España no puede seguir vendiendo armas a Arabia Saudí
No hay excusa
TopoExpress
Tras el brutal asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi en Estambul, no hay excusa que valga, por parte del presidente Sánchez, para seguir vendiendo armas a Arabia Saudí. España debe recuperar su dignidad.El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparecerá el próximo 24 de octubre en el Pleno del Congreso para justificar lo injustificable: los sucios negocios armamentísticos de su gobierno con Mohammed Bin Salman, el príncipe heredero saudí, quien acaba de ser acusado de asesinar brutalmente al periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudí de Estambul.(1) Un crimen cruel que traspasa cualquier línea de la convivencia internacional. El Presidente Sánchez no puede ignorarlo. El asesinato de un periodista crítico con la guerra del Yemen debía hacer recapacitar a un gobierno que hasta ahora ha mostrado su desprecio por los derechos humanos si hay intereses económicos de por medio. España debe recuperar su dignidad.
El 2 de octubre Jamal Khashoggi entró en el consulado saudí en Estambul para recoger un certificado de divorcio. No salió vivo. Hay imágenes de su entrada registradas por una cámara de seguridad, pero no hay ninguna de su salida. Hatice Cengiz, su novia, que le acompañó hasta la puerta y estuvo esperándolo durante once horas, desesperada, dio la alarma de su desaparición.
La policía turca ha concluido que Jamal Khashoggi fue asesinado brutalmente en el consulado por órdenes del más alto nivel. Mohammed Bin Salman, el príncipe heredero nombrado por el rey Salman, amigo de los Borbones, durmió en El Pardo durante su visita a España el pasado abril. Quien lleva el día a día de la política saudí tuvo que autorizar la operación, altamente compleja en un país extranjero. The New York Times ha dicho que hay indicios de que la operación fue aprobada por él. El propio príncipe se jacta de que nada ocurre en Arabia Saudí sin que él lo sepa.
La historia es horripilante no solo por asesinarlo con engaño y alevosía dos días antes de su boda. El consulado le había dado cita para ese día y habían mandado a los empleados turcos a casa. El cadáver fue desmembrado por los asesinos con una sierra forense para cortar huesos que habrían traído con ellos desde Arabia Saudí. Necesitaban deshacerse de la evidencia de su crimen. La policía turca pudo identificar a quien lo hizo. Un equipo de 15 miembros formado por agentes de la inteligencia y otros funcionarios del gobierno saudí, entre ellos un forense y tres miembros de la guardia personal de Mohammed Bin Salman que llegaron y salieron de Estambul en dos aviones privados el mismo día del crimen. La policía turca ha hecho públicos los nombres y fotos de todos ellos, la matrícula de los dos aviones y videos de sus movimientos tomados por cámaras de seguridad que confirman sus acusaciones.
Jamal Khashoggi, de 59 años, periodista, llevaba un año viviendo en Virginia, donde tenía residencia permanente. Khashoggi era un amigo del gobierno de los Estados Unidos. Defendía una mayor implicación directa de Washington, no necesariamente militar, para resolver la crisis en Yemen. Él mismo no se consideraba un disidente, sino alguien que expresaba a través de su trabajo periodístico lo que pensaba. Khashoggi había sido un hombre del régimen hasta hace poco. Había sacado provecho del mismo durante años, quizá eso explica porqué se atrevió a entrar en el consulado. Cercano a la familia real saudí, había sido asesor de Turki Bin Faisal, hijo del rey Faisal, jefe durante un tiempo de los servicios de inteligencia y embajador en Londres y Washington. Se había distanciado del gobierno viendo el rumbo cada vez más absolutista que Mohammed Bin Salman, el príncipe heredero, había tomado mientras hablaba, para la galería internacional, de modernización del Reino. Mohammed Bin Salman se estaba convirtiendo en la única la ley en el Reino.
Khashoggi seguía considerándose un periodista que decía lo que pensaba. Despedido dos veces a causa de sus opiniones, había sido director de al-Watan, el periodico más importante de Arabia Saudí. Algo que ya no podía hacer desde la llegada al poder de Mohammed Bin Salman, que estaba consolidando su poder frente a otras alas del clan de los Saud. Su columna en el periodico al-Hayat había sido cancelada y había sido amenazado para que no twiteara. Acabo autoexiliándose para salvarse de la cárcel.
