martes, 11 de noviembre de 2014

9N .-La voluntad popular no es unívoca.


Los datos del 9N. “La maquina de la verdad” de Carles Castro. La Vanguardia


datos 9N

“El proceso participativo del pasado domingo acabó convirtiéndose en una gigantesca máquina de la verdad que no desveló ningún secreto. Bastaba con repasar los resultados de las autonómicas del 2012 para saber que los más firmes partidarios del derecho a decidir sumaban algo más de dos millones de ciudadanos catalanes (exactamente 2.305.290, este domingo) y que los potenciales defensores de la independencia sumaban algo menos de esa cifra (1.861.753, el 9-N). Sólo se trataba de sumar los votos de CiU, Esquerra, la CUP y Solidaritat, con o sin Iniciativa. Y aún así, ese resultado agridulce para el soberanismo se expresó a través de un desenlace deslumbrante: una movilización equivalente a entre un 37% y un 42% del censo electoral (según la base que se tome de referencia). Es decir: mucha gente para un simple “simulacro” (más incluso que en el referéndum sobre la Constitución europea de febrero del 2005).
Sin embargo, los nutrientes de esa movilización flotaban en la atmósfera. Lo voluntario atrae, lo obligatorio repele y lo prohibido fascina. Estas sencillas pautas de comportamiento alcanzan también a la vida política y a la conducta electoral. Y a ello hay que añadir la redundante imagen positiva del sí (como libre adhesión) y la inevitable percepción negativa del no (como displicente rechazo de tintes autoritarios). Si a todo esto se une una desaprobación al Gobierno central que en Catalunya alcanza proporciones mucho más amplias que en el conjunto de España (donde los juicios negativos ya rozan el 70%), no es difícil imaginar una tormenta perfecta que congregue en la misma dirección a los distintos grupos críticos con el poder y la coyuntura. Y por eso el domingo en Catalunya más de dos millones de personas se sumaron a un proceso participativo sin consecuencias jurídicas, aunque casi un 20% de ellas no lo hicieran para apoyar la independencia.
A partir de ahí, la extrapolación electoral del simulacro del 9-N (entendido como ensayo ante las urnas) dibuja un cierto techo para el independentismo, más allá del enigma que plantea la solidez del sí a la secesión en una consulta electoral que tuviera consecuencias tangibles. Ciertamente, los resultados suponen la consolidación de un bloque electoral soberanista hipermovilizado, capaz de marcar la agenda política y de mantenerse como una minoría determinante (con mayoría absoluta en el Parlament) incluso en elecciones de alta participación, como podrían serlo aquellas centradas en el encaje de Catalunya en España. Sin embargo, la cifra de papeletas a favor de la independencia equivale, como mucho, a un 33% del censo electoral. Un bagaje manifiestamente insuficiente para afrontar el viaje hacia la Ítaca independentista. Y las extrapolaciones son concluyentes, pese a las salvedades metodológicas.
En este sentido, es verdad que el censo de referencia se vio distorsionado el domingo por la presencia de participantes menores de 18 años y mayores de 16. Pero si se adopta como referente el censo ampliado a los residentes en el extranjero (más de cinco millones y medio de electores), no se vislumbran márgenes de error insoportables en la proyección de las papeletas del 9-N sobre unas hipotéticas elecciones (o un referéndum) de “verdad”. Sólo se trata de recrear los diversos escenarios de participación con el mencionado censo electoral del 2012.
Pues bien, suponiendo que los votantes añadidos en esa futura cita electoral verdadera lo hicieran en contra de las tesis independentistas, bastaría una participación similar a la de las últimas autonómicas (67%) para que el independentismo quedase por debajo del 50% de los votos emitidos (ver gráfico adjunto). Naturalmente, podría ocurrir que algunos de los votantes que no hubiesen participado el 9-N apoyaran en el futuro la secesión, pero es poco probable que se trate de un contingente relevante. En cambio, parece más probable que en unos comicios marcados por el dilema dramático de la ruptura con España, la afluencia a las urnas fuese mayor y se encaramase al 75% (como en las angustiosas elecciones del 2004). Y en ese caso, los menos de dos millones de papeletas sí-sí supondrían alrededor del 44% de los votos emitidos. Es decir, un resultado similar al escocés. Y es que aunque las encuestas prometan tesoros, la realidad suele ser siempre más modesta y cambia más despacio de lo que aparenta.
Finalmente, los resultados del domingo confirmaron una vez más la existencia de varias Catalunyes que coexisten en universos paralelos y algo herméticos. Por un lado, una Catalunya interior, con menor peso demográfico, donde el apoyo a la independencia se acercó al 50% del censo; por otro, una Catalunya litoral, donde el secesionismo no siempre llegó a congregar a un tercio del censo electoral. Sin olvidar un nutrido cinturón metropolitano donde ese apoyo quedó en muchos casos por debajo del 20% del electorado”.
http://registrousuarios.lavanguardia.com/premium/54419758926/index.html

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 y ver otro análisis

http://elpais.com/elpais/2014/11/19/opinion/1416415999_256355.html


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