Jeffrey Sachs: “EE.UU. nunca quiso la paz con Rusia sino la
prolongación de la guerra fría”
Entrevista
El diseñador del plan de transición económica tras el
colapso de la Unión Soviética cree que el rescate a Rusia en 1991 fue rechazado
por los neoconservadores en nombre de la
hegemonía estadounidense
Andy Robinson
27/09/2024
En 1990, a los 34
años de edad, el brillante economista de Harvard, Jeffrey Sachs fue invitado
por Grigory Yavlinsky, el asesor económico de Mijaíl Gorbachov, para asesorar
la transición de la Unión Soviética hacia una economía de mercado y, asi, abrir
una nueva etapa de amistad con Occidente.
Sachs -actualmente
catedrático de la prestigiosa Universidad de Columbia en Nueva York- había
tenido éxito con el mismo encargo en Polonia en los años anteriores. Tras el
golpe contra Gorbachov y el colapso de la Unión Soviética en 1990, Sachs viajó
a Moscú en 1991 para ofrecer sus consejos al nuevo gobierno de Boris Yeltsin y
su asesor económico Yegor Gaidar. El joven economista de Harvard sería blanco
de críticas en algunos sectores por
diseñar el plan de terapia de choque al inicio del hundimiento dramático de la
economía soviética. Pero, según explica aquí por primera vez en un medio
europeo, lo que desató la crisis catastrófica de la economía post soviética fue
la negativa de Washington a implementar un plan de rescate recomendado por el
equipo de Sachs, que habría supuesto condonar miles de millones de dólares de
deuda y implementar un ambicioso plan de apoyo económico de EE.UU. y el G7 a
las reformas de Gorbachov, una suerte de Plan Marshall. Pese a su amistad con
Bill Clinton, Boris Yeltsin tampoco logró el apoyo económico que necesitaba.
El resultado fue un cataclismo social en la ex Unión
Soviética, el empobrecimiento de la
mayoría de la población y el hundimiento de los índices de desarrollo, con una
caída de la esperanza de vida media de 65 años en 1989 a 57 años en 1994.
¿Por qué Estados
Unidos se negó a proporcionar la ayuda a la ex URSS ? La respuesta, según
explica Sachs en esta entrevista, fue el plan
de consolidar la hegemonía estadounidense a escala planetaria después de
la caída de la URSS. Cuanto más débil Rusia, mejor para el proyecto neoconservador
que emergió con la administración de George H. W. Bush y siguió con Bill
Clinton.
Esto se manifestó también en el incumplimiento de la promesa
de no ampliar la OTAN “ni una sola pulgada”, según prometió en una conversación
con Gorbachov, James Baker, el secretario de Estado de la administración de
George Bush padre. Sachs confirma aquí
hasta qué punto los líderes rusos
confiaban en ese compromiso estadounidense, sobre todo en relación con Ucrania
y Georgia, que consideraban esenciales para la seguridad nacional de Rusia.
Pero, desde 1991, doce nuevos países han ingresado en la OTAN. Ya en 1994, la
decisión había sido tomada de facilitar el ingreso a Ucrania en la OTAN, dice
Sachs. El resultado, treinta años después, es una coyuntura extraordinariamente
peligrosa, -advierte- con un elevado riesgo de aniquilación nuclear.
El reloj del “Doomsday” -del fin del mundo- está más cerca
que nunca de la hora cero. Usted lleva mucho tiempo en esto. ¿Cómo se siente?
En 1991, cuando fui a Moscú, el reloj del Doomsday estaba a
17 minutos de la medianoche. Hoy está a 90 segundos de la medianoche. Lo he
mirado a lo largo de estos años. Lo he mirado muy de cerca. Y alucino. Recuerdo
con detalle la sensación que tuve cuando estaba sentado en el Kremlin en
diciembre de 1991, mirando a la cara a Boris Yeltsin. Y tuve la sensación de
que todo iba a salir bien. Porque teníamos las bases para la paz, la
cooperación y la normalización de las relaciones entre Rusia y EE.UU. El presidente
de Rusia me lo acababa de decir directamente. Y lo dijo con argumentos fundados
y mucha credibilidad. Pero Estados
Unidos no supo aceptar una respuesta afirmativa; querían el dominio total y no
la paz. Y eso es donde estamos hoy. Es extraordinariamente peligroso.
