sábado, 19 de noviembre de 2016

La larga edad oscura norteamericana.

 
 Trump, crisis neoliberal y el fantasma de la derecha extrema

Página/12

 

El mismo martes de las elecciones en Estados Unidos, cuando todavía no se sabía del triunfo de Donald Trump, me compré, en una librería cordobesa, un libro que me llamó la atención por su título: Edad oscura americana, la fase final del imperio, escrito por un profesor retirado de la enseñanza universitaria llamado Morris Berman.(1) Algo en él, tal vez su título con resabios apocalípticos, me atrajo y, no más comenzar su lectura, me encontré con un notable análisis de la sociedad estadounidense y lo que para el autor representaba la travesía de esa nación hacia su decadencia. Había sido escrito en los años posteriores al 11/9 y en pleno segundo gobierno de George Bush, su potencia anticipatoria no dejó de inquietarme. Al caer el día de ese martes 8 se esparció globalmente la noticia, sorprendente para la inmensa mayoría, del triunfo del magnate de la torre neoyorquina y de la retórica cloacal de la misoginia, el nacionalismo anacrónico del sueño imperial, el racismo y la xenofobia centrada en los latinos y los musulmanes pero que irradia sobre todo tipo de minorías raciales, sexuales, nacionales y religiosas que conforman el complejo mosaico de Estados Unidos.

Estupor, incredulidad, preocupación, rechazo fueron algunas de las manifestaciones sobre todo de los grandes medios de comunicación globales y del establishment financiero internacional que habían apostado decididamente por Hillary Clinton, la candidata del proyecto de expansión neoliberal. Un outsider de la política, un personaje que parece salido de una caricatura de baja calidad, un fanfarrón que heredó los millones de su padre y que está seguro, como una inmensa mayoría de los estadounidenses, que América es el centro del universo y la nación especialmente elegida por Dios para gobernar el planeta (siempre recuerdo una encuesta hecha por Gallup hace unos años en la que el 97 por ciento de los habitantes del imperio no sólo se declaraban creyentes sino que además estaban convencidos de que Dios los había elegido a cada uno en particular). Pero dejemos estos notables rasgos de la cultura del país de Lincoln, rasgos que se asocian al otro apabullante culto del alma estadounidense: la fetichización del dinero y del triunfo personal que sólo alcanza su concreción a través del éxito económico.

Trump supo leer el resentimiento que recorre el núcleo profundo de la clase media baja blanca, los ex trabajadores industriales que se quedaron sin industrias cuando éstas, siguiendo las necesidades del capital de buscar países y geografías de bajos salarios, inexistentes leyes laborales y segura rentabilidad, abandonaron las ciudades estadounidenses dejando un tendal de desocupados y generalizando la baja de los salarios que, desde la época de Reagan –el comienzo del giro neoliberal y del fin del Estado de Bienestar–, vienen profundizando su caída libre. Los antiguos trabajadores blancos ya no sólo de las regiones sureñas y de los estados agrícolas del centro del país sino también de la región de las grandes industrias y de las grandes siderurgias y minas (pensemos en Pensilvania, Michigan, Ohio, Tennessee, Indiana, Iowa, Virginia occidental, entre otros estados) hace mucho tiempo que mastican su resentimiento, su oscuro malestar al saberse olvidados después de ser proclamados la base de la nación. Trump les habló a ellos, lo hizo en su lenguaje y agregándole una retórica de reality show, apeló a sus instintos y a sus afectos, se detuvo en sus prejuicios más acendrados, les recordó que ellos, “los hacedores de América”, eran desplazados por los nuevos inmigrantes que venían a amenazar su estilo de vida. Les recordó el destino de grandeza de un país elegido por Dios. Les permitió, por un instante, sentirse parte de una esperanza convertida en mito fundacional. Trump, su triunfo inesperado, también viene a expresar el declive de la hegemonía del proyecto neoliberal. El punto de inflexión que quizás anuncia la crisis, bajo la impronta de un candidato de una derecha oscura que movilizó los peores instintos discriminatorios de la masa de sus votantes, de una reorganización económica planetaria que impactó no sólo sobre las naciones periféricas ampliando la miseria, la exclusión y la concentración de la riqueza, sino que también, como ya lo señalé, erosionó la vida de un amplio sector de estadounidenses, blancos sobre todo, que fueron cayendo en una espiral de degradación y desesperanza. El triunfo de Trump debe ser leído como un golpe durísimo, por ahora en un plano imaginario, contra la financiarización del capital, contra los tratados de libre comercio, contra el despojamiento de los trabajadores manuales en nombre de la globalización y las nuevas tecnologías y como el predominio de una plutocracia que se convirtió, en las últimas tres décadas, en la acaparadora monstruosa de la mayor parte de la riqueza producida por el conjunto de la humanidad. Esto no significa, dejémoslo en claro, que Trump sea el nuevo heraldo de una lucha contra las injusticias y la desigualdad, nada de eso. El, en todo caso, supo tocar la fibra de un electorado olvidado y desangrado, supo apelar, como también lo está haciendo la extrema derecha en Europa, a