¿Quién quiso la Guerra Civil?
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El libro de Ángel Viñas resulta imprescindible para demostrar el hecho de la guerra como conspiración y profundizar en la historia de la Segunda República |
“Una guerra no se prepara solo con retórica. Se prepara sobre todo con la seducción del Ejército y, tras ello, con las armas. Si no bastan las propias, o se teme que no basten, hay que recurrir al exterior. Y ese exterior llegó de la Italia fascista con la ayuda financiera de Juan March” . Al lector avisado no le resultarán extrañas tales afirmaciones, pues, como el autor reconoce en la Introducción, ya se contaba con genuinas aportaciones de los profesores Ismael Saz y Morten Heiberg. Viñas no oculta nunca que la tesis del libro “es clásica entre los autores de la izquierda” (p. 410). Pero era preciso documentar la mayor parte de las acciones clandestinas en varios archivos, precisar la cronología y explorar nuevos territorios, especialmente el de la trama civil de los monárquicos alfonsinos. La guerra no fue un asunto de militares heroicos o despechados. Alfonso XIII, como declaró Don Juan de Borbón en 1975, “estuvo implicado hasta el cuello en la sublevación” (p.191).
Conseguir armamento, esa fue la carta de ventaja con que contaron los rebeldes frente a la “ineficacia del gobierno en cortar la conspiración militar” una de las “condiciones suficientes” para el triunfo del golpe (p.384). Cuando apenas se llevaban dos meses de guerra, escribió Pietro Nenni el 13 de septiembre de 1936:
“El heroísmo no basta para ganar la guerra. Técnicamente, el ejército fascista es netamente superior, tiene una aviación fuerte y numerosa, una buena artillería, una infantería poco numerosa, pero excelente, formada por los moros. Son los militares de oficio los que constituyen su poder actual” (La Guerra de España, p.116).
La aportación de la trama civil de alfonsinos y carlistas, consistente y tenaz desde el 14 de abril de 1936 al 18 de julio de 1936, sería otra de las “condiciones suficientes” para el golpe militar del 18 de julio. Personajes militares bien conocidos como Sanjurjo adquieren nuevo relieve en el libro y otros relativamente grises de la historia contemporánea como Pedro Sainz Rodríguez y, sobre todo, Antonio Goicoechea (luego Gobernador del Banco de España, el más longevo de su historia, en 1938-1950), destacan como adalides de la trama para hundir el experimento republicano. No era frase retórica la de este último cuando declaró a las autoridades italianas en 1935: “No toleraremos un gobierno de izquierdas”. Ángel Viñas, con un estilo directo y ameno, demuestra una línea de continuidad en la conspiración mucho antes de las elecciones de febrero de 1936: los calvosotelistas estuvieron sumamente interesados en crispar la vida cotidiana parlamentariamente o por la prensa, la financiación a pistoleros y, no en último término, la conspiración con los italianos bajo cuerda (p. 393), aunque hubiera que llegar a una guerra que probablemente estimaban de corta duración.
Es indudable que el análisis de la muerte violenta de Calvo Sotelo no puede hacerse al margen de los militares que iban a sublevarse, aunque haya autores –Alfonso Bullón de Mendoza es uno de ellos– para los que el tiempo sigue detenido en una situación parecida a la que dominaron las apreciaciones de época. Viñas utiliza el microscopio para diseccionar el guión de un documental de ese historiador (visionado miles de veces) donde no hay la más mínima mención a la conspiración derechista y las derechas son víctimas de la izquierda (p. 397).
Dos tesis, entre otras, quedan malparadas con el último libro de Viñas. Una de ellas se relaciona con el final del párrafo anterior y me atrevo a llamar la teoría de la marmita : la España del Frente Popular sería el recipiente que tenía que explotar por no tener una vía de escape liberal-conservadora. La otra sería la de la guerra civil por accidente. Sin sublevación, no habría habido una guerra civil en España se ha dicho mil veces. Ángel Viñas demuestra que la guerra no fue un fatum o un resultado hegeliano, pero tampoco un accidente imprevisto. Pudo no haberse buscado intencionadamente, pero nunca se excluyó con tal de conseguir lo que no se había logrado electoralmente. “Aún hay insensatos que creen que es posible la convivencia con los representantes de las masas que mediatiza el Frente Popular”, leemos en la instrucción reservada de Mola el 1 de julio. Esto hace pensar que la Guerra Civil no era el desenlace inesperado sino el instrumento a utilizar si llegara el caso, máxime cuando se sabía que en varias plazas “el ideal no estaba arraigado y el entusiasmo demostrado era ficticio”. El libro de Ángel Viñas resulta imprescindible para demostrar el hecho de la guerra como conspiración y profundizar en la historia de la Segunda República.
Nota del blog .- Hay cosas que se olvidan veamos a Gil-Robles , jefe de la CEDA ..
«Hay que ir a un Estado nuevo, y para ello se imponen deberes y sacrificios. ¡Qué importa que nos cueste hasta derramar sangre! [...] Para realizar este ideal no vamos a detenernos en formas arcaicas. La democracia no es para nosotros un fin, sino un medio para ir a la conquista de un Estado nuevo. Llegado el momento el Parlamento o se somete o le hacemos desaparecer».
«Vamos a exaltar el sentimiento nacional con locura, con paroxismo, con lo que sea: prefiero un pueblo de locos a un pueblo de miserables»
Y como Ministro de Guerra ,nombro a Franco jefe del Estado Mayor Central del Ejercito en 1935.
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