La “pax rusa” en Oriente Medio.
20 propósitos de la intervención militar de Rusia en Siria.
Nazarín Armanian
La contundente entrada militar rusa en el caótico y complejo
paisaje bélico de Siria el 30 de septiembre, y su plan para poner fin al
conflicto, han dado un vuelco al equilibrio de fuerzas en la región. La
propuesta de Vladimir Putin incluye la formación de una coalición internacional
dirigida por la ONU, que integre al ejército sirio y el gobierno de Bashar al
Assad para luchar contra el terrorismo, y la celebración de unas elecciones parlamentarias
con la participación de la “oposición sana”.
La primera consecuencia de la
magistral jugada diplomática y militar de Putin ha sido hacerse con el mando de
la situación de Siria y humillar a la ineficiente Coalición Anti-Estado
Islámico (CAEI) de unos 40 países y dirigida por EEUU. Los rusos en unos días
al parecer han destruido más posiciones de los yihadistas que la CAEI durante
7000 bombardeos en dos años. El efecto inmediato de su acción ha sido poner
nerviosos a los rebeldes y perplejos a sus patrocinadores regionales y
mundiales.
Objetivos de Rusia
Poner en evidencia la pantomima de la CAEI en su falsa lucha
contra el terrorismo. Que la Casa Blanca explique qué hacían los yihadistas
afganos – embrión del EI, gestado por la CIA, MI6 e ISI-, en el Despacho Oval
en 1983.
Delatar la ilegalidad de las acciones de CAEI. Rusia tiene
el permiso del gobierno sirio, y del parlamento ruso, por lo que su acción está
conforme al derecho internacional.
Presentarse como un actor mundial, y presentando un plan de
paz que cree viable, frente a las políticas de EEUU, responsable de la
expansión del terrorismo religioso por todo el mundo. Así que, si alguien busca
un líder para el mundo, ese es él: maneja la diplomacia, pero también es un
tipo duro.
Mostrar poderío, haciendo que todo el planeta esté pendiente
de lo que hace Rusia en Siria, recordando a la crisis de los misiles de Cuba.
Producir brechas en la CAEI: Alemania e incluso Turquía y
Arabia apoyan el Plan Putin de paz. Les convenció de que la principal amenaza
para la paz es el EI y no Assad.
Reducir la presión sobre el régimen sirio. Pasar de la
postura de “Asad debe irse” de la CAEI a la de “de momento, mejor que se
quede”.
Fortalecer la posición rusa en Siria, y por ende en Oriente
Próximo, lo que le permitiría negociar con Occidente las sanciones que le
impusieron por la anexión de Crimea.
Negociar el destino de Ucrania: hasta ahora había preferido
una Ucrania inestable en la frontera europea que una integrada en la OTAN.
Desde Damasco su voz sobre Kiev tendrá otra melodía.
Ofrecer a Arabia Saudi el cese del presidente sirio a cambio
de dejar de financiar el yihadismo en la región.
Presumir de ser quien apartó a Assad del poder de forma no
violenta, y como recompensa tener la voz cantante en la elección de su sucesor.
Contener el avance de los islamistas. Los chechenos,
liderados por el comandante Tarkhan Batirashvili, son el mayor contingente de
extranjeros en las filas de EI. En esta tarea, Moscú cuenta con el apoyo de
China, que sigue sufriendo continuos ataques terroristas yihadistas.
Demostrar la eficacia de la coalición formada por Rusia,
Irán, Irak, Hizbolá, al contar con el ejército sirio y los efectivos iraníes y
libaneses, que luchan sobre el suelo sirio.
Que Irán haya conseguido que Turquía (patrocinador del Frente Al Nasra y
del Ejército de Siria Libre) acepte un alto el fuego para seis meses en seis
ciudades sirias, le avala.
Empujar al alza los precios de hidrocarburo, ahora que
cuatro de los productores mundiales -Rusia, Arabia, Irak e Irán-, están en
guerra, y así salvar la economía rusa. Sin embargo, dichos precios se fijan en
los despachos políticos (de Arabia Saudi y de EEUU) ignorando la ley de oferta
y demanda del mercado.
Desactivar el plan de EEUU y Turquía de crear una zona de
exclusión aérea en el suelo sirio, para proteger a los yihadistas, y desde allí
empezar a desintegrar el país como se hizo en Irak, Yugoslavia y Libia.
Cambiar las alianzas de la región: Israel se acerca a Rusia:
además de negociar la formación de una Unión Aduanera, coordina con Moscú el
vuelo ilegal de los cazas israelíes en el cielo sirio y estudia la posibilidad
de que Rusia dirija la explotación del gas del campo Leviatán en el
Mediterráneo, para así impedir la tentación de Irán o de Hizbolá en atacarlo
algún día. A cambio, Moscú cortaría el suministrar iraní de armas a la milicia
libanesa y forzaría a Teherán retirar sus efectivos, una vez pacificado siria.
