Tiempos nuevos, tiempos salvajes
Steven Forti .
10/06/2024
Las elecciones (europeas ) dejan pocas sorpresas: la extrema derecha
obtiene sus mejores resultados históricos, logra un 25% de los escaños y
condiciona fuertemente el europeísmo del eje París-Berlín
Si alguien se sorprende por los resultados de las elecciones
europeas de este 9 de junio es porque no quería ver qué estaba pasando. La
tendencia del último bienio mostraba claramente un avance de las extremas
derechas y un debilitamiento de las fuerzas progresistas. Además, esta vez los
sondeos no se han equivocado: la fotografía que deja el voto al Parlamento
Europeo es la que, a grandes rasgos, llevaba circulando desde hace al menos un
par de meses. En resumidas cuentas, sorpresas ha habido muy pocas.
Ahora bien, por ser previsible el escenario, no es menos
preocupante. Al contrario. Más allá de algún tropiezo, como en los países
escandinavos o en Portugal donde Chega no despega, la extrema derecha ha
cosechado éxitos a lo largo y ancho del continente: es el primer partido en
seis países (Francia, Italia, Hungría, Austria, Bélgica y Eslovenia) y el
segundo en otros seis (Alemania, Polonia, Países Bajos, Rumanía, Chequia y
Eslovaquia). En la Eurocámara, si a los diputados del grupo de los
Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) y a los del grupo de Identidad y
Democracia (ID), unimos los de partidos ultras que de momento no tienen
adscripción, como los de Alternativa para Alemania o de la húngara Fidesz,
junto a un puñado de formaciones de nuevo cuño sobre todo del Este, la extrema
derecha sumaría 180 diputados, más o menos los mismos de los populares. Esto
significa el 25% de los escaños del Parlamento de Estrasburgo. Hace veinte
años, los ultras superaban por los pelos el 10% y hace cuarenta años, en 1984,
no llegaban ni al 4%.
Los bárbaros han entrado en Roma
Sin embargo, hay otros dos elementos novedosos y alarmantes,
uno más propiamente político y uno que podríamos definir como discursivo o de
relato. El primero es que esta vez la extrema derecha ha golpeado duramente en
el corazón de la Unión Europea: el frente europeísta sale muy debilitado en
Francia y Alemania. Y sus gobiernos se tambalean. Es cierto que Marine Le Pen
había ganado ya los comicios europeos de 2019, pero ahora la diferencia con el
partido de Emmanuel Macron es abismal: el Reagrupamiento Nacional (RN) supera
el 30% y dobla en votos a la lista del presidente. Se trata de una humillación
en toda regla que ya ha tenido consecuencias: la convocatoria de elecciones
legislativas anticipadas para los próximos 30 de junio y 7 de julio. Su
desenlace es una incógnita, debido también al sistema de doble vuelta existente
en el Hexágono. ¿El RN repetirá el exploit y llegará por primera vez al
gobierno o habrá una movilización de la Francia progresista? ¿Habrá
cohabitación entre Macron y el joven candidato lepenista, Jordan Bardella? Vaya
como vaya, parece indudable que Le Pen ha conseguido ya su principal objetivo,
desdemonizarse y optar a la hegemonía política, es decir, ser considerada
aceptable por una gran parte de la sociedad francesa.
El frente europeísta sale muy debilitado en Francia y
Alemania. Y sus gobiernos se tambalean
Al otro lado del Rhin, aunque la extrema derecha no ha
ganado las elecciones, Alternativa para Alemania (AfD) se consolida como
segunda fuerza con casi el 16% de los votos y supera a socialdemócratas y
verdes. Cabe recordar, además, que a los ultras alemanes ni se les ha ocurrido
intentar moderarse durante la campaña electoral: las declaraciones a favor de
la “reemigración” de los “no asimilados”, la minimización de los crímenes de la
SS y las evidencias de haber recibido dinero de Rusia –lo que le ha costado,
entre otras razones, la expulsión de Identidad y Democracia– no han impactado
negativamente. Al contrario, muchos jóvenes la apoyan y en el Este del país ha
arrasado: en las elecciones que se celebrarán tras el verano en tres estados
federados de la antigua RDA tiene el camino despejado. El canciller Olaf Scholz
sale con los huesos rotos: la CDU post-merkeliana ha obtenido casi más votos
que los tres partidos que forman la coalición de gobierno.
En síntesis, el “motor” franco-alemán está gripado. Y esto
puede tener consecuencias también en el corto plazo: en las próximas semanas se
decidirán los puestos principales para la nueva legislatura europea, incluida
la presidencia de la Comisión. Después de esta dura derrota, ¿Macron y Scholz
podrán todavía jugar un papel activo? ¿Seguirá en pie el acuerdo no escrito
entre el presidente francés, el canciller alemán, el premier polaco Donald Tusk
y Pedro Sánchez para excluir a la extrema derecha de las instituciones
comunitarias? No se pierda de vista, además, el factor Meloni. Aunque el
Partido Democrático e incluso la izquierda han resucitado debajo de los Alpes,
la líder de Hermanos de Italia puede celebrar por todo lo alto su victoria.