Cuando visitó Rusia y trabajó con Igor Gaidar, ¿Yeltsin
confiaba en que no habría expansión de la OTAN?
No me tocó ocuparme directamente de cuestiones relacionadas
con la OTAN. Pero la sensación general en esos momentos en el liderazgo ruso,
desde luego, fue que Rusia y Estados Unidos tendrían relaciones fuertes y
positivas en todos los ámbitos, y que la OTAN no se expandiría hacia el este.
Esto se lo habían prometido tanto los estadounidenses como los alemanes.
¿Estaba James Baker delineando una estrategia real cuando
hizo la famosa declaración a Gorbachov en febrero de 1990 de que la OTAN no se
expandiría “ni una pulgada” o fue una estrategia para lograr la retirada de las
tropas de la URSS de Alemania Oriental?
Baker estaba afirmando una política real de EE. UU. en ese
momento. Posteriormente, Estados Unidos incumplió su palabra, y sabía
perfectamente que lo estaba haciendo. Hubo un acalorado debate sobre este tema
dentro de la Administración Clinton.
Se suele defender la ampliación de la OTAN como la respuesta
de buena fe de EE. UU. a los deseos de las naciones anteriormente controladas
por los soviéticos. ¿Qué piensa usted de eso?
Es cierto que los países de Europa del Este y de la antigua
Unión Soviética querían ingresar en la OTAN. Pero eso no fue una buena opción.
Rusia era muy sensible a la expansión, y nunca habría aceptado a Ucrania y
Georgia en la OTAN. No es de extrañar.
EE. UU. jamás aceptaría bases militares rusas en el hemisferio occidental.
Eso lo ha dejado muy claro a lo largo de 200 años, desde los tiempos de la
Doctrina Monroe. EE. UU. y la Unión Soviética casi entraron en guerra nuclear
por este mismo tema en 1962.
¿La Administración de Bush o de Clinton hizo algo para
prevenir el colapso económico en Rusia?
Ni Bush ni Clinton tomaron medidas activas y adecuadas para
apoyar la estabilización económica y financiera de Rusia durante 1992-93,
cuando el gobierno de reforma ruso estaba en el poder. Esta fue una oportunidad
catastróficamente perdida. No querían la paz sino la prolongación de la guerra
fría.
¿Cree que, en realidad, querían ver el colapso de la
economía para debilitar aún más a Rusia y ampliar la hegemonía de EE. UU.?
Asi es. Después de 1991, EE. UU. estaba afirmando su
hegemonía global. No quería que Rusia colapsara, pero sí que Rusia fuera
subordinada a EE. UU.
EE. UU. parecía abierto a incorporar a China en la economía
global y como base manufacturera para las multinacionales estadounidenses (y
comprador de deuda de EE. UU.). ¿Por qué la política fue diferente con respecto
a Rusia?
En la visión del Estado de seguridad de EE. UU., China no
parecía representar ninguna amenaza para la hegemonía estadounidense en los
años 90 o principios de los 2000. De hecho, el estado de seguridad de EE. UU.
prestó poca atención a China hasta la década de 2010.
La economista Isabella Weber compara la resistencia de China
a la terapia de choque con Rusia. Usted diseñó algo de terapia de choque para
Rusia. ¿Fue necesario?
Diseñé un programa de estabilización financiera para Rusia
que EE. UU. y el FMI rechazaron. Acerté en mi diagnóstico económico, pero a EE.
UU. no le interesaba la estabilización de Rusia, o al menos no una ayuda
financiera significativa de EE. UU. para Rusia. China no necesitaba el mismo
tipo de política de estabilización.
