martes, 1 de enero de 2019

Teoría de la inacción hiperdemocrática .


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Teoría de la inacción hiperdemocrática

Manuel Arias Maldonado

(Profesor de Ciencia Política en la Universidad de Málaga. Sus ensayos publicados más recientes son "La democracia sentimental" y "Antropoceno")

Al comienzo de El contrato social, nos dice Rousseau que, si se atreve a hablar de política, es porque él no la practica: “Si fuera príncipe o legislador, no perdería mi tiempo en decir lo que hay que hacer; lo haría, o me callaría”. Es obvio que las cosas han cambiado: príncipes y legisladores se dedican menos a hacer lo que hay que hacer que a explicar lo que harían si pudieran. Pero el caso es que no pueden, o no les dejan; a veces, tampoco quieren. De aquí resulta una crisis de decidibilidad que atraviesa las democracias liberales. Se vuelve evidente en esa Gran Bretaña que se enreda con el Brexit, en la resistencia a las reformas de Macron, en la sucesión de legislaturas estériles en España o Italia: sociedades complejas donde las reformas no llegan o encuentran una contestación social que enseguida las diluye. Ahora bien, sería un error buscar fuera de la democracia las razones de su relativa impotencia. Esta crisis de decidibilidad tiene su origen en la propia democracia. O sea, en la radicalización de la lógica inherente al principio democrático y la profundización de los procesos sociales y culturales que ella misma pone en marcha. En lugar de una deliberación racional que acaba con una decisión colectiva, la democracia se parece a una apasionada discusión donde nada termina de decidirse. Y este fenómeno no responde a una única causa, sino a una combinación de varias.

Auge de la protesta
Lo primero que llama la atención es el auge –y prestigio– de la protesta. Por más que se haya acusado a los regímenes representativos de tener en cuenta al ciudadano solo cuando toca votar, lo cierto es que las democracias liberales han visto ensancharse notablemente los cauces informales para la expresión de demandas. Manifestaciones, campañas, happenings: no pasa un día sin que algún colectivo o movimiento defienda una causa o se oponga a ella, en la calle y las redes. A menudo, los propios partidos se suman a la protesta o la impulsan directamente, contribuyendo así al desbordamiento institucional de la democracia. Esta dinámica aumenta la fuerza negativa de lo que Rosanvallon llama “poderes contrademocráticos de veto”: coaliciones de bloqueo que multiplican el coste electoral de cualquier acción reformista. Si das un paso, te quieren pisar.



Se perfila un pluralismo agresivo que socava la capacidad de decisión de los regímenes democráticos

Súmense a ello los efectos de la digitalización del espacio público. Los líderes políticos ya pueden dirigirse a los votantes sin mediación alguna, lo que presta a nuestras democracias una tonalidad plebiscitaria que contrasta con la creciente fragmentación partidista: el disenso agresivo que domina la campaña electoral permanente complica los consensos parlamentarios. Y si la estrategia comunicativa de los partidos se dirige a excitar las emociones de los votantes, estos convierten la polarización en un entretenimiento gratuito vía smartphone. Invocar la verdad tampoco sirve de mucho: hemos dejado de creer en ella o, mejor dicho, solo creemos en la nuestra. ¿Qué infalible autoridad podría convencernos de lo contrario? Para colmo, cualquier causa dispone de su experto. Se perfila así un pluralismo agresivo que, si bien satisface las necesidades expresivas de los distintos grupos sociales, socava la capacidad de decisión de los regímenes democráticos.

Vaya por delante que el exceso de democracia es preferible a la ausencia de democracia. ¡Faltaría más! Pero una democracia incapaz de tomar decisiones eficaces puede ver mermada su legitimidad. Es entonces cuando aparece la tentación decisionista: la promesa de acabar con la cháchara democrática dando un puñetazo en la mesa. No será fácil revertir este proceso. Pero intentemos, al menos, acertar con el diagnóstico: ya que no podemos decidir, al menos comprendamos.

 y ver






























   