valores y prácticas que les hacen creer a esas masas despojadas que ellos reconstruirán el Estado de Bienestar y recuperarán los viejos modos y valores de su nación antes de caer en la “podredumbre de inmigraciones tercermundistas”. Trump, como los franceses del Frente Nacional o los actuales conservadores ingleses liderados por Theresa May que parece, por sus promesas bienestaristas, una laborista de los míticos “treinta gloriosos años” que se convirtieron en nostalgia con la llegada de Margaret Thatcher, recogen a los millones de trabajadores abandonados y traicionados por los demócratas en Estados Unidos y por la socialdemocracia en Europa que, desde la década del ochenta, se dejaron conducir por el proyecto neoliberal. A eso hay que agregarle la profunda crisis iniciada en el 2008 y que sigue expandiéndose por el mundo. Por ahora, y para desgracia de la humanidad, las alternativas al modelo especulativo financiero vienen de la mano de retóricas de derechas nacionalistas y racistas que no presagian otra cosa que expansión de la crisis y violencia discriminatoria. Trump no tardará en mostrar ese rostro perverso de los neopopulismos reaccionarios, lejanos herederos del viejo fascismo. Así está el mundo.
Pero también, y esto no hay que dejar de señalarlo, el triunfo del Trump constituye un extraño giro en el sistema de la economía-mundo y en el núcleo del poder político neoliberal. El velo que las retóricas políticamente correctas echaban sobre una realidad malsana, la lógica del ocultamiento disfrazada de esplendor consumista y la invención de una realidad guionada por Hollywood acabaron por desgarrarse no sólo a partir del resultado electoral sino, fundamentalmente, por el contenido brutal, directo, inmisericorde de la campaña de Trump que, si utilizamos un giro lacaniano, puso en evidencia “lo real” de la sociedad contemporánea y arrojó al tacho de los desperdicios toda la impostura de lo políticamente correcto. Crisis de representación, caída en abismo de las certezas que articulaban el orden forjado, en las últimas décadas, por una ideología capaz de expandir indefinidamente su imaginario socio-cultural. Algo está crujiendo en ese orden que, paradójicamente y mientras muestra su crisis en los países centrales, reingresó en la vida de los argentinos de la mano de Mauricio Macri y sus gerentes. Trump es una nueva oscuridad (nunca una alternativa emancipatoria puede forjarse apropiándose, bajo la supuesta lógica de la “astucia de la razón”, del giro hacia la derecha nacionalista y xenófoba de la sociedad), pero es también un síntoma de un sistema impiadoso e impúdico que no hace otra cosa que lanzar al planeta hacia la barbarie y la destrucción. “Algo huele a podrido en Dinamarca”, mientras la restauración conservadora mezclada con demagogias de antiguas estirpes fascistoides parece haberle tomado el pulso a una época dominada por la expansión de la alquimia de individualismo, sociedad del espectáculo, fragmentación, malestar, resentimiento y utopía regresiva. Las derechas reaccionarias europeas se preparan para dar su propio salto hacia el poder aprovechando el impulso que ha generado la derrota del establishment financiero-político de Washington que apostó fuertemente a la continuidad representada por Hillary Clinton y que dejó al descubierto la degradación que invade a la casta política formateada desde las usinas del neoliberalismo. En todo caso, Trump puso de manifiesto el hartazgo de amplios estratos populares y de clase media ante un sistema que promete la bonanza infinita mientras acelera el derrumbe de las expectativas de esos mismos sectores. Pero también abrió las compuertas para que avance la antipolítica junto con la expansión de sentimientos forjados en los talleres del prejuicio, la discriminación, el resentimiento y la ignorancia, materias primas de los lenguajes audiovisuales que tan ingeniosamente supo utilizar y aprovechar el propio Donald Trump en sus incursiones televisivas.
Nunca tan acertada la antigua maldición china: “ojalá que vivas tiempos interesantes”. Esa es la promesa que nos ofrece la nueva realidad estadounidense: el abandono de la impostura democrática liberal entramada con la crueldad de la economía global, el descrédito de las retóricas multiculturalistas, el “retorno de los dioses dormidos” asociados a los nacionalismos de extrema derecha, la ficción de la recuperación de las utopías comunitaristas en medio de la proliferación de un capitalismo desenfrenado y la transformación del lenguaje político en una jerga vulgar y arrasadora de cualquier atisbo de acción crítica y reflexiva. Y, sin embargo, como decía el poeta, “allí donde crece el peligro también crece lo que salva”. Lo cierto es que una extraña e inesperada fisura se ha abierto en el muro del sistema. El peligro es que nos lleve hacia la oscuridad. La oportunidad es que abra otras compuertas como las que supimos abrir a medias en Sudamérica durante 15 años de desafíos a un orden global atravesado por la injusticia, la violencia y la desigualdad. Las máscaras han caído, es responsabilidad de las tradiciones emancipatorias, populares y democráticas impedir que otras, todavía más perversas, las reemplacen.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/3493-trump-crisis-neoliberal-y-el-fantasma-de-la-derecha-extrema


