Quema de libros en el patio de la Universidad Central de Madrid, en la calle San Bernardo. Año 1939
El 'bibliocausto' español, la quema de libros por el franquismo durante la guerra y la posguerra .
Quema de libros en el patio de la Universidad Central de Madrid, en la calle San Bernardo. Año 1939
El 'bibliocausto' español, la quema de libros por el franquismo durante la guerra y la posguerra .
Foto ( El padre Pietro -Aldo Fabrizi- rezando por uno de sus fieles
el partisano Manfredi -Marcello Pagliero- torturado y muerto por la Gestapo en la película Roma Citta Aperta 1945 de Roberto Rosellini ).
LA LEY ESPAÑOLA 46/1977, DE AMNISTÍA, MAS CITADA QUE LEIDA,
Por Joan E. Garcés
https://www.rebelion.org/docs/105976.pdf
(González Pacheco alias " Bill el Niño " , fallecido por coronavirus , 2020 , sin ser investigado y sin que
se le retirasen sus medallas pese a las querellas de sus víctimas torturadas ) Foto. Repùblica de las ideas .
Reino de España: Impunidad judicial .
Ignacio Sánchez Cuenca
En el artículo federalista 78, Alexander Hamilton defendió
que, de los tres poderes que componen el sistema representativo, el judicial es
el más débil, pues carece de la “fuerza” del ejecutivo y de la “voluntad” del
legislativo; afirmó también que el poder judicial “nunca podrá atacar con éxito
a ninguno de los otros dos” y, por lo tanto, “ha de adoptarse toda precaución
posible para permitirle defenderse de los ataques de estos”. La precaución
principal consistió en otorgar a los jueces total independencia con respecto a
los otros dos poderes.
En la democracia representativa, el judicial desempeña el
papel de guardián último del sistema. Es quien tiene la última palabra sobre la
interpretación de las leyes y sobre la adecuación de los actos políticos a la
legalidad. Partiendo del supuesto de su debilidad intrínseca, los teóricos
nunca se preocuparon por la cuestión de establecer un contrapeso al poder
judicial. No intentaron dar respuesta a la pregunta que quién vigila a los
vigilantes. En los debates constitucionales de finales del siglo XVIII, nadie
podía imaginarse que el judicial pudiera actuar según intereses políticos.
Las cosas han cambiado mucho desde entonces. Los jueces han
ido adquiriendo un protagonismo cada vez mayor en la actividad política (judicialización
de la política) y, por eso mismo, resulta ingenuo seguir manteniendo la ficción
de que el judicial es siempre un poder débil y carente de motivaciones
políticas.
Al no contemplar la posibilidad de motivaciones políticas,
el sistema extraordinariamente desarrollado de controles mutuos de la
democracia representativa carece de mecanismos para corregir lo que podemos
llamar “abusos judiciales”. Hasta tal punto es así que en tiempos recientes se
ha inventado un término, lawfare , para describir las ofensivas políticas del
judicial. Quien quiera saber más sobre lawfare , puede iniciarse con el
estupendo artículo que ha escrito José Luis Martí en el número 50 de la revista
Idees (1).
Aunque resulte polémico decirlo, creo que la actuación de
los jueces con respecto al conflicto catalán representa un caso palmario de
abuso judicial. Y lo más grave es que no hay forma de reparar dicho abuso
porque los jueces, ejerciendo la independencia que les garantiza el
ordenamiento constitucional, se saben impunes.
Así, se ha producido una cadena de abusos judiciales
consistente en lanzar acusaciones exageradas e injustificadas que respondían a
una intencionalidad política evidente. No se trataba de ajustar la acusación a
los hechos ocurridos, sino más bien al revés: forzar lo que sucedió en el otoño
del 2017 hasta que encajara en el delito de rebelión, que era el que
políticamente convenía. La acusación de rebelión puede entenderse como la
traducción
jurídica del concepto político que adoptó la derecha
nacionalista española para referirse a la crisis constitucional catalana: golpe
de Estado. Recuérdese que el único precedente del delito de rebelión en nuestro
periodo democrático era el del 23-F. Para establecer la conexión entre la
desobediencia institucional y un golpe de Estado fue necesario inventarse una
violencia que nunca ocurrió.
