Israel, Gaza y la guerra económica mundial
Emiliano Brancaccio
Comentando la extensión de los frentes de guerra en Oriente Medio, el Presidente de la República, Sergio Mattarella, ha declarado: "El mundo ha cambiado a peor, no por culpa de un virus, sino por el miserable comportamiento humano". Cierto, pero no suficiente. El problema, añadimos nosotros, es comprender qué grandes mecanismos están induciendo al comportamiento humano a dar paso a una nueva época desdichada de hierro y fuego.
No puede decirse que los comentaristas de la corriente dominante estén ayudando a desentrañar semejante arcano. En lugar de preocuparse por comprender los hechos, los "geopolíticos" parecen dedicarse a una cuestionable labor de persuasión, que consiste en suscitar emociones y reflexiones sólo a partir de un momento arbitrariamente elegido. Nos instan a horrorizarnos y a tomar partido, por ejemplo, sólo a partir de la violencia de Hamás del 7 de octubre de 2023, mientras sugieren que apaguemos nuestros sentidos y cerebros cuando se trata de la transformación israelí de Gaza en una prisión al aire libre, o sobre otros crímenes y fechorías cometidos por los distintos actores implicados y anteriores a esa fecha. Además, por si la arbitrariedad del corte temporal no fuera suficiente, proponen examinar los conflictos bélicos como mera consecuencia de tensiones religiosas, étnicas, civiles e idealistas. Casi nunca como el resultado violento de disputas económicas.
Guerra en Gaza: poner los intereses económicos en el centro
Digamos las cosas como son. Si el objetivo es comprender la cruda realidad que nos rodea, la contribución de estos analistas es inútil.
Para desenterrar los desencadenantes de la actual dinámica bélica, puede entonces ser de ayuda un método algo más sólido, inspirado en algunas aportaciones recientes de la investigación "histórico-materialista". Este método no descuida los determinantes religiosos, culturales o ideales de los conflictos, pero los subordina a un mecanismo más general y poderoso de la historia, que sitúa en el centro de la investigación los factores materiales y los intereses económicos que alimentan los vientos de guerra. En esencia, sigue al dinero para descifrar el movimiento del desafortunado comportamiento humano.
Recientemente, esta metodología se ha aplicado al conflicto de Ucrania, en un libro nuestro [1] y luego en un llamamiento titulado "Las condiciones económicas para la paz" que publicamos en el Financial Times y Le Monde, así como en estas mismas páginas. [2]
Estas aportaciones han recibido mucho apoyo de los miembros de la academia de los Lincei y de otros varios, pero también críticas de algunos detractores. Entre ellos, hay quienes han argumentado que nuestro método de investigación no sirve para explicar conflictos "no económicos", como el palestino-israelí. En realidad, no debería ser difícil detectar algún elemento "económico" en un enfrentamiento entre dos pueblos caracterizados por altas tasas de crecimiento demográfico y destinados a disputarse una irrisoria porción del mundo. Pero no se trata sólo de presiones demográficas. Tal como argumenté en el Istituto Gramsci, aún antes de la nueva erupción de violencia, el conflicto no resuelto entre Israel y Palestina, que tiene su punto de máxima fricción en Gaza, es un factor importante en las enormes contradicciones, de naturaleza económica, que están alimentando las tensiones militares mundiales. Veamos por qué.
Qué tiene que ver la crisis hegemónica de la economía estadounidense con Gaza
El punto de partida de nuestra interpretación es el hecho, reconocido por las propias diplomacias occidentales, de una crisis hegemónica de la economía norteamericana. El capitalismo norteamericano sigue manteniendo el liderazgo mundial en tecnología y productividad. Sin embargo, de la gloriosa era del libre comercio mundial, los Estados Unidos heredaron una carga nada desdeñable de problemas, competitividad y desequilibrios relacionados. Aunque se caracteriza por un crecimiento inferior al de China y otros grandes países emergentes, la economía norteamericana presenta un continuo exceso de importaciones sobre exportaciones y un pesado pasivo exterior neto resultante, que ha alcanzado la cifra histórica de 18 billones de dólares.