 (1) Nota del blog , el libro está en la red ..

 Resultado de imagen de Edad oscura americana, la fase final del imperio,




  Morris Berman (nacido en 1944), es un historiador y crítico social. Él nació en Rochester, Nueva York , va a ganar su licenciatura en matemáticas en la Universidad de Cornell en 1966 y su doctorado en la historia de la ciencia en la Universidad Johns Hopkins en 1972. Como académico humanista crítico cultural ,



 Entrevista  ...  

 


miércoles, 9 de noviembre de 2016

USA .Explosiones políticas contra el neoliberalismo global.

 Y cuando despertamos Donald Trump ya estaba allí
09/11/2016 -
La política neoliberal que ha dado la espalda a la gente y empobrecido a la clase trabajadora pierde fuelle en las urnas.
Ante eso, la ciudadanía busca alternativas útiles y honestas, pero si no las hay, si no las encuentra, el rumbo puede girar a la extrema derecha, como en EEUU.
Hay una urgencia que debe ser contemplada. Para que cuando despertemos no sea tarde; para que los Trump de turno que ya están en Europa no crezcan.




Los estadounidenses han entregado la Casa Blanca a Donald Trump, un candidato imprevisible, de discurso fascista, machista, con ideas y propuestas xenófobas en las que criminaliza a los nuevos inmigrantes, identificándolos con "bandas, droga y violencia" y con un carácter inestable y narcicista.
¿Cómo ha podido pasar?, se preguntan en la sede del Partido Demócrata, en la prensa, en los mercados, hoy con caídas en la Bolsa. Donald Trump es un síntoma claro de los tiempos que vivimos, con ciudadanos cada vez más decepcionados con las políticas que se les aplican, con sectores que sienten rechazo hacia las elites, con un aumento de la desigualdad y de la pobreza que ha generado desafección y hartazgo en importantes porcentajes de la población. 
El Brexit fue buen ejemplo de ello.
También en Estados Unidos, el país del primer mundo con más pobres, donde millones de personas han sufrido el aumento de la precariedad laboral, mucha gente ha percibido la insensibilidad de políticas que llevan años dando la espalda a los intereses de la ciudadanía y trabajando solo para las minorías privilegiadas. Que hoy Trump sea presidente es consecuencia de ello.
El Partido Demócrata no pudo o no quiso entender esto y apostó por lo de siempre, sin entender que no estábamos en el momento de siempre. En Estados Unidos personas de procedencias muy diversas me han repetido a menudo en estos meses que a Hillary Clinton "la conoce demasiado bien todo el mundo". Ser mujer era probablemente la mayor baza electoral de la candidata demócrata, pero ante la retina y la memoria de los estadounidenses representaba claramente al establishment político millonario aferrado a la vieja política y empeñado en el continuismo.
De hecho, fue Bill Clinton, con el apoyo público de Hillary, quien desmanteló buena parte del sistema de ayudas -el conocido como welfare- para las personas más desfavorecidas del país. Dicha asistencia cubría en 1995 a 14 millones de personas; hoy solo llega a 4,2 millones.
El momento político estadounidense decía a gritos que sus ciudadanos querían elegir como presidente a alguien lejos de las esferas del poder de Washington, capaz de reconducir el descontento hacia posturas netamente demócratas en las que los intereses de la mayoría social fueran el centro de la toma de decisiones. Por eso Bernie Sanders era el candidato idóneo para el Partido Demócrata.
Pero el aparato del partido no comprendió el momento y siguió apostando por Hillary Clinton. Sanders perdió las primarias y el resultado arrojó un escenario poco alentador para esa población que buscaba votar por un cambio real, por algo diferente, por una alternativa que no representara más de lo mismo. Muchos se quedaron en casa, prefiriendo no votar, atrapados por la desafección.
El Partido Republicano siguió una senda diferente, a pesar de la resistencia de un sector importante del aparato. Hubo una batalla entre élites, con personajes como Bush contrarios a Trump. Pero éste fue ganando en todas las votaciones y finalmente, en vez de tener un candidato clásico como Cruz, salió elegido un empresario millonario excéntico y ególatra que, paradójicamente, se presentaba como un outsider a pesar de formar parte del corazón mismo del sistema. Su disfraz le ha funcionado.
Tomemos buena nota de ello, porque aquí en Europa tenemos a políticos de tendencias fascistas dispuestos a encajarse disfraces similares. (Ojo en 2017 a las elecciones en Alemania, Austria, Francia o Países Bajos). La política neoliberal que ha dado la espalda a la gente, que ha empobrecido a la clase trabajadora y desmantelado una estructura de modelo de sociedad pierde fuelle en las urnas. 
Ante eso, la ciudadanía busca alternativas útiles y honestas, pero si no las hay, si no las encuentra, el rumbo del barco girará hacia la extrema derecha y el fascismo como representación de "lo diferente", de "lo nuevo".
No solo ha ocurrido en Estados Unidos.
 Está pasando ya en Europa, donde han crecido los discursos xenófobos sin que, por cierto, ni medios ni ciertos políticos ni mercados pongan el grito en el cielo (ni con eso, ni con el maltrato a los refugiados). Quienes desde el poder esperan que el curso de la política prosiga ajeno a la realidad, como si la gente no sufriera el aumento de la desigualdad y la falta de oportunidades, siguen sin comprender nada.
Es cada vez más urgente la construcción de una alternativa al fascismo. Y esta no pasa ni por trampantojos electorales ni por las representaciones políticas responsables de habernos traído hasta este punto. La alternativa tiene que contemplar los intereses de la gente, la igualdad, la justicia social, la honestidad. Para que cuando despertemos no sea tarde; para que los Donald Trump de turno no estén ya aquí. Es mucho lo que nos estamos jugando.

 http://www.eldiario.es/zonacritica/despertamos-Donald-Trump_6_578552155.html


 ¿Por qué millones de trabajadores estadounidenses votan al multimillonario Trump? Respuestas al apoyo del magnate: http://www.eldiario.es/theguardian/millones-americanos-corrientes-Donald-Trump_0_492401514.html 



  Nota   ..No olvidemos que Trump también dijo esto...

   .."Los últimos 15 años, en Estados Unidos, más de 60.000 fábricas tuvieron que cerrar y casi cinco millones de empleos industriales bien pagados desaparecieron".«El TPP sería un golpe mortal para la industria manufacturera de Estados Unidos». "bajar el precio de los medicamentos, ayudar a resolver los problemas de los «sin techo», reformar la fiscalidad de los pequeños contribuyentes y suprimir el impuesto federal que afecta a 73 millones de hogares modestos"."restablecimiento de la Ley Glass-Steagall. Aprobada en 1933, en plena Depresión, esta ley separó la banca tradicional de la banca de inversiones " ."aumentar significativamente los impuestos de los corredores de hedge funds, que ganan fortunas," ."alianza con Rusia para combatir con eficacia al Daesh." ..«No habrá nunca más garantía de una protección automática de los Estados Unidos para los países de la OTAN»."Estados Unidos ya no dispone de los recursos necesarios para conducir una política extranjera intervencionista indiscriminada"." invertir en infraestructuras para crear empleo" " abaratar medicamentos ".."aumentar las tasas de todos los productos importados".

Houston, tenemos un problema.

Inversor que huye sirve para otra guerra



( Esto está escrito el día 4 de octubre) .
Los mercados financieros son eficientes.  Para no perder dinero, diría Warren Buffet, hay que escuchar lo que dicen y leer las muchas señales que prodigan desde hace meses. No es fácil. Hay muchos pulsos políticos, muchas estrategias, muchas apuestas cruzadas, y conviene subirse a la colina más cercana para intentar despejar la mente y observar el cuadro en su extensión real.
 Las relaciones diplomáticas entre EEUU y Rusia se están envenenando cada día más y lo mismo puede decirse de la posición política del Reino Unido. 
El farol del BREXIT les está saliendo muy mal.
En España, el PSOE y los lobbies catalanistas han abierto la Caja de Pandora el día 2 de septiembre. A  los periodistas más corruptos les extraña ahora que el PP pida unas mínimas garantías de gobernabilidad más allá del circo mediático y los linchamientos que la oposición pueda organizar en sesión continua.  En realidad, no tiene elección.
 Es un hecho político indiscutible que Mariano Rajoy necesita un gobierno lo suficientemente sólido y predecible como para poder aprobar los Presupuestos Generales de 2017 (y 2018) y responder en 6 meses al desafío independentista anunciado en Barcelona.
En las últimas semanas,  ha pasado desapercibido un hecho extraordinario, impensable hace unos meses. La comunidad inversora ha dado la espalda a Telefónica.
 Tras la fallida venta de O2 en el Reino Unido, ha pinchado en hueso con su intento de volver a colocar un “paquete” en bolsa.  No le han perdonado los disgustos de Terra, de Telefónica Móviles y de TPI.  Houston, tenemos un problema.
Al margen de Telefónica, las derivas del BREXIT van a afectar gravemente al Grupo Santander, al Banco Sabadell, a IAG y a otras muchas empresas españolas de menor proyección de aquí a febrero de 2017.
 En esas condiciones, es muy difícil que el pequeño inversor intente construir una posición que vaya más allá del trading rabioso. El mercado español está caro tras las numerosas ampliaciones de capital de los últimos ejercicios.
 Para muestra un botón: los 12 euros de la actual Repsol equivalen a 18/19 euros de la petrolera hace unos pocos años.En EEUU, todo apunta a que puede ganar Donald Trump las elecciones a la Casa Blanca, lo que se traducirá en fuertes correcciones en los mercados en 2017.
 La FED no ha querido subir tipos para no hipotecar las opciones de la candidata demócrata, con lo que ha convertido las expectativas en una clara señal para salir del mercado de bonos.
 Todos los gestores del mundo juegan a apurar la frenada, y eso no deja de ser un aviso para que el pequeño inversor salga del mercado sin mirar atrás.