La Fiscalía no tuvo necesidad de disimular y, de forma
insistente, se refirió durante el juicio al golpe de Estado. El propio fiscal
Javier Zaragoza, en un artículo publicado en La Vanguardia el pasado 24 de
agosto, hablaba de golpe de Estado. Jordi Cuixart ha solicitado la recusación
del magistrado del Tribunal Constitucional Antonio Narváez Rodríguez por haber
afirmado en una conferencia que los sucesos de otoño del 2017 fueron un intento
de golpe de Estado más grave que el del 23-F. Si el problema catalán se reduce
a “golpismo”, la única respuesta coherente es la acusación del delito de
rebelión.
Se dirá que todo esto carece de relevancia, que lo que
importa es la sentencia final y que esta, para irritación de los sectores más
reaccionarios, no condenaba por rebelión, sino por sedición. Pero esta
valoración es incompleta. Gracias a la acusación exagerada de rebelión, se pudo
derivar la causa al Tribunal Supremo, el más politizado de nuestros tribunales,
con una cómoda mayoría conservadora, quebrando así el derecho al juez natural.
Además, al acusar a los líderes independentistas de rebelión, se pudo impedir,
por ejemplo, que Oriol Junqueras ejerciera el cargo de diputado en el Congreso
español, interfiriendo de forma grave el proceso democrático (se suspendió a
Junqueras porque la ley de Enjuiciamiento Criminal contempla específicamente en
el artículo 384 bis, como causa de suspensión de cargos públicos, la acusación
de rebelión o terrorismo). Asimismo, la gravedad de la acusación de rebelión
fue importante para el mantenimiento de la prisión preventiva hasta la condena
final. Por lo demás, el Tribunal Supremo pudo parecer moderado al desestimar en
su sentencia la rebelión y mantener la condena menos grave por sedición,
aunque, a mi entender, resulte tan inverosímil y politizada como la de
rebelión, dada la ausencia del decimonónico “alzamiento”, ya sea “tumultuario”
(sedición) o “violento” (rebelión).
La cosa, por desgracia, no acaba aquí. Se han celebrado o
están por celebrar otros muchos juicios, también basados en acusaciones
enormes. Además, los jueces han aplicado la plantilla antiterrorista en el caso
de Tamara Carrasco y en el de los CDR detenidos en septiembre del 2019. Y hace
unos días se ha puesto en marcha una nueva operación de infausto nombre,
Vóljov, basada en informes altamente cuestionables de una Guardia Civil también
politizada, con inclusión de una historia delirante sobre la intervención del
ejército ruso en Catalunya.
¿Quién responde por todos estos atropellos? ¿No tiene
consecuencias para fiscales y jueces instructores haber dado cobertura jurídica
a la aberración política del “golpe de Estado”? Como mucho, los promotores de
estas causas pueden encontrarse con que sus acusaciones quedan en nada o en
poco. El derecho es así, dirán algunos: en ocasiones las acusaciones se
confirman, en otras no. Pero esto va más allá de un defecto de técnica
jurídica. No estamos hablando de un caso concreto, sino de un patrón de acusaciones
que obedece a un planteamiento ideológico ajeno a la justicia y que tiene
efectos directos sobre el sistema político.
La democracia representativa no cuenta con recursos
institucionales para hacer frente a este problema de impunidad judicial. Sería
conveniente, al menos, tener un debate sobre este asunto. Y empezar a pensar en
cómo resolverlo.
Ignacio Sánchez Cuenca
es profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid.
Entre sus últimos libros, 'La desfachatez intelectual' (Catarata 2016), 'La
impotencia democrática' (Catarata, 2014) y 'Atado y mal atado. El suicidio
institucional del franquismo y el surgimiento de la democracia' (Alianza,
2014).