Aunque el billete verde sigue siendo preeminente en el orden monetario, semejante desequilibrio es cada vez más difícil de gestionar. Entre otras cosas, guarda cierta relación con las actuales dificultades para financiar campañas militares en todo el mundo. Si en los gloriosos días del globalismo los Estados Unidos expandían deuda y milicias en el extranjero casi de la mano, hoy ese glorioso circuito "militar-monetario" atraviesa sin duda una crisis. El gigante norteamericano se encuentra así en medio de una difícil transición histórica, de adaptación al nuevo y menos terso escenario mundial.
Las razones del giro proteccionista de Washington
Un signo crucial de esta transición histórica norteamericana lo constituye un cambio colosal en la política económica internacional. Tomando nota de los problemas de competitividad y deuda externa surgidos durante la fase globalista, los Estados Unidos tuvieron que actuar dialécticamente: es decir, abandonaron la vieja línea de apertura al libre comercio mundial y dieron marcha atrás, inaugurando una estrategia de levantamiento de barreras proteccionistas, tanto comerciales como financieras, que denominan “externalización amistosa” (“friend-shoring”).
En la práctica, con criterios económicos selectivos, muy diferentes de los del pasado, los norteamericanos intentan dividir el mundo en dos listas: por un lado, los "amigos" y aliados occidentales con los que hacer negocios, y, por otro, los "enemigos" a los que mantener alejados. Entre los "enemigos", la cúpula estadounidense incluye a los países exportadores que han acumulado créditos con los Estados Unidos y que en algún momento podrían utilizar sus activos para adquirir empresas norteamericanas: China en primer lugar, pero también otros varios tenedores de deuda norteamericana situados en el Este y, en pequeña medida, hasta Rusia. En resumen, en Washington se hace necesario evitar el riesgo de una "centralización del capital" en manos orientales. El giro proteccionista norteamericano sirve en última instancia a este propósito.
El punto de inflexión de la guerra en Ucrania y la cuestión energética
Es fácil ver que este cambio de cartas sobre la mesa no es del agrado de China, Rusia y los demás acreedores del Este. Su argumento es que los Estados Unidos ya no están en condiciones de cambiar a su antojo el orden económico mundial según las conveniencias de la fase histórica. No es casualidad que varios altos exponentes de la diplomacia internacional hayan entendido la guerra de Ucrania como un parteaguas, sobre todo para poner a prueba la firmeza del nuevo orden proteccionista decidido unilateralmente por los estadounidenses.
Pero hay también una dificultad inherente a este giro proteccionista. El problema es que, en el diseño norteamericano de dividir el planeta en bloques económicos, la cuestión energética resulta aún más espinosa de lo que era en la época de la globalización. Un nodo crucial estriba en que el bloque occidental liderado por EEUU es en gran medida una economía que importa energía y materias primas y luego las procesa.
Sin duda, con las nuevas tecnologías de extracción, los norteamericanos han mejorado su balanza comercial energética. Y también es cierto que la llamada "transición ecológica" está reduciendo lentamente la dependencia occidental de los grandes exportadores de combustibles fósiles. Pero en conjunto, el bloque de los llamados 'amigos' seguirá necesitando energía y materias primas del exterior durante mucho tiempo.
Trump, Biden, los Acuerdos de Abraham y las consecuencias para Gaza
Y aquí llegamos a las actuales tensiones en Oriente Medio. El giro proteccionista norteamericano está en la raíz de los infames "Acuerdos de Abraham" de 2020 y los tratados anejos al mismo. Estipulados por Trump, pero también impulsados por Biden, esos acuerdos pretenden "normalizar" las relaciones de Israel con los grandes productores árabes de energía y, más en general, con los países de mayoría musulmana ricos en recursos naturales. El objetivo está claro: facilitar el reposicionamiento de esos países en el enérgico bloque económico occidental. Se trata de un elemento decisivo para completar el gran mosaico de la "externalización amistosa" norteamericana.
La diplomacia internacional, sin embargo, siempre ha admitido que esa pieza tiene varios puntos débiles. Uno de ellos es que los acuerdos de Abraham con Bahrein y Emiratos Árabes y, en perspectiva, con Arabia Saudí, y los tratados anexos con Marruecos, Sudán y otros, dejan completamente sin resolver el problema de Palestina y la Franja de Gaza. Tanto es así que la diplomacia norteamericana ha tenido que hacer un atrevido ejercicio retórico, afirmando que el proceso de "normalización de las relaciones con Israel no substituye a la paz entre israelíes y palestinos". Un argumento embarazoso por su vacuidad.