 Y el que avisa no es traidor.


  http://cort.as/mRtv

  y ver..

La gran mentira del pleno empleo en los Estados Unidos (GALLUP) http://cort.as/OlI4


El nexo Washington-Wall Street



Elecciones Estados Unidos
El nexo Washington-Wall Street

La Vanguardia


 Para entender porqué muchos votantes en Estados Unidos –y no solo los de Trump- creen que existe un nexo corrupto de intereses entre Washington y Wall Street, conviene seguir la historia del Acuerdo Transpacífico, (TPP por sus siglas en inglés) un tratado de liberalización de inversiones multinacionales en EE.UU., Canadá y México con nueve países asiáticos, así como Australia y Nueva Zelanda.


domingo, 6 de noviembre de 2016

Crisis de la democracia en USA. Dossier.

Democrisis



"El sistema está amañado" no es una frase nueva, aunque en esta elección tanto Bernie Sanders como Donald Trump –en versiones diferentes– la han repetido de manera constante, justo porque tiene eco entre millones de personas; la mayoría no confía en los candidatos presidenciales, ni el Congreso ni en gran parte de las instituciones del aparato político, y menos en el económico.

En tiempos recientes esto ha sido en esencia el mensaje de Ocupa Wall Street, del movimiento sobre el cambio climático, de Black Lives Matter y, de hecho, de ahí brotó la respuesta electoral que llevó a Barack Obama a la presidencia. De diversas maneras la opinión pública mayoritaria expresa la idea de que este sistema no funciona para las mayorías.

Esto se refleja en que los candidatos presidenciales de los dos partidos que tienen el monopolio sobre la democracia electoral son rechazados por la mayoría del pueblo, algo sin precedente. A Trump lo perciben de manera desfavorable 66 por ciento de estadunidenses, y a Clinton, 53 por ciento, según el sondeo más reciente de ABC News. Más aún, sólo 34 por ciento de votantes empadronados creen que Trump o Clinton son honestos y confiables. La contienda es en verdad un concurso de quién es el menos malo.

También se refleja en que el nivel de alta o suficiente confianza en la institución del Congreso es sólo de 9 por ciento, la institución más reprobada del país, según la última encuesta de Gallup. Dos tercios del pueblo opina que el país va sobre una vía equivocada.

En un sondeo de votantes empadronados este mes, 40 por ciento afirmó: "yo he perdido la fe en la democracia estadunidense". En el sondeo realizado por SurveyMonkey y analizado por Nathaniel Persily, profesor de leyes en Stanford, en el Washington Post, sólo 31 por ciento están dispuestos a aceptar definitivamente el resultado de esta elección como legítimo si pierde su candidato; 28 por ciento dice que no lo harán.

De que en la democracia más antigua del mundo y proclamada como la de mayor grandeza en la historia, el debate político electoral ahora gira sobre mentiras, engaños y comportamiento sexual de los candidatos demuestra, antes de analizarlo demasiado, una descomposición alarmante.

Lo más asombroso no es Donald Trump y su efecto en lo que es tal vez la contienda electoral más fea de la era moderna, sino que una clase política entera permitió que él llegara a la antesala de la Casa Blanca; eso dice más sobre el deterioro de esa clase política que de él.

Sigue como el mejor análisis, inicialmente hecho por el conservador Robert Kagan de la Brookings Institution, de que el Partido Republicano creó un Frankenstein; surge de años de promover una agenda antimigrante, xenófoba, antimujer, antigay, antisindical que buscaba anular los avances de los derechos civiles al final creando a un monstruo tan poderoso que está por destruir a sus creadores.

"El primer síntoma de una aristocracia degradada es la falta de candidatos aptos para el trono. Después de años de indulgencia, las familias gobernantes se vuelven débiles, endogámicas y aisladas, con nadie más que místicos, impotentes y niños para presentar como reyes", escribe Matt Taibbi en Rolling Stone al describir el posible fin del Partido Republicano después de Trump.

Todo esto se alimenta de un hartazgo popular ante una sistema político que pretende representar a un electorado pero que en los hechos ha abandonado a amplios sectores sociales. Vale repetir que la implementación, por consenso bipartidista, de políticas neoliberales en Estados Unidos desde los 80 hasta ahora ha generado la devastación de sectores enteros en varios puntos del país, y ha llevado a una concentración de riqueza y la peor desigualdad económica desde 1928, poco antes de la gran depresión.

El gran misterio de por qué tantos estadunidenses apoyan a un candidato tan deplorable como Trump no se puede reducir a algo tan fácil como porque todos son racistas y antimigrantes. Lo que ha alimentado el apoyo a Trump, al igual que al fenómeno tal vez más notable e inesperado de Bernie Sanders, es algo que se resumió en el lema de Ocupa Wall Street: el uno por ciento que ha secuestrado al sistema para sus propios intereses y el 99 por ciento que padece las consecuencias. Hay sectores masivos de estadunidenses que después de hacer todo siguiendo las reglas: trabajar, ahorrar, cuidar a sus hijos y pagar sus cuentas, se encuentran en condiciones cada vez más precarias con la sensación de que sus gobernantes los han abandonado para dedicarse a proteger a los más ricos, incluso a aquellos que violaron leyes y no jugaron con las reglas, como los banqueros. O sea, el sistema está "amañado".

Ante ello, no sólo no confían en el sistema, sino que no pocos están dispuestos a que estalle. Por eso, en parte, la ira tan aparente en los actos de Trump con denuncias de la cúpula política entera, tanto demócratas como republicanos, y la falta de respeto a las grandes instituciones políticas y económicas del país. Trump combina eso con su mensaje antimigrante (Fuck off, we’re full. Chíngate, ya no hay cupo, mensaje antimigrante en una camiseta en un mitin de Trump) y xenófobo, en la antigua tradición fascista.

