Deconstruyendo el «catarismo
<<El objetivo de este libro es el de explicar que qué los cátaros fueron el nombre, tomando en serio, las fuentes de las que disponemos, pero también poniéndose a buena distancia nuestros fantasmas sobre el carácter pretendidamente «precursor» de los cátaros- un adjetivo que, en historia, es cargado generalmente con el mal siglo…para finalmente hacer justicias a los miles de hombres y mujeres, Queen las zonas de Milán, Lyon, Toulouse o Colonia, se encontraron aprehendidos en las mallas de la rede De la Iglesia y del Estado, entre 1120 y 1330>>
La verdad es que en Francia saben vender sus productos, sus lugares, etc. En caso del denominado país de los cátaros, es una muestra sobresaliente de lo que digo. A finales del siglo pasado visité la zona (con la inseparable compañía de un par de libros de Jesús Mestre Godes y alguno de Anne Brenon) y la verdad es que además de disfrutar de la visión de los inverosímiles castillos (alguien habló de ciudadelas de vértigo), nombrados como cátaros, disfruté de las gastronomía que siempre iba acompañada del correspondiente cátaro: salades cátaras, crudités cátaras...desserts cátaros, etc., etc., etc..
Cada año 400000 franceses visitan esos pretendidos castillos cátaros, animados por la visión que de ellos se extiende por los libros dedicados al tema, que generalmente obtienen excelentes resultados de ventas.
El medievalista Arnaud Fossier entrega un libro, en la editorial La fabrique: «Les cathares, ennemis de l´interieur» que pone en solfa la visión extendida sobre dichos sujetos, los hombres puros, poniendo los puntos sobre las íes sobre algunas cuestiones que se dan como claras y distintas con respecto a estos tejedores. La vulgata les presenta con absoluto detalle en los que hace a sus ideas, sus rituales y normas morales, limitando por otra parte, su radio de acción a la zona de la que hablo, el Languedoc, obviando que tal corriente también tuvo presencia en otras ciudades como Lyon, o Flandres, Renania o en Italia. Añade, como un verdadero aguafiestas, que tales castillos nada tienen que ver con los cátaros, a pesar de que así se tenga la costumbre de denominarlos, ya que estos buenos hombres y mujeres por supuesto que no los construyeron, datando su construcción, por iniciativa del rey de Francia, entre 1230-1250, con el fin de acabar con la disidencia cátara y herética en general y para defenderse de la amenaza de la corona de Aragón…a lo más hubo casos en que algunos cátaros fuesen acogidos en dichas fortalezas. La fecha de la cruzada contra los albigenses, fue ordenada por el papa Inocencio III en 1208, provocando una sangrienta guerra que no llegó a su fin hasta 1229; sin llegar a acabar con la disidencia cátara que pasó a moverse en la clandestinidad, siendo perseguidos por la Iglesia en colaboración con los aparatos del Estado hasta los años 1310-1320. Este largo periodo ha marcado a los habitantes del Languedoc y las masacres perpetradas por los señores venidos del norte, alentados por el abad de Cîteaux, Arnaud Amalric, puesto a la cabeza de la cruzada por el papa, y cuya declaración se convirtió en célebre: «Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos», suscitaron un amplio movimiento de simpatía hacia los perseguidos, siglo más tarde Simone Weil consideraría que nunca volvería a resucitar aquel clima de libertad, tolerancia y espiritualidad de aquel país de Occitania.
Otra de las aclaraciones que lleva a cabo el historiador es que el foco se suele centrar en los cátaros sin tener que estos eran algunos, entre otros, de los heréticos que se oponían a la Iglesia, su degeneración; reuniéndose bajo la etiqueta a todos aquellos que se enfrentaban a los privilegios de los eclesiásticos y su colaboración con los poderes terrenales, representados por los grandes señores. Las herejías populares, a diferencia de las sabias de la antigüedad, surgen fundamentalmente como respuesta a la Reforma gregoriana, emprendida por la Iglesia entre 1050 y 1120, conocida así debido a que a la sazón reinaba el papa Gregorio VII (1073-1085), y que pretendía volver a la forma primitiva de la Iglesia, la de los Evangelios y las comunidades de los primeros cristianos. Una cosa es predicar y otra cumplir lo que se predica, y si se proclamaba que se iba a luchar contra el nicolaismo (el concubinato entre clérigos) y la simonía (consistente en la venta o compra de cargos eclesiásticos y de los sacramentos); como digo, estos combates no se llevaron a cabo sino que siguieron existiendo los privilegios, y la capacidad de los clérigos para usurpar las ganancias de los laicos, etc. En la base del catarismo está precisamente el rechazo de la deriva de la Iglesia que adoptaba las mimas normas de actuación que los poderes estatales, fundiendo lo clerical con lo político y económico. Así, los heréticos -cátaros y otros- fueron considerados aquellos que no aceptaban estos comportamientos y se oponían a ellos; ahí surgían las diferentes formas de insumisión.