domingo, 30 de diciembre de 2018

El imposible liberalismo español

El imposible liberalismo español
Ignacio Sánchez-Cuenca  

Resulta extraño que en España no haya un verdadero partido liberal, es decir, una fuerza política que defienda la economía de mercado, la globalización, la meritocracia, los derechos y libertades individuales, partidario de un gobierno limitado, y comprometido hasta el final con la democracia representativa. Ha habido varios intentos a lo largo del periodo democrático, pero todos han fracasado: así ocurrió, por ejemplo, con el Centro Democrático y Social de Adolfo Suárez y con el Partido Reformista Democrático (operación Roca) en los años ochenta; y ha vuelto a ocurrir con Unión, Progreso y Democracia (UPyD) y Ciudadanos en los tiempos más recientes.
Un partido liberal contribuiría a enriquecer el debate público y, además, podría ser decisivo para formar coalición ya fuera con los conservadores, ya fuera con los socialdemócratas, ejerciendo así de fuerza moderadora y centrípeta.
Los liberales españoles constituyen una familia ideológica de tamaño muy respetable que, sin embargo, está huérfana de representación. A pesar de que un buen número de personas se definan a sí mismas como liberales, no hay un partido que represente sus ideas.
Cuando el CIS pregunta por la ideología no en la tradicional escala numérica (de 1 a 10), sino mediante grandes familias políticas, la posición dominante está en la izquierda: según el barómetro de julio del 2018, quienes se definen “progresistas”, “socialdemócratas”, “socialistas” o “comunistas” suman un 35,7 por ciento del total. Quienes se ven a sí mismos como “conservadores” son solamente un 11,7 por ciento. Y, a muy poca distancia, el siguiente grupo en importancia son los “liberales”, con un 10,6 por ciento. El liberalismo es especialmente fuerte entre la gente más joven, alcanza un 17 por ciento de apoyo en el grupo de edad comprendido entre los 18 y los 34 años.
Teniendo la ideología liberal un apoyo tan notable, ¿cómo es posible que en España no haya un partido liberal? Algunos dirán que la pregunta es capciosa, que ya existe un partido así, al que además las encuestan le ­auguran un brillante ­futuro, con porcentajes de voto por encima del 20 por ciento: Ciudadanos. Sin embargo, considerar que Ciudadanos, en estos momentos, sea un partido liberal resulta una opinión cuestionable.
Tanto UPyD como Ciudadanos tenían opciones excelentes para romper el bipartidismo imperfecto de PSOE y PP ofreciéndose ante la ciudadanía como partidos liberales críticos con la corrupción del sistema, la concentración de poder económico y los obstáculos a la competencia. Su liberalismo, no obstante, pronto se vio engullido por una pulsión nacionalista muy potente. La exaltación de la nación española, así como la defensa de un modelo territorial centralista y uniformizador, se llevó por delante el credo liberal.
En el caso de UPyD, su toma de posición más reconocible fue la oposición frontal al intento del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero de acelerar el final de ETA mediante un proceso de paz. Dicha oposición les llevó a posturas cada vez más intransigentes y cerriles. Cuanto más débil estaba ETA, más duro (y delirante) se volvía el discurso de UPyD, metiendo en el mismo saco a ETA y al nacionalismo democrático vasco.
Algo similar ha sucedido con Ciudadanos: en sus primeros tiempos se presentó como un partido liberal que podía entenderse en cuestiones socioeconómicas con PP y PSOE. Pero en muy poco tiempo el perfil liberal ha quedado sepultado por un nacionalismo español intolerante y excluyente que supone la negación de los valores liberales más básicos. Ciudadanos ha adoptado un discurso extremista, basado en la confrontación entre los nacionalismos español y catalán. La insistencia en referirse a los líderes independentistas como “golpistas”, el deseo de aplicar de nuevo el 155 (ahora con máxima dureza), la propuesta de ilegalizar partidos políticos (como la CUP) y la retórica joseantoniana de Albert Rivera que tapa los conflictos (generacionales, de clase, de género, ideológicos) con la exaltación de la nación española aleja por completo a Ciudadanos de las coordenadas liberales.
Que Rivera haya calificado el encuentro entre los presidentes Sánchez y Torra como una “humillación” al pueblo español es la confirmación definitiva de que el liberalismo inicial de Ciu­dadanos era una mera fachada.
No sorprende que la opinión pública haya ido situando a Ciudadanos en posiciones cada vez más derechistas. Como han mostrado algunos colegas académicos (José Fernández Albertos, Lluís Orriols), Ciudadanos es el partido que más ha variado ideológicamente en estos últimos años, moviéndose dos puntos hacia la derecha (en la escala 1-10) entre el 2015 y el 2018. Esa derechización es consecuencia directa del nacionalismo primario que se ha adueñado de su discurso político.
El liberalismo es ante todo tolerancia, defensa radical de las libertades, protección de las minorías y gobierno basado en el consentimiento popular. En este sentido, la incoherencia del liberalismo español es manifiesta: los principios liberales sólo son aplicables a la nación española. Por mucho que se recubra de apelaciones a los derechos ciudadanos, al orden constitucional y a la integración europea, la pulsión intolerante del nacionalismo español es radicalmente incompatible con las esencias del liberalismo clásico.
Lo más sorprendente es que la recusación de los nacionalismos vasco y catalán por parte del nacionalismo español se haga en nombre del “antinacionalismo”. Una contradicción de este calibre sólo es posible por la burbuja intelectual que se ha creado en torno al nacionalismo en España.
Visto desde fuera, el debate público sobre la cuestión nacional produce sonrojo, por la pobreza de los argumentos y su simplismo grosero. Pero como no estamos fuera, sino dentro, sólo cabe insistir y llamar la atención sobre las consecuencias deletéreas que el nacionalismo español ha ­tenido sobre el ­libe­ralismo. Seguimos siendo un país huérfano de ­liberalismo.
En sus inicios, Ciudadanos atrajo a élites muy valiosas que parecían creer en un proyecto genuinamente liberal. Economistas, juristas, politólogos, altos funcionarios, ex cargos públicos de anteriores etapas de gobierno, se unieron en torno a un proyecto regeneracionista que prometía toda clase de reformas institucionales que aproximarían España a Eldorado danés y nos alejarían definitivamente del infierno bolivariano. Ahora no se les oye. No sabemos si están avergonzados del partido que ellos contribuyeron a lanzar o si han sido también absorbidos por el torbellino nacionalista.

sábado, 29 de diciembre de 2018

Patriotismo constitucional y derecho a la fragilidad .


