domingo, 22 de diciembre de 2024

Trump, la economía europea y el gasto militar .

 Trump, la economía europea y el gasto militar

Publicado por @nsanzo 22/12/2024    

 

 Durante su primera legislatura en el poder, ya con Asia-Pacífico como punto de principal interés en lo que respecta a la política internacional, Donald Trump comenzó el ejercicio de presión que aspira a continuar ahora contra sus aliados europeos. Especialmente relevante fue el caso de Alemania, única potencia continental que podría aspirar a rivalizar con Estados Unidos en el ámbito industrial. El acoso de Richard Grenell, entonces embajador de Estados Unidos en el país, fue continuo y se centró especialmente en la cuestión energética. Eran los años en los que Donald Trump, a quien en muchas ocasiones se define erróneamente como aislacionista y cuya postura se contrapone al intervencionismo liberal de los Demócratas, luchaba ferozmente contra la construcción de la ampliación del Nord Stream. “El ‘pequeño Trump’ de Berlín: un embajador polémico, agresivo y nada diplomático”, titulaba en 2019 El Confidencial en un artículo en el que calificaba a Grenell como “azote de sus anfitriones, que no se sienten cómodos con su incorrección política pero asumen que es una pieza importante de Trump en Europa”. Europa era consciente de su posición de subordinación, que se ha ahondado aún más en los últimos dos años y medio con la completa subyugación voluntaria de la UE a los intereses estadounidenses en relación, por ejemplo, con la guerra de Ucrania, por lo que debía acatar los cambios y adaptarse a ellos.

 

“No solo el presidente estadounidense, sino también sus representantes en el extranjero, utilizan a veces un lenguaje al que hay que acostumbrarse. El ejemplo más reciente son las declaraciones del embajador estadounidense en Berlín, Richard Grenell. Amenaza a las empresas alemanas con sanciones por participar en el proyecto del gasoducto Nord Stream 2. A través de ese gasoducto, el gas natural debe fluir directamente desde Rusia a Alemania. Aparte del hecho de que las diferentes opiniones sobre un proyecto de este tipo no deben ser tratadas de esta forma entre aliados, los motivos de Washington también deben ser cuestionados críticamente. El alegato de que Europa se está volviendo demasiado dependiente de Rusia es correcto. Pero eso no le interesaría mucho a este gobierno estadounidense si no fuera un competidor comercial del país proveedor, Rusia. Aquí falta un poco la honestidad cuando uno ya se decide por la vía poco diplomática”, escribía en 2019 Deutsche Welle sobre la principal disputa entre Alemania y Estados Unidos en aquel momento. Eliminar a un competidor siempre fue el principal motivo de la lucha de Washington contra el Nord Stream pero, en el caso alemán, se añadía el matiz de la necesidad de mantener controlado el riesgo de excesivo ascenso industrial de un potencial rival. Como se ha demostrado desde 2022 con la crisis de la industria pesada, que requiere de enormes cantidades de energía, la pérdida del gas a precios asequibles era una de las bases de la competitividad de la industria alemana. De esa forma, cualquier sanción al sector energético ruso era, en realidad, una forma de minar la economía alemana, uno de los motores de la Unión Europea.

 

La guerra de Ucrania y la nada escondida euforia por el atentado que destruyó tres de las cuatro tuberías del gasoducto que unía Rusia y Alemania dieron a Washington exactamente lo que quería: iniciar la eliminación de Rusia del lucrativo mercado energético europeo. A partir del 1 de enero, y pese a las plegarias de varios de sus aliados y vecinos de la Unión Europea, Ucrania detendrá el tránsito de gas ruso a través del único gasoducto por el que hasta ahora transitaba gas ruso. Sin embargo, la victoria no es completa para Estados Unidos y sus aliados árabes, fundamentalmente Qatar, ya que el gas licuado ruso sigue siendo una de las fuentes energéticas importantes en Europa. Ese es el motivo por el que uno de los argumentos que desea utilizar el trumpismo para minar la economía rusa y lograr así una paz más favorable a Ucrania es la prohibición del gas licuado ruso, competencia seria para el más costoso gas estadounidense. Asegurar la expulsión del gas ruso no solo requiere tratar los síntomas actuales, sino prevenir los futuros. Pese a que fue destruido en 2022 y la reconstrucción, extremadamente costosa e inviable políticamente a día de hoy, el Nord Stream sigue siendo un enemigo a batir. El miércoles, el Departamento de Estado anunció nuevas sanciones contra empresas implicadas en la construcción del gasoducto y varios propietarios de buques previamente sancionados. Aunque es, en palabras de Victoria Nuland, “un pedazo de metal en el fondo del mar”, sigue siendo un peligro al acecho.