Fuente:
https://www.lavanguardia.com/opinion/20201114/49434659024/impunidad-judicial.html
Un documental muestra con archivos inéditos 'fake news' del franquismo que aún perduran
'Palabras para un fin del mundo' desmonta noticias oficiales
que se dieron en su momento sobre Unamuno, denuncia que el franquismo se
apropió de su nombre y de su cadáver, cuenta que la Alemania nazi se opuso a su
candidatura al Nobel o muestra cartas de extorsión que "exigían un
impuesto revolucionario"
Olga Rodríguez
El general Mola llevaba tiempo planeando el golpe militar,
los golpistas manipularon entrevistas, documentos y fotografías para expandir
su propaganda, persiguieron a intelectuales y maestros, destruyeron libros,
censuraron obras. Todo se sabe en mayor o menor medida, pero ahora un
documental ofrece nuevas claves, con algún documento inédito, para mostrar la
manipulación de los franquistas y el clima de terror que crearon para someter a
la población y al propio Miguel de Unamuno.
El filme desvela aspectos poco conocidos de la vida del
escritor y de su muerte, cuestionando la versión oficial e insinuando que el
candidato al Nobel pudo no fallecer por causas naturales.
Imagen del documental Palabras para un fin del mundo.
Unamuno fue uno de los grandes defensores de la II República cuando ésta nació.
SIGUE ..
El síndrome Qing de Estados Unidos
Si algo ha dejado claro la última campaña electoral es que Estados Unidos no tiene una estrategia para el nuevo mundo del Siglo XXI.
Tras la leyenda de la manipulación electoral rusa, ya asoma
el “peligro chino”
Rafael Poch
Estados Unidos pasa por ser una “sociedad abierta” -incluso
la sociedad abierta por excelencia- sin embargo es obvio que las preguntas
esenciales sobre su comportamiento internacional ni se plantean, ni pueden
siquiera ser planteadas. Por ejemplo, la mera hipótesis de que el país deje de
ser la “potencia número uno” en el próximo futuro -una posibilidad en absoluto
excéntrica- no solo es implanteable, sino que tiene categoría de simple
herejía: Nadie en Estados Unidos está dispuesto a discutir la posibilidad de
que el país llegue a ser un “número 2” mundial y tal enunciado, “sería suicida
para cualquier político que lo planteara”, constata el politólogo Kishore
Mahbubani de la Universidad de Singapur.
El ascenso de China es uno de los cambios profundos del mundo de hoy. La integración de China en la globalización, entendida como el seudónimo del dominio mundial de Estados Unidos, contenía implícitamente como consecuencia el escenario de convertirla en vasallo de Occidente. Para comprar unsolo avión Boeing a Estados Unidos, China debía producir cien millones de pares de pantalones. No estaba previsto que jugando en el terreno diseñado por otros, China torciera aquel propósito. El “milagro chino” fue usar una receta occidental diseñada para su sometimiento para fortalecerse de forma autónoma e independiente.
Y VER ..https://rebelion.org/logica-para-gansters/
¿Por qué la Filosofía y la Ética?
Por Carlos Fernández Liria
Fuentes: Cuarto Poder
Tenemos ahora la posibilidad de restituir a las asignaturas
de Filosofía del bachillerato y a la de Ética de 4º de la ESO lo que el
ministro Wert, el peor ministro de educación de la historia de la democracia,
les arrebató hace ya tantos años. Es una cuenta pendiente que ya había sido
objeto de un pacto muy aplaudido y del que la ministra Isabel Celaá se ha
descolgado ahora inexplicablemente. La única esperanza es que el PSOE recapacite
y decida cumplir con lo pactado cuando la cosa se presente en el Senado.
Nota del blog (1) https://blogs.publico.es/dominiopublico/34967/chile-y-los-duenos-del-poder-real/
Los reyes eméritos han cobrado más de tres millones de euros en salarios públicos en la última década, pero su desorbitado tren de vida se cubría con aportaciones de empresarios y líderes de dictaduras, que ahora motivan investigaciones por blanqueo en los tribunales.