Sanders ofreció una crítica dirigida a lo mismo, pero con una visión progresista e incluyente que también generó una ola de apoyo sin precedente para un candidato insurgente. Ambos tienen un eco extraordinario justo porque tocaron algo fundamental: enormes sectores de votantes y ciudadanos se sienten traicionados por sus gobernantes y por el sistema del cual forman parte.

Pero en lugar de que esa furia popular lograra, a través de las urnas, generar un cambio democrático del sistema, todo ha sido desviado por la candidatura de un pequeño salvaje patético tan extremo que ahora todo ser racional, incluyendo progresistas, se ven obligados, ante la amenaza de Trump, de promover el voto por Clinton, la "reina del establishment".

O sea, de cierta manera, ante esta crisis política, tienen que salvar al sistema de sí mismo. Eso no regenera la confianza en lo que dicen que se llama democracia.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/10/17/mundo/023o1mun


 ---------------------------


 TEXTOS.

 El nexo Washington-Wall Stree

thttp://www.lavanguardia.com/internacional/20161104/411555704526/elecciones-estados-unidos-washington-wall-street.html


 --------

 

 Una sociedad desgarrada

  https://mundo.sputniknews.com/firmas/201611021064562151-clinton-trump-presidenciales/

 ------------------
 La creación de una “democracia” tipo Estado de la seguridad nacional



 http://www.tomdispatch.com/post/176206/tomgram%3A_engelhardt%2C_resurrecting_my_parents_from_the_dead_for_election_2016/#more



sábado, 5 de noviembre de 2016

Una crítica demoledora que explica la USA de ahora.



 Resultado de imagen de la muerte dela clase liberal




Durante décadas, la clase liberal ha sido un mecanismo de defensa contra los peores excesos del poder. Posibilitaba formas limitadas de disidencia y cambio, y servía como baluarte contra los movimientos más radicales, ofreciendo una válvula de escape para la frustración y el descontento popular, y desacreditando a quienes planteaban un cambio estructural profundo. Sin embargo, una vez perdido su papel social y político, la clase liberal y sus valores se han convertido en objeto de burla y odio. La bancarrota del liberalismo ha abierto la puerta a los protofascistas, y los pilares de la clase liberal —prensa, universidades, movimiento obrero, Partido Demócrata e instituciones religiosas— se han derrumbado. Las clases más pobres, e incluso la clase media, ya no disponen de un contrapeso efectivo, por lo que la clase liberal se ha vuelto irrelevante para la sociedad en general y también para la élite del poder empresarial al que una vez sirvió.
En esta contundente crítica Chris Hedges acusa abiertamente a las instituciones liberales de haber distorsionado sus creencias básicas con el fin de apoyar un capitalismo sin restricciones, un absurdo estado de seguridad nacional y unas desigualdades de ingresos y redistribución de la riqueza sin parangón en la historia reciente. Para Hedges, la «muerte» de la clase liberal ha creado un profundo vacío en la vida política, que están tratando de llenar los especuladores, los promotores de la guerra y las demagógicas milicias del Tea Party.
 
 
 ......
 
 
 
Reseña "La muerte de la clase liberal", de Chris Hedges
Crítica demoledora

El Viejo Topo

"La muerte de la clase liberal", Chris Hedges. Capitan Swing, Madrid, 2015, traducción de Jesús Cuellar

Una de las principales tesis de esta crítica demoledora y muy bien argumentada de la (globalmente entregada, no en su totalidad) tradición liberal usamericana: “La democracia, un sistema concebido para cuestionar el statu quo, se ha corrompido al servicio del propio statu quo. El lamentable fracaso cosechado por los activistas y al clase liberal en sus presiones a los Estados empresariales e industrializados para que acometieran reformas medioambientales importantes, impidieran el aventurismo imperial o desarrollaran políticas humanas para abordar los problemas de los pobres del mundo surge de la incapacidad para enfrentarnos a estas nuevas configuraciones del poder” (pp. 267-268)

La idea que esta reseña pretende defender: estamos ante una lectura más que recomendable, un buen ensayo, magníficamente escrito (y traducido), cañero donde los haya, tocando la cara servil y entregada de muchos (se introducen matices) liberales norteamericanos, incluyendo sus instituciones más destacadas. Un ejemplo (que aunque pueda parecerlo no es irracionalista ni tampoco anticientífico: “La clase liberal, que buscó el contenido y fue obediente cuando debería haber contraatacado, sigue proclamando a bombo y platillo una fe infantil en el progreso humano”. Continúa vendiendo, prosigue CH, “la ingenua idea de que la tecnología y la ciencia nos propulsarán hacia espacios más amplios de prosperidad y que nos salvarán de nosotros mismos”. Pero, comenta en expresión mejorable, la racionalidad de la Ilustración “no domina ni dominará la actividad de nuestra especie. A la raza humana están a punto de recordarle bruscamente la fragilidad de la vida y el peligro de la soberbia. Quienes explotan a los seres humanos y la naturaleza están uncidos a una irracional ansia de poder y de dinero que nos está llevando al suicidio colectivo” (p. 262). ¿A que no está mal?

Del autor, no muy conocido entre nosotros. Chris Hedges [CH] es un periodista norteamericano (aunque nacido en Australia), un corresponsal de guerra especializado en América y Próximo Oriente. En 2002 formó parte del grupo de periodistas del New York Times galardonados con el premio Pulitzer. Ha impartido clases en las universidades de Toronto, Columbia, New York y Princeton. Entre sus libros más destacados cabe citar: War is a force that gives up meaning (2002) y Days of Revolt (2012). Salvo error por mi parte, ninguno han sido traducidos al castellano.

La edición original del libro que comentamos data de 2011 y está estructurado en seis apartados: Resistencia, La guerra permanente, El desmantelamiento de la clase liberal, Desertores liberales y Rebelión. Algunos de los maestros citados explícitamente por el autor: Howard Zinn, Amy Godman, Noam Chomsky, Daniel Berrigan o R. Nader. De ahí que no pueda extrañar la perspectiva anunciada por CH. “Esta hipermasculinidad, núcleo de la pornografía, funde la violencia con el erotismo, y también con la degradación física y emocional de la mujer. Es el lenguaje utilizado por el Estado empresarial. Los seres humanos no son más que mercancías”. Las grandes empresas, enclaves despóticos y autoritarios dedicados a la maximización del beneficio, prosigue, “y a conseguir que todos sus empleados reproduzcan un mismo guión, han contagiado sus valores al conjunto de la sociedad. La hipermasculinidad aplasta la capacidad de autonomía moral, la diferencia y diversidad. Solo aísla de los demás” (p. 212). Para CH, su consecuencia lógica-política “está en la cárcel de Abu Ghraib, en las guerras de Irak y Afganistán, y en la falta de compasión hacia nuestros propios conciudadanos sin hogar, enfermos mentales, desempleados o enfermos, o con los homosexuales, las lesbianas o las personas transgénero o bisexuales que hay en nuestro país”. La antítesis del liberalismo, concluye CH, que sin duda parte –no es el único momento- de una concepción más que mitificada de esta tradición (a la que él mismo pertenece sin ceguera) con tantas y tantas zonas de penumbra, opresión y muerte.