Ganar ventajas respecto a Irán, mostrándole que sólo Rusia
puede sostener al régimen. Y eso a pesar de que los cazas rusos están
utilizando el espacio aéreo de Irán (y de Irak) para acceder al cielo sirio. El
mensaje es: “tener en cuenta los intereses rusos en Irán en vuestro
acercamiento a Occidente”.
Presionar a Tayyeb Erdogan, (ahora que está muy debilitado
por los resultados electorales, soporta el peso de cerca de dos millones de
refugiados sirios y se enfrenta a una nueva guerra civil con los kurdos) para
que deje de apadrinar a las fuerzas anti-Assad.
Conseguir el apoyo de Egipto, el principal país árabe. El
general Al Sisi se apunta a liquidar a los islamistas.
Regresar al club de “occidente”. Y eso va dirigido a aquel
sector de izquierda que aún confunde Rusia con la URSS y piensa que Putin es la
reencarnación de Lenin, y no el líder de una élite capitalista que desde 1994
es socio de la OTAN. Otra cosa es que la multilateralidad sea mejor para la paz
mundial que la unilateralidad.
Probar los nuevos y sofisticados cazas bombardeos Sukhoy
su-34 por primera vez en un campo de batalla.
¿Afganistán 2?
Los rusos cuentan con los siguientes factores para no
considerar Siria como un segundo Afganistán:
Que los yihadistas afganos recibían de EEUU armas avanzadas
como los misiles “Stinger”. En Siria, Rusia goza de superioridad militar sobre
el enemigo.
Que Siria es plano, carece de montañas rocosas, donde caer
en emboscadas. Aun así, afirman que no enviarán tropas.
En Afganistán se encontraron con la hostilidad de los
lugareños, en Siria parte de la población mira a Putin como un salvador.
Rusia entra desde mar y aire. Cerrarle el paso por el
Mediterráneo provocaría un enfrentamiento directo entre las superpotencias.
Moscú es consciente de que Assad ha perdido el poder sobre
el país de forma irreversible. Ahora sólo hay que salvar la región alrededor de
Latakia de los alauíes, y allí preservar su importantísima base naval en el
puerto de Tartus.
Ya dijimos “¡Que viene los rusos!”
El alivio que sintió Barak Obama con la iniciativa de Putin
en Siria duró poco. Los republicanos endurecen sus ataques y burlas a los demócratas, no solo
por perder el control sobre otro país de Oriente Próximo, sino también porque
EEUU con Obama ha dejado de actuar como
un jugador mundial.
Para ellos, los enemigos de América son Rusia e Irán, y no
China como afirma el presidente.
Obama sigue oponiéndose a enviar tropas a Siria (tampoco lo
hizo en Ucrania), por los siguientes motivos: Los fracasos en Irak y Afganistán
-donde otro avión de la OTAN acaba de ser derribado por los Talibán que han
vuelto a conquistar Kunduz-; la convicción de que tal acción puede animar a
Teherán a armarse realmente; la incapacidad de la oposición siria de unirse y
formar una alternativa real y viable, y que al contrario de lo esperado, el pueblo
no apoyó a los rebeldes, siendo ellos más brutos que el ejército.
Obama también teme que un caos total amenace la seguridad de
Israel, o que un hipotético vacío de poder con la caída de Al Assad fuese
ocupado por los terroristas yihadistas. Además, Siria carece de la importancia
estratégica necesaria para justificar una intervención terrestre y aplicar la
doctrina de Responsabilidad de Proteger (R2P) a la población. Por último, lo
que no necesita en la víspera de las
elecciones del 2016 es recibir una avalancha de imágenes de sus soldados
decapitados o cientos de ataúdes.
Obama debe elegir entre aceptar el plan ruso o chocar con
Putin en Siria. Ninguna de las opciones dará votos a los demócratas.
Se complica el escenario
A pesar de que Rusia, de momento, ha reorganizado el
escenario, se enfrenta a otro en el que el Pentágono ha actualizado los planes
de acciones militares contra Rusia, desde Estonia, Letonia, Lituania, Polonia,
Bulgaria y Rumania.
Es poco probable que la arriesgada apuesta de Putin, que no
incluye ningún plan para aliviar el sufrimiento de la población, cumpla con sus
objetivos, sin contar con las consecuencias que dejaría tal intervención sobre
las arcas vacías de su país y por ende sobre la población.
No habrá un final feliz para tantos comensales sentados en
la mesa de la “última cena” siria.
Lo más probable es que Siria, después de pasar varios años
más en su trágico proceso de ‘libanización’, pase a ser ‘balcanizada’.
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