La cuestión palestina debilita el proyecto norteamericano
En esencia, en las negociaciones para la "normalización" de las relaciones entre Israel y los productores árabes de energía, quienes actuaron para dejar sin resolver la cuestión palestina han afectado más o menos conscientemente al proyecto norteamericano de dividir la economía mundial en bloques con mucha mayor profundidad. Sólo teniendo en cuenta este punto de fragilidad sistémica de la "externalización amistosa" es posible comprender el significado y las implicaciones generales de la agresión de Hamás en territorio israelí, del inicio de la reacción militar de Tel Aviv y de las amenazadoras consecuencias no sólo en Gaza sino en todo Oriente Medio.
Gaza, China y la idea de que "la externalización amistosa" es insostenible
Indicativa, en este sentido, lo es la postura de la principal contraparte en la escena mundial. El gobierno chino ha argumentado que los nuevos enfrentamientos entre Israel y Gaza son un claro indicio de la inestabilidad no sólo del Acuerdo de Abraham, sino también del IMEEC, el corredor entre India, Oriente Medio y Europa que los norteamericanos patrocinan como ruta comercial opuesta a la nueva Ruta de la Seda china. Para Pekín, en resumen, los intentos norteamericanos de cortar el mundo en dos son precarios. El resurgimiento de la cuestión palestina es una prueba más de que es insostenible el proyecto proteccionista norteamericano de la "externalización amistosa".
Todavía está por ver si se confirma o no la tesis china de la insostenibilidad de la “externalización amistosa”. Sin embargo, destaca un hecho de entre la evidencia: el giro de EEUU hacia esta forma de proteccionismo unilateral constituye actualmente el principal desencadenante del desafortunado comportamiento humano tendente a la guerra. Es la principal causa material de que el mundo esté cambiando a peor.
La paz, el capitalismo ilustrado y el papel de Europa
El llamamiento a las "condiciones económicas para la paz" apunta a una vía para la disminución de las tensiones militares internacionales. La condición previa es que los norteamericanos den un paso atrás en su estrategia de dividir la economía mundial en bloques de "amigos" y "enemigos". Y que los chinos acepten un plan para regular, políticamente y no en términos de mercado, el enorme crédito que han acumulado con los Estados Unidos.
Para que esta solución de "capitalismo ilustrado" tenga alguna esperanza de éxito, Europa podría desempeñar un papel importante. Al fin y al cabo, la propia posición de la UE como activo extranjero le brinda oportunidades políticas que los norteamericanos no tienen. Pero la idea de Europa como "agente de paz", que Romano Prodi evocó en un debate conmigo hace unos años, parece abrumada por la realidad de unas instituciones de la UE supeditadas al agresivo proteccionismo norteamericano [3]. Sin embargo, la lección que hay que aprender de los continuos enfrentamientos en la Franja de Gaza, pero también en Cisjordania y en la frontera entre Israel y el Líbano, debería ser clara. En ausencia de "condiciones económicas para la paz", las contradicciones capitalistas internacionales nos empujan hacia la obscuridad de una guerra a gran escala.
Notas
[1] Brancaccio, E., Giammetti, R., Lucarelli, S. (2022). La guerra capitalista. Competizione, centralizzazione, nuovo conflitto imperialista. Mimesis, Milán.
[2] Brancaccio, E., Skidelsky, R., et al. (2023). The economic conditions for peace - the economic conditions that make wars more likely, Financial Times, 17 de febrero (trad. it. Le condizioni economiche per la pace, Econopoly del Sole 24 Ore, 17 de febrero; trad. fr. “Les conditions economiques de la paix”, Le Monde, 12 de marzo).
[3] Brancaccio, E., Prodi, R. (2017), “Orizzonti europei. Dialogo tra Romano Prodi ed Emiliano Brancaccio sulla storia e il futuro dell’UE”, Micromega, nº 5 (reproducido en: Brancaccio, E., Non sarà un pranzo di gala, Meltemi, Milán, 2020).
Fuente: Sinistrainrete, 27 de octubre de 2023.
https://www.sinpermiso.info/textos/economia-y-geopolitica-repercusiones-de-la-guerra-en-gaza-dossier
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