual. Con la Organización Mundial del Comercio en una situación de parálisis permanente, es el momento de agitar la geografía política mundial. El marco al que recurren los expertos y la clase política es sugerir que la humanidad tiene tan solo dos escenarios: la globalización posterior a 1989 o la vuelta al nacionalismo desde 2016. El historiador sólo ve imperios o naciones. Hace décadas, el politólogo Hedley Bull desaconsejaba la "tiranía de los conceptos y prácticas existentes" que dificultaban la posibilidad de identificar formas políticas emergentes. Ahora nos encontramos en ese punto de inflexión en el que las viejas formas mutan bajo nuevas condiciones.

 La renuencia de la mayoría de los gobiernos del mundo a aceptar el régimen de sanciones de la OTAN contra Rusia ha reavivado el debate, más propio de los años sesenta, sobre el "mundo no alineado". Algunos expertos en libre mercado piden "recuperar la unión polaco-lituana", una monarquía binacional con carácter electivo que duró desde 1385 hasta la década de 1790, mientras que otros abogan por un eje bilateral Estados Unidos-Reino Unido para reconstruir el orden de libre comercio. Otros consideran que el orden mundial se está descomponiendo en un puñado de bloques supervisados por "Estados de civilización". Las reflexiones sobre una "Eurasia" ampliada del filósofo de la corte de Vladimir Putin, Alexander Dugin, han influido en la extrema derecha mundial. Incluso el hermano más débil de la ficticia familia Roy en Succession ha entrado en el juego, susurrando en un episodio al presidente electo sobre una "alternativa pan-Habsburgo a la UE liderada por Estados Unidos".

 En un momento similar, hace casi un siglo, el economista austrohúngaro Karl Polanyi especuló con un futuro dominado por lo que él llamaba "imperios domesticados". Pensaba que el pensamiento Großraum de los nacionalsocialistas era mezquino en su jerarquía racial, pero defendible en su planteamiento de los límites territoriales. Un orden fascista circunscrito a Europa podría ser algo con lo que no quedaría más remedio que convivir. Al otro lado del Atlántico, Polanyi imaginó una Doctrina Monroe revivida, una de las primeras formulaciones de la política exterior estadounidense, vinculando las Américas y, en las "zonas coloniales", la tutela británica según el modelo sugerido por el estadista sudafricano del siglo XX Jan Smuts.

 Los imperios domesticados tuvieron un alto coste: la separación continental permanente. Polanyi imaginó estas unidades como autárquicas, libres del universalismo devorador del mundo propio del capitalismo y del socialismo. Las reflexiones sobre una UE postimperial no deben complacer las fantasías de algunos conservadores de Europa del Este de que el final de la Guerra Fría podría significar un cómodo "retorno a Europa" si eso significa dar la espalda al mundo a sus puertas. No sólo la UE tiene orígenes coloniales: el mundo entero los tiene. Como ha escrito Bhambra, el mayor obstáculo para entender la descolonización es la idea errónea de que los Estados europeos "son naciones y tienen imperios". Deshacerse de lo segundo les permitió acercarse más a lo primero. Abordar el pasado colonial de Europa exigirá algo más que un reconocimiento simbólico de los pecados pasados. Entre las soluciones más radicales figura la propuesta de Emily Tendayi Achiume, Relatora Especial de la ONU sobre racismo y discriminación racial, sobre la migración como descolonización: la libre circulación hacia la antigua metrópoli como la forma más eficaz de reparación. El pasado de Europa no es extraterritorial. Como dijo el político egipcio Hamdeen Sabahi en 2012: "El Mediterráneo es un lago".

 Quinn Slobodian  Profesor de Historia en el Wellesley College, Massachusetts. Es autor de "Globalists: The End of Empire and the Birth of Neoliberalism" (2018) y su último libro es "Crack-Up Capitalism: Market Radicals and the Dream of a World Without Democracy" (2023).

Fuente:

The New Statesman, 17/06/2023 https://www.newstatesman.com/the-weekend-essay/2023/06/europe-rotten-cor.