Los reyes eméritos, Juan Carlos I y Sofía de Grecia, han disfrutado en la última década de sueldos públicos que superan los tres millones de euros. El cobro de estas cantidades –cuya cuantía la Casa Real solo empezó a hacer pública a partir de 2011, tras el estallido del caso Nóos, la causa de corrupción que llevó a la cárcel a Iñaki Urdagarín– responde al mandato constitucional que establece que «el Rey recibe de los Presupuestos del Estado una cantidad global para el sostenimiento de su Familia y Casa, y distribuye libremente la misma». Este montante bruto, sujeto a retención del IRPF, está incluido por tanto en la asignación pública que recibe la Corona para su funcionamiento, que ronda los ocho millones de euros anuales.
En sus últimos años en el trono, Juan Carlos I cobró un sueldo oficial de alrededor de 300.000 euros anuales. Esta cantidad se redujo apenas un 30% tras su abdicación, cuando empezó a percibir alrededor de 200.000 euros anuales. El pasado marzo Felipe VI intentó aplacar el eco de las sospechas cada vez más fundadas de que su padre se benefició de comisiones millonarias de Arabia Saudí retirándole esa asignación. Tres meses después, la Casa Real reconoció que el dinero que Juan Carlos I tenía pendiente de cobrar durante ese ejercicio –161.034 euros– no se devolvió a Hacienda, sino que fue a engrosar el fondo de contingencia destinado a atender imprevistos de la propia Jefatura del Estado. El dinero no se movía de la Casa Real. Sí sigue cobrando un sueldo público la reina emérita. En 2020 tenía fijada una asignación de 111.854,88 euros.
Las asignaciones que ha recibido Juan Carlos I, dentro y fuera del trono, han estado muy por encima de lo que cobran otras altas autoridades del Estado. Por ejemplo, el presidente del Tribunal Constitucional, el cargo público mejor pagado, recibirá el año que viene 157.576,58 euros, según el último proyecto de Presupuestos. Un sueldo que casi duplica al del presidente del Gobierno, que cobrará 85.608,72 euros en 2021. Pese a ello, estas remuneraciones no han sido suficientes para sufragar el desorbitado tren de vida de Juan Carlos de Borbón, tal y como ponen de manifiesto diferentes investigaciones periodísticas y judiciales.
elDiario.es ha revelado esta semana que la Fiscalía Anticorrupción investiga desde hace más de un año gastos de Juan Carlos I y otros familiares –entre ellos, la reina Sofía y algunos de sus nietos– con tarjetas opacas que se nutrían de fondos no declarados a Hacienda. Se investiga un posible delito fiscal, lo que requiere un fraude superior a los 120.000 euros anuales defraudados, que es el límite a partir del cual se comete este delito. Los gastos bajo investigación corresponden a los años 2016, 2017 y 2018: después de que Juan Carlos I perdiera su inviolabilidad constitucional como jefe del Estado. Y lo que indaga el ministerio público es si en cada uno de esos ejercicios el rey y sus familiares gastaron más de 275.000 euros (no haber declarado esa cantidad implicaría haber defraudado 120.000 euros en impuestos) con cargo a cuentas que no estaban a su nombre.
También se han publicado informaciones, sin haber sido desmentidas, que apuntan a que Juan Carlos I retiró durante cuatro años hasta 100.000 euros mensuales de la cuenta que abrió en Suiza a nombre de la sociedad instrumental panameña Lucum Foundation para camuflar la donación de 65 millones que supuestamente había recibido de Arabia Saudí por las obras del AVE a la Meca. Según publicó El Confidencial, el monarca habría usado el dinero para sufragar gastos no declarados de toda la familia real.