Diseñé un programa acertado en 1991 pero a EE.UU. no le
interesaba estabilizar a Rusia
¿Consideró la administración de Clinton que la creación de
la oligarquía rusa a través de la privatización fue un problema o parte del
plan?
Yo no formaba parte
de la administración de Clinton ni de sus decisiones sobre la privatización en
Rusia. Como académico intenté advertir a la Administración Clinton en 1995-96
sobre la corrupción en Rusia con respecto al acuerdo de acciones por préstamos,
pero fui rechazado por la administración, que no mostró ningún interés en el
asunto. Nunca tuve ninguna responsabilidad de asesoramiento o participación en
la privatización rusa, y fui asesor (no remunerado) del gobierno ruso solo
desde finales de 1991 hasta finales de 1993, por lo que no estuve involucrado
ni presente cuando los oligarcas adquirían su riqueza.
¿Por qué la ideología neoliberal estilo Davos - “la paz está
garantizada entre dos países si ambos tienen un McDonald's” , llegó a escribir
Thomas Friedman- no prevaleció?
Porque EE. UU. no quiere la paz por sí mismo sino la paz a
través de su hegemonía . Son cosas distintas. Creo que el asunto clave aquí no
es ni el proyecto neoliberal. Es la hegemonía de Estados Unidos que sustituyó
la hegemonía del Reino Unido, o sea que los angloamericanos deben gobernar el
mundo y nada más. Siempre es así. La idea no era un nirvana de mercados, con el
Foro Económico Mundial al mando del planeta. El objetivo desde el final de la
Segunda Guerra Mundial era la hegemonía de EE.UU. Y claro, en ese contexto, las
compañías multinacionales estadounidenses ganarían mucho dinero y podría haber
comercio internacional y todo lo demás. Pero el verdadero objetivo durante todo
este período y antes es el poder, así de simple.
La clave no es el proyecto neoliberal sino el objetivo de
ampliar el poder de EE.UU.
¿Por qué no era compatible Rusia con ese plan?
En principio, no hubo
una incompatibilidad entre EE.UU .y Rusia. Ese fue mi punto de vista entonces,
en 1991, cuando fui a Moscú, y sigue siendo mi punto de vista ahora. Escuché a
Gorbachov, escuché a Yeltsin, escuché a todos. No había ninguna
incompatibilidad. Había un consenso de que el bolchevismo había sido un paso en
falso.
¿Es decir que la guerra es parte de una estrategia de
treinta años para debilitar a Rusia?
En realidad, data de antes, de 1945, desde el fin de la
Segunda Guerra Mundial. Desde los años cuarenta hasta 1989, el malo de la
película era el comunismo. No era Rusia en sí, sino la revolución bolchevique y
el comunismo. Y eso terminó en 1991, y le puedo decir que terminó sin ninguna
duda porque yo estaba sentado con Boris Yeltsin y me explicaba que quería que
Rusia fuera una economía normal, y que el comunismo ya era el pasado. Pero,
desde la perspectiva de Estados Unidos, no cambió absolutamente nada. Eso es
muy interesante... el comunismo parece ser que fue una excusa. En el sentido de
que había una gran potencia que era un rival y teníamos que derrotarlo. Por eso
creo que la Guerra Fría se mantuvo después de 1991. La respuesta era: “Da lo
mismo, comunistas o no comunistas; sigue siendo Rusia y tenemos que asegurarnos
de que se incorporen al orden estadounidense.” Eso fue la mentalidad
estadounidense.
¿Los neoconservadores, más que derrotar el comunismo querian
que EE.UU elevara el alcance de su poder, cierto?