 

El gas ha sido durante años la herramienta preferida de Estados Unidos para presionar a los países europeos, aunque no el único. En tiempos de Trump, la OTAN fue también una herramienta para conseguir los objetivos estadounidenses. Por motivos que no pueden ser pura coincidencia, Alemania fue también el principal blanco de esas críticas. “«La OTAN estaba reventada hasta que llegué yo», dijo Trump en un mitin en Conway, Carolina del Sur. «Dije: ‘Todo el mundo va a pagar’. Dijeron: ‘Bueno, si no pagamos, ¿nos vais a seguir protegiendo?’. Les dije: ‘En absoluto’. No se podían creer la respuesta»”, escribía CNN el pasado febrero citando a Trump en uno de sus actos políticos. El entonces aspirante a presidente se defendía así de las acusaciones de aislacionismo -existe una corriente dentro de su partido y de su tendencia política que sí es aislacionista, pero Trump ha demostrado no serlo- y de querer destruir la Alianza Atlántica. Lejos de esa ficción, el objetivo de Trump, para el que desde luego ha utilizado como herramienta de presión la posibilidad de retirar a Estados Unidos, siempre ha sido conseguir un fuerte incremento de la inversión militar de los países europeos, una forma de reducir el gasto que para Washington supone la seguridad en Europa y que puede invertirse en otras zonas el planeta, especialmente en el creciente enfrenamiento con China. La realidad de la industria militar hace que, en caso de aumento de gasto en los países europeos, gran parte de las adquisiciones que tuvieran que hacer esos Estados se producirían en Estados Unidos, contribuyendo así al objetivo proteccionista del America First de aumentar la producción interna.

 

“Durante muchos años, no hubo una norma clara que estableciera un nivel mínimo de gasto militar exigido a los Estados miembros. En la práctica, Estados Unidos representaba una parte sustancial de este gasto militar, mientras que varios otros miembros habían tendido a reducir el suyo”, escribió Le Monde a raíz de la reanudación de la presión trumpista para obligar a los países europeos a aumentar el gasto militar. “Desde partir de 2006, los Estados miembros de la OTAN acordaron invertir esta tendencia, fijándose colectivamente el objetivo de aumentar sus presupuestos militares hasta alcanzar al menos el 2% de su PIB. Tras la anexión rusa de Crimea en 2014, los Estados miembros precisaron este objetivo: El objetivo era entonces «avanzar hacia la directriz del 2%» para 2024, aunque esta norma no se hizo vinculante”, añade el medio para contextualizar la repetida cifra del mínimo que han de emplear en gasto militar los países miembros de la OTAN.

 

Aunque eran muchos los países que no llegaban al mínimo del 2% del PIB en defensa, Trump marcó un objetivo claro. “Alemania acaba de empezar a pagar a Rusia, el país del que quiere protegerse, miles de millones de dólares por sus necesidades energéticas, que saldrán de un nuevo gasoducto procedente de Rusia. ¡No es aceptable! ¡Todas las naciones de la OTAN deben cumplir su compromiso del 2%, y ese compromiso debe llegar en última instancia al 4%!”, escribió en su cuenta de Twitter el 12 de julio de 2018. En estos años, Alemania ha pasado del 1,25 al 1,57% del PIB en gasto militar. Y pese a las críticas al entender otros países, fundamentalmente Francia, que no está haciendo lo suficiente por apoyar militarmente a Ucrania, Berlín es el segundo proveedor de Kiev, solo por detrás de Estados Unidos.

 

El actual aumento del gasto militar europeo no es suficiente para Donald Trump, que ha reanudado su campaña de presión a pesar de las palabras de Mark Rutte, que apeló a los países de la OTAN a pasar a una “mentalidad de guerra” y exige ahora un gasto del 3% del PIB en defensa. Son cinco los países que invierten ese porcentaje actualmente: Polonia (el único que supera el 4%), Estonia, Estados Unidos, Letonia y Grecia. El hecho de que ni siquiera Washington llegue al mínimo exigido por Trump hace seis años puede indicar las intenciones de aumento del gasto militar estadounidense del futuro presidente que, como publicaba el viernes Financial Times, ya no considera suficiente el 4% que mencionaba en 2018, sino que aspira al 5%, lo que supondría una enorme presión para los presupuestos europeos, que habrían de reducir notablemente partidas que hasta ahora han sido consideradas básicas. Evidentemente, la reducción del estado del bienestar europeo no es una preocupación para Donald Trump que, rodeado de halcones, siempre ha abogado por la remilitarización.

 

“Una persona afirmó que entendía que Trump se conformaría con un 3,5%, y que planeaba vincular explícitamente un mayor gasto en defensa y la oferta de condiciones comerciales más favorables con EE UU. «Está claro que estamos hablando de un 3% o más para la cumbre de [la OTAN de junio en] La Haya», dijo otro funcionario europeo informado de las ideas de Trump”, añade Financial Times, a quien no le preocupan las partidas que los países tendrían que recortar, sino que se alegra de cuál será la aparente contrapartida que ofrece Estados Unidos.

 

“Durante su campaña a la Casa Blanca, Trump prometió cortar la ayuda a Ucrania, obligar a Kiev a entablar conversaciones de paz inmediatas y dejar sin defensa a los aliados de la OTAN si no gastaban lo suficiente en defensa, lo que asustó a las capitales europeas”, recuerda el artículo, que añade que el cambio en la postura de Trump se debe al “impulso de los aliados, profundamente preocupados por su capacidad para apoyar y proteger a Ucrania sin el respaldo de Washington. Según el artículo, Trump se comprometería a mantener el suministro militar de Estados Unidos a Kiev a cambio de que los países del a OTAN aumenten en más del doble el objetivo de gasto. El 4% al que se refería en 2018 y que únicamente supera Polonia ya no es suficiente y es preciso aumentar el gasto al 5%. Todo por la guerra, sea la actual contra Rusia o cualquier conflicto futuro con el verdadero enemigo, China.

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