El deber de unas instituciones realmente democráticas es el de eximir a sus ciudadanos de la obligación de ser héroes
Patriotismo constitucional y derecho a la fragilidad

Cuarto Poder


Roberto Scarpinato, nacido en 1952, es hoy fiscal general del Tribunal de Apelación de Palermo. Pupilo de los malogrados Falcone y Borsellino, él mismo amenazado de muerte por la mafia, ha dedicado toda su vida profesional a explorar y combatir las complicidades orgánicas entre el crimen organizado y el Estado, complicidades que reconstruyó minuciosamente en Il ritorno del Principe (“El retorno del Príncipe”), obra publicada en 2008 en Italia y silenciada por todos -políticos y periodistas- en una especie de omertá cultural muy reveladora. En una larga entrevista que le hizo en francés Anna Rizello en 2012, recogida en la obra de título Le dernier des juges (“El último de los jueces”), Scarpinato explicaba por qué se había hecho juez y cuál debía ser, en su opinión, el cometido de los Tribunales: “Paradójicamente” -decía- “las instituciones deberían garantizar el derecho a la fragilidad de los individuos, el derecho, en suma, a no renunciar a su propia humanidad”.No es difícil entender la apuesta del valiente juez anti-mafia. El “derecho individual a la fragilidad” implica dos principios asociados. El primero es el de que ningún Estado democrático puede apoyar su legitimidad y estabilidad en el heroísmo privado de sus ciudadanos; el de que no puede fundar su existencia en la convicción de que sus ciudadanos, obligados a elegir entre el bien y el mal, se inclinarán una y otra vez, como ángeles descarnados, por la opción más moral. Scarpinato describe Italia como “el país más moral del mundo” porque en él sus habitantes tienen que estar escogiendo en cada momento -en todo momento- entre la virtud y el vicio o, si se prefiere, entre el heroísmo y el colaboracionismo. El deber de unas instituciones realmente democráticas es el de eximir a sus ciudadanos de la obligación de ser héroes, el de garantizar su derecho a ser normalmente débiles, normalmente cobardes, normalmente egoístas, sin que su debilidad, su cobardía y su egoísmo les condene a quebrantar la ley para salvar la vida. El Derecho y la democracia están hechos -deben estar hechos- para proteger la normal vulnerabilidad del hombre normal. La existencia de grandes héroes sin laureles, como la existencia de pequeños bellacos sin maldad, refleja el estrepitoso fracaso del Estado y su connivencia estructural con la injusticia y la desigualdad.
Porque este es el segundo principio sin el cual no hay ningún posible “derecho a la fragilidad”. Para garantizar el derecho de los ciudadanos a ser normalmente cobardes y débiles, el Estado debe garantizar las condiciones en las que sea materialmente factible no convertir la vida cotidiana en una gesta moral; es decir, el Estado debe combatir al mismo tiempo el crimen organizado y las desigualdades sociales.
Cuando el Estado, como es el caso de Italia, se enreda promiscuamente en los mimbres mafiosos, su élites corruptas corrompen necesariamente, de arriba abajo, todo el entramado institucional y, peor aún, todo el entramado social. En una reciente conferencia muy recomendable, Scarpinato documenta esta relación de proporcionalidad directa entre los crímenes impunes de los grandes y los crímenes penados de los pequeños, entre la grandilocuencia de la legalidad formal y la sordidez selectiva de la legalidad real, entre la corrupción, el capitalismo global y la desigualdad, tanto en términos económicos cuanto -deriva inevitable- jurídicos y penales. No es una casualidad -dice Scarpinato- que en los países nórdicos, mucho más igualitarios, más de un 80% de la población tenga confianza en la Justicia; ni que ese porcentaje descienda vertiginosamente a un 36% en Italia, a un 13% en Bulgaria y a un nihilista 3% en México. Scarpinato no ofrece datos para España, pero mucho me temo que andaremos mucho más cerca de Italia que de Noruega.
 En la conferencia citada, Scarpinato defiende con entusiasmo y sin esperanza el “patriotismo constitucional” y lo hace evocando la intervención del diputado Piero Calamandrei en la sesión de la Asamblea Constituyente del siete de marzo de 1947. Vale la pena reproducir parte de la pieza, tan chocante y hermosa para un español de mi edad y tan incomprensible y escandalosa para nuestros sedicentes “constitucionalistas” patrios. Dice Calamandrei en el acto de fundar la República social italiana: “Creo que nuestros descendientes sentirán más que nosotros, dentro de un siglo, que de nuestra Constituyente nació realmente una nueva historia: y se imaginarán que en nuestra Asamblea, mientras se discutía de la nueva Constitución republicana, sentados en estos escaños no estábamos nosotros, hombre efímeros cuyos nombres serán borrados y olvidados, sino todo un pueblo de muertos, esos muertos que nosotros conocemos uno a uno, caídos en nuestras filas, en las prisiones y en los patíbulos, en montes y llanuras, en las estepas rusas y en las arenas africanas, en mares y desiertos, desde Matteotti a Rosselli, desde Amendola a Gramsci, hasta nuestros muchachos partisanos. […] Ellos murieron sin retórica, sin grandes frases, con simplicidad, como si se tratase de un trabajo cotidiano que cumplir: el gran trabajo necesario para devolver a Italia la libertad y la dignidad. (…) A nosotros nos corresponde una tarea cien veces más llevadera: la de traducir en leyes claras, estables y honestas su sueño de una sociedad más justa y más humana, el sueño de una solidaridad que una a todos los hombres en esta obra de erradicar el dolor. Bastante poco, en realidad, piden nuestros muertos. No debemos traicionarlos”.
Es muy bonito que un alto magistrado invoque este discurso fundacional y no sólo lo defienda en su práctica profesional sino que esté dispuesto incluso a dar la vida por defenderlo. A tenor de esta cita puede entenderse muy bien lo que Scarpinato concibe como “patriotismo constitucional”; así como no puede dejar de entenderse su sombrío pesimismo y su desconsuelo. Combinando los datos que aporta en la mencionada conferencia sobre la relación entre corrupción, desigualdad y derecho, su defensa del “derecho a la fragilidad” como condición de la democracia y esta memoria viva de los muertos que “votaron” luchando por la justicia y la igualdad, no puede extrañar la conclusión lapidaria que el juez siciliano resume en Il ritorno del Principe: “El poder no está en el consejo municipal de Palermo. El poder no está en el Parlamento de la República. El poder está siempre en otro sitio. El Estado es para mí la Constitución y la Constitución ya no existe”. Scarpinato es un patriota constitucional al que han arrebatado la patria.
En España, es evidente, los sedicentes “constitucionalistas” defienden un acto fundacional muy diferente: acto de desmemoria entre vivos que proyecta su larga sombra sobre nuestra crisis presente. Pero la tesis de -por ejemplo- el jurista Pérez Royo es muy semejante en sus conclusiones a la del juez Scarpinato: la Constitución española del 78, redactada por vivos olvidadizos y no por muertos resucitados, tampoco existe ya; la han matado los que la nombran sin parar. Incluso con todas sus limitaciones y pecados originales, podía haber dado mucho más de sí, sobre todo en términos socio-económicos, pero también a la hora de afrontar los retos territoriales pendientes. En Italia la Constitución antifascista del 47 la mató la convergencia hepática entre el Estado, la mafia y el neoliberalismo; en España la Constitución postfranquista de 1978 la ha asesinado la connivencia no menos intestinal entre el Estado, el franquismo y el neoliberalismo. La única manera de conservarla -la Constitución del 78- sería reformarla; pero no hay un solo reformista entre los sedicentes “constitucionalistas”: todos son elitistas radicales antipatriotas que prefieren la violencia, venga de donde venga, la suya propia y la del “enemigo”, antes que un poco (¡un poco!) de justicia, democracia y Constitución.
Fuente: http://www.cuartopoder.es/ideas/2018/12/23/patriotismo-constitucional-y-derecho-a-la-fragilidad/

