Trump, la economía europea y el gasto militar
Publicado por @nsanzo ⋅ 22/12/2024
“No solo el presidente estadounidense, sino también sus
representantes en el extranjero, utilizan a veces un lenguaje al que hay que
acostumbrarse. El ejemplo más reciente son las declaraciones del embajador
estadounidense en Berlín, Richard Grenell. Amenaza a las empresas alemanas con
sanciones por participar en el proyecto del gasoducto Nord Stream 2. A través
de ese gasoducto, el gas natural debe fluir directamente desde Rusia a
Alemania. Aparte del hecho de que las diferentes opiniones sobre un proyecto de
este tipo no deben ser tratadas de esta forma entre aliados, los motivos de
Washington también deben ser cuestionados críticamente. El alegato de que
Europa se está volviendo demasiado dependiente de Rusia es correcto. Pero eso
no le interesaría mucho a este gobierno estadounidense si no fuera un
competidor comercial del país proveedor, Rusia. Aquí falta un poco la honestidad
cuando uno ya se decide por la vía poco diplomática”, escribía en 2019 Deutsche
Welle sobre la principal disputa entre Alemania y Estados Unidos en aquel
momento. Eliminar a un competidor siempre fue el principal motivo de la lucha
de Washington contra el Nord Stream pero, en el caso alemán, se añadía el matiz
de la necesidad de mantener controlado el riesgo de excesivo ascenso industrial
de un potencial rival. Como se ha demostrado desde 2022 con la crisis de la
industria pesada, que requiere de enormes cantidades de energía, la pérdida del
gas a precios asequibles era una de las bases de la competitividad de la
industria alemana. De esa forma, cualquier sanción al sector energético ruso
era, en realidad, una forma de minar la economía alemana, uno de los motores de
la Unión Europea.
La guerra de Ucrania y la nada escondida euforia por el
atentado que destruyó tres de las cuatro tuberías del gasoducto que unía Rusia
y Alemania dieron a Washington exactamente lo que quería: iniciar la
eliminación de Rusia del lucrativo mercado energético europeo. A partir del 1
de enero, y pese a las plegarias de varios de sus aliados y vecinos de la Unión
Europea, Ucrania detendrá el tránsito de gas ruso a través del único gasoducto
por el que hasta ahora transitaba gas ruso. Sin embargo, la victoria no es
completa para Estados Unidos y sus aliados árabes, fundamentalmente Qatar, ya
que el gas licuado ruso sigue siendo una de las fuentes energéticas importantes
en Europa. Ese es el motivo por el que uno de los argumentos que desea utilizar
el trumpismo para minar la economía rusa y lograr así una paz más favorable a
Ucrania es la prohibición del gas licuado ruso, competencia seria para el más
costoso gas estadounidense. Asegurar la expulsión del gas ruso no solo requiere
tratar los síntomas actuales, sino prevenir los futuros. Pese a que fue
destruido en 2022 y la reconstrucción, extremadamente costosa e inviable
políticamente a día de hoy, el Nord Stream sigue siendo un enemigo a batir. El
miércoles, el Departamento de Estado anunció nuevas sanciones contra empresas
implicadas en la construcción del gasoducto y varios propietarios de buques
previamente sancionados. Aunque es, en palabras de Victoria Nuland, “un pedazo
de metal en el fondo del mar”, sigue siendo un peligro al acecho.
El gas ha sido durante años la herramienta preferida de
Estados Unidos para presionar a los países europeos, aunque no el único. En
tiempos de Trump, la OTAN fue también una herramienta para conseguir los
objetivos estadounidenses. Por motivos que no pueden ser pura coincidencia,
Alemania fue también el principal blanco de esas críticas. “«La OTAN estaba
reventada hasta que llegué yo», dijo Trump en un mitin en Conway, Carolina del
Sur. «Dije: ‘Todo el mundo va a pagar’. Dijeron: ‘Bueno, si no pagamos, ¿nos
vais a seguir protegiendo?’. Les dije: ‘En absoluto’. No se podían creer la
respuesta»”, escribía CNN el pasado febrero citando a Trump en uno de sus actos
políticos. El entonces aspirante a presidente se defendía así de las
acusaciones de aislacionismo -existe una corriente dentro de su partido y de su
tendencia política que sí es aislacionista, pero Trump ha demostrado no serlo-
y de querer destruir la Alianza Atlántica. Lejos de esa ficción, el objetivo de
Trump, para el que desde luego ha utilizado como herramienta de presión la
posibilidad de retirar a Estados Unidos, siempre ha sido conseguir un fuerte
incremento de la inversión militar de los países europeos, una forma de reducir
el gasto que para Washington supone la seguridad en Europa y que puede
invertirse en otras zonas el planeta, especialmente en el creciente
enfrenamiento con China. La realidad de la industria militar hace que, en caso
de aumento de gasto en los países europeos, gran parte de las adquisiciones que
tuvieran que hacer esos Estados se producirían en Estados Unidos, contribuyendo
así al objetivo proteccionista del America First de aumentar la producción
interna.