Era de los pocos periodistas que podía explicar la política saudí desde dentro, y la relación existente entre los miles de príncipes de la familia Saud. Khashoggi dijo que decidió irse cuando se enteró de que habían detenido a varios amigos suyos por dar su opinión sobre la situación en cenas privadas. Mohammed Bin Salman se había hecho cargo del país y había prohibido criticarlo en público o en privado. Los tentáculos de la policía secreta están en todas partes. Kashoggi escribió en The Washington Post al poco de llegar, en una columna que tenía fija, “Arabia Saudí siempre ha sido represiva. Ahora es invivible”.
Sus columnas en The Washington Post hablaban del autoritarismo de Mohammed Bin Salman, denunciaba que cada día eran detenidos más disidentes. Era crítico también de la aventura peligrosa de su política exterior, particularmente con la guerra de Yemen. “El príncipe coronado de Arabia Saudí debe restaurar la dignidad de su país acabando la guerra del Yemen”, había escrito en septiembre.
La política del gobierno Sánchez hacia Arabia Saudí legitima estos crímenes denunciados por Jamal Khashoggi. Mohammed Bin Salman piensa que puede hacer lo que quiere porque sus actos no acarrean consecuencias. Su dinero compra el silencio de los gobiernos ante sus crímenes. Los dólares son un salvaconducto frente a la violación permanente de los derechos humanos de su propia gente y los crímenes contra la humanidad en Yemen. La dignidad de un gobierno y de un país, en este caso España, desaparece.
El Presidente Sánchez quiso hacernos creer en la televisión que no hay otro camino para garantizar el empleo que entregar 400 bombas guiadas que sabemos serán usadas contra niños y mujeres. Es la misma posición que mantiene la derecha radical en Estados Unidos. ¡Hasta donde ha caído la socialdemocracia española!
Trump se niega a castigar a los saudíes cortando la entrega de armas por razones económicas. “Pienso que nos golpearía”, “Nosotros tenemos empleos, nosotros tenemos muchas cosas que ocurren en este país”, contestó a la pregunta de un periodista sobre si el asesinato de Jamal Khashoggi tendría consecuencias. Trump debía referirse a los negocios que su yerno, Jared Kushner, tiene con Mohammed Bin Salman. ¿No es lo que está ocurriendo aquí con los negocios y comisiones de los Borbones y Saudíes que Sánchez se niega a investigar?
Sánchez quiere hacernos creer que el capitalismo español, como ocurría en culturas precientíficas de sociedades agrarias, necesita sacrificios humanos para reproducirse. Ahora, para funcionar requiere la sangre inocente de los niños y mujeres de Yemen. ¿Será verdad que estamos tan atrasados y Sánchez es uno de esos caciques?
Fuente: http://www.elviejotopo.com/topoexpress/no-hay-excusa/
El 2 de octubre Jamal Khashoggi entró en el consulado saudí en Estambul para recoger un certificado de divorcio. No salió vivo. Hay imágenes de su entrada registradas por una cámara de seguridad, pero no hay ninguna de su salida. Hatice Cengiz, su novia, que le acompañó hasta la puerta y estuvo esperándolo durante once horas, desesperada, dio la alarma de su desaparición.
La policía turca ha concluido que Jamal Khashoggi fue asesinado brutalmente en el consulado por órdenes del más alto nivel. Mohammed Bin Salman, el príncipe heredero nombrado por el rey Salman, amigo de los Borbones, durmió en El Pardo durante su visita a España el pasado abril. Quien lleva el día a día de la política saudí tuvo que autorizar la operación, altamente compleja en un país extranjero. The New York Times ha dicho que hay indicios de que la operación fue aprobada por él. El propio príncipe se jacta de que nada ocurre en Arabia Saudí sin que él lo sepa.
La historia es horripilante no solo por asesinarlo con engaño y alevosía dos días antes de su boda. El consulado le había dado cita para ese día y habían mandado a los empleados turcos a casa. El cadáver fue desmembrado por los asesinos con una sierra forense para cortar huesos que habrían traído con ellos desde Arabia Saudí. Necesitaban deshacerse de la evidencia de su crimen. La policía turca pudo identificar a quien lo hizo. Un equipo de 15 miembros formado por agentes de la inteligencia y otros funcionarios del gobierno saudí, entre ellos un forense y tres miembros de la guardia personal de Mohammed Bin Salman que llegaron y salieron de Estambul en dos aviones privados el mismo día del crimen. La policía turca ha hecho públicos los nombres y fotos de todos ellos, la matrícula de los dos aviones y videos de sus movimientos tomados por cámaras de seguridad que confirman sus acusaciones.