Como han sido muchos los elogios y la recomendación de lectura es explícita, señalo algunas críticas menores (incluidas las de edición): La edición castellana de La muerte de la clase liberal [MCL] hubiera exigido un índice analítico pero sobre todo nominal

El término “clase” tal vez no sea el más adecuado para referirse a los colectivos sociales, y a las instituciones y organizaciones políticas (Amnistía Internacional, Human Rights Watch) a las que el autor hace referencia, a todos aquellos que, supuestamente, creen y, en principio defienden, los derechos humanos (incluidos los sociales), el Estado de Derecho o las instituciones internacionales (ONU, por ejemplo). Desde colectivos intelectuales hasta Universidades no conservadoras pasando por la mayoría de agrupaciones y tendencias del Partido Demócrata. El término utópico o utopía, críticamente expuesto, hubiera sido preferirle cambiarlo en ocasiones por distopía. No siempre CH es equilibrado en sus aproximaciones a la tradición comunista, aunque sin decirlo distingue bien el libro negro y el gran y extenso libro blanco de la tradición, importante aunque aniquilada en la propia historia usamericana.

Sea como fuere, la perspectiva de resistencia defendida es tan clara como razonable (con algún nudo organizativo y colectivo no insidcado que resulta esencial en este punto): “Tendremos que continuar luchando contra los mecanismos de esta cultura dominante, aunque solo sea para conservar, mediante actos pequeños, incluso nimios, la humanidad que compartimos”. CH advierte de un peligro: “Tendremos que resistirnos a la tentación de replegarnos sobre nosotros mismos y de hacer caso omiso de las injusticias, que aflige a los demás, sobre todo de aquellos a quienes no conocemos. En nuestra condición de seres singulares y morales, solo perduraremos gracias a esos pequeños, a veces imperceptibles actos de desafío”. Este desafío, nuestra capacidad para decir no, “es lo que la cultura y la propaganda de masas pretenden erradicar”. Mientras estemos dispuestos a enfrentarnos a esas fuerzas, “tendremos una oportunidad, si no para nosotros mismos, al menos para los que vengan detrás”. Mientras les desafiemos seguiremos vivos. Por ahora, en opinión de CH, “esa es la única victoria posible”. Tal vez no sea ésta la única victoria posible pero no es un mal enfoque, especialmente si pensamos en términos usa, para el programa-programa-programa de nuestros días y de nuestra hora.

viernes, 4 de noviembre de 2016

El G​obierno invisible.