Sí. Hay que recordar que eso era muy explícito en la mente
de gente (neoconservadora) en
Washington, como, Robert Kagan. Era el
proyecto para el Nuevo siglo americano de Zbigniew Kazimierz Brzezinski. Y los
historiadores más lucidos ahora me explican que ya se había decidido más o
menos en 1994 que la OTAN se ampliaría para incorporar a Ucrania. Es muy
interesante leer el artículo de Brzezinski sobre estrategia en Eurasia,
publicado en Foreign Affairs en 1997. No está hablando de sus ideas, sino de lo
que ya ha sido decidido en Washington. O sea, ya a mediados de los años noventa
es la doctrina americana. Y esto encaja; es la continuación de la estrategia que
se puso en marcha a mediados de 1945 según la cual Rusia ya era el nuevo
enemigo.
La decisión de incorporar Ucrania a la OTAN ya se había tomado en 1994
¿Por qué cree que estalló la guerra actual entre Rusia y
Ucrania a principios de 2022?
Estalló por varias razones interrelacionadas, incluida la
expansión de la OTAN, especialmente el deseo de EE. UU. de incorporar a Ucrania
y Georgia; el abandono del Tratado de Misiles Antibalísticos por parte de EE.
UU. en 2002; las operaciones de cambio de régimen de EE. UU. en Serbia en 1999,
Ucrania en 2014 cuando se EE.UU. apoyó un golpe contra el presidente Viktor
Yanukovich,; sin olvidar las guerras de EE. UU. contra Irak en 2003, Siria en
2011 y Libia en 2011. Todos esos países eran aliados de Rusia. Luego estuvo el
fracaso de Ucrania en implementar el acuerdo de Minsk y el fracaso de EE. UU.
en presionar a Ucrania para hacer cumplir Minsk II. Y, por supuesto, el envío
de armas a Ucrania por parte de EE. UU. después de 2014 y la colocación de
misiles Aegis de EE. UU. en Polonia y Rumania. Luego estuvo la negativa de EE.
UU. a descartar el emplazamiento de sistemas de misiles de EE. UU. en Ucrania y
los ataques ucranianos en el Donbás después de 2014, usando armas y
financiación de EE. UU. Y, finalmente, el fracaso de EE. UU. de negociar con
Rusia sobre estos temas a finales de 2021, cuando Putin propuso un borrador de
acuerdo de seguridad entre Rusia y EE. UU. Todo tiene un hilo conductor: la
arrogancia estadounidense que da por hecho que EE. UU. está al mando y Rusia no
cuenta para nada.
Lo más extraño visto todo desde aquí en Europa es que Europa
últimamente se ha alineado sin apenas debate con esa estrategia. Hace diez
años, en 1994, tal vez Washington había decidido ampliar la OTAN hasta incluir
a Ucrania, pero Europa no. ¿Por qué?
Eso es lo que me resulta verdaderamente chocante. ¡Cuántos
líderes europeos en 2008, por ejemplo, tenían muy claro que la ampliación de la
OTAN era peligrosa, provocadora, y que debería ser evitada! Me refiero a
Merkel, Sarkozy... No tenían la más mínima duda. Resistían ante las presiones
de George W. Bush en Bucarest. Yo tuve una larga conversación con un líder
europeo que en estos momentos es primer ministro, en 2008 o 2009, y me
preguntó: “¿Qué está haciendo tu presidente? Es una locura.” Ahora, la misma persona
dice lo contrario, al menos en público. De modo que lo he visto con mis propios
ojos. Y es bastante difícil de entender.
Macron me dijo en privado exactamente lo opuesto a lo que dice
públicamente. Me dijo que consideraba que la OTAN era la causa de la guerra,
pero luego en su discurso público dice exactamente lo contrario. Eso ocurre con
otros líderes con los que he hablado. Orbán es el único que acierta. Y como
consecuencia se le castiga. ¿Por qué? No sé si es la política del estado
profundo, que Washington tiene a Europa en desventaja. No lo sé. Porque los
cancilleres alemanes del pasado jamás se comportaban como Scholz: Willy Brandt,
Helmut Kohl, Gerhard Schröder. Todos tenían su propia personalidad. Todos en
algún momento estaban dispuestos a plantar cara a EEUU... ya no.