jueves, 27 de diciembre de 2018

Mito, realidad y actualidad de la leyenda negra.


Mito, realidad y actualidad de la leyenda negra



Ha escrito recientemente Richard L. Kagan, profesor de la universidad Johns Hopkins, contradiciendo a Elvira Roca, que la Leyenda Negra ha desaparecido casi del todo. En realidad solo pervive en la propia imaginación de los españoles debido a una serie de motivos internos.De hecho, desde mediados del siglo XX hay una amplísima simpatía en universidades europeas y americanas hacia la civilización hispánica. Morel Fatio,(1) maestro de Marcel Bataillón, escribió que a España se le debía amar por haber cerrado el paso a los árabes, por haber salvado a la cristiandad en Lepanto y por haber implantado la civilización europea en el Nuevo Mundo. Sus palabras resultan desmedidas pero lo cierto es que tras él llegó un amplio grupo de historiadores europeos que se apasionaron con la historia del Imperio Habsburgo, creando cátedras de estudios Hispánicos en diversas universidades europeas y americanas. Entre los grandes hispanistas europeos contemporáneos no podemos dejar de citar a franceses como Pierre Vilar, Marcel Bataillón, Pierre Chaunu, Fernand Braudel, Bartolomé Bennassar, Joseph Pérez o Bernard Lavallé. Ingleses, como John Elliott, John Lynch, Hugh Thomas, Paul Preston, Trevor Dadson. Alemanes como Georg Friederici, Richard Konetzke, Horts Pietschmann, Karl Kout o Michael Zeuske. Y estadounidenses como Carlos Lummis, Lewis Hanke, Stuart Schwartz o Stanley G. Payne. Tampoco faltan hispanistas búlgaros –Tzvtan Todorov-, húngaros –Adam Szászdi-, polacos –Josef Opatrný, suecos -Magnus Mörner- e inluso isaraelíes -Tzvi Medin o Benzion Netanyahu-; son sólo algunos ejemplos. El historiador francés Pierre Chaunu escribió hace ya varias décadas: No se puede pensar sobre España sin amarla, no se puede estudiar el pasado de España sin interpretarlo… No disimulamos nuestra simpatía.
En pleno siglo XXI, la temática de la Leyenda Negra vive un nuevo resurgir, pero no parte de las potencias opositoras al imperio hegemónico, como en el siglo XVI, sino de algunos intelectuales españoles. Éxitos sorprendentes como Imperiofobia y Leyenda Negra de María Elvira Roca Barea y otros que han proliferado a su sombra. Y aunque Richard L. Kagan afirma no tener respuesta para este resurgir la explicación parece clara: se trata de un instrumento político para reforzar la conciencia nacional española en un momento en que la unidad del Estado está cuestionada.
Durante demasiado tiempo una parte importante de la historiografía española se ha empeñado tozudamente en negar la crudeza de las campañas militares del imperio en vez de negar la Leyenda Negra. Obviamente, los españoles ni inventaron las guerras de conquista, ni desgraciadamente fueron los últimos en perpetrarlas. La destrucción del más débil a manos del más fuerte ha sido una práctica recurrente desde la aparición de la civilización hasta pleno siglo XXI. Las consecuencias del posicionamiento de los que aludían a la Leyenda Negra, para en realidad defender la Leyenda Blanca, ha sido acallar cualquier crítica al pasado; fuimos maravillosos, y cualquier cosa negativa que se pueda decir es fruto de la Leyenda Negra. Y sin la posibilidad de crítica la ciencia histórica pierde todo su sentido.
Ya hace casi medio siglo que Ángel Losada advirtió que la única vía para replicar la Leyenda negra era asumir las verdades que contiene y contextualizarlas, para de esta forma demostrar que los españoles actuaron igual que otros pueblos europeos en la Edad Moderna. En mi opinión ésta es la clave. La Leyenda Negra solo desaparecerá del todo cuando todos reconozcamos sin problemas los excesos que realmente se produjeron en el sometimiento del Nuevo Mundo. No se trata de acusar a los españoles de los males pasados y presentes de Hispanoamérica, ni tampoco de disimular o ablandar