Otro de los problemas que trae a colación Aranud Fossier, es la tendencia a presentar el catarismo como un sistema totalmente reglamentado: su tendencia a la pureza, a la dedicación al trabajo manual, al rechazo de algunos sacramentos de la Iglesia, y hasta un supuesto vegetarianismo…Sea como sea, el problema surge al constatar que las pretendidas ideas acabadas de dicha corriente fueron las que transmitieron sus enemigos, la Iglesia y los poderes terrenales, ya que ciertos textos como algunos Rituales, y otros son escasos, cuando no desaparecidos.. Así las cosas, puede considerarse que «los cátaros fueron, o habrían sido, los precursores de de una feroz oposición al centralismo del Estado, así como los heraldos de una identidad regional dispuesta a enfrentarse a cualquier forma de asimilación».
Intervienen los historiadores oficiales de la France, en mantener a los cátaros como mito y leyenda, como reliquia que no ha de ocupar ni media línea en los manuales escolares. Por otra parte, si se ha solido hablar de la historia como campo de batalla, en el caso que nos ocupa se da un duro enfrentamiento entre quieren conservar la visión heredada y quienes tratan de poner luz que desbarate, quienes son inmediatamente tachados de negacionistas y revisionistas, como si trataran de negar la existencia de los cátaros, pretensión falaz ya que los que pretenden poner los puntos sobre las íes no pretender negar la existencia de tal corriente sino aclarar la verdad de la cosa, huyendo de las visiones totalizadoras que presentan a los cátaros y a otras corrientes disidentes como sistemas ideológicos absolutamente cerrados; por cierto entre las posturas supuestamente negacionistas ha incluido del reciente decisión adoptada por el departamento del Aude que ha cambiado la denominación de los famosos castillos por Fortalezas reales del Languedoc, denominación que en verdad es más conforme con la realidad histórica. Esto último se da, de manera especial, en los numerosos textos novelados que amplían una visión que no corresponde a la verdad y que, de hecho, es la visión que amplía sus ecos entre la mayoría del personal. Otras cuestiones que se difunden son el contagio de ideas esotéricas deudoras de doctrinas orientales como el maniqueísmo, predicado por Mani o Manès, etc., del mismo modo que para el autor no es acertado hablar de los cátaros como puristas fanáticos evangélicos que pretendían cambiar la religión católica sino quera gente procedente de diferentes corporaciones, muy en concreto y en especial de tejedores, que ciertamente sí que mostraban algunos aires de familia con respecto a algunos dogmas católicos…humildes, pudorosos y vegetarianos, vestidos de maneras austera, dedicando su tiempo a la oración, y a extender el evangelio, siendo su rito sacramental el consolament, que consistía en una imposición espiritual de manos que venía a sustituir a la eucaristía. Como que dicho, el autor pone el acento en ello, las pretendidas creencias y prácticas de los cátaros – calificativo que ellos no empleaban jamás, sino que era como les conocían sus enemigos (la expresión tiene su origen en el griego y el latín para señalar la pureza- fueron difundidas por sus enemigos: las órdenes religiosas mendicantes, dominicos y franciscanos, y la Inquisición.
Todo el trabajo de Arnaud Fossier visita diferentes textos sobre el tema, de diferentes interpretaciones, sometiéndolos a ciertas puntualizaciones o, en algunos casos, al rechazo puro y duro; y…el catarismo como cajón en el que se metía todas las figuras del enemigo interior, inquietantes figuras del enemigo, construidas imaginariamente, y usado como pretexto para la represión feroz de cualquier desvío de la ortodoxia dogmática del catolicismo de la Iglesia romana..y banco de pruebas de las técnicas de gobierno y un experimento en el campo de la prácticas de dominación.
Un riguroso y documentado ensayo que revalúa el carácter y la identidad cátara.
https://kaosenlared.net/deconstruyendo-el-catarismo/
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