Jamal Khashoggi, de 59 años, periodista, llevaba un año viviendo en Virginia, donde tenía residencia permanente. Khashoggi era un amigo del gobierno de los Estados Unidos. Defendía una mayor implicación directa de Washington, no necesariamente militar, para resolver la crisis en Yemen. Él mismo no se consideraba un disidente, sino alguien que expresaba a través de su trabajo periodístico lo que pensaba. Khashoggi había sido un hombre del régimen hasta hace poco. Había sacado provecho del mismo durante años, quizá eso explica porqué se atrevió a entrar en el consulado. Cercano a la familia real saudí, había sido asesor de Turki Bin Faisal, hijo del rey Faisal, jefe durante un tiempo de los servicios de inteligencia y embajador en Londres y Washington. Se había distanciado del gobierno viendo el rumbo cada vez más absolutista que Mohammed Bin Salman, el príncipe heredero, había tomado mientras hablaba, para la galería internacional, de modernización del Reino. Mohammed Bin Salman se estaba convirtiendo en la única la ley en el Reino.
Khashoggi seguía considerándose un periodista que decía lo que pensaba. Despedido dos veces a causa de sus opiniones, había sido director de al-Watan, el periodico más importante de Arabia Saudí. Algo que ya no podía hacer desde la llegada al poder de Mohammed Bin Salman, que estaba consolidando su poder frente a otras alas del clan de los Saud. Su columna en el periodico al-Hayat había sido cancelada y había sido amenazado para que no twiteara. Acabo autoexiliándose para salvarse de la cárcel.
Era de los pocos periodistas que podía explicar la política saudí desde dentro, y la relación existente entre los miles de príncipes de la familia Saud. Khashoggi dijo que decidió irse cuando se enteró de que habían detenido a varios amigos suyos por dar su opinión sobre la situación en cenas privadas. Mohammed Bin Salman se había hecho cargo del país y había prohibido criticarlo en público o en privado. Los tentáculos de la policía secreta están en todas partes. Kashoggi escribió en The Washington Post al poco de llegar, en una columna que tenía fija, “Arabia Saudí siempre ha sido represiva. Ahora es invivible”.
Sus columnas en The Washington Post hablaban del autoritarismo de Mohammed Bin Salman, denunciaba que cada día eran detenidos más disidentes. Era crítico también de la aventura peligrosa de su política exterior, particularmente con la guerra de Yemen. “El príncipe coronado de Arabia Saudí debe restaurar la dignidad de su país acabando la guerra del Yemen”, había escrito en septiembre.
La política del gobierno Sánchez hacia Arabia Saudí legitima estos crímenes denunciados por Jamal Khashoggi. Mohammed Bin Salman piensa que puede hacer lo que quiere porque sus actos no acarrean consecuencias. Su dinero compra el silencio de los gobiernos ante sus crímenes. Los dólares son un salvaconducto frente a la violación permanente de los derechos humanos de su propia gente y los crímenes contra la humanidad en Yemen. La dignidad de un gobierno y de un país, en este caso España, desaparece.
El Presidente Sánchez quiso hacernos creer en la televisión que no hay otro camino para garantizar el empleo que entregar 400 bombas guiadas que sabemos serán usadas contra niños y mujeres. Es la misma posición que mantiene la derecha radical en Estados Unidos. ¡Hasta donde ha caído la socialdemocracia española!
Trump se niega a castigar a los saudíes cortando la entrega de armas por razones económicas. “Pienso que nos golpearía”, “Nosotros tenemos empleos, nosotros tenemos muchas cosas que ocurren en este país”, contestó a la pregunta de un periodista sobre si el asesinato de Jamal Khashoggi tendría consecuencias. Trump debía referirse a los negocios que su yerno, Jared Kushner, tiene con Mohammed Bin Salman. ¿No es lo que está ocurriendo aquí con los negocios y comisiones de los Borbones y Saudíes que Sánchez se niega a investigar?
Sánchez quiere hacernos creer que el capitalismo español, como ocurría en culturas precientíficas de sociedades agrarias, necesita sacrificios humanos para reproducirse. Ahora, para funcionar requiere la sangre inocente de los niños y mujeres de Yemen. ¿Será verdad que estamos tan atrasados y Sánchez es uno de esos caciques?
Fuente: http://www.elviejotopo.com/topoexpress/no-hay-excusa/
(1) Notas del blog ver enlaces .
y ver ..
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