con falsos discursos lo que allí ocurrió. ¿Qué potencia colonial a lo largo de la Historia no ha practicado la guerra a sangre y fuego? La historia de la humanidad es por desgracia la crónica de la imposición del más fuerte sobre el más débil. Y esta percepción no es nueva, ya en el siglo I a. C. el historiador griego Dionisio de Halicarnaso aseguro que esta dinámica constituía una ley de la naturaleza que nada ni nadie podría cambiar. Y es que la guerra ha sido una constante en la historia de la humanidad, pues prácticamente todas las sociedades han compartido esa alternancia entre la guerra y la paz. En este sentido ha llegado a escribir Robert Ardrey, con grandes dosis de pesimismo, que el hombre se diferenció del chimpancé cuando durante miles de años de evolución hizo del hecho de matar una profesión. Y es que paradójicamente, como escribió Michael Nicholson, la guerra es una actividad genuinamente humana, una de las ocupaciones favoritas de la humanidad. Efectivamente, a lo largo de la historia han existido multitud de personas que han sostenido que las guerras eran tan inevitables como necesarias. Por poner un ejemplo concreto, el escritor del Siglo de Oro Francisco de Quevedo, sostenía que la guerra era inexcusable para conseguir la paz y de paso frenar la soberbia de los turcos y extirpar la idolatría de los indios. Y aunque obviamente no estamos en absoluto de acuerdo con este determinismo lo cierto es que encontramos enfrentamientos bélicos desde la misma Prehistoria. De hecho, se han localizado pinturas rupestres del Mesolítico, con más de quince mil años de antigüedad en las que se pueden observar pequeños grupos tribales en pleno combate arrojándose flechas. Pero sin salir del continente americano, los taínos, procedentes del continente y mucho más evolucionados, habían irrumpido siglos atrás en las Antillas Mayores, arrinconando a los macorises y siboneyes hasta convertirlos en residuales. Estos vivían de la caza y la recolección en un estadío casi paleolítico y quedaron al borde de su extinción. Cuando los españoles llegaron a las Antillas exterminaron a los taínos en medio siglo, pero a su vez estos estaban comenzando a ser desplazados en determinadas áreas por los belicosos caribes que estaban en proceso de expansión, afectando particularmente a la isla de Puerto Rico.
Como ha escrito Ricardo García Cárcel no se puede estar a favor ni en contra de la Leyenda Negra porque como su propio nombre indica no se trata más que de eso, es decir, de leyenda. Tanto la Leyenda Negra como la Blanca parten de la manipulación de datos y abocan a conclusiones parciales y tendenciosas que no son más, como decía Moreno Fraginals, que una sola gran mentira.

Para saber más:

GARCÍA CÁRCEL, Ricardo: La Leyenda Negra. Madrid, Alianza Universidad, 1992.
----- El demonio del Sur. La Leyenda Negra de Felipe II. Madrid, Cátedra, 2017.
KAGAN, Richard L.: “¿Por qué la Leyenda Negra? ¿Por qué ahora?, Cuadernos de Historia Moderna N. 43 (1), 2018.
MIRA CABALLOS, Esteban: Mito, realidad y actualidad de la Leyenda Negra (en preparación).
MOLINA MARTÍNEZ, Miguel: “La leyenda negra revisitada: la polémica continúa”, Revista Hispanoamericana. Revista Digital de la Real Academia Hispano-Americana de Ciencias, Artes y Letras Nº 2, 2012. Disponible en http://revista.raha.es/ (Fecha de consulta 31-5-2018).
RODRÍGUEZ PÉREZ, Yolanda y SÁNCHEZ JIMÉNEZ, Antonio (edis.): España ante sus críticos: las claves de la leyenda negra. Madrid, Iberoamericana, 2015.
VILLAVERDE RICO, María José y Francisco CASTILLA URBANO: La sombra de la leyenda negra, María José Villaverde Rico y Francisco Castilla Urbano (Dirs.), Madrid, Tecnos, 2016



 Nota (1)  del blog .- La obra de Morel Fatio es tan portentosa , como olvidada y poco traducida  https://es.wikipedia.org/wiki/Alfred_Morel-Fatio

miércoles, 26 de diciembre de 2018

La posibilidad del fascismo.