Junto a Tusk, que en Varsovia ha superado a los ultras de Ley y Justicia, una
de las pocas buenas noticias junto al aguante del PSOE y la victoria socialista
en Portugal, Meloni, que ha rozado el 29% de los votos, es la jefa de gobierno
que sale más fortalecida de este 9 de junio. Y la delegación de su partido será
la tercera más importante en la Eurocámara, justo por detrás de la CDU y de Le
Pen.
Von der Leyen se ha escorado a la derecha, entablando una
excelente relación con Meloni, abriéndole la puerta a la extrema derecha que se
define como atlantista
El centro ya no existe
El segundo elemento muy preocupante es discursivo. La
lectura que se está ofreciendo en la mayoría de los medios es que las fuerzas
europeístas han aguantado, más o menos, el tipo. Repiten que se mantendrá una
mayoría similar a la actual, formada por populares, socialdemócratas y
liberales, y que, al fin y al cabo, no va a cambiar nada. Incluso hay quien
afirma que el hecho de que las extremas derechas hayan moderado su
euroescepticismo y hayan abandonado los propósitos de emular el Brexit
mostraría la fortaleza del proyecto europeo. Sin embargo, este análisis o bien
peca de wishful thinking, quizás por miedo a imaginar cuáles pueden ser los
futuros escenarios si no hay un cambio de rumbo, o bien demuestra la ceguera de
muchos analistas y tertulianos que aún no se han dado cuenta de lo que ha
pasado en las últimas dos décadas.
No nos engañemos: el “centro” ya no existe, si alguna vez
existió. Los populares se han radicalizado y han comprado parte de la agenda de
la extrema derecha en temas como inmigración e identidad. En diferentes países,
como Italia, Finlandia, Suecia o Croacia, están gobernando junto a los ultras.
En otros, lo harían o lo harán en cuanto puedan. Incluso en el Partido Popular
Europeo (PPE) hay partidos que son ya de ultraderecha, como el SDS esloveno,
liderado por Janez Janša, que está siguiendo el camino iliberal del húngaro
Viktor Orbán, miembro de los populares hasta hace tres años. Entre los
liberales de Renew Europe también hay formaciones que podemos considerar como
mínimo cuestionables, como el ANO 2011 del expremier Andrej Babiš, y otras que
ya no le hacen ascos a pactar una coalición de gobierno con la extrema derecha,
como el Partido Popular por la Libertad y la Democracia de Mark Rutte en los
Países Bajos. Añadámosle la posición que algunos partidos socialdemócratas han
adoptado en los últimos tiempos sobre la inmigración, como los daneses o los
alemanes, ambos, por cierto, en el gobierno en sus países.
La guinda del pastel ha sido el giro que ha dado en el
último bienio la actual presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der
Leyen. Elegida en 2019 para frenar a los ultras, la popular alemana se ha
escorado a la derecha, entablando una excelente relación con Meloni, abriéndole
la puerta a la extrema derecha que se define como atlantista y dando pasos
atrás en diferentes asuntos, como la lucha contra el cambio climático. No se
olvide que el actual presidente del PPE, el bávaro Manfred Weber, ha sido el
primer patrocinador de un pacto con el ECR. Ya en septiembre de 2022 bendijo la
alianza entre Forza Italia y Hermanos de Italia. Y al año siguiente hizo lo
mismo en España. ¿Dónde estaría este fantasmático “centro”, pues?
Por cómo funciona la UE y por los complejos procedimientos
existentes, en Bruselas los bárbaros no pueden reventarlo todo de golpe
Ganar legitimidad
Probablemente, la mayoría en la Eurocámara seguirá siendo la
misma. A día de hoy, tengámoslo claro, es el mejor escenario posible. Lo
descubriremos dentro de unas semanas. Ahora bien, esa mayoría será en la
práctica menos progresista comparada con el pasado porque todo el espectro
político se ha movido a la derecha. Por otro lado, los populares, primer
partido en Estrasburgo, se moverán con cierta libertad durante la legislatura,
pactando algunas medidas con la extrema derecha y aprovechando, cuando sea posible,
la existencia de mayorías alternativas. Sin ir más lejos, es lo que han hecho
en los últimos dos años, desde la elección de la popular maltesa Roberta
Metsola a la presidencia de la Eurocámara. Por último, si bien los ultras no
conseguirán puestos importantes en las instituciones comunitarias, ganarán
espacio, peso, visibilidad y, por ende, legitimidad. Seguramente caerá alguna
presidencia de comisión parlamentaria, una o más de una vicepresidencia del
Parlamento Europeo –ya tienen una ahora, dicho sea de paso– y, muy
probablemente, una comisaría de peso, quizás con cargo de vicepresidencia.
En síntesis, las cosas no seguirán igual. Por cómo funciona
la UE y por los complejos procedimientos existentes, en Bruselas los bárbaros
no pueden reventarlo todo de golpe. Los cambios pueden ser solo paulatinos y
difusos. Y en éstas estamos. Como cantaban Los Ilegales, vienen tiempos nuevos,
tiempos salvajes. Prepárense.
https://ctxt.es/es/20240601/Politica/46698/Steven-Forti-elecciones-UE-Europa-Extrema-derecha-le-pen-meloni.htm
y ver ..
https://mientrastanto.org/228/ensayo/hacia-una-union-europea-de-extrema-derecha/
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