 

https://www.sinpermiso.info/textos/el-espejismo-de-un-nuevo-imperio-europeo

miércoles, 5 de julio de 2023

Nada es , como nos lo contaron.

 

 El disparate de Prigozhin

La prensa de Washington parece estar haciéndose a la idea de la enormidad del desastre en Ucrania, pero no hay pruebas públicas de que Biden y sus principales colaboradores comprendan la situación

Seymour Hersh 4/07/2023

El fin de semana del 24 y 25 de junio, la administración Biden tuvo unos días gloriosos. La actual situación provocada por el desastre en Ucrania desapareció de los titulares y fue sustituida por la “revuelta”, como decía un titular de The New York Times, de Yevgeny Prigozhin, jefe del grupo mercenario Wagner.

El foco de atención se desvió de la fallida contraofensiva ucraniana para centrarse en la amenaza de Prigozhin al control de Putin. Como decía un titular del New York Times: “La revuelta plantea una pregunta candente: ¿Podría Putin perder el poder?”. El columnista de The Washington Post David Ignatius hizo esta apreciación: “Putin miró al abismo el sábado y parpadeó”.

El secretario de Estado, Antony Blinken –el portavoz del Gobierno en tiempos de guerra, que hace semanas habló orgulloso de su compromiso de no buscar un alto el fuego en Ucrania–, apareció en el programa Face the Nation de la CBS con su propia versión de la realidad: “Hace dieciséis meses, las fuerzas rusas estaban… pensando que borrarían del mapa a Ucrania como país independiente”, dijo Blinken. “Ahora, durante el fin de semana, han tenido que defender Moscú, la capital de Rusia, de mercenarios designados por el propio Putin… Ha sido un desafío directo a la autoridad de Putin… Muestra verdaderas fisuras”.

Blinken sugirió que la deserción del enloquecido líder de Wagner sería una bendición para las fuerzas militares de Ucrania

Blinken, que no fue cuestionado por su entrevistadora, Margaret Brennan, como bien sabía él que no lo sería –¿por qué si no iba a aparecer en el programa?–, pasó a sugerir que la deserción del enloquecido líder de Wagner sería una bendición para las fuerzas militares de Ucrania, cuya matanza por parte de las tropas rusas continuaba mientras él hablaba. “En la medida en que supone una verdadera distracción para Putin y para las autoridades rusas, que tienen que mirar –y de algún modo preocuparse– por su retaguardia mientras tratan de hacer frente a la contraofensiva en Ucrania, diría que esto crea incluso mayores oportunidades para que los ucranianos triunfen sobre el terreno”.

¿En ese momento Blinken hablaba en nombre de Joe Biden? ¿Debemos entender que eso es lo que cree el hombre al mando?

Ahora sabemos que la revuelta del crónicamente inestable Prigozhin se esfumó en un día, cuando huyó a Bielorrusia con la garantía de no ser procesado, y su ejército mercenario se mezcló con el ejército ruso. No hubo marcha sobre Moscú, ni una amenaza significativa para el gobierno de Putin.

Lástima de los columnistas de Washington y de los corresponsales de seguridad nacional que parecen depender enormemente de las reuniones informativas oficiales con funcionarios de la Casa Blanca y del Departamento de Estado. Teniendo en cuenta las conclusiones publicadas de esas sesiones informativas, dichos funcionarios parecen incapaces de ver la realidad de las últimas semanas, o el desastre total que ha recaído sobre la contraofensiva militar ucraniana.