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Entrevista al historiador Ugo Palheta

"Nuestro tiempo no es inmune al cáncer fascista"

Contretemps


En el libro “La posibilidad del fascismo”, escribes: “este texto tiene como objetivo provocar un debate acerca de nuestra situación actual.” ¿Podrías explicarnos a qué te refieres con esa frase?
El deseo de escribir este libro está radicado tanto en una insatisfacción intelectual como en el sentimiento de que estamos viviendo un momento histórico cuya naturaleza extremadamente preocupante y peligrosa no parece ser tomada en serio.
Existe, me parece, una paradoja bastante extraña. Por toda una serie de razones analizadas en el libro, surgió una amenaza fascista de un nuevo tipo, desde la década de 1980 en Francia (también en otros países aunque en fechas diferentes)y se ha desarrollado desde entonces, pero, a medida que aumenta el peligro, la sensibilidad ante el peligro parece debilitarse.
En 2002, Jean-Marie Le Pen obtuvo el 18% en la 2 ª ronda de la elección presidencial y millones de personas se manifestaban contra la extrema derecha; en 2017, mientras Marine Le Pen obtiene el 34% en la segunda ronda, y no vimos casi ninguna movilización callejera, ni tampoco reacciones públicas importantes, incluidos a los intelectuales.
La paradoja va más allá: tengo la sensación de que nos hemos acostumbrado a la idea a que la extrema derecha este progresando en las elecciones y que esto se percibe falsamente como inexorable. Se han trivializado sus “ideas” que se difunden en el campo político-mediático y ya están arraigadas en el cuerpo social, Sin embargo la posibilidad que la extrema derecha termine conquistando el poder político(sola o en forma de alianza) no se toma en serio.
Pero esto no es una hipótesis abstracta. En Europa está Italia (donde la Lega, está en el gobierno) y en Austria, pero también hay otros casos en el mundo: en India, en Israel y en Brasil con la victoria electoral de un candidato fascista en la primera potencia económica de América Latina.
La creencia que la extrema derecha contemporánea no podría conquistar el poder se ha vuelto insostenible. Otra forma de eludir el peligro fascista es afirmar que esta extrema derecha no tiene nada de “fascista”. Otros no quieren reconocer la amenaza fascista afirmando que las “ideas” fascistas ya estarían gobernando.
En realidad los partidos de derecha están utilizando la retórica ultra y racista de la extrema derecha para implementando medidas reaccionarias porque hay una complicidad entre las élites políticas ante la posible llegada de los regímenes neofascistas.
Por lo tanto, desde este punto de vista, el libro es una llamada de atención. Pretende demostrar la urgencia de combatir el fascismo de manera frontal. Tanto en sus formas organizadas como las políticas que lo alimentan.
Me refiero a las políticas neoliberales, al endurecimiento autoritario de los estados y al auge del racismo y la xenofobia. Estas dos peleas están entrelazadas y uno no debería tener que elegir entre un enemigo “principal” que sería Macron, porque ya está en el poder, y un enemigo “secundario” que existiría solo como una marioneta para asustarnos.
Por el contrario, es un imperativo luchar contra el primero sin demora, porque sus políticas contribuyen en gran medida al advenimiento del fascismo. Del mismo modo, hacer retroceder a la extrema derecha es debilitar a un “enemigo ficticio” de la clase dominante, un “enemigo” cuyos éxitos se utilizan para dar un sello “progresista” a un “extremo” centro »que impulsa una radicalización neoliberal, autoritaria y racista. El espantapájaros de la extrema derecha también se utiliza para prevenir cualquier cuestionamiento real de los cimientos de un sistema en el que la explotación empresarial , el racismo estructural y la dominación patriarcal se entrelazan.
Durante mucho tiempo he estado leyendo estudios de la historia del fascismo “clásico” o los movimientos neofascistas de posguerra, investigaciones detalladas de la sociología política sobre la extrema derecha contemporánea, o elaboraciones sofisticadas en la teoría política sobre el fascismo. Pero me encontré con un panorama académico extremadamente fragmentado y muy marcado por la híper-especialización académica. En la practica este tipo de investigaciones favorecen una despolitización del análisis del fascismo porqué a menudo toma la forma de un discurso “contra el ascenso de los extremos” o “contra la violencia”.
Pocos investigadores están tratando de construir una comprensión sintética, histórica y sociológicamente armada del tipo de fenómeno político que enfrentamos actualmente en Francia y en otros países. A esto es lo que yo quería contribuir, probablemente de manera muy imperfecta dada la magnitud de la tarea.....
 SIGUE................leyendo...

martes, 25 de diciembre de 2018

Las falacias de Abascal ( Vox).