G​obierno invisible: guerra, propaganda. Clinton y Trump

johnpilger.com


El sobrino de Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, el periodista Edwards Bernays acuñó el término "relaciones públicas" como un eufemismo para definir sus artimañas. Haciendo gala de sus recursos, en 1929 Bernays convenció a algunas feministas para que promovieran el consumo de cigarrillos fumando en el desfile de Pascua en Nueva York , un comportamiento considerado entonces totalmente descabellado. Logro incitar a Ruth Booth quien proclamó: "¡Mujeres! La lumbre de tu cigarrillo es otra antorcha de la libertad. ! Lucha contra otro tabú del sexismo!"
La influencia de Bernays se extendió mucho más allá de la publicidad. Su mayor éxito fue persuadir a la población estadounidense que para que aceptara la masacre que significó la Primera Guerra Mundial. En privado, reconoció más de una vez, que su metodología de propaganda era "ingeniería del consentimiento" con el fin de "controlar y regir los sentimientos, de acuerdo a nuestra voluntad, sin que las personas se lleguen a enterar".
Ésta técnica la describió como "el verdadero poder en nuestra sociedad" y la bautizo como “el gobierno invisible".
Hoy en día, el gobierno invisible es más potente que nunca y peor aún, es menos comprendido. En mi larga carrera como periodista, nunca había visto como la propaganda manipula con éxito nuestras vidas y se queda sin réplica.
Imagine dos ciudades. Ambos están bajo el asedio de las fuerzas del gobierno. Ambas ciudades están ocupadas por fanáticos, que cometen atrocidades terribles, como la decapitación de personas.
Pero hay una diferencia vital. En un sitio, los periodistas occidentales informan con entusiasmo sobre las batallas y los ataques aéreos, llegando a describir a los soldados del gobierno como liberadores. Mientras la primera página de los medios están llenas de fotografías de heroicos soldados que con una V de la victoria no hay una mínima mención de las bajas civiles.
En la segunda ciudad -en un país vecino- está ocurriendo casi exactamente lo mismo. Las fuerzas del gobierno han puesto cerco a una ciudad controlada por la misma sexta de fanáticos.
La diferencia es que estos fanáticos son compatibles con "nosotros" -el Reino Unido y Estados Unidos- que les proporcionamos las armas. Inclusive estos fanáticos tienen su centro de comunicación y espionaje financiado por una entente entre Estados Unidos y Gran Bretaña.
La diferencia es que los soldados del gobierno que ponen cerco a esta segunda ciudad son los malos, a los que hay que condenar por agredir y bombardear - que es exactamente lo que los buenos soldados hacen en la primera ciudad.
¿Confuso? Realmente no. Este doble estándar básico, es la quinta esencia de la propaganda. Me refiero, por supuesto, al sitio de Mosul por las fuerzas del gobierno de Irak, respaldados por los Estados Unidos y Gran Bretaña y al asedio de Alepo efectuado por las fuerzas del gobierno de Siria, apoyados por Rusia. Un asedio es bueno; el otro es malo.
Lo que rara vez se informa es que ambas ciudades no estarían ocupadas por fanáticos y devastadas por la guerra, si Gran Bretaña y Estados Unidos no hubieran invadido Irak en 2003, una empresa criminal que se puso en marcha con mentiras, sorprendentemente similares a la propaganda que ahora distorsiona nuestra comprensión de la guerra civil en Siria.
Sin la formidable batería de propaganda disfrazada de noticias, el monstruoso ISIS, Al-Qaida, Al-Nusra y el resto de las bandas yihadistas no existirían, y el pueblo de Siria no tendría que estar luchando por sus vidas.
Algunos recordarán que en 2003, los reportajes de la BBC aupaban a un Blair, por lo que finalmente resultó ser uno de los crímenes de guerra de este siglo. Por su parte las cadenas de televisión estadounidenses promovieron con el mismo entusiasmo las falsedades de George W. Bush y de Colin Powell –respaldadas efusivamente por H. Kissinger.
El mismo año, poco después de la invasión, grabe una entrevista en Washington con Charles Lewis, reconocido periodista de investigación estadounidense. Le pregunté, "¿Qué habría ocurrido si los medios del mundo hubieran investigado y denunciado documentadamente aquello que resultó ser solo burda propaganda?"
Respondió que si los periodistas hubiesen hecho su trabajo con seriedad ; "habría habido una oportunidad para la paz y posiblemente no hubiéramos ido a la guerra en Irak".
Fue una declaración impactante, ratificada por periodistas famosos a los que les hice la misma pregunta ; Dan Rather, de la CBS, David Rose del Observador y otros periodistas de la BBC, que por ahora desean permanecer en el anonimato.
En otras palabras, si los periodistas hacen su trabajo, deberían haber desafiado la propaganda en lugar de amplificarla, y seguramente, hoy en día, cientos de miles de hombres, mujeres y niños estarían vivos y, no habría ISIS ni estaría bajo asedio Alepo o Mosul.
Tampoco se habría producido el atroz atentado del metro en Londres el 7 de julio de 2005. No habrían millones de refugiados muertos o en campamentos miserables.
Como respuesta al ataque terrorista ocurrida en París , el pasado noviembre, el presidente François Hollande envío inmediatamente aviones para bombardear Siria. Como era previsible, sobrevino más terrorismo, producto entre otras cosas de la ostentación de Hollande que declaro “Francia esta en guerra" y "no mostrará piedad". Que la violencia estatal y la violencia yihadista se retro-alimentan es una verdad que ningún líder político internacional tiene el valor de reconocer.
"Cuando la verdad se sustituye por el silencio", dijo el disidente soviético Yevtushenko, "el silencio es una mentira."
El ataque a Irak, el ataque a Libia, el ataque a Siria han ocurrido porque los líderes de estos países no aceptaron ser marionetas de Occidente. El historial de derechos humanos de Saddam o Gadafi no fue relevante. En realidad ellos se negaron a entregar el control de sus países. No obedecieron las ordenes de occidente.
La misma suerte esperaba a Milosevic una vez que se negó a firmar un "acuerdo" que reclamaba prácticamente la ocupación de Serbia y su conversión en una economía de mercado. Su pueblo fue bombardeado, y el fue procesado en La Haya. Un arresto de independencia de este tipo era intolerable.
Tal como WikiLeaks ha revelado, sólo cuando el líder sirio Bashar al-Assad (en 2009) rechazó un oleoducto ,que iba atravesar su país desde Qatar a Europa, fue atacado.
A partir de ese momento, la CIA planeó destruir el gobierno de Siria con los fanáticos jihadistas –que son los mismos fanáticos que ocupan actualmente Mosul y el este de Alepo y que mantienen a su población como rehenes.
¿Por qué esto no es noticia? El ex funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores británico Carne Ross, que fuera responsable de las sanciones contra Irak, me confeso en su momento: “Alimentamos a los periodistas con noticias de inteligencia convenientemente esterilizadas, o bien silenciamos toda información, Así funciona esto".
La nación cliente de Occidente, la medieval Arabia Saudí -a la que EE.UU y Gran Bretaña vende miles de millones de dólares en armas'- en la actualidad está bombardeando y destruyendo Yemen, un país tan pobre que en el mejor de los casos, la mitad de sus niños están desnutridos.
Busque en YouTube y verá el tipo de bombas masivas -"nuestros" bombas- que los saudíes lanzan contra los pobladores de pobres aldeas de tierra y contra bodas y funerales.
Las explosiones se ven como pequeñas bombas atómicas. Codo a codo con los quienes lanzan las bombas desde Arabia Saudita trabajan oficiales británicos. Este hecho no es noticia, No la encontrara en el noticiero de la noche.
La propaganda más efectiva – para nuestro adhesión- es la que está diseñado por profesionales con alta cultura - Oxford, Cambridge, Harvard, Columbia - y con carreras en la BBC, The Guardian, el New York Times, el Washington Post.
Estas organizaciones periodísticas son conocidas como “medios liberales”. Se nos presentan como tribunas ilustradas, progresistas, acordes con el espíritu moral de esta época. Son antirracistas, feministas y pro-LGBT.
Pero ellos aman la guerra.