Así pues, a continuación se ofrece una visión de lo que está ocurriendo realmente, que me fue facilitada por una fuente bien informada de la comunidad de la inteligencia estadounidense:

“He pensado que podía aclarar un poco las cosas. En primer lugar, y lo más importante, es que Putin está ahora en una posición mucho más fuerte. Ya en enero de 2023 nos dimos cuenta de que era inevitable un enfrentamiento entre los generales, apoyados por Putin, y Prigo, respaldado por extremistas ultranacionalistas. El viejo conflicto entre los combatientes de guerra ‘especiales’ y un ejército regular grande, lento, torpe y sin imaginación. El ejército siempre gana porque posee los activos periféricos que hacen posible la victoria, ya sea ofensiva o defensiva. Y lo que es más importante, controlan la logística. Las fuerzas especiales se ven a sí mismas como el principal activo ofensivo. Cuando la estrategia general es ofensiva, el gran ejército tolera su arrogancia y sus golpes de pecho en público porque las fuerzas especiales están dispuestas a asumir grandes riesgos y pagar un alto precio. Una ofensiva exitosa requiere un gran gasto en hombres y equipamiento. Una defensa exitosa, por otro lado, requiere administrar esos activos”.

“Los miembros de Wagner fueron la punta de lanza de la ofensiva rusa inicial en Ucrania. Eran los ‘'hombrecillos verdes’. Cuando la ofensiva se convirtió en un ataque total del ejército regular, Wagner siguió ayudando, pero, a regañadientes, tuvo que pasar a un segundo plano en el periodo de inestabilidad y reajuste posterior. Prigo, nada tímido, tomó la iniciativa de aumentar sus fuerzas y estabilizar su sector”.

“El ejército regular agradeció la ayuda. Prigo y Wagner, como es habitual en las fuerzas especiales, acapararon la atención y se llevaron el mérito de detener a los odiados ucranianos. La prensa se lo tragó todo. Entretanto, Putin y el gran ejército cambiaron lentamente su estrategia de pretender la conquista ofensiva de la gran Ucrania por la defensa de lo que ya tenían. Prigo se negó a aceptar el cambio y continuó la ofensiva contra Bajmut. Ahí radica el problema. En lugar de crear una crisis pública y someter al imbécil [Prigozhin] a un consejo de guerra, Moscú simplemente retuvo los recursos y dejó que Prigo agotara sus reservas de hombres y armas, condenándolo a la retirada. Al fin y al cabo, por muy astuto que sea financieramente, es el expropietario de un carrito de perritos calientes sin logros políticos ni militares”.

“Lo que nunca supimos es que hace tres meses sacaron a Wagner del frente de Bajmut y lo enviaron a un cuartel abandonado al norte de Rostov del Don [en el sur de Rusia] para desmovilizarlo. La mayor parte del equipo pesado se redistribuyó y la fuerza se redujo a unos 8.000 efectivos, 2.000 de los cuales partieron hacia Rostov escoltados por la policía local”.

“Putin respaldó plenamente al ejército que dejó que Prigo hiciera el ridículo y desapareciera en la ignominia. Todo ello sin sudar la gota gorda militarmente ni provocar un enfrentamiento político con los fundamentalistas, que eran ardientes admiradores de Prigo. Bastante astuto”.

 ***

Existe una enorme brecha entre la forma en que los profesionales de la comunidad de inteligencia estadounidense evalúan la situación y lo que la Casa Blanca y la supina prensa de Washington proyectan a la opinión pública al reproducir acríticamente las declaraciones de Blinken y sus cohortes de halcones.

Las estadísticas actuales sobre el campo de batalla que me fueron comunicadas sugieren que la política exterior general de la administración de Biden puede estar en peligro en Ucrania. También plantean dudas sobre la implicación de la alianza de la OTAN, que ha estado proporcionando a las fuerzas ucranianas entrenamiento y armas para la actual contraofensiva, que va con retraso. Me han informado de que en las dos primeras semanas de la operación, el ejército ucraniano únicamente se ha apoderado de unos 114 kilómetros cuadrados de territorio anteriormente en poder del ejército ruso, gran parte de ellos en campo abierto. En cambio, Rusia ahora controla aproximadamente 103.600 kilómetros cuadrados de territorio ucraniano. Me han revelado que en los últimos diez días las fuerzas ucranianas no han conseguido abrirse paso a través de las defensas rusas de forma significativa. Únicamente han recuperado unos cinco kilómetros cuadrados más de territorio ocupado por Rusia. A ese ritmo, según un funcionario informado, los militares de Zelensky tardarían 117 años en librar al país de la ocupación rusa.