  
 Los datos para desmontar a Vox en las sobremesas navideñas

Hay muchos datos y evidencias que desmontan su discurso contra la inmigración y el feminismo. En caso de que quieras desmentir sus afirmaciones, te ofrecemos los datos y te deseamos suerte

Por María F. Sánchez   


En estos días en los que pasamos muchas horas con la familia y los amigos, en las sobremesas que se alargan más allá de lo posible, es probable que acabemos hablando de actualidad política. El terreno es seguro pantanoso, pero la conversación es prácticamente inevitable. Probablemente toque hablar de Vox porque, aunque solo ha conquistado un 10% de los votos en Andalucía, su irrupción en un parlamento autonómico ha hecho saltar alarmas por sus ideas incendiarias, abiertamente discriminatorias y contrarias a los Derechos Humanos.

En esta conversación puede que nos llevemos alguna desagradable sorpresa –o quizás no tan sorpresa–. Quizás coincidamos con personas seducidas por las propuestas de Santiago Abascal y compañía, y decidan defender sus ideas. Ocurre, sin embargo, que el discurso de Vox está construido sobre falsedades y mentiras. Hay muchos datos y evidencias que desmontan su discurso contra la inmigración y el feminismo. En caso de que quieras realizar la labor tan encomiable de desmentir sus afirmaciones, te ofrecemos los datos y te deseamos suerte.



1. “Un país tiene que tener fronteras, al contrario de lo que ha venido diciendo Mariano Rajoy de que todos podemos circular libremente. Las alambradas, que sean sustituidas por muros”, Santiago Abascal.




La idea de “invasión” a España por inmigrantes de fuera de Europa es una de las ideas más defendidas por el partido de Santiago Abascal. Sin embargo, no se sostiene. En España hay 46 millones de personas, de las cuales solo cerca del 10% son extranjeros, según los últimos datos disponibles del Instituto Nacional de Estadística (INE). El porcentaje aún se puede desglosar más: el 37,7% proviene de la Unión Europea, mientras que un 59,5% no es comunitario.

En esta frase Abascal se refiere, por un lado, a suspender el espacio Schengen, que supone la libre circulación de ciudadanos en Europa, que no depende ni de Rajoy ni de ningún Gobierno. Por otro lado, las alambradas de las que habla el líder de Vox ya son dobles o triples en algunos lugares y están reforzadas con concertinas. España en realidad incumple la normativa internacional al practicar las “devoluciones en caliente”, que significan expulsar al migrante negándole de inmediato el derecho a pedir asilo.

En cuanto a los muros, hoy en día hay 65 erigidos o en proceso de construcción en todo el mundo. Según expertos como Elisabeth Vallet, politóloga y geógrafa de la Universidad de Quebec en Montreal (Canadá) estas experiencias demuestran que los muros terminan finalmente por crear cuellos de botella que canalizan los flujos de emigrantes hacia determinados países, que sufrirán un desborde. Además, de esta manera no se frena la necesidad de migrar, sino que los migrantes recurren a traficantes para poder viajar y se crean cada vez rutas más peligrosas y más violentas.

2. “Que nuestras abuelas puedan caminar por la calle sin que un delincuente español o extranjero, mayoritariamente son extranjeros, le tire del bolso”, Santiago Abascal.

La criminalización de las personas que migran a nuestro país es una constante de Vox. Santiago Abascal desliza, en frases como esta, que los extranjeros cometen más delitos y es rotundamente falso. Según los datos del INE de 2017, el 77% de los condenados por delitos fueron españoles. Del 23% restante, un tercio eran extranjeros de países de la Unión Europea.

De cualquier manera, España es uno de los países más seguros, con las tasas de asesinato más bajas no solo de la Unión Europea, sino del mundo. Por homicidio muere el 0,7 de casa 100.000 habitantes en nuestro país. Estamos muy por debajo de la media mundial, que asciende a 5,3%.

3. “Hay muchos españoles en paro a los que no les llegan las ayudas que sí alcanza a la inmigración, porque las instituciones públicas dice que ellos sí tienen arraigo”, Santiago Abascal.

También es falso. Amnistía Internacional recuerda que “las personas inmigrantes no acaparan las ayudas sociales”. Según apunta la ONG, el acceso a los servicios sociales es un derecho reconocido en todos los ámbitos administrativos –autonómico, estatal y europeo– y se rige por un mismo criterio: la situación socieconómica personal o familiar, no la nacionalidad española.

Pese a que los inmigrantes tienen una elevada tasa de pobreza, el uso por personas que hacen del Sistema Integrado de Usuarios de Servicios Sociales no pasa del 12,5%. Al ser una población mayoritariamente joven, apenas representan el 1% de las personas beneficiarias de pensiones en España –y de este mínimo porcentaje más de la mitad proceden de la UE– y tampoco “saturan” la Sanidad.

Además, numerosos estudios han demostrado que la inmigración es beneficiosa para la economía. En concreto, un estudio de La Caixa de 2011 – en plena crisis y cuando el porcentaje de habitantes de España nacidos en el extranjero ya había superado el 10%– reveló que los inmigrantes aportaban a la economía más de lo que recibían.

