¿Hasta qué nivel de desorden y confrontación interna se llegará?
La pelea de Washington
La Vanguardia
¿Cómo descifrar la pelea interna del
establishment
Americano? El escenario de un desorden interno en Estados Unidos, de la
primera potencia convertida en un factor mayor de incertidumbre en el
mundo, es verdaderamente sorprendente. ¿Hasta qué nivel de desorden y
confrontación interna en el país se llegará? ¿Cómo se proyectará todo
eso en el mundo?
El inquietante Señor Trump, cuyo sesgo populista-ultraderechista en el
orden interno es bien claro y amenazante, quiere cambiar aspectos
fundamentales en el partido de la guerra , la política exterior de
Estados Unidos. Trump ha dicho que los desastres de Yugoslavia, Irak y
Libia fueron aventuras criminales.
Cambio de prioridades
Enfrentándose
a Rusia en Occidente y a China en Oriente, Estados Unidos ha suscitado
en los últimos años el acercamiento entre esos dos países. “No hay nada
más peligroso para Estados Unidos que una alianza firme de esas dos
potencias”, dice el conocido estratega del partido de la guerra
Zbigniew Brzezinski. Trump quiere invertir la jugada de Kissinger de los
años setenta: en lugar de una alianza de Estados Unidos con China
contra la URSS, ahora se trataría de una alianza con Rusia contra China.
La desconfianza entre Rusia y China es mutua y profunda, pero
el mundo de hoy es diferente del de hace cuarenta años. Tanto Moscú como
Pekín han dejado claro que están dispuestos a oponerse militarmente al
cerco en sus fronteras más inmediatas (Ucrania/Mar de China meridional),
pero ninguno de los dos desea un regreso a la lógica de bloques.
Habría que dejar de amenazar a ambos países, o salir de la lógica de
aflojar con uno para mejor amenazar al otro, pero eso parece contrario a
la propia naturaleza del partido de la guerra y esperar algo así de Trump está fuera de toda posibilidad. ¿Entonces qué hay detrás de esta pelea?
Resentimiento
El
mero cambio de prioridades propuesto por Trump, supone el
reconocimiento de un fracaso y la responsabilidad de los cuadros que han
dirigido la política exterior-militar de Estados Unidos en los últimos
25 años. Retomar cierta normalidad de relaciones con Moscú contradice
una inercia de 70 años en esa belicosa máquina. No habría problema con
una Rusia sometida, pero la Rusia de Putin que levanta cabeza (asumiendo riesgos extremos )
es culpable de un delito mayor: la derrota sufrida por Estados Unidos
en las dos ultimas fallidas operaciones de cambio de régimen: Ucrania y
Siria. Por primera vez esas operaciones han sido contestadas militarmente
por una potencia, y de momento con éxito, lo que lanza un mensaje muy
desestabilizador para la disciplina imperial. Otros podrían seguir el
ejemplo en el futuro.
Moscú ha albergado, además, a Edward
Snowden, factor del mayor desprestigio de Estados Unidos en décadas, y
ha puesto en marcha medios de comunicación efectivos que han roto el
monopolio de la propaganda global, contribuyendo al pluralismo. Rusia
debía pagar por todo eso, y ahí están las sanciones, la política de
precios del petróleo y la tremenda caída del rublo que todos los rusos
han notado y que tiene un gran potencial desestabilizador para Putin.
Que en ese contexto el nuevo Presidente de Estados Unidos se disponga a
entenderse con Rusia es visto como una especie de premio intolerable por
la facción del establishment que ha tenido en sus manos las riendas del partido de la guerra . “Son malos perdedores”, ha dicho Vladimir Putin.
Sergei Karaganov, un conocido politólogo ruso que en los noventa era un marcado occidentalista que se tuteaba con todo el establishment de
la política exterior de Estados Unidos, dice ahora que la gente de las
administraciones de Clinton, Bush y Obama se siente amenazada y
embargada por un enorme resentimiento. “Las sanciones no les bastan”,
dice. “Temo que intenten organizar provocaciones impeachment y
demás”. “Al presidente electo no le iría mal reforzar su escolta”, dice
Karaganov. La consideración es interesante por el nivel de pelea que
sugiere para el futuro. Hay que prepararse para el escenario de Estados
Unidos como mayor factor de incertidumbre. La URSS pasó por ello en su
día.
La suma de la lógica de ese resentimiento y de los cambios
de prioridad sugeridos por Trump, determinaron que Rusia fuera el chivo
expiatorio. La injerencia rusa en las elecciones de Estados Unidos, los kompromats
erótico-políticos contra Trump, todo ello sin pruebas en defecto de un
Snowden ruso, es una de las mayores tomaduras de pelo desde las armas de
destrucción masiva de Sadam Hussein. Llama la atención la pobre factura
de todo ello, pero sea cual sea su contenido, no deja de ser una
inocentada al lado de la injerencia de Estados Unidos en la política
rusa. Después de las revelaciones de Snowden, tampoco es fácil hacer
pasar a Rusia y a China como los ogros de los ciberataques, algo que
todas las potencias practican pero una, la inventora del género, mucho
más que las otras.
EU: La salida de la crisis
El
eco de todo esto ha llegado a Europa en una situación sin precedentes.
La Unión Europea se encuentra en una “crisis existencial” (son palabras
de Juncker). De momento la salida se busca en la “defensa”. La Unión
Europea necesita enemigos. Para países como Alemania y Polonia, el
enemigo histórico es Rusia. Ambos se rearman contra ella. Se mueven
tanques y recursos hacia la frontera rusa. En Francia el asunto chirría.
Nadie ha dado demasiado crédito a la leyenda de la injerencia rusa en
las elecciones americanas y el presidenciable mejor colocado para ganar
las elecciones de mayo, François Fillon, quiere mejorar las relaciones
con Moscú, lo que está en la tradición francesa desde el siglo XIX.
Alemania es el país clave –y al que Moscú dedica mayor atención. La
canciller Merkel que pasa por ser la gran líder europea se está cargando
los tres pilares que rehabilitaron en el concierto internacional a la
Alemania de posguerra: la integración europea, el Estado social y la
política de distensión hacia Rusia (Ostpolitik ), lo que confirma la tesis de la Quinta Alemania .
Todo ello está desintegrando la Unión Europea. Que la proyección de
esta crisis desintegradora tenga consecuencias militares, no es ningún
pronóstico catastrofista: está en la más genuina tradición histórica
europea.
Fuente: http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/2017/01/14/la-pelea-washington-94741/
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