Rusia ahora controla aproximadamente 103.600 kilómetros cuadrados de territorio ucraniano

En los últimos días, la prensa de Washington parece estar haciéndose poco a poco a la idea de la enormidad del desastre, pero no hay pruebas públicas de que el presidente Biden y sus principales colaboradores en la Casa Blanca y ayudantes del Departamento de Estado comprendan la situación.

Putin tiene ahora a su alcance el control total, o prácticamente, de las cuatro regiones ucranianas –Donetsk, Kherson, Lubansk, Zaporizhzhia– que se anexionaron públicamente el 30 de septiembre de 2022, siete meses después de comenzar la guerra. El siguiente paso, suponiendo que no se produzca un milagro en el campo de batalla, dependerá de Putin. Podría simplemente detenerse donde está y ver si la Casa Blanca acepta la realidad militar y se busca un alto el fuego iniciando conversaciones formales para el fin de la guerra. El próximo mes de abril se celebrarán elecciones presidenciales en Ucrania, y el líder ruso podría quedarse quieto y esperar a que se celebren –si es

que se celebran–. El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, ha dicho que no habrá elecciones mientras el país esté bajo la ley marcial.

Los problemas políticos de Biden, en cuanto a las elecciones presidenciales del próximo año, son graves y evidentes. El 20 de junio, el Washington Post publicó un artículo basado en una encuesta de Gallup bajo el titular “Biden no debería ser tan impopular como Trump, pero lo es”. El artículo que acompañaba a la encuesta, escrito por Perry Bacon, Jr., decía que Biden tiene “un apoyo casi universal dentro de su propio partido, prácticamente ninguno del partido de la oposición y cifras terribles entre los independientes”. Biden, como anteriores presidentes demócratas, escribió Bacon, lucha “por conectar con los votantes más jóvenes y menos comprometidos”. Bacon no tenía nada que decir sobre el apoyo de Biden a la guerra de Ucrania porque, al parecer, la encuesta no hacía preguntas sobre la política exterior de la administración.

El desastre que se avecina en Ucrania, y sus implicaciones políticas, deberían ser una llamada de atención para aquellos miembros demócratas del Congreso que apoyan al presidente pero no están de acuerdo con su voluntad de tirar muchos miles de millones de dinero a la basura en Ucrania, con la esperanza de un milagro que no llegará. El apoyo demócrata a la guerra es otro ejemplo de la creciente desvinculación del partido con la clase trabajadora. Son sus hijos los que han estado luchando en las guerras del pasado reciente y los que pueden estar luchando en cualquier guerra futura. Estos votantes se han alejado cada vez más a medida que los demócratas se acercan a las clases intelectuales y adineradas.

Si queda alguna duda sobre el continuo cambio sísmico en la política actual, recomiendo una buena dosis de Thomas Frank, el aclamado autor del bestseller de 2004 ¿Qué pasa con Kansas? Cómo los conservadores conquistaron el corazón de América, un libro que explicaba por qué los votantes de dicho estado se alejaron del partido demócrata y votaron en contra de sus propios intereses económicos. Frank volvió a hacerlo en 2016 en su libro Escucha, liberal: o, ¿qué pasó con el partido del pueblo? En un epílogo a la edición de bolsillo describió cómo Hillary Clinton y el Partido Demócrata repitieron –o amplificaron– los errores cometidos en Kansas cuando iban camino de perder unas elecciones seguras frente a Donald Trump.

Sería prudente que Joe Biden hablara claro sobre la guerra y sus diversos problemas para Estados Unidos, y que explique por qué los más de 150.000 millones de dólares que su administración ha invertido hasta ahora han resultado ser una pésima inversión.

 

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Este artículo se publicó originalmente en inglés en Substack . https://ctxt.es/es/20230701/Firmas/43449/Seymour-Hersh-guerra-Ucrania-Rusia-Putin-Biden-belicismo-Prigozhin.htm#md=modulo-portada-bloque:4col-t2;mm=mobile-medium

 Traducción de Paloma Farré.