4. “Cualquiera pueda elegir el sitio del mundo en el que vive, es decir, que puede venir a España, que es un país que cuando ha emigrado lo ha hecho con orden y concierto.[Pero ahora se quiere que cualquiera] pueda venir a España con desorden y concierto y que tengamos que aceptarlo”, Santiago Abascal.

Tampoco es cierto que los españoles emigraran “con orden y concierto”, o al menos es una afirmación engañosa. Según los registros de la dictadura, dos millones de personas partieron sin contrato de trabajo a otros países y el 80% eran analfabetos. Desconocían donde se situaba en el mapa países como Alemania o Suecia.

5. ¿Quiénes son los autores de los asesinatos de mujeres?¿Cuál es su procedencia? ¿De qué nacionalidad son? Tiene también que ver con algunos problemas culturales”, Santiago Abascal

Abascal ha llegado a decir que la mayoría de la mayoría de agresiones y asesinatos machistas son perpetrados por extranjeros, pero que el dato se oculta. Las cifras ya existen y demuestran que la mayoría de estos crímenes son cometidos por hombres de nacionalidad española. En 2017 el 66,7% de los asesinatos fueron cometidos por españoles, en 2016 el 65,3% fueron también cometidos por nacionales y en 2015 fueron un 73,3%.

6. “Mueren 30 hombres al año, pero estas cifras no se dan desde 2005. No se refleja esa estadística”, Rocío Monasterio.

Vox considera que hay que abolir la ley de violencia de género y, para argumentarlo, se basa en datos que son falsos. Además, dice que no hay estadísticas sobre ello, cuando el Consejo General del Poder Judicial realiza todos los años informes que son públicos. Los últimos datos son del año 2016: en el ámbito de la violencia doméstica murieron 38 mujeres frente a 10 hombres. De estos 10, al menos 3 fueron asesinados por otros hombres.

Otra de las afirmaciones que defiende Vox es que las memorias de la Fiscalía General no recogen un porcentaje de denuncias falsas por violencia de género, que supuestamente es muy alto. Esa afirmación se sustenta en ninguna estadística oficial. En 2017 la Fiscalía recogió que había habido un porcentaje de 0,078% (96) de condenas por denuncia falsa frente a las 1.222.172 (136) denuncias interpuestas desde 2009. Si sumamos los casos que todavía están bajo investigación, se llega hasta el 0,1%.







lunes, 24 de diciembre de 2018

La España encabronada


Navidad en la España encabronada
 Antón Losada 

El diario .es
No hay nada que encabrone más a la España encabronada que ver cómo no se cumplen sus profecías
Se quedan sin calificativos en la España encabronada. Si el odio cotizara en Bolsa habría periódicos, radios y televisiones que ya habrían multiplicado por mil su valor. No hay nada que encabrone más a la España encabronada que ver cómo no se cumplen sus profecías. Habían anunciado un Armagedón en Catalunya el 21D, seguros como estaban que la Catalunya encabronada no les iba a fallar e iba a haber más violencia que en una película de Nicolas Cage. Pero ya no se puede confiar en los independentistas ni para eso. Hubo reunión presidencial, consejo de ministros y manifestaciones y protestas como en cualquier país normal, como si fueran posibles una España y una Catalunya desencabronadas.


Imagínense a la pobre Inés Arrimadas no sabiendo qué hacer con su querella preventiva contra las monstruosidades que se iba a perpetrar el 21D, o a Pablo Casado, máster en psiquiatría avanzada por UESC (Universidad Española de Su Casa) teniendo que explicarnos de nuevo cómo se puede llamar desequilibrado a alguien sin insultarlo mientras se le ve hablando tranquilamente. La gente normal reaccionaría callándose o incluso rectificando. Pero el español encabronado solo constata nuevas evidencias que le reafirman en su encabrone. No hubo sangre en Barcelona porque ahora mandan los CDR en Catalunya, proclamó Arrimadas; el desequilibrio ahora está en Moncloa, el verdadero centro de mando del independentismo; concluyó Casado; la complejidad es de cobardes.


A falta de hazañas bélicas con que indignarse, la España encabronada ha elevado a los altares a un mosso que le espetó a un manifestante que "la república no existe, idiota ". Lo cual plantea la interesante cuestión de qué hacía allí el mosso si la república no existe; al menos el chaval sabía por qué estaba allí. En este relato encabronado de España hablar es humillarse, negociar es traicionar y acordar es rendirse; y el español ni habla, ni negocia, ni acuerda, porque ser español es lo más grande que hay y con eso ya está todo dicho. Y quien no lo entienda, no es español; por lo tanto, se merece todo cuanto le pase y más.

No van a ser unas navidades fáciles para la España encabronada. A esa dramática estampa de familias divididas que ya no pueden hablar de política, como curiosamente sucede siempre que la derecha no está en el poder, cazadores abatidos por jaurías de animalistas enfurecidos, toreros con el rabo cortado por salvajes antitaurinos, caballeros españoles violentados por ejércitos de feminazis y migrantes matando carneros en los descansillos, ha de sumarse la tristeza de ver cómo Pedro Sánchez come el turrón en la Moncloa y aún habrá que esperar para darle su merecido. Menos mal que el Real Madrid se ha vuelto a hacer con el Mundialito ante el poderosísimo y legendario Al Ain Football Club. Aún podemos desencabronarlos. Bo nadal. 


¡Felices navidades !