Orban y Trump parecen ser mucho más pragmáticos, realistas
en lo que se refiere a Rusia.
Por supuesto. He hablado con muchos líderes europeos en los
últimos años, y el que es de lejos el mejor informado, el más racional y que tiene
las ideas más claras es Viktor Orban. Él entiende esta crisis a la perfección.
Entiende las motivaciones de los diferentes países. Entiende los orígenes y la
historia de la crisis. Y está siendo marginado precisamente porque dice la
verdad en esta cuestión.
Dices en tu articulo en Racket news que el plan que ustedes
propusieron en 1990 para Gorbachov fue
rechazado por los “guerreros de la Guerra Fría” en la administración de George
Bush padre. Uno de ellos era Dick Cheney. Y Cheney acaba de anunciar su apoyo a
Kamala Harris... ¿Eso qué nos dice?
Nos dice que existe un Estado profundo en Estados Unidos que
trasciende los partidos políticos. Y si quiere hacer un seguimiento de esto,
pues solo tiene que ver la trayectoria de mi nueva compañera en la Universidad
de Columbia, Victoria Nuland que, por cierto es la mujer de Robert Kagan. Es
fascinante. Ella era la número dos de Strobe Talbott en el departamento de
Estado de Clinton. Ya era una figura clave en política respecto a Rusia en
1993-2000. Luego fue nombrada vice asesora de seguridad nacional por Cheney en
la administración de George Bush hijo. Después ocupó el cargo de embajadora
ante la OTAN de Bush. Luego, saltó de la administración Bush a ser la portavoz
de Hillary Clinton. Luego fue número dos del departamento de estado en la
administración Obama, que diseñó el golpe contra Yanukovich, y finalmente se
hizo vice secretaria de estado en la administración Biden. ¿Qué es esto? ¿Es
una parodia? No, es una gran estrategia consolidada por los Estados Unidos
implementada por ambos partidos. Y el
respaldo de Cheney a Kamala Harris es exactamente lo que se podía esperar.
La neoconservadora Victoria Nuland ha oscilado entre
republicanos y demócratas
En el debate presidencial en televisión la semana pasada,
Kamala Harris habló sobre la amenaza de Putin a Polonia y Donald Trump habló
sobre el peligro de la Tercera Guerra Mundial si no se negocia el fin de la
guerra. ¿Quién cree que tiene razón?Trump tiene razón. Harris está hablando del guión del estado
profundo de EE. UU. Trump no está
vinculado al estado profundo de la misma manera. Sin embargo, está equivocado en muchas otras cosas. No voy
a votar por ninguno de los dos. Pero parece que Trump y Vance entienden que la
expansión de la OTAN es la causa de raiz de la guerra en Ucrania.
¿Cree que la escalada de tensión seguirá después de las
elecciones ?
La cuestión es si
existe suficiente pragmatismo en la CIA o en la agencia de seguridad nacional o
en el Pentágono para prevenir una escalada hacia una guerra nuclear. O sea,
para conseguir una respuesta a tu pregunta habría que hablar con Bill Burns, el
director de la CIA. Porque él tiene más poder que el presidente. Esta es la
cuestión existencial... El fin de semana pasado la administración dijo que no iba
a permitir golpes profundos dentro de Rusia. ¿Esto durará? No lo sé. Nadie está
informando a la ciudadanía y a la opinión pública. No hay debate, no hay
discusión. Lo único que hay es el comentario de Burns de la CIA de que no
deberíamos estar intimidados. Lo cual es trágico y absurdo porque el mismo
Burns redactó un informe en 2008 en el cual advirtió que la incorporación de
Ucrania a la OTAN provocaría una reacción neurálgica no solo en Putin sino en
toda la clase política rusa. Es una campaña de desinformación. Lo que tenemos
es una escalada constante que es extraordinariamente peligrosa. Y no sabemos a
dónde llegará.
https://www.lavanguardia.com/internacional/20240927/9947373/jeffrey-sachs-rusia-entrevista-guerra-fria.html