Mientras se manifiestan en pro del feminismo, apoyan guerras rapaces que niegan los derechos de un sinnúmero de mujeres, incluido el derecho a la vida.
En 2011, Libia, un estado moderno, fue destruido con el pretexto que Muammar Gaddafi estaba a punto de cometer un genocidio contra su propio pueblo. Esa era la noticia permanente y machacona, Y… no había pruebas. Fue una mentira.
De hecho, Gran Bretaña, Europa y los Estados Unidos querían, lo que les gusta llamar, "un cambio de régimen" en Libia, el mayor productor de petróleo en África. La influencia de Gadafi en ese continente y, sobre todo, su independencia era intolerable.
Así que fue asesinado ,con un cuchillo por su parte trasera, por un comando de fanáticos apadrinados por Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Hillary Clinton aplaudió esta espantosa muerte ante las cámaras de televisión, declarando: "Vinimos, vimos, murió!"
La destrucción de Libia fue un triunfo de los medios de comunicación. A medida que sonaban los tambores de guerra, Jonathan Freedland escribió en The Guardian: "Aunque los riesgos son reales, la decisión por la intervención sigue siendo fuerte."
Intervención – The Guardián utilizó una palabra amable, cuyo significado real, para Libia, era y es muerte y destrucción.
De acuerdo con sus propios registros, la OTAN lanzó 9,700 vuelos de "ataque" contra Libia, de los cuales más de un tercio estaban dirigidos contra objetivos civiles. Estos bombardeos incluyeron misiles con ojivas de uranio.
Mirad las fotografías de los escombros de Misurata y Sirte, o las fosas comunes identificadas por la Cruz Roja. Un informe de UNICEF sobre los niños muertos, dice, "la mayoría de ellos tenía menos de diez años".
Como consecuencia directa de la “intervención” , Sirte se ha convertido en la capital del ISIS.
Ucrania es otro triunfo de los medios de comunicación. Periódicos liberales respetables como el New York Times, el Washington Post y The Guardian, y emisoras tales como la BBC, NBC, CBS, CNN han jugado un papel crítico en el acondicionamiento de sus espectadores para que acepten una nueva y peligrosa guerra fría.
Han falsificado los acontecimientos en Ucrania, calificándolo como un acto maligno de Rusia cuando, en realidad, el golpe de Estado, en Ucrania en 2014, fue obra de los Estados Unidos, con la ayuda de Alemania y la OTAN.
Esta inversión de la realidad es tan penetrante que la intimidación militar de Washington a Rusia no es noticia; se ahoga detrás de una campaña de difamación y del miedo que vivimos durante la primera guerra fría.
Una vez más, los Ruskies vienen a invadirnos, conducido por otro Stalin, a quien The Economist describe como el diablo.
La supresión de la verdad sobre Ucrania es una de las más completas negaciones informativas de las que puedo recordar. Los fascistas que diseñaron el golpe de estado en Kiev son la misma mala ralea que apoyó la invasión nazi de la Unión Soviética en 1941.
Ante las alarmas sobre el ascenso del fascismo antisemita en Europa, ningún líder occidental menciona a los fascistas en Ucrania -con excepción de Vladimir Putin, pero esto no cuenta.
Muchos de los medios occidentales han trabajado duro para presentar la población de habla rusa de Ucrania como extraños en su propio país, como agentes de Moscú, nunca como ucranianos en busca de una federación dentro de Ucrania y como ciudadanos ucranianos que resisten un golpe de estado -orquestado desde el extranjero- contra un gobierno elegido.
No hay descanso para los hacen sonar los tambores de guerra. Los que incitan a la guerra desde el diario Washington Post, contra Rusia, son los mismos escritores de editoriales que publicaron la mentira que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva.
Para la mayoría de nosotros, la campaña presidencial estadounidense es un espectáculo en los medios de comunicación, en la que Donald Trump es el villano. Pero Trump es odiado por los que tienen el poder en los Estados Unidos por razones que tienen poco que ver con su comportamiento y sus desagradables opiniones.
Para el gobierno invisible en Washington, el impredecible Trump es un obstáculo para el diseño de los Estados Unidos para el siglo 21.
Es decir; mantener la dominación de los Estados Unidos, someter a Rusia, y, si es posible, a China.
Para los militaristas en Washington, el verdadero problema con Trump es que, en sus momentos de lucidez, parece no querer una guerra con Rusia; dice que es necesario hablar con el presidente de Rusia, no luchar contra él; también afirma que quiere hablar con el presidente de China.
En el primer debate con Hillary Clinton, Trump se comprometió a no ser el primero en introducir armas nucleares en un conflicto, dijo: "Yo ciertamente no lo haría primero. Una vez que la alternativa nuclear ocurre, se acabó todo." Esta declaración no fue noticia.
¿Que quiso decir realmente? ¿Quién lo sabe ? A menudo se contradice a sí mismo. Pero lo que está claro es que Trump es considerado una grave amenaza por el gran aparato de seguridad nacional que gobierna Estados Unidos, independientemente de quién esté en la Casa Blanca.
La CIA lo quiere nockeado. El Pentágono lo quiere derrotado. Los medios de comunicación le quiere en el suelo. Incluso su propio partido lo quiere golpeado. Él es una amenaza para los que dominan del mundo -a diferencia de Hillary Clinton, que no ha dejado ninguna duda que está dispuesta a ir a la guerra, con armas nucleares, contra Rusia y China.
Clinton es lo que la gente intuye, una belicista. De hecho, con sus acciones lo ha demostrado. Como senadora, apoyó el baño de sangre en Irak. Cuando era candidata contra Obama, en 2008, amenazó con "borrar del mapa" a Irán. Como Secretario de Estado, actuó en connivencia ,con los halcones, para destruir los gobiernos de Libia y Honduras y puso en marcha un dispositivo agresivo contra China.
Ahora se ha comprometido a apoyar una zona de exclusión área en Siria –en una provocación directa contra Rusia. Hillary Clinton puede llegar a ser la más presidente más peligrosa de los Estados Unidos en mi vida, una distinción para ella atroz.
Sin una sola prueba, ha acusado a Rusia de apoyar Trump por el pirateo de sus correos electrónicos. Los mensajes de correos electrónicos, dados a conocer por WikiLeaks, relatan lo que Clinton dice en privado a ricos y poderosos, es exactamente lo contrario de lo que dice en público.
Por eso el silenciamiento y las amenazas a Julián Assange son tan importantes. Como editor de WikiLeaks, Assange sabe la verdad. Y permítanme asegurarles que WikiLeaks está funcionando a toda máquina.
Hoy en día, la mayor acumulación de fuerzas encabezadas por Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial está en marcha - en el Cáucaso y en el este de Europa, en la frontera con Rusia, en Asia y en el Pacífico, donde China es el objetivo.
Tenga esto en cuenta cuando el circo presidencial llegue a su fin el 8 de noviembre, si el ganador es Clinton, un coro griego de comentaristas necios va a celebrar su coronación como un gran paso adelante para las mujeres. Ninguno mencionará las víctimas de Clinton: las mujeres de Siria, las mujeres de Irak, las mujeres de Libia.
Ninguno mencionará los ejercicios de defensa civil que se están llevando a cabo en Rusia ante el temor a una guerra . Ninguno recordará a Edward Bernays y las "antorchas de la libertad".
El portavoz de prensa de George Bush llamó una vez a los medios de comunicación "facilitadores cómplices". Viniendo de un alto funcionario de una administración cuyas mentiras, facilitadas por periódicos y cadenas de televisión , ha causado tanto sufrimiento, esa descripción es una advertencia de la historia.
En 1946, el fiscal del Tribunal de Núremberg dijo de los medios alemanes: "Antes de cada agresión importante, iniciaron una calculada campaña de prensa para debilitar a sus víctimas y para preparar al pueblo alemán psicológicamente para el ataque con un sistema de propaganda, donde la prensa diaria y la radio eran las armas más importantes".
John Pilger, periodista y cineasta australiano
Fuente: http://johnpilger.com/articles/inside-the-invisible-government-war-propaganda-clinton-trump