Esas ingentes retiradas de dinero se produjeron al menos entre 2008 y 2012, cuando el país estaba inmerso en una grave crisis económica y el monarca no escatimaba en llamamientos al comportamiento ético de dirigentes y ciudadanos en sus discursos públicos. Los extractos bancarios publicados certifican, por ejemplo, que en 2010 el ahora emérito sacó de esa cuenta de la banca privada Mirabaud 1,5 millones de euros. Ese año, durante su mensaje navideño afirmó lo siguiente: «Nada que valga la pena se consigue sin renuncias y sin entrega. Es preciso fomentar el ejercicio de grandes valores y virtudes como la voluntad de superación, el rigor, el sacrificio y la honradez. Valores y virtudes cuya ausencia no es ajena al origen de la crisis, y que son consustanciales a toda sociedad justa y equitativa».
Los testimonios publicados en medios de comunicación incluidos en la investigación que sigue desde 2018 el fiscal suizo Yves Bertossa ponen en entredicho los «valores» y «honradez» a los que hacía alusión en sus discursos. Arturo Fasana, el abogado al que confió la gestión de la citada cuenta suiza, confesó ante la Fiscalía de ese país que el rey le visitó en su casa de Ginebra el 7 de abril de 2010 para que ingresara en esa cuenta una maleta cargada de billetes. Según contó El País, Fasana relató al fiscal que esa maleta contenía 1.895.250 dólares en efectivo que el rey había conseguido de un ‘donativo’ de su amigo Hamad bin Isa Al Jalifa, el sultán de Baréin. Esos 1,9 millones de dólares suponen alrededor de nueve años del sueldo público que el monarca recibía tras su abdicación.
Aunque Felipe VI presume de que durante su reinado se han dado pasos en pro de la transparencia, lo cierto es que un velo de opacidad sigue cubriendo las cuestiones relativas a su patrimonio. La ley de transparencia aprobada en 2013 incluye a la Casa del Rey aunque los miembros de la familia real –formada por el actual rey y su mujer, sus padres y sus hijas– no están obligados a pormenorizar los gastos de sus numerosas actividades públicas, ni a desvelar los negocios que realicen con las asignaciones que reciben de los Presupuestos Generales del Estado.
Tampoco son considerados altos cargos –como sí ocurre con los miembros del Gobierno, por ejemplo– por lo que no tienen la obligación de presentar declaración de bienes y derechos a pesar de la financiación pública que reciben. Según la Casa Real, la «finalidad» de esta asignación es asegurar que la Jefatura del Estado dispone de una dotación presupuestaria «suficiente» para que el Jefe del Estado pueda desarrollar su labor «con la independencia inherente a sus funciones constitucionales».
Los únicos miembros de la familia real que, a día de hoy, cobran ese sueldo público son Felipe VI (248.562,36 euros anuales, según la asignación de 2020), la reina Letizia (136.701,36 euros) y Sofía de Grecia (111.854,88 euros). Tras la abdicación de Juan Carlos I, sus hijas, las infantas Elena y Cristina, fueron excluidas de la familia real y quedaron como miembros de la familia del rey. Dejaron también de recibir la asignación en gastos de representación en la proporción y cuantías que su padre fijaba en cada ejercicio. Por ejemplo, en 2014, la infanta Elena recibió 25.000 euros. No consta que ese año su hermana Cristina, apartada de los actos públicos por el escándalo de Nóos, recibiera ‘sueldo’ público. Ni su marido Iñaki Urdangarin ni Jaime de Marichalar, cuando estaba casado con Elena de Borbón, recibieron nunca ingresos oficiales de la Casa del Rey.
Los gastos de la Casa del Rey no han estado nunca sujetos a la fiscalización del Tribunal de Cuentas. La institución tampoco está obligada legalmente a auditar sus cuentas aunque voluntariamente decidió suscribir dos convenios con la Intervención General de la Administración del Estado (IGAE) en 2014 y en 2019.
Las últimas sospechas sobre los movimientos del rey, que acumula tres investigaciones en la fiscalía por delitos de corrupción, las ha lanzado el servicio antiblanqueo, la unidad de vigilancia financiera que da la alerta sobre movimientos sospechosos de capitales.