“Durante muchos años, no hubo una norma clara que
estableciera un nivel mínimo de gasto militar exigido a los Estados miembros.
En la práctica, Estados Unidos representaba una parte sustancial de este gasto
militar, mientras que varios otros miembros habían tendido a reducir el suyo”,
escribió Le Monde a raíz de la reanudación de la presión trumpista para obligar
a los países europeos a aumentar el gasto militar. “Desde partir de 2006, los
Estados miembros de la OTAN acordaron invertir esta tendencia, fijándose
colectivamente el objetivo de aumentar sus presupuestos militares hasta
alcanzar al menos el 2% de su PIB. Tras la anexión rusa de Crimea en 2014, los
Estados miembros precisaron este objetivo: El objetivo era entonces «avanzar
hacia la directriz del 2%» para 2024, aunque esta norma no se hizo vinculante”,
añade el medio para contextualizar la repetida cifra del mínimo que han de
emplear en gasto militar los países miembros de la OTAN.
Aunque eran muchos los países que no llegaban al mínimo del
2% del PIB en defensa, Trump marcó un objetivo claro. “Alemania acaba de
empezar a pagar a Rusia, el país del que quiere protegerse, miles de millones
de dólares por sus necesidades energéticas, que saldrán de un nuevo gasoducto
procedente de Rusia. ¡No es aceptable! ¡Todas las naciones de la OTAN deben
cumplir su compromiso del 2%, y ese compromiso debe llegar en última instancia
al 4%!”, escribió en su cuenta de Twitter el 12 de julio de 2018. En estos
años, Alemania ha pasado del 1,25 al 1,57% del PIB en gasto militar. Y pese a
las críticas al entender otros países, fundamentalmente Francia, que no está
haciendo lo suficiente por apoyar militarmente a Ucrania, Berlín es el segundo
proveedor de Kiev, solo por detrás de Estados Unidos.
El actual aumento del gasto militar europeo no es suficiente
para Donald Trump, que ha reanudado su campaña de presión a pesar de las
palabras de Mark Rutte, que apeló a los países de la OTAN a pasar a una
“mentalidad de guerra” y exige ahora un gasto del 3% del PIB en defensa. Son
cinco los países que invierten ese porcentaje actualmente: Polonia (el único
que supera el 4%), Estonia, Estados Unidos, Letonia y Grecia. El hecho de que
ni siquiera Washington llegue al mínimo exigido por Trump hace seis años puede
indicar las intenciones de aumento del gasto militar estadounidense del futuro
presidente que, como publicaba el viernes Financial Times, ya no considera
suficiente el 4% que mencionaba en 2018, sino que aspira al 5%, lo que
supondría una enorme presión para los presupuestos europeos, que habrían de
reducir notablemente partidas que hasta ahora han sido consideradas básicas. Evidentemente,
la reducción del estado del bienestar europeo no es una preocupación para
Donald Trump que, rodeado de halcones, siempre ha abogado por la
remilitarización.
“Una persona afirmó que entendía que Trump se conformaría
con un 3,5%, y que planeaba vincular explícitamente un mayor gasto en defensa y
la oferta de condiciones comerciales más favorables con EE UU. «Está claro que
estamos hablando de un 3% o más para la cumbre de [la OTAN de junio en] La
Haya», dijo otro funcionario europeo informado de las ideas de Trump”, añade
Financial Times, a quien no le preocupan las partidas que los países tendrían
que recortar, sino que se alegra de cuál será la aparente contrapartida que
ofrece Estados Unidos.
“Durante su campaña a la Casa Blanca, Trump prometió cortar
la ayuda a Ucrania, obligar a Kiev a entablar conversaciones de paz inmediatas
y dejar sin defensa a los aliados de la OTAN si no gastaban lo suficiente en
defensa, lo que asustó a las capitales europeas”, recuerda el artículo, que
añade que el cambio en la postura de Trump se debe al “impulso de los aliados,
profundamente preocupados por su capacidad para apoyar y proteger a Ucrania sin
el respaldo de Washington. Según el artículo, Trump se comprometería a mantener
el suministro militar de Estados Unidos a Kiev a cambio de que los países del a
OTAN aumenten en más del doble el objetivo de gasto. El 4% al que se refería en
2018 y que únicamente supera Polonia ya no es suficiente y es preciso aumentar
el gasto al 5%. Todo por la guerra, sea la actual contra Rusia o cualquier
conflicto futuro con el verdadero enemigo, China.
https://slavyangrad.es/2024/12/22/trump-la-economia-europea-y-el-gasto-militar/#more-31197